Domingo 4 T Ordinario Ciclo c (30 Enero)

TE NOMBRÉ PROFETA DE LOS NACIONES


 

  Me resulta admirable, a la vez que digno de compasión el protagonista de la primera lectura de hoy. ¡Vaya historia la de Jeremías hace una barbaridad de años! Admirable e incluso me atrevo a decir que «envidiable» que el Señor se dirigiera a él de forma tan clara, con palabras tan bellas y llenas de ánimo! Aunque también le avisa de que lo va a pasar mal. ¡Vaya con los elegidos del Señor! Te elegí antes de que nacieras, te constituí profeta de las naciones… pero…. lucharán contra ti los reyes y príncipes, los sacerdotes y el pueblo. ¡Menudo plan! No podrán con él, le promete Dios, pero… lo pasará fatal y Dios seguirá insistiendo en que no renuncie, que no se canse, que siga….

          Y ¿qué tiene que ver lo que le pasó a aquel admirable y sufrido profeta tan lejano con lo que me pasa a mí? ¿Para qué me sirve la historia de Jeremías? La Biblia nos enseña, entre otras cosas, que cuando Dios se acerca al hombre, su Palabra pretende cambiarnos y prepararnos para la lucha/misión: cambiarnos a nosotros, así como nuestras relaciones y e incluso situaciones concretas de nuestro mundo. Y cuando Dios nos sale al encuentro, lo hace teniendo en cuenta el contexto personal, social, político y religioso, para poder plantear sus planes y propuestas. Es decir: Dios busca, elige, se acerca a personas concretas… para ofrecer caminos a su pueblo. Así lo decía Jesús: «el Espíritu de Dios está sobre mí y me ha ungido para«.

             El relato de la vocación del profeta comenzaba así: «En tiempos (en los días) del rey Josías»… Es probable que no sepamos casi nada de las circunstancias de aquel rey y de la situación del pueblo por aquel entonces. Baste decir que el pueblo lo estaba pasando mal: había muchos problemas, se habían desanimado, cada cual se buscaba la vida como podía («sálvese quien pueda«), y se consolaban y entretenían con falsas esperanzas y con cantos de sirena de sus dirigentes políticos y religiosos: pero no enfrentaban su situación con valentía. Derrotismo, comodidad, confusión y desesperanza. Ahí se presenta Dios llamando a Jeremías.

         Quizá sea bueno recordar qué entendemos por «profeta». No se trata de un tipo extraño con habilidades de adivinación sobre el futuro. No solían ser personajes de prestigio o con grandes dotes de convencimiento ni  oratoria. En nuestro caso, Jeremías debía tener problemas de dicción: era tartamudo. El profeta es, ante todo, una persona muy sensible a lo que está ocurriendo en medio de su pueblo. Y es alguien con una profunda experiencia de oración, alguien reflexivo y consciente de sus propias limitaciones y… ¡poco más!

El día en que fuimos bautizados, y nos ungieron con el «Aceite/Óleo Sagrado», el sacerdote pronunció sobre nosotros estas palabras:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que te ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo,

te consagre con el óleo de la salvación

para que entres a formar parte de su pueblo

y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey.

          Es decir: que todo bautizado ha recibido una llamada de Dios para que sea su profeta, su portavoz, su mensajero. Y por lo tanto podemos aplicarnos nosotros lo mismo que escuchó Jeremías: «antes de formarte en el vientre, te escogí, antes de que salieras del seno materno, te consagré, y te nombré profeta». Nada menos que Dios soñando desde toda la eternidad contigo, para encomendarte una tarea: comunicar a «alguien» lo que Él nos diga. Todo un Dios esperando tu respuesta, que acojas su Palabra, que la hagas palabra tuya, y que la anuncies, aunque tengas que ir contracorriente, y te veas viviendo de distinta manera a como vive todo el mundo… más que nada, porque el mundo no va como Dios quiere. Y seguramente tampoco como queremos muchos. No es necesario repasar nuestras circunstancias sociales, económicas, educativas, políticas, o de insistir en los grandes retos de la ecología, de los refugiados, de los descartados por el sistema…. Creo que ya los conocemos, al menos en teoría. Pero sí que me parece oportuno traer aquí unas palabras de ese gran Papa que fue Pablo VI: 

Debemos dar un tono de valentía a nuestra vida cristiana, tanto a la privada como a la pública, para no convertirnos en seres insignificantes en el plano espiritual, e incluso en cómplices del hundimiento general. ¿Acaso no buscamos, de manera ilegítima, en nuestra libertad personal,  un pretexto para dejarnos imponer por los otros el yugo de opiniones inaceptables? «Sólo son libres los seres que se mueven por sí mismos», nos dice Santo Tomás. Lo único que nos ata interiormente, de manera legítima, es la verdad. Ésta hará de nosotros hombres libres (Jn 8, 32). La actual tendencia a suprimir todo esfuerzo moral y personal no presagia un auténtico progreso verdaderamente humano. La cruz se yergue siempre ante nosotros. Y nos llama al vigor moral, a la fuerza del espíritu, al sacrificio(Jn 12, 25) que nos hace semejantes a Cristo, y puede salvarnos, tanto a nosotros como al mundo. (Pablo VI, Audiencia General 21/03/1975)

             Pues ya que todos hemos sido consagrados como profetas por nuestro bautismo, y debiéramos «vivir con valentía nuestra vida cristiana» para no ser hoy «insignificantes», o espiritualistas que viven en las nubes, y no tienen nada que aportar al mundo de hoy, e incluso «cómplices»… me propongo y os propongo brevemente, y sin entrar en detalles, algunas posibles llamadas:

 Ø Sin miedos y sin nervios. Cuando la situación política y económica es confusa, insegura, cuando las cosas no van como deseamos… no podemos entrar en agresividades, descalificaciones, burlas, insultos y desprecios de «los otros». Nos toca dar un testimonio de serenidad, diálogo, respeto, encuentro, pacificación y reflexión. Nuestra fuerza, nuestros criterios y nuestros valores… están en la Escritura, en Dios. Seamos, pues, personas de reflexión, oración y discernimiento.

 Ø  Cuando hay tanta corrupción, tanto enchufismo, tanto bulo , tanta irresponsabilidad en el ejercicio de la política, la economía y el mundo laboral… nosotros ofreceremos: Transparencia, honestidad y justicia, y nos pondremos al lado de quienes la defiendan y promuevan. Sin caer en el fácil «y tú más» o el «todos son iguales», «o los otros lo harían peor», o en fanatismos de cualquier color…

 Ø  Cuando la casa común que es este planeta Tierra está tan deteriorada, y cuando el consumismo como estilo de vida nos ha vuelto egoístas, mientras  tantos se aprietan el cinturón hasta la asfixia, a la vez que otros multiplican sus ingresos… nosotros optaremos por la austeridad, por la solidaridad, por el consumo responsable.

 Ø  Cuando hay tantas personas heridas, descartadas, des-terradas, ignoradas, abandonadas a su suerte… nosotros elegimos ser hospital de campaña, y tender puentes, y ser acogedores, y ejercitar la misericordia del buen samaritano que se detiene, que cura y venda y acompaña al que está al borde del camino. 

 Ø  En este tiempo de relaciones «líquidas» como se llaman ahora, pasajeras, poco comprometidas, poco cuidadas, bastante superficiales, pasajeras… y andamos demasiado saturados con las relaciones «virtuales», a la vez que poco atentos a las relaciones reales, presenciales y cercanas… cuidar la ternura, el diálogo, la escucha, la compañía, la presencia, los detalles, la atención a los otros… empezando por los más cercanos.

           Poniendo en práctica algunas de estas claves… probablemente nos sintamos incomprendidos, cuestionados, criticados. Podremos tener la tentación de que esto no es más que una gota de agua en la inmensidad del mar. Podremos sentirnos solos e incomprendidos, especialmente por los más cercanos, por los de «dentro», por los nuestros… ¡Pero si eso mismo le pasó a Jesús en el Evangelio de hoy! Y antes a Jeremías y a tantos otros después que él. Si el Evangelio, por medio de sus seguidores no somos levadura, sal, palabra profética, propuesta alternativa de vida… no habría servido de nada la venida de Jesús, su mensaje, ser discípulos suyos. Seríamos simplemente «una pieza de museo» de otro tiempo… perfectamente inútil y prescindible. Pero si ponemos en el centro el Amor… Todo será  distinto. Ser PROFETAS DEL AMOR. Suena bien, aunque seguramente nos duela.

Se ríen de mí porque soy diferente; me río de ellos porque son todos iguales” (Kurt Cobain)

 

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf  
Imagen Superior tomada de Hoja DABAR, Inferior de José María Morillo

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4 comentarios

  1. TE NOMBRARÉ PROFETA DE LAS NACIONES
    Quique, sorprendida por tu reflexión.
    La primera y segunda lecturas de este domingo son preciosas. El Evangelio, estos días ha resonado bastante.
    Me alegro que hayas elegido la primera lectura para la reflexión, no creo recordar haber sacado tanto jugo a esta lectura. Es verdad que al leerla despacio si te pones en situación interpela mucho.
    Decimos que el profeta es la persona que anuncia el Reino y denuncia conductas contrarias al Reino.
    En el mundo, la sociedad en que vivió Jeremías, no era muy distinto al nuestro. El pueblo de Dios, había arrinconado a Yahvéh y había olvidado los prodigios que había realizado en su favor, había cambiado sus leyes, que liberan por leyes opresoras…
    No sé cómo actuaría Jeremías, si primero anunciaba o denunciaba o ambas cosas a la vez una acción como consecuencia de la otra, esto no importa.
    Yo me lo imagino como persona muy observadora de la realidad social y política de su tiempo y como tú bien dices sensible a los problemas que vivían inquieto en su vida, intentado buscar alguna salida, a nivel personal porque no le satisfacía la forma de vida de su pueblo.
    En este contexto, en esta situación de Jeremías, Dios se acerca a él con palabras enternecedoras pero comprometedoras, le embarca en una misión que le hace temblar, dudar y busca excusas: mira que…Pero ante la certeza de que Dios no le abandonará, libremente se compromete. Esta decisión, como tú bien dices no se puede tomar sin oración reflexión y discernimiento.
    ¡Qué maravillosas las palabras de Yahvéh a Jeremías! “Antes de formarte en el vientre te conocí, consagré, te escogí”. No me extraña la reacción que tuvo ante el mensaje. Gracias que Por parte de Dios recibe ánimo y fortaleza, quiere que sea su portavoz, porque Él va a poner sus palabras en la boca de Jeremías.
    Todos, los cristianos, por el bautismo, hemos sido constituidos: reyes, sacerdotes y profetas. Podemos hacer nuestras las palabras dirigidas a Jeremías, pero yo me pregunto:
    El Señor, ¿encontrará en mí la disposición que encontró en Jeremías, a pesar de sus resistencias? ¿Soy demasiado sensible a los problemas que vive el mundo, las personas más cercanas, hasta tal punto que Dios se fije en mí y me revele el sueño que tiene para conmigo?
    Si pretendo llevar una vida light, al margen de los sufrimientos del mundo global, con la mirada puesta sólo en mis intereses y caprichos personales, estoy fuera de la onda de Dios y al mismo tiempo expuesta a caer en redes que me impongan yugos pesados y me quiten la libertad.
    Ser profeta, cristiano comprometido requiere una actitud abierta a los planes de Dios, al sueño que ha proyectado para mí Fiarme de Él y tener la certeza que me conoce y me acompaña. Sabe de mis debilidades y tengo que escuchar esas palabras de aliento que me susurra constantemente: “no temas”.
    Jesús, no tuvo una vida fácil. Vivió contra corriente ante todos los poderes de la sociedad de su tiempo. Vivió fiándose del Padre y con la fuerza del Espíritu Santo pasó y vivió haciendo el bien, porque puso su énfasis en el AMOR llevado al extremo, con todos los matices de la segunda lectura.
    Hoy tenemos muchos frentes abiertos donde podemos ser profetas de esperanza. En tu reflexión enumeras bastantes a las cuales yo me adhiero. No necesito escribirlas aquí, más bien guardarlas en el corazón e irlas haciendo vida en los detalles cotidianos y en la convivencia diaria, en esa convivencia presencial, tan necesaria hoy.
    Sólo me gustaría destacar, una actitud importante para un cristiano-profeta, coherencia de vida.
    Hacer vida el título de un libro de José Carlos Bermejo y Consuelo Santamaría:
    “Humanizar la soledad, comprenderla y acompañarla”
    Me parece importante con la repercusión que está teniendo la pandemia en la sociedad. Muchas personas sufren solas, aisladas e incomprendidas.
    Quisiera terminar mi comentario con la invocación del salmo: “Mi boca contará tu salvación, Señor”. Es lo menos que puedo hacer como cristiana.

    Gracias Quique

  2. Quique maravillosaslas reflexiones de este domingo. Se me han quedado dentro de mi corazón para ponerlas en práctica.
    Qué emocionante la primera lectura. Pero es que lo bueno del caso es que todos somos Jeremías. Qué suerte tenemos todos los nacidos. Ya estábamos en su presencia en la mente desde el principio de los tiempos. ¡Todos y cada uno de nosotros!.Y además saberse acompañado por él. No tenemos que tener miedo a nada. Querámosle tener presente en nuestras vidas y juntos con él pasar por esta vida haciendo el bien.
    En la segunda lectura es AMOR lo que más quiere Jesús si decidimos seguirle. ¡¡¡De las tres virtudes teologales es el AMOR con la que se queda!!!.Todo lo que hagamos que sea así. Desde una sonrisa, un ejemplo,un consejo, un sacrificio, una buena acción, un perdonar, un ponerse en situación del otro, un visitar a los que están solos, una llamada de teléfono, una obra de caridad,….Tantas y tantas cosas.
    Metiéndonos en el evangelio seguimos con la importancia del AMOR. Tenemos que manifestar lo siempre en nuestra vida aunque la sociedad nos tilde de «raros». Sabemos que muchas veces el dar ejemplo cristiano, el comportarnos contra lo que no es seguimiento a Dios es a veces «juzgado» por los otros despectivamente pero tenemos que ser perseverantes. Puede traernos malos ratos…También los tuvo Jesús y siguió amando y haciendo la voluntad de su Padre. No estaba sólo ni nosotros tampoco. A veces podemos sentirnos desamparados pero .. «nada temo porque tú vas conmigo» y a veces nos desanimamos. Como dice el refrán «un grano no hace granero pero ayuda!al compañero». A pasar de todo hay muchos que piensan como nosotros.
    Señor, en el día de hoy te doy gracias porque de desde siempre he estado en tu mente. Quiero que me acompañes en mi vida y que sepa ver el AMOR que tanto diste y por el que quieres que luche. Que no te defraude. Amén.

  3. He estado leyendo y releyendo el Evangelio de esta Domingo iv del tiempo ordinario y ma han llamado la atencion varias cosas
    la primera es que cuando Jesus acaba de leer el pasaje del profeta Isaias la gente estaba de acuerdo y admiraban las palabras de gracia que salían de sus labios.
    A continuacion empiezan comentarios sobre lo que dice alguien a quien hablan conocido desde pequeño porque había vivido en su pueblo y sabían quien era su padre
    Entiendo que Jesus se enfada y les abre los ojos a que la salvación es para todos los pueblos y posteriormente todos aquellos que hablan oido satisfechos la lectura de Jesus, seguramente inducidos por los jefes religiosos de la Sinagoga y sin juicio previo le conducen a la muerte pero a la vez Jesus se abre camino entre ellos y se alejaba. No había llegado su Hora y probablemente muchas personas individualmente estaban de su parte.
    Me recuerda mucho al comportamiento de la gente en la ultima semana de su vida Un Domingo le reciben entre aclamaciones y algunos días después gritan que le crucifiquen.
    Pues yo creo que esta respuesta se repite continuamente en el genero humano.Oimos la palabra intentamos adaptarla a nuestra vida y como es exigente escondemos los buenos propósitos bajo una o varias capas de diferentes excusas y llevados por la masa acabamos fastidiandola.
    Estoy muy de acuerdo con Vd Padre Enrique con el tipo de vida que deberíamos llevar y como no tengo ningun comentario que hacer he hecho mi propia lectura del Evangelio(para empezar a aplicar lo aprendido)
    Mucas gracias a todos

  4. Carmen Díaz Bautista

    Quique, tu texto de hoy da en el clavo; lo que le pasó a Jeremías puede seguir pasando hoy cuando se intenta buscar, profundizar en el mensaje de Jesús, te sientes necesitado de una mayor formación, de un cambio en tu vida religiosa más adulta, porque en tu mismo entorno -cristianos de misa dominical, que se enfadan con los que no se casan por la Iglesia, etc.- te reprocharán el cambio que se va operando en ti, te dicen: «te estas volviendo un/una meapilas», «estás hecha una beata o un beato», «tampoco hay que exagerar», «ya está bien de tantas lecturas, meditaciones, cursos de Biblia etc», incluso te pueden herir emocionalmente y acabas llorando como Jeremías. Pero este don que se va descubriendo es tan fuerte que no se puede dejar.
    Gracias, Quique.

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