EL BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO C

EL BAUTISMO DEL SEÑOR

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El bautismo de Jesús, un nuevo comienzo.
  • Se cumplen las profecías del consuelo
  • Bautizados, y por eso misioneros.

El Bautismo de Jesús, un nuevo comienzo

El evangelio de Lucas nos relata cómo Jesús, ya adulto, se acerca al Jordán para ser bautizado por Juan. Jesús, libre de pecado, no necesitaba recibir un bautismo de conversión. Pero al hacerlo ya nos indicaba su solidaridad con todos nosotros, con toda la humanidad, necesitada de purificación. Jesús aparece solidario con toda la humanidad pecadora. Ya dijo una vez, consciente de todo esto: “quien esté sin pecado que tire la primera piedra”.

Al salir del agua, el cielo se abre, el Espíritu Santo desciende sobre Él en forma de paloma, y se escucha la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”. Dios Padre le manifiesta que no necesitaba purificación. Era la emergencia de una humanidad nueva.

Se cumplen las profecías del consuelo

Este evento hizo que se cumplieran las palabras del profeta Isaías: “Consolad, consolad a mi pueblo… Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor”. Jesús aparece ante Juan -la voz del desierto- para consolar al Pueblo, para ofrecerle un nuevo camino.

Bautizados y, por eso, “misioneros”

Iniciamos nuestra vida cristiana también nosotros con un bautismo. ¡Todos los aquí presentes hemos sido bautizados! San Pablo -en su carta a Tito- interpretó el bautismo de Jesús como la manifestación de la bondad de Dios y su amor a nosotros, no por las obras de justicia que hayamos hecho, sino por su gran misericordia, que nos ha salvado”.

Tras su bautismo en el Jordán Jesús inició su misión iniciando así su vida pública. Tras nuestro bautismo, ¿no deberíamos también nosotros iniciar una vida pública como mensajeros de Dios y de Jesús? El bautismo es nuestro carné de identidad para mostrar que somos familia de Dios, discípulos de Jesús, apóstoles enviados con la fuerza del Espíritu Santo.

¿Cuál es nuestro programa misionero? ¡No seamos misioneros en paro!

Conclusión

Que esta fiesta del Bautismo del Señor nos ayude a redescubrir la gracia de nuestro propio bautismo. Que podamos, como Jesús, escuchar la voz del Padre que nos dice: “Tú eres mi hijo amado”. Y que esta certeza nos impulse a vivir como verdaderos hijos de Dios, llevando su amor y su mensaje de liberación a todos los que nos rodean.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

EPIFANÍA DEL SEÑOR. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

EPIFANÍA DEL SEÑOR: LA ESTRELLA -EL ESPÍRITU- QUE CONDUCE A JESÚS

Dividiré está homilía en tres partes:

  • Jerusalén: la ciudad iluminada
  • Jerusalén a oscuras – Belén la ciudad de la Luz.
  • Guías ciegos de Israel – los magos de la Luz

Jerusalén: la ciudad iluminada

En la primera lectura el profeta Isaías (capítulo 60) nos presenta un espectáculo impresionante: “las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad se extiende por todos los pueblos”… y sin embargo, hay un punto luminoso en nuestro planeta: sobre la ciudad de Jerusalén comienza a irradiar un espléndido amanecer.: la luz de Dios inunda la ciudad. Jerusalén ser convierte en el centro del mundo. Los pueblos en tinieblas y sus reyes se encaminan hacia la ciudad de la Luz. Vienen en dromedarios y camellos, desde Madián, Efá y Saba, trayendo incienso y oro, los tesoros del mar y sus riquezas.

Ahí queda la profecía en suspenso. Nadie sabe cuándo eso ocurrió. 

Jerusalén a oscuras – Belén la ciudad de la Luz

El Evangelista Mateo nos dice, que la luz no está en Jerusalén -allí, en el Palacio de Herodes y en el mismo Templo, todo era oscuridad. Sin embargo, unos magos vieron en el cielo una estrella luminosa… y la siguieron. Algún sacerdote del templo les comunicó que un texto misterioso hablaba de Belén: “Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres la última de las ciudades”.

Los magos siguieron la estrella que se paró encima de donde estaba el Niño. Los magos se “llenaron de inmensa alegría… entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y cayendo de rodillas lo adoraron”. Uno recuerda las palabras de Jesús adulto cuando dijo: “Yo soy la Luz del mundo”. Los magos así lo reconocieron y le ofrecieron sus mejores regalos.

 Ni Herodes, ni los Sacerdotes, los acompañaron. ¡Qué falta de acogida y hospitalidad! Conocían la Ley y los Profetas, pero estaban en tinieblas. Jerusalén no era la ciudad de la Luz. Belén sí lo era para los Pastores, para los Magos. 

Guías ciegos de Israel – los Magos de la Luz 

Israel se mostraba quizá demasiado autosuficiente. 

La manifestación de Dios es extremadamente tierna e incluso extremadamente insospechada: ¡en un niño! ¡En el hijo de María! Aparece en brazos de una mujer. El varón orgulloso es excluido. La gran sacerdotisa de este evento epifánico, quien ofrece el Cuerpo del Señor, es precisamente una mujer. María forma parte del modo de revelarse Dios. La revelación acontece en su cuerpo, en sus brazos, bajo su mirada.

La celebración de la Epifanía nos conduce hacia lo nuclear de nuestra vocación cristiana: ser buscadores apasionados de Dios, más allá de todos los convencionalismos, y ser misioneros, anunciadores y mensajeros de Jesús, colaborar con la Estrella santa en la tarea de manifestar al Hijo de Dios.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Domingo 2º. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

PALABRA Y SABIDURÍA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Jesús, ¡palabra de Dios!
  • Sabiduría de Dios
  • Acoger la Palabra

Jesús, ¡Palabra de Dios!

¿Por qué se define a Jesús con estos términos? ¿No sería mejor decir que Jesús fue un sabio, que su Palabra era poderosa, que iluminaba la vida de la gente, que daba vida allá por donde pasaba? 

Dios- Abbá no tiene palabra por sí mismo. Su Hijo es la Palabra a través de la cual Él se expresa. En el Antiguo Testamento Dios Padre habló por medio de la Ley, de los profetas, de los sabios, pero, ahora, en la plenitud de los tiempos, sólo habla a través de su Hijo. ¡Cuánto misterio se encierra en la persona de Jesús! Es bellísimo denominar a Jesús así: ¡Palabra!

La Palabra es la fuerza de la Creación: el diseño y la realización de todas y cada una de las realidades que existen. La Palabra da consistencia y existencia a todo. En Ella está la Vida y la Vida se hace viva en toda la Naturaleza e ilumina el ser.

Sin embargo, la Palabra vino al mundo y no fue bien acogida. No sigue siendo acogida. Hay personas que la rechazan, que no quieren saber nada de ella: Vino a los suyos y los suyos no la recibieron.

Si Jesús es la Palabra de Dios, fue porque en cada una de sus palabras había profecía: Dios hablaba por medio de Él. ¡Sus palabras eran eficaces, transformadoras, capaces de realizar milagros y cambiar los corazones! 

Si Jesús es la Luz, la Vida, ello se debe a una forma de actuar que lo caracterizaba: resucitaba muertos, curaba enfermos, expulsaba demonios, atacaba al reino de las tinieblas y lo vencía. Al final, sus discípulas y discípulos proclamaban que Jesús era todo eso: Sabiduría, Gracia, Palabra, Vida, Luz.

¡Sabiduría de Dios!

Hablemos, en segundo lugar, de la sabiduría. El Jesús que demostró ya desde niño hasta el final una extraordinaria sabiduría aparece al final de su vida como la manifestación de la Sabiduría de Dios. Se dice de él que ya desde niño “iba creciendo” en Sabiduría. 

No todo mandato o mandamiento es sabio. Hay mandatos que enloquecen los sistemas, deterioran a las personas. Una mala orden puede hacer mucho mal. Quienes elaboran los mandatos no siempre se dejan llevar por la justicia o por una revelación. El pueblo de Israel, sin embargo, estaba orgulloso de su sistema legislativo, de sus leyes. Este pueblo afirmaba que había sido Dios quien había revelado y entregado la Ley a Moisés, que su Dios era el Creador, que ordenó sabiamente los cielos. Dios es la sede de la Sabiduría.

Jesús habló de la Sabiduría con términos peculiares. Para él la Sabiduría no estaba en los mandatos exteriores, sino en las mociones interiores del Espíritu. No mancha al ser humano lo que viene de afuera, sino lo que surge del interior. Hay una mala ley en el corazón –cuando está poseído por malos espíritus–. Sin embargo, quien es movido por el Espíritu Santo no necesita mandatos exteriores, impositivos. El Espíritu que habita en el corazón transmite sus mandatos a la conciencia, al corazón.

Quien se deja llevar por el Espíritu recibe mandatos llenos de sabiduría. Quienes sigue a Jesús son “los hijos e hijas de la Sabiduría”. Recibir el Espíritu de Jesús es recibir el don de la Sabiduría. En Jesús se manifiesta el arte creador del Abbá, la ciencia secreta de los Misterios de Dios. Él los comunica a quien quiere. Destinatarios preferentes de su Sabiduría son los sencillos.

Acoger la Palabra

Pero a quienes acogen la Palabra les sucede algo maravilloso: se convierten automáticamente en hijos de Dios. Reciben la Intimidad de Dios en sus vidas y todo se transforma en ellos. Éste es el misterio de la Navidad de Dios en los creyentes. Éste es el mensaje de este segundo domingo de Navidad. Nace la Palabra en nosotros. Cada vez que leemos la Palabra, que acogemos la Palabra, como María, nace Jesús, el Logos, la Palabra, la Sabiduría, en nosotros. ¡Qué regalo!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. CICLO C

BENDICIÓN Y FE

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El deseo de vida y de fecundidad
  • Bendecidos por Dios.
  • La madre “bendita” de Jesús

El deseo de vida y fecundidad

¡Qué bella es la lectura del libro de los Números que acabamos de proclamar! En ella se nos habla de la bendición.

La bendición es un deseo de vida y de fecundidad. Ese deseo sólo Dios puede colmarlo. Pero nuestro Dios quiere que también nosotros podamos bendecir o quizá mejor, que nosotros podamos desear para otros la bendición de Dios.

Aún recuerdo cómo se emocionaba mi padre al leer esta lectura del primer día del año, y cómo comentaba y resaltaba cada una de sus palabras: ¡que el Señor te proteja, ilumine su rostro sobre ti, se fije en ti… te conceda la paz!

 Bendigamos, sí; ¡no maldigamos! Nuestra palabra de bendición es capaz de cambiar las cosas si la hacemos portadora de la bendición de Dios. Si así bendecimos… ¡así bendice Dios!

Bendecidos por Dios

La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Gálatas, nos habla de la “mayor bendición” que aconteció ya: cuando llegó la plenitud de los tiempos y Dios Abbá envió a su Hijo al mundo, porque tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo unigénito. Y su Hijo nació aquí en la tierra “de mujer”, de María. Añade san Pablo otra característica: ¡también nació “bajo la ley”! Y, por lo tanto, se sometió a todo aquello que la ley nos pide y exige. Jesús sería en todo semejante a nosotros, menos en el pecado y nosotros semejantes a Él, menos en la divinidad.

El Abbá del cielo nos envió también el Espíritu Santo, que grita y clama en nuestros corazones nuestra filiación divina: ¡Abbá!, ¡Abbá! Somos hijos, somos –por ello– herederos, coherederos con Jesús de toda la herencia de Dios. ¿Qué mayor bendición podíamos esperar?

La madre “bendita” de Jesús

María no aparece en el misterio de la Navidad como una mujer autosuficiente, ni orgullosa. El evangelio de este día primero del año nos habla de los pastores como protagonistas. Llegan presurosos al portal, después de escuchar y obedecer las palabras de los ángeles.

Contrasta con la ingenuidad y docilidad de los pastores, la actitud incrédula del viejo sacerdote del Templo, Zacarías que optó por no creer las palabras que el Ángel le transmitió … y por eso, quedó mudo.

En cambio, los pobres y marginados pastores sí creyeron. Y con una diligencia encomiable se dirigieron a Belén. Allí encuentran el misterio en la mayor simplicidad imaginable con María su madre. Ella meditaba todo lo que estaba aconteciendo en su corazón: iba como uniendo y reuniendo las piezas de lo que sucedía hasta llegar a una visión y comprensión más completa de todo.

Conclusión

Que nos conceda el Espíritu –enviado a nuestros corazones– el don de guardar como María el misterio en nuestro corazón y de meditarlo; y como a los pastores la presteza para creer y ponernos en marcha. Sólo después de ver, oír y creer, seremos capaces de comunicar el Misterio de la Navidad.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 2. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

¡QUE NAZCA LA FAMILIA!

 

Hoy es el día de la Familia de Nazaret. Nos introducimos ritualmente en la humilde casa, en el taller de trabajo de José, María y el pequeño y joven Jesús. 

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Honra y respeto a los padres –
  • La familia de la mutua obediencia
  • El relato de la iniciación 

Honra y respeto a los padres

El libro del Eclesiástico considera la atención a los propios padres como un deber sagrado. En ellos se extiende y se hace palpable la honra y el respeto del creyente hacia su Dios. 

En su obra “Así hablaba Zaratustra” interpelaba Nietzsche a dos jóvenes que querían tener un hijo con estas palabras: “¿Os habéis preguntado si sois dignos?”. De seguro que las dudas de José (según el Evangelio de Mateo) proceden de conocer que no era digno de compartir con María, no solo el origen de Jesús, sino incluso la convivencia con ella y él. Quiso Dios, sin embargo, que aquel que no fue padre biológico de Jesús, hiciera las veces de un padre humano, educador, esposo de la madre. Así quedó constituida, por pura gracia, la familia de Nazaret: “el que honra a su padre… cuando rece, será escuchado… al que honra a su madre el Señor lo escucha”?

Jesús convivió con sus padres durante mucho tiempo. Llama la atención que, de sus treinta y tres años de vida, la gran mayoría de ellos los compartiese en su casa de Nazaret: “hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas”.

La familia de la mutua obediencia

La carta los Colosenses presenta la familia como un sistema de Alianza trilateral: el padre, la madre, los hijos. Considera la comunidad familiar como la comunidad de los elegidos de Dios, de los santos y amados; y como una comunidad de virtudes como la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.

Así imaginamos la familia de Nazaret: mutua atención, mutua obediencia, diálogo, capacidad de comprensión hacia el “otro”. Una teóloga casada me dijo en una ocasión: Jesús fue un “hijo difícil”. ¡No había caído en la cuenta! Pero tenía razón. María y José lo ratificarían. ¡No es fácil educar al “Hijo de Dios! y saber tratar a una persona con tanto, tanto misterio… 

El relato de la iniciación

El relato del evangelio bien podría considerarse como un relato de iniciación. A los 12 años un niño en Israel comenzaba a entrar en el mundo de los adultos, quedaba iniciado en la aventura del varón.

El extraño relato de la pérdida del niño Jesús en el templo, se comprende mejor, cuando es contemplado desde la perspectiva antropológica de la iniciación. El niño Jesús se desprende por primera vez del mundo de la madre y del padre y pasa al mundo de la independencia. Abandona el hogar familiar para entrar en el ámbito de su pueblo, donde los maestros, los ancianos sustituyen a los padres. Jesús tenía que nacer de nuevo como hijo del pueblo.

Se pierde, o los padres lo pierden. Lo buscan y lo encuentran en el templo “sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas”. Jesús asombra a todos. Sus padres quedan atónitos y su madre le reprocha: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”.

Jesús les da otra respuesta asombrosa: “¿No sabíais que debía estar en los asuntos de mi Padre?”. Jesús hace referencia al otro ámbito en el cual ha de desplegar su vida. Ha de pasar al mundo del padre. Jesús, sin embargo, baja con ellos a Nazaret y sigue bajo su autoridad. Pero, a partir de aquel momento, todo fue distinto. La familia ha de reconfigurarse. Jesús ha de seguir creciendo. María, su madre y José su padre, no comprendieron y María lo meditaba en su corazón.

Conclusión

No se es familia por un documento que lo acredite. No se es familia por residir en la misma casa y dormir bajo el mismo techo. La familia es una comunidad que debe construirse día a día. En ella hay fuerzas que construyen, pero también fuerzas que destruyen. La madre, el padre y los hijos, no pocas veces también los abuelos, están llamados a mantener una realidad siempre frágil, que en cualquier momento puede saltar hecha pedazos. La familia es la comunidad de los diferentes. No se es familia por un hecho biológico, sino, sobre todo, por un lento aprendizaje de comunicación, de servicio mutuo, de colaboración, de amor.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DÍA DE NAVIDAD. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

NATIVIDAD DEL SEÑOR

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Un edicto imperial: el contexto histórico.
  • Los destinatarios de la gran Noticia.
  • Y nació para morir y resucitar.

Un edicto imperial: el contexto histórico

Jesús nació en Belén y no en Nazaret. Quiso la Providencia de Dios que el emperador Augusto movilizara a todo el imperio romano para hacer un censo de la población. En la región de Siria -a la que Palestina pertenecía- Cirino se encargó de realizar el censo. No pocos nacionalistas se rebelaron ante la iniciativa. José y María secundaron la orden, confiados en la Providencia de Dios y se encaminaron a Belén para empadronarse. El hijo de María iba a nacer en Belén, la ciudad del rey David. José era llamado “hijo de David” Y el profeta Miqueas (5,2) lo había predicho: “¡Belén, de ti saldrá el guía que apacentará a mi pueblo Israel!”.

Pero en Belén no hubo lugar para acoger a la madre embarazada… y dio a luz en un lugar de animales y hubo de reclinar al pequeño rey en un pesebre.

Los destinatarios de la gran Noticia

La gran noticia no le es revelada a los dirigentes como el rey Herodes, ni a los sacerdotes del templo de Jerusalén -entretenidos en sus rezos-, ni a la multitud que se agolpaba en Belén. La gran noticia les es comunicada a los pastores que velaban por turno su rebaño. Así lo proclama hoy la primera lectura del profeta Isaías: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras y una luz les brilló”. La Gloria de Dios los envuelve y estremece. Inmediatamente obedecen: se encaminan a Belén… a la búsqueda del Tesoro: y lo encuentran: “un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a Tito lo refiere y proclama muchos años después: “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado… ¡ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres!”.

Y nació… para morir y resucitar

Esa es la condición humana: nacemos para morir. En el nacimiento está ya inscrita la muerte: el profeta Simeón, movido por el Espíritu, se lo recordaría a María y a José en su primera visita al templo.

El misterio del Niño que hoy nace es que nació para morir, pero también para resucitar. “Y al tercer día resucitó”. Tendría amenazas de muerte a lo largo de su vida. Pero el Niño de Belén será un rey de paz y así lo cantaban los ángeles: ¡Paz en la tierra!

Conclusión

¡Qué mensaje tan precioso por parte de Aquel que muy pronto fue perseguido a muerte… hasta que un representante del imperio la impuso por decreto!

Hoy Jesús resucitado celebra con nosotros la Navidad y nos anima a ser coherentes en la vida, a no ceder ante el Mal y a esperar… porque todo acabará bien… Nuestras navidades ¡para resucitar!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

¡BUSCAD EL TESORO! Contemplando el Belén

 

DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO B

EN EL BAUTISMO SE ABREN LOS CIELOS

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La vocación tardía de Jesús de Nazaret.
  • Quien busca encuentra
  • Extraña identidad: cordero que carga con el pecado del mundo

La vocación tardía de Jesús de Nazaret

También Jesús fue un hombre en búsqueda, porque se hizo en todo semejante a nosotros. No siempre tenía las cosas claras. Tuvo que ir descubriendo paso a paso su destino. Quizá pensemos que pasó excesivo tiempo en casa de José y de María. Si sólo vivió 33 años, ¿cómo justificar que dedicara a su misión profética únicamente los tres últimos años? Diríamos que Jesús fue un profeta con vocación tardía. ¿A qué dedicó, entonces los 30 primeros años?

No deja de ser misteriosa esa distribución del tiempo en la vida de Jesús.  A los doce años se perdió y fue encontrado en el templo y les dijo a sus padres que debía “estar en la casa de su padre”. A partir de ese momento se volvió con ellos a Nazaret y les estaba sujeto. Y así fue… la mayor parte de su vida, como “hijo de artesano” y también como hijo de su madre viuda y miembro de la familia. Renunció a formar una familia y de seguro que se identificó como “eunuco por el Reino de los cielos”. ¡Misteriosa expresión que reflejaba su autobiografía!

¡Quien busca encuentra!

Cuando Jesús se acercó a los treinta años, se puso en búsqueda, abandonó su casa. Y buscó allí donde Juan Bautista predicaba y bautizaba: ¡en el desierto! Se hizo bautizar por Él. Y a través de este mediador, encontró su destino, cuando la Trinidad Santa se reunió y mostró ante Juan y ante el mundo: “Tú eres mi Hijo”, dijo el Padre, “El Espíritu descendió y se posó sobre Él” y Jesús se convirtió en el Mesías esperado. Los evangelistas nos dicen que Jesús “vió los cielos abiertos”.

Extraña identidad: Cordero que carga con el pecado del mundo

El profeta Juan Bautista ve en Jesús al Cordero de Dios que carga con los pecados del mundo. Más tarde Jesús dijo que su carga es ligera: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré… mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,28). ¿Cómo puede ser ligera si carga con todos los pecados del mundo? Y lo es en la medida en que nos pide a todos nosotros que vengamos a Él y compartamos su carga y su yugo.

Jesús murió por nuestros pecados. Se inmoló para que la humanidad se salve. Jesús fue, siguió siendo y es nuestro Redentor. Esto es lo que celebramos en este domingo del Bautismo del Señor.

Bautizados como Jesús

También nosotros hemos sido bautizados. Nada más y nada menos que “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. El agua de Dios se derramó sobre nosotros. Fuimos ungidos con el óleo santo como sacerdotes, profetas y reyes. La dignidad bautismal nos convierte en la clase VIP de la Iglesia y no en cristianos de segunda o tercera clase.

Agradezcamos en este día la “dignidad” recibida. Y dispongámonos a ser en la Iglesia escuchados, dignificados y a asumir en serio nuestra vocación cristiana con todo lo que ella implique.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

EPIFANÍA DEL SEÑOR. CICLO B

EPIFANÍA: EL ESPÍRITU DE LA ESTRELLA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La búsqueda del tesoro
  • El encuentro sorprendente
  • El misterio de la Estrella

La búsqueda del Tesoro

Se puede vivir miserablemente, mientras está al alcance un inmenso tesoro… Se necesita alguien que sepa dónde se encuentra. Al alcance de la mano de todos nosotros hay un tesoro, pero muchos no lo saben.

A los magos de Oriente les fue revelada la existencia del mayor tesoro que ha podido ocultarse en la tierra. Creyeron esa revelación. Y no solo se dispusieron a buscarlo, sino que incluso prepararon regalos (oro, incienso y mirra) como homenaje y agradecimiento a quienes custodiaban aquel tesoro.

Emprendieron el largo viaje… Una estrella los conducía… Y hasta se posó en el lugar exacto hacia el que se encaminaban. No les importó el cansancio, ni tampoco el despiste que sufrieron en Jerusalén ante el rey Herodes. Se empeñaron en encontrar el tesoro y se dejaron conducir por la estrella.

Creer es también crear. La fe mueve montañas. El que cree descubre lo insospechado. Quien no busca vivirá siempre miserablemente. Quien busca encontrará.

El encuentro sorprendente

El destino al que los magos fueron conducidos les resultó sorprendente: una casa humilde, dos jóvenes esposos y un niño recién nacido. Ellos no dudaron. Era él, el niño nacido apenas unos días antes. ¡Él era el Tesoro que Dios había depositado en la humanidad! Y con mucha, muchísima fe… lo adoraron…

Estos magos se hicieron tan famosos que han pasado más de 2023 años y todavía los recordamos, especialmente los niños. Donde encontraron el tesoro no fue en el Palacio de Herodes, ni tampoco en el Templo de Jerusalén… fue en una pobre casita alquilada. Y ahora los magos siguen siendo recordados en nuestros pueblos y ciudades. Buscan, sobre todo, a los niños… pero entre todos ellos, al Niño-Dios.

 El misterio de la Estrella

Muchos se preguntan por el significado de la estrella. Recurren para ello a la astrología e investigan si ya a comienzos del siglo I hubo una “coniunctio magna” o un acercamiento entre dos planetas…, interpretada por los magos como anuncio de un gran acontecimiento.

Quizá lo mejor sea decir que -como siempre- el Espíritu Santo fue la estrella que condujo a los magos de Oriente hacia Jesús y la casa en que se encontraba. El Espíritu siempre tiene como destino a Jesús: sobre Él descendió en el Bautismo: hacia Él condujo a los magos. El Espíritu nos lleva siempre hacia Jesús. Es nuestra buena estrella.

Y como “tanto amó Dios al mundo” –¡no solo a Israel!– que le entregó a su Hijo único, así también hoy nos ama tanto que no permite que nos olvidemos ni de la Estrella, ni de los Magos. Esta humanidad de hoy tampoco se olvida de Dios. Hasta los más incrédulos, sienten en su corazón el estímulo de la estrella y el encanto de los magos de Oriente. ¡Feliz Epifanía! María, José, el Niño. Oro, incienso y mirra.

Esta celebración de hoy nos conduce hacia lo nuclear de nuestro ser humano: ¡busquemos apasionadamente a Dios y lo encontraremos! Y aparecerá la Estrella, el Espíritu Santo que nos lo facilitará. ¿Nos hemos preguntados dónde y cuando se nos aparece la Estrella y nos moviliza?

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. CICLO B

“LA MADRE DE DIOS”: BENDITA Y BIENAVENTURADA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Deseos de bendición
  • El bautismo: marca indeleble de pertenencia.
  • La primera exposición del Santísimo
  • Bendición para los demás

Deseos de bendición

La primera lectura nos muestra cómo Aarón y sus hijos debían bendecir a los israelitas.  La Iglesia también se identifica hoy con ese modo de bendecir y le pide a Dios, nuestro Señor que cumpla cuatro deseos:

  • Que nos sea propicio
  • Que nos proteja,
  • Que vuelva hacia nosotros su rostro y lo haga brillar …
  • Que nos conceda la paz. 

No hay mayor bendición para un ser humano -al comenzar un nuevo año- que unir su vida a Dios, invocándolo.

El salmo 66, que ha sido proclamado después de la lectura del libro de los Números insiste en lo mismo: “El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros… que Dios nos bendiga”.

El bautismo: marca indeleble de pertenencia

Los israelitas se sentían bendecidos por Dios cuando en su cuerpo quedaba marcada la señal de la circuncisión. Era la señal indeleble de su pertenencia a Dios.

Nosotros tenemos otra señal indeleble de bendición de Dios: es el bautismo-confirmación. Quedamos sellados en nuestro cuerpo por el agua y el óleo consagrado. Estar en Alianza para siempre con Dios es el mayor regalo que un ser humano puede recibir.

Los padres de Jesús quisieron que también su pequeño hijo recibiera la marca de su pertenencia a Dios y al pueblo para siempre. Y por eso, como nos dice hoy el Evangelio, fue circuncidado a los 8 días de nacer. Así Jesús “nació bajo la ley para rescatarnos”. Y el rescate consistió en transformar la circuncisión del cuerpo por el bautismo del nuevo nacimiento… que nos hace hijos de Dios por adopción” y nos vuelve templos del Espíritu Santo. El mismo Espíritu que en nosotros clama: “Abbá, Padre” y nos revela así que somos hijos de Dios.

La primera exposición del Santísimo

El evangelio de hoy nos relata el encuentro de los pastores con Jesús. Llama la atención el detalle del evangelista Lucas: ¡el niño Jesús estaba recostado en un pesebre!

Sabemos que el pesebre era, por así decirlo, la mesa en la que comían los animales. Y, sobre aquella mesa no había alimento para los animales. Quien allí estaba depositado -¡expuesto!- era Aquel que se autodefinió así: “Yo soy el Pan de Vida”. Y el contexto no podía ser más elocuente: todo esto sucedía en Belén -en hebreo Beth-lehem, que significaba la “casa del Pan”.

¡Esta fue la primera exposición del Santísimo! El pequeño Jesús es colocado en la mesa más pobre que podamos imaginar como Alimento de Dios, bendición de Dios. ¿Quién no se comerá a besos este regalo que recibimos de las manos de María y de José? 

Bendición para los demás

La celebración de la Navidad trasciende los límites de las religiones. Algo indescriptible sucede en la humanidad. Se siente la necesidad de regalar, encontrarse, el deseo de paz, armonía, surge la nostalgia de amores imposibles, la evocación de quienes nos dejaron… Las luces en la noche nos hablan de sueños flotantes que nos devuelven la ilusión. Una misteriosa Bendición envuelve a nuestro planeta. Y no cesa…

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SAGRADA FAMILIA. CICLO B

MISTERIOSA FAMILIA: entre Belén, Egipto y Nazaret

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • Misteriosa familia
  • Familia emigrante en Egipto.
  • Familia de Nazaret.
  • Familias con alma y corazón.

Misteriosa familia

José y María se casaron legalmente. María concibió a su hijo Jesús, sin la intervención de José. Y éste, tras enorme perplejidad comprendió que su esposa había concebido por obra del Espíritu Santo, y decidió no abandonarla. Entonces encontró el verdadero sentido de su vida, como esposo y padre. Para Jesús sería José el transmisor de la bendición de David. José y Jesús fueron auténticos “davídidas”. Así lo muestran las generalogías y también las aclamaciones populares al Jesús adulto, dirigiéndose a Él como “hijo de David” o entrando solemnemente en Jerusalén y así aclamado.

María tampoco dudó al decirle a su hijo -perdido en el templo-: “Tu padre y yo te buscábamos”.

Familia emigrante en Egipto

Cuando Jesús-niño fue presentado por sus padres en el templo, el profeta laico, Simeón, y la anciana profetisa del templo, bendijeron y acogieron al Niño -pero ninguno de los Sacerdotes del Templo-. Simeón y Ana reconocieron la identidad misteriosa del recién nacido Jesús. Simeón, por su parte, reconoció que Jesús sería un “signo de contradicción” y que María estaría implicada en su suerte. De hecho, Herodes persiguió a muerte a su Hijo. José fue su guardaespaldas y desapareció del mapa de Israel, cargando con una terrible responsabilidad. Y con mucho éxito.

Familia de Nazaret

Jesús niño y adolescente fue creciendo en un contexto humano “único”. Su grandiosa y equilibrada humanidad fue siendo educada bajo la atención e influjo permanente de José y de María. El equilibrio y la energía de Jesús no fueron únicamente un don divino, sino también el resultado de un contexto educativo único, que sus padres le ofrecieron. favorable para el despliegue de su identidad divina.

En el cómputo total de sus años, Jesús vivió la mayoría de ellos en la comunidad familiar de Nazaret. Y cuando tenía los treinta años inició su trienio misionero y profético e inauguró otro modelo familiar cuando dijo: ¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Familias con alma y corazón

Las comunidades familiares son hoy muy diversas y plurales. En ellas los seres humanos esperamos encontrar un lugar seguro, confiable, acogedor. El amor está llamado a superar las divergencias y a tejer una convivencia que sea humanizadora. Y son muchas las familias que lo consiguen porque han encontrado la pedagogía que conduce a situaciones estupendas y luminosas.

Hay también demonios que se introducen en el contexto familiar. Emergen poco a poco, casi sin advertirlo. Crean divisiones, disputas… hasta odio. Y lo que parecía un lugar seguro, se convierte en un espacio amenazador y de alto riesgo.

La familia requiere cuidados intensivos en todas sus etapas. Cuando la familia vive ante Dios y en Dios, encuentra los mejores recursos para que acontezca el milagro y los sueños iniciales se hagan realidad. ¡Que toda familia descubra su vocación a convertirse en “sagrada Familia”! Para eso necesita una bendición sacramental inicial.

José cristo Rey García Paredes, CMF