Bautismo de Jesús. Ciclo c

Bautizarse y mojarse

             Al echar el primer vistazo al Evangelio de hoy… me he quedado pensando en esto: «Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado». Me han venido a la mente las muchas «filas» que hemos podido ver en estos días, en España y también fuera: Filas para vacunarse, filas para hacerse un test o ser atendidos en el ambulatorio, filas de personas que necesitan ayudas para poder comer, las filas de parados ante las oficinas de empleo, y tantas otras. Muchas de estas filas son filas «de la vergüenza», porque sólo se ponen en ellas los más necesitados, los que no tienen otros recursos para conseguir rápidamente lo que necesitan. Y el evangelista nos sitúa a Jesús en una de estas filas, mezclado con la gente, con los pecadores, recibiendo el mismo bautismo que ellos. 

          Jesús no necesitaba convertirse, ni prepararse para la llegada del Mesías que anunciaba Juan, claro está. Pero ya vemos un rasgo esencial de la personalidad y la misión de Jesús: estar cerca, mezclarse e implicarse en las necesidades, esperanzas, ansias y sufrimientos de su pueblo. Es todo lo contrario de Herodes y de tantos «jefes» que se les parecen: pretenden estar informados por lo que otros le cuenten (así se lo pidió a los Magos), pero sin moverse de su palacio. Sin «mojarse».

             Bautizarse significa «mojarse», en su sentido real y simbólico: empaparse e implicarse. A distancia uno no se moja, no se entera, no se ve afectado: es necesario acercarse, estar en contacto, conocer de primera mano. 

              Bautizarse significa dejar que te llene la vida el Espíritu de Dios, de modo que empiecen a correr por tus venas los ríos de solidaridad en favor del débil. Como hizo Jesús de Nazareth. Es significativo que el Espíritu «aprovecha» la presencia de Jesús entre los pecadores, entre la gente del pueblo, para bajar sobre él.

              Jesús ha pasado largo tiempo sin que tengamos noticias de él por los evangelistas, hasta este preciso momento. Pero no cabe duda que ha estado «creciendo en sabiduría», compartiendo la condición humana de las gentes, trabajando como uno más, en las difíciles circunstancias económicas y políticas de la Galilea de entonces. Y a la vez escuchando insistentemente en su interior una llamada del Reino, una voz de Dios, que le empujaba a  ponerse al lado y al servicio del pueblo débil.

          Para dar comienzo a su actividad misionera, ha elegido un escenario de «debilidad»: Se ha acercado al desierto, que no es un lugar frecuentado por la gente bien. Allí, en torno a Juan Bautista, se han ido reuniendo los que están «expectantes», aquellos que tienen una profunda necesidad de que las cosas cambien, siendo ellos los primeros dispuestos a cambiar, renovarse, purificarse, sanarse, convertirse… Allí van llegando los pobres, los enfermos, los esclavos, los pecadores, los inquietos…

Al mezclase Jesús con todos ellos, y unirse a la cola de los que se meten al agua está mostrando que su verdadera vocación es servir y entregarse a la persona herida, estar junto al pueblo necesitado de compañía,  de atención, de estímulo, de consuelo, de liberación.

El Espíritu del Padre que desciende sobre él es la respuesta a su oración. No lo recibe para gritar, vocear, quebrar, apagar, eliminar, sino para promover el derecho, abrir ojos de ciegos, liberar cautivos de sus prisiones externas o internas… (primera lectura). 

Es precisamente ahora cuando Dios le reconoce públicamente como su Siervo, como su «Hijo Amado». Por haberse bautizado con ellos, por haber decidido ofrecerles su vida, por haber aceptado «mojarse» compartiendo su situación estar dispuesto a llegar incluso hasta el sacrificio final de la cruz. Por eso mismo, también el Espíritu será quien le comunique la fortaleza necesaria para una tarea tan contra corriente, de manera que «no vacilará ni se quebrará». 

Para nosotros ser bautizado significa unirse a su causa, a su misma misión. Significa empezar a llenar la historia de cada día de «vida», de ese Espíritu que hemos recibido: Pasó haciendo el bien.  Pasar nosotros haciendo el bien. Con ayuda de ese Espíritu que lava lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que está enfermo… Doblega lo que es rígido, caliente lo que es frío, dirige lo que está extraviado…

¡Hay tantos que viven sin tener vida! ¡Hay tanta debilidad que acompañar y fortalecer!

¡Hay tantos necesitados de consuelo, de esperanza!… 

¡Hay tantas personas sobre nuestra tierra que están «expectantes» de que algo cambie!

Muchos recibimos el bautismo sin «conciencia» de lo que significaba. Pero algún día, con el paso del tiempo y en ambiente adecuado, el bautismo empezó a «hacer su efecto», y decidimos asumirlo libremente… aunque luego hayamos necesitado tiempo para ir comprendiendo lo que eso supone. El «Espíritu» nos va trabajando por dentro desde ese día… hasta que empecemos a experimentar personalmente lo mismo que Jesús: «tú eres mi hijo amado».

            El bautizado se plantea no tanto «¿qué puedo yo hacer»? sino más bien: «¿qué estoy dispuesto a hacer?».  El bautizado elige un día conscientemente tener como criterio vital la lucha por la vida digna, hacer que todo sea más humano, ayudar a que todo hombre descubra que es un «hijo amado de Dios» y viva con gozo y esperanza, olvidándose de sí mismo. Está muy atento a lo que necesitan los otros. Y según la vocación que cada uno va descubriendo, decidimos vivir entregando la vida a Dios a través de las personas más débiles de nuestra tierra. 

          Todo ese proceso es imposible sin la «oración». Una oración que consiste sobre todo en mirar hacia afuera de nosotros mismos, con los ojos misericordiosos de Dios, y dejarnos interpelar y ser creativos y valientes. No es aceptable esa oración centrada siempre en nuestro yo, los míos, y para mí. Una oración que gire en torno al propio ombligo, limitada a nuestro pequeño mundo. La oración del discípulo, del hijo, tiene que estar llena de rostros, de situaciones y de discernimiento, porque siempre hay algún bien que podemos hacer, siempre podemos amar más y mejor, siempre podemos descubrir nuevas formas de ser «instrumentos del Reino».  Así era la oración de Jesús. Esto es lo que significa estar bautizado con Espíritu Santo y fuego, como profetiza el Bautista. Ser personas luminosas, apasionadas, ardientes en el amor, vitales, comprometidas, arriesgadas… 

Por eso, ¡qué agradecido estoy al día en que me bautizaron mis padres! Aunque entonces no contaran conmigo. Pero a nadie hace mal un regalo así, aunque tardemos años en desenvolverlo. Cuando por fin yo descubrí la grandeza de este regalo… decidí regalarme yo mismo a los demás. 

Como muchos. ¿Como tú?

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Imagen inferios Marko Ivan Rupnik

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4 comentarios

  1. BAUTIZARSE Y MOJARSE

    Me encanta el inicio de tu reflexión, el significado real y simbólico de lo que significa ser bautizado, pero quiero iniciar el comentario a tu reflexión desde el final de la misma.
    “Reconocer que el Bautismo es un regalo que nos hicieron nuestros padres” porque en ese regalo, “oculto” iba Jesús con todo su Espíritu y todos sus dones. Ese regalo fue una semilla en potencia, germinó, creció y se desarrollo porque encontró tierra fecunda.
    Me encantan los regalos y más cuando no tienen valor material. Este regalo del Bautismo, que tú dices que tardamos en desenvolver, me lo imagino como alguno recibido en algún caso concreto; una caja grande envuelta con papel de regalo, dentro otra más pequeña con las mismas características y un mensaje que anima a seguir a abrir cajas, desenvolverlas y leyendo mensajes, así sucesivamente hasta llegar al regalo principal, que en este caso es Jesús con todos sus dones e implicaciones en la vida.
    Me pongo a pensar en el compromiso que encierra el ser bautizado y saco la conclusión, de que en la vida hay que ir descubriéndolo poco a poco y adaptándolo a las distintas etapas de crecimiento físico, psicológico, crecimiento en la fe, conocimiento, la vida entregada y recibida… Jesús y su Reino es un regalo tan grande y sorprendente que no puedo desenvolverlo como quien desenvuelves un regalo en la noche de Reyes.
    Muchas veces me falta sensibilidad para escuchar la voz del Padre que me dice: “Tú eres mi hijo amado”. Quizá esté enredada en muchas cosas para oír este mensaje, que es otro regalo o no lo descubro porque me falta lo esencial la humildad y abajamiento de Jesús cuando se puso a la cola de los pecadores para ser bautizado por Juan.
    Qué gran valor encierran las expresiones del significado de bautizarse: mojarse, empaparse, implicarse; dejar que te llene la Vida, el Espíritu de Dios. Pensándolo bien es el regalo que va en el cofre pequeño, envuelto y envuelto en el gran paquete de la VIDA. Resulta difícil desenvolverlo pero más difícil es aplicarlo a la vida real.
    La clave está en cómo Jesús fue forjando en su persona, el querer del Padre, hacer su voluntad. Desde su vida oculta, da paso a su misión con una preparación especial, se retiró a orar al desierto allí se afianzo su confianza en el Padre.
    Durante su misión, fue descubriendo personas con inquietudes y necesidades, personas que esperaban que surgiera algo nuevo, cambios significativos, especialmente para los pobres, enfermos, excluidos, esclavos… Los descubre porque se mezcla entre ellos y vive sus problemas; en este ir y venir entre las gentes, el pueblo descubre que Jesús pasaba “haciendo el bien” a todos, los que le aceptaban como el Mesías y ponían su fe en Él.
    Jesús, pasó haciendo el bien, ¿qué me implica a mí como bautizada? Mucho, tanto que no lo puedo abarcar, pero aterrizando en mi realidad:
    • Poner un poco de entusiasmo y vida donde ésta languidece por falta de entusiasmo, rutina e ilusión.
    • Si espero que algo cambie, cambiar yo, en mis actitudes egoístas y arrogantes.
    • Dejarme hacer por el Espíritu de Jesús.
    • Mirar al otro con ojos de misericordia y ser capaz de recibir la misericordia del hermano.
    • Hacer de mi oración una oración solidaria y comprometida con la realidad del entorno.
    • Me da miedo el riesgo. Cada día conlleva algún riesgo y negación al propio yo. Vivirlo como vida entregada.
    • Agradecer la vida y todo lo que me regala cada día.
    • …
    Me gustaría terminar con una oración de agradecimiento, pero me viene a la mente.
    Padre nuestro que estás en la Tierra desvelado por nuestros desvelos; hoy tu nombre nos sabe a justicia, nos sabe a esperanza y a gloria tu reino…
    ¡No dejes de velar por mí!

    Gracias Quique

  2. Me han encantado las dos reflexiones que he tenido la oportunidad de leer antes de escribir. La de Quique y la de Teresa. Me han encantado. Me han dejado sin palabras. Lo habéis dicho todo. ¿Sabéis una cosa?. ¡Cómo se nota en las personas el toque continuo del Espiritu de Dios!. La suerte que tenemos de estar bautizados. No nos preguntaron nuestros padres…pero sabían perfectamente que por ellos Dios iba ya a estar de una firma continua en nuestras vidas y por eso nos lo regalaron. ¡Que suerte tuvimos!. Pero a la vez qué compromiso tenemos. Estamos marcados para ser grandes todos nosotros. Cada uno con lo que pueda pero sin conformismo y siempre siendo exigentes con nosotros. Debemos ser ejemplo para todas las personas. A través de la oración y el sacrificio creciendo en nuestro interior y en nuestro interior ver a Jesús en los demás. Comprender, perdonar, ayudar, aconsejar,….y tantos verbos sinónimos de amar. Efectivamente cuando vamos creciendo llega un momento en que nuestro corazón entiende la misión encomendada desde el Bautismo y es desde ese momento cuando ya somos «cristianos adultos» y no por la edad sino porque somos conscientes de que el Señor tiene un plan de vida sobre nosotros y que nos necesita. Sí, nos necesita para que le ayudemos en sus planes de salvación, en la ayuda a nuestros hermanos, en ser mejores, en aceptar los inconvenientes de la vida,en sentirnos que nunca acabamos de intentar parecernos lo más que podamos a él.. Me imagino a Juan derramando el agua sobre el Señor…¡¡Qué impresionante!!
    Señor en el día de hoy quiero ser «cristiano adulto»comprometido con el regalo de mis padres que a través del bautismo marcaron una vida que quiero que sea para crecer más en mi interior y que me lleve a ayudar a los demás. Quiero que me abras los ojos de mi alma y que aunque te falle muchas veces que sepas que quiero que nunca te vayas de mi vida y sea ejemplo para todos mis hermanos. Así sea.

  3. Carmen Díaz Bautista

    Después de lo que habéis comentado los tres, me queda poco que añadir, pero quiero compartir con vosotros algo de mi experiencia. El bautismo es un regalo y un don que vamos desenvolviendo, como dice Teresa, pero que quizás vamos descubriendo poco a poco, intuyendo qué será, saboreando cada papel de regalo que vamos quitando. Seguramente el regalo completo lo encontremos al final de nuestra vida. Es un don que se nos da, pero no es para nosotros solos, sino para compartir.
    El bautismo está vinculado al desierto y cruzamos muchos desiertos en la vida: dudas, fracasos, enfermedad, desaliento…etc. Pero voy entendiendo que mi tarea es hacer uso de ese don que recibí a los pocos días de nacer, para atender a quien me necesita.
    Gracias Quique, Teresa y José Antonio.
    Por cierto me ha gustado mucho la oración final de Teresa. Feliz domingo a todos.

  4. Gracias a todos por vuestros comenotarios
    Orar ,amar y no permitir que ante tantos noes y fracasos etc el corazón se vaya endureciendo.
    Tenemos en Jesus el mejor ejemplo y bajando al terreno humano tantas personas ejemplares de las que aprender.Llenar la vida de Vida cada uno en sus circunstancias es para valientes pero es lo unico que llena.
    Gracias de nuevo y Feliz año a todos

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