SOLEDAD DE MARÍA 2021

Sábado Santo, 3 de abril de 2021

     El sábado santo es el día de la des-aparición. Es el día de la Virgen de la Soledad. En este día María adquirió un título paradójico: la madre del Crucificado. Ella se adhirió a la causa de su Hijo hasta el punto de ser la primera continuadora como “madre del discípulo amado”.
     Vamos a evocar aquellas horas, aquellos momentos últimos de la pasión, aquella soledad de María… y tratar de orar contemplando actitudes, sentimientos de María.

1.- AL PIE DE LA CRUZ

Lectura de Juan 19,25-27

     «Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, al ver a su ma­dre y junto a ella al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mu­jer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya».

Reflexión   María, junto a la Cruz, «estaba». Otros no estaban, habían huido.
                   Otros estaban físicamente, pero muy lejos espiritualmente.
                   Ella estaba, bien cerca. Estaba en pie. Estaba serena y con toda dignidad.
                   Podía gritar, rebelarse, rasgar sus vestidos, como tantas mujeres y madres.
                   Pero ella sabía que eso no servía, ella asumía todo el dolor del Hijo como suyo.
                   Allí estaba, no crucificada, pero sí traspasada por la espada del dolor.
                   Y estaba ofreciendo su dolor con el dolor del Hijo, redimiendo con el Hijo.

Canto       Dolorosa de pie junto a la cruz,
                   tú conoces nuestras penas, penas de un pueblo que sufre.
                   Tú conoces nuestras penas, penas de un pueblo que sufre.

Oración  Madre, enséñanos a rezar, a escuchar y guardar la Palabra.
                   Enséñanos a esperar, a pesar de las dificultades.
                   Enséñanos a entregarnos: que no queramos “guardar la vida”.
                   Enséñanos a sufrir −la poda es necesaria para llevar fruto−.
                   Enséñanos a amar, con ternura y con pasión.
                   Enséñanos, en fin, las Bienaventuranzas.
                   Enséñanos el Evangelio de tu hijo: “Haced lo que él os diga”.

2.- VIRGEN DE LA PIEDAD

Lectura de Isaías 53,2.4-5.7

     No tenía apariencia ni presencia (…). Eran nuestras dolencias las que llevada (…). Él soportó el castigo que trae le paz, y en sus cardenales hemos sido curados (…). Como un cordero llevado al matadero y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, él no abrió la boca.

Reflexión   María, con su Hijo en brazos ofrecía a su Hijo. Es la mujer oferente.
                   Ya lo hizo, anticipándose a este momento, en la Presentación.
                   El amor maternal de María no era posesivo, sino oblativo.
                   Ninguna ofrenda más santa y ninguna patena más limpia.
                   No entiende del todo por qué tenía que ser así, pero acepta la voluntad del Padre.
                   Es la Pietá, una de las estampas más piadosas de la cultura cristiana.
                   No se parecía en nada al niño que ella abrazaba en Belen o en Nazaret.
                   María lava con sus lágrimas el rostro y las llagas de su hijo.
                   Más aún, está metiendo dentro de sus entrañas las llagas de Jesús.

3.- VIRGEN DE LA SOLEDAD

Lectura de Juan 19, 41-42 (Sepultura de Jesús)     

     Cerca del lugar donde fue crucificado Jesús había un huerto y, en el huerto, un sepulcro nuevo en el que nadie había sido enterrado. Y allí, por razón de la proximidad del sepulcro, y además por ser la víspera de la fiesta, depositaron el cuerpo de Jesús.

Interiorización

     María penetró en el misterio de la soledad, uniéndose a su hijo Je­sús, cuan­do éste experimentaba el abandono del Padre: ¿Por qué me has abandonado?

     Esta angustia fue para Cristo como un infierno, porque destruía su identidad filial. Y algo así sucedió también María, destrozada cruelmente su maternidad, que era su verdadera ra­zón de ser. Aprendía así a ser madre de muchos hijos. La Virgen María aprendió a estar sola para que ya nadie se sintiera solo. María proyectará su presencia sobre todos los que sufren la herida dolorosa de la soledad.

Canto      Madre de los creyentes que siempre fuiste fiel.
                  danos tu confianza, danos tu fe;
                  danos tu confianza, danos tu fe.
                  Pasaste por el mundo en medio de tinieblas
                   sufriendo a cada paso la noche de la fe.
                   Sintiendo cada día la espada del silencio,
                   a oscuras padeciste el riesgo de creer.

 4.- MADRE DE LA PASCUA

     «Con razón piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. La muerte vino por Eva, la vida por María» (Vaticano II, LG 56)

Interiorización

     El Sábado Santo es el día del silencio, el día de la soledad en que se gesta la vida.
     Jesús ha­bía hablado del gra­no de trigo que muere para granar la espiga.
     Cristo sepultado era el más hermoso grano de trigo. Al tercer día llegará la primavera.
     Él no sólo tenía vida, sino que era la Vida, y la vida no podía morir.
     El Sábado Santo es el gran día de la esperanza.  
     María vive en esperanza, es la Virgen de la esperanza.
     María espera, pero necesita vivir la espera.
     La esperanza aliviará el dolor, pero no quita la preocupación y la tensión.
     María espera con intensidad la resurrección de su hijo.
     A mayor deseo, mayor será la alegría pascual.
     María de la esperanza, Virgen de la espera: consuélanos y confórtanos.

Canto:       El Señor ha estado grande, a Jesús resucitó,
                   con María sus hermanos, entendieron qué pasó.
                   Como el viento que da vida, el Espíritu sopló,
                   y aquella fe incierta en firmeza se cambió.

                   Gloria al Señor, es nuestra esperanza,
                   y con María se hace vida su Palabra.
                   Gloria al Señor, porque en el silencio,
                   guardó la fe sencilla y grande con amor.

5.- CONCLUSIÓN

Oración  Madre y Señora nuestra, que permaneciste junto a la Cruz,
                   firme en la fe, unida a la Pasión de tu Hijo…
                   Ponemos en ti nuestra mirada y nuestro corazón.
                   Y aunque no somos dignos, te acogemos en nuestra casa,
                   como hizo el apóstol Juan, y te recibimos como Madre nuestra.
                   Te acompañamos en tu soledad y te ofrecemos nuestra compañía
                   para se­guir sosteniendo el dolor de tantos hermanos nuestros
                   que completan en su carne lo que falta a la pasión de Cristo.
                   Míralos con amor de madre, enjuga sus lagrimas, sana sus heridas
                   y acre­cienta su esperanza para que experimenten siempre que la Cruz
                   es el camino hacia la gloria, y la pasión, preludio de la resurrección».

Canto      Óyeme, te imploro con fe,
                   mi corazón en ti confía, Virgen María, sálvame
                   Virgen María, sálvame, sálvame.

VIGILIA PASCUAL 2021

Sábado Santo, 3 de abril de 2021

Exulten los coros de los ángeles,
exulten los ministros de Dios,
y que suenen las trompetas de victoria
por el triunfo de Jesús nuestro Señor.

Que se alegre y se goce esta fiesta,
inundada de tanta claridad,
que se sienta libre de la oscuridad
porque las tinieblas Él venció.

Gloria, gloria, gloria, gloria. (2)

La Iglesia también se alegrará,
revestida de tan brillante luz.
Que resuene este templo al aclamar
nuestras voces cantando su bondad.

Ésta es la noche en que se rompen
las cadenas del pecado por Jesús,
ésta es la noche en que Cristo
a la muerte, con su muerte, derrotó.

 

 

DOMINGO DE RESURRECCIÓN. CICLO B

LA EXPERIENCIA DEL RESUCITADO

      Es bien llamativo que el Resucitado elija a unas mujeres para su primera aparición. Anoche en la Vigilia, la versión de san Marcos nos hablaba de unas cuantas mujeres camino del sepulcro. Y hoy Juan nos presenta la aparición a María Magdalena. El caso es que el Resucitado no se ha presentado ni a Pilato para darle un tirón de orejas por irresponsable y corrupto. Ni mucho menos al gran César de Roma. Tampoco al todopoderoso Sanhedrín o a las autoridades del Templo, que lo habían condenado en Nombre de Dios y su sagrada Ley. Ni siquiera a aquellos Doce discípulos «varones» con los que tanto tiempo había pasado. Fue como una pequeña broma del Resucitado. 

     Las mujeres, que en aquella época de la sociedad judía, no pintaban nada, no contaban para nada, tenían  al menos dos cosas a su favorquerían a Jesús con toda su alma. Tanto, que se pusieron en camino sin preocuparse de pedir que las acompañara algún hombre para retirar la enorme piedra a la entrada del sepulcro. Y lo segundo: no tienen miedo de dar la cara, de que otros se enteren de que ellas sí le conocían, que  sí habían estado con él, y aun muerto y despreciado, siguen queriéndole. Valentía y amor.

      Después de ellas, poco a poco, los discípulos y demás apóstoles irán teniendo experiencias parecidas. Pero no penséis que la experiencia de resurrección fue de golpe y porrazo, todos a la vez, todos el mismo día. Ni tampoco creyeron todos inmediatamente. La versión de Juan dice que el discípulo amado «vio y creyó», pero de Pedro no lo dice. La tumba vacía no fue suficiente para él. 

     A lo largo de semanas, meses y hasta de años (pensad en San Pablo), los que conocieron a Jesús (y alguno que no le conoció en persona) fueron experimentando que estaba vivo, y que eso alteraba totalmente sus vidas. Ya no podían seguir como hasta ahora. Si Él estaba vivo después de haber muerto, significaba que todo su mensaje, todo su estilo, toda su vida habían sido ratificadas por el Padre que lo resucita. Nunca olvidemos que el Resucitado es un Crucificado, y que lo fue por unos hombres muy concretos y unas motivaciones muy concretas: Porque Jesús había hecho determinadas opciones, se había enfrentado con ciertas mentalidades, había denunciado muchas cosas… Y entonces, al ser resucitado, es como si el Padre estampase su firma sobre la vida y testamento vital de Jesús… ¡Por lo tanto valía la pena tomarlo en serio! Con nadie más había actuado Dios tan clara y definitivamente. Había mucho que replantear y cambiar. 

    Hace unos días, me comentaba alguien: «el Jueves Santo es el día más importante de la Semana Santa». Y mirando la religiosidad popular, parece que los Nazarenos, las coronas de espinas, el Santo Sepulcro, los latigazos y las Dolorosas se llevan la parte del león, y podrían darnos la impresión de que el Viernes es el día más significativo. Pero no. Si las cosas fueran así, estaríamos haciendo «memoria» de la enésima muerte injusta de un inocente en manos de los poderosos. Y la «memoria» es importante, claro que sí. Pero por sí misma no resuelve nada. Sacaríamos la conclusión de que ganan los de siempre, sin que Dios haga absolutamente nada al respecto.  

     Menos mal que no es así. La resurrección de Jesús significa que sólo una vida planteada, vivida y ofrecida/entregada desde el amor… tiene sentido, es más poderosa que la muerte. Y por tanto, no es indiferente cómo sea el estilo de vida personal de cada uno. Hay vidas que se «pierden», se desperdician, se condenan. Y otras que están en las manos de Dios, Señor de la Historia y de la Vida, para ser llevadas a la plenitud («Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»).

     El sepulcro vacío y la ausencia del cadáver del Maestro… no demuestran nada. Los primeros «remisos» en creer que el Señor estaba vivo fueron los propios discípulos. Lo que les contasen las mujeres (y sobre todo ellas) u otros testigos… no era suficiente. La fe no es creer lo que otros han vivido, o nos han contado, sino tener nuestra PROPIA EXPERIENCIA PERSONAL, habernos encontrado con él, experimentar que está vivo y me salva. Este el centro de nuestra fe. 

Algunas sencillas pistas que podrían facilitar esta experiencia, atendiendo a la experiencia de los primeros discípulos:

     ♠ En primer lugar sienten a Jesús como uno de ellos cuanto están reunidos «en su nombre». Es decir, en la COMUNIDAD. Por libre no hay nada que hacer. Hay que estar entre los suyos, con los  suyos y aceptar  ser de los suyos.

     ♠ En segundo lugar, la EUCARISTÍA. Cuando hacen lo mismo que él hizo, parten el pan, beben la copa y se comprometen a vivir su mismo estilo de vida, él se les hace presente. Con el paso del tiempo, algunos podrán llegar a decir con san Pablo: «Ya no soy yo el que está vivo, sino que es Cristo quien vive en mí». Cada discípulo de Jesús se irá transformando en otro Cristo que seguirá haciendo las mismas cosas que hizo entonces.

     ♠ En tercer lugar, CUANDO ORAN, dejándose cuestionar por lo que Jesús había dicho y hecho. Cuando escuchan con el corazón, como María, y no sólo con la cabeza, para llevarlo a la vida. Cuando preguntan a las Escrituras: Señor, ¿qué tengo que hacer para entrar en el Reino? ¿cuál es tu voluntad sobre mí?. Cuando se van atreviendo a hacer suyas las oraciones que otros hicieron antes y fueron escuchados: Si quieres, puedes curarme; Señor, que vea; Señor, mi hija está muy enferma; Soy un pecador, he pecado contra el cielo y contra ti» y tantas otras.

      ♠ Y también, cuando impulsados por la misericordia, reconocen al Señor en aquellos con los que especialmente él se quiso identificarse: Quien acoge a uno de estos niños, a mí me acoge; y el que dé de comer al hambriento, de beber al sediento, el que viste al desnudo, el que hace compañía al enfermo, el que acoge a un refugiado … a él se lo hacemos. Ahí le seguimos encontrando.

    Os decía antes que la experiencia de que Cristo había resucitado fue poco a poco. Y también los apóstoles fueron cambiando, haciéndose hombres nuevos, poco a poco. Por eso la Iglesia celebra este día de Pascua durante 50 días, como diciendo: ya irás resucitando. Y aún más: el último empujón resucitador, el que abrirá nuestras puertas cerradas, nuestros corazones de piedra nos lo dará el Espíritu del Resucitado, el Espíritu Santo.

Por eso: oremos con insistencia durante todo este tiempo pascual, deseando resucitar, deseando que el Señor nos resucite (no es cosa de nuestra voluntad) y repitamos a menudo: ¡Ven, Espíritu Santo! Una de las mejores oraciones posibles.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 
Imagen de José María Morillo y Rose Datoc 

HORA SANTA 2021

Jueves Santo, 1 abril 2021

Para ver el video de la Hora Santa pincha en la foto:

Video de la Hora Santa 2020

0. AMBIENTACIÓN

Canto: ¡Uhhh uuhhh uhhh … Adoramus te, Domine.

    Hoy es Jueves Santo, un jueves santo muy especial. No hemos podido celebrar «la Cena del Señor». Pero queremos estar con Él. Permanecer con Él, porque Cristo permanece, y su palabra permanece, y su entrega permanece. Abrámosle el corazón. No es tiempo de hablar mucho, sino de escuchar, aunque solo sean los latidos de Dios. Su presencia es gracia, regalo, fuerza y consuelo.

1. ADOREMOS AL SEÑOR

Lectura de 1 Cor 11,23-26

    «Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva».
Palabra de Dios

Actitudes propias de la adoración

▪ Descálzate. Solo los limpios de corazón verán a Dios.
▪ Escucha. Eres orante en la medida que escuches la Palabra.
▪ Dialoga. Dios está oculto, pero es real. Orar es «tratar de amistad con quien sabemos que nos ama» (Sta. Teresa de Jesús).
▪ Adora: «La adoración es la continuación de la celebración, la prolonga e intensifica» (Benedicto XVI).
▪ Agradece. Dedica unos momentos a dar gracias al Señor; su presencia, su pasión y su amor en­tregado. Da gracias porque te sientes amado por él, y este amor te salva.
▪ Entrégate. Ponte en sus manos, para que el Señor se sirva de ti como pequeño instrumento.

Canto: No adoréis a nadie, a nadie más que en Él (2).
             No fijéis los ojos en nadie más. (2)
             No fijéis los ojos en nadie más que en Él.

Oración

Nos hemos sentado muchas veces a tu mesa. Gracias, Señor.
Queremos vivir siempre en comunión contigo y con los hermanos.
Hemos escuchado tu Palabra.
Te pedimos que sepamos guardarla en el corazón.
Nos pides velar contigo.
Viviste la agonía en Getsemaní.
Y sigues agonizando en muchos hermanos.
Danos tu gracia para que no los dejemos solos.

2. EL MANDAMIENTO DEL AMOR

Lectura de Juan 15,9-10.12-13.17    

    «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; per­maneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, perma­neceréis en mi amor… Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos…. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros”.
Palabra del Señor

Interiorización

    Somos amados, muy amados en Cristo. El origen de tanto amor está en el Padre. Cristo prolonga este amor y llega a nosotros de manera asombrosa, visible y palpable. Este amor es definitivo, eterno, por eso Jesús nos pide permanencia… Permaneced en mi amor. El amor verdadero siempre es fiel, hasta la muerte… Que os améis como yo os he amado…

Canto: Donde hay caridad y amor,  allí está el Señor, allí está el Señor.

Plegaria

Señor, enséñame a amar como tú,
con la misma generosidad e intensidad.
Enséñame a perdonar como tú,
enséñame a curar como tú,
enséñame a servir como tú,
enséñame a sufrir como tú,
enséñame a orar como tú,
enséñame a compadecer como tú,
enséñame a compartir como tú,
enséñame a despojarme como tú,
enséñame a vivir como tú,
enséñame a dar la vida como tú.

3. EN LA NOCHE DE LA AGONÍA

Lectura de Marcos 14,32-12

    [En Getsemaní] «se postró en tierra y suplicaba que, a ser posible, no tuviera que pasar por aquel trance. Decía: «¡Abba!, Padre. Todo te es posible. Aparta de mí esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
Palabra del Señor

Jesús hace oración.

    Una oración que esta vez no será gozosa. Jesús lo que hace es llorar entre gritos y lágrimas. Verdade­ra «agonía». ¿Cómo sonarían en el silencio de la noche aquellos gritos y ora­ciones de Jesús? Pero al fin, SÍ, que se cumpla su voluntad, ¿Oían los discípulos? Parece que no, dormían, incluso los más cercanos. ¿Oía el Padre? Parecía que no, o que se ha­cía el sordo. ¿Oían los ángeles? Sí, y uno de ellos vino en su ayuda (cf. Lc 22, 43) En el fondo, ese ángel del consuelo fue ya una respuesta del Padre.
    Hemos de estar seguros. Cuando pasamos por la «noche», el Padre siem­pre acompaña, aunque parezca que se oculta, y siempre escucha; y siempre nos mandará a alguno de sus ángeles.

    Getsemaní

«Este es uno de los lugares más venerados del cristianismo. El Monte de los Olivos es el mismo de la época de Jesús. Quien se detiene en él se encuentra aquí ante un dramático punto culminante del misterio de nuestro Redentor: Jesús ha experimentado aquí la ultima soledad, toda tribulación del ser hombre. Aquí, el abismo del pecado y del mal le ha llegado hasta el fondo del alma. Aquí se estremeció ante la muerte in­minente. Aquí le besó el traidor. Aquí todos los discípulos lo abandona­ron. Aquí él ha luchado también por mí».
(Benedicto XVI)

Canto: Antes de ser llevado a la muerte, viendo Jesús su hora llegar, manifestó su amor a los hombres, como no hiciera nadie jamás.

Plegaria

▪ A los que han muerto a causa del coronavirus, a los agonizantes y a los enfermos, dales, Señor, el consuelo y la esperanza.
▪ Haz, Señor, que sepamos estar cerca de los que se sienten solos y están desconsolados, siendo para ellos como ángeles de consuelo.
▪ Gracias, Señor, a cuantos trabajan en el campo de la sanidad, a las fuerzas de seguridad y a cuantos trabajan en los diferentes servicios, y bendícelos y protégelos con tu amor.
 Ante ti que aquí sufriste, rezaste, gritaste y lloraste para ofrecer a todos, la fuerza y el consuelo, ponemos, Señor, todo el sufrimiento humano. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

4. CONCLUSIÓN

Canto: Cantemos al Amor de los Amores, cantemos al Señor,
           Dios está aquí, ¡venid adoradores, adoremos, a Cristo Redentor!

           ¡Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra, bendecid al Señor
           honor y gloria a Ti, rey de la gloria amor por siempre a Ti Dios del Amor!

 

Oración final

Gracias, Jesús, por tu palabra, tus signos, tu Eucaristía;
son para nosotros testamento, herencia y sacramento.
Te hiciste Siervo. Te hiciste pan, medicina y ungüento.
Te hiciste perdón, oración, lágrimas y regalo.
Eres Palabra-misericordia, Palabra-paz, Palabra-dolor, Palabra-amor crucificado.
Háblanos, Jesús-Palabra, purifícanos con tu Palabra,
consuélanos con tu Palabra, enamóranos con tu Palabra,
conviértenos en eco vivo de tu Palabra,
sostenidos siempre con la fuerza de tu Espíritu. Amén.

VIDEO DOMINGO DE RAMOS

Parroquia Santa María Aranda de Duero
Este domingo hemos preparado el evangelio para niños, y al mismo tiempo os hemos contado lo que sucede en Semana Santa. Con este evangelio termina este ciclo de evangelios para niños. Que esta Semana Santa acompañemos a Jesús y el domingo nos encontremos con Jesús Vivo y Resucitado.

DOMINGO DE RAMOS. CICLO B

LA PASIÓN: UNA HISTORIA QUE SE REPITE


PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS

    Hoy la liturgia pide que seamos muy breves en nuestro comentario a la Palabra, que es la auténtica protagonista, especialmente el relato de la Pasión, narrada este año por San Marcos.  Daré pues solamente unas pinceladas, sin entrar en matices:

       En primer lugar una invitación a tomarnos en serio las palabras de San Pablo en la segunda lectura. Es frecuente entre nosotros mirar a Jesús como alguien que tenía claro que su misión era «morir por nosotros» en la cruz, con esa muerte dolorosa que hoy hemos meditado, porque así lo habría pedido/querido su Padre Dios. Y como era Dios, «ya sabía» que a los tres días iba a resucitar victorioso de la tumba… y asunto resuelto, misión cumplida. Esta es una verdad de fe bastante incompleta.

San Pablo ha afirmado que Cristo «a pesar de su condición divina» se despojó de todos sus atributos divinos y se convirtió «en uno de tantos». Es decir: que fue como tú y como yo, y al ser «semejante a los hombres», tuvo que ir descubriendo su camino, su proyecto, la «voluntad del Padre» para él. Progresivamente tuvo que buscar, no pocas veces entre dudas y oscuridad, y tomar decisiones. Su «lucha/agonía» en Getsemaní fue muy real: «terror y angustia». Su camino no era ni fácil ni evidente. Tenía que discernir. Sintió como su proyecto del Reino había fracasado ante las autoridades religiosas, ante el Pueblo al que tan intensamente se había dedicado, ante sus propios discípulos… e incluso sintió el silencio y el abandono de Dios. Precisamente las únicas palabras que Marcos nos ha guardado de Jesús en la cruz dicen: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?». Un grito desgarrador que nos revela los sentimientos profundos de su dolor hasta la cruz. 

      • En cuanto a las razones históricas de su condena y de su muerte están muy bien descritas por el evangelista: Jesús y su proyecto del Reino estorban a las autoridades religiosas, que lo tachan de blasfemo, de intentar alterar sus ideas religiosas, sus interpretaciones de las Escrituras, y sus «cargos» de poder. El Pueblo, por su parte, esperaba a alguien que les solucionara sus problemas concretos de todo tipo… Y lo aclaman a su entrada en Jerusalem y le gritan «Hosanna» (=que Dios tenga piedad y nos salve). Pero al verse decepcionados por este «Hijo de David», que llega en un humilde pollino, y en actitud pacífica… acaban prefiriendo la libertad de un criminal, que la de un justo inocente, dejándose manipular por las autoridades. Políticos, como Pilato, lo que quieren es «dar gusto a la gente» y evitarse problemas y responsabilidades. Y con respecto a sus discípulos, tienen miedo, se duermen, huyen, le traicionan, se esconden, desaparecen de escena: «ni sé ni entiendo de qué hablas».

     En resumen: las razones o causas por las que Jesús termina crucificado hay que buscarlas, en primer lugar y por encima de todo, en el rechazo de su misión y su mensaje. No conviene olvidarlo, para no «descontextualizar» ni «espiritualizar» la historia de una tremenda injusticia que dejó a todos muy desconcertados. Y porque esas luchas y enfrentamientos de Jesús han de ser ahora y siempre las nuestras, las de sus discípulos, puesto que el «panorama» no ha cambiado mucho que digamos. Sólo después, con la suficiente distancia, y ayudados por la Escritura (la Primera Lectura de hoy, por ejemplo) vendrán las interpretaciones teológicas sobre el sentido y significado de su muerte. 

      • Por eso mismo, no podemos asistir a los acontecimientos de la Semana Santa del Señor como «espectadores» de una historia que ocurrió hace dos milenios, y sobrecogernos y asombrarnos de todo lo que le pasó al Hijo de Dios… sin dejarnos afectar personalmente. Repasar y revivir la Pasión del Hijo de Dios tiene que servir para que reaccionemos y nos indignemos por tantos «hijos de Dios» que viven HOY similares circunstancias, y que también son eliminados, machacados, silenciados… por oscuros intereses de todo tipo. El «desorden» que mató a Jesús está detrás de los tejemanejes de las industrias farmacéuticas, alimentarias, del comercio de armas, de las manipulaciones políticas y económicas de todos los colores… Aquella historia del Hijo de Dios está hoy muy viva y es muy actual, y tenemos que tener mucho cuidado… para no ser sus nuevos protagonistas: nuevos Pilatos, nuevas autoridades, nuevas gentes manipuladas, nuevos discípulos cobardes, etc. etc. No es coherente que nos conmocionen las heridas, las caídas, los latigazos, y todo lo demás que tuvo que soportar Jesús… por ser quien era… y dejar en el olvido que él fue «uno de tantos» (como decía la anterior traducción litúrgica) que corren hoy su misma suerte. 

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imágenes de José María Morillo

DOMINGO V DE CUARESMA. CICLO B

UNA ENTREGA HASTA LA MUERTE

     Unos griegos, que probablemente se preparaban para entrar en el judaísmo, o al menos simpatizantes de los judíos, ya que están allí «para celebrar la fiesta», buscan a Jesús. Jerusalem está en sus fiestas grandes. Pero no es la fiesta lo que buscan (al menos no sólo la fiesta), o hacer negocios, o distraerse… Aun en medio del jolgorio, no dejan de ser personas inquietas, que necesitan respuestas. Representan a tantos hombres y mujeres que, de un modo u otro, buscan a Dios, aunque le pongan distintos nombres: felicidad, sentido para la vida, razones para luchar, algo que les llene el corazón, que les ayude a superar las dificultades, los sufrimientos, el fracaso, la muerte… Y son gentes de toda edad, clase y condición. Porque el hombre -todo hombre- es siempre un inquieto buscador… aunque a veces acuda a pozos equivocados, o diga que no busca nada…

     Estos griegos han oído hablar de Jesús, y deciden acercarse a uno de sus discípulos para preguntarle. Siempre es más fácil, para conocer o encontrarse con Jesús, acercarse a un discípulo. Entonces y hoy. Los griegos eligen a Felipe, que tiene nombre griego. Es más fácil que nos oriente alguien cercano, que huela a oveja, que se manche como nosotros, que tenga dudas como nosotros, que haya tenido que buscar un poco a tientas, como hacemos nosotros. No es fácil que encontremos la respuesta que necesitamos en alguien con títulos, o con cargos eclesiásticos, o en esos que enseguida abren el saco de las respuestas, sin antes haber escuchado, ni acogido, ni entendido… 

     Probablemente Felipe se sintió en aprietos, porque ese «queremos ver a Jesús» que le plantean no es un simple «dónde está, quién es». Es lógico pensar que quienes han visto a Jesús, quienes han compartido su compañía, quienes se han dejado transformar por él, quienes han hablado en la intimidad con él, quienes lo siguen… debieran (debiéramos) ser capaces de dar una respuesta adecuada: «¿Qué debemos hacer para que Jesús nos atienda, para poder conversar o estar con él?»  Yo no sé lo que les habrías respondido tú.

    Los pasos de Felipe son muy significativos. No les sienta a su lado para charlar con ellos. Ni tampoco improvisa un discurso sobre quién es Jesús, o las cosas que él les ha ido contando, cuando han estado con él. Lo primero que hace es ir a buscar a otro Apóstol. Felipe aprendió desde el principio de su propia vocación lo que significa ser Comunidad. Y por eso, evita el protagonismo y el tomar iniciativas por su cuenta. Es una buena señal de que conoce a Cristo y ha sido transformado por él. Necesita consultar a otro hermano, apoyarse en él. Y lo siguiente es ir a contárselo a Jesús. Necesitan que el propio Jesús les oriente aclare lo que deben responder. Podemos decir, entonces, que es imposible «mostrar a Jesús», orientar hacia el encuentro con él, sin haberse encontrado antes con Jesús. Dicho en plata: no podemos hablar «de» Jesús, sin antes haber hablado «con» Jesús.

     La respuesta de Jesús a Felipe y Andrés sorprende: A los griegos les gustaba mucho filosofar, razonar, discutir, argumentar. Pero Jesús no entra en ese juego. No les da «explicaciones», discursos ni razonamientos, y menos se mete en discusiones. Jesús les habla de su propia entrega hasta la muerte. Les pone su vida por delante y les «muestra» que el amor a uno mismo y el dejarse enredar y absorber por las cosas de este mundo es un camino de infecundidad, de vacío. Es como si Jesús les dijera: ¿Que quién soy yo? ¿que de qué voy? Pues soy una persona que se entrega, que se desvive, que se ofrece, que se sacrifica… hasta la muerte. Yo no me busco a mí mismo, no tengo más objetivo en mi vida que entregarme al Padre, entregándome a los hombres. Cuando ponemos por delante lo que me apetece, lo que me conviene, lo que me interesa, lo mío, mi prestigio, mi proyectos, mi éxito, etc… nos metemos en un camino sin salida.  Hay que empezar por renunciar a uno mismo: El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. Ha escrito el Papa Francisco: 

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte. Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro. Hechos para el amor, hay en cada uno de nosotros una ley de éxtasis: salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser. Por ello en cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo. (Papa Francisco, Fratelli Tutti 87-88).

       Así que Jesús les hace una propuesta/reto: Ponerse a su servicio, para estar donde él está: «El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor.» ¿Y dónde está Jesús? Su casa la dejó hace tiempo. Y ya no tiene ni dónde reclinar la cabeza. Él está en los caminos de los hombres, especialmente en el de los que sufren y menos cuentan, para compartir con ellos su sufrimiento, para luchar por ellos contra las causas de su sufrimiento. Sus palabras son también  una promesa de futuro: estar con él en la gloria. Estaréis conmigo en la gloria.

     El Señor no esconde ni disimula que su respuesta es enormemente exigente: les invita a vivir de otra forma, -una forma arriesgada e incluso peligrosa-. Y nombra  al Príncipe de este mundo, con el que tiene que pelearse y echar fuera. ¿Y quién es este personaje? Pues tiene muchas caras, muchos nombres, muchos recursos y muchos servidores. Y es muy poderoso. 

+ El Príncipe de este mundo se sirve de la violencia y de los violentos, le encanta crear enfrentamientos y divisiones: entre buenos y malos; los de nuestro país y los de fuera; los de una raza y los de otra; los de un partido o sindicato , y los otros; los de una religión y los de otra… Le viene bien todo lo que haga ver al otro como enemigo y destruya la fraternidad.

+ Se le da muy bien manipular la verdad, y puede conseguir que un Justo como Jesús sea visto como blasfemo y peligroso, para que acaben con él. Le vienen muy bien los grandes medios de comunicación, las concentraciones de masas, las redes, los bulos, la falta de transparencia, etc.

Resumiendo: es todo lo que destruye al hombre y su relación fraterna con los otros hombres, impidiéndole así ser aquello para lo que Dios lo ha creado.

         Y con el Príncipe de este mundo se enfrentó Jesús, y espera que los suyos le demos también la batalla. Al llegar «su hora», Jesús pareció sucumbir y perder ante su impresionante poder. Pero el Padre estaba de su parte y le glorificó. Fue suya la victoria final. Fue elevado en lo alto como un estandarte de victoria sobre la mentira, la injusticia, la violencia, la traición, el politiqueo, la manipulación religiosa, etc. atrayéndonos a todos hacia él. Desde entonces la historia humana ha quedado alterada, transformada. Dios Padre ha revelado lo que realmente es valioso, de parte de quién está Él, dónde se encuentran la verdad y la vida, y cuál es el camino para llegar a ellas. 

    Por tanto, el mejor «argumento» que podemos ofrecer nosotros a quienes hoy nos piden: «quisiéramos ver a Jesús» es la entrega de nuestra vida y la lucha contra el Príncipe de este mundo. Para ello, aprendamos de Jesús a pedir la ayuda del Padre para esta batalla: «Padre, glorifica tu nombre», que tu nombre sea santificado, que sea tuyo el triunfo. 

     El mundo, los buscadores de Dios, necesitan también hoy que Andrés, Felipe, tú y yo, y todos los demás tengamos «algo» y Alguien que mostrar, que ofrecer. 

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen de José María Morillo