DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Domingo de Resurrección, 12 de abril de 2020

AMANECER DE PASCUA

En la noche del sábado, alguien no dormía,
tenía presentimientos.
Alguien soñaba: una fuente en medio del desierto,
rodeada de macetas, flores rojas y blancas,
y el agua cantando de alegría.

Alguien sentía en el corazón un fuego
y quería ir al sepulcro para apagarlo.

Al amanecer, cuando aún estaba oscuro,
fueron mujeres al sepulcro con ungüentos escogidos para Cristo.

¡Habían sido muchas las heridas!
Yo ungiré las heridas de sus pies que recorrieron tantos caminos
de paz y de perdón, y las iré besando arrepentida.

Yo ungiré las heridas de sus manos, manos amistosas
que tanto bien hicieron, y las iré besando agradecida.

Yo ungiré las heridas de su Costado, Corazón que tanto amó,
y no me cansaré de besarlo enamorada.

¿La losa? Ya veremos,
que vengan los Ángeles a ayudarnos.

Veremos… Pero ya no vieron más que luz,
una luz creciente, las cegaba, e invadía,
¡y el perfume! ¿No elevaban ellas los ungüentos?
La tumba estaba abierta,
pero ellas respiraban un perfume irresistible.

¿Qué nos pasa? Estamos resplandecientes.
Es que ha pasado un ángel del Señor.
Les entraban ganas de reír y de llorar.
Yo he visto a dos Ángeles del Señor.

¿Es que estamos locas?
Es que pasa él, que es la Pascua,
que está pasando el Señor,
y estamos en su amor resucitadas.

VIGILIA PASCUAL

Sábado Santo, 11 de abril de 2020

Pregón Pascual

Exulten los coros de los ángeles,
exulten los ministros de Dios,
y que suenen las trompetas de victoria
por el triunfo de Jesús nuestro Señor.

Que se alegre y se goce esta fiesta,
inundada de tanta claridad,
que se sienta libre de la oscuridad
porque las tinieblas Él venció.

Gloria, gloria, gloria, gloria. (2)

La Iglesia también se alegrará,
revestida de tan brillante luz.
Que resuene este templo al aclamar
nuestras voces cantando su bondad.

Ésta es la noche en que se rompen
las cadenas del pecado por Jesús,
ésta es la noche en que Cristo
a la muerte, con su muerte, derrotó.

SOLEDAD DE MARÍA

Sábado Santo, 11 de abril de 2020

     El sábado santo es el día de la des-aparición. Es el día de la Virgen de la Soledad. En este día María adquirió un título paradójico: la madre del Crucificado. Ella se adhirió a la causa de su Hijo hasta el punto de ser la primera continuadora como “madre del discípulo amado”.
     Vamos a evocar aquellas horas, aquellos momentos últimos de la pasión, aquella soledad de María… y tratar de orar contemplando actitudes, sentimientos de María.

1.- AL PIE DE LA CRUZ

Lectura de Juan 19,25-27

     «Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, al ver a su ma­dre y junto a ella al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mu­jer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya».

Reflexión   María, junto a la Cruz, «estaba». Otros no estaban, habían huido.
                   Otros estaban físicamente, pero muy lejos espiritualmente.
                   Ella estaba, bien cerca. Estaba en pie. Estaba serena y con toda dignidad.
                   Podía gritar, rebelarse, rasgar sus vestidos, como tantas mujeres y madres.
                   Pero ella sabía que eso no servía, ella asumía todo el dolor del Hijo como suyo.
                   Allí estaba, no crucificada, pero sí traspasada por la espada del dolor.
                   Y estaba ofreciendo su dolor con el dolor del Hijo, redimiendo con el Hijo.

Canto       Dolorosa de pie junto a la cruz,
                   tú conoces nuestras penas, penas de un pueblo que sufre.
                   Tú conoces nuestras penas, penas de un pueblo que sufre.

Oración  Madre, enséñanos a rezar, a escuchar y guardar la Palabra.
                   Enséñanos a esperar, a pesar de las dificultades.
                   Enséñanos a entregarnos: que no queramos “guardar la vida”.
                   Enséñanos a sufrir −la poda es necesaria para llevar fruto−.
                   Enséñanos a amar, con ternura y con pasión.
                   Enséñanos, en fin, las Bienaventuranzas.
                   Enséñanos el Evangelio de tu hijo: “Haced lo que él os diga”.

2.- VIRGEN DE LA PIEDAD

Lectura de Isaías 53,2.4-5.7

     No tenía apariencia ni presencia (…). Eran nuestras dolencias las que llevada (…). Él soportó el castigo que trae le paz, y en sus cardenales hemos sido curados (…). Como un cordero llevado al matadero y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, él no abrió la boca.

Reflexión   María, con su Hijo en brazos ofrecía a su Hijo. Es la mujer oferente.
                   Ya lo hizo, anticipándose a este momento, en la Presentación.
                   El amor maternal de María no era posesivo, sino oblativo.
                   Ninguna ofrenda más santa y ninguna patena más limpia.
                   No entiende del todo por qué tenía que ser así, pero acepta la voluntad del Padre.
                   Es la Pietá, una de las estampas más piadosas de la cultura cristiana.
                   No se parecía en nada al niño que ella abrazaba en Belen o en Nazaret.
                   María lava con sus lágrimas el rostro y las llagas de su hijo.
                   Más aún, está metiendo dentro de sus entrañas las llagas de Jesús.

3.- VIRGEN DE LA SOLEDAD

Lectura de Juan 19, 41-42 (Sepultura de Jesús)     

     Cerca del lugar donde fue crucificado Jesús había un huerto y, en el huerto, un sepulcro nuevo en el que nadie había sido enterrado. Y allí, por razón de la proximidad del sepulcro, y además por ser la víspera de la fiesta, depositaron el cuerpo de Jesús.

Interiorización

     María penetró en el misterio de la soledad, uniéndose a su hijo Je­sús, cuan­do éste experimentaba el abandono del Padre: ¿Por qué me has abandonado?

     Esta angustia fue para Cristo como un infierno, porque destruía su identidad filial. Y algo así sucedió también María, destrozada cruelmente su maternidad, que era su verdadera ra­zón de ser. Aprendía así a ser madre de muchos hijos. La Virgen María aprendió a estar sola para que ya nadie se sintiera solo. María proyectará su presencia sobre todos los que sufren la herida dolorosa de la soledad.

Canto      Madre de los creyentes que siempre fuiste fiel.
                  danos tu confianza, danos tu fe;
                  danos tu confianza, danos tu fe.
                  Pasaste por el mundo en medio de tinieblas
                   sufriendo a cada paso la noche de la fe.
                   Sintiendo cada día la espada del silencio,
                   a oscuras padeciste el riesgo de creer.

 4.- MADRE DE LA PASCUA

     «Con razón piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. La muerte vino por Eva, la vida por María» (Vaticano II, LG 56)

Interiorización

     El Sábado Santo es el día del silencio, el día de la soledad en que se gesta la vida.
     Jesús ha­bía hablado del gra­no de trigo que muere para granar la espiga.
     Cristo sepultado era el más hermoso grano de trigo. Al tercer día llegará la primavera.
     Él no sólo tenía vida, sino que era la Vida, y la vida no podía morir.
     El Sábado Santo es el gran día de la esperanza.  
     María vive en esperanza, es la Virgen de la esperanza.
     María espera, pero necesita vivir la espera.
     La esperanza aliviará el dolor, pero no quita la preocupación y la tensión.
     María espera con intensidad la resurrección de su hijo.
     A mayor deseo, mayor será la alegría pascual.
     María de la esperanza, Virgen de la espera: consuélanos y confórtanos.

Canto:       El Señor ha estado grande, a Jesús resucitó,
                   con María sus hermanos, entendieron qué pasó.
                   Como el viento que da vida, el Espíritu sopló,
                   y aquella fe incierta en firmeza se cambió.

                   Gloria al Señor, es nuestra esperanza,
                   y con María se hace vida su Palabra.
                   Gloria al Señor, porque en el silencio,
                   guardó la fe sencilla y grande con amor.

5.- CONCLUSIÓN

Oración  Madre y Señora nuestra, que permaneciste junto a la Cruz,
                   firme en la fe, unida a la Pasión de tu Hijo…
                   Ponemos en ti nuestra mirada y nuestro corazón.
                   Y aunque no somos dignos, te acogemos en nuestra casa,
                   como hizo el apóstol Juan, y te recibimos como Madre nuestra.
                   Te acompañamos en tu soledad y te ofrecemos nuestra compañía
                   para se­guir sosteniendo el dolor de tantos hermanos nuestros
                   que completan en su carne lo que falta a la pasión de Cristo.
                   Míralos con amor de madre, enjuga sus lagrimas, sana sus heridas
                   y acre­cienta su esperanza para que experimenten siempre que la Cruz
                   es el camino hacia la gloria, y la pasión, preludio de la resurrección».

Canto      Óyeme, te imploro con fe,
                   mi corazón en ti confía, Virgen María, sálvame
                   Virgen María, sálvame, sálvame.

ORACIÓN VIERNES SANTO

Viernes Santo, 10 abril 2020

Para entrar en el video de la oración pincha en la foto:

Oración ante la cruz

Ante tu cruz, Señor Jesus, permanecemos en silencio,
con el corazón en suspenso.
Te recordamos recorriendo Palestina y acercándote a los pobres,
abriendo los ojos de los ciegos y renovando las ilusiones,
llamando a cambiar la vida y el mundo,
y anunciando el amor sin medida de Dios el Padre.

Ante tu cruz recordamos tu fidelidad hasta el fin, tu entrega sin reservas.
Contemplando tu rostro, que refleja el rostro dolorido de toda la humanidad,
y junto a Maria, tu madre,
te expresamos nuestro agradecimiento, nuestro amor, nuestra fe.

Y con esta fe, Señor Jesus, queremos seguirte,
porque creemos que tu camino es el camino de la vida.
Creemos, Señor Jesus, que tu amor ha vencido a la muerte
y ahora, resucitado, estás con nosotros para siempre.

Míranos y danos tu gracia salvadora, Señor Jesús.

Te adoramos en la cruz

Tu cruz preside nuestras casas, solemnemente;
adorna nuestro pecho, orgullosamente;
decora nuestros templos, bendiciéndonos,
y es el símbolo de tu amor por nosotros.

La cruz que es el símbolo de tu entrega,
la tuviste que arrastrar hasta el Gólgota,
te clavaron en ella, hasta perder la vida,
y nos queda a nosotros como modelo.

Ayúdanos a llevar la cruz de cada día,
que no rechacemos lo que traiga de dolor;
que sepamos descubrir tu paso en nuestras cruces,
y contemos con tu apoyo para poder con ellas.

Graba tu cruz en nuestra alma y nuestro corazón,
para que sea fortaleza en nuestra vida,
la lección de entrega que hemos de vivir,
y el Dios junto al que queremos resucitar.

Toma nuestra cruz junto a nosotros,
ayúdanos a llevar la cruz de los hermanos,
quédate a nuestro lado en todo momento,
para que podamos actuar y amar como Tú.

Soneto a Cristo crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

HORA SANTA EN TIEMPOS DE COVID’19

Jueves Santo, 9 abril 2020

Para ver el video de la Hora Santa pincha en la foto:

Video de la Hora Santa 2020

0. AMBIENTACIÓN

Canto: ¡Uhhh uuhhh uhhh … Adoramus te, Domine.

    Hoy es Jueves Santo, un jueves santo muy especial. No hemos podido celebrar «la Cena del Señor». Pero queremos estar con Él. Permanecer con Él, porque Cristo permanece, y su palabra permanece, y su entrega permanece. Abrámosle el corazón. No es tiempo de hablar mucho, sino de escuchar, aunque solo sean los latidos de Dios. Su presencia es gracia, regalo, fuerza y consuelo.

1. ADOREMOS AL SEÑOR

Lectura de 1 Cor 11,23-26

    «Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva».
Palabra de Dios

Actitudes propias de la adoración

▪ Descálzate. Solo los limpios de corazón verán a Dios.
▪ Escucha. Eres orante en la medida que escuches la Palabra.
▪ Dialoga. Dios está oculto, pero es real. Orar es «tratar de amistad con quien sabemos que nos ama» (Sta. Teresa de Jesús).
▪ Adora: «La adoración es la continuación de la celebración, la prolonga e intensifica» (Benedicto XVI).
▪ Agradece. Dedica unos momentos a dar gracias al Señor; su presencia, su pasión y su amor en­tregado. Da gracias porque te sientes amado por él, y este amor te salva.
▪ Entrégate. Ponte en sus manos, para que el Señor se sirva de ti como pequeño instrumento.

Canto: No adoréis a nadie, a nadie más que en Él (2).
             No fijéis los ojos en nadie más. (2)
             No fijéis los ojos en nadie más que en Él.

Oración

Nos hemos sentado muchas veces a tu mesa. Gracias, Señor.
Queremos vivir siempre en comunión contigo y con los hermanos.
Hemos escuchado tu Palabra.
Te pedimos que sepamos guardarla en el corazón.
Nos pides velar contigo.
Viviste la agonía en Getsemaní.
Y sigues agonizando en muchos hermanos.
Danos tu gracia para que no los dejemos solos.

2. EL MANDAMIENTO DEL AMOR

Lectura de Juan 15,9-10.12-13.17    

    «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; per­maneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, perma­neceréis en mi amor… Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos…. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros”.
Palabra del Señor

Interiorización

    Somos amados, muy amados en Cristo. El origen de tanto amor está en el Padre. Cristo prolonga este amor y llega a nosotros de manera asombrosa, visible y palpable. Este amor es definitivo, eterno, por eso Jesús nos pide permanencia… Permaneced en mi amor. El amor verdadero siempre es fiel, hasta la muerte… Que os améis como yo os he amado…

Canto: Donde hay caridad y amor,  allí está el Señor, allí está el Señor.

Plegaria

Señor, enséñame a amar como tú,
con la misma generosidad e intensidad.
Enséñame a perdonar como tú,
enséñame a curar como tú,
enséñame a servir como tú,
enséñame a sufrir como tú,
enséñame a orar como tú,
enséñame a compadecer como tú,
enséñame a compartir como tú,
enséñame a despojarme como tú,
enséñame a vivir como tú,
enséñame a dar la vida como tú.

3. EN LA NOCHE DE LA AGONÍA

Lectura de Marcos 14,32-12

    [En Getsemaní] «se postró en tierra y suplicaba que, a ser posible, no tuviera que pasar por aquel trance. Decía: «¡Abba!, Padre. Todo te es posible. Aparta de mí esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
Palabra del Señor

Jesús hace oración.

    Una oración que esta vez no será gozosa. Jesús lo que hace es llorar entre gritos y lágrimas. Verdade­ra «agonía». ¿Cómo sonarían en el silencio de la noche aquellos gritos y ora­ciones de Jesús? Pero al fin, SÍ, que se cumpla su voluntad, ¿Oían los discípulos? Parece que no, dormían, incluso los más cercanos. ¿Oía el Padre? Parecía que no, o que se ha­cía el sordo. ¿Oían los ángeles? Sí, y uno de ellos vino en su ayuda (cf. Lc 22, 43) En el fondo, ese ángel del consuelo fue ya una respuesta del Padre.
    Hemos de estar seguros. Cuando pasamos por la «noche», el Padre siem­pre acompaña, aunque parezca que se oculta, y siempre escucha; y siempre nos mandará a alguno de sus ángeles.

    Getsemaní

«Este es uno de los lugares más venerados del cristianismo. El Monte de los Olivos es el mismo de la época de Jesús. Quien se detiene en él se encuentra aquí ante un dramático punto culminante del misterio de nuestro Redentor: Jesús ha experimentado aquí la ultima soledad, toda tribulación del ser hombre. Aquí, el abismo del pecado y del mal le ha llegado hasta el fondo del alma. Aquí se estremeció ante la muerte in­minente. Aquí le besó el traidor. Aquí todos los discípulos lo abandona­ron. Aquí él ha luchado también por mí».
(Benedicto XVI)

Canto: Antes de ser llevado a la muerte, viendo Jesús su hora llegar, manifestó su amor a los hombres, como no hiciera nadie jamás.

Plegaria

▪ A los que han muerto a causa del coronavirus, a los agonizantes y a los enfermos, dales, Señor, el consuelo y la esperanza.
▪ Haz, Señor, que sepamos estar cerca de los que se sienten solos y están desconsolados, siendo para ellos como ángeles de consuelo.
▪ Gracias, Señor, a cuantos trabajan en el campo de la sanidad, a las fuerzas de seguridad y a cuantos trabajan en los diferentes servicios, y bendícelos y protégelos con tu amor.
 Ante ti que aquí sufriste, rezaste, gritaste y lloraste para ofrecer a todos, la fuerza y el consuelo, ponemos, Señor, todo el sufrimiento humano. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

4. CONCLUSIÓN

Canto: Cantemos al Amor de los Amores, cantemos al Señor,
           Dios está aquí, ¡venid adoradores, adoremos, a Cristo Redentor!

           ¡Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra, bendecid al Señor
           honor y gloria a Ti, rey de la gloria amor por siempre a Ti Dios del Amor!

 

Oración final

Gracias, Jesús, por tu palabra, tus signos, tu Eucaristía;
son para nosotros testamento, herencia y sacramento.
Te hiciste Siervo. Te hiciste pan, medicina y ungüento.
Te hiciste perdón, oración, lágrimas y regalo.
Eres Palabra-misericordia, Palabra-paz, Palabra-dolor, Palabra-amor crucificado.
Háblanos, Jesús-Palabra, purifícanos con tu Palabra,
consuélanos con tu Palabra, enamóranos con tu Palabra,
conviértenos en eco vivo de tu Palabra,
sostenidos siempre con la fuerza de tu Espíritu. Amén.

Domingo de Ramos

Celebramos hoy el DOMINGO DE RAMOS. La liturgia presenta dos momentos muy distintos:

  1. ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN, con la procesión de Ramos… en un clima de alegría… como GESTO de FE y de COMPROMISO.

INICIO DE LA SEMANA SANTA, con la Lectura de la Pasión del Señor, en la misa, recordando el camino de sufrimiento y de la Cruz. Dos momentos de la vida de Jesús: Triunfo y Humillación. Jesús se presenta proponiendo la paz y recibe violencia…

La segunda lectura es un bello Himno Cristológico. (Flp. 2,6-11).

Cristo es el principio y el fin de todas las cosas, ejemplo de toda criatura. Mientras que la desobediencia de Adán trajo fracaso y muerte, la obediencia de Cristo al Padre trajo exaltación y vida …
Él se despojó de su condición divina, asumió con humildad
la condición humana, para servir, para dar la vida,
para revelar totalmente a los hombres el ser y el amor del Padre.
Ese camino no llevará al fracaso, sino a la gloria, a la vida plena.
Y es ese mismo camino de vida, que la Palabra de Dios nos propone.

  1. El Evangelio invita a contemplar la PASIÓN y MUERTE de Jesús, según San Mateo. (Mt 26,14-27,66)
    • El texto nos introduce en el clima espiritual de la Semana Santa. No es solo el relato de los hechos acontecidos con Jesús, sino el anuncio de un mundo nuevo de justicia, de paz y de amor: Jesús pasó por los caminos de Palestina “haciendo el bien” y anunciando un mundo nuevo de vida, de libertad, de paz y de amor para todos.
    • Ese proyecto liberador de Jesús entró en choque con la atmósfera de egoísmo y de opresión que dominaba el mundo.
    • Las autoridades políticas y religiosas se sintieron incomodadas con la denuncia de Jesús: no estaban dispuestas a renunciar a los mecanismos que les aseguraban poder, influencia, dominio, privilegios.
    • No estaban dispuestas a arriesgar, a desinstalarse y a aceptar la conversión propuesta por Jesús.
    • Por eso, condenaron a Jesús, clavándolo en una cruz. La muerte de Jesús es la consecuencia del anuncio del “Reino“, que provocó tensiones y resistencias entre los que dominaban al pueblo.

    • La muerte de Jesús es el punto más alto de su vida; es la afirmación de todo aquello que predicó: el don total.
    • En Getsemaní, Jesús condena la violencia contra el siervo… El camino del Padre pasa por el amor y por el don de la vida. Por eso, los discípulos no pueden recurrir a la violencia. 
    • Solo en el Evangelio de Mateo aparece el relato de la Muerte de Judas. El episodio muestra la falsedad del proceso y la inocencia de Jesús. Mateo subraya la desesperación y el arrepentimiento de Judas, y deja clara la inocencia de Jesús.
    • Solo Mateo habla del sueño de la mujer de Pilatosy del lavado de las manos. Quiere dejar claro que los paganos reconocen la inocencia de Jesús y el pueblo mismo lo rechaza.
    • Solo él describe los hechos que acompañaron a la muerte de Jesús: “El velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo… la tierra tembló y las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron… y se aparecieron a muchos». Para Mateo, son señales de que Dios está allí como el salvador y libertador de su Pueblo, a pesar del aparente fracaso de Jesús.
    • Finalmente, solo Mateo narra el episodio de la «guardia» del sepulcro. Para los cristianos, el sepulcro vacío era la evidencia de que Jesús había resucitado.

Te vistes de humildad

En pollino, pequeño y renqueante,
irrumpes en la ciudad de la paz
pasas por delante de los muros que verán  impasibles
cómo se mata al Profeta entre los profetas
TE REVISTES DE HUMILDAD, SEÑOR
 
Preámbulo de victoria y, a la vez Señor,
aparente derrota o contradicción:
¿Es así como arrolla el Hijo de Dios? ¿Es así como vence el amor?
TE REVISTES DE HUMILDAD, SEÑOR
 
Y, con laureles en las manos, los que somos menos humildes
cantamos, pregonamos y proclamamos:
¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Paz al mundo! ¡Paz! ¡Paz!
TE REVISTES DE HUMILDAD, SEÑOR
 
Y, en nosotros como en los que te aclamaban entonces,
se cumple todo lo que esperábamos de Ti.
Hoy, Señor, bien lo sabes
se mezcla en esta fiesta de la alegría
la vida, y la peregrinación hacia la muerte
el júbilo, y la cruz que se levanta invisible en el monte
nuestro deseo de seguirte
y la cobardía de los que huiremos en la tarde del Jueves.
Déjanos acompañarte, Señor.
Déjanos subir contigo a la ciudad santa.
Déjanos servir como Tú lo haces.
TE REVISTES DE HUMILDAD, SEÑOR
 
Y, por encima de la multitud de ramos y palmas,
se divisan las horas con más pasión y amor
por ningún hombre, jamás vividas.
Vamos contigo, Señor, hasta el final
Vamos contigo, Jesús, hasta el Calvario
Nos arrancarás de la muerte, con tu muerte.
Con tu cruz, nos redimirás
Nos resucitarás, con tu resurrección.
TE REVISTES DE HUMILDAD, SEÑOR
y….te decimos: ¡HOSANNA! ¡HOSANNA!