DOMINGO 2º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

EL AMANECER DE UNA NUEVA VIDA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El desposorio… nuevo amanecer
  • El protagonismo de Jesús en el banquete del amor
  • El regalo del Espíritu: los carismas

El desposorio… nuevo amanecer

La primera lectura -capítulo 62 del profeta Isaías- es sorprendente: nos habla de una esposa que es la ciudad de Jerusalén. La ciudad es joven. Su esposo la ama apasionadamente y es Dios mismo. Ella y su Esposo están enamorados y emprenden juntos una nueva vida. No se trata de una pareja de adultos que se reconcilia, sino de una pareja joven envuelta en el amanecer del primer amor.

La ciudad-esposa, que se ha sentido “abandonada”, “devastada”, ahora se reconocerá como “la predilecta”, como “corona fúlgida” y “diadema real”. Al final de la lectura, un centinela anuncia la llegada del Esposo como la aparición del sol, como una aurora que despierta a la ciudad, como una luz que ilumina sus murallas, como un amanecer.

El protagonismo de Jesús en el banquete del amor

El evangelio nos relata hoy la presencia de Jesús -junto con su madre (no se habla de José)- en una boda en Caná de Galilea. El evangelista Juan nos dijo previamente quién era Jesús: el “Verbo de Dios, hecho carne”. En aquella boda revela Jesús quién es Él. Su madre, María, está preocupada porque aquella celebración puede acabar en un fracaso: ¡No tienen vino! Ella sabía a quién recurrir: al gran Esposo de la Humanidad. Y como el centinela que anuncia la aurora María anuncia a los sirvientes: ¡Haced lo que Él os diga! Y la fiesta del amanecer esponsal se culminó en el gozo y la esperanza.

El regalo del Espíritu: los carismas

La lectura segunda nos habla del Espíritu Santo y de los regalos que concede a los seguidores de Jesús: san Pablo los denomina “carismas”. Es así como el Espíritu Santo se actúa y se muestra a través de cada uno de nosotros. Los carismas son “semillas” misteriosas que un día germinarán. Los carismas son “el vino nuevo” que se concede a cada uno. Haciéndolos germinar y actuar se construye la comunidad, el hogar. La humanidad está formada por gente extraordinaria, mujeres y hombres carismáticos. Con los dones del Espíritu la humanidad experimenta muchos amaneceres. Y quien concede los Carismas es el Espíritu del Amor.

Conclusión

Nuestro Dios no nos deja abandonados, ni desolados. Está siempre a nuestro lado: María la madre intercede por nosotros. El Espíritu Santo nos agracia con sus carismas: ¡descubrámoslos! ¡Hagámoslo germinar! Dijo el gran teólogo Karl Barth: “Si Jesús no se casó, fue porque su única esposa, su única novia, fue su Iglesia”. ¡Nosotros somos la Iglesia de Jesús! El salmo 95 lo expresa con esta invocación: “Cantad al Señor toda la tierra… bendecid su nombre”. Dispongámonos a un nuevo amanecer.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

EL BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO C

EL BAUTISMO DEL SEÑOR

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El bautismo de Jesús, un nuevo comienzo.
  • Se cumplen las profecías del consuelo
  • Bautizados, y por eso misioneros.

El Bautismo de Jesús, un nuevo comienzo

El evangelio de Lucas nos relata cómo Jesús, ya adulto, se acerca al Jordán para ser bautizado por Juan. Jesús, libre de pecado, no necesitaba recibir un bautismo de conversión. Pero al hacerlo ya nos indicaba su solidaridad con todos nosotros, con toda la humanidad, necesitada de purificación. Jesús aparece solidario con toda la humanidad pecadora. Ya dijo una vez, consciente de todo esto: “quien esté sin pecado que tire la primera piedra”.

Al salir del agua, el cielo se abre, el Espíritu Santo desciende sobre Él en forma de paloma, y se escucha la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”. Dios Padre le manifiesta que no necesitaba purificación. Era la emergencia de una humanidad nueva.

Se cumplen las profecías del consuelo

Este evento hizo que se cumplieran las palabras del profeta Isaías: “Consolad, consolad a mi pueblo… Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor”. Jesús aparece ante Juan -la voz del desierto- para consolar al Pueblo, para ofrecerle un nuevo camino.

Bautizados y, por eso, “misioneros”

Iniciamos nuestra vida cristiana también nosotros con un bautismo. ¡Todos los aquí presentes hemos sido bautizados! San Pablo -en su carta a Tito- interpretó el bautismo de Jesús como la manifestación de la bondad de Dios y su amor a nosotros, no por las obras de justicia que hayamos hecho, sino por su gran misericordia, que nos ha salvado”.

Tras su bautismo en el Jordán Jesús inició su misión iniciando así su vida pública. Tras nuestro bautismo, ¿no deberíamos también nosotros iniciar una vida pública como mensajeros de Dios y de Jesús? El bautismo es nuestro carné de identidad para mostrar que somos familia de Dios, discípulos de Jesús, apóstoles enviados con la fuerza del Espíritu Santo.

¿Cuál es nuestro programa misionero? ¡No seamos misioneros en paro!

Conclusión

Que esta fiesta del Bautismo del Señor nos ayude a redescubrir la gracia de nuestro propio bautismo. Que podamos, como Jesús, escuchar la voz del Padre que nos dice: “Tú eres mi hijo amado”. Y que esta certeza nos impulse a vivir como verdaderos hijos de Dios, llevando su amor y su mensaje de liberación a todos los que nos rodean.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

EPIFANÍA DEL SEÑOR. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

EPIFANÍA DEL SEÑOR: LA ESTRELLA -EL ESPÍRITU- QUE CONDUCE A JESÚS

Dividiré está homilía en tres partes:

  • Jerusalén: la ciudad iluminada
  • Jerusalén a oscuras – Belén la ciudad de la Luz.
  • Guías ciegos de Israel – los magos de la Luz

Jerusalén: la ciudad iluminada

En la primera lectura el profeta Isaías (capítulo 60) nos presenta un espectáculo impresionante: “las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad se extiende por todos los pueblos”… y sin embargo, hay un punto luminoso en nuestro planeta: sobre la ciudad de Jerusalén comienza a irradiar un espléndido amanecer.: la luz de Dios inunda la ciudad. Jerusalén ser convierte en el centro del mundo. Los pueblos en tinieblas y sus reyes se encaminan hacia la ciudad de la Luz. Vienen en dromedarios y camellos, desde Madián, Efá y Saba, trayendo incienso y oro, los tesoros del mar y sus riquezas.

Ahí queda la profecía en suspenso. Nadie sabe cuándo eso ocurrió. 

Jerusalén a oscuras – Belén la ciudad de la Luz

El Evangelista Mateo nos dice, que la luz no está en Jerusalén -allí, en el Palacio de Herodes y en el mismo Templo, todo era oscuridad. Sin embargo, unos magos vieron en el cielo una estrella luminosa… y la siguieron. Algún sacerdote del templo les comunicó que un texto misterioso hablaba de Belén: “Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres la última de las ciudades”.

Los magos siguieron la estrella que se paró encima de donde estaba el Niño. Los magos se “llenaron de inmensa alegría… entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y cayendo de rodillas lo adoraron”. Uno recuerda las palabras de Jesús adulto cuando dijo: “Yo soy la Luz del mundo”. Los magos así lo reconocieron y le ofrecieron sus mejores regalos.

 Ni Herodes, ni los Sacerdotes, los acompañaron. ¡Qué falta de acogida y hospitalidad! Conocían la Ley y los Profetas, pero estaban en tinieblas. Jerusalén no era la ciudad de la Luz. Belén sí lo era para los Pastores, para los Magos. 

Guías ciegos de Israel – los Magos de la Luz 

Israel se mostraba quizá demasiado autosuficiente. 

La manifestación de Dios es extremadamente tierna e incluso extremadamente insospechada: ¡en un niño! ¡En el hijo de María! Aparece en brazos de una mujer. El varón orgulloso es excluido. La gran sacerdotisa de este evento epifánico, quien ofrece el Cuerpo del Señor, es precisamente una mujer. María forma parte del modo de revelarse Dios. La revelación acontece en su cuerpo, en sus brazos, bajo su mirada.

La celebración de la Epifanía nos conduce hacia lo nuclear de nuestra vocación cristiana: ser buscadores apasionados de Dios, más allá de todos los convencionalismos, y ser misioneros, anunciadores y mensajeros de Jesús, colaborar con la Estrella santa en la tarea de manifestar al Hijo de Dios.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Domingo 2º. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

PALABRA Y SABIDURÍA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Jesús, ¡palabra de Dios!
  • Sabiduría de Dios
  • Acoger la Palabra

Jesús, ¡Palabra de Dios!

¿Por qué se define a Jesús con estos términos? ¿No sería mejor decir que Jesús fue un sabio, que su Palabra era poderosa, que iluminaba la vida de la gente, que daba vida allá por donde pasaba? 

Dios- Abbá no tiene palabra por sí mismo. Su Hijo es la Palabra a través de la cual Él se expresa. En el Antiguo Testamento Dios Padre habló por medio de la Ley, de los profetas, de los sabios, pero, ahora, en la plenitud de los tiempos, sólo habla a través de su Hijo. ¡Cuánto misterio se encierra en la persona de Jesús! Es bellísimo denominar a Jesús así: ¡Palabra!

La Palabra es la fuerza de la Creación: el diseño y la realización de todas y cada una de las realidades que existen. La Palabra da consistencia y existencia a todo. En Ella está la Vida y la Vida se hace viva en toda la Naturaleza e ilumina el ser.

Sin embargo, la Palabra vino al mundo y no fue bien acogida. No sigue siendo acogida. Hay personas que la rechazan, que no quieren saber nada de ella: Vino a los suyos y los suyos no la recibieron.

Si Jesús es la Palabra de Dios, fue porque en cada una de sus palabras había profecía: Dios hablaba por medio de Él. ¡Sus palabras eran eficaces, transformadoras, capaces de realizar milagros y cambiar los corazones! 

Si Jesús es la Luz, la Vida, ello se debe a una forma de actuar que lo caracterizaba: resucitaba muertos, curaba enfermos, expulsaba demonios, atacaba al reino de las tinieblas y lo vencía. Al final, sus discípulas y discípulos proclamaban que Jesús era todo eso: Sabiduría, Gracia, Palabra, Vida, Luz.

¡Sabiduría de Dios!

Hablemos, en segundo lugar, de la sabiduría. El Jesús que demostró ya desde niño hasta el final una extraordinaria sabiduría aparece al final de su vida como la manifestación de la Sabiduría de Dios. Se dice de él que ya desde niño “iba creciendo” en Sabiduría. 

No todo mandato o mandamiento es sabio. Hay mandatos que enloquecen los sistemas, deterioran a las personas. Una mala orden puede hacer mucho mal. Quienes elaboran los mandatos no siempre se dejan llevar por la justicia o por una revelación. El pueblo de Israel, sin embargo, estaba orgulloso de su sistema legislativo, de sus leyes. Este pueblo afirmaba que había sido Dios quien había revelado y entregado la Ley a Moisés, que su Dios era el Creador, que ordenó sabiamente los cielos. Dios es la sede de la Sabiduría.

Jesús habló de la Sabiduría con términos peculiares. Para él la Sabiduría no estaba en los mandatos exteriores, sino en las mociones interiores del Espíritu. No mancha al ser humano lo que viene de afuera, sino lo que surge del interior. Hay una mala ley en el corazón –cuando está poseído por malos espíritus–. Sin embargo, quien es movido por el Espíritu Santo no necesita mandatos exteriores, impositivos. El Espíritu que habita en el corazón transmite sus mandatos a la conciencia, al corazón.

Quien se deja llevar por el Espíritu recibe mandatos llenos de sabiduría. Quienes sigue a Jesús son “los hijos e hijas de la Sabiduría”. Recibir el Espíritu de Jesús es recibir el don de la Sabiduría. En Jesús se manifiesta el arte creador del Abbá, la ciencia secreta de los Misterios de Dios. Él los comunica a quien quiere. Destinatarios preferentes de su Sabiduría son los sencillos.

Acoger la Palabra

Pero a quienes acogen la Palabra les sucede algo maravilloso: se convierten automáticamente en hijos de Dios. Reciben la Intimidad de Dios en sus vidas y todo se transforma en ellos. Éste es el misterio de la Navidad de Dios en los creyentes. Éste es el mensaje de este segundo domingo de Navidad. Nace la Palabra en nosotros. Cada vez que leemos la Palabra, que acogemos la Palabra, como María, nace Jesús, el Logos, la Palabra, la Sabiduría, en nosotros. ¡Qué regalo!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. CICLO C

BENDICIÓN Y FE

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El deseo de vida y de fecundidad
  • Bendecidos por Dios.
  • La madre “bendita” de Jesús

El deseo de vida y fecundidad

¡Qué bella es la lectura del libro de los Números que acabamos de proclamar! En ella se nos habla de la bendición.

La bendición es un deseo de vida y de fecundidad. Ese deseo sólo Dios puede colmarlo. Pero nuestro Dios quiere que también nosotros podamos bendecir o quizá mejor, que nosotros podamos desear para otros la bendición de Dios.

Aún recuerdo cómo se emocionaba mi padre al leer esta lectura del primer día del año, y cómo comentaba y resaltaba cada una de sus palabras: ¡que el Señor te proteja, ilumine su rostro sobre ti, se fije en ti… te conceda la paz!

 Bendigamos, sí; ¡no maldigamos! Nuestra palabra de bendición es capaz de cambiar las cosas si la hacemos portadora de la bendición de Dios. Si así bendecimos… ¡así bendice Dios!

Bendecidos por Dios

La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Gálatas, nos habla de la “mayor bendición” que aconteció ya: cuando llegó la plenitud de los tiempos y Dios Abbá envió a su Hijo al mundo, porque tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo unigénito. Y su Hijo nació aquí en la tierra “de mujer”, de María. Añade san Pablo otra característica: ¡también nació “bajo la ley”! Y, por lo tanto, se sometió a todo aquello que la ley nos pide y exige. Jesús sería en todo semejante a nosotros, menos en el pecado y nosotros semejantes a Él, menos en la divinidad.

El Abbá del cielo nos envió también el Espíritu Santo, que grita y clama en nuestros corazones nuestra filiación divina: ¡Abbá!, ¡Abbá! Somos hijos, somos –por ello– herederos, coherederos con Jesús de toda la herencia de Dios. ¿Qué mayor bendición podíamos esperar?

La madre “bendita” de Jesús

María no aparece en el misterio de la Navidad como una mujer autosuficiente, ni orgullosa. El evangelio de este día primero del año nos habla de los pastores como protagonistas. Llegan presurosos al portal, después de escuchar y obedecer las palabras de los ángeles.

Contrasta con la ingenuidad y docilidad de los pastores, la actitud incrédula del viejo sacerdote del Templo, Zacarías que optó por no creer las palabras que el Ángel le transmitió … y por eso, quedó mudo.

En cambio, los pobres y marginados pastores sí creyeron. Y con una diligencia encomiable se dirigieron a Belén. Allí encuentran el misterio en la mayor simplicidad imaginable con María su madre. Ella meditaba todo lo que estaba aconteciendo en su corazón: iba como uniendo y reuniendo las piezas de lo que sucedía hasta llegar a una visión y comprensión más completa de todo.

Conclusión

Que nos conceda el Espíritu –enviado a nuestros corazones– el don de guardar como María el misterio en nuestro corazón y de meditarlo; y como a los pastores la presteza para creer y ponernos en marcha. Sólo después de ver, oír y creer, seremos capaces de comunicar el Misterio de la Navidad.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 2. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

¡QUE NAZCA LA FAMILIA!

 

Hoy es el día de la Familia de Nazaret. Nos introducimos ritualmente en la humilde casa, en el taller de trabajo de José, María y el pequeño y joven Jesús. 

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Honra y respeto a los padres –
  • La familia de la mutua obediencia
  • El relato de la iniciación 

Honra y respeto a los padres

El libro del Eclesiástico considera la atención a los propios padres como un deber sagrado. En ellos se extiende y se hace palpable la honra y el respeto del creyente hacia su Dios. 

En su obra “Así hablaba Zaratustra” interpelaba Nietzsche a dos jóvenes que querían tener un hijo con estas palabras: “¿Os habéis preguntado si sois dignos?”. De seguro que las dudas de José (según el Evangelio de Mateo) proceden de conocer que no era digno de compartir con María, no solo el origen de Jesús, sino incluso la convivencia con ella y él. Quiso Dios, sin embargo, que aquel que no fue padre biológico de Jesús, hiciera las veces de un padre humano, educador, esposo de la madre. Así quedó constituida, por pura gracia, la familia de Nazaret: “el que honra a su padre… cuando rece, será escuchado… al que honra a su madre el Señor lo escucha”?

Jesús convivió con sus padres durante mucho tiempo. Llama la atención que, de sus treinta y tres años de vida, la gran mayoría de ellos los compartiese en su casa de Nazaret: “hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas”.

La familia de la mutua obediencia

La carta los Colosenses presenta la familia como un sistema de Alianza trilateral: el padre, la madre, los hijos. Considera la comunidad familiar como la comunidad de los elegidos de Dios, de los santos y amados; y como una comunidad de virtudes como la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.

Así imaginamos la familia de Nazaret: mutua atención, mutua obediencia, diálogo, capacidad de comprensión hacia el “otro”. Una teóloga casada me dijo en una ocasión: Jesús fue un “hijo difícil”. ¡No había caído en la cuenta! Pero tenía razón. María y José lo ratificarían. ¡No es fácil educar al “Hijo de Dios! y saber tratar a una persona con tanto, tanto misterio… 

El relato de la iniciación

El relato del evangelio bien podría considerarse como un relato de iniciación. A los 12 años un niño en Israel comenzaba a entrar en el mundo de los adultos, quedaba iniciado en la aventura del varón.

El extraño relato de la pérdida del niño Jesús en el templo, se comprende mejor, cuando es contemplado desde la perspectiva antropológica de la iniciación. El niño Jesús se desprende por primera vez del mundo de la madre y del padre y pasa al mundo de la independencia. Abandona el hogar familiar para entrar en el ámbito de su pueblo, donde los maestros, los ancianos sustituyen a los padres. Jesús tenía que nacer de nuevo como hijo del pueblo.

Se pierde, o los padres lo pierden. Lo buscan y lo encuentran en el templo “sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas”. Jesús asombra a todos. Sus padres quedan atónitos y su madre le reprocha: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”.

Jesús les da otra respuesta asombrosa: “¿No sabíais que debía estar en los asuntos de mi Padre?”. Jesús hace referencia al otro ámbito en el cual ha de desplegar su vida. Ha de pasar al mundo del padre. Jesús, sin embargo, baja con ellos a Nazaret y sigue bajo su autoridad. Pero, a partir de aquel momento, todo fue distinto. La familia ha de reconfigurarse. Jesús ha de seguir creciendo. María, su madre y José su padre, no comprendieron y María lo meditaba en su corazón.

Conclusión

No se es familia por un documento que lo acredite. No se es familia por residir en la misma casa y dormir bajo el mismo techo. La familia es una comunidad que debe construirse día a día. En ella hay fuerzas que construyen, pero también fuerzas que destruyen. La madre, el padre y los hijos, no pocas veces también los abuelos, están llamados a mantener una realidad siempre frágil, que en cualquier momento puede saltar hecha pedazos. La familia es la comunidad de los diferentes. No se es familia por un hecho biológico, sino, sobre todo, por un lento aprendizaje de comunicación, de servicio mutuo, de colaboración, de amor.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DÍA DE NAVIDAD. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

NATIVIDAD DEL SEÑOR

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Un edicto imperial: el contexto histórico.
  • Los destinatarios de la gran Noticia.
  • Y nació para morir y resucitar.

Un edicto imperial: el contexto histórico

Jesús nació en Belén y no en Nazaret. Quiso la Providencia de Dios que el emperador Augusto movilizara a todo el imperio romano para hacer un censo de la población. En la región de Siria -a la que Palestina pertenecía- Cirino se encargó de realizar el censo. No pocos nacionalistas se rebelaron ante la iniciativa. José y María secundaron la orden, confiados en la Providencia de Dios y se encaminaron a Belén para empadronarse. El hijo de María iba a nacer en Belén, la ciudad del rey David. José era llamado “hijo de David” Y el profeta Miqueas (5,2) lo había predicho: “¡Belén, de ti saldrá el guía que apacentará a mi pueblo Israel!”.

Pero en Belén no hubo lugar para acoger a la madre embarazada… y dio a luz en un lugar de animales y hubo de reclinar al pequeño rey en un pesebre.

Los destinatarios de la gran Noticia

La gran noticia no le es revelada a los dirigentes como el rey Herodes, ni a los sacerdotes del templo de Jerusalén -entretenidos en sus rezos-, ni a la multitud que se agolpaba en Belén. La gran noticia les es comunicada a los pastores que velaban por turno su rebaño. Así lo proclama hoy la primera lectura del profeta Isaías: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras y una luz les brilló”. La Gloria de Dios los envuelve y estremece. Inmediatamente obedecen: se encaminan a Belén… a la búsqueda del Tesoro: y lo encuentran: “un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a Tito lo refiere y proclama muchos años después: “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado… ¡ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres!”.

Y nació… para morir y resucitar

Esa es la condición humana: nacemos para morir. En el nacimiento está ya inscrita la muerte: el profeta Simeón, movido por el Espíritu, se lo recordaría a María y a José en su primera visita al templo.

El misterio del Niño que hoy nace es que nació para morir, pero también para resucitar. “Y al tercer día resucitó”. Tendría amenazas de muerte a lo largo de su vida. Pero el Niño de Belén será un rey de paz y así lo cantaban los ángeles: ¡Paz en la tierra!

Conclusión

¡Qué mensaje tan precioso por parte de Aquel que muy pronto fue perseguido a muerte… hasta que un representante del imperio la impuso por decreto!

Hoy Jesús resucitado celebra con nosotros la Navidad y nos anima a ser coherentes en la vida, a no ceder ante el Mal y a esperar… porque todo acabará bien… Nuestras navidades ¡para resucitar!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

¡BUSCAD EL TESORO! Contemplando el Belén

 

DOMINGO 4. TIEMPO DE ADVIENTO. CICLO C

EL SALUDO DE LA VIDA

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • El saludo de María
  • El himno-respuesta de Isabel
  • El trasfondo del encuentro de las dos mujeres-madre.
  • ¿Por qué Jesús nos pidió “no negar el saludo a nadie”?

El saludo de María

Las palabras de María, cargadas de energía poderosa, son “dabar” – acontecimiento, como decían los hebreos. Esta palabra vigorosa transforma a Isabel, llenándola del Espíritu Santo.

El Evangelio de Lucas nos presenta la fuerza imprevisible de un saludo. María, portadora de la Vida divina, entra en casa de Zacarías y saluda a Isabel. No es un saludo convencional, sino un deseo profundo de vida para su pariente anciana, que ha concebido tras años de esterilidad.

Se produce una admirable comunicación entre el Espíritu que habita en María e Isabel, la antes estéril, ahora fecunda y morada del Espíritu.

El himno-respuesta de Isabel

Isabel, llena del Espíritu, responde con energía. Su palabra se vuelve profética, bendiciendo a María y al fruto de su vientre.

Para los hebreos, la bendición del vientre era primordial, pues un vientre estéril se consideraba una maldición. El salmo 127 celebra esta bendición:

 “La herencia del Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre”.

El saludo de María provoca un segundo efecto: el niño en el vientre de Isabel salta de alegría – “agallíasis” en griego – la alegría de la victoria final.

Los Santos Padres interpretaban este momento como la santificación de Juan el Bautista en el seno materno.

El trasfondo del encuentro de las dos mujeres-madres

La carta a los Hebreos interpreta este encuentro como la entrada de Jesús, el Mesías, en el mundo. Él llega como la ofrenda más agradable a Dios, superando el sistema de sacrificios del Templo. El hijo de María cumplirá la voluntad de Dios, santificándonos a todos por la oblación de su cuerpo.

Miqueas profetiza que este acontecimiento ocurrirá en una pequeña aldea de Judá. La madre dará a luz al pastor de Israel, trayendo paz y unión entre los hermanos.

¿Porqué Jesús nos pidió “no negar el saludo a nadie”?

Jesús nos enseñó a no negar el saludo a nadie: “Si solo saludáis a los que os saludan, ¿qué mérito tenéis?” (Mt 5,46-47).

El saludo inaugura la llegada de la vida y la buena noticia. Como María, los discípulos de Jesús deben salir presurosos a anunciar el Evangelio.

Reflexionemos: ¿Qué estamos haciendo con nuestros saludos? ¿Transmiten vida? ¿Somos conscientes de nuestro poder para dar vida a los demás? Quien está lleno de Espíritu, transmite espíritu; quien está vacío, solo formalismo.

Conclusión

Como dijo el poeta John O’Donohue:

“Un saludo puede ser un misterio, una manera de tender un puente y tocar la vida de otro ser humano”.

Este último domingo de Adviento nos enseña cómo saluda un mensajero de esperanza: sus saludos estremecen, cambian vidas y abren puertas a la novedad esperada.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

DOMINGO 3. TIEMPO DE ADVIENTO. CICLO C

ALEGRÍA EN LA ESPERA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El “Ave María” del Antiguo Testamento – Sofonías
  • En la desgracia llega la Gracia – Pablo
  • El mensajero de la Esperanza – Juan el Bautista

El “Ave María” del Antiguo Testamento

El profeta Sofonías nos trae un mensaje de júbilo: 

“Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo Israel… El Señor, tu Dios, en medio de ti es un guerrero que salva”. 

Estas palabras evocan el saludo del ángel a María, y hoy se dirigen a nosotros. Nos presentan a un Dios que baila y grita de alegría por nosotros, una imagen que desafía nuestras concepciones tradicionales y nos invita a una relación más íntima y gozosa con Él. 

El profeta, añade algo sorprendente: ¡Dios baila y grita de alegría! “Esta imagen revela a un Dios que celebra nuestra existencia con alegría exuberante y amor incondicional. Activamente presente en nuestras vidas, nos invita a encontrar gozo en Su deleite por nosotros. Esta metáfora desafía nuestra fe, llamándonos a una relación más íntima con un Dios que nos valora profundamente.”

En la desgracia llega la Gracia

Pablo nos exhorta: “¡Alegraos siempre!”. La razón de esta alegría es la cercanía del Señor. En momentos de tribulación, esta conciencia de la presencia de Dios nos ofrece consuelo y paz. 

La cercanía de Dios es activa y nos da motivos para no inquietarnos, para presentar nuestras necesidades ante Él, y para vivir en paz.

El mensajero de la Esperanza

Juan el Bautista emerge como el heraldo de la esperanza, preparando el camino para Aquel que es mayor. Su humildad nos enseña a no idolatrar a ninguna persona o cosa, reconociendo que solo Cristo es la fuente verdadera de nuestra esperanza. 

Juan nos muestra cómo podemos ser mensajeros de esperanza en nuestro propio entorno, invitándonos a la acción concreta y a la apertura hacia la verdadera Luz que está por venir.

Conclusión

Evoquemos las palabras del papa Benedicto XVI: 

“El Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo particular, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede borrar”.

José Cristo Rey García Parees, CMF

DOMINGO 2. ADVIENTO. CICLO C

¡ESPERAD Y CAMBIARÉIS!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡Fuera el luto! ¡Ilumina esa cara! – Baruc.
  • La obra buena será completada – Pablo –
  • ¡Preparando el camino – Juan Bautista

¡Fuera el luto! ¡Ilumina esa cara!

Hoy nos ha hablado el profeta Baruc. Fue mensajero de esperanza para el pueblo de Israel, y le dijo: “Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da”.

Como en tiempos de Baruc también nosotros tenemos hoy experiencias de destierro. En la oración de la “Salve” decimos: “Y después de este destierro ¡muéstranos a Jesús!”. Estamos en la tierra… pero des-terrados. Esta no es nuestra casa definitiva. Estamos des-consolados, porque nos falta suelo para morar. Baruc nos insta a despojarnos del luto y vestirnos de fiesta: Dios está llegando y nos dará la tierra y nos consolará. Para ser felices sólo necesitamos sentirnos envueltos en su Presencia.

¡La obra buena será completada!

También Pablo es hoy mensajero de esperanza. Sentía un afecto muy especial por la comunidad de Filipos. Se ve constantemente en cada uno de los versículos de la preciosa carta que les escribió: “Esta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante”“Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores”.

Dios no inaugura sus obras para abandonarlas después. Dios es fiel a sus proyectos y constante en sus propósitos. En nuestro obrar tenemos a Dios como nuestro humilde Aliado, que todo lo puede cambiar para mejor. En el día de Cristo estaremos ante Él limpios, irreprochables, cargados de frutos de justicia.

¡Preparando el camino!

En un contexto de estructuras imperiales y religiosas -el evangelista Lucas menciona a Tiberio Cesar, Poncio Pilato, Herodes, el tetrarca Felipe, Lisanias, los Sumos Sacerdotes- Dios no dirigió su Palabra a ninguno de ellos, sino al hijo de Zacarías, Juan, que moraba en el desierto en la más absoluta pobreza. Y fue Juan el elegido para gritar la gran noticia, alegría del mundo y camino hacia lo imprevisible, la luz de un nuevo amanecer.

Conclusión

Baruc, Pablo y Juan el Bautista nos han invitado a esperar con alegría la llegada del Señor. Aunque la realidad parezca desesperanzadora, “esperemos contra toda esperanza” porque Dios no dejará de cumplir sus promesas. Y la esperanza será el motor de nuestra transformación anhelada.

José Cristo Rey García Paredes, CMF