HORA SANTA 2021

Jueves Santo, 1 abril 2021

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Video de la Hora Santa 2020

0. AMBIENTACIÓN

Canto: ¡Uhhh uuhhh uhhh … Adoramus te, Domine.

    Hoy es Jueves Santo, un jueves santo muy especial. No hemos podido celebrar «la Cena del Señor». Pero queremos estar con Él. Permanecer con Él, porque Cristo permanece, y su palabra permanece, y su entrega permanece. Abrámosle el corazón. No es tiempo de hablar mucho, sino de escuchar, aunque solo sean los latidos de Dios. Su presencia es gracia, regalo, fuerza y consuelo.

1. ADOREMOS AL SEÑOR

Lectura de 1 Cor 11,23-26

    «Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva».
Palabra de Dios

Actitudes propias de la adoración

▪ Descálzate. Solo los limpios de corazón verán a Dios.
▪ Escucha. Eres orante en la medida que escuches la Palabra.
▪ Dialoga. Dios está oculto, pero es real. Orar es «tratar de amistad con quien sabemos que nos ama» (Sta. Teresa de Jesús).
▪ Adora: «La adoración es la continuación de la celebración, la prolonga e intensifica» (Benedicto XVI).
▪ Agradece. Dedica unos momentos a dar gracias al Señor; su presencia, su pasión y su amor en­tregado. Da gracias porque te sientes amado por él, y este amor te salva.
▪ Entrégate. Ponte en sus manos, para que el Señor se sirva de ti como pequeño instrumento.

Canto: No adoréis a nadie, a nadie más que en Él (2).
             No fijéis los ojos en nadie más. (2)
             No fijéis los ojos en nadie más que en Él.

Oración

Nos hemos sentado muchas veces a tu mesa. Gracias, Señor.
Queremos vivir siempre en comunión contigo y con los hermanos.
Hemos escuchado tu Palabra.
Te pedimos que sepamos guardarla en el corazón.
Nos pides velar contigo.
Viviste la agonía en Getsemaní.
Y sigues agonizando en muchos hermanos.
Danos tu gracia para que no los dejemos solos.

2. EL MANDAMIENTO DEL AMOR

Lectura de Juan 15,9-10.12-13.17    

    «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; per­maneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, perma­neceréis en mi amor… Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos…. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros”.
Palabra del Señor

Interiorización

    Somos amados, muy amados en Cristo. El origen de tanto amor está en el Padre. Cristo prolonga este amor y llega a nosotros de manera asombrosa, visible y palpable. Este amor es definitivo, eterno, por eso Jesús nos pide permanencia… Permaneced en mi amor. El amor verdadero siempre es fiel, hasta la muerte… Que os améis como yo os he amado…

Canto: Donde hay caridad y amor,  allí está el Señor, allí está el Señor.

Plegaria

Señor, enséñame a amar como tú,
con la misma generosidad e intensidad.
Enséñame a perdonar como tú,
enséñame a curar como tú,
enséñame a servir como tú,
enséñame a sufrir como tú,
enséñame a orar como tú,
enséñame a compadecer como tú,
enséñame a compartir como tú,
enséñame a despojarme como tú,
enséñame a vivir como tú,
enséñame a dar la vida como tú.

3. EN LA NOCHE DE LA AGONÍA

Lectura de Marcos 14,32-12

    [En Getsemaní] «se postró en tierra y suplicaba que, a ser posible, no tuviera que pasar por aquel trance. Decía: «¡Abba!, Padre. Todo te es posible. Aparta de mí esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
Palabra del Señor

Jesús hace oración.

    Una oración que esta vez no será gozosa. Jesús lo que hace es llorar entre gritos y lágrimas. Verdade­ra «agonía». ¿Cómo sonarían en el silencio de la noche aquellos gritos y ora­ciones de Jesús? Pero al fin, SÍ, que se cumpla su voluntad, ¿Oían los discípulos? Parece que no, dormían, incluso los más cercanos. ¿Oía el Padre? Parecía que no, o que se ha­cía el sordo. ¿Oían los ángeles? Sí, y uno de ellos vino en su ayuda (cf. Lc 22, 43) En el fondo, ese ángel del consuelo fue ya una respuesta del Padre.
    Hemos de estar seguros. Cuando pasamos por la «noche», el Padre siem­pre acompaña, aunque parezca que se oculta, y siempre escucha; y siempre nos mandará a alguno de sus ángeles.

    Getsemaní

«Este es uno de los lugares más venerados del cristianismo. El Monte de los Olivos es el mismo de la época de Jesús. Quien se detiene en él se encuentra aquí ante un dramático punto culminante del misterio de nuestro Redentor: Jesús ha experimentado aquí la ultima soledad, toda tribulación del ser hombre. Aquí, el abismo del pecado y del mal le ha llegado hasta el fondo del alma. Aquí se estremeció ante la muerte in­minente. Aquí le besó el traidor. Aquí todos los discípulos lo abandona­ron. Aquí él ha luchado también por mí».
(Benedicto XVI)

Canto: Antes de ser llevado a la muerte, viendo Jesús su hora llegar, manifestó su amor a los hombres, como no hiciera nadie jamás.

Plegaria

▪ A los que han muerto a causa del coronavirus, a los agonizantes y a los enfermos, dales, Señor, el consuelo y la esperanza.
▪ Haz, Señor, que sepamos estar cerca de los que se sienten solos y están desconsolados, siendo para ellos como ángeles de consuelo.
▪ Gracias, Señor, a cuantos trabajan en el campo de la sanidad, a las fuerzas de seguridad y a cuantos trabajan en los diferentes servicios, y bendícelos y protégelos con tu amor.
 Ante ti que aquí sufriste, rezaste, gritaste y lloraste para ofrecer a todos, la fuerza y el consuelo, ponemos, Señor, todo el sufrimiento humano. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

4. CONCLUSIÓN

Canto: Cantemos al Amor de los Amores, cantemos al Señor,
           Dios está aquí, ¡venid adoradores, adoremos, a Cristo Redentor!

           ¡Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra, bendecid al Señor
           honor y gloria a Ti, rey de la gloria amor por siempre a Ti Dios del Amor!

 

Oración final

Gracias, Jesús, por tu palabra, tus signos, tu Eucaristía;
son para nosotros testamento, herencia y sacramento.
Te hiciste Siervo. Te hiciste pan, medicina y ungüento.
Te hiciste perdón, oración, lágrimas y regalo.
Eres Palabra-misericordia, Palabra-paz, Palabra-dolor, Palabra-amor crucificado.
Háblanos, Jesús-Palabra, purifícanos con tu Palabra,
consuélanos con tu Palabra, enamóranos con tu Palabra,
conviértenos en eco vivo de tu Palabra,
sostenidos siempre con la fuerza de tu Espíritu. Amén.

VIDEO DOMINGO DE RAMOS

Parroquia Santa María Aranda de Duero
Este domingo hemos preparado el evangelio para niños, y al mismo tiempo os hemos contado lo que sucede en Semana Santa. Con este evangelio termina este ciclo de evangelios para niños. Que esta Semana Santa acompañemos a Jesús y el domingo nos encontremos con Jesús Vivo y Resucitado.

DOMINGO DE RAMOS. CICLO B

LA PASIÓN: UNA HISTORIA QUE SE REPITE


PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS

    Hoy la liturgia pide que seamos muy breves en nuestro comentario a la Palabra, que es la auténtica protagonista, especialmente el relato de la Pasión, narrada este año por San Marcos.  Daré pues solamente unas pinceladas, sin entrar en matices:

       En primer lugar una invitación a tomarnos en serio las palabras de San Pablo en la segunda lectura. Es frecuente entre nosotros mirar a Jesús como alguien que tenía claro que su misión era «morir por nosotros» en la cruz, con esa muerte dolorosa que hoy hemos meditado, porque así lo habría pedido/querido su Padre Dios. Y como era Dios, «ya sabía» que a los tres días iba a resucitar victorioso de la tumba… y asunto resuelto, misión cumplida. Esta es una verdad de fe bastante incompleta.

San Pablo ha afirmado que Cristo «a pesar de su condición divina» se despojó de todos sus atributos divinos y se convirtió «en uno de tantos». Es decir: que fue como tú y como yo, y al ser «semejante a los hombres», tuvo que ir descubriendo su camino, su proyecto, la «voluntad del Padre» para él. Progresivamente tuvo que buscar, no pocas veces entre dudas y oscuridad, y tomar decisiones. Su «lucha/agonía» en Getsemaní fue muy real: «terror y angustia». Su camino no era ni fácil ni evidente. Tenía que discernir. Sintió como su proyecto del Reino había fracasado ante las autoridades religiosas, ante el Pueblo al que tan intensamente se había dedicado, ante sus propios discípulos… e incluso sintió el silencio y el abandono de Dios. Precisamente las únicas palabras que Marcos nos ha guardado de Jesús en la cruz dicen: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?». Un grito desgarrador que nos revela los sentimientos profundos de su dolor hasta la cruz. 

      • En cuanto a las razones históricas de su condena y de su muerte están muy bien descritas por el evangelista: Jesús y su proyecto del Reino estorban a las autoridades religiosas, que lo tachan de blasfemo, de intentar alterar sus ideas religiosas, sus interpretaciones de las Escrituras, y sus «cargos» de poder. El Pueblo, por su parte, esperaba a alguien que les solucionara sus problemas concretos de todo tipo… Y lo aclaman a su entrada en Jerusalem y le gritan «Hosanna» (=que Dios tenga piedad y nos salve). Pero al verse decepcionados por este «Hijo de David», que llega en un humilde pollino, y en actitud pacífica… acaban prefiriendo la libertad de un criminal, que la de un justo inocente, dejándose manipular por las autoridades. Políticos, como Pilato, lo que quieren es «dar gusto a la gente» y evitarse problemas y responsabilidades. Y con respecto a sus discípulos, tienen miedo, se duermen, huyen, le traicionan, se esconden, desaparecen de escena: «ni sé ni entiendo de qué hablas».

     En resumen: las razones o causas por las que Jesús termina crucificado hay que buscarlas, en primer lugar y por encima de todo, en el rechazo de su misión y su mensaje. No conviene olvidarlo, para no «descontextualizar» ni «espiritualizar» la historia de una tremenda injusticia que dejó a todos muy desconcertados. Y porque esas luchas y enfrentamientos de Jesús han de ser ahora y siempre las nuestras, las de sus discípulos, puesto que el «panorama» no ha cambiado mucho que digamos. Sólo después, con la suficiente distancia, y ayudados por la Escritura (la Primera Lectura de hoy, por ejemplo) vendrán las interpretaciones teológicas sobre el sentido y significado de su muerte. 

      • Por eso mismo, no podemos asistir a los acontecimientos de la Semana Santa del Señor como «espectadores» de una historia que ocurrió hace dos milenios, y sobrecogernos y asombrarnos de todo lo que le pasó al Hijo de Dios… sin dejarnos afectar personalmente. Repasar y revivir la Pasión del Hijo de Dios tiene que servir para que reaccionemos y nos indignemos por tantos «hijos de Dios» que viven HOY similares circunstancias, y que también son eliminados, machacados, silenciados… por oscuros intereses de todo tipo. El «desorden» que mató a Jesús está detrás de los tejemanejes de las industrias farmacéuticas, alimentarias, del comercio de armas, de las manipulaciones políticas y económicas de todos los colores… Aquella historia del Hijo de Dios está hoy muy viva y es muy actual, y tenemos que tener mucho cuidado… para no ser sus nuevos protagonistas: nuevos Pilatos, nuevas autoridades, nuevas gentes manipuladas, nuevos discípulos cobardes, etc. etc. No es coherente que nos conmocionen las heridas, las caídas, los latigazos, y todo lo demás que tuvo que soportar Jesús… por ser quien era… y dejar en el olvido que él fue «uno de tantos» (como decía la anterior traducción litúrgica) que corren hoy su misma suerte. 

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imágenes de José María Morillo

DOMINGO V DE CUARESMA. CICLO B

UNA ENTREGA HASTA LA MUERTE

     Unos griegos, que probablemente se preparaban para entrar en el judaísmo, o al menos simpatizantes de los judíos, ya que están allí «para celebrar la fiesta», buscan a Jesús. Jerusalem está en sus fiestas grandes. Pero no es la fiesta lo que buscan (al menos no sólo la fiesta), o hacer negocios, o distraerse… Aun en medio del jolgorio, no dejan de ser personas inquietas, que necesitan respuestas. Representan a tantos hombres y mujeres que, de un modo u otro, buscan a Dios, aunque le pongan distintos nombres: felicidad, sentido para la vida, razones para luchar, algo que les llene el corazón, que les ayude a superar las dificultades, los sufrimientos, el fracaso, la muerte… Y son gentes de toda edad, clase y condición. Porque el hombre -todo hombre- es siempre un inquieto buscador… aunque a veces acuda a pozos equivocados, o diga que no busca nada…

     Estos griegos han oído hablar de Jesús, y deciden acercarse a uno de sus discípulos para preguntarle. Siempre es más fácil, para conocer o encontrarse con Jesús, acercarse a un discípulo. Entonces y hoy. Los griegos eligen a Felipe, que tiene nombre griego. Es más fácil que nos oriente alguien cercano, que huela a oveja, que se manche como nosotros, que tenga dudas como nosotros, que haya tenido que buscar un poco a tientas, como hacemos nosotros. No es fácil que encontremos la respuesta que necesitamos en alguien con títulos, o con cargos eclesiásticos, o en esos que enseguida abren el saco de las respuestas, sin antes haber escuchado, ni acogido, ni entendido… 

     Probablemente Felipe se sintió en aprietos, porque ese «queremos ver a Jesús» que le plantean no es un simple «dónde está, quién es». Es lógico pensar que quienes han visto a Jesús, quienes han compartido su compañía, quienes se han dejado transformar por él, quienes han hablado en la intimidad con él, quienes lo siguen… debieran (debiéramos) ser capaces de dar una respuesta adecuada: «¿Qué debemos hacer para que Jesús nos atienda, para poder conversar o estar con él?»  Yo no sé lo que les habrías respondido tú.

    Los pasos de Felipe son muy significativos. No les sienta a su lado para charlar con ellos. Ni tampoco improvisa un discurso sobre quién es Jesús, o las cosas que él les ha ido contando, cuando han estado con él. Lo primero que hace es ir a buscar a otro Apóstol. Felipe aprendió desde el principio de su propia vocación lo que significa ser Comunidad. Y por eso, evita el protagonismo y el tomar iniciativas por su cuenta. Es una buena señal de que conoce a Cristo y ha sido transformado por él. Necesita consultar a otro hermano, apoyarse en él. Y lo siguiente es ir a contárselo a Jesús. Necesitan que el propio Jesús les oriente aclare lo que deben responder. Podemos decir, entonces, que es imposible «mostrar a Jesús», orientar hacia el encuentro con él, sin haberse encontrado antes con Jesús. Dicho en plata: no podemos hablar «de» Jesús, sin antes haber hablado «con» Jesús.

     La respuesta de Jesús a Felipe y Andrés sorprende: A los griegos les gustaba mucho filosofar, razonar, discutir, argumentar. Pero Jesús no entra en ese juego. No les da «explicaciones», discursos ni razonamientos, y menos se mete en discusiones. Jesús les habla de su propia entrega hasta la muerte. Les pone su vida por delante y les «muestra» que el amor a uno mismo y el dejarse enredar y absorber por las cosas de este mundo es un camino de infecundidad, de vacío. Es como si Jesús les dijera: ¿Que quién soy yo? ¿que de qué voy? Pues soy una persona que se entrega, que se desvive, que se ofrece, que se sacrifica… hasta la muerte. Yo no me busco a mí mismo, no tengo más objetivo en mi vida que entregarme al Padre, entregándome a los hombres. Cuando ponemos por delante lo que me apetece, lo que me conviene, lo que me interesa, lo mío, mi prestigio, mi proyectos, mi éxito, etc… nos metemos en un camino sin salida.  Hay que empezar por renunciar a uno mismo: El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. Ha escrito el Papa Francisco: 

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte. Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro. Hechos para el amor, hay en cada uno de nosotros una ley de éxtasis: salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser. Por ello en cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo. (Papa Francisco, Fratelli Tutti 87-88).

       Así que Jesús les hace una propuesta/reto: Ponerse a su servicio, para estar donde él está: «El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor.» ¿Y dónde está Jesús? Su casa la dejó hace tiempo. Y ya no tiene ni dónde reclinar la cabeza. Él está en los caminos de los hombres, especialmente en el de los que sufren y menos cuentan, para compartir con ellos su sufrimiento, para luchar por ellos contra las causas de su sufrimiento. Sus palabras son también  una promesa de futuro: estar con él en la gloria. Estaréis conmigo en la gloria.

     El Señor no esconde ni disimula que su respuesta es enormemente exigente: les invita a vivir de otra forma, -una forma arriesgada e incluso peligrosa-. Y nombra  al Príncipe de este mundo, con el que tiene que pelearse y echar fuera. ¿Y quién es este personaje? Pues tiene muchas caras, muchos nombres, muchos recursos y muchos servidores. Y es muy poderoso. 

+ El Príncipe de este mundo se sirve de la violencia y de los violentos, le encanta crear enfrentamientos y divisiones: entre buenos y malos; los de nuestro país y los de fuera; los de una raza y los de otra; los de un partido o sindicato , y los otros; los de una religión y los de otra… Le viene bien todo lo que haga ver al otro como enemigo y destruya la fraternidad.

+ Se le da muy bien manipular la verdad, y puede conseguir que un Justo como Jesús sea visto como blasfemo y peligroso, para que acaben con él. Le vienen muy bien los grandes medios de comunicación, las concentraciones de masas, las redes, los bulos, la falta de transparencia, etc.

Resumiendo: es todo lo que destruye al hombre y su relación fraterna con los otros hombres, impidiéndole así ser aquello para lo que Dios lo ha creado.

         Y con el Príncipe de este mundo se enfrentó Jesús, y espera que los suyos le demos también la batalla. Al llegar «su hora», Jesús pareció sucumbir y perder ante su impresionante poder. Pero el Padre estaba de su parte y le glorificó. Fue suya la victoria final. Fue elevado en lo alto como un estandarte de victoria sobre la mentira, la injusticia, la violencia, la traición, el politiqueo, la manipulación religiosa, etc. atrayéndonos a todos hacia él. Desde entonces la historia humana ha quedado alterada, transformada. Dios Padre ha revelado lo que realmente es valioso, de parte de quién está Él, dónde se encuentran la verdad y la vida, y cuál es el camino para llegar a ellas. 

    Por tanto, el mejor «argumento» que podemos ofrecer nosotros a quienes hoy nos piden: «quisiéramos ver a Jesús» es la entrega de nuestra vida y la lucha contra el Príncipe de este mundo. Para ello, aprendamos de Jesús a pedir la ayuda del Padre para esta batalla: «Padre, glorifica tu nombre», que tu nombre sea santificado, que sea tuyo el triunfo. 

     El mundo, los buscadores de Dios, necesitan también hoy que Andrés, Felipe, tú y yo, y todos los demás tengamos «algo» y Alguien que mostrar, que ofrecer. 

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen de José María Morillo

DOMINGO IV DE CUARESMA. CICLO B

NICODEMO FUE A VER A JESUS DE NOCHE

Meditación orante

    • Habla Jesús:

    Vino a verme un doctor de la ley, que ocupa un escaño en el Sanhedrín. Se llama Nicodemo. Viene hasta Betania de noche. Precisamente de noche dio comienzo la historia de la salvación del pueblo esclavo en Egipto, con una cena.

La noche era el tiempo más adecuado -según la tradición judía- para estudiar la Ley.

De noche muchos hombres y mujeres dejan su casa para distraerse, para divertirse, para encontrarse, para romper la monotonía… No siempre lo consiguen.

De noche, miles de samaritanas venden sus cuerpos junto a sus pozos vacíos, luchando por no perder del todo su dignidad. Casi nunca lo logran.

De noche, muchos padres y madres se mueven inquietos y desvelados en sus camas, preocupados por sus hijos que salieron de casa, para saber cuándo vuelven…

Pero es más dura la noche interior

Es de noche cuando se nos muere alguien que nos importa, como mi amigo Lázaro, o mi padre José.
Es de noche cuando hay que tomar decisiones difíciles en solitario, como me ocurriría en el Huerto de los Olivos.
Es de noche cuando un buen amigo, como Judas, te la juega. 
Es de noche cuando nada de lo que hacemos o proyectamos… termina de llenarnos el corazón.
De noche, miles de personas anónimas buscan una luz para sus vidas, una verdad para caminar, un sentido para vivir, una esperanza en que apoyarse. Llevan dentro la noche. Sin saberlo, buscan a Dios.

    • Como Nicodemo. Es un buscador, un corazón inquieto que no se conforma con su oscuridad. Y viene a verme de noche, como es de noche dentro de él. Brilla la blancura de su túnica mientras camino a su lado y apenas alcanzo a ver sus ojos.  Le da vergüenza que alguien se entere de que ha venido a buscarme.
Caminamos largo rato en silencio. Escucho el latido del corazón de aquel hombre justo, pero extraviado. Se esconde detrás de la noche, y sus preguntas todavía no se atreven a salir. Busco sus ojos, porque he visto lo que hay en su corazón y quiero que lo deje salir para que pueda entrarle la luz de una mañana nueva.

    • “Maestro -me dice por fin- nos han llegado voces de Galilea que hablan de ti, de los signos prodigiosos que realizas. 

Te he visto esta mañana en el Templo y he escuchado tus palabras. Sé que tú vienes de Dios. ¿Quién puede decir las cosas que tú dices, o hacer las cosas que tú haces si Dios no está con él? ¿Pero cuál es, o dónde está ese reino que tú vas anunciando?”

    • De momento no respondo a su pregunta. Prefiero hacerle una invitación:

– Nicodemo, yo te digo que el reino de Dios está en medio de nosotros, ya del todo al descubierto. Pero nadie lo puede ver si no nace de nuevo.
– ¿Cómo puede renacer el hombre siendo ya viejo?, me pregunta asombrado. Es imposible que vuelva a entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo.
– ¡Los razonamientos de los hombres! ¡Qué lógicos son nuestros razonamientos! Todo lo clasifican, lo ordenan, ponen reglas, sacan conclusiones para todas las ocasiones, y con ello levantan un muro donde el misterio, la sorpresa, la novedad de Dios no les cabe.

No es razonable el amor de Dios. 
No es razonable su Hijo se haya hecho hombre.
No es razonable que ame tanto a los hombres, que les entregue a su único Hijo.
No es razonable que el Hijo de Dios termine elevado en una cruz.
no es razonable que, a pesar e todo, les perdone.

    En el fondo, tiene miedo a pisar terrenos desconocidos, que no controla, no tiene ganas de atravesar sus tinieblas y se escuda con sus razonamientos… Este visitante nocturno cree que lo sabe todo sobre Dios, lo tiene “etiquetado”. Está convencido de que con sus rezos, sus prácticas religiosas, con cumplir la Ley y todos sus mandamientos, ya está todo hecho. Es lo que aprendió desde pequeño. Y por eso se ha estancado. Le falta dejarse llevar por el Espíritu, por el amor, por la novedad de Dios, que hace siempre nuevas todas las cosas, y dejarse de tantas leyes y cumplimientos.

   •  – Nicodemo, Nicodemo, no te escondas. Yo estoy lleno del Espíritu del Señor,  que es todo luz, y tengo que denunciar a Israel sus errores, todas sus deformaciones, todos sus prejuicios, todas sus culpas.
    El Espíritu me empuja a estar cerca de los pobres, de los esclavos, de los prisioneros, de los ciegos, de los enfermos… Me empuja a crear fraternidad, acoger, amar. He venido para traer la fraternidad y la amistad del Padre para ti, Nicodemo, para nuestro pueblo, para los hombres de todas las naciones…
    Le oigo murmurar: “¿Cómo puede ser eso?”. Sigue encerrado en sus seguridades, parece incapaz de abrirse a la verdad, de mirarse sinceramente, de reconocer que está buscando, que siente dentro un vacío.

    • – No te extrañes de que te haya dicho que tenéis que nacer de nuevo. Que tenéis que renovar totalmente el corazón, las ideas, el estilo de vida, vuestra relación con Dios. ¿No recuerdas lo que decía el profeta Ezequiel: 

«Os rociaré con agua pura y seréis purificados, os daré un corazón nuevo, pondré en vosotros un espíritu nuevo?»

Necesitas comprender que Dios es rico en misericordia y que quiere levantar y sacar al hombre de sus pecados, de sus violencias, de su empeño por marginar a otros hombres, de creer que se puede manejar a Dios. Que Dios no quiere otra cosa que la vida eterna para todos, que no quiere juzgar, sino salvar. Sólo quienes se empeñen en hacer las obras de las tinieblas, rechazando mis palabras y a mí mismo… quedan condenados. Porque el poder del amor es muy grande, infinito… Pero nada puede con quien se cierra al Amor. 
Por eso te digo que nadie puede entrar en el reino de Dios si no nace del Agua y del Espíritu.
¿Es que no oyes la voz del Espíritu que te sopla dentro, como el día de la creación sopló sobre Adán?
¡Claro que oyes su voz!, pero no sabes de dónde viene ni adónde va, y a ti te cuesta dejarte llevar, fiarte, abrirte a lo nuevo. No pareces un «hijo de Abraham», el peregrino de Dios. La amistad de Dios te rodea y ahora te está esperando a ti en medio de tu noche. Y quien te habla es testigo de ello.
Y Pero Nicodemo sigue repitiéndose “¿cómo puede ser?
Y se aleja a toda prisa, cada vez más envuelto en sus preguntas y sus dudas. Le grito a sus espaldas, mientras se marcha, que tanto ha amado Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarlo…
Pero ya estaba lejos y creo que no me habrá oído. Le veo alejarse, pero queda su voz, y sus mil preguntas vacías,  que otras voces repetirán durante siglos: “¿cómo puede ser? ¿cómo puede ser?”.
Yo sé que acabará abriéndose a la luz. Perderá sus miedos y me defenderá ante los Sumos Sacerdotes y pagará de su bolsillo una tumba para mi entierro.

    •  Rezo por ti al Padre, Nicodemo, rezo por todos vosotros, hombres justos,  pero perdidos entre tantas preguntas, pidiendo que os quite el miedo a renacer, que os dé ojos de niño para comenzar de nuevo  y que os dejéis sorprender por la ternura de Dios…
Porque el que realiza la verdad se acerca a la luz,  para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf a partir de un texto de S. Jacomuzzi
Imagen de José María Morillo

DOMINGO III CUARESMA. CICLO B

EL CULTO NUEVO QUE PREFIERE JESÚS

         La escena de hoy resulta incómoda para aquellos que tienen una idea de Jesús dulzona, blandita y siempre sonriente y condescendiente. Pero también para otros muchos que no saben explicar que Jesús haga un látigo y actúe con esa violencia. Pero hay que decir que Jesús se enfada unas veces en los evangelios; en este caso de modo muy llamativo, volcando mesas, rompiendo jaulas, desparramando monedas por el suelo… 

     A primera vista esta reacción sería contra esa especie de mercado a la entrada del Sagrado Templo de Jerusalem, similar al que encontramos a las puertas de muchos santuarios, catedrales o lugares de peregrinación. Si esto fuera así, resultaría que Jesús la emprende con gente sencilla y más bien pobre, que se ganaba la vida de ese modo, sin tener la más mínima conciencia de que aquello pudiera estar mal. No hay nada similar en el resto de los evangelios. Y por otra parte quienes se sienten molestos y reaccionan contra aquel revuelo no son los vendedores… sino las autoridades religiosas, que deciden darle muerte por eso. Esto quiere decir que la cosa tiene mucho más calado, y que hay que tener en cuenta la historia de Israel y el significado de su Templo (construido y reconstruido con tantos esfuerzos), así como el mensaje de varios profetas anteriores a Jesús referidos al culto y al Templo para poder entenderlo.

     La decisión de construir aquel edificio Templo se debió al rey David, que, con su mejor buena voluntad, quiso seguir el ejemplo de los pueblos y religiones de alrededor. El Templo reflejaba el poderío y la riqueza de una nación y de sus reyes. En la práctica, su construcción suponía un plus de impuestos y de trabajadores dedicados a ello. Así que la decisión de David no recibió la aprobación de Dios por medio de sus profetas. Ocurre tantas veces:  el hombre hace cosas «por» Dios, y «para» dar gloria a Dios, pero sin contar con Dios. Y también eso de «hacer lo que hace todo el mundo» (los otros pueblos, los demás), como si fuera un criterio suficiente y aceptable.

     Hasta que comenzó su construcción, y mientras Israel peregrinaba hacia la Tierra Prometida, Israel llevaba con su campamento una «tienda de campaña» llamada «Tienda del Encuentro» que simbolizaba la casa/presencia de Dios en medio de ellos. Dios, con aquella Tienda, experimentaba el calor, las tormentas, el viento, los ataques de enemigos… A la Tienda se acercaba Moisés para orar y buscar continuamente la voluntad de Dios. La Tienda del Encuentro expresaba que Dios estaba con ellos en medio de su vida cotidiana, en sus luchas, necesidades, fiestas y decisiones. Y todos tenían libre acceso a aquel lugar. Era, pues, un DIOS EN MEDIO DE LA VIDA. No había riquezas, ni adornos, ni condiciones especiales (la pureza) para estar en la presencia de Dios. Sí que estaban los levitas que se encargaban de ordenar y organizar las celebraciones comunitarias.

     Una vez construido, poco a poco el Templo se fue convirtiendo en un lugar lleno de riquezas, con su Banco incluido, y centro de la actividad económica del Pueblo. Fue surgiendo también un grupo dirigente de sacerdotes, como intermediarios absolutos de cualquier oración, ofrenda, ceremonia que se quisiera dirigir a Dios. Y así, según la aportación económica de cada uno, tenían lugar ceremonias más o menos lujosas, y derechos a la protección y bendiciones de Dios, etc. Los pobres, por su parte, empezaron a ser arrinconados y a quedarse bastante al margen (fuera) de ese Dios del Templo. Para«acceder» a Dios era necesario haber estudiado y aprendido bien sus mandamientos (el Decálogo que hemos escuchado en la 1º lectura), junto con otros muchos preceptos y prohibiciones complementarias que se fueron añadiendo con el paso del tiempo (¡¡¡613!!!). Ciertas personas y grupos quedaban excluidos de la relación con Dios: los que no aprendían tantas leyes y prohibiciones, los pecadores que no las cumplían, los enfermos y los pobres (eran considerados maldiciones de Dios), las mujeres, que pintaban menos que los varones…

       Quizá lo más serio fue que para encontrarse con Dios había que acudir a su «casa»… y Dios se alejaba de la vida cotidiana. Había «días» religiosos, un lugar «religioso», «personas religiosas», «objetos religiosos»…  Y sobre todo se separaba en la práctica algo que había quedado unido en la Alianza y en el Decálogo: que la relación con Dios (los tres primeros mandamientos) era inseparable de la justicia y de las relaciones con los otros hombres (resto de mandamientos). Las autoridades religiosas fueron regulando cómo hacer una ofrenda, una limosna, cuál y en qué cantidad, los rezos oficiales, cómo estar «purificados» etc., con toda una serie de «rituales establecidos»… Y Dios pareció convertirse en una especie de «dispensario de favores». Se «ganaba» el perdón, o el favor o las bendiciones de Dios… ofreciéndole lo que fuera necesario: dinero, rezos, ofrendas, peregrinando, haciendo ayunos y sacrificios… Un «mercado», vamos.

     Así que es comprensible que Jesús se sintiera profundamente enfadado. Aquello era una auténtica manipulación de Dios y de su voluntad. Su gesto profético cuestiona, rechaza, anula… todo lo que se había construido en torno al culto: el modo de entender la religión, la casta sacerdotal, la relación con Dios, la idea de Dios, el propio Templo… En definitiva:  ¡Todo! Su «gesto» no iba tanto contra los vendedores y cambistas, sino contra lo que ellos significaban (consentido por las autoridades, que recibían su parte de ese comercio). Lo que debiera ser «casa de Dios», lugar de acogida y encuentro de los hermanos y transformación de  la vida, se ha convertido en un mercado, una cueva de ladrones.

     La propuesta de Jesús, parte de un «Dios de la vida», un Dios en medio de la vida (Dios con nosotros), un Dios que quiere otra vida para todos, especialmente para los que están peor.  Y quiere un culto «en espíritu y verdad», como le dijo a la samaritana. Es decir:

* Jesús quiere que convirtamos en sagrados todos los momentos de la vida, como hizo él (lo cual no quita que tengamos días especiales de fiesta). Porque si no me encuentro con Dios en mi vida ordinaria, en las cosas que me ocupan y preocupan, y en el modo de hacerlas… tampoco me encontraré realmente con él en este templo ni en ningún otro. Esto apunta un estilo de oración bien determinado, en el que ahora no entramos.

* Jesús quiere que culto y estilo de vida vayan de la mano. Que lo que vivo (lo que hago, y lo que me pasa) me lleve al culto/oración, y al revés.

* Para Jesús «el hombre» es el verdadero templo de Dios. La casa de Dios está en los hombres. Cada uno de nosotros está habitado: en el interior (allí donde se toman las decisiones importantes, donde están escritos nuestros valores, donde habla nuestra conciencia), es EL LUGAR DE ENCONTRAR A DIOS. O sea: que no es un sitio donde hay que «ir», sino un espacio donde hay que recogerse. 

* Que la mejor y más necesaria ofrenda que podemos presentar al Padre es nuestra «entrega por vosotros». Así nos lo recuerda Jesús en cada Eucaristía, es lo que hacemos «en memoria suya». El encuentro con Dios, por tanto, pasa por el entrega/cuidado de los hermanos y la comunión con ellos.

* Elimina, suprime, borra todas las barreras y diferencias para acercarse a Dios. No hay unas personas más sagradas que otras, ni «personas excluidas», ni más condiciones para encontrarnos con él… que nuestra pobreza, nuestra humildad y nuestro deseo de hacer en todo su voluntad.

* A Dios no se le manipula, ni se le compra, ni se le sacan favores con ofrendas, sacrificios, rituales, rezos… Dios es Dios, y Dios no se vende tan barato, ni el Amor tiene condiciones: «te doy… y tú a cambio»… Realmente yo no tengo nada que ofrecer a Dios, porque todo me lo ha dado él, es suyo. Aunque sí puedo expresarle mi cariño y mi confianza poniendo a su disposición algunas (o muchas) de las cosas que de él he recibido. A su disposición o a la de los hermanos.

Nos quedamos, pues, con la invitación a revisar nuestra espiritualidad, nuestro modo de relacionarnos con Dios, según todos estos criterios de Jesús.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imágenes de José María Morillo y Agustín de la Torre