VIERNES SANTO. 2025

El cuarto evangelio nos muestra a un Jesús, lleno de energía durante su pasión y muerte. El autor del cuarto evangelio, el llamado “discípulo amado”, conocía muy bien a Jesús. Había sido su confidente, su mejor amigo. Por eso, lo que nos dice sobre la Pasión y Muerte de Jesús, merece toda nuestra atención.

Hoy, viernes santo, la madre Iglesia quiere escuchar su relato de la pasión. Entre otras cosas, porque no quiere que nos centremos en la tragedia del Calvario en sus aspectos más externos, sino más bien, quiere que nos encontremos en este día con el auténtico Jesús del Vienes Santo. El discípulo amado es el mejor testigo para hablarnos de Él. Estuvo con Jesús en la última Cena, lo siguió a casa del Sumo Sacerdote. Estuvo junto a la cruz de Jesús. Fue el último confidente del Señor y uno de los primeros en verlo resucitado.

Me llama la atención la forma de hablar de Jesús, según el relato que nos hace el cuarto Evangelista. Fijémonos en algunas de sus palabras:

  • ¡Yo soy! ¡Dejad marchar a éstos!
  •  ¡Mete la espada en la vaina! Si he hablado mal, muestra en qué, si no ¿por qué me hieres?
  • ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros?
  • ¡Mi reino no es de este mundo!
  • ¡Todo el que es de la verdad escucha mi voz!
  • ¡No tendrías ninguna autoridad sobre mi, si no te la hubieran dado!
  •  “Mujer, ahí tienes a tu hijo… ahí tienes a tu madre”.
  • ¡Tengo sed!
  • ¡Está cumplido!

Estas palabras no son las de un hombre fracasado, ni deprimido. Jesús podría tener razones para sentirse el más fracasado del mundo, pero ¡no! tenía una energía interior admirable. En medio del sufrimiento más oscuro, tiene una energía que todo lo supera. Jesús no es una víctima. Es señor hasta el último momento. Sus verdugos, quienes lo quieren juzgar, quienes lo condenan, son ¡las víctimas de su no-violencia!

Y es que, hermanas y hermanos,

  • tiene más fuerza el amor que el odio,
  • tiene más poder una mujer capaz de dar a luz un niño, que un herodes que mata a centenares de niños,
  • tiene más poder quien enciende una luz, que quien apaga las luces de una ciudad.

Jesús, con su amor, sintiéndose amado por Dios y amando hasta el extremo, tenía en sí mismo energía suficiente para superarlo todo y para vencer amando a quienes lo mataban.

Al final ¡venció el Amor! ¡el Amor de los Amores!

¿No lo habéis visto en el rostro de las personas que aman mucho? ¡Cuánto poder tienen! ¡Nada las vence!

  • Borrad resentimientos.
  • Acabad con la crítica permanente a los que os son contrarios.
  • Perdonad sin condiciones.
  • Amad sin condiciones.
  • Sólo así seréis, seremos, hermanos de Jesús y tendréis el señorío que Él tuvo cuando se despidió de nosotros.

Gracias, Discípulo Amado de Jesús, por estas bellísimas páginas sobre el fin de Jesús, que nos dejaste. Gracias, porque cada año que las proclamamos nos parecen nuevas. Tú, que tanto amaste a Jesús, enséñanos a amarlo, a dar la vida por Él. Enséñanos el arte de la no-violencia, del no-resentimiento. Haz que hagamos del amor, como tú, nuestra “arma más poderosa”.

Viernes Santo,
circula el amor a borbotones…
lo que no es amor…. ¡ se está ahogando!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

JUEVES SANTO

“UN SOLO CUERPO”: EL PAN Y EL CÁLIZ

En el centro el Cuerpo de Jesús

Jueves, Viernes y Sábado Santo son los días en los cuales nuestra atención se centra en el “cuerpo de Jesús”. Los pasos de la Semana Santa nos lo muestran. Hacia ese cuerpo se dirigen las miradas. Ante ese cuerpo se emocionan los corazones. Parece que carga sobre sí todo el dolor del mundo. En su rostro vislumbra la gente su propio dolor: el ya sufrido, el que ahora le acongoja, el dolor que de seguro vendrá.

Los artistas han sabido plasmar en sus imágenes de Semana Santa un cuerpo de Jesús en situación límite e incluso muerto sin que por ello parezca un cuerpo desahuciado y vencido. Año tras año, generación tras generación se repite el mismo espectáculo y surgen las mismas emociones. ¡Y todo tiene como foco… el cuerpo de Jesús!  

En el Cenáculo de Jerusalén

 Allí está reunido Jesús con sus discípulos para celebrar “la última Cena”, la “Cena de despedida”, “la cena del Adiós”, la “cena del Testamento”

Los grandes patriarcas del Pueblo de Dios hacían de la última cena o comida con sus hijos la “cena del Testamento” (Jacob en Gen 48-49). Jesús también hace su Testamento. El cuarto evangelista inicia el relato de la Cena con estas palabras: “Amó a los suyos que estaban en el mundo y los amó hasta el final (telos)” (Jn 13, 1).

Pero también se manifiesta el mal, el diablo que actúa a través de uno de los discípulos, Judas, que lo traiciona y entrega a los judíos para que lo eliminen.

El símbolo del lavatorio de los pies

“Durante la cena Jesús vierte agua en una jofaina y comienza a lavar los pies de los discípulos y a secarlos. Culturalmente, la parte inferior del pie se consideraba una parte deshonrosa del cuerpo. El lavado de los pies de otra persona lo realizaba un esclavo o una persona de estatus inferior (1 Sam 25:41). Jesús le dio tal importancia a este gesto. Ante la negativa de Pedro, lo puso ante la alternativa de: “o te lavo y estás de mi parte, o no te lavo y estarás contra mí”.

Los cuerpos de los discípulos tienen vocación de in-corporación para formar todos “un solo cuerpo” en Jesús. Se trata de una primera comunión a través del tacto. Y Jesús añade: ¡laváos los pies unos a otros! ¡Honrad vuestros cuerpos! ¡Bendecíos mutuamente! ¡Alejáos de cualquier forma de violencia corporal!¡Haceos siervos los unos de los otros! ¡Dad la vida los unos por los otros!

El símbolo del Pan eucarístico

Franz von Stuck, Pietà, 1891

Sigue la cena de despedida… y de nuevo aparece el Cuerpo. Esta vez tiene la “sagrada forma” de pan: pero no solo de pan, sino de pan dentro de un escenario de interrelación: ¡de pan entregado! Es el pan de la comida, es el pan que Jesús parte y reparte: “Tomad, comed, ¡esto es mi cuerpo!”

No se trata sólo del pan, sino del pan partido y distribuido por las manos mismas de Jesús. Él habla de un cuerpo que rebasa sus límites, de un cuerpo que toca, que se acerca, que quiere ser tomado, comido… hasta entrar en el otro cuerpo: “vosotros en mí y yo en vosotros”. El pan-cuerpo tiene una existencia pasajera y transitiva: lo acucia la impaciencia de ser comido y desaparecer en el cuerpo de los discípulos. “Pharmacon athanasías” o “medicamento de la inmortalidad” lo llamaban los antiguos cristianos.

El cuerpo-pan vivifica al cuerpo que lo recibe: “quien come mi pan no morirá para siempre”. Quien comulga se incorpora al Cuerpo que todo lo sana, que resucita, que establece Alianza para siempre. Jesús quiere compartir su cuerpo y hacernos así sus con-corpóreos.

Estrechamente unida al cuerpo… también la sangre. Jesús transforma la escena anterior: ahora lleva en sus manos un cáliz. Derrama sobre él el vino; la entrega a cada uno de sus discípulos y les dice:  “Tomad, bebed: esta es mi sangre, sangre de la nueva y eterna Alianza, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”. 

Jesús quiere compartir su sangre y hacernos sus con-sanguíneos. Para él, como hebreo, la sangre era mucho más que ese flujo líquido que recorre nuestras venas: era el símbolo de la vida, de su vida, que sólo encontraba su sentido des-viviéndose, entregándose. Por eso, también la sangre crea comunión, consanguinidad, Alianza para siempre.

El Sacerdocio fundamental

Jesús quiso que todos nosotros, sus seguidoras y seguidores formáramos el pueblo sacerdotal, o pueblo de sacerdotes. En el Bautismo somos todos consagrados sacerdotes de Dios. Pero en este día, celebramos el origen de una forma peculiar de sacerdocio: el de aquellas personas elegidas para servir y liderar al pueblo de Dios. Jesús le dijo una vez a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Ante la respuesta afirmativa, Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejitas”. Los pastores son muy tentados por el Maligno y pueden -como Pedro- negar al Señor, y convertirse en lobos del rebaño del Señor. Roguemos por ellos, para que no caigan en la tentación.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO DE RAMOS. 2025

LA SERENIDAD QUE TRANSFIGURA EL DOLOR

(Relato de la Pasión de san Lucas)

1. Un Rey que desarma: el asno, el sepulcro y la novedad de Dios

Un asno sobre el que nadie había montado, un sepulcro en el que nadie había sido sepultado: El animal que utiliza el Señor para su entrada en Jerusalén como Mesías Hijo del hombre es un animal que estaba destinado para ello y no para otra cosa. El sepulcro que acoge el cuerpo de Jesús es un sepulcro sin estrenar. ¡También María la Madre de Jesús era una mujer sin estrenar, virgen! Con Jesús llega la novedad, y lo que toca se reviste de novedad: el nacimiento, la sepultura y la investidura como rey.

Hoy, en un mundo que idolatra lo efímero, Cristo nos invita a ser lo nuevo: comunidades que no repiten eslóganes, sino que crean caminos de paz. ¿No es este el Mesías que desarma a Herodes con silencio (Lc 23,9) y a Pilato con verdad (Lc 23,3)? Un Rey sin ejército, que convierte cruces en tronos.

2. «Haced esto en memoria mía»: El pan que desata cadenas

En el Cenáculo, Jesús no solo instituye la Eucaristía: redefine el poder. Mientras Roma dominaba con espadas, Él se entrega como pan (Lc 22,19). Y en el Calvario, perdona a sus verdugos (Lc 23,34). 

Hoy, cuando la Iglesia vive sus propias traiciones (abusos, divisiones), Lucas nos recuerda que la Eucaristía no es premio para perfectos, sino medicina para heridos. Judas recibe el mismo cáliz que Pedro: la misericordia no discrimina. ¿No es esta la revolución que necesitamos? 

3. Oración: El susurro que vence el caos

Tres veces ora Jesús en la Pasión:

  • En el Cenáculo, canta salmos (Lc 22,39-46).
  • En Getsemaní, suda sangre, pero elige el «hágase tu voluntad» (Lc 22,42).
  • En la cruz, muere rezando: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

Lucas nos muestra que la oración no es escape, sino abrazo al dolor con esperanzaHoy, ante las «tinieblas» personales y colectivas (guerras, soledad, depresión), Jesús nos enseña a gemir con fe. Como Pedro, que llora tras la mirada de Cristo (Lc 22,61-62), nosotros somos invitados a llorar… pero sin dejar de caminar.

4. La hora de Satanás… y de las discípulas

Mientras los apóstoles huyen, las mujeres siguen a Jesús (Lc 23,49). José de Arimatea, oculto antes, ahora reclama su cuerpo (Lc 23,50-53). Lucas revela que, en la noche del mal, brillan luces inesperadas. 

Hoy, cuando muchos se preguntan «¿Dónde estaba Dios en mi dolor?», la Pasión responde: «En el migrante que ayuda, en el médico que agota turnos, en el joven que cuida a su abuelo». El Reino avanza con los valientes que, como el buen ladrón (Lc 23,40-43), eligen compasión incluso al borde del abismo.

5. «Porque Tú estás conmigo»: La dignidad del que sufre

Lucas no se recrea en los latigazos, sino en los gestos que revelan divinidad:

  • Jesús cura la oreja del soldado (Lc 22,51).
  • Consuela a las mujeres de Jerusalén (Lc 23,28).
  • Promete el Paraíso al ladrón (Lc 23,43).

Hoy, en una cultura que ignora a los frágiles, Cristo nos desafía: el dolor no nos hace menos humanos, sino más dignos. Como José y las mujeres, que preparan aromas «reposando el sábado» (Lc 23,56), aprendemos que, tras la noche, siempre llega el alba.

Conclusión: ¿Por qué Lucas escribe así?

Porque sabe que la Cruz no es el final. La serenidad de su relato es la calma de quien confía en la Resurrección. Hermanos, en un mundo que grita «¡Sálvate a ti mismo!» (Lc 23,35-39), Jesús muere diciendo «Padre, perdónalos»He aquí la Buena Noticia: el amor es más fuerte que la muerte. Y si Él transfiguró el fracaso en gloria, ¿qué no hará con nuestros dolores, si se los entregamos?

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

VIERNES SANTO 2024

BAJO LA MIRADA DEL DISCÍPULOS AMADO

El cuarto evangelio nos muestra a un Jesús, lleno de energía durante su pasión y muerte. El autor del cuarto evangelio, el llamado “discípulo amado”, conocía muy bien a Jesús. Había sido su confidente, su mejor amigo. Por eso, lo que nos dice sobre la Pasión y Muerte de Jesús, merece toda nuestra atención.

Hoy, viernes santo, la madre Iglesia quiere escuchar su relato de la pasión. Entre otras cosas, porque no quiere que nos centremos en la tragedia del Calvario en sus aspectos más externos, sino más bien, quiere que nos encontremos en este día con el auténtico Jesús del Vienes Santo. El discípulo amado es el mejor testigo para hablarnos de Él. Estuvo con Jesús en la última Cena, lo siguió a casa del Sumo Sacerdote. Estuvo junto a la cruz de Jesús. Fue el último confidente del Señor y uno de los primeros en verlo resucitado.

Me llama la atención la forma de hablar de Jesús, según el relato que nos hace el cuarto Evangelista. Fijémonos en algunas de sus palabras:

  • ¡Yo soy! ¡Dejad marchar a éstos!
  •  ¡Mete la espada en la vaina! Si he hablado mal, muestra en qué, si no ¿por qué me hieres?
  • ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros?
  • ¡Mi reino no es de este mundo!
  • ¡Todo el que es de la verdad escucha mi voz!
  • ¡No tendrías ninguna autoridad sobre mi, si no te la hubieran dado!
  •  “Mujer, ahí tienes a tu hijo… ahí tienes a tu madre”.
  • ¡Tengo sed!
  • ¡Está cumplido!

Estas palabras no son las de un hombre fracasado, ni deprimido. Jesús podría tener razones para sentirse el más fracasado del mundo, pero ¡no! tenía una energía interior admirable. En medio del sufrimiento más oscuro, tiene una energía que todo lo supera. Jesús no es una víctima. Es señor hasta el último momento. Sus verdugos, quienes lo quieren juzgar, quienes lo condenan, son ¡las víctimas de su no-violencia!

Y es que, hermanas y hermanos,

  • tiene más fuerza el amor que el odio,
  • tiene más poder una mujer capaz de dar a luz un niño, que un herodes que mata a centenares de niños,
  • tiene más poder quien enciende una luz, que quien apaga las luces de una ciudad.

Jesús, con su amor, sintiéndose amado por Dios y amando hasta el extremo, tenía en sí mismo energía suficiente para superarlo todo y para vencer amando a quienes lo mataban.

Al final ¡venció el Amor! ¡el Amor de los Amores!

¿No lo habéis visto en el rostro de las personas que aman mucho? ¡Cuánto poder tienen! ¡Nada las vence!

  • Borrad resentimientos.
  • Acabad con la crítica permanente a los que os son contrarios.
  • Perdonad sin condiciones.
  • Amad sin condiciones.
  • Sólo así seréis, seremos, hermanos de Jesús y tendréis el señorío que Él tuvo cuando se despidió de nosotros.

Gracias, Discípulo Amado de Jesús, por estas bellísimas páginas sobre el fin de Jesús, que nos dejaste. Gracias, porque cada año que las proclamamos nos parecen nuevas. Tú, que tanto amaste a Jesús, enséñanos a amarlo, a dar la vida por Él. Enséñanos el arte de la no-violencia, del no-resentimiento. Haz que hagamos del amor, como tú, nuestra “arma más poderosa”.

Viernes Santo,

circula el amor a borbotones…

lo que no es amor…. ¡ se está ahogando!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

JUEVES SANTO 2024

“UN SOLO CUERPO” El Pan y el Cáliz”

Hace muchos años, el gran teólogo católico Hans Urs Von Balthasar escribió un famosísimo libro titulado “Mysterium paschale: la teología de los tres días”. Viernes santo, Sábado santo y Domingo de Resurrección.

En el centro el Cuerpo de Jesús

Jueves, Viernes y Sábado Santo son los días en los cuales nuestra atención se centra en el “cuerpo de Jesús”. Los pasos de la Semana Santa nos lo muestran. Hacia ese cuerpo se dirigen las miradas. Ante ese cuerpo se emocionan los corazones. Parece que carga sobre sí todo el dolor del mundo. En su rostro vislumbra la gente su propio dolor: el ya sufrido, el que ahora le acongoja, el dolor que de seguro vendrá.

Los artistas han sabido plasmar en sus imágenes de Semana Santa un cuerpo de Jesús en situación límite e incluso muerto sin que por ello parezca un cuerpo desahuciado y vencido. Año tras año, generación tras generación se repite el mismo espectáculo y surgen las mismas emociones. ¡Y todo tiene como foco… el cuerpo de Jesús!  

En el Cenáculo de Jerusalén

 Allí está reunido Jesús con sus discípulos para celebrar “la última Cena”, la “Cena de despedida”, “la cena del Adiós”, la “cena del Testamento”.

Los grandes patriarcas del Pueblo de Dios hacían de la última cena o comida con sus hijos la “cena del Testamento” (Jacob en Gen 48-49). Jesús también hace su Testamento. El cuarto evangelista inicia el relato de la Cena con estas palabras: “Amó a los suyos que estaban en el mundo y los amó hasta el final (telos)” (Jn 13, 1).

Pero también se manifiesta el mal, el diablo que actúa a través de uno de los discípulos, Judas, que lo traiciona y entrega a los judíos para que lo eliminen.

El símbolo del lavatorio de los pies

“Durante la cena Jesús vierte agua en una jofaina y comienza a lavar los pies de los discípulos y a secarlos. Culturalmente, la parte inferior del pie se consideraba una parte deshonrosa del cuerpo. El lavado de los pies de otra persona lo realizaba un esclavo o una persona de estatus inferior (1 Sam 25:41). Jesús le dio tal importancia a este gesto. Ante la negativa de Pedro, lo puso ante la alternativa de: “o te lavo y estás de mi parte, o no te lavo y estarás contra mí”.

Los cuerpos de los discípulos tienen vocación de in-corporación para formar todos “un solo cuerpo” en Jesús. Se trata de una primera comunión a través del tacto. Y Jesús añade: ¡laváos los pies unos a otros! ¡Honrad vuestros cuerpos! ¡Bendecíos mutuamente! ¡Alejáos de cualquier forma de violencia corporal!¡Haceos siervos los unos de los otros! ¡Dad la vida los unos por los otros!

El símbolo del Pan eucarístico

Franz von Stuck, Pietà, 1891

Sigue la cena de despedida… y de nuevo aparece el Cuerpo. Esta vez tiene la “sagrada forma” de pan: pero no solo de pan, sino de pan dentro de un escenario de interrelación: ¡de pan entregado! Es el pan de la comida, es el pan que Jesús parte y reparte: “Tomad, comed, ¡esto es mi cuerpo!”

No se trata sólo del pan, sino del pan partido y distribuido por las manos mismas de Jesús. Él habla de un cuerpo que rebasa sus límites, de un cuerpo que toca, que se acerca, que quiere ser tomado, comido… hasta entrar en el otro cuerpo: “vosotros en mí y yo en vosotros”. El pan-cuerpo tiene una existencia pasajera y transitiva: lo acucia la impaciencia de ser comido y desaparecer en el cuerpo de los discípulos. “Pharmacon athanasías” o “medicamento de la inmortalidad” lo llamaban los antiguos cristianos.

El cuerpo-pan vivifica al cuerpo que lo recibe: “quien come mi pan no morirá para siempre”. Quien comulga se incorpora al Cuerpo que todo lo sana, que resucita, que establece Alianza para siempre. Jesús quiere compartir su cuerpo y hacernos así sus con-corpóreos.

Estrechamente unida al cuerpo… también la sangre. Jesús transforma la escena anterior: ahora lleva en sus manos un cáliz. Derrama sobre él el vino; la entrega a cada uno de sus discípulos y les dice:  “Tomad, bebed: esta es mi sangre, sangre de la nueva y eterna Alianza, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”. 

Jesús quiere compartir su sangre y hacernos sus con-sanguíneos. Para él, como hebreo, la sangre era mucho más que ese flujo líquido que recorre nuestras venas: era el símbolo de la vida, de su vida, que sólo encontraba su sentido des-viviéndose, entregándose. Por eso, también la sangre crea comunión, consanguinidad, Alianza para siempre.

El Sacerdocio fundamental

Jesús quiso que todos nosotros, sus seguidoras y seguidores formáramos el pueblo sacerdotal, o pueblo de sacerdotes. En el Bautismo somos todos consagrados sacerdotes de Dios. Pero en este día, celebramos el origen de una forma peculiar de sacerdocio: el de aquellas personas elegidas para servir y liderar al pueblo de Dios. Jesús le dijo una vez a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Ante la respuesta afirmativa, Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejitas”. Los pastores son muy tentados por el Maligno y pueden -como Pedro- negar al Señor, y convertirse en lobos del rebaño del Señor. Roguemos por ellos, para que no caigan en la tentación.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO DE RAMOS. CICLO B

ENTRADA EN JERUSALÉN Y TOMA DEL TEMPLO

La entrada de Jesús en Jerusalén merece una reflexión especial. No entró Jesús como un Mesías político: se dirigió «directamente hacia el templo», dice el evangelista Marcos (Mc 11,11), cuya versión de la Pasión de Jesús hoy escucharemos.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Una ciudad bajo vigilancia militar
  • Entra en Jerusalén y se dirige al Templo
  • Discusión con las autoridades

Una ciudad bajo vigilancia militar

En la semana de Pascua había una gran afluencia de peregrinos en Jerusalén. Muchos de ellos eran galileos “separatistas”. Con ese motivo se reforzaba la guardia romana y hasta el mismo gobernador romano dirigía directamente las operaciones de seguridad. Los galileos esperaban la llegada del reino mesiánico y soñaban con colocar a Israel a la cabeza de las naciones. Probablemente quienes acompañaban a Jesús en su entrada en Jerusalén eran celotas o nacionalistas. Jesús organizó la entrada. Sus discípulos buscarían un asno atado sobre el que ningún hombre se había montado. Y lo requerirían con estas palabras: “el Señor lo necesita” Mc 11,2-3).  

Entrada en Jerusalén y toma del Templo: los dos primeros días

La entrada de Jesús en Jerusalén se entiende a partir del contexto. Jesús  les había dicho a sus seguidores, que tenían miedo: «Mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará (Mc 10,32)». Y ahora… ya entran en Jerusalén, Y Jesús montado en un asno, no como un líder guerrero, sino como un rey pacífico. No se dirige a la sede del gobernador romano, Poncio Pilatos. Sino al Templo (Mc 11,11). En el templo, …«después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para pernoctar en Betania.

Pero al día siguiente, Jesús y los suyos volvieron al Templo: no para purificarlo, sino para tomar posesión de él. Jesús lo hizo suspendiendo toda la actividad que en él se realizaba. Se había convertido en una “cueva de bandidos” y no en lo que Dios quería: «casa del Padre para todos”. El exégeta Joaquín Jeremías calculaba que sólo por el concepto del impuesto para el Templo entrarían en él una cantidad cercana a las 17 toneladas de plata anuales, además de otros negocios. El Templo estaba aún en reconstrucción. Jesús le anuncia su destrucción y su final. Con su acción Jesús paralizó el culto y la actividad del Templo. Dice san Marcos que las autoridades «le tenían miedo… a Jesús, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina»)

La discusión con las autoridades el tercer día

¿Con qué autoridad haces esto? Las autoridades tenían miedo a la gente. Jesús les evoca a Juan el Bautista y les recrimina que no le creyeran. Les contó la parábola de los viñadores homicidas -anticipándoles lo que iban a hacer con él. Lo entendieron. Quisieron detenerlo, pero por miedo a la gente. No se atrevieron.

Jesús desautorizó la interpretación que los escribas hacían del Mesías. El pueblo se identificaba con Jesús: el Mesías no es hijo de David, sino su Señor; no han de ver en él a un poderoso líder al estilo de David. Y finalmente, Jesús observa a quienes depositan limosnas en el tesoro del Templo. Alaba a la pobre viuda que entregando muy poco, entregó todo su ser a Dios.

Conclusión

Este es el contexto de la Semana Santa, que hoy comenzamos. Jesús desautoriza totalmente el sistema religioso que mantenía la fe en Israel y abre una nueva etapa. La carta a los Hebreos sacó las consecuencias con su crítica sin concesiones al viejo culto y a su sacerdocio.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO DE RESURRECCIÓN 2023

ELLOS LO MATARON. DIOS LO RESUCITÓ

Hoy celebramos el día más importante del año litúrgico. Es el día en que resucitó la Vida. En que Jesús, que murió por nosotros, comenzó a vivir para siempre, por nosotros.  Este es el quicio de nuestra fe. En torno a él todo gira y adquiere sentido.

¡Basta tumba vacía… para creer!

María Magdalena -primera agraciada con la aparición del Señor- y el discípulo amado –primer creyente en la resurrección- son los protagonistas del primer Domingo de la historia.
Con motivo de la Pascua el primer día laboral de la semana se convirtió en el “Dies Domini” o “Dies dominicus”. Y desde entonces este día está marcado por la gran experiencia de la Pascua cristiana.
No había dado tiempo a embalsamar el cuerpo de Jesús el viernes y María viene a hacerlo apenas comenzada la semana. Descubre, todavía de noche, que habían removido la piedra de entrada; más todavía, que había desaparecido el cuerpo. ¡Qué amanecer tan inquietante! ¿Qué habrá ocurrido? María comunica la noticia y busca. Corre al encuentro de los Apóstoles. Pedro y el Discípulo amado de Jesús se ponen rápidamente en camino hacia el sepulcro.. Corren juntos. El discípulo amado, más veloz, llega primero. Se asoma. Ve que el Cuerpo no está, aunque sí las vendas. No entra. Deja que Pedro entre el primero. Constatan que probablemente no ha sido un robo, pues todo está muy ordenado. El discípulo amado entró entonces en el sepulcro. Vio lo que allí había y allí faltaba, y “creyó”.
En ese momento el discípulo amado entendió las Escrituras. No fue necesario ver al Señor. Jesús resucitó en su corazón y en su fe. La tumba vacía fue para el Discípulo Amado la gran respuesta a sus preguntas. Las Escrituras le iluminaron.
Nosotros tenemos la misma experiencia. No hemos visto al Señor resucitado, pero sí la tumba vacía. No hay sepulcro en la tierra en el cual podamos encontrar el cuerpo del Señor. Pero sí podemos tener la experiencia de la Resurrección como el Discípulo Amado. Las Escrituras Santas nos devuelven a Jesús Resucitado. Comer y beber con Él en la Eucaristía nos hace sentir su Cuerpo, su Sangre, su Vida. Cada Eucaristía es momento pascual, experiencia del Resucitado.
Después Jesús se apareció a María Magdalena. Ella recibió el encargo-misión de revelar el misterio de la Resurrección a los discípulos.

¡Ellos lo mataron! ¡Dios lo resucitó! ¡Nosotros lo anunciamos!

La comunicación de la Resurrección de Jesús no resultó fácil. A nosotros tampoco hoy nos resulta fácil transmitir esta gran convicción de nuestra fe. Según la primera lectura de este domingo son tres las palabras que en esta transmisión del mensaje resulta importantes:: Ellos, Dios y Nosotros.
¡Ellos!  “Lo mataron… colgándolo de la cruz”. Con estas palabras resume Simón Pedro –ante la gente que lo escucha- el martirio  de Jesús. Ese fue el fin de un hombre que pasó por esta tierra “haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo”, de un hombre a quien Dios había ungido con la fuerza del Espíritu Santo, de un hombre de quien se debía decir “¡Dios estaba con Él”. Lo mataron como al más perverso de los seres humanos. La justicia del imperio, la justicia del pueblo judío, cometió la tropelía, la injusticia más monstruosa de toda la historia. Si fue posible ese “error histórico”, consideremos cuántas injusticias seguirán aconteciendo en nuestro mundo.
¡Dios! Dios Padre no se inhibió. Tampoco actuó brutalmente para restablecer la Justicia. Dios “lo resucitó al tercer día”, Dios lo constituyó juez de vivos y muertos. El Condenado por la Justicia es ahora constituido Juez del Universo. Es la gran paradoja. ¿Qué sentirán quienes le condenaron al presentarse ante el Juicio y descubrir que el Condenado es ahora el Juez? Razón tenía Jesús al decir “No juzguéis y no seréis juzgados”.
¡Nosotros! Pedro no personaliza la experiencia. Habla en nombre de un colectivo: ¡la iglesia naciente! La apenas recién nacida iglesia está formada por un grupo de mujeres y hombres “testigos”. En eso consiste su gloria: ¡no en lo que ellos han hecho o hacen, sino en aquellos que les ha sido dado contemplar, vivir! ¡Han sido testigos! De la misma manera que quienes fueron testigos de la caída de los Torres Gemelas en New York no influyeron para nada en su caída, así también los que han sido testigos de la Resurrección de Jesús, no han influido nada en el acontecimiento. Pero a ellos  les cabe la tarea de comunicar su experiencia, de predicarla a todos los vientos para que los pueblos de la tierra se enteren. Pedro dice que ellos son testigos por voluntad de Dios

Cuando el futuro se refleja en nuestro rostro

La segunda lectura nos introduce más todavía en el misterio de la Resurrección. Juega con dos expresiones lingüísticas muy interesantes: el indicativo y el imperativo. El indicativo nos indica que hace Dios por nosotros. El imperativos dice qué hemos de hacer nosotros por Dios.
¿Qué hace Dios por nosotros? Pues ¡que nos ha resucitado!  Dios Padre nos ha concedido participar en el acontecimiento de la resurrección de Jesús. Jesús resucitado es germen de vidas resucitadas. Junto a Jesús la muerte no tiene, ni mucho menos, la última palabra. Estar con Jesús es escuchar la Palabra de la Vida, ser bautizado en el agua de la Vida, comer el Pan de la Vida y el Vino de la Nueva y definitiva Alianza. Por eso, aunque nos aceche, aunque nos amenace la muerte, no hemos de temer: ¿dónde está muerte tu victoria? La muerte nunca nos vencerá. La muerte no hiere a los amigos de Jesús.
¿Qué hemos de hacer nosotros, puesto que Dios nos ha hecho ya anticipadamente resucitar? Vivir el futuro en el presente. Aspirar a los bienes de ese vida plena, colmada. Tener una fuerte moral de victoria. No tener miedo a nada, ni a nadie. Vivir con la dignidad de los ciudadanos de la Gloria.
A los cristianos nos ilumina el futuro. Cuando un cristiano muere, la resurrección le envuelve y… por eso… sonríe, aunque la certeza de morir le entristezca. La esperanza es una fuerza que nada ni nadie puede vencer. Si hemos resucitado con Jesús, ¡tengamos, pues, rostro de resucitados!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

VIERNES SANTO 2023

“CUERPO CRUCIFICADO”

Entramos en el misterio del Viernes Santo: un día que no es sólo pasado, sino también dramático presente en la vida individual y colectiva de la humanidad.

Hoy es “viernes santo”

El Viernes Santo fue para algunos de nuestros grandes pensadores la expresión del mayor ocultamiento de Dios en nuestra historia. Y hoy lo estamos padeciendo: lo demuestra la expansión -cada vez mayor- de la increencia y del ateísmo. En su obra “La gaya ciencia” (sección 125) el filósofo Nietzsche escribió: 

“Dicen que el loco ese día penetró en varias iglesias y entonó un requiem æternam deo. Y cuando era arrojado esgrimía reiteradamente su argumento: «¿Qué son estas iglesias, sino tumbas y monumentos fúnebres de Dios?” Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado.

Anticipaba así lo que hoy está ocurriendo de forma masiva. Son cada vez más las personas -¡incluso miembros de familias de tradición creyente y cristiana!- que se declaran agnósticas o ateas: “no hay Dios, Dios ha muerto”. La religiosidad se diluye. Los templos se vacían.  

El “Viernes Santo” en seis escenas

La liturgia cristiana proclama en este día la Pasión según san Juan en seis escenas

  • La patrulla (Jn 18,1-12): un destacamento de tropas romanas -guiado es enviado por las autoridades judías, para arrestar a Jesús en el huerto de Getsemaní , guiado por Judas. Jesús le sale al paso y les pregunta: ¿A quién buscáis? Ellos responden: ¡A Jesús nazareno! La respuesta de Jesús les sobrecoge: “Yo soy” evocaba al Dios de la zarza incombustible que así le respondió a Moisés: “Yo soy el que soy”.
  • El interrogatorio nocturno: el avaricioso y corrupto Anás somete a Jesús a un interrogatorio nocturno, no oficial. Jesús es maltratado, negado por Pedro en el atrio. Se reúne en la mañana siguiente el Sanedrín -presidido por Caifás- y decide entregar a Jesús a los romanos para que sea ejecutado. Los judíos -por orden de los romanos- no podían ejecutar la pena capital, pero sí le pedirán que ejecute a Jesús con la crucifixión.
  • Viernes por la mañana: Los sacerdotes se dirigen a la casa de Pilato, pero no entran para no contaminarse, dado que ese día se iniciaba la Pascua al atardecer. Jesús ante Pilato se declara testigo de la Verdad, que el procurador romano trata de eludir. Los judíos rechazan la realeza de Jesús. Los gentiles lo visten como rey y lo aclaman: “ellos lo habrían hecho sin burlas”, comenta un gran experto en el evangelio de Juan, Raymond E. Brown. Pilato descubre que Jesús es el Hijo de Dios y Jesús le declara que su poder -como procurador romano- le viene de Dios. Sentado en la sede del juez, Pilato dicta sentencia de muerte. El pueblo de Dios se declara amigo del César. Y esto sucede en “esa hora fatal en la historia de Israel que es “la hora sexta”, el mediodía, el momento mismo en que se inicia el sacrificio de los corderos pascuales en el Templo” (Raymond E. Brown).
  • En la cruz: de ella pende un letrero que declara de forma solemne -en tres lenguas- y por orden de Pilato, el porqué de la muerte de Jesús ¡el rey de los judíos! Los soldados se reparten los vestidos de Jesús, pero “la túnica” de una sola pieza -como la del Sumo Sacerdote- es echada a suertes. Jesús muere como rey y también como Sacerdote.
  • La Madre y el discípulo amado: varias mujeres están junto a la cruz de Jesús y el discípulo amado. Jesús le revela a su madre una “nueva maternidad” refiriéndose al discípulo amado: “Ahí tienes a tu hijo”. Y el discípulo la acogió en su casa.
  • Jesús muere y entrega el Espíritu que se derrama sobre las mujeres y el discípulo amado. Entones Jesús es también “el Traspasado” y de su costado, herido por la lanza, brota el agua de la vida juntamente con la sangre de la entrega.

¿Qué nos dice el relato?

La crucifixión estaba pensada 

  • para humillar al reo, 
  • para privarle del honor, 
  • para hacerle caer en lo más bajo en que un ser humano puede caer. 

El cuarto evangelista nos presenta a Jesús manteniendo su honor en todo momento. 

  • Actúa como un auténtico señor que conoce la situación y la controla. 
  • Jesús soporta lo que haya que soportar, pero nunca cede ante la humillación. 
  • La máxima humillación se convierte en la exaltación del Señor. 
  • El máximo desprecio se convierte en la máxima atracción desde la cruz. 
  • Se le acusa a Jesús de hacerse igual a Dios, Hijo de Dios, rey. Por ello es condenado. Pero muriendo, Jesús entrega su vida al Abbá de la vida.
  • Jesús confía absolutamente en su Padre. Y hace de su muerte el acontecimiento más digno de su existencia, el cumplimiento que lleva a perfección su misión en la tierra: “¡Todo está cumplido!”.

Este relato nos enseña que:

  • Ante la humillación no hemos de reaccionar con violencia, sino con dignidad y firmeza. 
  • Como seres humanos y limitados que somos, habremos de atravesar zonas de sombra, de anonadamiento y tiempos de duda, de aparente sinsentido. Nuestra fe nos pide confiar siempre, en todo lugar y momento, en nuestro Abbá. Él no puede olvidarse de los hijos e hijas de sus entrañas, como no se olvidó de Jesús. Él hace que nuestras noches oscuras, nuestras experiencias de muerte, estén bajo su control, para que nuestros pequeños viernes santos se conviertan en momentos de gracia para el mundo. ¡Qué bien entendió este misterio san Pablo cuando nos dijo que estamos con-crucificados con Cristo!
  • Hay muchas zonas de viernes santo permanente en nuestro mundo: ¡ahora mismo lo estamos sufriendo! ¡Hoy es -quizá más que otras veces- Viernes Santo!. Muchas personas solidarias y compasivas emergen en este día para llevar consuelo, esperanza, cuidar, acompañar, compadecerse…. 
  • Hemos de acercarnos a quienes están pasando su “viernes santo”. Llevémosle nuestra presencia y consuelo. Iluminemos a esa persona con nuestro amor y nuestra esperanza.

¡Abbá, ¡sólo nos quedas Tú!

Abbá, en la oscuridad del viernes santo, sólo nos quedas Tú. Tú eres nuestro refugio, nuestra esperanza, nuestra victoria. Nos ponemos en tus manos. Te entregamos nuestro espíritu. Sabemos, Abbá, que contigo nunca quedaremos defraudados.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

JUEVES SANTO 2023

“UN SOLO CUERPO” El Pan y el Cáliz”

Hace muchos años, el gran teólogo católico Hans Urs Von Balthasar escribió un famosísimo libro titulado “Mysterium paschale: la teología de los tres días”. Viernes santo, Sábado santo y Domingo de Resurrección.

En el centro el Cuerpo de Jesús

Jueves, Viernes y Sábado Santo son los días en los cuales nuestra atención se centra en el “cuerpo de Jesús”. Los pasos de la Semana Santa nos lo muestran. Hacia ese cuerpo se dirigen las miradas. Ante ese cuerpo se emocionan los corazones. Parece que carga sobre sí todo el dolor del mundo. En su rostro vislumbra la gente su propio dolor: el ya sufrido, el que ahora le acongoja, el dolor que de seguro vendrá.
Los artistas han sabido plasmar en sus imágenes de Semana Santa un cuerpo de Jesús en situación límite e incluso muerto sin que por ello parezca un cuerpo desahuciado y vencido. Año tras año, generación tras generación se repite el mismo espectáculo y surgen las mismas emociones. ¡Y todo tiene como foco… el cuerpo de Jesús!  

En el Cenáculo de Jerusalén

 Allí está reunido Jesús con sus discípulos para celebrar “la última Cena”, la “Cena de despedida”, “la cena del Adiós”, la “cena del Testamento”.
Los grandes patriarcas del Pueblo de Dios hacían de la última cena o comida con sus hijos la “cena del Testamento” (Jacob en Gen 48-49). Jesús también hace su Testamento. El cuarto evangelista inicia el relato de la Cena con estas palabras: “Amó a los suyos que estaban en el mundo y los amó hasta el final (telos)” (Jn 13, 1).
Pero también se manifiesta el mal, el diablo que actúa a través de uno de los discípulos, Judas, que lo traiciona y entrega a los judíos para que lo eliminen.

El símbolo del lavatorio de los pies

“Durante la cena Jesús vierte agua en una jofaina y comienza a lavar los pies de los discípulos y a secarlos. Culturalmente, la parte inferior del pie se consideraba una parte deshonrosa del cuerpo. El lavado de los pies de otra persona lo realizaba un esclavo o una persona de estatus inferior (1 Sam 25:41). Jesús le dio tal importancia a este gesto. Ante la negativa de Pedro, lo puso ante la alternativa de: “o te lavo y estás de mi parte, o no te lavo y estarás contra mí”.
Los cuerpos de los discípulos tienen vocación de in-corporación para formar todos “un solo cuerpo” en Jesús. Se trata de una primera comunión a través del tacto. Y Jesús añade: ¡laváos los pies unos a otros! ¡Honrad vuestros cuerpos! ¡Bendecíos mutuamente! ¡Alejáos de cualquier forma de violencia corporal!¡Haceos siervos los unos de los otros! ¡Dad la vida los unos por los otros!

El símbolo del Pan eucarístico

Franz von Stuck, Pietà, 1891

Sigue la cena de despedida… y de nuevo aparece el Cuerpo. Esta vez tiene la “sagrada forma” de pan: pero no solo de pan, sino de pan dentro de un escenario de interrelación: ¡de pan entregado! Es el pan de la comida, es el pan que Jesús parte y reparte: “Tomad, comed, ¡esto es mi cuerpo!”.
No se trata sólo del pan, sino del pan partido y distribuido por las manos mismas de Jesús. Él habla de un cuerpo que rebasa sus límites, de un cuerpo que toca, que se acerca, que quiere ser tomado, comido… hasta entrar en el otro cuerpo: “vosotros en mí y yo en vosotros”. El pan-cuerpo tiene una existencia pasajera y transitiva: lo acucia la impaciencia de ser comido y desaparecer en el cuerpo de los discípulos. “Pharmacon athanasías” o “medicamento de la inmortalidad” lo llamaban los antiguos cristianos.
El cuerpo-pan vivifica al cuerpo que lo recibe: “quien come mi pan no morirá para siempre”. Quien comulga se incorpora al Cuerpo que todo lo sana, que resucita, que establece Alianza para siempre. Jesús quiere compartir su cuerpo y hacernos así sus con-corpóreos.
Estrechamente unida al cuerpo… también la sangre. Jesús transforma la escena anterior: ahora lleva en sus manos un cáliz. Derrama sobre él el vino; la entrega a cada uno de sus discípulos y les dice:  “Tomad, bebed: esta es mi sangre, sangre de la nueva y eterna Alianza, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”. 
Jesús quiere compartir su sangre y hacernos sus con-sanguíneos. Para él, como hebreo, la sangre era mucho más que ese flujo líquido que recorre nuestras venas: era el símbolo de la vida, de su vida, que sólo encontraba su sentido des-viviéndose, entregándose. Por eso, también la sangre crea comunión, consanguinidad, Alianza para siempre.

El Sacerdocio fundamental

Jesús quiso que todos nosotros, sus seguidoras y seguidores formáramos el pueblo sacerdotal, o pueblo de sacerdotes. En el Bautismo somos todos consagrados sacerdotes de Dios. Pero en este día, celebramos el origen de una forma peculiar de sacerdocio: el de aquellas personas elegidas para servir y liderar al pueblo de Dios. Jesús le dijo una vez a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Ante la respuesta afirmativa, Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejitas”. Los pastores son muy tentados por el Maligno y pueden -como Pedro- negar al Señor, y convertirse en lobos del rebaño del Señor. Roguemos por ellos, para que no caigan en la tentación.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO DE RAMOS. CICLO A

LA TOMA DEL TEMPLO – JUEZ DE JUECES

¿Cuándo llegarán a la humanidad tiempos de paz? Cuando todavía no está resuelto un conflicto surge otro. Las guerras se suceden. No hay respiro…. Añoramos la paz, pero la paz no llega. Jesús fue el “príncipe de la Paz”… pero sucumbió a la violencia. ¿Qué celebramos hoy los cristianos  al evocar la entrada de Jesús en Jerusalén “ciudad de la Paz?

La perspectiva

La entrada de Jesús en la Ciudad Santa de Jerusalén respondió a un deseo muy especial de Jesús: representar, hacer realidad, un texto del profeta Zacarías (9,8-12):

“Yo acamparé junto a mi Casa como guardia contra quien pasa o quien viene; y no pasará junto a ellos el opresor, porque ahora vigilo con mis ojos. ¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén! Que viene a ti tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en una cría de asna… Él proclamará la paz a las naciones. Su dominio alcanzará de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra. Por la sangre de tu alianza, libraré a tus cautivos de la fosa vacía, sin agua. Volved hoy mismo a la fortaleza, cautivos de la esperanza”

(Zacarías 9, 8-12)

 Esta es la profecía que Jesús hace realidad en este día de su entrada en Jerusalén como rey de la Paz. La gente lo percibe y lo aclama sin miedo: ¡Hijo de David!, ¡el que viene en el nombre del Señor!

Deberíamos imaginarnos el entusiasmo y la pasión de aquellas gentes que encontraron en Jesús la respuesta de Dios a sus penas, a sus esperanzas (¡cautivos de la esperanza!). Sin embargo, la gente no percibió la gravedad de aquello que hacían, pues el entusiasmo se había apoderado de ellos. Entraron en Jerusalén sin el menor respeto humano, proclamando la Gracia definitiva de Dios sobre la Ciudad.

Aquella entrada solemne y pacífica en Jerusalén se convirtió en el desencadenante de la peor de las acciones violentas: la condena a muerte, y muerte de cruz, del Rey de la Paz, Jesús.

La fuente de su energía

La primera lectura del profeta Isaías nos ayuda a comprender lo que movía el corazón de Jesús:

  • El deseo de alentar, confortar y consolar a los abatidos.
  • La convicción de que a la violencia no se responde con violencia.

El “misterio” de Jesús

Por eso, san Pablo interpreta el modo de actuar de Jesús en la segunda lectura (la carta a los Filipenses):

  • Jesús era de “condición divina”, pero no quiso aparecer con ese título así y se hizo uno de tantos.
  • Más aún: se hizo como nosotros no deseamos ser: esclavo, sometido, siervo, apto para ocupar el último lugar: el de los condenados a muerte.
  •  Sin embargo, Dios su Padre reaccionó y lo exaltó, “de modo que ante Jesús se arrodille toda persona en el cielo y en la tierra”.  

¡Jesús es el Hijo del hombre, juez de jueces!

Hoy la Iglesia proclama el relato de la Pasión según san Mateo. Y nos dice cuál fue la causa de su muerte. Cuando el sumo sacerdote le dijo solemnemente: «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Jesús respondió: †. «Tú lo has dicho. Y os declaro que pronto veréis al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo».
El sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Vosotros mismos habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?». Y todos respondieron: “Es reo de muerte”.
Jesús se identifica con un personaje misterioso -¡el Hijo del Hombre!-, aquel de quien habló el profeta Daniel: aquel que vendría a juzgar a todas las naciones. Jesús les dice tanto al Sumo Sacerdote y al Sanedrín vendrá a juzgarlos a ellos, que Él es el Juez que viene de Dios. Esta es la clave que nos permite entender el drama de la Pasión que hoy nos es proclamado.


José Cristo Rey García Paredes, cmf