DOMINGO DE RAMOS. CICLO B

ENTRADA EN JERUSALÉN Y TOMA DEL TEMPLO

La entrada de Jesús en Jerusalén merece una reflexión especial. No entró Jesús como un Mesías político: se dirigió «directamente hacia el templo», dice el evangelista Marcos (Mc 11,11), cuya versión de la Pasión de Jesús hoy escucharemos.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Una ciudad bajo vigilancia militar
  • Entra en Jerusalén y se dirige al Templo
  • Discusión con las autoridades

Una ciudad bajo vigilancia militar

En la semana de Pascua había una gran afluencia de peregrinos en Jerusalén. Muchos de ellos eran galileos “separatistas”. Con ese motivo se reforzaba la guardia romana y hasta el mismo gobernador romano dirigía directamente las operaciones de seguridad. Los galileos esperaban la llegada del reino mesiánico y soñaban con colocar a Israel a la cabeza de las naciones. Probablemente quienes acompañaban a Jesús en su entrada en Jerusalén eran celotas o nacionalistas. Jesús organizó la entrada. Sus discípulos buscarían un asno atado sobre el que ningún hombre se había montado. Y lo requerirían con estas palabras: “el Señor lo necesita” Mc 11,2-3).  

Entrada en Jerusalén y toma del Templo: los dos primeros días

La entrada de Jesús en Jerusalén se entiende a partir del contexto. Jesús  les había dicho a sus seguidores, que tenían miedo: «Mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará (Mc 10,32)». Y ahora… ya entran en Jerusalén, Y Jesús montado en un asno, no como un líder guerrero, sino como un rey pacífico. No se dirige a la sede del gobernador romano, Poncio Pilatos. Sino al Templo (Mc 11,11). En el templo, …«después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para pernoctar en Betania.

Pero al día siguiente, Jesús y los suyos volvieron al Templo: no para purificarlo, sino para tomar posesión de él. Jesús lo hizo suspendiendo toda la actividad que en él se realizaba. Se había convertido en una “cueva de bandidos” y no en lo que Dios quería: «casa del Padre para todos”. El exégeta Joaquín Jeremías calculaba que sólo por el concepto del impuesto para el Templo entrarían en él una cantidad cercana a las 17 toneladas de plata anuales, además de otros negocios. El Templo estaba aún en reconstrucción. Jesús le anuncia su destrucción y su final. Con su acción Jesús paralizó el culto y la actividad del Templo. Dice san Marcos que las autoridades «le tenían miedo… a Jesús, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina»)

La discusión con las autoridades el tercer día

¿Con qué autoridad haces esto? Las autoridades tenían miedo a la gente. Jesús les evoca a Juan el Bautista y les recrimina que no le creyeran. Les contó la parábola de los viñadores homicidas -anticipándoles lo que iban a hacer con él. Lo entendieron. Quisieron detenerlo, pero por miedo a la gente. No se atrevieron.

Jesús desautorizó la interpretación que los escribas hacían del Mesías. El pueblo se identificaba con Jesús: el Mesías no es hijo de David, sino su Señor; no han de ver en él a un poderoso líder al estilo de David. Y finalmente, Jesús observa a quienes depositan limosnas en el tesoro del Templo. Alaba a la pobre viuda que entregando muy poco, entregó todo su ser a Dios.

Conclusión

Este es el contexto de la Semana Santa, que hoy comenzamos. Jesús desautoriza totalmente el sistema religioso que mantenía la fe en Israel y abre una nueva etapa. La carta a los Hebreos sacó las consecuencias con su crítica sin concesiones al viejo culto y a su sacerdocio.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

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