DOMINGO 7. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

“PERO YO OS DIGO…” O EL ARTE DE AMAR

Sigue centrada la liturgia en el gran discurso inaugural de Jesús, que el Evangelio de Mateo nos transmite. Una vez más aparece Jesús, no como un revisionista, como un revolucionario que acaba con las grandes tradiciones del Pueblo. Jesús aparece como aquel que viene a dar plenitud. Jesús no viene a destruir. No es como esos políticos catastrofistas que sólo condenan lo que hicieron los anteriores a él. Jesús reconoce la obra de Dios antes de llegar él, pero también quiere hacer su gran aportación al proceso. Hoy nos habla de otros mandamientos de la Alianza a los cuales quiere dar plenitud: 1. el “ojo por ojo y diente por diente”, 2. el “amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”; 3. … Como el Abbá.

“Ojo por ojo y diente por diente”

Puede parecernos ésta la ley de la venganza. Sin embargo, es la ley de la justicia ecuánime. La venganza está en el exceso. Los vengativos y violentos se exceden en sus reacciones: “¿me has robado un coche? ¡Pues yo le robaré el suyo, le quemaré el garaje y la casa!”. Contra excesos semejantes iba la ley del talión: ojo por ojo.
Jesús ofrece la alternativa de la no-violencia activa. “¡No hagáis frente al que os agravia!” . Jesús nos pide que encajemos los golpes. Que no empleemos las armas del otro, que son armas de violencia. Jesús nos pide que obedezcamos a quien nos obliga y nos trata como esclavos (“a quien te requiera para caminar una milla”). Jesús nos dice que atendamos a quien nos pide.
Pero no acaba todo aquí. Jesús no quiere que seamos unos resignados o unos cobardes ante el mal. Él nos propone utilizar unas armas, que nada tienen que ver con la violencia, pero sí con la dignidad, la denuncia y el respeto:

  • Si uno te abofetea en la mejilla derecha… No añade Jesús: “¡aguántate! Jesús dice: ¡actúa! ¡reacciona! ¡Preséntale la otra!
  • Si uno te pone pleito para quitarte la capa… No añade Jesús: ”¡dásela!”, sino: ¡déjate de pasividades! ¡reacciona!, “¡dale también el manto!”.
  • A quien te obligue a caminar una milla… No añade Jesús:¡obedécele!, sino ¡reacciona!, ¡acompáñale dos!
  • A quien te pide prestado… No añade Jesús: ¡rehúyelo!, sino ¡reacciona! ¡dale!

En resumen, Jesús nos pide que no hagamos frente al mal con sus mismas armas. Pero sí que utilicemos el arma de la denuncia respetuosa: “si he hecho el mal, dime en qué; pero si no, ¿porqué me hieres?”. Jesús nos pide mantener la dignidad y libertad incluso cuando nos esclavizan: ¡me obligas a una milla…. Pues yo haré dos! ¿Me robas la capa? ¡Ahí tienes también el manto. Hemos aprendido en este último tiempo el significado político de la no-violencia activa. Gandhi nos introdujo en una praxis que podía avergonzar al mundo de sus violencias. Pero ya Jesús nos introdujo en esa praxis, a la cual la Iglesia debe darle continuidad permanente.

¿Amar al cercano, odiar al extraño?

Todas las naciones se defienden de los extraños, de los extranjeros. Por eso, hay pasaportes, visados, vigilancia fronteriza. En “el otro” ven espontáneamente un peligro. El pueblo de Israel tenía también sus normas nacionalistas. Los de la propia raza y pueblo han de relacionarse como hermanos entre sí; por lo tanto, amarse y protegerse mutuamente. En cambio, con relación a los extranjeros o extraños que tener muchas precauciones: en primer lugar, por su religión y el peligro de ser contaminados de idolatría (¡por eso, nada de matrimonios con ellos!) y, en segundo lugar, porque son enemigos, o virtuales (posibilidad de hacer la guerra), o reales (porque de hecho la hacen).

¡Como el Abbá!

Jesús, sin embargo, quiere que sus discípulos y discípulas se sitúen en otra órbita: “amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”. Ellos no son enemigos, son hijos del Abbá y, por tanto, hermanos. Jesús sabe que “el extraño” no lo es, cuando es contemplado con los ojos de Dios, que hace salir su sol sobre todos sus hijos e hijas.
Más todavía, Jesús quiere que no se niegue el saludo a nadie. Y que los considerados enemigos, sean objeto de la gracia del saludo, de la hospitalidad. En eso consiste la Gracia. En tener la iniciativa en el amor y demostrar de esa manera que nadie nos es extraño.
Cuando Jesús nos pide ser perfectos como el Abbá es perfecto, no nos está exigiendo ningún imposible. Es cierto que nunca, nunca podremos ser como Dios, pero sí,  podemos aprender de nuestro Dios el ser compasivos y misericordiosos. Quien entra en el ámbito de la Alianza con su Dios, participa de la condición santa de Dios. Quien es misericordioso es “santo como Dios es santo”. En el amor nos jugamos el ser “como Dios”, porque “Dios es Amor”.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

 

 

DOMINGO 6. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL PECADO: ¿DESOBEDIENCIA O INFIDELIDAD? 

Conforme pasan los años nos preguntamos: pero ¿en qué consiste realmente el pecado? Escuchamos a unos y a otros y la confusión se apodera de nosotros. ¿Es desobedecer a una ley o a unas leyes? ¿qué hacer cuando no podemos liberarnos de aquello que parece prohibido?
Por eso, ¡benditas las palabras de Jesús que hoy nos transmite el Evangelio de Mateo! Jesús se confronta con las leyes, con los estilos de vida, con la ética de su tiempo y … ofrece alternativas. Lo veremos en los siguientes pasos: 1. Dar plenitud. 2. No matar, no cometer adulterio, no jurar.

1. Dar plenitud

Jesús nos dice, en primer lugar, que no ha venido a abolir la ley, ni los profetas, sino a dar plenitud.
Todos los mandamientos de Dios -atribuidos a la mediación de Moisés- tenían un solo objetivo: cuidar y preservar la Alianza de todo el pueblo con Dios.
Cada uno de los diez mandamientos no tenía otro objetivo que favorecer una vida en Alianza: es decir, que el Pueblo viva siempre unido a Dios, que sea cada vez más Pueblo “de Dios”. Y esa unión debería ser amorosa, como la unión esponsal: un amor cada vez más apasionado y fecundo.
Cada uno de los Salmos, cada mensaje de los Profetas, muestran cuán apasionado es el amor de Dios hacia su Pueblo y cuán grande debería ser la fidelidad del Pueblo a Dios.
Por eso, Jesús -como hoy nos dice en el Evangelio- no vino a abolir la Ley, ni la Profecía. ¡Vino a darle plenitud! Así lo proclama la carta a los Hebreos: “de muchas maneras ha hablado Dios a nuestros padres a través de los profetas; últimamente nos ha hablado a través del Hijo”. 
Jesús no vino para abolir la ley, sino para llevarla a su plenitud. Para ello nos puso tres ejemplos: no matar, no cometer adulterio, no jurar.

2. No matar, no cometer adulterio, no jurar

Arturo Samaniego

No matar. Jesús muestra que un asesinato es el final de un proceso de separación, de ruptura de la alianza entre hermanos. El asesinato se inicia con unas quejas, continúa con la denuncia y pleito ante el juez, y puede culminar, en asesinato. La solución que Jesús ofrece es zanjar cuanto antes el asunto, no denunciar, incluso reconciliarse antes de poner una ofrenda sobre el altar:

 “si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas… deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano”.

Los habitantes de Galilea tenían que recorrer muchos kilómetros para llegar al templo de Jerusalén y presentar su ofrenda. El mandato de Jesús lo complica todo: para un galileo no se trataba de cruzar una calle, sino de otro viaje de ida y vuelta desde Jerusalén a Galilea y en medio la reconciliación. Solo después la ofrenda será agradable a los ojos de Dios.
No cometer adulterio: El adulterio, ruptura de la Alianza entre el esposo y la esposa simboliza otra ruptura muy grave: la ruptura de la Alianza del pueblo con su Dios. La ruptura es el resultado de un camino que comienza con “otra mirada”, deseos… se inicia en el corazón. Jesús pide vigilancia para que por lo poco no se llegue a lo mucho. La relación esponsal debe ser cuidada exquisitamente. Esto quiere Dios de su Pueblo con quien está en Alianza.
No jurar: “No jurarás” dijo Dios en la ley de Moisés. Y Jesús añade: “no juréis en absoluto: ni por el cielo, ni por la tierra, ni por Jerusalén, ni por tu cabeza”. Todo está lleno de la Gloria de Dios. Jurar por algo, es jurar por el mismo Dios. En esos juramentos actúa el Maligno. A quien se fía de Dios, quien está en íntima comunión con Él, sólo le basta decir “sí” o “no”.

3. ¿Qué es pecar?

Uno no vive “en gracia de Dios” por cumplir leyes, normas. Podemos obedecer aparentemente una ley, pero estar después muy lejos de aquello que la ley pretende. El mal comienza a engendrarse cuando se acaban las motivaciones de la Alianza en el corazón; cuando uno olvida que el objetivo de las normas es una unión muy estrecha con Dios, es algo así como un proyecto de amor a Él y a su voluntad por el mundo. Es vivir siempre en su presencia, bajo sus ojos. Es el deseo apasionado de cumplir su voluntad. ¡Dichoso el que camina en la voluntad del Señor! (Sal 118).
Hay quienes no son ateos oficiales, pero lo son en su corazón, porque honran a Dios con sus labios, pero su corazón está muy lejos de Él.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO V. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¡QUE BRILLE VUESTRA LUZ! 

Es un imperativo de Jesús a nosotros, sus discípulos y discípulas: ¡que brille nuestra luz! Jesús no quiere que formemos un grupo clandestino, cerrado en sí mismo, endogámico y preocupado por cuestiones internas. Nos lanza, más bien, a la publicidad, a la sociedad, al mundo. 
Sabe que dentro de nosotros brilla la luz y que esa luz no puede quedar oculta. Es necesaria a nuestro mundo. Sabe que hay en nosotros un potencial inmenso que puede impedir la corrupción del mundo: ¡la sal! Y quiere que nos diluyamos en la sociedad para dar sabor y para impedir la corrupción. 
Cuando Jesús nos habla en estos términos, no nos está pidiendo que nos convirtamos en un grupo fundamentalista, orgulloso y autosuficiente. Eso se descubre inmediatamente cuando nos preguntamos: ¿a qué luz se refiere Jesús? ¿a qué tipo de sal?

¿Cuándo desprendemos luz?

En conexión con los profetas, Jesús nos dice que desprendemos luz cuando somos compasivos, cuando el amor se apodera de nuestras relaciones, cuando todo lo que somos se convierte en compasión, en amor solidario, en amistad, en pasión por la humanidad.

El establecimiento de relaciones justas, la compasión samaritana, el olvido de sí para ayudare al que lo necesita, la implicación generosa en la construcción de la comunidad… todo eso nos hace luminosos.
Las “buenas obras” nos asemejan al Creador que todo lo hizo bien y bello. Las “obras bellas” son aquellas que nacen del amor verdadero hacia todos. El Jesús que pasó por la tierra haciendo el bien, era la Luz del mundo. Sus discípulas y discípulos, cuando pasamos haciendo el bien y la belleza, somos Luz del Mundo.

¿Quiénes son verdaderas lumbreras?

Pablo nos pide que no nos confundamos. Muchas veces hemos llamado “lumbreras” de nuestro mundo, o de la Iglesia, a quienes disponen de la sabiduría humana. Pablo renunció a ser lumbrera de ese modo. Renunció totalmente a la sabiduría humana. Se abrazó a la sabiduría de la cruz: esa sabiduría es humilde, estremecida, callada; ¡ilumina sin pretenderlo!

Podemos caer en la fácil tentación de “exhibir” nuestras buenas obras, de autodefendernos ante la sociedad y expetarle en la cara que nosotros, la Iglesia, somos mucho mejores que ellos: ¡que a caridad y solidaridad, nadie nos gana! Pero ese no era el estilo de Jesús. Cuando él nos pedía ser luz del mundo, no nos quería exhibicionistas, ni jactanciosos. La verdadera compasión no necesita autodefensas. Tras cualquier viernes santo… vendrá después la pascua victoriosa de la resurrección. No hay que hacer nada. Simplemente morir en las manos de Dios, y el Abbá proveerá.

Que sea mi vida la luz… la sal

Pero más allá de cualquier forma de humildad y modestia, Jesús quiere que seamos luz en el camino de nuestros hermanos y hermanas. Se nos ha concedido la luz de la fe para iluminar, para acompañar, para dar sentido al mundo. Se nos ha hecho sal de la tierra para darle gusto a las comidas, para darle a la vida humana sabor.

Tenemos vocación de luz misionera, de sal misionera. Salgamos de nuestra reclusión. Los discípulos y discípulas de Jesús no tenemos vocación de sacristía. Nuestro lugar son las plazas, las calles, los auditorios, las plataformas. Todos los dones por los cuales la gente nos quiere, nos admira, nos llama, son recursos de misión con los que cuenta el Espíritu Santo para llevar adelante el proyecto de Jesús y realizar la voluntad del Abbá. Por eso, cantemos aquella entrañable canción que hace tiempo aprendimos: ¡Que sea mi vida la luz, que sea mi vida la sal, sal que sale, luz que brille, sal  y fuego es Jesús!

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO 4. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

LA BIENAVENTURANZA DE LOS POBRES 

Ante la gente pobre Jesús se sentía conmovido. Le ganaban el corazón. Ante los pobres Jesús se transformaba: se sentía inspirado, rebosaba de alegría y daba gracias al Abbá.  Jesús disfrutaba restaurando su belleza exterior e interior, devolviéndoles la salud, dándoles de comer, sacándolos de sus depresiones, liberándolos de sus demonios. Restauraba su belleza. Por ello, los proclamaba ” bienaventurados”. Las lecturas de este domingo nos hablan: 1) de quienes, en su indigencia, nunca desconfían (profeta Sofonías); 2) de quiénes son los elegidos de Dios para confundir a los fuertes (San Pablo); 3) de Jesús proclamando la bienaventuranza de los pobres.

1. Quienes en su indigencia, nunca desconfían

El profeta Sofonías vivió unos seiscientos cuarenta años antes que Jesús. Fijó su mirada y su corazón en un resto de Israel -pobre y humilde- que vivía en el monte Sión- . El los denominó: la “hija de Sión”. Este grupo de gente sencilla y pobre cumplían los los mandamientos de Dios: no cometían maldades, ni decían mentiras. Buscaban la justicia. Confiaban en el nombre del Señor. 
De ellos decía Sofonías que escaparían salvos en el día de la ira del Señor. Y les prometía que pacerían en verdes praderas y se abrevarían en fuentes tranquilas; vivirían sin sobresaltos. El profeta Sofonías se dirigía a ellos, como el ángel Gabriel se dirigió a María: ¡Alégrate, hija de Sión!

2. Los elegidos de Dios para confundir a los fuertes

Una comunidad semejante encuentra san Pablo en Corinto. Por eso les dice: “¡Fijaos en vuestra asamblea!”: no hay entre vosotros sabios en lo humano: lo necio del mundo lo ha escogido Dios; ni hay entre vosotros poderosos: lo débil del mundo lo ha escogido Dios; ni aristócratas: lo despreciable, lo que no cuenta, ha sido escogido por Dios. Y es así cómo Dios humilla a los sabios, poderosos y ensalza a los humillados.
A veces, nos gloriamos de nuestra “ortodoxia”, de nuestras “teologías”, de nuestros “conocimientos”, de nuestro “poder”, de contar “tanto” dentro del organigrama eclesial, o social. Pero ahí está la comunidad de los pobres para bajarnos los humos, para hacernos ver que Dios elige lo pequeño, lo que no cuenta.

3. De ellos es el Reino de Dios 

Sofonías y Pablo se quedaron muy atrás, comparados con el Jesús que en la montaña proclamó las Bienaventuranzas: a los pobres, a los que lloran, a los sufridos, a los que luchan por la justicia -aunque sean perseguidos, a los no-violentos o misericordiosos, a quienes tienen un corazón limpio, honesto, a los que trabajan por la paz. 
Y son dichosos porque recibirán las marcas del Reino de Dios y serán reconocidos como “hijos de Dios”.
Jesús confía locamente en las energías espirituales de los pobres, de los marginados, de las víctimas de la violencia. Jesús sabe que allí donde hay caos humano, allí el Espíritu Santo puede crear algo absolutamente nuevo.

Conclusión

Jesús nos indica dónde está la verdadera felicidad. ¡Qué lástima, que busquemos tantas veces la felicidad donde no está! ¡En la riqueza, en la venganza, en la guerra, en la ofensa a los demás, en la deshonestidad, en la dureza de corazón!

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO 2 TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.

CARGANDO CON EL PECADO DEL MUNDO

Este domingo -el 2º del tiempo ordinario- nos presenta al Jesús adulto: tenía entorno a los 30 años. Hasta ese momento había permanecido oculto en Nazaret. Apareció en tierras del Jordán, sin decir nada, ni presentarse. Un profeta soñador, hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, que no se ubicó en el Templo, sino en el desierto, fue el encargado de presentar a Jesús ante Israel. La verdad es que el pueblo de Dios se encontraba en una profunda división y crisis de identidad.
Las tres lecturas de este domingo se centran en: a) Un gran sueño profético (Isaías); b) La sorprendente presencia de Jesús; c) La invocación de su nombre.

a)  Un gran sueño profético (Isaías)

La primera lectura de hoy, tomada del cap. 49 del profeta Isaías, nos habla de una añoranza: un misterioso Siervo de Yahweh:

  • Dios lo formará ya en el seno de su madre. Será un servidor del que Dios estará orgulloso. Servidor en hebreo es “ebed” y “servicio a Dios” se dice en hebreo “aboda”, que en griego es leitourgia, o el servicio divino.
  • Dios le confiará una doble misión: reunir al pueblo de Israel, formado por tribus hermanas, dividas y enfrentadas; y ser “luz de las naciones” para que la salvación llegue a todos hasta el confín de la tierra.

b)  La sorprendente presencia de Jesús

Nos dice el Evangelio de hoy que “Al día siguiente de bautizar a Jesús en el Jordán, vio Juan el Bautista- que Jesús venía hacia él” y exclamó: ¡Este es el Cordero de Dios que carga con el pecado del mundo!

El término utilizado por el cuarto Evangelio para referirse a Jesús es “àmnós”: y “àmnós” se traduce por “corderito joven”; y el término “airón” significa que “carga sobre sí y lleva”. La traducción más adecuada sería: ¡Este es el Corderito que carga y lleva sobre sí el pecado del mundo!

¡Fijémonos en el contraste estremecedor! A Juan le había sido anunciado que vería bajar el Espíritu santo y posarse sobre Jesús. Ahora Juan dice que ese Jesús -poseído por el Espíritu- está también cargado y sobrelleva sobre sí el pecado del mundo. ¡En Jesús, el Espíritu y el Pecado! Por eso, su misión es reunir las doce tribus – para ello elige a los Doce apóstoles. Su misión es ser luz del mundo y descargar a la humanidad de sus tinieblas.

c)  La invocación del nombre de Jesús

En tiempos ya de Pablo, el apóstol reconoce -en su primera carta a los Corintios – que en diversas partes de la tierra se invoca el nombre del Señor Jesucristo. Respondieron a la llamada del Señor resucitado y por eso llevan la ley de Dios en sus entrañas. “Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra”.

Conclusión

No nos fijemos tanto en lo que hacemos nosotros. Fijémonos más en lo que Jesús hizo y sigue haciendo “por nosotros”: él carga con nuestros pecados, para que nosotros carguemos con su Justicia. Él es el Corderito que carga con el pecado del mundo. Él cargando con nuestros pecados y… nosotros… ungidos por su Espíritu.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

domingo 3 tiempo ordinario. ciclo a

EL PUEBLO EN TINIEBLAS VIÓ UNA LUZ GRANDE 

Este es el Domingo de la Luz misionera. Esa luz necesita atletas que con ella recorran el mundo para iluminarlo… porque todavía hay mucha oscuridad… incluso entre nosotros. La liturgia nos invita a dar tres pasos: 1) En las tinieblas aparece una gran luz; 2) Jesús-Luz y su comunidad iluminada; 3) Muerto en la cruz por nosotros. 

a) En las tinieblas aparece una gran luz (Isaías)

¡Galilea de los gentiles! He ahí la expresión peyorativa que estaba en boca de no pocos en tiempos de Jesús. Los del sur (Judea, Jerusalén) se consideraban habitantes de la luz. En cambio, a los del Norte (Galilea, Zabulón, Neftalí) los consideraban habitantes de las tinieblas.
A pesar de todo, el profeta Isaías les anuncia una excelente noticia: ¡que les brillará una luz grande, se quebrará la vara del opresor y se verán libres del yugo que los oprime. 
En este contexto, los buenos israelitas, solían cantar el salmo 26: “El Señor es mi luz y mi salvación, el Señor es la defensa de mi vida… ¿A quién temeré?, ¿quién me hará temblar?” “Aunque camine por cañadas oscuras, de muerte, nada temo, porque tú vas conmigo”.

b) Jesús luz, y su comunidad iluminada

Resulta que el lugar designado por Isaías como tierra de tinieblas, el territorio de Zabulón y Neftalí, es el lugar escogido por Jesús para mostrarse. Él es la Gran Luz. Allí inicia su ministerio… allí comienza el largo amanecer del Reino de Dios.
Y la Luz de Jesús comenzó a prender en otros: Andrés y su hermano Pedro, Santiago y de su hermano Juan. Jesús los eligió para que fueran “testigos de la luz”. Y emprendieron su camino misionero como pescadores de hombres.
No se ilumina el mundo cuando nosotros lo intentamos, sino cuando en nosotros se refleja la Luz de Dios, el Sol que es Jesús. En nosotros se hace verdad el “misterio de la Luna”

c)  ¡Muerto en la cruz por vosotros!

Pablo rechazó cualquier tipo de fanatismo en torno a su persona para no volver ineficaz la cruz de Cristo.
¡Qué buena advertencia para quienes se anteponen a los demás para brillar como “estrellas”! Unos de Apolo, otros de Pablo, unos de Benedicto, otros de Francisco… Seguir a estrellas divide la comunidad. Somos constelación, comunidad de lunas sin luz propia. Sólo uno es el Sol, la Luz de las Gentes.
Y esta Luz tiene que ser llevada a todo el mundo. La misión es como construir un gran cableado, una gran red, para que la Luz que llegue hasta los últimos rincones de la tierra y nadie quede a oscuras.

Conclusión

«¡Luz, más luz! «¡Mehr Licht!)» fueron las últimas palabras de Goethe poco antes de morir el 22 de marzo de 1832, según contó su médico Carl Vogel. Morimos cuando no tenemos luz, cuando todo se hace oscuridad a nuestro alrededor. Por algo, comenzó Dios la Creación diciendo: “¡Hágase la Luz!”.
Dios sigue dirigiendo su palabra imperativa: ¡Hágase la Luz! Y cuando María dijo “Fiat” (hágase), dio a luz. Ante Jesús, Luz del mundo, toda tiniebla desaparece: los ciegos recuperan la vista.  Los guías ciegos se transforman en videntes y transformadores.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

Centinelas de Dios. domingo XXIII Cilo A

 

Una situación concreta, que muchas veces nos aflige: Ante de una persona amiga que está en el error, ¿qué actitud debemos tomar: Hablar o callar? Las lecturas bíblicas de hoy nos dan una respuesta…

En la 1ª Lectura, el profeta Ezequiel aparece como un “CENTINELA”, que Dios ha colocado para vigiar la «Casa de Israel». (Ez 33,7-9)

CENTINELA es el guardia atento, que vigila el horizonte para prevenir al Pueblo de posibles peligros. Cuando percibe un peligro, debe tocar la trompeta. Así la comunidad se prepara para enfrentarse al enemigo. Si no lo hace, será RESPONSABLE de la catástrofe.

 

PROFETA es el Centinela del Señor en medio del Pueblo para vigilar atentamente la realidad y alertar de los peligros que lo amenazan. Como profundo conocedor de Dios y de las realidades de los hombres, el profeta no puede quedar indiferente ante una persona corrupta. Ezequiel es conocido como el «Profeta de la Esperanza». A los exiliados, que están en tierra extranjera, privados del Templo, del sacerdocio y del culto, y dudan de la bondad y del amor de Dios, alimenta la esperanza de que Dios no los ha abandonado ni los ha olvidado. Dios continúa amando a su Pueblo y enviando sus profetas.
En la Iglesia, todos somos profetas (“centinelas»), por tanto, RESPONSABLES también del destino de nuestros hermanos.

En la 2ª lectura, Pablo enseña que el AMOR es la plenitud de la Ley y una forma de amar y corregir al hermano. (Rom 13,8-10). Dios es Caridad y quiere que seamos caridad en palabras y en acciones. La caridad perfecta es la plenitud de todos los preceptos. La verdadera fraternidad consiste en ayudar al hermano a ser mejor. La corrección fraterna es una señal importante en la vida de la Iglesia. Resulta fácil cuando está animada por la caridad y difícil cuando es sin ella no existe.

El Evangelio sugiere cómo proceder con el hermano que se equivoca. (Mt 18,15-20). Iniciamos el «Discurso Eclesial» (el cuarto), en que Jesús presenta una catequesis sobre la CORRECCIÓN FRATERNA en la Comunidad.

La iglesia es un pueblo profético. Somos “centinelas», que deben dar la alerta, advertir al hermano que no está en el camino seguro.

¿Cómo corregir al hermano que se ha equivocado o provocado conflictos?
El Evangelio propone un camino en VARIAS ETAPAS:

1er Paso: Un encuentro personal a solas con ese hermano… Muchas veces solemos difundir el error a los cuatro vientos… El AMOR es más importante que la VERDAD… La verdad cruda y desnuda, muchas veces destruye la convivencia entre las personas, puede destruir a una persona… arruinar una familia y destruir un matrimonio… ¿Conviene decir siempre toda la verdad? La verdad que no produce amor, sino provoca perturbaciones, engendra discordias, odios y rencor, no debe ser dicha. (Madre que esconde actos de los hijos al esposo, para evitar conflictos… ¿Un Esposo convertido debe contar su pasado infiel?)

2º Paso: Si no hace caso, pedir ayuda de OTRAS PERSONAS, que tengan sensibilidad y sabiduría…

 3er Paso: Si esa tentativa también falla, llevar el asunto a la COMUNIDAD, para recordar al infractor las exigencias del camino cristiano. La intervención debe ser guiada por el amor.

Mas todo debe quedar en casa…  

  • Hablar mal de la propia Comunidad: es negativo…
  • Hablar mal de la familia: puede aumentar los resentimientos…
  • ¿Has oído tú hablar mal a un “creyente” de su iglesia o de su pastor? ¿Has oído a un católico hablar mal de su parroquia o de su párroco? Entonces, ¿de qué iglesia es él?
  • Finalmente: Si persiste en el error, será considerado un pagano. No es la Iglesia quien excluye al infractor, es él quien rechaza la propuesta del Reino y se coloca al margen de la Comunidad.

«Sobre esta piedra edificaré mi iglesia». DOMINGO XXI. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

La Liturgia nos propone hoy dos temas fundamentales de la fe cristiana: CRISTO y la IGLESIA.

1ª Lectura: Isaías muestra cómo una persona se convertía en ministro de la casa real a través de la entrega de las llaves del palacio real.  Eliacín es aquí figura de Pedro a quien Jesús confiará el gobierno supremo del Pueblo de Dios. (Is 22,19-23). Esa imagen nos ayuda a entender mejor el Evangelio de hoy.

2ª Lectura: es una invitación a contemplar la Riqueza, la Sabiduría y la Ciencia de Dios, que realiza su proyecto de Salvación del hombre. (Rom 11,33-36).

Evangelio: vemos a Jesús entregando a Pedro las llaves. (Mt 16,13-20).

De la adhesión a Jesús, como “el Mesías, Hijo de Dios», nace la IGLESIA: la comunidad de los discípulos de Jesús, convocada y organizada en torno a Pedro.

El texto tiene dos partes:
– La primera, cristológica: ¿Quién es Jesucristo?
– La segunda, eclesiológica: ¿Qué es la Iglesia?

  1. Jesús interroga a los discípulos: ¿Qué dice la gente de Él y qué piensan de Él los discípulos?

– Para los «hombres» Jesús es un hombre extraordinario, bueno y justo, como tantos otros hombres antes de Él.
– Para Pedro y los discípulos, Jesús es mucho más: «Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

  1. Jesús responde a la confesión de fe

La fe de la comunidad de los discípulos, presentada por la voz de Pedro, es el fundamento sobre el cual Jesús va a establecer la Iglesia. «Sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia».

IGLESIA: Es la comunidad de los discípulos que reconocen a Jesús como “el Mesías, el Hijo de Dios». Ella existe para testimoniar a Cristo y para llevar a todos los hombres la propuesta de salvación que Él vino a ofrecer. Para eso, se confía a Pedro y a la Comunidad el «Poder de las Llaves». Una misión particular para mantener la unidad de la fe en Cristo. Recuerda el nombramiento del «Administrador del Palacio», de que habla la primera lectura.

¿QUIÉN ES CRISTO HOY?
A pesar del secularismo cada vez más difundido y de un abandono de la práctica y de las tradiciones cristianas cada vez más generalizado: es interesante notar cómo la pregunta continúa actual:
– Para los JÓVENES, Jesús representa la novedad, la contestación de una sociedad y de un sistema envejecido, árido, privado de fantasía y creatividad…
– Para las MASAS OPRIMIDAS, Jesús aparece como el Libertador, el símbolo de una esperanza, que no está solamente en un futuro misterioso…
– Para los agentes sociales, Jesús es un revolucionario, que lucha contra la injusticia, la opresión, la explotación del hombre por el hombre…
– Hasta en algunas pinturas se presenta hoy a Jesucristo con vestidos extravagantes y coloristas de un Hippie, o de un barbudo guerrillero con el lema de “se busca».

Y también NOSOTROS nos gloriamos de tener una IMAGEN de Cristo: de piedra, madera, hierro, oro, a veces como pieza preciosa de arte…
Su NOMBRE es cantado en fiestas, en momentos de alegría y hasta de holganza, y es recordado en los momentos de apuro, como último recurso…
Todo eso revela una realidad positiva: nuestro mundo no puede prescindir de Cristo.
Nuestra Historia está tan marcada por Él, que no se le puede ignorar.

¿QUIÉN ES CRISTO PARA MI?
Para responder, no basta buscar en la memoria alguna fórmula que aprendimos en el catecismo, o que oímos o leímos en los libros. Es preciso buscar en el corazón, en nuestra fe vivida y testimoniada. Así descubriremos lo que Jesús representa, de hecho, en nuestra vida. Cristo no es un personaje histórico muerto del PASADO. Él resucitó y está vivo.
– Él vive también hoy en el más pequeño de los hermanos: vive en el mendigo, en el migrante, en el borracho, en el revoltoso, en el pecador, en el ladrón…
– Él vive dentro de nuestro corazón. Él vive en nuestros familiares, en nuestros hermanos. 
–  Él vive en el corazón de todos.
– Él nos habla también HOY en su Evangelio: que debemos conocer con fidelidad, vivir con autenticidad, anunciar con renovado ardor misionero…

Lugares de encuentro con Jesucristo (Doc. Ap. 6.1.2):

  • La fe recibida y vivida en la Iglesia; en la Sagrada Escritura;
  • La Sagrada Liturgia (en la celebración eucarística dominical);
  • El Sacramento de la Reconciliación; en la Oración personal y comunitaria;
  • La Comunidad viva de fe y amor fraterno; en los pobres, enfermos…

 

Descubre la felicidad de servir, de amar, de perdonar, y Cristo se encarnará en cada no de tus gestos, y se encarnará en cada rostro de persona humana que tú encontrarás a lo largo de tu camino.

En Dios no hay acepción de personas. Domingo XX. Tiempo ordinario, ciclo A

La salvación es universal. En Dios no hay acepción de personas

Primera lectura: Lectura del libro del profeta Isaías 56,1.6-7: A los extranjeros los traeré hacia mi monte santo

Salmo responsorial: Salmo 66: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben

Segunda lectura: Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos 9,13-15.29-32: Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel

Evangelio: Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15,21-28: Mujer, qué grande es tu fe.

En las lecturas de la liturgia de este domingo resuena la afirmación del carácter universal de la salvación, pues Dios es padre de todos y en él no hay acepción de personas. La 1ª lectura, tomada de un discípulo de Isaías, afirma que la salvación que goza Israel se extenderá a todos los pueblos que acepten sinceramente vivir como miembros del pueblo de Dios. En el Evangelio Jesús cura a la hija de una mujer extranjera, que manifiesta una gran fe en su poder personal. Jesús parece no hacerle caso a la primera petición que le hace, afirmando que su misión era solo el pueblo de Israel. Realmente se trataba de una excusa para provocar el acto de fe decisivo, ante el que actuó. La mujer reconoce su necesidad y expresa su fe, conversión y fe, las dos condiciones necesarias para que la salvación llegue a toda persona. El hecho se presenta como un adelanto del carácter universal de la salvación, anunciado en el AT y que se realizará en la Iglesia.

La 2ª lectura habla de la elección especial de Israel como pueblo de Dios, afirmación que parece contradecir lo anterior, pero realmente lo aclara. Por una parte, ayuda a comprender el carácter de esta elección. No se trataba de excluir definitivamente al resto de la humanidad de las bendiciones de Dios, que siempre actúa por medio de su Espíritu en todos los tiempos y lugares con plena libertad, sino de preparar un pueblo especial donde fuera creciendo la planta que después se trasplantaría a todos los lugares. Como en un vivero se siembran semillas y se cuida con esmero el crecimiento de las plantas hasta que están fuertes y en condiciones de ser trasplantadas a otros lugares, así Dios eligió a un pueblo para educarlo poco a poco como pueblo suyo y ofrecer después esta salvación a todos los pueblos. Por eso la elección de Israel no excluye la salvación universal, como ha recordado la 1ª lectura, al contrario, esta es su última finalidad.

Por otra parte, la 2ª lectura habla de la incredulidad del pueblo judío, el pueblo elegido, por la que actualmente está fuera de la plenitud de salvación que se ofrece por Cristo. El motivo es su orgullo religioso y falta de fe. Quieren un mesías, pero no de acuerdo con los planes de Dios sino de los propios, por lo que rechazan a Jesús. Deseaban un mesías político-religioso que hiciera de ellos un gran imperio, y se encontraron con un mesías que actúa de forma humilde entre lo más humildes del pueblo y que termina fracasando en una cruz. S Pablo comenta esta situación exhortándonos a no despreciar al pueblo judío y a aprender la lección, pues si no aceptamos con humildad y fe viva la salvación según los planes de Dios revelados en Jesús, también nosotros seremos excluidos; si ellos, a pesar de ser pueblo elegido, quedaron fuera de la salvación, igual nos puede suceder a nosotros. A pesar de todo, el pueblo judío, pueblo elegido, se convertirá, pues Dios es fiel a sus promesas, « pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables».

La salvación cristiana se ofrecer a todos los hombres sin exclusión y con los mismos requisitos, conversión sincera que reconoce la propia debilidad moral y pecado y fe viva en el poder salvador de Dios por medio de Jesucristo. Hoy día asistimos a un corrimiento del mapa del mundo creyente, países que fueron cristianos están dejando de serlo y otros nacen a la fe. Esta situación es una llamada a la conversión sincera de todos nosotros.

La palabra de Dios invita a la apertura, ofreciendo el Evangelio a todos y acogiendo a los nuevos cristianos, especialmente a los inmigrantes que viven entre nosotros y que hay que incorporar a nuestras comunidades. En la Iglesia cristiana desaparecen los nacionalismos, todos somos iguales e hijos de Dios. La Eucaristía es sacramento de universalidad, de unidad y de comunión. En ella damos gracias al Padre por el don de la fe y pedimos vivir todas sus consecuencias.

curar enfermos, dar de comer a necesitados. Domingo XVIII. Tiempo ordinario. Ciclo A

Signos del Reino presente: curar enfermos, dar de comer a necesitados

Primera lectura: Lectura del libro del profeta Isaías 55,1-3: Venid y comed

Salmo responsorial: Salmo 144,8-9.15-18: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores

Segunda lectura: Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos 8,35-39: Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús

Evangelio: Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14,13-21: Curó a muchos… comieron todos y quedaron satisfechos

 Jesús proclamó la llegada del Reino de Dios con palabras y signos que ayudaban a comprender lo que significa que Dios ya comienza a reinar en un proceso que ya ha comenzado y que culminará en su parusía.

Curar a enfermos significa que Dios no quiere el dolor y que llegará un momento en que compartiremos la resurrección de Jesús, venciendo totalmente el dolor y la muerte en un mundo en que Dios enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el  mundo viejo ha pasado. » (Apoc 21,4). Pero no es sólo un signo del futuro que nos espera sino que tiene una implicación actual, pues la lucha contra el dolor y la enfermedad  forma parte de las tareas del Evangelio. Esto justifica la dedicación de miles de personas   a esta tarea y la obligación de los cristianos de seguir realizando este “signo del Reino”.  A pesar de todo, el dolor es una realidad que nos acompaña, pero Jesús da un nuevo sentido redentor al dolor, que por eso deja de ser una realidad totalmente negativa.

En esta misma línea está el “signo de los panes”. Ya en el AT aparece el alimento gratuito a los hambrientos como signo del Reino futuro (1ª lectura) cf. también Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados… consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros… (Is 25, 6-8). Comer implica, por un lado, satisfacer una necesidad existencial, pero, por otro, es un acto social en que compartimos amistad en contexto gozoso. Esto explica el frecuente uso que hace Jesús de la comida como signo del Reino que anuncia.  Por una parte, come con los pecadores para anunciar que el Reino no es reunión de autosuficientes satisfechos sino satisfacción de necesidades existenciales con personas perdonadas; por otra, instituirá como su memorial la comida eucarística; finalmente durante su ministerio dio de comer a una masa, anunciando con ello que con su obra comienza el cumplimiento del banquete anunciado y las implicaciones que este comienzo tiene para sus discípulos.

Ser discípulo de Jesús implica continuar en nuestro mundo el signo de los panes, trabajando contra la injusticia del hambre en el mundo y favoreciendo un justo reparto de bienes entre todos los hombres. Todo es obra del amor de Dios (2ª lectura): el que recibe el amor de Dios debe compartirlo con los demás trabajando por un mundo mejor. Los que trabajen por hacer de este mundo un “banquete fraternal” recibirán el premio del banquete final del Reino de Dios consumado: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios  (Mt 5,9); Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis (Mt 25,34-35).

La Eucaristía se sitúa entre nuestro trabajo por hacer de este mundo un banquete y la herencia del banquete futuro. Agradecemos el alimento gratuito, el mismo Jesús, que nos sacia, alimenta y fortalece para enjugar las lágrimas de nuestros hermanos y hacer de este mundo un banquete.