DOMINGO 24. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡NO TIRAR LA TOALLA!

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • En ciertos temas ¡no se negocia!
  • … cuando tiramos la toalla
  • Lo innegociable
  • La fidelidad.

En ciertos temas ¡no se negocia!

En el evangelio apenas proclamado, Simón Pedro, intenta “disuadir” a Jesús para que evite su condena a muerte. Jesús le responde de una manera horrible, como si viera en Simón Pedro al mismo Satanás. Y, dirigiéndose a los demás discípulos les dice:

«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Cuando alguien se desdice de su proyecto decimos que tiró la toalla. Pues… ¡Jesús no, aunque Simón Pedro lo pretendía.

Cuando nosotros ¡sí! ¡Tiramos la toalla!

Es cierto que nosotros sí: en más de una ocasión hemos tirado la toalla. Esto nos pasa cuando:

  • rompemos una relación -personal o comunitaria, a la que nos habíamos solemnemente comprometido, o abandonamos un trabajo cuando requiere de nosotros perseverancia y sacrificio…
  • nos sentimos “acomplejados” por pertenecer a una comunidad cristiana que defiende valores que no resultan obvios en la sociedad en la que vivimos.

Jesús hoy, en su Evangelio nos pide ¡no desistir en nuestros buenos proyectos!

¡Lo innegociable!

Y ahora nos preguntamos: ¿qué es innegociable en mi vida?

  • La lectura del profeta Isaías nos habla del Siervo de Yahweh y todo lo que para él era absolutamente innegociable: no se tapa el rostro ante ultrajes ni salivazos
  • Jesús hizo también lo mismo en su pasión; ninguna autoridad religiosa o imperial fue capaz de taparle la boca aunque lo condenara a muerte. No quiere negociar su vida a costa de rebajar su mensaje.
  • También Santiago nos dice en la segunda lectura que no basta proclamar la fe, es necesario traducirla en obras de hospitalidad, de acogida y ayuda al hermano.

La fidelidad

Fidelidad no es obstinada fijación en la propia forma de pensar y en las propias convicciones. Hay que ser fieles, ante, a Dios que ha establecido con nosotros una Alianza par siempre. Así lo expresa hoy el profeta Isaías:

“El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos”.

Sólo nuestro Dios impide que tiremos la toalla. Cuando uno pone en sus manos los mandos de la nave de la propia vida, entonces Dios mismo hace posible la coherencia vital, pone en nosotros sus convicciones más íntimas y hace posible en nuestra debilidad su fortaleza.

Así fue Jesús. En su oración de Getsemaní encontró la fuerza necesaria para no echarse atrás. Al fin pudo exclamar: ¡Abbá, misión cumplida!

Oración

Abbá, conoces nuestra debilidad. Sabes cuántas veces sentimos la tentación de echarnos para atrás: de defendernos en lugar de defenderte; de seguir nuestras convicciones en lugar de las tuyas. Sé fuerza en nuestra debilidad. Permítenos seguir a Jesús, sin abandonarlo en ningún momento. Y que seamos conscientes de que en esta lucha, la victoria pertenece a nuestro Dios.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 23. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

EL PROCESO CURATIVO… POR CONTACTO

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El “anillo de oro”
  • La sanación es posible: contacto secreto
  • Desde lo imposible a lo imprevisible.

El “anillo de oro”

En la primera lectura -tomada de la carta de Santiago- se nos dice que quienes formamos parte de la asamblea litúrgica, tendemos espontáneamente a prestar nuestra atención a quienes “llevan anillo”, o “anillo de oro” y, en cambio, dejar apartado y sin prestarle atención al que no lo lleva, es decir, al pobre. ¡Ya sabemos lo bien asignados que están los puestos de honor en las grandes celebraciones, mundanas, pero también vaticanas o diocesanas … Nos encanta el boato y los primeros lugares.

Santiago sabía que Jesús había prestado siempre especial atención a los excluidos. Y así lo ratifica el evangelio de hoy: Jesús le presta toda su atención a un sordomudo de la región que muchos consideraban cuasi-pagana de la Decápolis.

La sanación es posible: contacto secreto

En una gran película titulada “Black”, el director indio Sanjay Leela Bhansali, nos relata la historia de una niña sordomuda y ciega que logra la independencia y la confianza en sí misma tras un arduo proceso educativo. El relato está inspirado en la vida de la activista, escritora y oradora estadounidense Helen Keller Adams (1880-1968), que fue capaz de superar sus limitaciones gracias a su maestra Anne Sulivan. Quien en la película rescata a la niña ciega y sordomuda -Michelle- es un excéntrico profesor alcohólico, Debraj Sahai, que dedicó un largo tiempo de su vida a educar a la niña ciega, que -conforme creía- parecía cada vez más salvaje. El profesor utilizó su magia para hacerla crecer autonomía y confianza: primero como domador de fieras, después como entrenador de deportistas y finalmente como maestro de la sabiduría. Dios elige a los débiles para confundir a los fuertes, parece decirnos la película “Black”.

Probablemente los milagros de Jesús no tuvieron efectos repentinos, sino que abrieron procesos de sanación. Jesús era un maestro, el Maestro e invitaba a recorrer procesos dentro de un contexto mágico o milagroso: “el Reino de los cielos”. En ese contexto ¡todo es posible! El Reino de Dios es la mejor terapia para el mundo. El Reino de no se impone, sino que es encuentro, diálogo, alianza. Por eso, Jesús se encontró “a solas” con el sordomudo -alejado de la gente-; lo acogió en su ámbito misterioso. No utilizó medicinas; el remedio fue el contacto con su cuerpo, mediante la saliva y sus manos y… así aconteció la maravilla: el sordo mudo comenzó a oír y a hablar.

Desde lo imposible a lo imprevisible

Cuando el Reino de Dios llega a nosotros y nos dejamos afectar por él, experimentamos su fuerza terapéutica y sanadora. Los milagros del Reino de Dios continúan -aunque no de forma espectacular-, sino en encuentros “a solas” como el de Jesús y el sordomudo. Buscando lo imposible, se llega a lo imprevisible. Jesús no curaba en masa, a grupos, sino siempre en contacto especial con cada persona.

Nosotros somos también una extensión del Jesús sanador. No podemos imaginar la fuerza terapéutica que podemos desprender con una pequeña palabra, con un contacto humanizador, con una oración confiada por alguien. Soñando lo imposible, se llega a lo imprevisible… porque todo es posible para el que cree.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 21. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

CUANDO COMULGAR ES “PELIGROSO”

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El abandono de la comunión eucarística
  • Invitación escandalosa: ¡Comer la carne, beber la sangre! 
  • Cuando comulgar es peligroso

El abandono de la comunión eucarística

El silencioso abandono de la comunión eucarística se debe a las normas de la Iglesia sobre los requisitos para comulgar: confesión previa de los pecados, propósito de la enmienda y reconciliación. 

En todo caso, hoy Jesús en el Evangelio no nos habla en esos términos. Si los discípulos lo abandonaron fue cuando Jesús les habló “comer su carne y beber su sangre”. ¡Ese fue el lenguaje que les resultó intolerable y no las condiciones necesarias para comulgar!

Invitación escandalosa: ¡Comer la carne, beber la sangre! 

La Eucaristía nos dice cómo Jesús fue nuestro Mesías, nuestro Redentor. Sus palabras escandalizan también hoy: “si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”. Jesús -en manera alguna- invitaba al canibalismo; él sabía expresarse muy bien y hacerse comprender por sus discípulos. 

Quería decir que iba a escoger el camino humilde y doloroso del Hijo del Hombre y no el esplendoroso de un “hijo de David”. Jesús renunció a la violencia, no tenía dónde reclinar su cabeza, fue condenado a muerte y ejecutado en la cruz y, en la última cena, lleno de amor entregó su cuerpo y su sangre por todos. También se identificó con el grano de trigo que cae en tierra y muere, pero después produce mucho fruto.

Comulgar el pan y el vino del Hijo del Hombre es  identificarse con su destino. ¿Estáis dispuestos a beber el cáliz que yo he de beber? El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo.

Cuando comulgar es peligroso

Comulgar en este contexto es peligroso para “nuestro ego”. Comulgar es “negarse a uno mismo”, “tomar la cruz”, “comprometerse a seguir a Jesús”. Comulgar es creer que sólo el grano de trigo que cae en tierra y muere produce mucho fruto.

Conclusión

¡No nos acostumbremos a comulgar a a no comulgar! Como el centurión digámosle a Jesús: “Señor, yo no soy digno… pero dí una sola palabra”. O digámosle a Dios Padre: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz, este pan eucarístico, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. 

Cuando Jesús habló en estos términos muchos lo abandonaron. ¡Que no sea así entre nosotros! 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 20. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

EUCARISTÍA DE LA SABIDURÍA Y DEL HIJO DEL HOMBRE

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La casa de la Sabiduría y sus siete pilares
  • El imperio del Hijo del Hombre
  • Quien comulga anticipa lo que vendrá

La casa de la Sabiduría y sus siete pilares

La primera lectura está tomada del libro de los Proverbios. Este libro contiene dichos de sabiduría, que nos enseñan el arte de vivir. Sin ese arte la vida se embrutece, se vuelve insensata, falsa y estúpida.

La Sabiduría es como una casa construida sobre siete pilares; por eso, no hay peligro de derrumbe. Esa casa tiene las puertas abiertas y nos invita a participar de su excelente banquete, ya preparado. Ofrece ¡Pan y Vino!¡Qué misteriosa profecía! Este sueño se hizo realidad en Jesús. Él nos hizo accesible la Sabiduría. Él mismo es -como decía san Pablo- la Sabiduría de Dios. ¡Qué fantástico es acercarse y participar del banquete de Sabiduría que él pone a nuestra disposición!

El imperio del Hijo del hombre

La segunda lectura -tomada del profeta Daniel- nos habla del “Hijo del Hombre”, a quien el Rey del Universo -el Anciano de días- le confía todo el poder. Y ante ese poder todos los imperios opresores -representados por monstruos violentos- caen y son arrojados al abismo. El Hijo del Hombre se caracteriza por su humanidad.

Hoy sabemos cuáles son esos imperios monstruosos: los ídolos del poder, sexo, dinero y todas sus secuelas y secuaces. Con nosotros está, sin embargo, el Hijo del Hombre -imperio del “rostro humano”- que nos entrega su Cuerpo y su Sangre -“verdadera comida y bebida”. El reinado del Hijo del Hombre no atenta contra nadie; a nadie quita la vida; a nadie disminuye o empobrece. Quien come la carne del Hijo del Hombre y bebe su sangre tiene vida. Jesús nos quiere con-corpóreos y con-sanguíneos con Él: que vivamos por Él, que resucitemos con Él.

Quien comulga anticipa lo que vendrá

Quien comulga no se va de la tierra. Él mismo es señal de que la tierra se está haciendo nueva. Es emergencia de la Nueva Jerusalén. Toma posesión de aquello que los insensatos y los opresores están perdiendo definitivamente.

Oración

Jesús, ¡qué difícil nos resulta comprenderte! Nos das demasiado, a nosotros tan torpes para comprender. En la Eucaristía nos das muchísimo más de lo que nosotros podemos pedirte o imaginar. Que tu santo Espíritu nos eduque en el arte de acogerte, de entrar en Tí, de incorporarnos a Ti. ¡Que no se pierda nada de lo que nos regalas! Que no seamos tan insensatos como para no valorar el Tesoro que nos concedes y la energía nueva que pones a nuestra disposición. Gracias, Sabiduría de Dios. Gracias, Hijo del Hombre.

José Cristo Rey García Paredes, CMF