Autor: cormariaferraz
Domingo 2. Tiempo de Cuaresma. Ciclo B
LA ENORMIDAD DE LA FE Y DEL AMOR

Dividiré esta homilía en tres partes:
Primera: Un sacrificio más allá de la noma: Abraham
Segunda: La declaración amorosa del Padre-Dios
Tercera: Desde el Tabor al Calvario
Un sacrificio más allá de la norma: Abraham
El relato del sacrificio de Isaac es muy extraño. Dios quiere probar la fe-confianza de Abraham. El filósofo Kant no podía aceptar que Dios mismo diera esta orden; se trataría de una alucinación diabólica y Abraham sería víctima de un engaño infernal. Lo mismo les ha ocurrido a tantas personas que han matado y sacrificado a otros en nombre de Dios.
Otro filósofo, Kierkegaard, sin embargo, dió otra interpretación. ¡Solo el Dios verdadero puede exigir a un ser humano, en este caso a Abraham, que sacrifique lo que más ama. Ese sacrificio es una e-normidad incomprensible y es que sólo Dios puede pedir cosas que se “salen de la norma” y la sobrepasan. La obediencia de Abraham al mandato de Dios sería éticamente terrible si no revelara una fe total, una confianza absoluta en el Todopoderoso.
La fe de Abraham no es “normal”; no cabe en las normas de ninguna Iglesia o Sinagoga. Su Dios rompe todos los esquemas. Cuando alguien cree tan apasionadamente como Abraham no actúa de una forma “religiosamente correcta”. Para Kierkegaard encontrarse con una persona tocada por Dios es algo estremecedor. Uno está ante quien no se ha dejado llevar por sus caprichos, ni por la lógica racional; uno está ante una persona que después de mucha zozobra, soledad y luchas interiores ha quedado confundida, electrizada, derrotada por el Misterio de Dios.
La declaración amorosa del Padre-Dios
El segundo relato -la Transfiguración- habla también del Padre y del Hijo. El Hijo no es sacrificado, sino transfigurado, convertido en objeto de inmenso amor, embellecido hasta el máximo. Las figuras y las voces de Moisés y Elías, los grandes profetas de lo divino, pierden relevancia ante él. El Padre invita a que se escuche a su Hijo, a que se le obedezca y se siga su camino. La transfiguración cesa cuando el Espíritu-Nube oculta el Misterio. Todo parece apuntar a la subida hacia otro monte, el Calvario. Allá se mostrará otra e-normidad y locura: la locura del Padre “que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo único” y permitió que aconteciera la “gran Desfiguración”. Y es que el grito de la gente: “crucifícale, crucifícale”, llegó a sus oídos. Y se lo entregó “para que lo crucificaran”.
Estamos tocando aquí el núcleo más incomprensible e ilógico de nuestras creencias. El cristianismo tiene mucho que ver con la “e-normidad” del sufrimiento, con el amor probado hasta la última de sus posibilidades. No hay sinagoga, no hay iglesia que pueda albergar a un creyente como Abraham, a un Dios como el Abbá de Jesús, mientras avanzan -en mudo tormento- hacia la montaña del Sacrificio.
Sólo quienes entran en la “e-normidad” de la fe, pueden revelar a Dios. Esas personas manifiestan en su desconcierto, en su alteración vital que Dios las llama y está ahí.
Por eso, la fe “lógica” y equilibrada, sin pasión, la fe de los justos medios, de las reglas y normas, la fe que no sorprende, que no nos saca de “nuestras casillas” o de nuestra casa, o incluso de aquello que más amamos, ¿será la fe del Dios de Abraham, del Dios de Jesús?
Desde el Tabor al Calvario
La vida cristiana nos lleva del Tabor al Calvario y del Calvario al Tabor. El encuentro “místico” nos cambia los esquemas, nos vuelve “e-normes”, incapaces de ser regulados por las normas. La e-normidad tiene mucho que ver con el sacrificio, el despojo, el sentirse peregrino en todas partes. El hijo amado no tendrá privilegios: no recibirá homenajes, ni medallas de oro. Sólo será, en algunos momentos, transparencia de lo divino; y habrá que escucharle.
La Iglesia que se aleja del monte Moria, o del monte Calvario, o del monte de la Transfiguración, no tiene enormidad, ni fuertes pasiones, ni las congojas de Abrahám. Basará su fe ortodoxa en fórmulas, pero no en procesos tormentosos de fe. La Iglesia del Tabor y del Calvario, del Monte Moria, es la Iglesia estremecida, la que no puede más, y en esa situación se siente tocada por Dios. Y fortalecida enormemente para seguir su camino,
Escuchar al Hijo es seguirle por el camino, es bajar a la llanura para acabar subiendo al Calvario y asistir a su entrega, a la locura del Amor de Dios.
Al final, se nos promete la bendición, la recuperación de lo que más amamos, porque quien pierde su vida la gana.
José Cristo Rey García Paredes, CMF
Domingo I. Cuaresma. Ciclo B
LA ALIANZA DEL ARCO-IRIS
Los pactos o alianzas entre los seres humanos suelen tener fecha de caducidad: son temporales. Las instituciones no se comprometen con sus empleados “para siempre”. Vivimos en la cultura de “fecha de caducidad”. Nada extraño que esta “caducidad” afecte también a pactos tan sagrados como el matrimonio, la profesión sacerdotal o la consagración religiosa. Este primer domingo de la Cuaresma nos proclama que los pactos de Dios con nosotros son “para siempre”.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- El arco iris, señal del pacto
- Jesús, fiel en medio de la tentación
- El bautismo, sello de la Alianza.
El arco iris, señal del pacto
La primera lectura, tomada del libro del Génesis, nos dice que Dios -después del diluvio- estableció con Noé y sus hijos -como representantes de toda la humanidad- un pacto eterno, sin fecha de caducidad. Y escogió como señal el precioso arco-iris.
Así se comprometió el Dios-Creador: estableció alianza con la humanidad y con todos los seres vivientes de la creación. ¡Ya no habrá, nunca, un diluvio universal!
Jesús, fiel en medio de la tentación
Nos dice el evangelio de Marcos que “el Espíritu santo empujó a Jesús al desierto”. Allí Jesús permaneció durante 40 días, como el pueblo de Israel durante 40 años. Y de la misma forma que el Maligno Satanás había tentado al pueblo de Israel, así también sometió a Jesús a sus tentaciones.
San Marcos no detalla cuáles fueron las tentaciones. Le bastaba señalar que siempre detrás de cualquier tentación existe la perversa intención de romper la Alianza con Dios. Pero Jesús mostró siempre su soberanía… Y añade sorprendentemente el evangelista Marcos: ¡los ángeles le servían!
Poco después el rey Herodes arrestó a Juan Bautista y lo asesinó. Esa fue la señal que Jesús necesitaba para emprender su Misión desde Galilea, desde la periferia de Israel y comenzó a anunciar el cumplimiento de la Alianza: ¡Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios!
El bautismo, sello de la Alianza
La segunda lectura, tomada de la primera carta de san Pedro, completa el gran mensaje de la Alianza de Dios con la humanidad:
- Presenta a Jesús como “el inocente” que murió por los culpables para conducirnos a Dios.
- El que murió poseía el Espíritu Santo, y fue devuelto a la vida e incluso fue a proclamar el Mensaje a los encarcelados rebeldes desde tiempos de Noé. Es decir, la alianza de Noé era también para los entonces condenados al diluvio y que murieron
- El gran signo de la Alianza es ahora el Bautismo… en él somos liberados del diluvio, de la muerte.
La Cuaresma tiene, por eso, mucho que ver con el pacto del bautismo, con la fidelidad sin fecha de caducidad. Dios se mantiene fiel. Ahí está el arco-iris. Y nosotros, cristianos, ¿somos también fieles cristianos? Dios nos muestra de ese modo que su Alianza con nosotros no tiene vuelta atrás. Y… por eso, algunos días sigue apareciendo sobre la tierra el Arco-iris. Dios es fiel.
José Cristo Rey García Paredes, CMF
Domingo 6. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
¿Y LAS EPIDEMIAS DEL ESPÍRITU?
Estamos muy sensibilizados, por las experiencias de los últimos años, ante cualquier tipo de pandemia. Sabemos lo que genera, cuántos sufrimientos y muertes producen. Este domingo nos permite reflexionar sobre ello, pero de una manera especial, sobre las pandemias espirituales, difícilmente detectables pero deletéreas.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Aislar para proteger
- Motivo de escándalo y contagio
- La descontaminación
¡Aislar para proteger!
La primera lectura tomada del libro del Levítico nos presenta una ley que tenía como objetivo “velar por la salud pública”: para evitar el contagio de la lepra, el sacerdote debía excluir de la comunidad al portador de tal enfermedad. Esto mismo, pero no ha en un ámbito sacral, se hace en nuestras sociedades: aislamiento para la protección.
Jesús dejó que un leproso se acercara a él y le suplicara de rodillas, con una confianza inmensa: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús sintió lástima. Lo tocó con su mano diciendo: “Quiero, queda limpio”. Pero le encargó severamente que se presentase al sacerdote e hiciera su ofrenda. El leproso divulgó su curación. Ahora el que se sentía excluido era Jesús, que no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, y se quedaba afuera.
Motivo de escándalo y contagio
En la segunda lectura, tomada de la primera carta a los Corintios, Pablo pide que la comunidad cristiana no de motivo de escándalo, ni a los griegos, ni a los judíos, ni a la Iglesia de Dios. Intentaba así evitar la contaminación del mal, el contagio espiritual.
Las células del mal espiritual se multiplican; reivindican un espacio en la persona, crean una especie de “ecología de malas hierbas”, como si de un cáncer del espíritu se tratara. Estos males del espíritu son al principio casi imperceptibles. Después se convierten en actos repetitivos que no llevan a ninguna parte y que producen desolación, dependencia, enganche, generan en nosotros estados de vértigo, de huida hacia lo mismo y lo peor. Los siete pecados o demonios capitales son los portadores de estos virus: ira, odio, envidia, lujuria, codicia, gula. Los malos gérmenes se reproducen silenciosamente en nosotros.
En las sociedades -políticas y religiosas-, en las comunidades familiares, en los grupos políticos y deportivos, las epidemias se suceden y van pervirtiendo el ambiente. El mal se camufla de bien. Y quien opone resistencia a la contaminación, parece un extraterrestre, un reprimido. La propagación del virus atenta de manera especial contra las figuras proféticas. Un profeta contaminado es el mejor propagandista de la infección.
La descontaminación
Cuando el contaminado se acerca a Jesús no recibe un diagnóstico, sino una mano que lo toca movida por un corazón lleno de misericordia. Jesús no le da importancia al mal. Es como ese experto en informática que ante el nerviosismo del inexperto, que piensa que ha perdido todo su trabajo, le dice: ¡calma! ¡está todo bajo control! y, poco después devuelve todo el trabajo que parecía perdido. Es impresionante escuchar estas palabras de Jesús: “¡Quiero! ¡Queda limpio! ¡
Ante los siete pecados capitales, que nos mantienen como rehenes, los siete sacramentos muestran su fuerza terapéutica. Son acciones de Jesús, contacto con Jesús, expresiones interpersonales de su amor. La Unción del Enfermo, la Absolución del que se siente atado por el pecado, demuestran la fuerza del Espíritu de Jesús.
Conclusión
Si el Señor es mi médico, ¿quién me hará temblar? Jesús nos pide que vayamos al sacerdote, al templo, no para que certifique nuestro mal, sino para que declare que hemos sido liberados. Sí, ¡para que declare que el Espíritu de Jesús vence a todos los malos espíritus!
¡Gracias sean dadas a nuestro Señor Jesús y a su Espíritu!
José Cristo Rey García Paredes, CMF
DOMIMGO 5. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
SALIR EN MISIÓN – ENTRAR EN ORACIÓN
Hay quienes se lamentan y dicen: ¡mi vida no tiene sentido! Otros, en cambio, encuentran el sentido de su vida en la salud, el dinero y las propiedades, en la fama que los hace destacar de los demás, en el disfrute del sexo, la comida, la diversión. La liturgia de este domingo nos ofrece unas claves para dar sentido a nuestra misteriosa existencia.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- “Vita brevis”: días sin esperanza
- La agenda de Jesús un día cualquiera
- El doble movimiento: centrípeto y centrífugo
“Vita brevis!”: días sin esperanza
El libro de Job, al que nos hemos acercado en la primera lectura, expresa muy bien la condición de no pocos seres humanos: “Mis días se consumen sin esperanza” “Mi vida es un soplo y mis ojos no verán más la dicha”.
Job es la figura del ser humano que no se engaña, que observa la realidad con sabiduría humana. La vida es breve y la mayor parte de ella preocupaciones y desgracias. ¿Qué relevancia puede tener lo que yo diga y realice en un mundo de más de 8000 millones de seres humanos?
La agenda de Jesús un día cualquiera
El evangelio que acabamos de proclamar ofrece una sorprendente respuesta a los problemas existenciales de Job. El evangelista Marcos nos presenta la agenda de Jesús a lo largo un día distribuido con sus diversas actividades: predicación en la Sinagoga; visita a la casa de sus amigos Simón y Andrés y curación de la suegra de Simón; al anochecer atención a muchos enfermos físicos y espirituales con una especial alusión a los demonios, a los que prohibía hablar; se supone que va a descansar muy tarde; al día siguiente madruga y se retira a un lugar alejado para orar él solo; Simón Pedro lo busca porque hay gente que lo necesita y Jesús le dice que ¡también hay que ir a “otros lugares”. Y concluye con una misteriosa afirmación: “¡para esto he salido!”.
Esa es la respuesta al sentido de la vida: esa agenda equilibrada de religiosidad, amistad, sanación, descanso, oración e itinerancia. Jesús “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo porque Dios estaba con Él y nosotros somos testigos de todo lo que hizo” (Hech 10, 38-39).
El doble movimiento: centrípeto y centrífugo
San Pablo reconoce en la segunda lectura que también él ha salido para evangelizar. Ese fue el encargo que Jesús resucitado le confió
Es cuestión de salir e integrarse. Siempre estamos a tiempo. Cuando nos acucie la pregunta por el sentido de la vida, busquemos la respuesta en nuestra “morada” más íntima y en el dinamismo interior que nos lleva a “salir” para oponernos al mundo del mal que nos circunda.
Oración y Misión son las claves de una vida con sentido. Ese es el equilibrio vital. Oración es entrar en la Morada. Misión es salir para anunciar el Evangelio y hacerlo presente. Se entra saliendo, se sale entrando. Misteriosa combinación de movimientos: ¡nunca dentro sin estar afuera!, ¡nunca afuera sin estar dentro! Y así el Evangelio se propaga a través de nuestras salidas y entradas. Difícil es “salir” hacia lo diverso, hacia el diálogo con los diferentes.
Conclusión
¡Dios estaba con Él! Jesús era un santuario viviente e itinerante. Jesús no es un fundamentalista de las horas de oración, pero tampoco es un fundamentalista de las horas de trabajo misionero. Vive en la serenidad de quien no se siente imprescindible y, sin embargo, pasa haciendo el bien. Jesús no quiere afianzar su poder en ningún lugar. No encuentra el sentido en “poseer”, en “asentarse”, en prolongar sus mandatos exitosos, sino en “salir”. La vida tiene sentido cuando “salimos”, cuando nos sentimos parte de una Misión que, compartida, lleva adelante los sueños de Dios sobre el mundo.
José Cristo Rey García Paredes, CMF
DOMINGO 4. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
PROFETAS DEL ÚNICO PROFETA
Quien mira directa y permanentemente al sol, incluso en un día de eclipse, puede quedarse ciego. Reconocer la trascendencia infinita de Dios es la condición necesaria para no sustituirlo con un ídolo. El mensaje de este domingo nos pide: ¡respeta la distancia y no la niegues!
Dividiré esta homilía en tres partes:
- ¡No quiero volver a escuchar la voz de Dios!
- ¡Ese Jesús tan asombroso!
- Tratar con Dios “sin preocupaciones”
¡No quiero volver a escuchar la voz de Dios!
Nos dice la primera lectura, que Moisés le recordó al pueblo aquello le pidió a Dios el día de la asamblea, ante el monte Horeb: “No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio. ¡No quiero morir!”
Se reconocía así que la infinita trascendencia de Dios supera todo lo que nuestros sentidos captar. Un encuentro “cara a cara” con Dios, ahora, aquí en la tierra, sería para nosotros mortal. Si no resistimos la luz directa del sol, ¿cómo vamos a resistir la luz de Dios?
Quienes se sienten tan cerca de Dios, tal vez lo hayan sustituido por un ídolo: un “dios” sin misterio, vulgar, ritualista, que no estremece, ni emociona; que es el recurso fácil de hombres y mujeres así llamados “piadosos”; o de “hombres espirituales” que presumen saberlo casi todo de Dios y transmiten “en directo sus mensajes”.
El Dios de nuestra revelación no es así. Nuestro Dios es el Misterio de todos los misterios. Es el Invisible por exceso de claridad, el Inaudible por exceso de Voz y de Palabra, el Inabarcable por exceso de inmensidad y Presencia. Moisés dijo en nombre de Dios: “¡Tienen razón! Suscitaré un profeta de entre tus hermanos… pondré mis palabras en su boca…. Hablará en mi nombre”.
¡Para ponerse a nuestra altura Dios suscita profetas! Pero en ellos o ellas encontramos una “abreviatura de Dios”
¡Ese Jesús tan asombroso!
El evangelio de hoy nos dice que Jesús causó “asombro” en la sinagoga de Cafarnaum porque enseñaba con autoridad y no como los escribas. Jesús no solo enseñaba, también transformaba con la fuerza milagrosa de su Espíritu. No era solo un detector de demonios, sino un exorcista que los vencía en cualquier circunstancia. Jesús fue el gran profeta prometido por Dios a Moisés. “Quien me ve a mí, ha visto al Padre”, le dijo Jesús a Felipe. Jesús es el rostro humano y accesible de Dios.
Tratar con Dios “sin preocupaciones”
La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Corintios, nos habla de las “pre-ocupaciones”. Los seres humanos, antes de ocuparnos en algo, no pre-ocupamos. Son tantas las ocupaciones que nos salen al paso, que vivimos pre-ocupados. San Pablo se refiere a las muchas pre-ocupaciones que nuestro mundo nos genera. Las preocupaciones nos causan una división interior: el futuro no nos deja vivir el presente.
Y san Pablo nos da al final un consejo: ¡tratar con el Señor, sin preocuparse más! Dejarlo todo en sus manos. ¡Dios proveerá!, como decía Abraham a su hijo Isaac. Dios cuida a los pajarillos y a las flores, ¿no va a cuidar entonces a sus hijos e hijas?, decía Jesús.
Conclusión
Cuando no tomamos distancias ante la trascendencia infinita de Dios, surgen las idolatrías, las dictaduras religiosas, los cristianos que arrogantemente dicen: “es que si Dios fuera como tiene que ser…” Hay quienes suplantan a Dios en sus juicios, en sus condenas… Quien habla en nombre de Dios sin el impulso de Dios es un idólatra de sí mismo, un demonio. Por eso, ¡cuidado con los que se sienten profetas.
Proclamemos la Palabra con temor y temblor y no con autosuficiencia. Hablemos cuando ya no podamos encerrar en el corazón el Fuego. Y entonces dejemos que el Verbo de Dios utilice nuestra boca, que el Espíritu de Dios gima en nuestro ser. ¡Sólo entonces seremos profetas del Único Profeta!
José Cristo Rey García Paredes, CMF
DOMINGO 3. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
LA CONVERSIÓN ES POSIBLE: JONÁS Y JESÚS
Ante la situación mundial no pocos piensan que el cristianismo irá poco a poco desvaneciéndose: lo que ya sucede en las familias, sucederá en las naciones de tradición cristiana. Estaríamos entrando en una época pos-cristiana. Sin embargo, las figuras de Jonás y de Jesús no son presentadas en este domingo como argumentos en contra. Nínive se convertirá y surgirán “pescadores de hombres”. La misión de Dios no fracasará.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- El profeta rebelde realiza el milagro.
- La misión en el espacio “no sagrado”
- El Reino de Dios difumina la figura de este mundo
El profeta rebelde realiza el milagro
Cuando parece que Dios fracasa en sus recursos para transformar a un pueblo, Dios encuentra las soluciones más inesperadas. Nos dice la primera lectura que Jonás fue enviado a la ciudad Nínive para que hiciera penitencia y se convirtiera a Dios. Tal misión le pareció imposible y Jonás desobedeció emprendiendo un camino que lo alejaba de Nínive; se refugió en un barco que partía en dirección opuesta. Su presencia fue amenazante para todos. Tuvo que reconocer que “huía de Dios”. Fue arrojado al mar y un cetáceo lo devolvió al camino cierto de Nínive. Jonás entró en la gran ciudad. Obedeció. Y la gran conversión y milagro tuvo lugar. Dios tiene recursos para cumplir sus designios a pesar de cualquier oposición ¿Por qué no puede ocurrir hoy lo mismo?
La misión en el espacio “no sagrado”
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús como el profeta definitivo, enviado por Dios Padre. Inicia su misión en un espacio profano, en la Galilea de los Gentiles, en la periferia de Israel. Y proclama -desde allí- la sorprendente Noticia: “El Reino de Dios está cerca. Convertíos. Creed en el Evangelio”. Inmediatamente busca “colaboradores”. No elige a sacerdotes o escribas, sino a pescadores. Éstos abandonan sus redes, su familia, y lo siguen. Comienza aquí la restauración del nuevo Israel. Los “Doce” serán el símbolo de un impresionante sueño: Hacer posible el Reino universal de Dios y ellos serán “pescadores de hombres”.
El Reino de Dios difumina la figura de este mundo
En la segunda lectura de la primera carta a los Corintios, san Pablo se sitúa en la misma tesitura que Jesús en el evangelio: “el momento es apremiante… la presentación de este mundo se termina”. Se abren nuevos caminos para todos, también para los pecados -como dice el salmo 24-. Es necesario seguirlos… y delante va Jesús que nos invita: “¡Seguidme!
La Iglesia no tiene sentido si no es la Comunidad de los que siguen, seguimos a Jesús. Todos somos continuadores y continuadores de quienes en su tiempo lo siguieron. El seguimiento de Jesús en nuestro tiempo tiene características nuevas. Tenemos que proclamar que hay un mundo que no tiene futuro y que nos llevará a la destrucción. Pero hay ¡otra posibilidad! Convertirnos en instrumentos vivientes del sueño de Dios sobre la humanidad.
Conclusión
Aunque la figura de Jonás emerja entre nosotros con su rebeldía, ya vendrá un viento fuerte que nos lleve a nuestro lugar. Y entonces seremos la profecía que convierta a los pueblos de nuestro planeta, seremos el Jesús de Galilea y en su camino hacia Jerusalén. ¡Volvamos a Galilea! ¡Entremos en Nínive! Y no dudemos. Anunciemos que el Reino de Dios está cerca. Lo demás… en manos de Dios.
José Cristo Rey García Paredes, CMF
DOMINGO 2. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
UN DÍA CON JESÚS: ¿CUÁL ES MI VOCACIÓN?
Concluidas las Navidades, hemos iniciado ya la tanda de las seis primeras semanas del tiempo ordinario, que nos llevarán hasta el tiempo de cuaresma, hasta el miércoles de ceniza. Hoy es el domingo 2º. El tema de la liturgia hoy puede resumirse en dos preguntas: ¿Cuál es mi vocación? ¿Cómo estoy respondiendo a ella? Como decía Friedrich Nietzsche “la vocación es la espina dorsal de la vida”.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Dios cuenta con nosotros y nos llama.
- La vocación nos desplaza
- La vocación de nuestro cuerpo
Dios cuenta con nosotros y nos llama
La primera lectura nos relata la historia de Ana, -la mujer estéril que concibió un hijo al que llamó Samuel y posteriormente consagró para que sirviera al sacerdote Elí en el templo del arca de la Alianza. Y también nos relata la vocación del pequeño Samuel: por tres veces en la noche, mientras dormía, escuchó la llamada de Dios. Él creía que era el sacerdote quien lo llamaba. La tercera vez respondió a la voz: ¡Habla, Señor, que tu siervo escucha! A partir de ahí, Samuel crecía, Dios estaba con él y sus palabras se cumplían.
Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios con docilidad, Dios nos llama. La liturgia de la Palabra es siempre vocacional, para quienes están atentos y dicen en su interior: ¡Habla, Señor, que tu siervo o tu sierva escucha!
La vocación no consiste en aquello que me apetece, gusta o ilusiona. La vocación es aquello que Dios quiere realizar por medio de mí y en mí. ¡Haz de Dios el protagonista de tu vocación y siempre te irá bien!
La vocación nos desplaza
La vocación se encuentra cuando uno cumple la palabra de Jesús: ¡Niégate a ti mismo, ven y sígueme! Esa fue la experiencia de dos discípulos de Juan Bautista: estaban con él cuando Jesús pasó ante ellos y Juan proclamó: “este es el Cordero de Dios”, que carga con el pecado del mundo. Inmediatamente siguieron a Jesús y Jesús les preguntó: ¿Qué buscáis? Su deseo fue solamente compartir un día con Jesús. Pero aquella experiencia los transformó de tal manera que se inició a partir de aquel momento una cadena de nuevas vocaciones y entre todos y todas formaron la “casa de Jesús”, la “comunidad de Jesús. Como decía León Felipe: “Ya vendrá un viento fuerte que te lleve a tu lugar”. Aquellos discípulos encontraron “su lugar” en Jesús. La vocación siempre nos des-plaza.
Muchos encuentran su profesión… pocos encuentran su vocación. Cuando la vocación proviene de Dios, sólo cabe la respuesta del salmo 39 que hoy hemos proclamado: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
La vocación nos integra en un Cuerpo
La segunda lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios nos habla de nuestro cuerpo como santuario, templo de Dios. En cambio, el filósofo Platón decía que el cuerpo es “cárcel”. Nuestro cuerpo fue purificado en el bautismo y allí fue declarado el cuerpo de un hijo o una hija de Dios, un miembro del Cuerpo de Cristo, un cuerpo sobre el que se derrama el Espíritu Santo: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Y este cuerpo es alimentado con el Pan eucarístico. El ministro de la Eucaristía nos lo recuerda: “El Cuerpo de Cristo”. Respondemos “Amén”, es decir, ¡somos miembros del cuerpo de Cristo”, como explicaba san Agustín.
Conclusión
Nuestro cuerpo tiene la marca de una vocación divina, de una alianza eterna. Y no solo nuestro cuerpo individual, sino también nuestro cuerpo comunitario, porque somos Cuerpo de Cristo. Cada Eucaristía dominical nos lo recuerda en la liturgia de la Palabra (liturgia de la vocación) y la liturgia eucarística (liturgia del cuerpo de Cristo).
José Cristo Rey García Paredes, CMF
DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO B
EN EL BAUTISMO SE ABREN LOS CIELOS
Lo decimos con frecuencia, cuando en una situación problemática se nos abre una solución: “he visto los cielos abiertos”. Hay momentos en que necesitamos una experiencia de luz, para descubrir por dónde encauzar nuestra vida y nuestras decisiones. A Jesús le ocurrió eso mismo. Hoy lo celebramos al evocar su experiencia de Bautismo en el río Jordán.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- La vocación tardía de Jesús de Nazaret.
- Quien busca encuentra
- Extraña identidad: cordero que carga con el pecado del mundo
La vocación tardía de Jesús de Nazaret
También Jesús fue un hombre en búsqueda, porque se hizo en todo semejante a nosotros. No siempre tenía las cosas claras. Tuvo que ir descubriendo paso a paso su destino. Quizá pensemos que pasó excesivo tiempo en casa de José y de María. Si sólo vivió 33 años, ¿cómo justificar que dedicara a su misión profética únicamente los tres últimos años? Diríamos que Jesús fue un profeta con vocación tardía. ¿A qué dedicó, entonces los 30 primeros años?
No deja de ser misteriosa esa distribución del tiempo en la vida de Jesús. A los doce años se perdió y fue encontrado en el templo y les dijo a sus padres que debía “estar en la casa de su padre”. A partir de ese momento se volvió con ellos a Nazaret y les estaba sujeto. Y así fue… la mayor parte de su vida, como “hijo de artesano” y también como hijo de su madre viuda y miembro de la familia. Renunció a formar una familia y de seguro que se identificó como “eunuco por el Reino de los cielos”. ¡Misteriosa expresión que reflejaba su autobiografía!
¡Quien busca encuentra!
Cuando Jesús se acercó a los treinta años, se puso en búsqueda, abandonó su casa. Y buscó allí donde Juan Bautista predicaba y bautizaba: ¡en el desierto! Se hizo bautizar por Él. Y a través de este mediador, encontró su destino, cuando la Trinidad Santa se reunió y mostró ante Juan y ante el mundo: “Tú eres mi Hijo”, dijo el Padre, “El Espíritu descendió y se posó sobre Él” y Jesús se convirtió en el Mesías esperado. Los evangelistas nos dicen que Jesús “vió los cielos abiertos”.
Extraña identidad: Cordero que carga con el pecado del mundo
El profeta Juan Bautista ve en Jesús al Cordero de Dios que carga con los pecados del mundo. Más tarde Jesús dijo que su carga es ligera: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré… mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,28). ¿Cómo puede ser ligera si carga con todos los pecados del mundo? Y lo es en la medida en que nos pide a todos nosotros que vengamos a Él y compartamos su carga y su yugo.
Jesús murió por nuestros pecados. Se inmoló para que la humanidad se salve. Jesús fue, siguió siendo y es nuestro Redentor. Esto es lo que celebramos en este domingo del Bautismo del Señor.
Bautizados como Jesús
También nosotros hemos sido bautizados. Nada más y nada menos que “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. El agua de Dios se derramó sobre nosotros. Fuimos ungidos con el óleo santo como sacerdotes, profetas y reyes. La dignidad bautismal nos convierte en la clase VIP de la Iglesia y no en cristianos de segunda o tercera clase.
Agradezcamos en este día la “dignidad” recibida. Y dispongámonos a ser en la Iglesia escuchados, dignificados y a asumir en serio nuestra vocación cristiana con todo lo que ella implique.
José Cristo Rey García Paredes, CMF
EPIFANÍA DEL SEÑOR. CICLO B
EPIFANÍA: EL ESPÍRITU DE LA ESTRELLA
Epifanía significa “revelación”, “manifestación”. Así denomina la Iglesia este día 6 de enero. ¿Porqué? Porque se celebra hoy el día en que apareció una estrella, indicando un lugar muy especial en nuestro planeta: una pobre casa en la que había un niño recién nacido. Y hasta ese lugar fueron conducidos unos magos de Oriente.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- La búsqueda del tesoro
- El encuentro sorprendente
- El misterio de la Estrella
La búsqueda del Tesoro
Se puede vivir miserablemente, mientras está al alcance un inmenso tesoro… Se necesita alguien que sepa dónde se encuentra. Al alcance de la mano de todos nosotros hay un tesoro, pero muchos no lo saben.
A los magos de Oriente les fue revelada la existencia del mayor tesoro que ha podido ocultarse en la tierra. Creyeron esa revelación. Y no solo se dispusieron a buscarlo, sino que incluso prepararon regalos (oro, incienso y mirra) como homenaje y agradecimiento a quienes custodiaban aquel tesoro.
Emprendieron el largo viaje… Una estrella los conducía… Y hasta se posó en el lugar exacto hacia el que se encaminaban. No les importó el cansancio, ni tampoco el despiste que sufrieron en Jerusalén ante el rey Herodes. Se empeñaron en encontrar el tesoro y se dejaron conducir por la estrella.
Creer es también crear. La fe mueve montañas. El que cree descubre lo insospechado. Quien no busca vivirá siempre miserablemente. Quien busca encontrará.
El encuentro sorprendente
El destino al que los magos fueron conducidos les resultó sorprendente: una casa humilde, dos jóvenes esposos y un niño recién nacido. Ellos no dudaron. Era él, el niño nacido apenas unos días antes. ¡Él era el Tesoro que Dios había depositado en la humanidad! Y con mucha, muchísima fe… lo adoraron…
Estos magos se hicieron tan famosos que han pasado más de 2023 años y todavía los recordamos, especialmente los niños. Donde encontraron el tesoro no fue en el Palacio de Herodes, ni tampoco en el Templo de Jerusalén… fue en una pobre casita alquilada. Y ahora los magos siguen siendo recordados en nuestros pueblos y ciudades. Buscan, sobre todo, a los niños… pero entre todos ellos, al Niño-Dios.
El misterio de la Estrella
Muchos se preguntan por el significado de la estrella. Recurren para ello a la astrología e investigan si ya a comienzos del siglo I hubo una “coniunctio magna” o un acercamiento entre dos planetas…, interpretada por los magos como anuncio de un gran acontecimiento.
Quizá lo mejor sea decir que -como siempre- el Espíritu Santo fue la estrella que condujo a los magos de Oriente hacia Jesús y la casa en que se encontraba. El Espíritu siempre tiene como destino a Jesús: sobre Él descendió en el Bautismo: hacia Él condujo a los magos. El Espíritu nos lleva siempre hacia Jesús. Es nuestra buena estrella.
Y como “tanto amó Dios al mundo” –¡no solo a Israel!– que le entregó a su Hijo único, así también hoy nos ama tanto que no permite que nos olvidemos ni de la Estrella, ni de los Magos. Esta humanidad de hoy tampoco se olvida de Dios. Hasta los más incrédulos, sienten en su corazón el estímulo de la estrella y el encanto de los magos de Oriente. ¡Feliz Epifanía! María, José, el Niño. Oro, incienso y mirra.
Esta celebración de hoy nos conduce hacia lo nuclear de nuestro ser humano: ¡busquemos apasionadamente a Dios y lo encontraremos! Y aparecerá la Estrella, el Espíritu Santo que nos lo facilitará. ¿Nos hemos preguntados dónde y cuando se nos aparece la Estrella y nos moviliza?
José Cristo Rey García Paredes, CMF