PAN PARA EL CAMINO
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Con frecuencia se ha comparado la vida con un camino, un viaje: Hay un punto de partida, una meta, un equipaje, unas etapas, unos compañeros, un montón de imprevistos… Los que han hecho alguna vez el Camino de Santiago o alguna otra peregrinación lo saben muy bien.
+ Israel fue un pueblo que se forjó en un largo camino, con muchas dificultades. Y caminando tuvo ocasión de ir conociendo a Dios y purificando su imagen, acogiendo muchos dones, enfrentando tentaciones… Y aprendiendo también a caminar «con otros». Así lo quiso Dios.
+ Por un camino de huida, el profeta Elías necesitó pan y agua, cuando se sentía derrotado y a punto de abandonarlo todo.
+ En los comienzos del «camino» (que así se autodenominaban los primeros cristianos), y también en nuestros comienzos del camino de la fe, recibimos el don del Espíritu, que nos «selló» como propiedad de Dios (2 lectura). Y recibimos el Pan de Vida para «ser todos discípulos de Dios».
Son los medios que Dios y su Hijo ofrecen a los que caminan, a los que se ponen en marcha, para los que se mueven, para los que no se conforman en donde están, para los que buscan, aunque sea tientas o equivocadamente… Precisamente porque el camino es difícil, y no pocas veces agotador.
EL CAMINO ESTÁ SALPICADO POR LAS CRISIS
– Elías podría presentarnos una larga y bien detallada descripción de su hartazgo, cabreo, decepción, cansancio existencial y estrés por intentar hacer las cosas como «creía» que Dios se las había pedido, tal como él entendía o se imagina a Dios… Equivocándose completamente. Le faltó «discernimiento». Digamos que actuó en nombre de Dios… pero sin contar debidamente con Él.
– Las primeras comunidades (muy parecidas a las nuestras) nos podrían describir lo complicada que fue la convivencia entre hermanos, y el amor al prójimo, sobre todo al más cercano. La Carta a los Efesios tiene que advertirles sobre la ira, los enfados, los insultos, la maldad (que es una palabra «fina» para describir la mala leche que tenían algunos «hermanos»)…
– Tampoco a Jesús le faltaron las dificultades. En la escena de hoy, se topa con un buen grupo de murmuradores y escandalizados por lo que acaba de decir. Resulta que Dios quiso hacerse cercano («carne», como lo llama este Evangelio), y compartir, y enseñarnos a aceptar y enfrentar la debilidad, los conflictos, las dificultades… Quería también purificar su «pobre» concepto de Dios, atado a ritos, leyes y lugares «sagrados», para que lo encontraran en la vida cotidiana, y sobre todo en el otro. Pero las mentes cerradas y la obsesión por las tradiciones de siempre no le impedían abrirles caminos:¡Tú que vas a ser un enviado de Dios, si sabemos perfectamente quién es tu familia y cuál tu pueblo! ¡Quién te crees que eres para cambiarnos nada!
LO DE MURMURAR ES MUY HABITUAL
– El profeta Elías murmura de su pueblo, que ni le hace caso ni le apoya; murmura de la reina Jezabel a la que intentaba convertir un poco por la fuerza, y sobre todo murmura de Dios por meterle en semejantes berenjenales. Cuando las cosas no salen conforme a nuestros planes, protestamos, nos quejamos, echamos culpas a quien sea. Incluso a Dios.
– Las comunidades cristianas -los bautizados- también eran dadas a murmurar de sus prójimos, ponerles verdes porque eran como eran y no como debieran ser. Murmuraron de Pedro, de Pablo y de cualquiera que intentara ayudarlas a responder a Dios (lo que llamamos «corrección fraterna»). Les dice a los de Éfeso: Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros. La amargura, la ira, los enfados e insultos, la maldad, la falta de perdón… no son rasgos de un «hijo de Dios». El hermano no era visto como un compañero de camino, sino como un obstáculo que les hacía tropezar.
AL CAMINAR … LO NORMAL ES «CANSARSE»
– Por una parte está el peso mismo del camino, que se deja sentir en nuestras piernas. Todos hemos pasado momentos en los que no teníamos ganas de ir a ningún sitio; las metas nos resultaban inalcanzables, y nos tentaba dejarlas. Así que nos sentamos junto a cualquier retama a ver pasar los días y los acontecimientos, dándole vueltas a todo, repartiendo culpas, y masticando la amargura.
– Por otra parte, en el camino siempre ocurren imprevistos, no salen las cosas como habíamos calculado. No conseguimos ponernos de acuerdo con los compañeros de viaje, y saltan chispas y puede que algún que otro incendio.
– También está el peso de las propias limitaciones: ya no puedo más, no sé si me habré equivocado, siempre estoy igual, siempre caigo en lo mismo, parece que no avanzo, que no salgo de esto…
– Y está el cansancio de las personas, sobre todo de ciertas personas. Fácilmente, cuanto más cercanas, más nos cansan… Hay que reconocer que algunas personas nos ponen muy difícil caminar con ellas….
– O el cansancio por el ambiente que nos rodea, los espejismos, las tentaciones, los malos ejemplos, las injusticias, las tantas malas noticias de cada día…
Nos pasa entonces como a Elías: «Ya es demasiado», «¡basta ya!»
¿Y CUÁL ES LA TERAPIA QUE OFRECE DIOS?
Menos mal que Dios no abandona a Elías con su cansancio, aunque buena parte del mismo sea por su propia culpa. El ángel de Dios le recuerda que EL CAMINO ES SUPERIOR A SUS FUERZAS y le pone delante un pan, una jarra de agua y una propuesta: Levántate, come y sigue caminando. Tendrá que aprender a discernir: Que Dios no es lo que él se pensaba, y sus planes y caminos no eran los de Dios. Tendrá que dejar de mirar para atrás y a tener una esperanza. Y a contar con el pan de Dios (como el mamá del desierto que Israel necesitó para llegar a su meta).
Sólo el que camina se cansa. Sólo el que no se acomoda, el que no se deja llevar, el que intenta superarse cada día, el que busca la voluntad de Dios… necesita el Pan de Dios. Los demás no lo necesitan. Comulgamos para echarnos a andar. Comulgar implica moverse, encontrar fuerzas en Dios para hacer su voluntad.
Para los cristianos Jesús se ha presentado/revelado a sí mismo diciendo: «Yo soy el Pan Vivo bajado del cielo». Y también se revelará un poco más adelante: «Yo soy el camino». Es decir: Dios nos ofrece Pan y Camino (con mayúsculas) O también: Jesús nos ofrece el pan para el camino y se ofrece como Pan para el camino.
Tendremos que seguir sus pasos, recorrer sus mismos caminos. Éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera en el empeño, para que tenga vida eterna. Y al añadir «para la vida del mundo» está subrayando que nuestro camino y nuestro pan tienen una ineludible dimensión social, un compromiso con el mundo y su vida.
Así que concluyo con las palabras de Dios a Elías: «Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo». ¡Y tanto!
Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
PAN PARA EL CAMINO.
Me parece importante comenzar este comentario, con el inicio de tu reflexión.
¡Soy persona en camino! No camino es solitario. En este camino van apareciendo “personas” y “personajes” “acontecimientos”… que ayudan o entorpecen el caminar hacia un objetivo común: El encuentro con Jesús Pan de Vida.
En este caminar, acompañado, las personas ayudan, animan, estimulan, ilusionan, aconsejan… otras veces, miras a tu alrededor y descubres que caminas sola y con dificultad. En esos momentos, no caes en la cuenta que alguien te lleva en brazos. (cómo en el cuento)
En estos momentos, como Elías, experimentas el cansancio, la desilusión, el fracaso… y te sientas a la sombra de “algo”.
¡Si descubriera en estos momentos, lo dice el salmo!:” Gustad y ved que bueno es el Señor”, cambiaría el descansar a la sombra de “algo” por descansar a la sombra del “ALGUIEN” y me pondría de nuevo a caminar como Elías y el Pueblo de Israel.
Siguiendo, tu reflexión, me imagino a San Pablo, en vez de hablar a los efesios, hablar a nosotros, a nuestras comunidades y a mí misma. Andamos enredados en tantas cosas, comentando de todo y de todos, que perdemos la perspectiva de lo que significa: imitar a Dios, viviendo el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación.
Pienso en el significado del amor oblativo de Jesús hacia mí, hacia cada uno de nosotros y enmudezco al descubrir en mí tantos obstáculos que pueden frenar el caminar de los demás.
Como tu explicas muy bien, en nuestro camino van apareciendo tantas cosas: acontecimientos, situaciones, imprevistos… que te superan y vienen las lamentaciones y quejidos.
Yo me pregunto: ¿por qué tantas lamentaciones cuando la solución se me hace palpable? “El Señor acampa en torno a sus fieles y los protege”
Yo sólo tengo que ser pobre, humilde y sencilla para poder aceptar la oferta que Dios me hace:
* Deja de mirar atrás, mira hacia adelante con fe y esperanza.
* No mires sólo a la cruz, mírame y víveme, como Eucaristía. Como pan
partido y repartido. Solidario con el mundo.
* Come un poco de pan y agua, para seguir el camino. Son alimentos
fáciles de conseguir. No te compliques la vida.
* El camino es largo y a veces difícil, pero no imposible. Otros lo
recorrieron antes y con éxito.
* Sé don para los demás, como Yo lo soy para ti.
* Comparte tu experiencia de hacer camino. Esto enriquece.
* No camines sola, camina en comunidad, en Iglesia.
* Camina ligero de de equipaje. Muchas cosas estorban.
* …
¡Que cada día, en la Eucaristía, descubra que Tú eres el Pan de Vida y vida en abundancia!
Teresa Gil
Fantástica reflexión. Es casi una nueva homilía. Y se ve que en ella queda reflejada tu propia experiencia. Me ayuda también a mí… a pesar de que te hayas inspirado en mi escrito. Eso es lo ideal: sugerir, profundizar, avanzar, ir más allá. Muchas gracias, Teresa.
El camino de la vida y la verdad es Jesús. Cómo bien dices, Quique, todos hacemos en nuestra vida un recorrido más o menos semejante y es natural ; todos somos hermanos. Yo en mi vida he tenido cansancio, decepciones, enfados, ganas de tirar la toalla. Me he encontrado con personas que tratan de manipular, de entorpecer y de hacer la vida cuesta arriba. Habré respondido con rabia y cabreo. Pero también tengo la experiencia de encontrarme con personas que han sido y son pan, sacan lo mejor de mí y pienso que es el mismo Jesús quien los pone en mi vida. Ojalá yo pueda ser pan para otros dejando que él se sirva de mí porque yo por mí misma no sabré hacerlo. Gracias a todos por compartir y ser pan en este camino.
Cómo nos vamos dando cuenta que la vida es un camino que día a día vamos recorriendo. Cuando somos pequeños ni nos fijamos en ello. No nos planteamos nada porque vivimos sin problemas ese día a día pero llegado un momento somos conscientes de que ya la vida es un camino. Verdaderamente en este camino cada uno tiene unas situaciones totalmente distintas y todo lo que nos ocurre trasciende a la forma de llegar al final…¿Por qué?. No lo sabemos. A unos ese camino parece que es fácil (desde fuera) mientras que a otros parece que está lleno de obstáculos y que les es difícil llegar al final verdad?. La respuesta es complicada pero para mi hay un gran final. Está al acabar el camino…La grandeza de este caminar es saber que alguien nos espera y que por muy difícil o fácil que haya sido nuestro caminar el fi al de todos es encontrarnos con Él.
Todos pasamos por buenos y malos momentos. En nuestro camino hay dos cosas que no podemos olvidar. El prójimo y el alimento.
El prójimo para saber que lo que hagamos con un hermano al Señor se lo hacemos y de ahí que haya situaciones y hermanos que nos dificulten el camino pero si tenemos al Señor presente será más fácil ver en ese prójimo al Señor. Y en segundo lugar el alimento. El nos dice que es el camino, la verdad y la vida. También nos dice que comamos y bebamos su sangre para tener la vida eterna.
Cuántas veces en momentos complicados me acuerdo de la paciencia del santo Job…
Señor te pido que estés siempre en mi corazón, que seas mi Luz en el camino cuando vea solo oscuridad y que cuando te reciba me des la fuerza que necesito para poder seguirte. A pesar de mis tropiezos, de las piedras del camino, de mis pies doloridos y de mi cansancio ayúdame para que al final de todo te vea. Así sea.
El camino se hace mas ligero cuando confiamos en Dios, cuando practicamos ese pensamiento de “Dios proveerá”, y seguimos andando sin cuestionarnos nuestros deseos, obsesiones, voces…. Siempre vamos pidiendo que el camino tuerza a la izquierda cuando va a la derecha, o suba, en vez de bajar. Cuando esperamos en Jesus, descansamos en él, y entonces podemos fijarnos en los demas, porque iremos mucho mas libres de esquemas y problemas.
Él nos da lo que vamos a necesitar, no pidamos, seamos conformes
Muchas gracias por comentar de una forma sencilla y compresible las Escrituras acercándolas a la vida de cada uno.
Un saludo