DOMINGO V DE PASCUA. CICLO B

CREER Y DAR FRUTOS


 

    No hay sarmientos sin vid: quedan reducidos a unos palos secos, que dicen que son estupendos para asar chuletas o preparar una paella, o calentarse con una buena fogata. Y poco más. Tampoco hay vino sin uvas, en número suficiente. Con una sola uva no hacemos nada. Ni siquiera con un racimo. Por lo tanto: Si nosotros somos los sarmientos, y Cristo es la vid, sin estar unidos a él no podemos hacer nada. Nos quedamos «secos». Y estando unidos a él y al resto de los sarmientos… debiéramos dar frutos suficientes como para poder tener buen vino. La afirmación de Jesús es: «Yo soy la vid, vosotros (en plural) los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis (en plural de nuevo) hacer nada». Es un mensaje referido especialmente a la comunidad de seguidores. Estas sencillas afirmaciones, no necesitan que les demos muchas vueltas: se comprenden muy bien. Otra cosa es que seamos coherentes con ellas.

          En cuanto al fruto abundante al que se refiere Jesús (y ya que él es el grano enterrado que da mucho «fruto«) tiene que ver con una vida entregada, como la suya, y con el Reino… que es descrito con palabras como «justicia, paz, servicio, misericordia, compromiso con el pobre, el enfermo, el emigrante…, acogida, libertad, perdón, fraternidad…». Palabras todas ellas relacionadas y referidas a los otros. Aunque hay que tener cuidado con las «palabras» porque, como advierte hoy la carta de Juan: no nos quedemos en las palabras, en las creencias, en las ideas, en los discursos, en las grandes afirmaciones, no amemos de «boquilla», sino con obras, con hechos. O sea: dando frutos. «Este es su mandamientos: «que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó». Creer en Jesucristo es amar, amarnos.

Estamos, pues, ante un punto central: ¿Qué aporta la fe realmente a nuestra vida?¿En qué consiste para nosotros «tener fe»?

    – La fe no se juega en el terreno de los sentimientos: «Ya no siento nada… debo estar perdiendo la fe», dicen algunos. No hay duda de que la fe toca el corazón, se siente, se experimenta, se disfruta, a veces duele… Pero sería un error reducirla a sentimientos y aún peor a  «sentimentalismo»: tendría fe si me emociono, si se me saltan las lágrimas, si «siento algo» cuando comulgo, etc. La fe -como el amor auténtico- es una actitud responsable y razonada, una decisión personal, un compromiso: haya o no haya sentimientos. 

    – La fe no es tampoco una opinión. Cada creyente tiene la responsabilidad de aceptar a Dios en su vida, e ir madurando y profundizando lo que supone ser discípulo de Jesús hoy, en sus circunstancias personales y sociales concretas. Cada cual vive su fe de un modo personal, único e intransferible. Pero no significa caer en el subjetivismo: «yo tengo mis propias ideas y creo lo que a mí me parece». La fe no es un «menú» que yo elijo con lo que me apetece, lo que me viene bien, lo que está de acuerdo con mis opciones previas, y la vivo con los que tienen ideas parecidas a las mías… pero dejando a un lado lo que no me gusta, no me encaja o no me viene bien. No puedo hacerme un dios a mi imagen y semejanza, ni puedo construirme una fe sin los otros, sin contrastar y discernir honestamente, para ir purificando y madurando lo que fuera necesario. No puedo ignorar o rechazar a los «distintos» por el simple hecho de serlo, ni estar siempre a la defensiva y con el impermeable puesto para todo lo que no vaya conmigo. Eso es más propio de las sectas, o quizá de los partidos políticos, pero no del cristiano. Como dice san Pablo, el criterio principal ha de ser el «bien común», la construcción del Cuerpo de Cristo.

    – La fe no es simple costumbre o tradición recibida de los padres, y que a menudo se queda en  cumplir con ciertos ritos y obligaciones religiosas. Eso puede ser un comienzo, un buen comienzo… pero después hay que personalizar, madurar, aplicarlo a la propia vida, trabajar y buscar el encuentro personal con Dios, responder a la propia vocación.  Traducirlo en «obras», para que sea la fe de/en Jesús. 

   – La fe no se reduce a una especie de «tranquilizante», que me ayudaría a sentirme bien, o evadirme de la realidad en ciertos momentos. Creer en Dios es, sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es sólo un «agarradero» para los momentos críticos: «yo cuando me encuentro en apuros acudo a la Virgen o a San Antonio que es muy milagrero». Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de manera digna y responsable, un impulso para levantarse y salir adelante cuando las cosas vienen mal. Para comprometerse y transformar la realidad. A Jesús su tarea misionera le trajo muchas complicaciones, y acudía al Padre no tanto para sacarle favores (o «mercedes», como se decía antes), cuanto para preguntarle cuál era en cada momento su voluntad y para contar con su fuerza.

    – La fe no es simplemente un conjunto de recetas morales, o autoexigencias con las que podamos estar en orden delante de Dios. Es muy limitada la fe que se centra en corregir los defectos, fallos y debilidades personales, donde el yo y mi propia perfección son el centro de mi examen de conciencia y de mis propósitos… El AMOR es lo que debe ocupar el centro, mi entrega, mi servicio, mi compromiso en favor del Reino. Cierto que cometemos errores, que estamos condicionados por defectos y hábitos que nos cuesta mucho corregir. Y nos cuesta liberarnos de la idea de que por eso Dios nos rechaza y nos condena, del mismo moco como nos condena nuestro corazón/conciencia. Muy luminoso lo que nos decía la Carta de Juan: si nos comprometemos con un amor práctico al hermano, ya no tenemos que tener miedo de nuestras miserias, de nuestra fragilidad y ni siquiera del juicio severo de nuestra conciencia; de lo que ésta pueda reprocharnos. Podemos tranquilizarnos, porque “Dios es más grande que nuestro conciencia” (v. 20).

          El amor a los hermanos, la justicia, el trabajar por la comunión, el construir un mundo mejor para todos son los frutos que el Señor espera de sus sarmientos. Que dejemos de mirarnos tanto a nosotros mismos, y nos preocupemos de producir las «uvas» PARA QUE COMAN/BEBAN OTROS, para alegrar y hacer mejor la vida de los otros. La obra de Jesús fue vivir entregándose. Y su «savia» en nosotros tiene que producir lo mismo, aunque el sarmiento pueda ser feo, imperfecto o estar muy retorcido por la vida.  Si permanecemos unidos a la vid… daremos frutos, que es lo que al Labrador le importa.

La verdadera fe tiene, sobre todo, tres grandes pilares, según nos enseñan las lecturas de hoy:

.   La Palabra de Jesús, que permanece en nosotros y nos va«limpiando», podando, purificando para que aumenten los frutos de Amor. «Si mis palabras permanecen en vosotros…». Por tanto en encuentro frecuente con la Palabra en nuestras celebraciones y en nuestra vida espiritual.

.   La Eucaristía, como el medio excepcional para estar en comunión con él, para recibir su savia. Es decir: que la Eucaristía es importante y necesaria. Imprescindible. No como algo obligatorio con lo que «cumplir» los días de precepto, sino como la fuerza que necesitamos para amar y entregarnos «por Cristo, con él y en él». «Comulgar» no es simplemente «comer» un trozo de Pan. Sino ir haciendo de mi vida un «pan» que se parte, se reparte y se entrega, «en memoria suya».  Es identificarme con el Señor, y permitirle que se entregue hoy a través de mí.

.   Y en tercer lugar la Comunidad. La comunión con la vid es al mismo tiempo, inseparablemente, comunión con el resto de los sarmientos. La Eucaristía no es un alimento privado, para mí, para mi devoción, para mis necesidades individuales, para hacer yo mis rezos a solas. La Eucaristía es una comida fraterna. Si la consecuencia de mi «comulgar» no me lleva a implicarme con la comunidad de hermanos, sino me lleva a sentir la necesidad de caminar con ellos… será otra cosa distinta a lo que quiso el Señor: «Tomad, comed y sed uno», «Tomad, comed y amaos como yo», «Tomad, comed y lavaos los pies unos a otros».

Al final, lo que «permanece» es el Amor, que es lo que nos mantiene vivos.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen de José María Morillo y Félix Hernández, op

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18 comentarios

  1. Como siempre Quique ayuda a la reflexión y a sacar jugo de nuestra fé y de nuestro trabajo por los demás. En primer lugar tener en cuenta que sin estar unidos a Dios no podemos dar fruto. Pero sobre todo que nuestras acciones y obras repercutan en la Comunidad. Que seamos todos la vid,uvas y sarmientos unidos a la cepa. Que una fé sin obras es una fé muerta. Que nos tenemos que santificar en Comunidad. Que eso empieza por perfeccionarnos individualmente para dar fruto en Comunidad. Que se nos juzgará por el amor en nuestra vida. Por la entrega, por el prójimo. Que no se puede querer y amar a Dios si no amamos al prójimo a quien vemos y palpamos. Que la fé no es «sentir» sino «consentir» que Dios esté en nuestras vidas. Que la fé es fiarse de Dios y aceptarlo en nuestro día a día sin peros..y que siempre le tengamos en nuestro corazón pase lo que pase. Señor ayúdame a ser mejor y ayudar a los demás y además a dar ejemplo para que incluso los que no te conocen vean por mi amor a todos los seres humanos que estás siempre conmigo. Amén

    • Enrique Martínez

      Qué razón llevas. Y me alegra que mis palabras de ayuden. Lo importante es ir pasando de las ideas, de los deseos.. a los hechos, a la fraternidad, a una comunidad VIVA en la que el Señor nos purifica, nos anima, nos serena, nos compromete por un mundo mejor y por una Iglesia mejor. Gracias por esforzarte en compartir a menudo tus reflexiones. No te canses… y que otros se «contagien» de tu constancia. Un abrazo

  2. José María Naranjo Castón

    Querido sacerdote, me ha dado mucha paz al escuchar la homilía de hoy en la misa de 13:30. Los reproches que mi conciencia dictaba sobre si tenía o no fe se han desmoronado, creo que puedo alcanzar la fe, que ya la tengo, me he acercado a Dios. Confusiones de mi alma y mente se han aclarado y veo que puedo dar fruto.
    Como en otras ocasiones con sus palabras, la carga se me hace más ligera, y puedo amar más a Jesus,y creer que también soy querido por Él

    • Enrique Martínez

      Wouuuuu!!! Qué bien. Es mi deseo animar, empujar, estimular… porque sé que es lo que pretende el Señor. El desánimo, el sentimiento de culpa, los fallos y errores no son cosa de Dios, porque hunden, alejan, desaniman. No era su estilo, por más que los pastores seamos más dados a otro tipo de aportaciones… que acaban alejando a muchos. Desde el Señor, con el Señor… y con los hermanos es el único modo de seguir adelante, sabiendo que podemos ser mejores con su ayuda… y no tanto con nuestro voluntarismos, obsesiones y culpas. Ojalá lo consiguiera mucho más con la ayuda del Espíritu. Gracias, porque tus palabras me animan y me ayudarán a orar por ti: poner nombre a los sarmientos es necesario para que la comunidad sea algo más que un nombre vacío. Un abrazo

  3. Quique, claro que te escuchamos y te leemos cuando no podemos asistir a celebrar la Eucaristía contigo.
    Te agradezco y te animo a seguir ayudarnos a aplicar la palabra De Dios a nuestra vida del día a día. Pues no siempre somos capaces de discernir por nosotros mismos. El día que no lo hagas té echaré de menos.
    Tu experiencia y tu forma directa de explicarnos las lecturas no es muy común y para mi es especial. Es esa savia que El Señor nos manda a través de ti, para que no tengamos excusa para dar fruto.
    Gracias y un abrazo,

    • Enrique Martínez

      Muchas gracias Arturo. Uno recibe más a menudo críticas, quejas, incluso insultos cuando a alguien le desagrada la celebración, o no encaja en sus expectativas… que agradecimientos. Ayer, en cambio, pues personalmente un joven vino a dar las gracias por la Eucaristía y por una confesión penitencial de hace algunas semanas: que le había ayudado muchísimo. Estas cosas animan, apoyan… y evitan un poco el desgaste de las quejas (sobre todo cuando son mínimamente educadas). Gracias por salir a leer… ojalá vaya habiendo más hermanos que se animen a participar más activamente en la celebración, aquí con sus comentarios, sugerencias, propuestas… Que tengas buena semana.

  4. muchísimas gracias por esta homilia tan preciosa. es de una calidad impresionante, ha sido un honor escucharla en directo. un saludo

    • Enrique Martínez

      Es un gran estímulo que alguien te diga que le sirve, que le ayuda (incluso también decir lo contrario, si alguien lo desea). Es necesario para salir de «fieles que asisten» a hermanos que comparten, participan, aportan, proponen, se ofrecen. Es el camino para ser la Comunidad de Jesús. Gracias

  5. Miguel Angel Pulido

    Querido Quique:

    Me has hecho que se me saltase una lágrima en misa, y me has convencido a comulgar. Sin duda, sin Jesus no podemos dar frutos. Gracias mil por tus palabras y esperando a la proxima.

    • Enrique Martínez

      Qué biennnnnn. Que alguien quiera contar con la ayuda del Señor para salir adelante, para ser mejor, para entregarse más… La Eucaristía nunca es un «premio» para los que consiguen ser buenos (si es que hubiera alguien así) sino la ayuda que Cristo ofrece a sus discípulos para que permanezcan en él y den buenos frutos. Cuanto más perdido y necesitado y desanimado se encuentre… más DEBE contar con el Señor, con su palabra, con sus sacramentos. Agradezco al Señor que haya actuado así en ti. Un abrazo grande y gracias por esta «confidencia» tan hermosa.

  6. Mª Carmen Alvarez

    Increíble reflexión sobre lo que NO es fé (o al menos, no totalmente fé) para intentar entender qué es la fé.

    Gracias por clarificar que ni los sentimientos, ni las opiniones, ni las tradiciones, ni las costumbres, ni un “menú de apetencias”, ni una medicina, ni un conjunto de recetas morales, puedan nublar y confundir lo que realmente debe ser el centro de nuestras vidas el AMOR “siempre compartido” y no las creencias y el egocentrismo en el que nos movemos continuamente.

    Gracias por hacerme ver que aunque muchas veces sea un sarmiento feo, imperfecto y muy retorcido, si confío en Él …, Él “me podará” y aunque me duela y de momento no lo sepa ver y entender…. Él siempre sacara de mi el mejor fruto posible.

    Deseando formar parte del racimo.

    Gracias Quique por hacernos crecer cada semana!, sabes que, desde lejos, voy todos los domingos a la Misa de 21:00, para escuchar en directo tus homilias, me ayudan… no sabes cuánto, a entender la Palabra de Dios y con ello, intentar ponerla en práctica cada semana. No dejes de ayudarnos, GRACIAS!

    • Enrique Martínez

      Pues es una alegría y un estímulo que el esfuerzo por preparar despacio (no siempre con el mismo acierto) ayude a los hermanos. Y además… así puedo estar más en comunión con los que compartimos la misma Mesa del Señor. ¡Hay tanto anonimato entre los seguidores de Jesús. Y lo mejor: constatar que es VERDADERO que el Señor, con su Palabra y con su Pan nos sostiene, nos purifica, no impulsa, nos une. Aún falta mucho por conseguir como comunidad cristianas, pero compartir inquietudes, resonancias, propuestas (también críticas y desacuerdos) es una gran ayuda. Y gracias por tu colaboración frecuente en las celebraciones. OTROS DEBIERAN TAMBIÉN ANIMARSE a leer, a cantar, a dar la comunión, a preparar preces…. Un besote

  7. Mónica de la Peña González

    Para mí , una gran homilía, no es por adular , creo que enuncia todas las verdades ( de la fe ) con orden , con ternura y con puntería.
    Es cierto que nuestra forma de vida no es precisamente comunitaria y mucho menos fuera de la Vida Consagrada .

    Las personas que viven como religiosos siguiendo los consejo evangélicos de pobreza ,castidad y obediencia tienen parte del Reino de Dios ya en esta Tierra. Aunque mas de uno no vibre con su comunidad , es la forma de vida posible de sarmientos que dan fruto . Ojalá se amasen y aceptasen ,cada uno como Dios le ha hecho.

    Luego está la familia …la comunidad donde fe y crecimiento se entremezclan con formación desarrollo de la afectividad…AMOR

    ¡¡Pero hasta en las familias hoy en día cada uno vive lo suyo , a veces ni se juntan alrededor de la mesa o de la tele !! Cada uno tiene intereses diferentes, dietas distintas , pantallas individuales.
    Y a los abuelos se les preserva , «por su bien», de cualquier visita que pudiera llegar a contagiarles un virus mortífero.

    Aún así la familia es Santa , y es naturalmente buena y bendita , da frutos aunque no se engendre ningún hijo ..el matrimonio es un milagro mayor que el baile del sol y otros que nos sorprenden , son milagros cotidianos

    ¿¿¿¿¿¿Y para el que está sólo …..?…????
    Ese que no ha encontrado comunidad en el planeta dispuesta a aceptarlo.
    No se que Jesús elija vocaciones a la vida eremita y solitaria así como así, pero la Iglesa está repleta de gente que vive sola, o cuida de sus padres, …sin la Eucaristía está gente tendría ya día espiritual similar a la de un astronauta flotando sólo en el espacio sin posibilidad de contacto con la nave nodriza.

    • Enrique Martínez

      Pues llevas toda la razón, Mónica. Y está muy bien que lo expreses así. Quizá compartiendo inquietudes, necesidades… seamos capaces como «comunidad» parroquial (creo que todavía más de nombre que de realidad) de buscar respuestas. La soledad en la vida y la soledad en la vivencia de la fe creo que son hoy un SIGNO DE LOS TIEMPOS que precisa una respuesta de los seguidores de Jesús. Compartiéndolo quizá mentalicemos a los hermanos y queramos comprometernos en ensayar posibles soluciones. Tu aportación me ayudará a meditar en ello, a orar… y agraedecer ir conociendo un poco a los que tantos días compartimos la misma Mesa del Señor. Un abrazo

  8. Verdaderamente este Evangelio es de una belleza extraordinaria. Jesús no se cansa de repetirnos una y otra vez cual es el destino de su misión, de nuestra misión, permanecer unidos a Él pero interrelacionados entre nosotros (Él es la fuerza, la savia que da vida a los sarmientos). Es tan descriptivo ! . Alguna vez he visto una vid y si le quitas un sarmiento , el que está al lado, suele secarse. Es como si se rompiera la canalización de la savia.
    Ser hermano e hijo de un mismo padre imprime un carácter especial que te lleva a sentir el amor de la familia. Eso lo tenemos muy claro, pero ser hermano de Jesús y ser hijo de su mismo Padre no lo tenemos igual de claro. Creo que hasta ahora o hace unos años la vida de fe , salvo excepciones, era un…. yo me mi conmigo.
    Gracias , P Quique, por persistir incansablemente en explicarnos cada domingo que Jesús quiere nuestro hermanamiento entre TODOS. Y esa será nuestra felicidad.
    Sin esto no voy a experimentar el Amor del Padre en mi vida.

    • Enrique Martínez

      Gracias, Pilar. Bella reflexión. esta cultura nuestra viene siendo desde hace un par de siglos tremendamente individualista, en todos los ámbitos humanos. Y en los últimos tiempos se ha exagerado más. Y afecta también, claro, a la vivencia de la fe que se ha vuelto muy subjetiva, muy individual, cargada de derechos y escasa de compromisos si no producen alguna ventaja personal. Un pequeño paso es precisamente compartir la fe, la reflexión, las vivencias. Gracias por tu aportación.

  9. Carmen Díaz Bautista

    Para mí fue un descubrimiento la primera vez que hablamos sobre la fe. La fe sin sentimentalismos, la fe sin esfuerzo de voluntad, sino la fe y la razón. Me enseñaste que no hay oposición entre razón y fe.
    Ahora me ayuda mucho lo que nos cuentas sobre cómo nutrir esa fe: la Palabra, Eucaristía y Comunión. Comunión es común unión con Jesús y con los hermanos.
    Ahí es nada. Me lo tengo que replantear. Gracias, Quique

    • Enrique Martínez

      Bello reto, estupendo planteamiento. Ojalá que podamos enriquecernos (por aqui, por ejemplo) de tus búsquedas y tus logros. Dios te bendiga, Carmen

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