DOMINGO 4. TIEMPO DE ADVIENTO. CICLO C

EL SALUDO DE LA VIDA

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • El saludo de María
  • El himno-respuesta de Isabel
  • El trasfondo del encuentro de las dos mujeres-madre.
  • ¿Por qué Jesús nos pidió “no negar el saludo a nadie”?

El saludo de María

Las palabras de María, cargadas de energía poderosa, son “dabar” – acontecimiento, como decían los hebreos. Esta palabra vigorosa transforma a Isabel, llenándola del Espíritu Santo.

El Evangelio de Lucas nos presenta la fuerza imprevisible de un saludo. María, portadora de la Vida divina, entra en casa de Zacarías y saluda a Isabel. No es un saludo convencional, sino un deseo profundo de vida para su pariente anciana, que ha concebido tras años de esterilidad.

Se produce una admirable comunicación entre el Espíritu que habita en María e Isabel, la antes estéril, ahora fecunda y morada del Espíritu.

El himno-respuesta de Isabel

Isabel, llena del Espíritu, responde con energía. Su palabra se vuelve profética, bendiciendo a María y al fruto de su vientre.

Para los hebreos, la bendición del vientre era primordial, pues un vientre estéril se consideraba una maldición. El salmo 127 celebra esta bendición:

 “La herencia del Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre”.

El saludo de María provoca un segundo efecto: el niño en el vientre de Isabel salta de alegría – “agallíasis” en griego – la alegría de la victoria final.

Los Santos Padres interpretaban este momento como la santificación de Juan el Bautista en el seno materno.

El trasfondo del encuentro de las dos mujeres-madres

La carta a los Hebreos interpreta este encuentro como la entrada de Jesús, el Mesías, en el mundo. Él llega como la ofrenda más agradable a Dios, superando el sistema de sacrificios del Templo. El hijo de María cumplirá la voluntad de Dios, santificándonos a todos por la oblación de su cuerpo.

Miqueas profetiza que este acontecimiento ocurrirá en una pequeña aldea de Judá. La madre dará a luz al pastor de Israel, trayendo paz y unión entre los hermanos.

¿Porqué Jesús nos pidió “no negar el saludo a nadie”?

Jesús nos enseñó a no negar el saludo a nadie: “Si solo saludáis a los que os saludan, ¿qué mérito tenéis?” (Mt 5,46-47).

El saludo inaugura la llegada de la vida y la buena noticia. Como María, los discípulos de Jesús deben salir presurosos a anunciar el Evangelio.

Reflexionemos: ¿Qué estamos haciendo con nuestros saludos? ¿Transmiten vida? ¿Somos conscientes de nuestro poder para dar vida a los demás? Quien está lleno de Espíritu, transmite espíritu; quien está vacío, solo formalismo.

Conclusión

Como dijo el poeta John O’Donohue:

“Un saludo puede ser un misterio, una manera de tender un puente y tocar la vida de otro ser humano”.

Este último domingo de Adviento nos enseña cómo saluda un mensajero de esperanza: sus saludos estremecen, cambian vidas y abren puertas a la novedad esperada.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

DOMINGO 3. TIEMPO DE ADVIENTO. CICLO C

ALEGRÍA EN LA ESPERA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El “Ave María” del Antiguo Testamento – Sofonías
  • En la desgracia llega la Gracia – Pablo
  • El mensajero de la Esperanza – Juan el Bautista

El “Ave María” del Antiguo Testamento

El profeta Sofonías nos trae un mensaje de júbilo: 

“Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo Israel… El Señor, tu Dios, en medio de ti es un guerrero que salva”. 

Estas palabras evocan el saludo del ángel a María, y hoy se dirigen a nosotros. Nos presentan a un Dios que baila y grita de alegría por nosotros, una imagen que desafía nuestras concepciones tradicionales y nos invita a una relación más íntima y gozosa con Él. 

El profeta, añade algo sorprendente: ¡Dios baila y grita de alegría! “Esta imagen revela a un Dios que celebra nuestra existencia con alegría exuberante y amor incondicional. Activamente presente en nuestras vidas, nos invita a encontrar gozo en Su deleite por nosotros. Esta metáfora desafía nuestra fe, llamándonos a una relación más íntima con un Dios que nos valora profundamente.”

En la desgracia llega la Gracia

Pablo nos exhorta: “¡Alegraos siempre!”. La razón de esta alegría es la cercanía del Señor. En momentos de tribulación, esta conciencia de la presencia de Dios nos ofrece consuelo y paz. 

La cercanía de Dios es activa y nos da motivos para no inquietarnos, para presentar nuestras necesidades ante Él, y para vivir en paz.

El mensajero de la Esperanza

Juan el Bautista emerge como el heraldo de la esperanza, preparando el camino para Aquel que es mayor. Su humildad nos enseña a no idolatrar a ninguna persona o cosa, reconociendo que solo Cristo es la fuente verdadera de nuestra esperanza. 

Juan nos muestra cómo podemos ser mensajeros de esperanza en nuestro propio entorno, invitándonos a la acción concreta y a la apertura hacia la verdadera Luz que está por venir.

Conclusión

Evoquemos las palabras del papa Benedicto XVI: 

“El Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo particular, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede borrar”.

José Cristo Rey García Parees, CMF

DOMINGO 2. ADVIENTO. CICLO C

¡ESPERAD Y CAMBIARÉIS!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡Fuera el luto! ¡Ilumina esa cara! – Baruc.
  • La obra buena será completada – Pablo –
  • ¡Preparando el camino – Juan Bautista

¡Fuera el luto! ¡Ilumina esa cara!

Hoy nos ha hablado el profeta Baruc. Fue mensajero de esperanza para el pueblo de Israel, y le dijo: “Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da”.

Como en tiempos de Baruc también nosotros tenemos hoy experiencias de destierro. En la oración de la “Salve” decimos: “Y después de este destierro ¡muéstranos a Jesús!”. Estamos en la tierra… pero des-terrados. Esta no es nuestra casa definitiva. Estamos des-consolados, porque nos falta suelo para morar. Baruc nos insta a despojarnos del luto y vestirnos de fiesta: Dios está llegando y nos dará la tierra y nos consolará. Para ser felices sólo necesitamos sentirnos envueltos en su Presencia.

¡La obra buena será completada!

También Pablo es hoy mensajero de esperanza. Sentía un afecto muy especial por la comunidad de Filipos. Se ve constantemente en cada uno de los versículos de la preciosa carta que les escribió: “Esta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante”“Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores”.

Dios no inaugura sus obras para abandonarlas después. Dios es fiel a sus proyectos y constante en sus propósitos. En nuestro obrar tenemos a Dios como nuestro humilde Aliado, que todo lo puede cambiar para mejor. En el día de Cristo estaremos ante Él limpios, irreprochables, cargados de frutos de justicia.

¡Preparando el camino!

En un contexto de estructuras imperiales y religiosas -el evangelista Lucas menciona a Tiberio Cesar, Poncio Pilato, Herodes, el tetrarca Felipe, Lisanias, los Sumos Sacerdotes- Dios no dirigió su Palabra a ninguno de ellos, sino al hijo de Zacarías, Juan, que moraba en el desierto en la más absoluta pobreza. Y fue Juan el elegido para gritar la gran noticia, alegría del mundo y camino hacia lo imprevisible, la luz de un nuevo amanecer.

Conclusión

Baruc, Pablo y Juan el Bautista nos han invitado a esperar con alegría la llegada del Señor. Aunque la realidad parezca desesperanzadora, “esperemos contra toda esperanza” porque Dios no dejará de cumplir sus promesas. Y la esperanza será el motor de nuestra transformación anhelada.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

1 domingo de adviento. ciclo c

DESPERTAR A LA ESPERANZA

  1. Un vástago de esperanza
  2. La sorpresa divina
  3. El abrazo universal de la redención

Un vástago de esperanza

Este es un momento para despertar. Imaginemos por un instante el anhelo de aquellos que vivieron antes de nosotros, que esperaron pacientemente la llegada del Salvador. Su esperanza no era una ilusión; era una promesa viva que resonaba en sus corazones. Hoy, nosotros también estamos llamados a vivir esa misma expectativa, a creer que soñando lo imposible se llega a lo imprevisible. En esta homilía, exploraremos tres aspectos fundamentales de esta esperanza renovadora:

En la primera lectura Jeremías, con visión profética, anuncia: “Llegan días en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá”. Esta promesa se materializó en el anuncio del ángel Gabriel a María. Aunque la espera fue larga, no fue en vano. En este tiempo de anticipación, el amor crece y el futuro se vislumbra con claridad.

La sorpresa divina

En la segunda lectura Pablo, escribiendo a los Tesalonicenses, nos recuerda que la venida de Cristo no es un evento pasado, sino una realidad futura que transforma nuestro presente: “Vendrá el Día de improviso”, nos advierte el Evangelio. Esta espera activa nos invita a “levantar la cabeza” con esperanza, pues nuestra liberación se acerca.

El abrazo universal de la redención

La salvación que Cristo trae no es selectiva, sino universal. Como dijo Jesús: “Mi carne para la vida del mundo”. Estamos llamados a vivir en vigilia, expresando nuestra atención a través de la oración y contemplando los acontecimientos a la luz de su venida.

El Adviento nos desafía a vivir con esperanza audaz y a soñar con un futuro lleno de promesas divinas. Como dijo San Agustín: “La esperanza tiene dos hijas hermosas: la indignación y el coraje. La indignación nos enseña a no aceptar las cosas como están; el coraje, a cambiarlas”.

Conclusión

Y deseo concluir con unas palabras de San Agustín, “La esperanza tiene dos hijas hermosas: la indignación y el coraje”. Esta frase no desafía. Es una llamada a la transformación. Que nuestra indignación ante las injusticias nos impulse a actuar y nuestro coraje nos permita ser agentes de cambio. Este tiempo de espera es una oportunidad para reflejar la luz que deseamos ver en el mundo, renovando así nuestros corazones y nuestro entorno.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Cuarto domingo de Adviento. ciclo b

“SI EL SEÑOR NO CONSTRUYE LA CASA” 

La liturgia de la Palabra de este domingo cuarto de adviento nos ofrece unas claves de respuesta. Dividiré la homilía en tres partes:

  • ¿Quién le construirá una casa a Dios?
  • En la “casa” de José y de María.
  • “Mi casa es toda de viento”

¿Quién le construirá una Casa a Dios?

La primera lectura tomada del segundo libro de Samuel nos relata un buen proyecto del rey David: mientras él moraba en un palacio de cedro, el arca de la Alianza estaba depositada en una humilde tienda de campaña. Con remordimiento, David se propuso construirle al Arca una digna morada: un templo y el profeta Natán -su profeta- lo animó a ello. 

Sin embargo, quedó David muy sorprendido cuando Dios le respondió: “No serás tú quien me construya una casa… Seré quien te construya a ti una casa permanente para que tu reinado no tenga fin y dure para siempre”.

En la “casa” de José y de María

La lectura del Evangelio ratifica aquella sorprendente promesa hecha por Dios a David. Un lejano descendiente de David, José, el esposo de María, sería el padre legal de Jesús. Y Jesús sería su hijo “legal” y, por lo tanto, descendiente también de David. El ángel Gabriel le ratificó a María, que su hijo heredaría el trono de David… y para siempre: “el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin” (Lc 1,32-33). Con José y María se cumplió la inaudita profecía hecha a David: “tu reino no tendrá fin y durará para siempre”. 

Jesús no es una improvisación de Dios: es el final de un bendito proyecto. En él converge toda la historia: desde Adán y Eva “pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza” (Gen 3,15), desde David y el pueblo de Israel.  

A María se le revela todo el misterio del hijo de su seno: será Grande, será llamado Hijo del Altísimo, será Santo, reinará en la Casa de Jacob por los siglos de los Siglos, se sentará en el Trono de David su Padre. 

Sin embargo, el escenario nos volverá hacia la pobre tienda, donde estaba el arca de la Alianza. ¡Ahora se trata de una cueva de pastores, de un pesebre y no de un Gran Palacio! Además, el Niño Rey es perseguido a muerte por enl usurpador del trono davídico, Herodes. José protegió al Niño y a la Madre y “huyó a Egipto” y después volvió a Nazaret. A su hijo Jesús lo aclamaría la gente diciéndole: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! 

Mi casa es toda de viento 

Un villancico -con letra y música de los claretianos P. Tomé y P. Mielgo- se titulaba así: “Mi casa es toda de viento”. Todos tenemos experiencias de la inconsistencia de nuestras casas, de nuestras familias y comunidades.  Cualquier evento es capaz de tambalearla, de crear desunión, conflictos, abandonos… Cuando Dios bendice un matrimonio, se sueña con la casa construida sobre roca… pero a veces se descubre que fue construida “sobre arena” y ante las menores dificultades, comienza a derrumbarse. 

En cada celebración del matrimonio Dios desea “construir” con una casa con sólidos cimientos. María dijo: “Fiat” (¡hágase!). Porque “si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles” (salmo 126). 

Toda casa construida por nosotros es frágil, incierta. Hay que confiar mucho en quien la construye, que es nuestro Dios. Necesitamos una fe-roca, una casa construida sobre la roca, que es la fe. “Si el Señor está con nosotros, ¿quién contra nosotros”? En la segunda lectura nos lo recomienda san Pablo: ¡sed obedientes a la fe y esperadlo todo de Dios! 

Conclusión

Dios suele elegir a instrumentos débiles, para confundir a los fuertes. Nuestra debilidad tiene que convertirse en fortaleza. Los que se creen fuertes, en cambio, pueden perderlo todo. Se acerca la Navidad de los débiles, que lo pueden todo en Aquel que es su fuerza.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

LA ALEGRE ESPERANZA

  • La espera y la esperanza
  • La puerta de la Esperanza… siempre abierta 
  • Los rasgos de la esperanza

La espera y la esperanza

El pensador español Pedro Laín Entralgo nos regaló una excelente distinción entre “La espera y la esperanza”. La espera no es todavía esperanza: es “aguardar”. Cuando se aguarda, la incertidumbre se apodera de nosotros. ¡Estoy a la espera!¡Estoy aguardando… al autobús, mi turno… que me toque la lotería! 

La Iglesia se encuentra ahora en estado de “sínodo”. Estamos a la espera de sus resultados. Pero ¿tenemos esperanza o indiferencia? ¿Nos lanza hacia un futuro que creemos cierto o hacia lo incierto e inesperado?

La puerta de la Esperanza… siempre abierta 

La primera lectura respira esperanza. El profeta no está a la espera, sino que ya disfruta de aquello que esperaba: ha sido ungido por el Espíritu, proclama la realización de las promesas de Dios. Desborda de gozo. Ha llegado el momento del triunfo. Todo lo soñado está ya brotando. Y el salmo idéntifica a este profeta con María, la madre de Jesús, que proclama el Magnificat.

También la lectura del Evangelio abre la puerta de la esperanza. Tras largos siglos de espera, por fin, se le concede a Israel lo que esperaba: “por los profetas lo fuiste llevando con la esperanza de la salvación” -dice una de las plegarias eucarísticas-. Y ahora el evangelio proclama: “Surgió un hombre enviado por Dios…” Anunciaba el fin de la espera y abrió la puerta de la esperanza: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis… viene detrás de mí… no soy yo”. Y repite una y otra vez: ¡no soy yo! Hay uno que no conocéis, que viene detrás de mí”. ¡Hay que pasar de la espera a la esperanza!

 Los rasgos de la esperanza

La espera suscita en nosotros inquietud, nerviosismo, incertidumbre. Nos desagrada el tener que “esperar”, guardar fila, aguardar. Sin embargo, la esperanza nos moviliza, nos alegra. Y tenemos muchas razones para ello. Exclamemos con la primera lectura del profeta Isaías: ¡desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios”… hemos triunfado… brotan las semillas… Y con el Magnificat de nuestra madre María: el Poderoso ha hecho obras grandes por nosotros… su misericordia de generación en generación

La segunda lectura no pide algo que les falta a no pocos cristianos: ¡Estad siempre alegres! ¡Siempre! ¡Sed constantes en orar! ¡Constantes! ¡Dad gracias en toda ocasión! ¡En toda ocasión! Y el gran deseo: ¡Que el Dios de la paz os consagre totalmente hasta la venida de nuestro señor Jesucristo! El vendrá… cumplirá sus promesas.

Conclusión

La espera nos coloca ante la incertidumbre. La esperanza ante lo cierto.

Gran parte de la humanidad está a la “espera”. Quienes hemos recibido la gracia de la fe tenemos esperanza. Y una esperanza audaz, que supera cualquier contradicción. Por eso, un santo triste es un triste santo. Un adviento triste es un triste adviento.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

EL “MEBASSER” Y SUS BUENAS NOTICIAS 

Las expectativas se suelen cerrar o con una mala noticia -y el mundo se nos echa encima y nos apenamos- o con buenas noticias -y la exultación nos hace vibrar y sonreír. El adviento ritualiza un tiempo de expectación. Hoy se nos invita a esperar incluso aquello que nadie sería capaz de imaginar.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Quien evangeliza transmite “una buena noticia”
  • Se nos ofrece un cielo nuevo y una tierra nueva. 
  • También nosotros… como Juan el Bautista

Quien evangeliza transmite “una buena noticia”

La primera lectura nos habla hoy de un “mensajero de buenas noticias”. Nada tiene que ver con los profetas de desgracias. El mensajero del que nos habla el profeta Isaías es el “mensajero de la Alegría, de la noticia más sublime e inesperada. El autor hebreo le da un nombre femenino, en primer lugar: lo llama “Mebasseret” (Is.40). Y más tarde, un nombre masculino: “Mebasser” (Is 52). Para traducir esta palabra hebrea al griego, se escogió el término “evangelizador” o el que anuncia un “Evangelio”, es decir, una buena noticia. 

Cuando parece que todo se hunde y no hay escapatoria, cuando más nos sentimos amenazados y sin salida, Dios nos envía a su profeta para devolvernos el ánimo, la alegría y la paz. Nos envía un “Mebasser”, un “evangelizador”. 

¡Qué bellos sobre los montes los pies del Mebasser!, exclama la profecía de Isaías. Y se le pide al Mebasser que se suba a un alto monte y proclame que Dios está ahí y que no permitirá que su pueblo quede en manos enemigas. Que Dios vendrá como un buen pastor a recoger a su rebaño y guiarlo. Para liberarlo de guías perversos.

Se nos ofrece un cielo nuevo y una nueva tierra

La segunda lectura de hoy está tomada de la segunda carta de Pedro. El apóstol anuncia también una buena y excelente noticia a los cristianos que se sentían perseguidos, ignorados y despreciados: “Pronto llegará -les dice- el día del Señor”: Él os defenderá y os dará la razón. Él se manifestará. Y que sepan los demás que como sigan así, tienen fecha de caducidad y los días contados. El imperio del mal, en cualquiera de sus formas, desaparecerá. Los “elegidos de Dios” tienen todo a su favor. Nos espera un cielo nuevo y una tierra nueva. Por eso, san Pedro nos exhorta a vivir en paz, a no preocuparnos y a esperar…

También nosotros… como Juan el Bautista

La tercera lectura ha sido tomada del inicio del Evangelio de san Marcos. El evangelista tuvo la magnífica idea de escribir la primera vida de Jesús, que tituló “Evangelio de Jesucristo”. Es decir: ¡buena y bella noticia! De esta manera san Marcos nos presentó a Jesús como el “Mebasser”, el mensajero de la Alegría.

David Zelenka

Pero quien le preparó la escena fue Juan Bautista. Se encargó de preparar a la gente para acoger a Jesús por medio de un bautismo de purificación. No hablaba de sí mismo, sino del que venía detrás de él. Le preparaba el camino y un pueblo bien dispuesto.

En este segundo domingo de Adviento, nuestra madre la Iglesia nos pide que también seamos como un nuevo Juan Bautista: apasionados por el que está viniendo y preocupados para que sea muy bien acogido en nuestra sociedad, a veces tan atea, otras tan agnóstica, otras tan indiferente. La Navidad llega al corazón de todos. Pero no todos los corazones se acercan de verdad al Niño Dios. Se acerca la Navidad y también es el momento de un nuevo amanecer, de un nuevo comienzo de la fe: ‘todo es posible”. Pero se necesitan hombres y mujeres “Mebasser”, anunciadores de la Buena Noticia y que lo hagan con convicción, belleza y seducción. Dios quiera que en la noche de la Navidad quienes están lejos puedan acercarse al Portal de Belén y exclamar: Padre nuestro, ¡venga a nosotros tu Hijo Jesús. ¡Perdónanos! Bautízanos con tu Espíritu y haznos renacer a la fe!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

DESPERTAR LA PASIÓN DE LA ESPERANZA

  • Cuando la fe se deteriora
  • Enriquecidos en todo
  • ¡Velad y estad alerta!

Hace años me sentí impresionado ante una frase del teólogo alemán Hans Küng que decía más o menos así: “con qué ligereza muchos jóvenes se van alejando de la fe, sin darse cuenta de lo difícil que les resultará después recuperarla”. Y es que cuando se rompe una alianza de amor, cuando uno de aleja de un amor apasionado, no resulta fácil -después- volver al amor primero… aunque para Dios nada hay imposible.
El mensaje de la primera lectura de este domingo, tomada del Tercer Isaías expresa el deseo fuerte de que Dios vuelva a nosotros y nos transforme: que rasgue el cielo y se haga presente; que nos obligue a entrar en el buen camino, y que llene de ternura nuestros corazones endurecidos. Que limpie nuestras impurezas… ¡Que baje, que se haga presente! 

En la segunda lectura san Pablo les dice a los corintios que han recibido una gracia inmensa: creer y acoger a Jesucristo. Y por medio de esta fe han sido enriquecidos “en todo”. “De hecho no carecéis de ningún don”. Una comunidad cristiana con esas características es envidiable.

 

Pero contemplemos también con los ojos de san Pablo nuestra comunidad cristiana, nuestra parroquia. Veremos que hay mucha riqueza escondida en las personas que formamos la asamblea dominical. Si nos conociéramos más, nos daríamos cuenta de ello: ¡cuántos dones ha derramado Dios en unos y otros! ¡Cuántos carismas, a veces ocultos o desconocidos! Pero más aún: el mayor don es que “Dios nos llamó a participar en la vida de su Hijo Jesucristo”. Y esto sucede en cada Eucaristía: cuando escuchamos la Palabra de Dios, cuando comulgamos el Cuerpo de Cristo. La puerta de la fe nos introduce en un mundo misterioso del cual tantas veces no tomamos conciencia.

Todo adviento es la llegada de lo inesperado. Pero cuando lo inesperado es lo más importante y decisivo para los seres humanos, hay que estar alerta y vigilar. ¡Que no perdamos la oportunidad de acoger lo más necesario para seguir viviendo! 

“Lo peor no es tener un alma perversa, sino un alma acostumbrada”, dijo el autor Charles Péguy. Las costumbres nos incapacitan para la auténtica expectativa. Solo quienes buscan encuentran, a quienes llaman se les abre. Hay que dejarse invadir por grandes deseos. Sin deseos el Adviento se vuelve apático, irrelevante. Acerquémonos al fuego aunque nos quememos.  Hay un pesimismo político, social, que nada tiene que ver con el Adviento. Hay un adviento, sin embargo, que nos ilusiona y apasiona, aunque parezca que toda va de mal en peor. 

Si creemos en Dios, Dios actuará. Es el Dios del adviento. Y a él nos dirigimos con este poema: Dios de los imposibles posibles.

Dios de los imposibles posibles,
te damos gracias
porque nos anuncias un año más
realidades que parecen sueños:
habitar el lobo con el cordero,
convivir todos los pueblos en paz,
brotar un renuevo del tronco casi seco…

Dios de los imposibles posibles,
despierta nuestro corazón
para que se abra a esta palabra de esperanza y futuro
que llega de muy lejos y de muy cerca:
de tu corazón, al lado del mío, Dios de la vida.

Dios de los imposibles posibles,
te damos gracias porque nos pones por tarea
hacer nuevo el corazón
para así hacer nueva la creación.

En tu Hijo Jesús, que viene, que llega,
ya está todo lo nuevo inaugurado y cumplido.
Te damos gracias porque podemos escuchar
ésta tu llamada de Adviento:
lo imposible es posible…

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO IV. ADVIENTO. CICLO A

GUARDIANES DE LA ESPERANZA

La esperanza necesita cuidados: es frágil e indefensa. La gente quiere certezas y califica como mentira cualquier esperanza que después no se convierte en realidad. Si a esto, añadimos el creciente agnosticismo, indiferencia y ateísmo que se extienden por la sociedad, el resultado es que la esperanza cristiana y religiosa parece una quimera, un sueño imposible, una esperanza vana. Las lecturas de este domingo nos invitan a no desalentarnos: 1) Pide una señal; 2) La esperanza se cumple: ¡reinará por siempre! 3) Guardianes de la esperanza. 

¡Pide una señal! (Isaías)

Nuestra esperanza necesita señales, signos que, provengan de Dios y nos den seguridad. Eso fue lo que -según la primera lectura- el profeta Isaías le exigió al rey Ajab: 

“Pide una señal al Señor, tu Dios: 
en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo”. 

Ajab se resistió diciendo: “no quiero tentar a Dios”. Entonces el profeta le comunicó que Dios mismo iba a ofrecer una señal al pueblo: ¡una joven mujer embarazada, iba a dar a luz y desde la monarquía davídica no debería temer nada. 
No deja de ser llamativo que la esperanza de un pueblo pueda encerrarse en el germen de vida que hay en el seno de una mujer.

La Esperanza se cumple: ¡reinará por siempre! (Evangelio) 

El evangelio de este domingo cuarto de Adviento nos propone ese mismo “signo” de Dios, pero ya realizado en la plenitud de los tiempos: otra joven mujer, embarazada, dará a luz a quien llamarán Emmanuel, Dios presente en medio de su Pueblo.

El “signo” implica ahora al no-padre físico, pero sí legal: a José, el esposo de María. Según la ley (Deut 22,20-21), debería denunciar el embarazo irregular de su esposa, exponerla a pública infamia y al apedreamiento. José se sabía esposo, pero no padre.
Pero… José era “justo” y su justicia lo situó más allá del ámbito legal: le fue revelado por el ángel que en su esposa se estaba realizando la profecía de Isaías, y se estaba cumpliendo la esperanza de Israel. Y José “hizo” lo que el ángel le pidió. Como María dijo él también al ángel que se le apareció en sueños: “hágase en mí, según tu Palabra. José se convirtió en el guardián de la Esperanza del mundo y de María, la causa de nuestra Esperanza.

Guardianes de la Esperanza ante el Dragón (Apocalipsis)

Todo aquello que nos trae esperanza, futuro, salvación, está siempre muy amenazado. 

Lo nuevo está siempre fuera de la norma. La verdadera justicia no consiste en defender lo que siempre se ha hecho, sino en hacer viable, lo que hasta ahora no ha sido. José se convierte en el hombre del Adviento y de la Esperanza. Hace viable lo nuevo, aunque supere todas sus expectativas y sus aparentes derechos.

Sabemos que hoy hay nuevas iniciativas de paz, de justicia, de cuidado de la creación, de defensa de los derechos humanos, de vivencia y transmisión de la fe. Estamos en un mundo en el que muchas mujeres embarazadas nos dicen que Dios da futuro a nuestro planeta y a nuestra humanidad, nuevas generaciones aportan ideas frescas, proyectos no estrenados, impulsos inéditos. Quienes solo se dejan regir por la norma, podrían hacer abortar lo nuevo que puja por ser alumbrado. Serían los nuevos Herodes, los que imposibilitan que la vida salga victoriosa. Tampoco el Dragón apocalíptico quería que naciera el Hijo de la Mujer y estaba dispuesto a devorarlo apenas fuese dado a luz.
La esperanza debe ser cuidada, defendida. José es el Guardián de la Esperanza. De él debemos aprender, cada uno en nuestro ambiente, y desde él en nuestro mundo, a sembrar esperanzas a pesar de los terribles sueños que a veces nos acosan.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO III. ADVIENTO. CICLO A

EL CAMINO ACERTADO

Nos podemos confundir en la espera. Podemos emprender el camino desacertado, y situarnos -después- ante la puerta equivocada…. y llegar allá donde no hay nada que esperar. Se nos ofrecen “trayectorias políticas, o incluso religiosas, que no llevan a ninguna parte y a acumular decepción tras decepción.  Las lecturas de este tercer domingo de Adviento nos ofrecen una secuencia interesante: 1) Un horizonte idílico; 2) El camino preparado; 3) Un estilo: la esperanza paciente.

Un horizonte idílico (Isaías)

La liturgia de este tercer domingo de Adviento nos coloca, obstinadamente, ante el horizonte de la esperanza “religiosa”. El profeta Isaías en su capítulo 35 se vuelve más utópico –si cabe- que en otras ocasiones. El texto proclamado es de una belleza cautivadora. Canta la repatriación, la vuelta del destierro, la refundación del Pueblo:

El camino de Dios es el camino que lleva al monte Sión. Se ha abierto en la estepa, en el desierto. Todo en él florece. Se convierte en un camino triunfal, iluminado por la Gloria y la Belleza de Dios.

Es el camino de los rescatados, débiles, ciegos, sordos, cojos. Mudos. Se les anuncia que viene Dios en persona para resarcirlos y salvarlos. Recuperarán la fuerza para caminar, se abrirán sus oídos, se desatará su lengua para cantar,

La alegría será incesante. El gozo permanente será el compañero de todos los rostros. La pena y la aflicción se alejarán.

El camino preparado (Evangelio)

Andrei Rubliov – Juan Bautista

El evangelio de hoy nos habla de la pregunta que los discípulos de Juan Bautista -que se encontraba en la cárcel de Herodes- le formulan a Jesús:

“¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”.

Y Jesús, además de reconocer la grandeza de Juan, se remite a los hechos: los ciegos ven, los cojos y paralíticos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Se cumple la profecía de Isaías!

Se ha abierto el camino de Dios y en ese camino acontece la transformación. Seguir a Jesús es entrar en el camino de los rescatados, en el camino de la alegría, de las buenas noticias, de la terapia colectiva. Juan preparó el camino, pero él no era el camino.

Un estilo: la esperanza paciente (Santiago)

Han pasado los siglos y la situación de muchísimos seres humanos no cambia. La Iglesia clama en su liturgia eucarística: ¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!

Consciente de esto fue Santiago que en su carta nos dice: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor”. La paciencia es otra forma de esperanza. En ella el sufrimiento se asocia a la espera. Aunque se llegue al límite, la paciencia mantiene alta la esperanza. La paciencia es resistencia esperanzada, hasta la última posibilidad. Luis Mandoki, mexicano y director de cine en Holliwood, dijo lo siguiente:

 “A los pesimistas hay que decirles algo: no se nos olvide que ésta es una película de aventuras con final feliz, y en las películas de aventuras con final feliz al héroe siempre se le complican las cosas, más y más, hasta que triunfa”. 

Luis Mandoki

 Parece que la Venida del Señor se retrasa. Y mientras esto sucede, es fácil que nos lancemos a luchar unos contra otros, y la casa se revuelva. La venida del Señor está cerca. Esta venida se anticipa simbólica y realmente en cada Eucaristía. El Señor nos asegura las promesas idílicas. Nos indica que le sigamos por el Camino y nos invita a ser pacientes en medio de la Esperanza.