DOMINGO 31. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

AUTORIDAD… ¿sin alma? o ¿con alma?

Hoy la Palabra de Dios nos habla de diferentes formas de ejercer la “autoridad”: la autoridad empática, es decir, “con alma” y la autoridad farisaica, engañosa.
Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Una autoridad lamentable… “sin alma”
  • La autoridad de la ternura y empatía
  • La alternativa de Jesús: denuncia y anuncio

Una autoridad lamentable… “sin alma”

Acabamos de escuchar la profecía de Malaquías. Su denuncia contra los Sacerdotes del Templo de Jerusalén fue terrible: ¡no dan gloria a Dios! Y ¿por qué? Porque su autoridad estaba emponzoñada por el engaño y la mentira, el favoritismo y la acepción de personas, la corrupción, el abuso de autoridad. Este hecho nos recuerda los abusos del clericalismo en la Iglesia, no digamos, los abusos sexuales con menores que nos han emponzoñado.

Malaquías los maldice y los amenaza con echarles estiércol a la cara. Pero concluye su profecía con una lamentación:

“¿No tenemos todos un solo Padre?” ¿Por qué el hombre despoja a su prójimo, profanando así la Alianza?

La autoridad de la ternura y la empatía

La carta a los Tesalonicense, firmada por el trío de evangelizadores -Pablo, Timoteo y Silvano- muestra un talante muy diferente a los sacerdotes del templo, denunciados por Malaquías. Así le hablan a la comunidad:

  • “Os teníamos tanto cariño. Os queríamos entregar hasta nuestras propias personas… Os habíais ganado nuestro amor”
  • “No cesamos de dar gracias a Dios”

¿No es ésta una forma de autoridad “con alma”? ¡Qué alejada de la frialdad, de la actitud controladora, de la falta de empatía, del distanciamiento jerárquico! Es una autoridad para hacer el bien y nunca para imponer los deseos perversos del “ego”.

La alternativa de Jesús: denuncia y anuncio

Jesús invita a obedecer a las autoridades, pero con reservas: “haced lo que ellos os dicen, no lo que ellos hacen”:

  • cuando son hipócritas, falsos, impositivos y holgazanes: “lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente, pero no están dispuestos a mover un dedo para empujar”;
  • cuando son vanidosos y todo lo hacen para que los vea la gente;
  • cuando solo buscan los primeros puestos y que la gente los llama “maestros”.

La alternativa que Jesús propone es ésta:

  • ¡No aceptéis títulos, ni protocolos mundanos! Vosotros, no os dejéis llamar “maestro”… ni “consejeros”… ni “padre”
  • ¡Poneos en el último lugar y… nada de precedencias! El primero entre vosotros, sea el servidor
  • Dios pondrá la auténtica autoridad en su lugar: El que se enaltezca será humillado. El que “abuse” será descubierto y condenado.

Conclusión

¿Hay todavía entre nosotros algo de esto? ¿Hay vanidad, hipocresía, personas que buscan siempre un cargo más elevado, vedettismo religioso? El papa Francisco denuncia el “clericalismo”, como uno de los males de la Iglesia actual. ¡Aprendamos todos la lección de Jesús, del profeta y del  trío apostólico de Tesalónica!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

festividad de Todos los Santos. 1 de noviembre de 2023

LOS SANTOS DE LA “PUERTA DE AL LADO” 

Hace ya más de cinco años (el 19 de marzo de 2018, festividad de san José) nos regaló el papa Francisco una exhortación apostólica sobre “la llamada a la santidad en el mundo actual”. La tituló “Gaudete et exsultate”(=GEx) Y nos invitó a suplicar al Espíritu Santo que infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos; y que nos alentémonos mutuamente en el camino de la santidad.
Escuchamos con frecuencia expresiones como ésta: “mi madre era una santa”. Con todo, se constata que el horizonte de la santidad se han ido difuminando. Apenas se habla de la “santidad” y eso que el Concilio Vaticano II dedicó todo un capítulo de la constitución sobre la Iglesia a la “vocación universal a la santidad”. No a vocaciones “particulares” a la santidad… sino “vocación universal”… la vocación de todos. El Concilio nos invitaba a descubrir esa llamada interior en todos nosotros.
Nos ha precedido «una nube tan ingente de testigos» (Heb 12,1) que nos alientan a no detenernos en el camino y nos estimulan a seguir caminando hacia la meta. Y entre ellos, la más sublime, la más santa, ¡la “Santísimas virgen Maria” y su esposo San José..
El Papa Francisco nos dice que la santidad está presente no solo en los héroes y mártires, sino también en “la puerta de al lado”, en personas que viven cerca de nosotros “y son un reflejo de la presencia de Dios. La santidad es el rostro más bello de la Iglesia.
Dios tiene para cada ser humano un camino y un proyecto único. “Nadie irá, ni fue nunca hacia Dios, por este camino que yo voy. Para cada uno tiene un camino virgen Dios”, decía el poeta León Felipe. Cada creyente ha de discernir su “propio camino” y sacar lo mejor de sí mismo, sabiéndose llamado por Dios y capacitado por Dios para recorrerlo (cf. 1 Co 12, 7). 
La vida divina se nos comunica de formas muy diversas. Hay muchos estilos de santidad; y todos ellos reflejan la santidad de Dios. La santidad no está reservada para la élite. Es una llamada para todos. Y concluyo con una cita del Papa Francisco:

“¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos, como san José. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales”.

Y, finalmente, el test para conocer la santidad son las Bienaventuranzas: Pobreza de espíritu, pureza del corazón, mansedumbre,… dichosos cuando os persigan a causa de mi nombre… ¡Si puedes ser llamado bienaventurado… eres santo!

DOMINGO 30. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL GRAN MANDAMIENTO: ¡AMARÁS!

Las lecturas de este domingo nos hablan del “amor”; nos invitan a descubrir ese fuego que circula por nosotros de mil formas, en mil direcciones, de dentro afuera y de afuera adentro. ¿Qué es amar? Lo mejor no es definirlo, sino experimentarlo. Cuando se ama ha un “tercero misterioso” que se revela.
Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El Compasivo… y su ira encendida.
  • El mandato: ¡Amarás!
  • Un amor elocuente

El Compasivo… y su ira encendida

“Forasteros, emigrantes, viudas, huérfanos, pobres y prójimos”. He aquí los nombres de aquellas personas en las que Dios derrama su amor, su predilección. Son ellas las que conmueven sus entrañas y son las favoritas de su amor. Solo una razón lo justifica y es ésta: “¡porque soy compasivo!”

Dios es compasivo: padece con los que padecen, sufre con los que sufren, se siente débil con los débiles. Dios ama a sus pobres como a sí mismo… Por eso, su mandato respeto a ellos es claro: ¡No oprimirás! ¡No explotarás! ¡No serás usurero! ¡Devolverás! Estos son los verbos del amor celoso y preferente de Dios hacia los pobres. Quien cometa contra ellos el mal, encenderá la ira de Dios. El Compasivo puede ser el peor enemigo de quien no tiene compasión.

El mandato: ¡Amarás!

Jesús vino como el Maestro del Amor. Hizo de toda su vida amor. Cuando le preguntaron por el primer mandamiento, le querían tender un lazo: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?, le pregunta un fariseo. Jesús no le responde, como era habitual: “Dios es solamente uno, a Él solo adorarás”. Más que la adoración le interesa el amor, y el amor “en todas las direcciones”: hacia Dios y hacia los demás. 

¿Qué es el amor? ¿En qué consiste? El escritor austriaco, Peter Handke, lo ha descrito con bellas frases, de seguro inspiradas por el Espíritu de Jesús:

“Acabo de ver con total claridad (¡fue un descubrimiento!), que en el amor, para el amor, no bastan únicamente dos: una y otra vez necesito a un tercero a quien poder dirigirme, para tranquilizarme, para fortalecerme, para permanecer firme, para volver a despertar, para decir gracia… Y a este tercero en mi amor, que cuida de mí siempre que me vuelvo hacia él, sólo puedo concebirlo con el nombre de “Dios”  (Peter Handke).

Amor se conjuga en activa y pasiva, en divino y en humano.  

Un amor elocuente 

Pablo y sus compañeros reconocen -en la segunda lectura- que la comunidad cristiana de Tesalónica acogió apasionadamente la Palabra de Dios y se dejó encender en su fuego de amor. De modo que “desde vuestra Iglesia la palabra de Dios ha resonado en todas partes”. 

“El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él”. La comunidad de Tesalónica estuvo habitada por el Amor, por la Palabra. Y es que el amor crece cuando se conoce. La Palabra enciende el corazón. Es eficaz y llega a lo más profundo del corazón

Conclusión

Cuando se constatan tantos fracasos en el amor (divorcios, amistades rotas, egoísmos cerrados), uno rehúye espontáneamente el romanticismo. Pero si Dios es amor, el amor es posible, es necesario. Los ríos no pueden anegar el amor. Quien ama nunca se equivoca. Así es nuestro Dios, porque Dios es Amor.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

DOMINGO 29. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

LA “MIRADA APRECIATIVA” EN LA POLÍTICA Y LA PASTORAL (Mt 22, 15-21) 

Es casi seguro que, en este tiempo, le plantearíamos a Jesús muchas preguntas sobre asuntos políticos. Maestro, ¿es lícito votar a…? ¿es lícito ilegalizar a….? ¿es lícito defender…? ¿Es lícito hacer un referéndum…? ¿Cambiar la Constitución? Las tres lecturas de este domingo nos ofrecen unas claves de respuesta. 
Dividiré esta homilía en tres partes:
1) ¡Dios santifica su nombre por medio de paganos!
2) El dinero para el César, el Pueblo para Dios 
3) El liderazgo del “nosotros” y la mirada apreciativa

¡Dios santifica su nombre por medio de paganos!

En el Padrenuestro decimos: “santificado sea tu Nombre” y “venga a nosotros tu Reino! Declaramos así que queremos pertenecer a Dios, a su Reinado.

¡Qué bien se refleja esto, en la primera lectura de Isaías, apenas proclamada!  Dios lleva de la mano a Ciro el Grande, fundador del imperio persa, que respetaba la religión de los países que conquistaba. De él dice Isaías que era “el ungido de Dios” y que Dios lo llevaba de la mano, aunque no pertenecía al pueblo de Dios -desterrado entonces en Babilonia. A Ciro lo inspiró Dios para que promulgase el siguiente edicto (allá por el año 538 a.C.):

«Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!» (2 Cr 36,22-23). 

El Pueblo de Dios fue devuelto a su tierra y allí edificó el Templo, el trono de Dios.

El dinero para el César, el Pueblo para Dios 

Es misteriosa la frase de Jesús en el evangelio de hoy: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Le habían preguntado si era lícito pagar el tributo al César. 
La respuesta de Jesús fue inteligente y revolucionaria: el tributo se paga con monedas que tienen efigie del César: ¡dádselas al César! Pero el Pueblo no pertenece al César sino a Dios: es el pueblo de su propiedad. Por tanto, dice Jesús: dadle a Dios lo que es de Dios. 

El liderazgo del “nosotros” y la mirada apreciativa

La segunda lectura de la carta a los Tesalonicenses está firmada por tres evangelizadores. Se expresa por un “nosotros” formado por Pablo, Silvano y Timoteo: ninguno se cree superior a los otros dos. Los tres anunciaron el Evangelio en Tesalónica. Y allí se formó una comunidad cristiana.
Su mirada hacia la comunidad no es de superiores a inferiores. Es de hermanos que reconocen a los Tesalonicenses con estos títulos: “amados de Dios”, “elegidos por Dios”, “ungidos por el Espíritu”. Y alaban a la comunidad por tres rasgos característicos: fe activa, amor esforzado, esperanza que sabe aguantar. Liderar la comunidad cristiana requiere amor, valoración, cuidado, y no reproche, imposición. El pueblo de Dios merece respeto, mucho respeto y aprecio.

Conclusión

La Política en la sociedad y la pastoral en la Iglesia requieren de nosotros una “mirada apreciativa”, como la del profeta Isaías respecto a Ciro, como la de Jesús respecto al César, como la de los Tres evangelizadora respecto a los cristianos de Tesalónica.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 28. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL BANQUETE PARA TODOS… PERO ¡NO TODO VALE!

En este domingo continúa el tema domingos anteriores: el enamorado de su viña es presentado hoy como “el Novio”. Invita a sus amigos a no entristecerse, sino a participar de la alegría del banquete de bodas. Y abre el banquete después a todos… pero ¡no todo vale! La Eucaristía es la continuación simbólica de aquel banquete. ¡No debemos estar tristes, cuando el Esposo está con nosotros! Pero también hemos de estar preparados para participar dignamente en el Banquete.

“Invitados al banquete”

El profeta Isaías dedica cuatro capítulos a lo que se denomina “pequeño apocalipsis”: es decir, la última manifestación de la justicia de Dios sobre la humanidad. A este pequeño apocalipsis pertenece la primera lectura de este domingo. Y su mensaje es claro: la corrupción, el asesinato, la soberbia humana, no tienen la última palabra: ¡Dios hace justicia a sus pobres! ¡Dios hace justicia a su Pueblo desterrado y lo reunirá definitivamente en su Tierra! En un gran banquete celebrará su desposorio con el Pueblo. Y serán invitados todos los pueblos de la tierra. El banquete tiene lugar en el monte de Sión. ¡Allí todos conocerán a Dios! ¡Allí se acabarán las lágrimas, el sufrimiento, ¡hasta la misma muerte! Allí se comerán manjares exquisitos y vinos excelentes.

¡Encontremos nuestro Centro!

En la segunda lectura de la carta a los Filipenses, -su comunidad preferida-, san Pablo se desahoga diciéndoles: “Todo lo puedo en Aquel que es mi Fuerza”, en “Aquel que es mi centro”.

Tener un centro es necesario para vivir y encontrarse en la circularidad de la vida. Escribió con mucho acierto Susanna Tamaro: “llegaste al máximo de la irritación cuando te dije que la vida no es una carrera, sino un tiro al blanco, lo que importa no es el ahorro de tiempo, sino la capacidad de encontrar una diana”. “Tener un centro” es decisivo para vivir. El centro nos da estabilidad, armonía. Por eso, hablamos también de “concentración”, o de vivir desde nuestro “”más profundo centro”. Jesús se nos ofreció como ese Centro: Yo soy la Vida, Yo soy el Camino, yo soy la Verdad, yo soy la Belleza.

¡Id e invitad a todos!

En el Evangelio Jesús les habla a los dirigentes religiosos y políticos de Israel. Les dice que un Rey envió invitaciones para el banquete de bodas de su Hijo. Los convidados no quisieron ir y pusieron las más variadas excusas. Los dirigentes comprendieron que ellos eran los convidados: pero rechazaron con excusas la invitación. Jesús era el Hijo del Rey en cuyo honor se celebraba el Banquete.

El rechazo de los dirigentes provocó una nueva invitación: esta vez a todo el mundo, hasta los más necesitados y pobres. El banquete se llenó de comensales. Aunque aquel que no llevaba vestido de boda fue expulsado. ¡No basta ser invitado… hay condiciones para entrar en la Sala del Banquete! Es algo que debemos constantemente interpretar -en las palabras de Jesús-.

La Iglesia está lanzando a toda la sociedad la invitación de Dios a participar en el banquete del Reino. ¡Salgamos a las plazas, a los caminos, para invitar a todos! Preparémosles el mejor vestido. Muchos en países tradicionalmente católicos han decidido no acoger la invitación. Muchísimos otros en países pobres y hasta paganos…. Acogen la invitación. 

Pero ¡no todo vale! No es cuestión de número. También de calidad. Nadie puede ni debe entrar en el banquete sin vestido nupcial. No hay que acelerar las cosas. No es cuestión de bautizar a todo el mundo. Hay que preparar a los llamados a través de serios procesos iniciáticos. Tal cual sea la puerta de entrada en la iglesia, así serán quienes estén dentro de ella.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 27. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL DIOS ENAMORADO-DECEPCIONADO

El tema de la “viña” -que ha aparecido los domingos anteriores- recobra en este domingo una especial intensidad. La viña simboliza un pueblo del que Dios está enamorado… pero es infiel a ese amor. Los encargados de la viña se apoderan de ella, matan incluso al hijo del Amo..
Dividiré esta homilía en tres partes: 1) Un amor traicionado; 2) Viñadores homicidas se apoderan de la viña 3) ¡El amor y la paz !

Un amor traicionado

“Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña”, dice el profeta Isaías.
Canta la decepción de Dios, enamorado de su viña, es decir, de su Pueblo. ¿Qué más pudo hacer Dios por ella? Esperaba los mejores frutos… recibió “agrazones”. Quienes aman apasionadamente y descubren la infidelidad, entenderán perfectamente la decepción de Dios con su Pueblo-Viña-Esposa.
El canto de amor se convirtió en una terrible lamentación.

Viñadores homicidas se apoderan de la viña

Jesús en el evangelio presenta a la viña amada por Dios, engalanada con regalos especiales, para que produzca “buenos frutos”… ¡Y los produce! El problema ahora no es la viña: son aquellos encargados de cuidarla. ¡Se la apropian! ¡La consideran suya! Y a los enviados por parte del Esposo para recoger sus frutos, los rechazan y tortura. El Amo (Dios), les envía a su propio Hijo (Jesús): pero ellos lo condenan a muerte y asesinan…. fuera de la viña.
¡Fue lo que ocurrió en Jerusalén! ¡Así actuaron con Dios y su Hijo, los jefes religiosos y políticos! Así ocurre a lo largo de la historia con el “pueblo de Dios”, perseguido, mal dirigido… cuando los encargados de la Viña (dirigentes religiosos o políticos) la secuestran y apartan de Dios.
Pero Dios en su momento actuará para reivindicar su amor y honor ultrajado. Los hará morir de mala muerte.
De qué forma tan bella expresó el gran teólogo protestante Karl Barth el amor del Hijo de Dios por la viña de Dios:
“Si Jesús no se casó, fue porque
su única esposa, su única amada fue su Iglesia”.
La Iglesia no le pertenece ni al Papa, ni a los Obispos, ni a los Párrocos, el pueblo no les pertenece a los políticos… ¡sólo le pertenece a Jesús, que entregó su vida “por todos”!

¡El amor y la paz!

Finalmente, la segunda lectura de la carta de san Pablo a los Filipenses- nos exhorta a ser hombres y mujeres de paz. Se trata de una conducta totalmente opuesta a la de los viñadores homicidas. Procuremos la paz con todo el mundo. No seamos beligerantes. Ofrezcamos a Dios todos los frutos que su viña produce

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 26. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¿CRISTIANOS EN ZONAS DE CONFORT?

Cuando las cosas no salen bien, nace espontáneamente en nosotros un reproche a Dios, una anti-oración. El gran reproche contemporáneo a Dios es el ateísmo: ¿cómo creer en quien no impide guerras, injusticias, calamidades, terremotos o tsunamis? Estamos en un mundo sin garantías y con demasiadas fechas de caducidad. La liturgia de este domingo nos plantea estas preguntas y nos ofrece la solución.

Dividiré esta reflexión en tres partes:
1) ¿Es justo el proceder de Dios?
2) La poderosa clave de la humildad.
3) Cuando el sí es no, y el no es sí.

¿Es justo el proceder de Dios?

La primera lectura del profeta Ezequiel acusa no a Dios, sino a nosotros: “¡el que no es justo, es vuestro proceder!”.  Los seres humanos hemos de asumir nuestra responsabilidad en la existencia del mal. Tenemos libertad. Por eso, podemos entrar en territorios de vida y de muerte. No es justo que nos disculpemos e inculpemos a Dios. Tenemos todo a nuestro favor para poder “vivir” de verdad; pero para que sea así, hemos de comprometernos y asumir nuestra responsabilidad.
Lo peor es que la responsabilidad individual no basta. Se hace necesaria una responsabilidad colectiva. Por esto, tampoco basta un cristianismo individualista, sin comunidad, a-político. Hay que convencer a la sociedad de su responsabilidad. Nos hemos de responsabilizar colectivamente, socialmente, para que la Vida tenga lugar entre nosotros.  De ahí nace la súplica del salmo 24: ¡Señor, instrúyeme, enséñame tus caminos!
¡Qué maravilloso es el Dios de la libertad! ¡Qué digno del ser humano tener un Dios que cuenta tanto con nosotros! Pero ¡qué terrible puede ser la persona cuando mal-utiliza su libertad!

La poderosa clave de la Humildad

En la segunda lectura de san Pablo a los Filipenses nos propone crear una estrecha alianza entre todos nosotros cuyas características serían: unanimidad, concordia, consentimiento. Se trata de una propuesta preciosa, pero ¿no es un sueño imposible? ¿Dónde hay familias o comunidades así? Lo que sentimos muchas veces es la falta de concordia, de unanimidad, de consenso. Cada uno tira por su camino y no cede.
Pero san Pablo tiene la sabiduría del Espíritu. Por eso, ofrece la clave para que su sueño sea posible: ¡la humildad!: “No obréis por rivalidad, ni por ostentación… dejaos guiar por la humildad y considerar siempre superiores a los demás”.
Jesús se caracterizó por su humildad. No quiso aparecer como “Dios”, sino que se rebajó, se hizo uno de tantos. Nosotros, en cambio, tendemos a en-diosarnos. En cambio, el día en que seamos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra sombra, de que no somos “alguien especial”, sino “uno de tantos”, ese día estaremos revestidos de humildad. Y nuestra sociedad, nuestras familias y comunidades comenzarán a florecer.

Cuando el “sí” es “no” y el “no” es “Sí”

Jesús nos pide hoy -en su parábola de los dos hijos- claridad: que el “sí” no se convierta en un “no”. Y acoge al ¡no! cuando después se convierte en un “sí”.
El amo de la viña no solo contrata obreros para ir a su viña. También les pide a sus hijos que vayan a trabajar su viña. Uno de ellos responde inmediatamente que “sí” cuidando su imagen de buen hijo.; pero, a la hora de la verdad, ese “sí” se convierte en un “no”. Representa a quienes en la Iglesia no toman en serio la misión; se entretienen en sus cosas; no tienen celo apostólico, ni disponibilidad para ir a los lugares a los que Dios los envía. El otro hijo desobedece de palabra con su “no”, pero obedece de hecho con su “sí”. No llega a la viña como héroe, sino como un arrepentido.
Hay “síes” que son “noes”, y hay “noes” que son “síes”. Jesús nos pedía que nuestro “sí” fuera “¡sí!” y nuestro “no” que fuera “¡no!”.

Conclusión

Un inmenso campo de misión se abre hoy ante nuestros ojos. ¿Estamos dispuestos a obedecer la voz del Padre, de Jesús, el impulso del Espíritu? ¡No nos quedemos cómodamente encerrados en nuestras zonas de confort!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 25. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¡DEJAD ESPACIO A LA PROFECÍA!

¡Hagamos espacio a la profecía! Pero ¡a la profecía auténtica! ¡No nos confundamos, porque hay profetas verdaderos y profetas falsos! Hubo momentos en los que el pueblo Israel se sentía perdido: sus “políticos” y sus “hombres de religión” iban de desacierto en desacierto; “el pueblo” se veía al borde del abismo. Hoy también hay pueblos y también comunidades cristianas que están en profunda crisis, tocando fondo, al borde del abismo. Son como un “Israel” que depende de fuerzas extranjeras, de pactos para una vergonzosa dependencia. La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre ello.

Dividiré esta homilía en tres partes:
1) Profetas con el don de Consejo.
2) El culto, lugar de la profecía.
3) ¿Para qué ganar si se pierde?

Profetas con el don de Consejo

Dios “nos” habla en las coyunturas históricas más difíciles, pero es necesario saber dónde y a través de quien. Quienes nos dirigen recurren a no sabemos cuántos consejeros. Los consejeros auténtico, es decir aquellos que han sido agraciados con “don de consejo”, son pocos y están escondidos. Aparecen ¡eso sí!, cuando y donde menos nos lo esperamos: son mujeres u hombres, como Jeremías, que han sentido la seducción irresistible de Dios y se han dejado pegar a su corazón. En la intimidad, Dios les revela su querer, su voluntad. La gente se reía de la juventud de Jeremías y despreciaba sus mensajes. Sin embargo, Jeremías, fue valiente. La palabra de Dios era fuego vivo en sus entrañas.

El culto, lugar de la Profecía

En su carta a los Romanos, san Pablo nos habla del culto. Dar culto a Dios es tratar de ganarlo, de agradarle, de expresarle nuestro agradecimiento… Dar culto es un acto de gratitud. Pero los profetas denunciaron el culto vacío (sin justicia, honestidad, sin amor), que no agrada a Dios.   
Pablo nos dice que el culto que agrada a Dios es: ¡presentar nuestros cuerpos como ofrenda viva, santa! Presentarnos como personas que no se ajustan a este mundo de injusticia, de pecado, de conexiones perversas, de cultura de muerte.

¿Para qué ganar… si se pierde?

Jesús aparece en el evangelio de hoy como el “gran ganador”. Y para serlo se lo juega todo. Nos dice que hay momentos en la vida en que un paso hacia delante, una transformación profunda, solo se consigue con arrojo, con audacia y superando cualquier prejuicio.
Simón Pedro se muestra muy conservador. Quiere al Jesús que conoce. Se contenta con las posibilidades que este Jesús ofrece. No quiere un Jesús que “arriesgue tanto”. Es como si Pedro le dijera: “Jesús, no hace falta tanto radicalismo… todo se puede arreglar… llevando las cosas como hasta ahora… llegarás y llegaremos muy lejos”. Pero, Jesús ve en ello una tentación, una terrible tentación que lo aparta de la voluntad de su Abbá; una tentación que le llega al alma, porque viene de un gran amigo. Pero se enfrenta con el mal, con ese Satanás que le impide dar un paso cualitativo hacia delante.

Conclusión

Jesús nos invita a jugarnos la vida, a estar dispuestos a perderlo todo, con tal de anunciar la llegad del Reino de Dios. Jesús quiere que lo sigamos asumiendo su estilo de vida y de compromiso: ¡dispuestos a perderlo todo, para ganarlo todo! La cruz no es el objetivo. La cruz es el arma más poderosa para conseguirlo todo, porque la cruz es amor que todo lo ilumina, que desenmascara el mal y la hipocresía.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 24. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¡PERDONAR! ¿SIN CONDICIONES?

Este domingo nos vemos confrontados con la gran cuestión del “perdón”. ¿En qué consiste el perdón? ¿Qué es perdonar? ¿Qué efectos produce el auténtico perdón en el mundo?
Lo que es evidente es que hay mucha gente, que no ejerce el perdón. Y sólo exigen justicia, justicia y justicia. ¡Su propia justicia! ¡Perdonar sin condiciones previas no es moneda corriente!
Dividiré esta homilía en tres partes, siguiendo las tres lecturas:

  1. El demonio de la ira, no perdona
  2. ¡Vivir para…!
  3. La gracia del PER-DÓN

El demonio de la ira, no perdona

“El furor y la cólera son odiosos”, nos dice el libro del Eclesiástico. La  ira o cólera es una efervescencia no dominada ante el hecho de que un inferior se arrogue algo que no le compete según opinión del que se considera superior. Si me considero superior a mi hermano o mi hermana, cualquier invasión de lo que considero “mío” me parece una provocación.
Existe el peligro de que el iracundo destruya el objeto de su ira con los medios a su alcance: o que, al menos, haga todo cuanto esté en su mano para rebajarlo, para que así quede más claro ante su opinión, que el otro había osado algo que no era de su competencia. El iracundo pierde fácilmente toda mesura.
Ante la ira solemos ser bastante indulgentes; decimos, que “tiene ese carácter”. Abundan a veces las personas a las que dejamos campar a sus anchas por los campos de su ira.
La ira nos hace ofender al otro; pero antes, enciende en nosotros, los motores de la agresividad. Cuando se activa en nosotros la parte irascible, cuando ésta se turba nuestra inteligencia cesa de ser inteligente: hace juicios temerarios, pierde la capacidad de discernir bien. La ira es muy dañina. Nos vuelve demonios. Propio de los demonios es vivir siempre encolerizados. Por eso, la mansedumbre es la virtud que más odian los demonios.  La cólera oscurece el alma, el espíritu: por eso hay que cortar de raíz los pensamientos de cólera; no abandonarse a ellos.

¡Vivir para…!

Vivir es relacionarse. Destruir relaciones es como cortarse las venas por donde discurre la vida. Vivimos “para”… es decir “vivimos en red”. Las conexiones son vitales para la vida.
Pero hay una conexión de la que no se puede prescindir. Es como aquella conexión sin la cual un ordenador, un proyector, una iluminación, no funcionan: ¡la corriente eléctrica! Esa conexión se llama “Jesús”. Nos lo dijo él mismo cuando afirmó: “Yo soy la Vida”. Sin vivir para Jesús y desde Jesús no tendremos vida, vida eterna.
Por eso, quien quiera vivir, vivirá en abundancia, si vive para el Señor, conectado al Señor. Hablar de esto puede ser interesante. Pero de poco sirve, si no se tiene la experiencia. Cuando el Señor Jesús es nuestro principio de vida, todo en nosotros se llena de vitalidad, de luz, se potencian todas nuestras energías.
¡También en la muerte somos del Señor! También hemos de morir por el Señor. Aquí la palabra “muerte” no es la opuesta a la vida, sino que tiene el sentido de “muerte por amor”, que es la forma suprema de entregar la vida. Morir “conectado” al Señor es la forma más vital de morir. Porque es “pasar” a la resurrección.

¡La gracia del PER-DON!

¡Qué palabra tan interesante! Está compuesta de un prefijo “per” y un sustantivo “don”. Significa, por lo tanto, un “don” que es “per”, “super”. Se reduplica, se potencia el don hasta el máximo. Per-donar no es únicamente “donar”, es mucho más, muchísimo más. El mayor regalo que podemos hacernos se llama “per-dón”.
Pero ¿puede alguien perdonar? ¿No excede nuestras fuerzas? ¿Puede perdona el esposo a la esposa que le ha sido infiel, o la esposa a su esposo infiel? ¿Pueden obligarnos a perdonar? Debe haber en nosotros una fuerza capaz de perdonar a quienes nos ofenden, si no, el mandato de Jesús no sería un deber serio. Puede perdonar quien ha recibido ese poder como un regalo, una gracia.
La gracia del perdón y del amor desinteresado se nos concede en el instante, como una aparición que desaparece al mismo tiempo. Es decir, en el mismo momento se encuentra y se pierde otra vez. Es como la inspiración.
¿Dónde está el corazón del perdón? El verdadero perdón es: 

  • un acontecimiento fechado que acontece en un determinado momento; 
  • el verdadero perdón, al margen de toda legalidad, es un don gracioso del ofendido al ofensor; 
  • el verdadero perdón es una relación personal con alguien. 

El perdón tiene razón de ser cuando el deudor moral es todavía deudor. Hay que apresurarse a perdonar antes de que el deudor haya pagado. Hay que perdonar de prisa, para que podamos abreviar un castigo más. Y ¡por nada a cambio! ¡Gratuitamente! ¡Por añadidura! El ofendido renuncia, sin estar obligado a ello, a reclamar lo que se le debe y a ejercer su derecho. El perdón es en hueco lo que el don es en relieve.
Perdonamos sin razones suficientes. Si para perdonar hubiera que tener razones, también habría que tenerlas para creer. Si perdonamos es porque no tenemos razones. Las razones del perdón suprimen la razón de ser del perdón. No hay derecho al perdón. No hay derecho a la gracia. El perdón es gratuito como el amor.
El perdón puro es un acontecimiento que tal vez no ha ocurrido jamás en la historia del ser humano.  La cima del perdón, acumen veniae  no ha sido alcanzada todavía por nadie en esta tierra. Por eso, decía Jesús que “sólo Dios perdona”… y él también. Y aquellos a quienes les es concedido…
No hay mayor alegría que saber perdonar y sentirse perdonado.

José Cristo Rey García Paredes, CMF