DOMINGO 27. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡BELLA… PERO DIFÍCIL FIDELIDAD!

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • ¡No conviene que el hombre esté solo!
  • En momentos difíciles… perseverantes en el sufrir
  • ¡Al principio no fue así!
  • Fidelidad: ¡cuidados extra!

¡No conviene que el hombre esté solo!

Nuestro Creador lo comprendió desde el primer momento que el ser humano -Adam- -ser inteligente y afectivo- no debería vivir en soledad: ¡necesitaba una ayuda adecuada! Adán había dado nombre a todos los animales de la tierra y el cielo. Todas esas criaturas tendrían un “nombre humano”. Pero Adán no encontró ningún animal que capaz de acompañarlo en la aventura de su vida. Entonces intervino el Creador: extrajo de la unidad la dualidad: al contemplarla Adán exclamó: “¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!”.

Y la consecuencia de ello fue un “… y por eso el varón dejará a su padre y a su madre y “se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Y así hizo surgir el Creador la maravilla del matrimonio, que ha dado lugar a una humanidad hoy de más de 8.000 millones de seres humanos.

En momentos difíciles… perseverantes en el sufrir

La segunda lectura -un breve texto de la carta a los Hebreos- nos transmite una enseñanza enormemente importante para las parejas: habrá momentos en los cuales la convivencia se vuelva muy difícil: convivir no es solo gozar, también sufrir, porque somos distintos. A la pareja se le propone el ejemplo de Jesús, quien tras mucho sufrir fue coronado de gloria. Sacrificarse por otro es un germen de vida y de reconciliación. Mediante el sufrimiento nos perfeccionamos. ¿No ocurre eso en los atletas? ¿Por qué no puede acontecer también en cada pareja, en cada matrimonio?

¡Al principio no fue así!

Sobre muchas parejas en trance de divorcio podría repetirse el texto del evangelio de Marcos hoy: ¡al principio no fue así!  Y Jesús lo ratifica: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Estas palabras no son una ley fría, sino una promesa, una realidad posible. Al ser humano le corresponde no imposibilitar, con su falta de fe y su descompromiso, el don que le ha sido concedido. ¡Lo demás depende de Dios! ¡Hay dejar protagonismo a Dios en la relación de pareja!

Jesús invita a dejarse unir por Dios, a descubrir a aquella persona, en la cual cada ser humano encuentra su “ayuda semejante”. Puede haber alucinaciones, percepciones inadecuadas, pasos precipitados… Hay que saber discernir qué es “lo que Dios ha unido”. Bendecir aquello que Dios “no ha unido” es una profanación. La belleza del Sacramento del Matrimonio está precisamente en transparentar la bendición de Dios ante aquella pareja que Él ha ido uniendo a través de la aventura y el romance amoroso. 

Nuestro Dios Creador y Redentor no quiere que el ser humano esté solo. Por eso, toda vocación humana lleva en sí las semillas de la comunión: amistad, eros, solidaridad, filantropía y caridad. El Amor nos saca de la nada. Completa la creación del ser humano. 

Fidelidad … cuidados “extra”

El amor requiere cuidados “extra”. La cuidadora del frágil y poderoso amor se llama “Fidelidad”.  La fidelidad no juega, no se despista. Es amiga de la profundidad; descubre el todo en el fragmento; es agradecida y no reivindicativa; cultiva la finitud para descubrir en ella toda la trascendencia.

¿Qué ocurre cuando Dios es acogido en las relaciones afectivas y amorosas? San Agustín decía que “las mejores amistades son aquellas que Dios aglutina”. Un día me dijo un joven -muy enamorado de su novia- con la que se iba a casar unos días después: “¿qué haré para no perderla?”. Lo único que se me ocurrió decirle fue: “Rezad juntos el “padrenuestro”… “¡no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!”. Y es que “lo que Dios ha unido…” y sigue uniendo… siempre tiene futuro.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 26. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡CELOS, ESCÁNDALOS Y RIQUEZAS!

Dividiré esta homilía en tres partes.

  • Los celos de Josué y de Juan
  • La perversión de la riqueza
  • El arte diabólico del escándalo

Los celos de Josué y de Juan

Nos dice la primera lectura del libro de los Números que el joven Josué, llevado por los celos, le pidió a Moisés que prohibiese profetizar a quienes, sin estar presentes en la reunión programada, les había sido concedido compartir su espíritu (Num 11, 25-29). El anciano Moisés lo desenmascara y le dice: “–¿Tienes celos por mí? Pero al mismo tiempo lo orienta: “¡Ojalá que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su Espíritu!”. 

También el Evangelio nos ofrece otro episodio semejante: el apóstol Juan, llevado por los celos, le comunica a Jesús que ellos le han prohibido a un extraño, expulsar demonios en su nombre “porque no era del grupo”. Jesús, le hace ver su error y le invita a no cerrarse en el grupo: ¡Quienes no están contra nosotros, están con nosotros!

Hay que estar abiertos a la acción del Espíritu, incluso cuando se manifiesta de formas inesperadas.

La perversión de las riquezas

La segunda lectura, tomada de la carta de Santiago condena duramente a quienes amasan riquezas y logran fortunas injustas: recuerda que los bienes materiales son pasajeros y que lo verdaderamente importante es vivir según los valores del Reino de Dios. 

El dinero que llega a mis manos no es nunca “del todo mío”. No puedo utilizarlo como yo quiera. Es dinero que pertenece a la comunidad humana y en ella, de una manera muy especial, a los más necesitados. Como alguien dijo: “toda propiedad privada, tiene una hipoteca social”.

Cuando el amor mira el dinero, lo transforma en servicio, en don, en instrumento de solidaridad. Cuando el egoísmo mira el dinero, lo privatiza, lo torna objeto de placer, lo oculta para un disfrute no controlado.

El dinero es piedra de toque a la hora de calibrar nuestra calidad de vida cristiana. Por eso Jesús nos dijo: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Y hoy Santiago nos dice: “Vuestra riqueza está podrida” y añade que quien no comparte sus bienes y defrauda a los trabajadores está asesinando.

El arte diabólico del escándalo

La gran estrategia del mundo diabólico consiste en seducir a determinadas personas inocentes para que cooperen en el mal. En el evangelio de Mateo 18,6 Jesús utiliza una imagen muy fuerte para enfatizar la gravedad de causar daño o escándalo a los más vulnerables, en este caso, los niños. La rueda de molino y el mar representan un castigo severo, subrayando la importancia de proteger y cuidar a los pequeños. En el contexto cultural de la época, una rueda de molino era un objeto grande y pesado, y ser arrojado al mar con una de estas ruedas atada al cuello significaba una muerte segura y terrible. Esta imagen impactante tenía el propósito de hacer que sus oyentes comprendieran profundamente la importancia de proteger a los inocentes y vulnerables.

Al usar una imagen tan dramática, aseguraba que su mensaje no solo se entendiera, sino que también se recordara y se tomara en serio.

Conclusión

“Celos, escándalos y riquezas pervertidas” son tres llamadas con una única finalidad: abrir el horizonte de nuestra vida al amor lúcido, transformador: descubrir el bien en los demás y dejarles libertad, descubrir el mal en los demás y denunciarlo, ofrecer los propios dones a los demás y enriquecerlos.

José cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 25. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡EL ÚLTIMO PUESTO!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La verdadera sabiduría
  • Hacerse el último y el servidor de todos
  • Acoger a los pequeños.

La verdadera sabiduría

El Libro de la Sabiduría -primera lectura- nos pide que nunca pongamos a prueba con ultrajes y tormentos a una persona buena y justa. Ejercer la fuerza y el poder sobre los demás nunca es de sabios.

La carta de Santiago -segunda lectura- nos habla de una sabiduría -todavía superior- que viene de lo alto: ella es “pura, pacífica, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera”. Esta sabiduría nos viene de Dios y nos vuelve serviciales y humildes.

Hacerse el último y el servidor de todos

El evangelio de Marcos nos presenta a Jesús enseñando a sus discípulos sobre su inminente pasión, muerte y resurrección. Y ellos en lugar de atender a lo que Jesús les dice, se ponen a discutir sobre otra cuestión: ¿quién es el más importante de nosotros? Es normal que también nosotros nos hagamos una pregunta semejante.

Jesús aprovechó esa oportunidad para transmitirnos una lección única e inesperada: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.  ¿Nos imaginamos en el último lugar y al servicio de todos?

Acoger a los pequeños

Para ilustrar su enseñanza, Jesús tomó a un niño y lo pone en medio de ellos: en aquella cultura, los niños no tenían estatus social ni derechos. Jesús entonces abrazó al niño y dijo unas palabras misteriosas: “El que reciba en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí”. Fijémonos qué significado tan terrible tienen estas palabras cuando un niño es intencionalmente eliminado en el seno de su madre, o en el caso de los niños sin-hogar que se ven obligados a emigrar… Jesús nos invita a acoger y servir a los más vulnerables y marginados de la sociedad. Cuando lo hacemos, lo acogemos a Él.

Conclusión

Estos tres textos (libro de la Sabiduría, carta de Santiago y evangelio de Marcos) nos invitan a examinarnos y preguntarnos: ¿Busco la grandeza a través del poder y la ambición? O ¿me contento con el servicio humilde y la acogida de los más pequeños? Es sabio y grande quien se dedica al servicio desinteresado y humilde. Y nuestro modelo es Jesús mismo que dijo: “No vine a ser servido sino a servir y dar mi vida en rescate por todos”. “Si no os hacéis como niños…”

Oración conclusiva

Jesús, que, en medio de tu comunidad, yo sea como ese niño sin pretensiones en quien tú te ves reflejado. Jesús, que en mi vida no pretenda grandezas que superan mi capacidad. Que no desee honores, privilegios, escalar hacia donde otros no lleguen. Hazme simplemente hermano de todos, servidor de mis hermanas y hermanos. Y que todos juntos formemos la iglesia de los humildes, de los menores, de quienes siempre buscan “los últimos puestos”.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 24. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡NO TIRAR LA TOALLA!

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • En ciertos temas ¡no se negocia!
  • … cuando tiramos la toalla
  • Lo innegociable
  • La fidelidad.

En ciertos temas ¡no se negocia!

En el evangelio apenas proclamado, Simón Pedro, intenta “disuadir” a Jesús para que evite su condena a muerte. Jesús le responde de una manera horrible, como si viera en Simón Pedro al mismo Satanás. Y, dirigiéndose a los demás discípulos les dice:

«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Cuando alguien se desdice de su proyecto decimos que tiró la toalla. Pues… ¡Jesús no, aunque Simón Pedro lo pretendía.

Cuando nosotros ¡sí! ¡Tiramos la toalla!

Es cierto que nosotros sí: en más de una ocasión hemos tirado la toalla. Esto nos pasa cuando:

  • rompemos una relación -personal o comunitaria, a la que nos habíamos solemnemente comprometido, o abandonamos un trabajo cuando requiere de nosotros perseverancia y sacrificio…
  • nos sentimos “acomplejados” por pertenecer a una comunidad cristiana que defiende valores que no resultan obvios en la sociedad en la que vivimos.

Jesús hoy, en su Evangelio nos pide ¡no desistir en nuestros buenos proyectos!

¡Lo innegociable!

Y ahora nos preguntamos: ¿qué es innegociable en mi vida?

  • La lectura del profeta Isaías nos habla del Siervo de Yahweh y todo lo que para él era absolutamente innegociable: no se tapa el rostro ante ultrajes ni salivazos
  • Jesús hizo también lo mismo en su pasión; ninguna autoridad religiosa o imperial fue capaz de taparle la boca aunque lo condenara a muerte. No quiere negociar su vida a costa de rebajar su mensaje.
  • También Santiago nos dice en la segunda lectura que no basta proclamar la fe, es necesario traducirla en obras de hospitalidad, de acogida y ayuda al hermano.

La fidelidad

Fidelidad no es obstinada fijación en la propia forma de pensar y en las propias convicciones. Hay que ser fieles, ante, a Dios que ha establecido con nosotros una Alianza par siempre. Así lo expresa hoy el profeta Isaías:

“El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos”.

Sólo nuestro Dios impide que tiremos la toalla. Cuando uno pone en sus manos los mandos de la nave de la propia vida, entonces Dios mismo hace posible la coherencia vital, pone en nosotros sus convicciones más íntimas y hace posible en nuestra debilidad su fortaleza.

Así fue Jesús. En su oración de Getsemaní encontró la fuerza necesaria para no echarse atrás. Al fin pudo exclamar: ¡Abbá, misión cumplida!

Oración

Abbá, conoces nuestra debilidad. Sabes cuántas veces sentimos la tentación de echarnos para atrás: de defendernos en lugar de defenderte; de seguir nuestras convicciones en lugar de las tuyas. Sé fuerza en nuestra debilidad. Permítenos seguir a Jesús, sin abandonarlo en ningún momento. Y que seamos conscientes de que en esta lucha, la victoria pertenece a nuestro Dios.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 23. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

EL PROCESO CURATIVO… POR CONTACTO

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El “anillo de oro”
  • La sanación es posible: contacto secreto
  • Desde lo imposible a lo imprevisible.

El “anillo de oro”

En la primera lectura -tomada de la carta de Santiago- se nos dice que quienes formamos parte de la asamblea litúrgica, tendemos espontáneamente a prestar nuestra atención a quienes “llevan anillo”, o “anillo de oro” y, en cambio, dejar apartado y sin prestarle atención al que no lo lleva, es decir, al pobre. ¡Ya sabemos lo bien asignados que están los puestos de honor en las grandes celebraciones, mundanas, pero también vaticanas o diocesanas … Nos encanta el boato y los primeros lugares.

Santiago sabía que Jesús había prestado siempre especial atención a los excluidos. Y así lo ratifica el evangelio de hoy: Jesús le presta toda su atención a un sordomudo de la región que muchos consideraban cuasi-pagana de la Decápolis.

La sanación es posible: contacto secreto

En una gran película titulada “Black”, el director indio Sanjay Leela Bhansali, nos relata la historia de una niña sordomuda y ciega que logra la independencia y la confianza en sí misma tras un arduo proceso educativo. El relato está inspirado en la vida de la activista, escritora y oradora estadounidense Helen Keller Adams (1880-1968), que fue capaz de superar sus limitaciones gracias a su maestra Anne Sulivan. Quien en la película rescata a la niña ciega y sordomuda -Michelle- es un excéntrico profesor alcohólico, Debraj Sahai, que dedicó un largo tiempo de su vida a educar a la niña ciega, que -conforme creía- parecía cada vez más salvaje. El profesor utilizó su magia para hacerla crecer autonomía y confianza: primero como domador de fieras, después como entrenador de deportistas y finalmente como maestro de la sabiduría. Dios elige a los débiles para confundir a los fuertes, parece decirnos la película “Black”.

Probablemente los milagros de Jesús no tuvieron efectos repentinos, sino que abrieron procesos de sanación. Jesús era un maestro, el Maestro e invitaba a recorrer procesos dentro de un contexto mágico o milagroso: “el Reino de los cielos”. En ese contexto ¡todo es posible! El Reino de Dios es la mejor terapia para el mundo. El Reino de no se impone, sino que es encuentro, diálogo, alianza. Por eso, Jesús se encontró “a solas” con el sordomudo -alejado de la gente-; lo acogió en su ámbito misterioso. No utilizó medicinas; el remedio fue el contacto con su cuerpo, mediante la saliva y sus manos y… así aconteció la maravilla: el sordo mudo comenzó a oír y a hablar.

Desde lo imposible a lo imprevisible

Cuando el Reino de Dios llega a nosotros y nos dejamos afectar por él, experimentamos su fuerza terapéutica y sanadora. Los milagros del Reino de Dios continúan -aunque no de forma espectacular-, sino en encuentros “a solas” como el de Jesús y el sordomudo. Buscando lo imposible, se llega a lo imprevisible. Jesús no curaba en masa, a grupos, sino siempre en contacto especial con cada persona.

Nosotros somos también una extensión del Jesús sanador. No podemos imaginar la fuerza terapéutica que podemos desprender con una pequeña palabra, con un contacto humanizador, con una oración confiada por alguien. Soñando lo imposible, se llega a lo imprevisible… porque todo es posible para el que cree.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 21. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

CUANDO COMULGAR ES “PELIGROSO”

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El abandono de la comunión eucarística
  • Invitación escandalosa: ¡Comer la carne, beber la sangre! 
  • Cuando comulgar es peligroso

El abandono de la comunión eucarística

El silencioso abandono de la comunión eucarística se debe a las normas de la Iglesia sobre los requisitos para comulgar: confesión previa de los pecados, propósito de la enmienda y reconciliación. 

En todo caso, hoy Jesús en el Evangelio no nos habla en esos términos. Si los discípulos lo abandonaron fue cuando Jesús les habló “comer su carne y beber su sangre”. ¡Ese fue el lenguaje que les resultó intolerable y no las condiciones necesarias para comulgar!

Invitación escandalosa: ¡Comer la carne, beber la sangre! 

La Eucaristía nos dice cómo Jesús fue nuestro Mesías, nuestro Redentor. Sus palabras escandalizan también hoy: “si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”. Jesús -en manera alguna- invitaba al canibalismo; él sabía expresarse muy bien y hacerse comprender por sus discípulos. 

Quería decir que iba a escoger el camino humilde y doloroso del Hijo del Hombre y no el esplendoroso de un “hijo de David”. Jesús renunció a la violencia, no tenía dónde reclinar su cabeza, fue condenado a muerte y ejecutado en la cruz y, en la última cena, lleno de amor entregó su cuerpo y su sangre por todos. También se identificó con el grano de trigo que cae en tierra y muere, pero después produce mucho fruto.

Comulgar el pan y el vino del Hijo del Hombre es  identificarse con su destino. ¿Estáis dispuestos a beber el cáliz que yo he de beber? El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo.

Cuando comulgar es peligroso

Comulgar en este contexto es peligroso para “nuestro ego”. Comulgar es “negarse a uno mismo”, “tomar la cruz”, “comprometerse a seguir a Jesús”. Comulgar es creer que sólo el grano de trigo que cae en tierra y muere produce mucho fruto.

Conclusión

¡No nos acostumbremos a comulgar a a no comulgar! Como el centurión digámosle a Jesús: “Señor, yo no soy digno… pero dí una sola palabra”. O digámosle a Dios Padre: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz, este pan eucarístico, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. 

Cuando Jesús habló en estos términos muchos lo abandonaron. ¡Que no sea así entre nosotros! 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 20. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

EUCARISTÍA DE LA SABIDURÍA Y DEL HIJO DEL HOMBRE

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La casa de la Sabiduría y sus siete pilares
  • El imperio del Hijo del Hombre
  • Quien comulga anticipa lo que vendrá

La casa de la Sabiduría y sus siete pilares

La primera lectura está tomada del libro de los Proverbios. Este libro contiene dichos de sabiduría, que nos enseñan el arte de vivir. Sin ese arte la vida se embrutece, se vuelve insensata, falsa y estúpida.

La Sabiduría es como una casa construida sobre siete pilares; por eso, no hay peligro de derrumbe. Esa casa tiene las puertas abiertas y nos invita a participar de su excelente banquete, ya preparado. Ofrece ¡Pan y Vino!¡Qué misteriosa profecía! Este sueño se hizo realidad en Jesús. Él nos hizo accesible la Sabiduría. Él mismo es -como decía san Pablo- la Sabiduría de Dios. ¡Qué fantástico es acercarse y participar del banquete de Sabiduría que él pone a nuestra disposición!

El imperio del Hijo del hombre

La segunda lectura -tomada del profeta Daniel- nos habla del “Hijo del Hombre”, a quien el Rey del Universo -el Anciano de días- le confía todo el poder. Y ante ese poder todos los imperios opresores -representados por monstruos violentos- caen y son arrojados al abismo. El Hijo del Hombre se caracteriza por su humanidad.

Hoy sabemos cuáles son esos imperios monstruosos: los ídolos del poder, sexo, dinero y todas sus secuelas y secuaces. Con nosotros está, sin embargo, el Hijo del Hombre -imperio del “rostro humano”- que nos entrega su Cuerpo y su Sangre -“verdadera comida y bebida”. El reinado del Hijo del Hombre no atenta contra nadie; a nadie quita la vida; a nadie disminuye o empobrece. Quien come la carne del Hijo del Hombre y bebe su sangre tiene vida. Jesús nos quiere con-corpóreos y con-sanguíneos con Él: que vivamos por Él, que resucitemos con Él.

Quien comulga anticipa lo que vendrá

Quien comulga no se va de la tierra. Él mismo es señal de que la tierra se está haciendo nueva. Es emergencia de la Nueva Jerusalén. Toma posesión de aquello que los insensatos y los opresores están perdiendo definitivamente.

Oración

Jesús, ¡qué difícil nos resulta comprenderte! Nos das demasiado, a nosotros tan torpes para comprender. En la Eucaristía nos das muchísimo más de lo que nosotros podemos pedirte o imaginar. Que tu santo Espíritu nos eduque en el arte de acogerte, de entrar en Tí, de incorporarnos a Ti. ¡Que no se pierda nada de lo que nos regalas! Que no seamos tan insensatos como para no valorar el Tesoro que nos concedes y la energía nueva que pones a nuestra disposición. Gracias, Sabiduría de Dios. Gracias, Hijo del Hombre.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

15 DE AGOSTO. ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA. CICLO B

LA ASUNCIÓN:

el final de nuestra peregrinación sinodal con María

Esta fiesta de la Asunción es la fiesta del Milagro, del final de la peregrinación, de la sinodalidad totalmente cumplida. En sinodalidad con María conocemos cuál es la meta del camino.

En camino con María

Los Evangelios nos presentan el camino de la madre de Jesús desde Nazaret hasta el Gólgota. Y… después el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo se derrama como luz, vida y fuego sobre la comunidad cristiana, “la madre de Jesús estaba allí”. Ese día nació la Iglesia “por obra del Espíritu Santo y de María virgen”.  Y también la Iglesia emprendió su camino.

Pentecostés fue -para la Iglesia- como Nazaret: el comienzo de lo que llegará a su plenitud al final de los tiempos.

En Pentecostés nacimos por obra del Espíritu Santo y de María. Fue el día de nuestra primera consagración. Lo que aconteció abiertamente en Pentecostés, había acontecido secretamente en el corazón de María en Nazaret. El corazón de María es la habitación superior del Cenáculo, donde la humanidad redimida se reúne. Pentecostés tiene su origen en el Corazón de María. Fue allí donde nació la Iglesia. El fiat de la anunciación fundamenta todo lo que vendrá después.

Hacia el final de nuestra peregrinación

El camino de la Iglesia se re-inicia cada día en el Bautismo. Nuestros compromisos cristianos posteriores (consagración conyugal, profesión religiosa, compromisos carismáticos) son un bautismo carismático continuado, un Pentecostés alargado en el tiempo, que siempre acontece en el corazón de María, porque “María está allí”.  Los primeros Padres griegos hablaban del corazón de María como “el vaso sagrado de todos los misterios”: El “vaso espiritual”, colmado del Espíritu Santo. 

Después de Pentecostés llega la última etapa de María en la tierra y su primera etapa en el cielo. Se revela quién es María: un ser de Cielo y de la Tierra, como la Mujer del Apocalípsis capítulo 12.

El misterio de la Asunción de nuestra madre María en cuerpo y alma al cielo nos pide que elevemos nuestros ojos a la gloria que envuelve a la Madre de Jesús en su entrada en la gloria eterna. María forma parte así de los primeros frutos de aquellos que duermen (1 Cor 15, 20). En María nos ha llegado la plenitud de los tiempos (1 Cor 10,11) y se inicia la glorificación de la Iglesia.

En la fiesta de la Asunción, la Iglesia celebra su asunción, su gloria final (Santo Tomás de Aquino). La asunción de María es la luna, que refleja el sol de la resurrección de Jesús. Y ese es el destino de nuestra sinodalidad, el lugar del milagro infinito y misterioso. 

Nuestro camino sinodal va subiendo lentamente a través de los caminos de la ascética y la mística hacia la gloria eterna.  

Desde su Inmaculada Concepción hasta su gloriosa Asunción, María es un símbolo de toda la vida de la Iglesia y de nuestra vida espiritual. La historia de la Iglesia comienza en el seno de la Virgen María y culminará en el cuerpo glorificado de María.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Salve Regina

DOMINGO 19. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡LA EXPOSICIÓN DE LA PALABRA!

Más allá de la Exposición del Santísimo

  • La depresión del profeta
  • El pan de vida, nuestro antídoto
  • La Palabra es pan de vida

La depresión del profeta

Elías fue uno de los grandes profetas de Israel: es definido como el “profeta de fuego”. No obstante, no se vio privado de la depresión y el desencanto… y hasta llegó a pedirle a Dios que acabara con su vida.

Pero Dios le abrió un horizonte: lo alimentó y le pidió que caminara hacia “el monte de Dios”.

El pan de vida, nuestro antídoto

Hay momentos en que también nosotros -como el profeta Elías- entramos en depresión: el camino de la vida se nos vuelve inaguantable. La Iglesia nos ofrece un antídoto: la Eucaristía, que ella define como “el Pan del Camino”, el “Pan de vida” o “el Pan del cielo”. El cuarto evangelio de Juan dedica su capítulo sexto a un largo discurso de Jesús en el cual nos habla de la Eucaristía. Se nos ofrece este domingo y los siguientes para escucharlo e interiorizarlo.

Hoy Jesús nos dice que Él es el Pan bajado del Cielo. Para Jesús el pan no es solo “el pan eucarístico”, es también “el pan de la Palabra”.  

La Palabra es Pan de vida

En este domingo Jesús nos invita a participar de la “Mesa de la Palabra”. Hemos escuchado hoy la primera parte del Discurso: el Pan bajado del cielo, lleva el sello de Dios, es el Pan de la Palabra. La Palabra nos alimenta cuando la asimilamos. La Palabra nos amaestra y enseña. La Palabra hay que asimilarla poco a poco. Dejar que resuene en el corazón y se apodere progresivamente de nuestro interior.  Jesús lo dijo bellamente: “Os lo aseguro, el que cree en la Palabra tiene vida eterna: Yo soy el pan de la vida”.

San Jerónimo decía que la Palabra de Dios es “auténtico cuerpo de Cristo”. Las lecturas de la misa son Pan que hay que comer, rumiar, hacer vida propia. Hay cristianos que a veces llegan tarde y no escuchan la Palabra, ni la interiorizan. ¡Ayunan! La homilía debería ser siempre como “dar la comunión”, favorecer que la Palabra sea interiorizada y asimilada en el corazón de cada uno de los que asistimos a la celebración eucarística.

Conclusión

La liturgia de la Palabra es también “Ex-posición eucarística”. Y ante ella hay que adoptar la actitud adorante de María de Betania cuando escuchaba absorta las Palabras de Jesús (“escogió la mejor parte”); o la actitud del joven profeta Jeremías que comparaba la palabra de Dios como fuego ardiente en sus entrañas. Los lectores de la Misa tienen la sublime misión de distribuir a la Asamblea, el Pan de Vida que es la Palabra.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 18. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

EL PAN DEL CAMINO

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El alimento del desierto
  • Nuestro extraño camino
  • El alimento del desierto

El alimento del desierto

La primera lectura del Éxodo nos recuerda que -tras la esclavitud de Egipto- el pueblo de Israel caminó por el desierto y Dios lo alimentó con el “maná”. Ese fue el nombre espontáneo que el pueblo le dio al alimento que venía del cielo: manú, ¿qué es esto? Así fue alimentado por Dios el pueblo hasta llegar a la tierra prometida. Jesús que ha bajado del cielo, ofrece a sus seguidores “el pan para la vida del mundo”.

Nuestro extraño camino

Sabemos muy bien que nuestra vida camino, peregrinación. No tenemos aquí ciudadanía permanente. Como discípulos de Jesús respondemos a un permanente “¡sígueme!” y por lo tanto a un desplazamiento continuo.

La segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios, nos pide abandonar el camino de los paganos y aquel que nos ofrece nuestra vieja naturaleza que está corrompida por los malos y engañosos deseos. Teresa de Jesús pasaba de una morada a otra; Juan de la Cruz iba subiendo al monte Carmelo; por la nube del no-saber se llega a la auténtica sabiduría. Esta es la forma existencial de seguir a Jesús.

La Eucaristía del Camino

También nuestras comunidades cristianas son peregrinas, caminantes. Deben ser conscientes de la orientación y sentido de su seguimiento. Llega a nosotros la advertencia  del Señor Jesús: “No me busquéis porque habéis comido hasta hartaros”. “¡No trabajéis por la comida que se acaba”. Hay una forma interesada de buscar a Jesús y de entrar en la aventura del seguimiento: obtener recompensas. Jesús, sin embargo, nos quiere seguidores suyos para que contemplemos los “signos” de la presencia del Abbá entre nosotros. Nos quiere seguidores y buscadores que creen, que confían en Dios, que se dejan alimentar por el mismo Dios. Por eso, ofrece el pan del cielo.

Conclusión

El pan eucarístico es regalo del Abbá para caminantes. Es Jesús que se nos ofrece como Pan del Camino. La Eucaristía nos vuelve rebeldes respecto a la ciudadanía de este mundo, que tenga que ver con la Babilonia criminal, o con la ciudad malvada del Apocalipsis. El Pan del cielo es aquel que prepara aquí abajo la llegada de la nueva Jerusalén.

José Cristo Rey García Paredes, CMF