DOMINGO 2. TIEMPO DE CUARESMA. CICLO C

CIUDADANOS… ¿DE DÓNDE? 

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Nuestro pacto con Dios
  • ¿Cuál es nuestra ciudadanía?
  • La ciudadanía del Jesús transfigurado.

Nuestro pacto con Dios

Dios estableció un pacto con Abraham. Judíos, musulmanes y cristianos reconocemos a Abraham como nuestro padre en la Fe y, por  lo tanto, unos a otros como “hermanos”. Todos los hijos de Abraham estamos ligados por el mismo Pacto. ¿Confiamos en que Dios sigue siendo fiel al pacto y cumplirá su promesa también “hoy”, con nosotros?

¿Cuál es nuestra ciudadanía?

Decía Schelling el filósofo idealista que “todo el cosmos extenso en el espacio no es otra cosa que la expansión del corazón de Dios”. Se dice que en algunas partes del cuerpo está representado todo el cuerpo: ¡la reflexoterapia! También se dice que en el cuerpo humano está representado todo el cosmos: “en los ojos se encuentra el fuego; en la lengua, que forma el habla, el aire; en las manos que tienen en propiedad el tacto, la tierra; y el agua en las partes genitales” (Bernardo de Claraval).

En su tratado “Del Alma” Aristóteles sólo habla del cuerpo. ¿No parece extraño en el filósofo de la lógica? ¡Ésa es precisamente su gran intuición! El cuerpo es “lo abierto”, lo “no-cerrado” en sí mismo; el cuerpo no es prisión, sino camino de éxodo, extensión que parece ser casi infinita… ¡alma! también. El alma es el cuerpo en su misteriosa apertura. El cuerpo es el alma en su concreto inicio de expansión.

San Pablo nos recuerda que ¡somos ciudadanos del cielo! Aquí en la tierra todavía somos nómadas, peregrinos. En este año jubilar nos definimos como ”peregrinos de la esperanza”, porque aquí no tenemos ciudadanía permanente.Isabel Guerra (monja cisterciense)

La ciudadanía del Jesús transfigurado

El Cuerpo de Jesús entró en el silencio, en la oración contemplativa. Transfigurado, mostró su apertura al infinito. Antes de que en Jerusalén, en la última Cena, Jesús dijera “Hoc est enim Corpus meum”, los discípulos contemplaron la Gloria de su Cuerpo. Ellos quedaron estupefactos. No entendían. No sabían lo que decían. Pero allí contemplaron el Cuerpo resucitado. No se trataba únicamente de la individualidad de Jesús. Su cuerpo “abierto” sería más tarde el Cuerpo “eclesial”, el Cuerpo “eucarístico”; la resurrección individual de su Cuerpo formaría parte de la Resurrección de los Cuerpos.

El relato de la Transfiguración de Jesús en el Tabor nos ha anticipado la imagen de la ciudadanía del cielo: Dios Padre, Jesús revestido de blancura divina y Belleza, el Espíritu nube luminosa, Moisés y Elías como representantes del nuevo Pueblo de Dios. Y tras esa experiencia, Pedro exclamó: ¡Maestro, qué bueno es que estemos aquí! Y quiso iniciar así la nueva ciudadanía. Pero llegó la nube y todo concluyó: Jesús sólo. Ellos guardaron silencio.

Conclusión

No celebramos en este segundo domingo de Cuaresma la mortificación, la maceración del cuerpo, sino su transfiguración. Es también la fiesta del Corpus Christi, pero esta vez del Corpus transfigurado, glorificado.

Formar parte de la Iglesia es formar parte del Cuerpo de Cristo. Somos sus miembros. ¡Que seamos sus miembros transfigurados!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO II DE CUARESMA. CICLO A

Vocación y Pasmo

“Que será, será” -Whatever Will Be, Will Be- fue una canción, compuesta el 1956 por Jay Livingston y Ray Evans. Sus tres estrofas formulan una preguntan por el destino de la vida humana en sus diversas fases La canción es una pregunta, llena de intriga, por el destino de cada vida humana.
También la liturgia de este domingo nos habla de nuestro destino, pero no fatalidad, sino como llamada de Dios en libertad: como vocación: 1. Dios llama a Abrahán: el camino hacia lo desconocido. 2. Dios llama al joven Timoteo: mensajero del Evangelio. 3. Tres discípulos redescubren su llamada: entre la transfiguración y el pasmo.

1.   Dios llama a Abrahán: el camino hacia lo desconocido.

Abrán adoraba a los ídolos. Un día escuchó una voz: “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre. Te mostraré otra tierra. Serás bendición para todas las familias del mundo… te protegeré”. Seducido por este Dios, obedeció y salió sin saber a dónde iba.
Tal vez muchos de nosotros estemos ya en consonancia con la llamada. Y si no es así, estemos atentos, porque nos puede interpelar para emprender un nuevo camino “más allá, más allá”. Rechazar una llamada de Dios trae consecuencias funestas. Decía un compañero mío -y con mucha razón-, que cuando Dios llama, muestra “nuestro más profundo sueño”. Algo habrá encontrado en la persona a la que llama, porque la Biblia lo expresa así: “ha hallado gracia a sus ojos”.

2. Dios llama al joven Timoteo: mensajero del Evangelio

En su carta al joven Timoteo, hijo suyo espiritual, Pablo lo invita a “participar en los duros trabajos del Evangelio” porque contará con la fuerza que viene de Dios”.
También hoy necesita nuestro Dios evangelizadores y evangelizadoras que dediquen su vida a anunciar el Evangelio allí donde sean enviados. Esa es la buena noticia que da vida al mundo.

3. Tres discípulos redescubren su llamada: entre la transfiguración y el pasmo

Cuando Jesús subió al Tabor se llevó consigo a tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Quienes habían respondido sin demora a la llamada de Jesús, fueron agraciados con la transfiguración de Jesús, la voz de Dios Padre que les revelaba la identidad divina de Jesús y la presencia del Espíritu en forma de nube luminosa. El Jesús que les pidió “subir”, les pide ahora “bajar” y los remite a lo que vendrá: un Jesús “desfigurado” en la cruz. La experiencia del Tabor les ayudará a sobrellevar la tragedia del Calvario. Se muestra así la doble cara de toda vocación: fascinante y terrible.

Conclusión

Es éste el domingo de la Vocación cristiana, de la llamada a los más variados modos de ser cristiano y de servicios misioneros. Y todo surge de “una llamada”, de la palabra del Señor que es sincera y actúa lealmente (salmo 32).  Que quienes participamos en esta Eucaristía aguardemos la llamada del Señor y seamos conscientes de que él pone sus ojos en cada uno de nosotros (salmo 32).

José Cristo Rey García Paredes, cmf

VIDEO DOMINGO DE RAMOS

Parroquia Santa María Aranda de Duero
Este domingo hemos preparado el evangelio para niños, y al mismo tiempo os hemos contado lo que sucede en Semana Santa. Con este evangelio termina este ciclo de evangelios para niños. Que esta Semana Santa acompañemos a Jesús y el domingo nos encontremos con Jesús Vivo y Resucitado.

DOMINGO DE RAMOS. CICLO B

LA PASIÓN: UNA HISTORIA QUE SE REPITE


PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS

    Hoy la liturgia pide que seamos muy breves en nuestro comentario a la Palabra, que es la auténtica protagonista, especialmente el relato de la Pasión, narrada este año por San Marcos.  Daré pues solamente unas pinceladas, sin entrar en matices:

       En primer lugar una invitación a tomarnos en serio las palabras de San Pablo en la segunda lectura. Es frecuente entre nosotros mirar a Jesús como alguien que tenía claro que su misión era «morir por nosotros» en la cruz, con esa muerte dolorosa que hoy hemos meditado, porque así lo habría pedido/querido su Padre Dios. Y como era Dios, «ya sabía» que a los tres días iba a resucitar victorioso de la tumba… y asunto resuelto, misión cumplida. Esta es una verdad de fe bastante incompleta.

San Pablo ha afirmado que Cristo «a pesar de su condición divina» se despojó de todos sus atributos divinos y se convirtió «en uno de tantos». Es decir: que fue como tú y como yo, y al ser «semejante a los hombres», tuvo que ir descubriendo su camino, su proyecto, la «voluntad del Padre» para él. Progresivamente tuvo que buscar, no pocas veces entre dudas y oscuridad, y tomar decisiones. Su «lucha/agonía» en Getsemaní fue muy real: «terror y angustia». Su camino no era ni fácil ni evidente. Tenía que discernir. Sintió como su proyecto del Reino había fracasado ante las autoridades religiosas, ante el Pueblo al que tan intensamente se había dedicado, ante sus propios discípulos… e incluso sintió el silencio y el abandono de Dios. Precisamente las únicas palabras que Marcos nos ha guardado de Jesús en la cruz dicen: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?». Un grito desgarrador que nos revela los sentimientos profundos de su dolor hasta la cruz. 

      • En cuanto a las razones históricas de su condena y de su muerte están muy bien descritas por el evangelista: Jesús y su proyecto del Reino estorban a las autoridades religiosas, que lo tachan de blasfemo, de intentar alterar sus ideas religiosas, sus interpretaciones de las Escrituras, y sus «cargos» de poder. El Pueblo, por su parte, esperaba a alguien que les solucionara sus problemas concretos de todo tipo… Y lo aclaman a su entrada en Jerusalem y le gritan «Hosanna» (=que Dios tenga piedad y nos salve). Pero al verse decepcionados por este «Hijo de David», que llega en un humilde pollino, y en actitud pacífica… acaban prefiriendo la libertad de un criminal, que la de un justo inocente, dejándose manipular por las autoridades. Políticos, como Pilato, lo que quieren es «dar gusto a la gente» y evitarse problemas y responsabilidades. Y con respecto a sus discípulos, tienen miedo, se duermen, huyen, le traicionan, se esconden, desaparecen de escena: «ni sé ni entiendo de qué hablas».

     En resumen: las razones o causas por las que Jesús termina crucificado hay que buscarlas, en primer lugar y por encima de todo, en el rechazo de su misión y su mensaje. No conviene olvidarlo, para no «descontextualizar» ni «espiritualizar» la historia de una tremenda injusticia que dejó a todos muy desconcertados. Y porque esas luchas y enfrentamientos de Jesús han de ser ahora y siempre las nuestras, las de sus discípulos, puesto que el «panorama» no ha cambiado mucho que digamos. Sólo después, con la suficiente distancia, y ayudados por la Escritura (la Primera Lectura de hoy, por ejemplo) vendrán las interpretaciones teológicas sobre el sentido y significado de su muerte. 

      • Por eso mismo, no podemos asistir a los acontecimientos de la Semana Santa del Señor como «espectadores» de una historia que ocurrió hace dos milenios, y sobrecogernos y asombrarnos de todo lo que le pasó al Hijo de Dios… sin dejarnos afectar personalmente. Repasar y revivir la Pasión del Hijo de Dios tiene que servir para que reaccionemos y nos indignemos por tantos «hijos de Dios» que viven HOY similares circunstancias, y que también son eliminados, machacados, silenciados… por oscuros intereses de todo tipo. El «desorden» que mató a Jesús está detrás de los tejemanejes de las industrias farmacéuticas, alimentarias, del comercio de armas, de las manipulaciones políticas y económicas de todos los colores… Aquella historia del Hijo de Dios está hoy muy viva y es muy actual, y tenemos que tener mucho cuidado… para no ser sus nuevos protagonistas: nuevos Pilatos, nuevas autoridades, nuevas gentes manipuladas, nuevos discípulos cobardes, etc. etc. No es coherente que nos conmocionen las heridas, las caídas, los latigazos, y todo lo demás que tuvo que soportar Jesús… por ser quien era… y dejar en el olvido que él fue «uno de tantos» (como decía la anterior traducción litúrgica) que corren hoy su misma suerte. 

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imágenes de José María Morillo