DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO B

EN EL BAUTISMO SE ABREN LOS CIELOS

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La vocación tardía de Jesús de Nazaret.
  • Quien busca encuentra
  • Extraña identidad: cordero que carga con el pecado del mundo

La vocación tardía de Jesús de Nazaret

También Jesús fue un hombre en búsqueda, porque se hizo en todo semejante a nosotros. No siempre tenía las cosas claras. Tuvo que ir descubriendo paso a paso su destino. Quizá pensemos que pasó excesivo tiempo en casa de José y de María. Si sólo vivió 33 años, ¿cómo justificar que dedicara a su misión profética únicamente los tres últimos años? Diríamos que Jesús fue un profeta con vocación tardía. ¿A qué dedicó, entonces los 30 primeros años?

No deja de ser misteriosa esa distribución del tiempo en la vida de Jesús.  A los doce años se perdió y fue encontrado en el templo y les dijo a sus padres que debía “estar en la casa de su padre”. A partir de ese momento se volvió con ellos a Nazaret y les estaba sujeto. Y así fue… la mayor parte de su vida, como “hijo de artesano” y también como hijo de su madre viuda y miembro de la familia. Renunció a formar una familia y de seguro que se identificó como “eunuco por el Reino de los cielos”. ¡Misteriosa expresión que reflejaba su autobiografía!

¡Quien busca encuentra!

Cuando Jesús se acercó a los treinta años, se puso en búsqueda, abandonó su casa. Y buscó allí donde Juan Bautista predicaba y bautizaba: ¡en el desierto! Se hizo bautizar por Él. Y a través de este mediador, encontró su destino, cuando la Trinidad Santa se reunió y mostró ante Juan y ante el mundo: “Tú eres mi Hijo”, dijo el Padre, “El Espíritu descendió y se posó sobre Él” y Jesús se convirtió en el Mesías esperado. Los evangelistas nos dicen que Jesús “vió los cielos abiertos”.

Extraña identidad: Cordero que carga con el pecado del mundo

El profeta Juan Bautista ve en Jesús al Cordero de Dios que carga con los pecados del mundo. Más tarde Jesús dijo que su carga es ligera: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré… mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,28). ¿Cómo puede ser ligera si carga con todos los pecados del mundo? Y lo es en la medida en que nos pide a todos nosotros que vengamos a Él y compartamos su carga y su yugo.

Jesús murió por nuestros pecados. Se inmoló para que la humanidad se salve. Jesús fue, siguió siendo y es nuestro Redentor. Esto es lo que celebramos en este domingo del Bautismo del Señor.

Bautizados como Jesús

También nosotros hemos sido bautizados. Nada más y nada menos que “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. El agua de Dios se derramó sobre nosotros. Fuimos ungidos con el óleo santo como sacerdotes, profetas y reyes. La dignidad bautismal nos convierte en la clase VIP de la Iglesia y no en cristianos de segunda o tercera clase.

Agradezcamos en este día la “dignidad” recibida. Y dispongámonos a ser en la Iglesia escuchados, dignificados y a asumir en serio nuestra vocación cristiana con todo lo que ella implique.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

EPIFANÍA DEL SEÑOR. CICLO B

EPIFANÍA: EL ESPÍRITU DE LA ESTRELLA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La búsqueda del tesoro
  • El encuentro sorprendente
  • El misterio de la Estrella

La búsqueda del Tesoro

Se puede vivir miserablemente, mientras está al alcance un inmenso tesoro… Se necesita alguien que sepa dónde se encuentra. Al alcance de la mano de todos nosotros hay un tesoro, pero muchos no lo saben.

A los magos de Oriente les fue revelada la existencia del mayor tesoro que ha podido ocultarse en la tierra. Creyeron esa revelación. Y no solo se dispusieron a buscarlo, sino que incluso prepararon regalos (oro, incienso y mirra) como homenaje y agradecimiento a quienes custodiaban aquel tesoro.

Emprendieron el largo viaje… Una estrella los conducía… Y hasta se posó en el lugar exacto hacia el que se encaminaban. No les importó el cansancio, ni tampoco el despiste que sufrieron en Jerusalén ante el rey Herodes. Se empeñaron en encontrar el tesoro y se dejaron conducir por la estrella.

Creer es también crear. La fe mueve montañas. El que cree descubre lo insospechado. Quien no busca vivirá siempre miserablemente. Quien busca encontrará.

El encuentro sorprendente

El destino al que los magos fueron conducidos les resultó sorprendente: una casa humilde, dos jóvenes esposos y un niño recién nacido. Ellos no dudaron. Era él, el niño nacido apenas unos días antes. ¡Él era el Tesoro que Dios había depositado en la humanidad! Y con mucha, muchísima fe… lo adoraron…

Estos magos se hicieron tan famosos que han pasado más de 2023 años y todavía los recordamos, especialmente los niños. Donde encontraron el tesoro no fue en el Palacio de Herodes, ni tampoco en el Templo de Jerusalén… fue en una pobre casita alquilada. Y ahora los magos siguen siendo recordados en nuestros pueblos y ciudades. Buscan, sobre todo, a los niños… pero entre todos ellos, al Niño-Dios.

 El misterio de la Estrella

Muchos se preguntan por el significado de la estrella. Recurren para ello a la astrología e investigan si ya a comienzos del siglo I hubo una “coniunctio magna” o un acercamiento entre dos planetas…, interpretada por los magos como anuncio de un gran acontecimiento.

Quizá lo mejor sea decir que -como siempre- el Espíritu Santo fue la estrella que condujo a los magos de Oriente hacia Jesús y la casa en que se encontraba. El Espíritu siempre tiene como destino a Jesús: sobre Él descendió en el Bautismo: hacia Él condujo a los magos. El Espíritu nos lleva siempre hacia Jesús. Es nuestra buena estrella.

Y como “tanto amó Dios al mundo” –¡no solo a Israel!– que le entregó a su Hijo único, así también hoy nos ama tanto que no permite que nos olvidemos ni de la Estrella, ni de los Magos. Esta humanidad de hoy tampoco se olvida de Dios. Hasta los más incrédulos, sienten en su corazón el estímulo de la estrella y el encanto de los magos de Oriente. ¡Feliz Epifanía! María, José, el Niño. Oro, incienso y mirra.

Esta celebración de hoy nos conduce hacia lo nuclear de nuestro ser humano: ¡busquemos apasionadamente a Dios y lo encontraremos! Y aparecerá la Estrella, el Espíritu Santo que nos lo facilitará. ¿Nos hemos preguntados dónde y cuando se nos aparece la Estrella y nos moviliza?

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. CICLO B

“LA MADRE DE DIOS”: BENDITA Y BIENAVENTURADA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Deseos de bendición
  • El bautismo: marca indeleble de pertenencia.
  • La primera exposición del Santísimo
  • Bendición para los demás

Deseos de bendición

La primera lectura nos muestra cómo Aarón y sus hijos debían bendecir a los israelitas.  La Iglesia también se identifica hoy con ese modo de bendecir y le pide a Dios, nuestro Señor que cumpla cuatro deseos:

  • Que nos sea propicio
  • Que nos proteja,
  • Que vuelva hacia nosotros su rostro y lo haga brillar …
  • Que nos conceda la paz. 

No hay mayor bendición para un ser humano -al comenzar un nuevo año- que unir su vida a Dios, invocándolo.

El salmo 66, que ha sido proclamado después de la lectura del libro de los Números insiste en lo mismo: “El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros… que Dios nos bendiga”.

El bautismo: marca indeleble de pertenencia

Los israelitas se sentían bendecidos por Dios cuando en su cuerpo quedaba marcada la señal de la circuncisión. Era la señal indeleble de su pertenencia a Dios.

Nosotros tenemos otra señal indeleble de bendición de Dios: es el bautismo-confirmación. Quedamos sellados en nuestro cuerpo por el agua y el óleo consagrado. Estar en Alianza para siempre con Dios es el mayor regalo que un ser humano puede recibir.

Los padres de Jesús quisieron que también su pequeño hijo recibiera la marca de su pertenencia a Dios y al pueblo para siempre. Y por eso, como nos dice hoy el Evangelio, fue circuncidado a los 8 días de nacer. Así Jesús “nació bajo la ley para rescatarnos”. Y el rescate consistió en transformar la circuncisión del cuerpo por el bautismo del nuevo nacimiento… que nos hace hijos de Dios por adopción” y nos vuelve templos del Espíritu Santo. El mismo Espíritu que en nosotros clama: “Abbá, Padre” y nos revela así que somos hijos de Dios.

La primera exposición del Santísimo

El evangelio de hoy nos relata el encuentro de los pastores con Jesús. Llama la atención el detalle del evangelista Lucas: ¡el niño Jesús estaba recostado en un pesebre!

Sabemos que el pesebre era, por así decirlo, la mesa en la que comían los animales. Y, sobre aquella mesa no había alimento para los animales. Quien allí estaba depositado -¡expuesto!- era Aquel que se autodefinió así: “Yo soy el Pan de Vida”. Y el contexto no podía ser más elocuente: todo esto sucedía en Belén -en hebreo Beth-lehem, que significaba la “casa del Pan”.

¡Esta fue la primera exposición del Santísimo! El pequeño Jesús es colocado en la mesa más pobre que podamos imaginar como Alimento de Dios, bendición de Dios. ¿Quién no se comerá a besos este regalo que recibimos de las manos de María y de José? 

Bendición para los demás

La celebración de la Navidad trasciende los límites de las religiones. Algo indescriptible sucede en la humanidad. Se siente la necesidad de regalar, encontrarse, el deseo de paz, armonía, surge la nostalgia de amores imposibles, la evocación de quienes nos dejaron… Las luces en la noche nos hablan de sueños flotantes que nos devuelven la ilusión. Una misteriosa Bendición envuelve a nuestro planeta. Y no cesa…

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SAGRADA FAMILIA. CICLO B

MISTERIOSA FAMILIA: entre Belén, Egipto y Nazaret

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • Misteriosa familia
  • Familia emigrante en Egipto.
  • Familia de Nazaret.
  • Familias con alma y corazón.

Misteriosa familia

José y María se casaron legalmente. María concibió a su hijo Jesús, sin la intervención de José. Y éste, tras enorme perplejidad comprendió que su esposa había concebido por obra del Espíritu Santo, y decidió no abandonarla. Entonces encontró el verdadero sentido de su vida, como esposo y padre. Para Jesús sería José el transmisor de la bendición de David. José y Jesús fueron auténticos “davídidas”. Así lo muestran las generalogías y también las aclamaciones populares al Jesús adulto, dirigiéndose a Él como “hijo de David” o entrando solemnemente en Jerusalén y así aclamado.

María tampoco dudó al decirle a su hijo -perdido en el templo-: “Tu padre y yo te buscábamos”.

Familia emigrante en Egipto

Cuando Jesús-niño fue presentado por sus padres en el templo, el profeta laico, Simeón, y la anciana profetisa del templo, bendijeron y acogieron al Niño -pero ninguno de los Sacerdotes del Templo-. Simeón y Ana reconocieron la identidad misteriosa del recién nacido Jesús. Simeón, por su parte, reconoció que Jesús sería un “signo de contradicción” y que María estaría implicada en su suerte. De hecho, Herodes persiguió a muerte a su Hijo. José fue su guardaespaldas y desapareció del mapa de Israel, cargando con una terrible responsabilidad. Y con mucho éxito.

Familia de Nazaret

Jesús niño y adolescente fue creciendo en un contexto humano “único”. Su grandiosa y equilibrada humanidad fue siendo educada bajo la atención e influjo permanente de José y de María. El equilibrio y la energía de Jesús no fueron únicamente un don divino, sino también el resultado de un contexto educativo único, que sus padres le ofrecieron. favorable para el despliegue de su identidad divina.

En el cómputo total de sus años, Jesús vivió la mayoría de ellos en la comunidad familiar de Nazaret. Y cuando tenía los treinta años inició su trienio misionero y profético e inauguró otro modelo familiar cuando dijo: ¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Familias con alma y corazón

Las comunidades familiares son hoy muy diversas y plurales. En ellas los seres humanos esperamos encontrar un lugar seguro, confiable, acogedor. El amor está llamado a superar las divergencias y a tejer una convivencia que sea humanizadora. Y son muchas las familias que lo consiguen porque han encontrado la pedagogía que conduce a situaciones estupendas y luminosas.

Hay también demonios que se introducen en el contexto familiar. Emergen poco a poco, casi sin advertirlo. Crean divisiones, disputas… hasta odio. Y lo que parecía un lugar seguro, se convierte en un espacio amenazador y de alto riesgo.

La familia requiere cuidados intensivos en todas sus etapas. Cuando la familia vive ante Dios y en Dios, encuentra los mejores recursos para que acontezca el milagro y los sueños iniciales se hagan realidad. ¡Que toda familia descubra su vocación a convertirse en “sagrada Familia”! Para eso necesita una bendición sacramental inicial.

José cristo Rey García Paredes, CMF

NAVIDAD. CICLO B

SONÓ EL RELOJ DE LA POBLACIÓN… Y NACIÓ EL HIJO DE DIOS

Dividiré esta homilía en tres partes:

  1. Las estadísticas de la vida
  2. Acoger el regalo de la vida
  3. El nacimiento de alguien “muy especial”

Las estadísticas de la vida

El reloj de la población lleva ya más de un millón de años sin detenerse. Quienes mueren son inmediatamente sustituidos por muchos otros que nacen. La humano-diversidad se adueña de nuestro planeta. Y hasta pensamos sin el un inmediato futuro habrá espacio para todos. El reloj de la vida es el reloj de la Navidad. 

La vida en nuestro planeta azul no se agota en nosotros. Este es el planeta de la vida. Los seres humanos superamos ya los 8.000 millones de habitantes. Pero no somos los únicos vivientes. Más todavía somos sólo una diezmilésima parte de la vida que en la tierra germina. las plantas forman el 81,8 % de la vida, las bacterias 12.7 %, los hongos el 2,2%, los animales el 0,36, los peces el 0,7% y nosotros, los seres humanos sólo el 0,01%.

Ahora somos mucho más conscientes que antes, de cómo hemos de respetar la Vida: la vida humana, la vida vegetal, la vida animal… No queremos hacer de la tierra un depósito de escombros. Además -como dicen los científicos- somos “polvo de estrellas”: hemos surgido a partir de las grandes galaxias. ¡Qué misterio éste el de la vida! La Navidad debería llamarse “Eco-Navidad”. Y en el centro de este gran proceso “el día en que nació el Hijo de Dios, como hijo de María por obra del Espíritu Santo”. El prólogo del Evangelio de san Juan que hoy proclamamos nos sitúa en esta perspectiva.

Hoy es el día de tantas Navidades: grandes santos y políticos, artistas, de científicos, obreros, artesanos, mujeres y varones, madres con corazón dispuestos a amar, a dialogar, a vivir, a soñar.  

Acoger el regalo de la vida

El Dios de la Vida nos la ha entregado para que la cuidemos. Un aborto mata y priva a la humanidad de un ser humano inédito, único, tal vez sorprendente. Y cuando la vida se nos da la cuidamos, la educamos, intentamos obtener de ella lo mejor que encierra como secreto. Y estamos empeñados en que nadie quede al margen. Por eso, optamos por los más pobres e indefensos, por eso, lanzamos políticas de protección, de cuidado, de acogida.

Qué bendita es esta fiesta de la Navidad. Sin saber del todo, porqué, toda la humanidad la celebra. El mundo se viste de luz, de regalos, de sonrisas, de músicas globalizadas. Y es que queremos celebrar una humanidad regida por el Reloj de la Vida, por la Navidad que no cesa. 

El nacimiento de Alguien “muy especial”

Y entre millones y millones de recién nacidos, hace ya 21 siglos, nació un Pequeño muy muy especial. Lo dio a luz una joven de Nazaret. Su vientre se convirtió en el primer hogar de una vida que venía de Dios. Su esposo cuidó de ella y después de su criatura. Protegió a la madre y el niño y nos hizo a la humanidad el más grande favor. En ese Niño nació Dios para nosotros. La Palabra de Dios, que todo lo había creado, se hizo carne. José y María colaboraron para la viabilidad de ese Regalo divino. Y apareció Jesús de Nazaret. En el cielo cantaban… como siguen cantando cuando nace una nueva hija de Dios, un nuevo hijo de Dios. Él hijo único de digno dignificó de tal forma el nacimiento, el seno materno, el proceso del parto, la sexualidad femenina, que desde entonces reconocemos que es bendito el fruto del vientre. 

Y como proclamaban los autores del nuevo Testamento: “En Él y por Él fueron creadas todas las cosas”. “Todo se mantiene en Él”. En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

TIEMPO DE NAVIDAD

TIEMPO DE NAVIDAD: Invitación a la Eco-Navidad – Laudato Sì – Laudate Deum

La Navidad de Jesús es la clave para captar el sentido de nuestro planeta, nuestra historia y nuestra existencia. Hay en el curso vital de Jesús una pedagogía que nos va llevando desde el parto hasta la edad adulta, desde la familia y la madre hasta el hijo -reconocido en su Bautismo como Hijo de Dios-, desde quienes muestran una admirable hospitalidad hacia el Hijo de Dios y lo acogen hasta aquellos que rechazan la venida del Hijo de Dios y buscan matarlo.

La Navidad es tiempo de vida, pero también de amenazas de muerte: es tiempo apocalíptico, en donde se revela el Misterio de Dios y las asechanzas del mal. Por eso, se emplean símbolos que hay que entender en esta clave: mensajes que vienen del cielo, ángeles que aparecen, Escrituras que se cumplen, estrellas del cielo, matanza de inocentes en la tierra, manifestación del Hijo en el río con voz del cielo y Espíritu que desciende, multiplicación del vino en la boda mesiánica.

Invitémonos a vivir con intensidad cada una de las etapas de esta Navidad:

  • Navidad 25 de diciembre: Sonó el reloj de la población… y nació el Hijo de Dios
  • El domingo, 31 de diciembre: Misteriosa Familia: entre Egipto y Nazaret
  • El día 1 de enero: La Madre bendita y bienaventurada
  • El día 6 de enero: Epifanía: el Espíritu es la Estrella-.
  • El 7 de enero: En el Bautismo se abren los cielos

Desde el nacimiento hasta el Bautismo: ¡Eso es Navidad!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

EPIFANÍA DEL SEÑOR. CICLO A

TRAS LA ESTRELLA HACIA EL PORTAL: La Epifanía de la irradiación misionera

La fiesta que hoy celebramos tiene nombre griego. “Epifanía” quiere decir “manifestación”. Celebramos el día en que el Hijo de Dios y de María fue manifestado a otros pueblos de la tierra representados por los magos de Oriente y recibió de éstos homenaje y adoración. Las tres lecturas de este día nos transmiten que: 1) Jerusalén, ciudad de la Luz; 2) Belén y la casa donde se posó la estrella: 3) El misterio oculto desde siempre es revelado a las naciones.

1.   Jerusalén, ciudad de la Luz (Isaías)

Sentimos terror y angustia cuando nos perdemos entre la niebla o en un túnel o cueva sin aparente salida, cuando perdemos toda referencia. Se despiertan en nosotros temores ancestrales y culturales. Nos sentimos víctimas del sinsentido. ¡Así describe el tercer Isaías la situación del mundo, antes de la llegada del Mesías!

“Mira: las tinieblas cubren la tierra y la oscuridad los pueblos”.

Pero Dios envía un profeta de gracia: Mebasser lo llama el profeta Isaías (Is 40; 52; 61), que literalmente quiere decir en hebreo “mensajero de alegres noticias”. Este profeta anuncia el amanecer de la luz y con ella de la Gloria o Belleza de Dios sobre Jerusalén. 

La ciudad se convierte en el vértice del mundo; irradia su luz llega hacia todos los pueblos de la tierra. Atraídos por ella, todos se ponen en marcha: en primer lugar, los hijos e hijas del Pueblo de Dios, dispersos, desterrados; después los demás pueblos. Traen a Jerusalén la riqueza de las naciones: llegan multitud de camellos, dromedarios, traen incienso, oro y proclaman al Dios de Israel: “se postrarán ante el Señor todos los pueblos de la tierra” (Sal 71).

2.   Belén y la casa donde se posó la estrella (Mateo)

Quienes visitan a Jesús en Belén hacen realidad la profecía del Mebasser: primero los pastores, después los magos. Le traen a Jesús las riquezas de las naciones. 

La casita de Belén -en que moraban Jesús, María y José- se convierte en “centro de atracción e irradiación misionera”. Los Magos, personajes sensibles a los signos del cielo, percibieron la llegada a la tierra de una luz misteriosa. Vieron su reflejo en una estrella.  No quisieron perder la oportunidad. Se pusieron en camino y dispuestos a superar cualquier dificultad.

Su visita a Jerusalén muestra, por una parte, su sensibilidad religiosa y por otra la insensibilidad de los sumos sacerdotes y escribas que, aunque conocen las Escrituras, no reconocen en ellas lo que Dios les pide. Los magos creen en la Palabra del profeta; se vuelven exégetas prácticos de ella:

“Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres un mucho menos la última de las ciudades… de ti saldrá un jefe”.

Hay quienes se preguntan por la veracidad histórica de los hechos aquí relatados. La experiencia histórica, más de veinte siglos de experiencia misionera, nos muestran cómo personas de las más diferentes culturas y pueblos se postran ante el Niño y la Madre y lo adoran. Cómo también, hay autoridades políticas y religiosas que persiguen al Niño y a la Madre y quisieran exterminarlos. Lo dijo simbólicamente el libro del Apocalipsis: el dragón está apostando delante de la mujer, para devorar a su hijo apenas nazca (Apc. 12). El dragón sigue también hoy con sus asechanzas. Pero Dios protege al Hijo y a la Madre. La misión de irradiación y atractivo irresistible sigue adelante. 

No debemos confiar más en nuestras estrategias de misión que en el encanto irresistible del Niño de Dios, enviado por el Abbá, porque tanto amaba al mundo…

3.   El misterio oculto desde siempre es revelado a las naciones (Efesios)

En los magos se cumple inicialmente el misterio oculto de Dios, que el autor de la carta a los Efesios reconoce que le ha sido revelado: que comiencen a creer en Jesús y agregarse a su Cuerpo, que es la Iglesia, hombres y mujeres de otros pueblos de la tierra, diferentes del pueblo judío. 

Hoy también asistimos al despliegue maravilloso de la fe en Jesús en todo el mundo. Mujeres y hombres de todas las razas –ahora especialmente en Asia y en África- se sienten iluminados por la luz de Jesús, por su estrella. En cambio, aquellas personas de las que se podría esperar una mayor adhesión de fe y compromiso se muestran escépticas y frías, incluso hostiles, como fue el caso de las autoridades políticas y religiosas de Jerusalén, cuando fueron visitadas por los magos.

Celebramos también la vocación misionera de la Iglesia.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

Solemnidad de santa María, madre de Dios. Ciclo A

HACIA LA CASA FAMILIAR – MARAVILLOSA MATERNIDAD

La historia sigue su ritmo imparable. Un número más acabamos de añadir a la contabilidad del tiempo. Anoche despedíamos entre alegría y nostalgia el año 2022, totalmente envejecido y caduco. Dimos la bienvenida al año nuevo 2023. Hemos comenzado ya a escribir la primera página. Nos brotan espontáneamente buenos deseos y augurios: deseamos paz, justicia, salud, felicidad…  La Eucaristía de este domingo nos invita a dar tres pasos: 1) El deseo: ¡que Dios nos bendiga! 2) El misterio: ¡nacido de mujer!; 3) Presentación humilde en sociedad e imposición del nombre.

1.   El deseo: ¡que Dios nos bendiga!  (Libro de los Números)

Nuestra historia humana es compleja, impredecible, imprevisible. No podemos evitar el temor estadístico ante todo lo malo que nos puede acontecer: guerras, accidentes, catástrofes, enfermedades, conflictos políticos, familiares, comunitarios. Pero sí podemos -ante todo- confiar en nuestro Dios como confió en Él Moisés cuando bendijo al pueblo de Israel con estas palabras:

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”.

¡Qué bellísima bendición para comenzar el año 2023! Le pide a nuestro Dios para nosotros, nuestras familias, comunidades y amistades, para nuestros pueblos, para nuestro planeta y todos sus habitantes, cinco regalos: ¡bendición, protección, luz, favor, mirada y paz!

También nosotros podemos ser extensión de la bendición de Dios para los demás, como nos pedía san Pablo: “¡Bendecid, sí! ¡Bendecid, no maldigáis!” (Rom 12,14).

2.   El misterio: ¡nacido de mujer! (Gálatas)

La mayor bendición de Dios a la humanidad nos llegó hace ya más de 20 siglos: el maravilloso día en que una joven doncella, María de Nazaret, prometida como esposa a José de la casa de David, dijo “fiat” (“hágase”) al mensajero divino. En ese momento se inició en su cuerpo -sin estrenar- un tipo de maternidad misteriosa, única, virginal, trascendente. Su cuerpo femenino fue penetrado y consagrado por el Espíritu de Dios y la potencia del Altísimo la cubrió con su sombra. Durante nueve meses el Abbá y el Espíritu realizaron en ella la más misteriosa encarnación del Hijo eterno de Dios.

En su carta a los Gálatas san Pablo nos describe este misterio y lo prolonga en nosotros. Sus palabras son concisas y emocionantes: 

  • Se cumplió el tiempo. 
  • Dios envió a su Hijo, nacido de mujer para que recibiéramos la filiación adoptiva.
  • Porque somos hijos de Dios, envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama “¡Abbá!”

María fue adoptada como madre y nosotros como hijos. Por eso, gracias al Espíritu podemos decir: ¡Abbá! Gracias al Espíritu María podía decir a Jesús: “¡Hijo mío!”.  

La bendición llegó a la humanidad por medio de la maternidad de María. Y lo que ella revela es no solamente que Jesús es el Hijo de Dios, sino que también nosotros lo somos por pura gracia y misericordia.

3.   Presentación humilde en sociedad e imposición del nombre

El evangelio de este día nos narra con sencillez cómo el Niño fue presentado en sociedad por María y José. Lo presentaron a los pastores, que les transmitieron el sorprendente mensaje de los ángeles. La actitud de la madre, María, nada tenía de arrogante. Humilde, estremecida, “meditaba todo esto en su corazón”. José no asumía ningún protagonismo. Allí estaba, silencioso, pero siempre alerta y disponible para cualquier emergencia. 

Al cumplirse los ocho días, María y José hacen que el Niño divino sea circuncidado para quedar marcado en su cuerpo por el signo de la Alianza. Además, le imponen el nombre inspirado por el ángel: el nombre abreviado de Josué, es decir, “Jesu”. María y José, al imponerle el nombre, lo reconocen oficialmente como su “hijo”; y desde el simbolismo, consideran que salvará al pueblo y lo llevará a la tierra prometida.

Conclusión

Al comenzar este año, acerquémonos simbólicamente a María para honrar su magnífica maternidad y proclamar que gracias a ella la humanidad está en manos de Dios. Y que la bendición de Dios se derrame sobre todos los seres humanos y sobre la madre tierra y todo lo que la habita.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DÍA DE NAVIDAD

MISTERIOSO NACIMIENTO

Para celebrar, hoy 25 de diciembre, la Navidad de Jesús la Iglesia escoge y proclama algunos de los textos más sublimes y difíciles de interpretar del nuevo Testamento: unas líneas iniciales de la carta a los Hebreos y el misterioso prólogo del cuarto Evangelio. Anoche se nos relató el hecho histórico. Hoy se nos revela, en tres momentos, su misterioso significado para la creación y la humanidad.
1. “El Verbo se hizo carne”;
2. Era “el Hijo de Dios”;
3. El portador de un inimaginable anuncio.

1.   “El Verbo se hizo carne” (Cuarto Evangelio)

El evangelio -apenas proclamado- nos transmite el nacimiento de Jesús con estas palabras sorprendentes: “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. En el recién nacido y reclinado en un pesebre, contempla el evangelista -nada más y nada menos- a la Palabra de Dios, que era Dios, que es la luz de todos los hombres, por la que todo fue creado, y que ahora se hace carne y pone su tienda, su morada entre nosotros. 
Quien ha nacido es el Verbo, la Palabra de Dios. En ella está la vida. La Palabra de Dios es Luz. Cuando esta Palabra es pronunciada, todo se ilumina y desaparecen las tinieblas. 
Sin embargo, el evangelista nos pone alerta. Las tinieblas se oponen a la Luz. No quieren recibirla. De hecho, hubo y sigue habiendo seres humanos que se oponen a la Luz. La Palabra se hizo carne. Jesús era la Palabra de Dios hecha carne.

2.   “Era el Hijo de Dios” (la carta a los Hebreos)

La carta a los Hebreos -de autor desconocido- nos habla de una forma más concreta y menos abstracta. Nos revela algo absolutamente impensable para los hebreos, contemporáneos. Dios ha hablado de muchas maneras en los tiempos antiguos: a través de los profetas, de los autores sagrados; pero lo absolutamente inimaginable es que -en estos últimos tiempos- nos hablado a través de su Hijo “al cual ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado las edades del mundo”.
Esta revelación es inaudita para un hebreo: ¡que Dios nunca ha sido un Dios solo, único, célibe! ¡que Dios ha tenido un Hijo desde siempre! ¡que últimamente nos ha hablado a través de ese Hijo! Se trata de Jesús de Nazaret. 
También para nosotros es inimaginable que un niño recién nacido pueda ser el “Unigénito”, el “hijo único de Dios”. El autor de la carta a los hebreos añade: es “el reflejo de la belleza de Dios, la impronta de su ser, el que sostiene el Universo con su palabra poderosa”

3. El portador de un inimaginable Anuncio (Isaías)

Podríamos celebrar el nacimiento de muchos seres humanos, hombres y mujeres, que han sido enormes regalos para la humanidad. Pero ¿por qué esta navidad del 25 de diciembre?
La liturgia recurre hoy al capítulo 52 de Isaías. ¡Qué bellos son sobre los montes los pies del Mebasser que anuncia la Paz y trae la buena noticia, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”!
Esta lectura no nos habla de un profeta de desventuras. Hace referencia al profeta de Buenas noticias para toda la humanidad: el “Mebasser” en lengua hebrea. Verle caminar sobre los montes a pie descubierto para transmitir la noticia, es un espectáculo de grandísima belleza. Y su mensaje no podía ser mejor: “Tu Dios es rey de la tierra, del universo”. Se inaugura el Reinado de Dios.

Conclusión

Y esa fue la noticia extraordinaria que desde Jesús hasta hoy se debe transmitir. No estamos dejados de la mano de Dios. Aunque no lo parezca Dios reina en el mundo. Y hay paraíso. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¡Feliz Navidad, hermanos!

José Cristo Rey garcía Paredes, cmf

NOCHEBUENA

HACIA EL PORTAL DE BELÉN

“DADO A LUZ EN LA NOCHE” 

 

Esta noche tiene un encanto especial: en ella nació Jesús. Solamente hay, otra se le parece y que la culmina: la vigilia pascual, en que Jesús resucitó. En estas dos noches la Iglesia se pone en vela. La magia de esta noche hace acto de presencia en nuestra sociedad secularizada: música ambiental navideña, regalos mutuos y deseos de paz, cenas familiares. Nosotros la celebramos en la intensidad misteriosa de la Eucaristía de medianoche. En la proclamación de la Palabra se nos transmite un triple mensaje:
1. Una luz grande en medio de la noche (Isaías)
2. Dios floreció en la historia (Lucas)
3. A la espera de la aparición gloriosa (carta a Tito)

1.   Una luz grande en medio de la noche (Iasías)

Acabamos de escuchar las solemnes palabras del profeta Isaías: 

“el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras y una luz brilló”. 

Esa luz grande emerge del seno de una joven mujer. Ella da a luz un Niño, descrito por el profeta con estos términos: Consejero, Dios guerrero, Padre, Príncipe de la paz. Ha llegado el esperado en las cuatro semanas del adviento. “Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación a todos los hombres”, que es el “gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” -como nos dice la segunda lectura tomada de la carta de san Pablo a Tito.

2.   El relato: contexto, hecho y signo

El evangelista san Lucas nos relata con tres rasgos cómo sucedió: el contexto, el hecho y el signo. 

  • El contexto histórico: sucedió cuando el emperador romano Augusto decretó hacer el censo en todo el imperio. Con ese motivo, José –descendiente de David- y su esposa, María, tuvieron que desplazarse a la ciudad de Belén o Bethlehem cuyo significado era “casa del pan”. 
  • El hecho: María, la esposa de José dio a luz a su primogénito”. Y unos pastores -que velaban sus rebaños en la noche- se vieron sorprendidos por una luz de cielo y multitud de ángeles que cantaban la gloria de Dios, anunciaban lo que acababa de suceder: el nacimiento de un Salvador. 
  • La señal: un ángel los encaminó hacia Belén y les ofreció este signo: “Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Emergió la luz de Dios en el espacio más insospechado y humilde.  

3.   ¡Cantemos villancicos!

La liturgia de esta noche nos invita -como los ángeles a los pastores- a trasladarnos simbólicamente al portal de Belén y allí adorar al Salvador que nos ha sido enviado por Dios Padre.

Cantaremos el bellísimo canto compuesto en el siglo XVII “Adeste, fideles” y otros villancicos, con los cuales nos introduciremos en el Misterio de esta noche santa. Cantar villancicos es orar, es proclamar el evangelio, la buena noticia. Así lo hacían los aldeanos (en latín villanus) cristianos de los siglos V y VI. Con un lenguaje popular inventaban melodías sencillas para transmitir –en sus catequesis- los hechos del Evangelio, especialmente la Navidad. Porque procedían de los villanos, se les llamó pronto “villancicos”.

Conclusión

De esta forma sencilla, popular, festiva, acogemos la presencia de la Luz, del Hijo de Dios, que llega a nosotros sin protocolos, humilde, con la señal de la pequeñez. ¡Ay qué Dios tan accesible! ¡Feliz Navidad!

José Cristo Rey García Paredes, cmf