San Pedro y San Pablo. Ciclo C

LAS DOS COLUMNAS: PEDRO Y PABLO

Hoy celebramos conjuntamente a dos personajes únicos en el origen de la Iglesia: Simón Pedro y Saulo de Tarso.

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • Pedro: la roca y la fragilidad
  • Pablo: el rayo y la razón
  • Danza de contrastes y un solo Evangelio.
  • Hacia un nuevo amanecer

Pedro: la Roca y la Fragilidad

Su fe fue impetuosa: caminó sobre las aguas… pero se hundía (Mt 14:28-31). Confesó a Jesús: “Tú eres el Cristo” (Mt 16:16), pero también lo negó la noche de Getsemaní (Jn 18:15-27). Jesús lo denominó “roca” elegida, pero temblorosa, y, a pesar de ello, edificó sobre ella su iglesia. A pesar de la traición le pidió amor para continuar siendo pastor. En Pedro se encarnó la autoridad pastoral y el testigo fiel de Jesús, pero en fragilidad humana asumida y transformada en servicio.

Pablo: El Rayo y la Razón

Pablo amenazó -con celo fariseo- a los seguidores de Jesús. Un destello lo derribó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9:4). El perseguidor se convirtió en el Apóstol de los Gentiles. Se puso al servicio incondicional del Evangelio. Escribió cartas ardientes, fundó comunidades a pesar de los peligros, debatió en el Areópago (Hch 17:22-34). Fue misionero incansable, teólogo abierto a todos los pueblos. Su cruz: el sufrimiento físico y la incomprensión constante, “llevando en el cuerpo la muerte de Jesús” (2 Cor 4:10).

Danza de los Contrastes y un solo Evangelio

No hubo -entre ellos- armonía fácil: un serio conflicto en Antioquía (Gál 2) entre Pedro -guardián de la tradición- y Pablo -heraldo radical de la libertad en Cristo. Juntos, guiados por el Espíritu, nos enseñaron el camino. Pedro y Pablo se reconocieron mutuamente: fueron Raíz y Expansión, Estabilidad y Movimiento. Tradición viva y Profecía audaz. Los dos murieron en Roma y quedaron unidos “para siempre”, como columnas gemelas que sostienen el mismo edificio.

Hacia un nuevo amanecer

El sucesor de Pedro, León XIV está llamado a sintetizar las virtudes de Pedro y Pablo: combinar tradición, audacia, misericordia y diálogo. Debe ser roca para sostener y rayo para iluminar, guiando a la Iglesia hacia nuevas fronteras con valentía y esperanza.

León XIV está llamado a ser “Misionero Audaz y Profeta del Encuentro”. Debe poseer la valentía paulina para llevar el Evangelio a las nuevas “fronteras” existenciales, culturales y digitales, dialogando con el mundo como Pablo en el Areópago. Necesitará la claridad teológica para iluminar los desafíos contemporáneos y la pasión por la justicia que caracterizó al Apóstol.

Conclusión

Pedro y Pablo. Dos caminos, una fe. Dos carismas, una Iglesia. Su danza dialéctica es el alma de la misión cristiana. El nuevo Papa está llamado a escuchar su eco: a ser roca que no teme al mar, y rayo que ilumina sin quemar; pastor que conoce el olor de las ovejas, y misionero que cruza desiertos por amor. Que su ministerio sea un puente vivo entre la firmeza de Pedro y el fuego de Pablo, para gloria de Dios y servicio del mundo. Amén.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

CORPUS CHRISTI. CICLO C

CORPUS CHRISTI: ¿Qué estamos haciendo de la Eucaristía?

Dividiré la homilía en tres partes:

1. La Eucaristía prefigurada
2. La Eucaristía desfigurada
3. Cuando la Eucaristía es celebrada

1. La Eucaristía prefigurada

En la primera lectura del Génesis nos ha sido presentada la extraña figura de un rey de Salén -rey de paz-, llamado Melquisedec. Era el sacerdote del Dios de cielo y tierra: bendecía y su oblación era “pan y del vino”. Abraham lo reconoció como sacerdote, se inclinó ante él y le ofreció el diezmo de todas sus posesiones.

El salmo 109 y la carta a los Hebreos rescataron la figura de Melquisedec como el Mesías-Sacerdote, el antecesor de Jesús, mesías y rey de paz, el que ofreció Pan y Vino en la última Cena, y antes en Caná -multiplicó el vino-, y después en el desierto -multiplicó los panes-.

¡El sacerdocio del pan y del vino es la clave para captar el misterio de la fiesta del Corpus Christi! El gran y único sacerdote de cada Eucaristía es Jesús, nuestro Mesías, nuestro rey de Paz. Él preside su Cena, como nos dice san Pablo en 1 Corintios: la “Cena del Señor”… no del papa, ni del obispo, ni de tal presbítero. ¡No desviemos la atención, ni releguemos a Jesús a un segundo puesto!

2. La Eucaristía desfigurada

La Eucaristía -instituida por Jesús- cae en una grave deformación: cuando se convierte en escenario de protagonismos humanos (tanto de celebrantes como de fieles). La Eucaristía es un “encuentro estremecido con el Dios que nos visita”. La Eucaristía no es teatro, ni lugar para discursos teóricos. Es un espacio para el encuentro con Dios Trinidad y para la adoración. Es un encuentro transformador con el Resucitado. El clericalismo secuestra el misterio. El protagonismo laical lo trivializa. La Eucaristía debe ser el espacio en el que Dios irrumpe y no ritual humano que nos complace. El papa Francisco decía que “los excesos litúrgicos nacen de un exagerado personalismo”.

La Eucaristía está siendo hoy tema de debate no por cuestiones teológicas, como a finales del siglo pasado, sino por el “modo” de celebrarla y de vivirla. Es necesario que hoy volvamos a la Eucaristía “auténtica”, a la Eucaristía de la Pascua y no a modos perecederos, que más tienen que ver con el imperio, el poder institucional, con la escenografía televisiva, que con Jesús de Nazaeet, pobre entre los pobres, marginado entre los marginados, Señor tras la muerte y la resurrección

3. Cuando la Eucaristía es celebrada…

Cuando celebramos la Eucaristía “del Señor” todo se vuelve transparente a su presencia, en la asamblea no hay primeros ni segundos puestos, rangos ni escalas, hombres y mujeres: el Señor nos ilumina a todos, está con todos nosotros: “con vosotros… con tu espíritu”; entonces la Palabra de Dios ofusca las palabras de los hombres. El Señor aparece en la Palabra.

Cuando celebramos la Eucaristía “del Cuerpo y Sangre” del Señor…: entonces dejan de tener importancia otros cuerpos, las idas y venidas de los celebrantes, los lugares que ocupan, cómo se visten, qué gestos hacen, cómo canta el coro, qué instrumento es tocado, quiénes llevan las ofrendas o hacen las lecturas; entonces sólo el Cuerpo del Señor y su Sangre merecen nuestra adoración, nuestra contemplación, nuestro más profundo amor y respeto. Entonces se descubre de forma nueva que “todos” sin excepción y en comunión somos el Cuerpo de Cristo. Sólo la totalidad es sagrada.

Cuando celebramos la Eucaristía…, “Dios está aquí… el Amor de los amores”: su presencia real lo ilumina todo. La misión se enciende. La comunión se hace fuerte. Comenzamos todos a tener un solo corazón, una sola alma, todo en común. Comulgar a Jesús se convierte en un regalo inmerecido, en una comunión con el Todo. Se comulga la Palabra, el Cuerpo y la Sangre: trinidad del don capaz de hacernos entrar en el más bello de los Misterios. ¿Qué estamos haciendo de nuestra celebración eucarística? Éste es un gran día para pensarlo y discernirlo, y para cambiar.

“La Eucaristía es un Pentecostés perpetuo.
Cada vez que celebramos la Misa, recibimos el Espíritu Santo
que nos une más íntimamente con Cristo y nos transforma en Él”
(Papa Benedicto XVI)

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SANTÍSIMA TRINIDAD. CICLO C

LA SANTÍSIMA TRINIDAD: ¡LOS TRES!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Dios como Abbá, el Padre: origen y sabiduría
  • Jesús, el Hijo hecho hombre: mediador de la gracia y la esperanza
  • El Espíritu, guía hacia la verdad y la comunión
  • Un misterio que interpela y transforma

Dios como Abbá, el Padre: origen y sabiduría

La primera lectura de Proverbios 8 nos presenta la Sabiduría como compañera de Dios desde el principio, “antes de que existiera la tierra”, “cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo”. Esta imagen nos habla de un Dios creador, que no actúa solo, sino en comunión, y cuya sabiduría se deleita en la humanidad.

Dios-Padre es fuente de vida, arquitecto del universo, pero también goza y se alegra con sus criaturas. Así, nuestro Abbá no es un ser distante, sino el origen amoroso y sabio que acompaña y sostiene la creación.

Jesús, el Hijo hecho hombre: mediador de la gracia y la esperanza

La carta a los Romanos nos recuerda que, por medio de Jesucristo, “tenemos paz con Dios” y acceso a la gracia, incluso en medio de las dificultades. Jesús es el rostro humano de Dios, el mediador que nos justifica y nos reconcilia. En Él, Dios se hace cercano y solidario, compartiendo nuestras alegrías y sufrimientos. Su presencia nos permite mantener la esperanza, porque “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Jesús no solo revela a Dios, sino que nos introduce en una relación viva y dinámica con Él.

El Espíritu, guía hacia la verdad y la comunión

En el Evangelio de Juan, Jesús promete el Espíritu de la verdad, que “nos guiará a toda la verdad” y comunicará lo que recibe del Padre y del Hijo. El Espíritu Santo es la presencia misteriosa de Dios que nos habita, nos impulsa y nos revela el sentido profundo de la vida. No actúa por cuenta propia, sino que nos introduce en la comunión trinitaria, haciéndonos partícipes de la vida y el amor de Dios. El Espíritu es fuerza en la debilidad, luz en la búsqueda, y vínculo invisible que nos une a Dios y a los demás.

Un misterio que interpela y transforma

La Trinidad no es un enigma para resolver, sino un misterio para vivir. Nos invita a preguntarnos: ¿cómo experimento yo a Dios? ¿Como Padre que cuida, como Hijo que acompaña, como Espíritu que anima? La respuesta es siempre personal, pero la fe cristiana nos recuerda que Dios es relación, comunión y amor.

La invitación es a dejarnos envolver por este misterio, a dialogar con Dios en la vida cotidiana, a reconocer su presencia en lo ordinario y en lo extraordinario. Así, la pregunta permanece abierta, llena de posibilidades: ¿quién es Dios para mí, hoy?

Poema a la santa Trinidad

Misterio al alba sabiduría que danza
antes del tiempo y la tierra.
Padre, origen y deleite,
trazas sendas en el abismo y te gozas en la vida.
Hijo, paz derramada, rostro humano del Dios invisible,
camino abierto en la esperanza,
manantial de gracia en la hondura de la prueba.
Espíritu, aliento secreto,
voz que guía hacia la verdad, fuerza que anima y consuela,
luz silenciosa en el corazón, presencia que une y transforma.
¿Quién eres, Dios, para mí?
Eres pregunta y respuesta, abrazo trinitario en mi historia
misterio que me envuelve y me invita, cada día,
a vivir en tu comunión.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

PENTECOSTÉS. CICLO C

PENTECOSTÉS: EL ESPÍRITU DE LA RECONCILIACIÓN APARENTEMENTE IMPOSIBLE

Nos resulta difícil armonizar la diversidad y la unidad. Nos encanta la biodiversidad en la naturaleza. No tanto, la humano-diversidad cuando ella nos resulta incomprensible, o nos enfrenta a unos con otros. Pentecostés nos habla del Espíritu de la diversidad y la unidad, de la que parece “reconciliación imposible”

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Muchos carismas… un solo Espíritu
  • El Espíritu de la diversidad y la unidad
  • El deseo del Reino … dejarse llevar por el Espíritu

Muchos carismas… un solo Espíritu

Sin embargo, el Espíritu de Dios actúa como el gran diseminador y unificador. De Él brotan la variedad y la diferencia, pero también la fuerza que nos une y nos lleva a la comunión. San Pablo nos recuerda que hay muchos carismas, servicios y dones, pero un solo Espíritu que los anima a todos. El Espíritu no busca una uniformidad que aplaste la riqueza de lo diverso, sino que crea armonía, haciendo posible la unidad en la diferencia.

En Pentecostés, los apóstoles, siendo tan distintos entre sí, recibieron el Espíritu y formaron un solo pueblo, capaz de entenderse más allá de lenguas y culturas. Así, la Iglesia nace como una comunidad variada y universal, llamada a vivir la comunión y la inclusión, superando las divisiones y aprendiendo a escucharse y complementarse.

El Espíritu Santo nos invita hoy a crecer en esta profunda comunión, a acoger la diversidad como riqueza y a buscar juntos la armonía y la paz.

El Espíritu de la diversidad y la unidad

Vemos que la historia y el universo están rotos, fragmentados. Hay divisiones religiosas (diversas religiones, diversas confesiones cristianas, diversas y opuestas tendencias en la misma confesión…), divisiones políticas (causas de guerras frías y calientes), divisiones que nos hacen vivir la relación con la naturaleza de forma tensa, problemática, dramática (tifones, terremotos, desgracias ecológicas)..

 

Hay divisiones que proceden del diablo (dia-bolon), de ese poder misterioso que nos divide y enfrenta. Pero lo diabólico también crea unidades de maldad, redes perversas que intentan destruir la legítima y sana diversidad.

El Espíritu de Dios es el Espíritu de la variedad, la diferencia, la pluralidad. Pero también el Espíritu de la unidad. Pablo nos dice hoy que son muchos los carismas, muchos los servicios, muchas las energías de las que disponemos. Pero ¡uno solo es el Espíritu!

El deseo del Reino … dejarse llevar por el Espíritu

Jesús nos invita a la paciencia, recordándonos que solo Dios puede transformar el mundo según su Reino. La verdadera inspiración y libertad nacen de la espera humilde y confiada, sostenida por el Espíritu, quien nos abre a la tolerancia y nos conforta en el camino. Frente a la impaciencia de los tiranos, el Espíritu nos enseña a esperar y a colaborar con su presencia sorprendente, dándonos esperanza y vida nueva.

Conclusión

Pentecostés es la fiesta de la Belleza, como decía san Agustín: unidad en la variedad. El Espíritu, fuente de armonía y creatividad, embellece el mundo al recomponer el proyecto original de Dios, donde la diversidad se convierte en riqueza. Esta belleza, que vence la hostilidad y la violencia, es la manifestación activa del Amor y la libertad de los hijos de Dios, llamados a la glorificación y al gozo de la creación reconciliada.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

ASCENSIÓN DEL SEÑOR. CICLO C

LA NOSTALGIA DEL PARAÍSO – CIELO – ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Hoy celebramos la ascensión de Jesús al Paraíso y nos abrió sus puertas.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El cielo indefinible y misterioso
  • Unir el cielo con la tierra
  • Ascendió al cielo

El cielo indefinible y misterioso

Cuando los seres humanos soñamos nos surge el sueño y el ansia de “un paraíso”. El Jesús que le prometió al ladrón “hoy estarás conmigo en el paraíso” habló muchas veces del cielo. El cielo es el trono de Dios o la sede de su dominio y su reinado (Mt 5,34; 23,22). Incluso nos dijo que Él mismo había bajado del cielo: “Yo soy el pan que han bajado del cielo”. Del cielo bajó el Espíritu Santo, que se posó  sobre Jesús -en forma de paloma- y sobre los discípulos el día de Pentecostés forma de fuego y viento impetuoso. Del cielo bajan los ángeles que anuncian y que consuelan, las voces de Dios que manifiestan el sentido de lo que acontece. El cielo es el punto de referencia cuando Jesús o sus discípulos oran: “levantan los ojos hacia el cielo”.

Unir cielo y tierra

El gran sueño de Jesús consistía en unir cielo y tierra, en interrelacionarlos, de modo que todo el cielo se hiciera presente en la tierra: “así en la tierra como en el cielo”.

¿Cómo es el cielo, cómo es el paraíso? San Pablo nos advierte que “ni el oído oyó, ni el ojo vio, ni el corazón humano puede imaginar, lo que Dios tiene reservado a los que ama” (1Cor 2,9). Cualquier ejercicio de imaginación podría convertirse incluso en una tortura, por nuestra incapacidad de imaginar lo que excede nuestras categorías de tiempo y espacio. Por eso, ¡no imaginemos lo inimaginable!, pero dejémonos caer rendidos y confiados en manos de nuestro Dios. En Él está nuestro misterioso futuro. Él nos asegura que algo hay en nosotros que nunca morirá y que tiene vida eterna.

Ascendió al cielo

Jesús ascendió al cielo: “Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros”, proclama hoy la segunda lecturaJesús se ha entregado totalmente y “ha destruido el pecado con el sacrificio de sí mismo”. Jesús ha inaugurado el camino que nos lleva al cielo. Por eso siguiéndolo a Él tenemos entrada libre al cielo.

Jesús no nos abandona ni nos deja huérfanos. Desde allí nuestro buen Pastor cuida de nosotros, intercede por nosotros, nos prepara la morada. Desde el cielo, viene en cada Eucaristía, en la Palabra, en la Iglesia-su-Cuerpo, en los hermanos que se aman, en los más necesitados que requieren nuestra ayuda.

¡Qué cerca tenemos el cielo! El cielo está de nuestra parte. En él tenemos nuestra morada, nuestro estado definitivo, nuestro destino irrevocable.

Conclusión

Aunque estemos enfermos, no estamos desahuciados. Aunque suframos, no es el sufrimiento nuestro último destino. Aunque experimentemos aquí un infierno, ese infierno es sólo antesala del cielo, si volvemos a Jesús y en Él ponemos toda nuestra esperanza.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

LETRA

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,
y disipa nuestra muerte y dolor,
Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 1]
Del cielo bajas, ¡ciudad sagrada!
como esposa para su amado engalanada.
Entre nosotros Dios hace su morada,
nos transfigura una vida renovada.

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,
y disipa nuestra muerte y dolor,
Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 2]
Morimos para ser al fin transformados
renacemos como imagen de Dios
con el Espíritu de Dios iluminados
en un éxtasis inmenso, fascinados  

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,
y disipa nuestra muerte y dolor,
Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 3]
¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
su aguijón se desvanece en lo etéreo,
Tu Gracia, oh Abbá, nos resucita
y tu Espíritu a vida nueva nos invita.  

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,
y disipa nuestra muerte y dolor,
Maranatha, ¡ven Señor!  

DOMINGO 5. TIEMPO DE PASCUA. CICLO C

DIGNO DE AMOR Y MÁS ACTUAL QUE LA IGLESIA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¿Amar a Jesús?
  • El acceso emocional a Él
  • Razón de amor

¿Amar a Jesús?

“A quien me ame, mi Padre lo amará”. Jesús nos dijo que tenemos asegurado el amor de Dios Padre si le amamos.  Pero ¿no es verdad que de Jesús nos distancia dos mil años? ¿Será posible amarlo? En su tiempo muchas personas lo amaron, lo acompañaron y siguieron. No pocas hasta dieron su vida por Jesús. Hoy Jesús nos pregunta también como a Pedro: “Me amas”? 

El acceso emocional a Él

Nuestra fe no es solo intelectual, es emocional. Creemos en Jesús cuando nos emociona, y no a través de meros conocimientos teológicos. Amarlo es emocionarse.

 “Jesús es digno de amor porque es más moderno y actual que la misma Iglesia” (dijo Johan Baptist Metz). Amar a Jesús es soñar, contemplar la historia con casi una loca esperanza en aquello que vendrá.

 Quien sigue a Jesús siente que el universo se sustenta en un acto de amor continuo e infinitamente paciente; que es el amor lo que le permite seguir existiendo; que el amor mueve el sol y todos los demás astros”, como decía Dante. El Dios Amor es el fundamento de nuestra existencia. Dios “está tan cerca de ti como las venas de tu cuello”, escribe el libro sagrado de “El Corán”. 

Razón de amor

El gran teólogo Karl Barth describía a Jesús como “nuestro contemporáneo”. El Espíritu Santo lo trae a nuestro tiempo y espacio. De Jesús no habría que decir: “tan fascinante que es imposible conocerlo del todo! Él es el Creador en medio de su Creación. Y sin embargo, sometido a todo. Él decía con frecuencia: ¡no temáis” y enseñaba el arte de la no-violencia: “si alguien te pide el manto, dale también la túnica”, “si alguien te hieres en la mejilla derecha, ponle también la izquierda” (Mt 5,39). Transmitía sus enseñanzas en los camino, en los prados -donde pacen las ovejas-, en un monte o una llanura, también en el templo. Con sus bienaventuranzas enseñaba el arte de la felicidad. Deseaba forma una comunidad donde la violencia termina.

A quien le preguntó: “entonces quien podrá salvarse? Él respondió: ¡Con Dios todo es posible! (Mt 19,25-26). Hizo gala de una desconcertante despreocupación por la sexualidad y dirigió su propia vida sexual como si la tuviera, fuera de página. Rechazó, eso sí, explícitamente el divorcio. Y sobre la corrupción, le preocupaban los “sepulcros blanqueados”. Para Jesús, amor es más fuerte que la muerte.

Conclusión

Dios Padre que es Amor, nos ama cuando Jesús nos entusiasma, cuando le seguimos, cuando le amamos y establecemos amistad con Él. Las enseñanzas de Jesús son vida. Quien ama a Jesús se convierte en Morada de Dios. Cuando Dios está con nosotros, nada hemos de temer.

José Cristo Rey García Paredes, CMF.

DIGNO DE AMOR Y MÁS ACTUAL QUE LA IGLESIA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¿Amar a Jesús?
  • El acceso emocional a Él
  • Razón de amor

¿Amar a Jesús?

“A quien me ame, mi Padre lo amará”. Jesús nos dijo que tenemos asegurado el amor de Dios Padre si le amamos.  Pero ¿no es verdad que de Jesús nos distancia dos mil años? ¿Será posible amarlo? En su tiempo muchas personas lo amaron, lo acompañaron y siguieron. No pocas hasta dieron su vida por Jesús. Hoy Jesús nos pregunta también como a Pedro: “Me amas”? 

El acceso emocional a Él

Nuestra fe no es solo intelectual, es emocional. Creemos en Jesús cuando nos emociona, y no a través de meros conocimientos teológicos. Amarlo es emocionarse.

 “Jesús es digno de amor porque es más moderno y actual que la misma Iglesia” (dijo Johan Baptist Metz). Amar a Jesús es soñar, contemplar la historia con casi una loca esperanza en aquello que vendrá.

 Quien sigue a Jesús siente que el universo se sustenta en un acto de amor continuo e infinitamente paciente; que es el amor lo que le permite seguir existiendo; que el amor mueve el sol y todos los demás astros”, como decía Dante. El Dios Amor es el fundamento de nuestra existencia. Dios “está tan cerca de ti como las venas de tu cuello”, escribe el libro sagrado de “El Corán”. 

Razón de amor

El gran teólogo Karl Barth describía a Jesús como “nuestro contemporáneo”. El Espíritu Santo lo trae a nuestro tiempo y espacio. De Jesús no habría que decir: “tan fascinante que es imposible conocerlo del todo! Él es el Creador en medio de su Creación. Y sin embargo, sometido a todo. Él decía con frecuencia: ¡no temáis” y enseñaba el arte de la no-violencia: “si alguien te pide el manto, dale también la túnica”, “si alguien te hieres en la mejilla derecha, ponle también la izquierda” (Mt 5,39). Transmitía sus enseñanzas en los camino, en los prados -donde pacen las ovejas-, en un monte o una llanura, también en el templo. Con sus bienaventuranzas enseñaba el arte de la felicidad. Deseaba forma una comunidad donde la violencia termina.

A quien le preguntó: “entonces quien podrá salvarse? Él respondió: ¡Con Dios todo es posible! (Mt 19,25-26). Hizo gala de una desconcertante despreocupación por la sexualidad y dirigió su propia vida sexual como si la tuviera, fuera de página. Rechazó, eso sí, explícitamente el divorcio. Y sobre la corrupción, le preocupaban los “sepulcros blanqueados”. Para Jesús, amor es más fuerte que la muerte.

Conclusión

Dios Padre que es Amor, nos ama cuando Jesús nos entusiasma, cuando le seguimos, cuando le amamos y establecemos amistad con Él. Las enseñanzas de Jesús son vida. Quien ama a Jesús se convierte en Morada de Dios. Cuando Dios está con nosotros, nada hemos de temer.

José Cristo Rey García Paredes, CMF.

DOMINGO 5. TIEMPO DE PASCUA. CICLO C

¡LA COMUNIDAD QUE JESÚS SOÑÓ!

Dividiré esta homilía en tres partes

  • La Iglesia que Jesús soñó 
  • Iglesia en Misión
  • “Nueva Jerusalén”

La Iglesia que Jesús soñó 

Estamos en tiempo de Pascua, de Resurrección. Celebramos en estos días el Poder sin límites de Dios. ¡Todo es posible para Él! En el Espíritu, Dios Padre tiene la energía capaz de transformarlo todo. Jesús ha resucitado como primicia, pero tras Él resucitará también su Cuerpo, la Iglesia. La Iglesia podrá ser aquella nueva Jerusalén, casa del Amor y de la Misión que Jesús soñó cuando estaba físicamente entre nosotros.

Iglesia-Misión

La Iglesia que Jesús soñó es excéntrica: es decir, nació para salir (Iglesia en salida), para evangelizar a todas las Naciones y etnias, para bautizar en el nombre de la Trinidad Santa. La misión pertenece a la quintaesencia de nuestra comunidad cristiana. No es una actividad esporádica, temporal… es nuestro verdadero ser. Hemos sido bautizados para ser “sal de la tierra”, “luz del mundo”. Y no, vivir encerrados, en nuestras iglesias y comunidades.

Pablo y Bernabé, esos dos apóstoles –creativos, audaces, apasionados– expresaron de forma única el ser misionero de la Iglesia. La Iglesia de Antioquía se mostró desde el principio como una comunidad profética, con fuerte identidad misionera. Aquella Iglesia era ex-céntrica, centrífuga, en misión permanente. Todo se cocía en la oración, en el diálogo comunitario. La comunidad enviaba a sus mensajeros a anunciar el reino de Dios. No son ni Pablo, ni Bernabé quienes envían a la Iglesia, es la Iglesia la que envía a Pablo y Bernabé. 

Las actividades pastorales de nuestras comunidades nunca deberían prescindir de esta “mística”, de esta “conciencia” capaz de configurarlo todo de otra forma. Sin Misión no hay Iglesia, sino únicamente un grupo de empleados en tareas que nosotros mismos nos hemos asignado. Por eso, es urgente revivir en cada una de nuestras comunidades cristianas la experiencia de la Iglesia profética y misionera de Antioquía. ¡Ésa es la señal!

Iglesia-nueva Jerusalén

La vieja Jerusalén es conocida por su pasado violento y sus estructuras caducas, mientras que la nueva Jerusalén, que desciende del cielo, representa la novedad de Dios que transforma todo.

Esta nueva Jerusalén no se limita a ser una promesa futura; es un don que se manifiesta misteriosa y sacramentalmente a quienes Dios escoge como testigos. Estos testigos viven las realidades eclesiales con una conciencia transformada, dejando atrás estilos de poder, tradiciones muertas y valores caducos. Así, la nueva Jerusalén se revela como el Cuerpo resucitado de Cristo, invitándonos a preguntarnos: ¿a qué Iglesia sirvo, a la vieja o a la nueva Jerusalén?

Conclusión: la casa del Amor fraterno

El amor fraterno es la esencia y señal auténtica de la Iglesia de Jesús. Sin este amor, la comunidad pierde su unidad y sentido, convirtiéndose en algo distante del sueño que Jesús tuvo para su Iglesia. Él nos llama a amar como Él ha amado, superando divisiones y abriendo nuestros corazones hacia todos. Vivir el amor a los hermanos nos permite anticipar la nueva Jerusalén, colaborando con el Espíritu en la transformación del mundo. En el amor encontramos no solo la manifestación del Reino, sino también la vida misma que une y armoniza.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

EN LA TRAMA DEL TIEMPO, LA IGLESIA CAMINA…

[Estribillo]
En la trama del tiempo, la Iglesia camina,
con la fuerza de ayer y el sueño que anima. 
Jesús nos inspira, su Espíritu guía: 
¡Continuidad que renueva, esperanza encendida!

[Primera estrofa] 
Hoy resuena su voz en la era digital, 
la inteligencia de Cristo nos invita a pensar. 
No tememos la máquina, buscamos verdad, 
la fe se hace diálogo, justicia y dignidad. 
Como León XIV proclama y Francisco soñó, 
la misión es salida, la Iglesia en acción. 
En la nueva Jerusalén, el amor es motor, 
¡creativos, audaces, con el mismo fervor!.

[Estribillo]
En la trama del tiempo, la Iglesia camina,
con la fuerza de ayer y el sueño que anima. 
Jesús nos inspira, su Espíritu guía: 
¡Continuidad que renueva, esperanza encendida!

[Segunda estrofa]
En el mundo de redes, de guerra y rivalidad,
la paz de Jesús es semilla de eternidad. 
No es huida ni miedo, es fuego y misión, 
su shalom nos transforma, nos da compasión. 
Forjamos los puentes, vencemos la división, 
el Evangelio es levadura de reconciliación. 
Nación tras nación, la Iglesia será 
testigo de la paz que solo Él nos da.

[Estribillo]
En la trama del tiempo, la Iglesia camina,
con la fuerza de ayer y el sueño que anima. 
Jesús nos inspira, su Espíritu guía: 
¡Continuidad que renueva, esperanza encendida!

[Tercera estrofa] 
En la era de algoritmos y de inteligencia artificial, 
el sueño de Jesús es humano y universal. 
La Iglesia reflexiona, abraza el desafío, 
con ética y ternura, discernimos el camino. 
No somos solo historia, ni tradición sin razón, 
el Espíritu sopla, renueva el corazón. 
En la casa del amor, la misión es servir, 
¡con Jesús a la cabeza, todo puede surgir!

[Estribillo (final)]
En la trama del tiempo, la Iglesia camina,
con la fuerza de ayer y el sueño que anima. 
Jesús nos inspira, su Espíritu guía: 
¡Continuidad que renueva, esperanza encendida!

DOMINGO 4. TIEMPO DE PASCUA. CICLO C

EL BUEN PASTOR: LIDERAZGO BELLO Y TRANSFORMADOR

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El Buen Pastor: un liderazgo que crea belleza
  • La crisis de liderazgo y la nostalgia del Pastor
  • El liderazgo como sacramento del Buen Pastor

El Buen Pastor: Liderazgo que crea belleza

El adjetivo “bueno” aplicado al Pastor va mucho más allá de lo meramente moral; abraza también una dimensión estética y espiritual. Un buen líder -sea Papa, obispo, presbítero, padre o madre, gobernante- no solo es bueno porque actúa con rectitud, sino, sobre todo, por la belleza que irradia, inspira, une y transforma. Es como un director de orquesta que, con su arte, convierte notas dispersas en una sinfonía armoniosa: el Buen Pastor ordena el caos y genera comunión.

Su liderazgo es, además, profundamente litúrgico: cada gesto, cada palabra, está colmado de sentido y gracia, ritual sin caer en el ritualismo vacío. Así, la vida misma se convierte en una celebración que revela la presencia de Dios.

La crisis de liderazgo y la nostalgia del Pastor

Jesús, movido por la compasión ante el pueblo “como ovejas sin pastor”, multiplica los panes y los peces. Un pueblo, una comunidad sin pastor, o dirigida por un mal pastor queda sumido en la desgracia; el malestar reina por doquier. Donde quien dirige es una persona iracunda, envidiosa, narcisista… ¿qué se puede esperar?

El buen pastor, como Jesús, no solo satisface el hambre material, sino que ofrece el alimento para el Espíritu. Jesús confía a Pedro ese ministerio de buen pastor que Jesús mismo ha ejercido. Hoy o mañana la Iglesia católica recibirá a un “nuevo Pastor”, a un nuevo Pedro. Que nos recuerde siempre a Jesús, buen pastor, con su servicio alegre, humilde y bello.

El liderazgo como sacramento del Buen Pastor

El verdadero ejercicio pastoral solo se justifica si es sacramento —signo visible— de Jesús, el Buen y único Pastor. Esto implica:

  • Una voz que evoque la voz y las palabras de Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz” (Jn 10, 27
  • Una Presencia constante: Jesús estaba con su rebaño. Un pastor ausente, enredado en trámites pierde su esencia.
  • Belleza transformadora: Su liderazgo debe crear armonía, como la liturgia que une cielo y tierra.

El Apocalipsis (7, 9) pinta una humanidad reconciliada, pastoreada por el Cordero. Esta visión utópica es posible si los líderes renuncian a sus egos y se convierten en canales transparentes del único Pastor: Dios.

Conclusión

Hoy más que nunca, la Iglesia y el mundo necesitan pastores que, como Jesús, sepan crear belleza en medio de la vida cotidiana, inspirando esperanza, unidad y sentido. Que los líderes de cada una de las comunidades cristianas se asemejen siempre más al buen Pastor. Roguemos para que así sea. ¡Será un verdadero milagro que transformará la Iglesia!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Introducción
Estrofa 1.

1. Donde la tristeza anida en las sombras,
tu voz enciende sonrisa secreta.
Donde la acedia pesa como niebla,
tu paso genera brotes de esperanza.
Donde la muerte extiende su manto,
tus manos resucitan la vida,
y el mundo, estremecido,
se abre a la luz inesperada.

Estribillo

Bello Pastor, Jesús,
seduces con palabras que despiertan auroras,
gestos que abren sendas en la noche,
intuiciones que sorprenden el alma,
milagros que siembran asombro.
Quienes te siguen claman:
¡Marana Tha, ven Señor!

Estrofa 2

2. Donde el caos se desborda sin tregua,
tus manos ordenan la danza secreta.
Donde todo embrutece y se apaga,
tu mirada engendra belleza.
Eres el arte que irrumpe en la ceniza,
la armonía que brota del abismo,
el soplo que convierte el desierto en jardín.

Estribillo

Bello Pastor, Jesús,
seduces con palabras que despiertan auroras,
gestos que abren sendas en la noche,
intuiciones que sorprenden el alma,
milagros que siembran asombro.
Quienes te siguen claman:
¡Marana Tha, ven Señor!

Estrofa 3

3. Tú conectas la tierra y el cielo,
la herida y el misterio,
la noche y el alba,
la muerte y la vida.
En tu paso, los límites se disuelven,
los problemas se abren al asombro,
y el corazón humano se eleva
en la melodía de tu enigma.

Estribillo

Bello Pastor, Jesús,
seduces con palabras que despiertan auroras,
gestos que abren sendas en la noche,
intuiciones que sorprenden el alma,
milagros que siembran asombro.
Quienes te siguen claman:
¡Marana Tha, ven Señor!

DOMINGO 3. TIEMPO DE PASCUA. CICLO C

DE LA “DIMISIÓN” A LA “MISIÓN

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Dimisión y amanecer
  • El examen del amor
  • Obedecer es dejarse llevar por Dios

Dimisión y amanecer

Hoy el evangelio de Juan nos dice que los discípulos, liderados por Pedro, se encontraban en Galilea, y ya ocupados en lo de antes. Pedro les dijo: “Voy a pescar” y ellos respondieron: “¡también nosotros vamos contigo!” Quedaba atrás la experiencia de dejarlo todo por Jesús. Ahora vuelve a lo de antes, porque ya no está Jesús. La misión “os haré pescadores de hombres” se convierte ahora en “dimisión”: y vuelve a … los peces.

Trabajan y bregan toda la noche. Y el resultado es ¡nulo!  Su trabajo, su esfuerzo, es inútil. Su decepción… muy fuerte. Vuelven cansados y vacío a la orilla. Allí alguien los espera y les sugiere: ¡echad la red al otro lado!

Ellos obedecen. Cambian de perspectiva. Se vuelven servidores de la Palabra que acaban de escuchar. Comienzan a reconocer que el crucificado está allá, pero Resucitado. Estalla su descubrimiento cuando la red se llena de peces y ellos no son capaces ni siquiera de remolcarla. El “discípulo amado” lo ve enseguida. Es el más sensible ante la presencia y confiesa: “¡Es el Señor!” Pedro es el más reactivo e inmediato: enseguida se lanza al agua. Poco a poco todos tienen la certeza de que es el Señor. Nadie pregunta. 

El examen del amor

Jesús los reúne en torno a la comida. Y Jesús, otra vez, toma la iniciativa: se acerca a Pedro y le pregunta no por su fe, sino por su amor, no una sola vez, sino tres veces. ¿Me amas?  E incluso “¿Me amas más que todo esto?” Pedro le responde: “Señor, tú sabes que te quiero…”Y Jesús le restituye la confianza: “Apacienta mis ovejas… mis ovejitas”.

Jesús quiere no un Pedro-pescador, sino un Pedro buen pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas. 

Obedecer es “dejarse llevar por Dios”

Los discípulos abandonaron su iniciativa y se dejaron llevar. Perdieron el miedo. Renació la primera llamada. Confesaron su fe ante los tribunales. Pedro que calló su identidad ante una sierva del sumo Sacerdote, comienza a anunciar a Jesús aunque le cueste la muerte 

Conclusión

Reconozcamos la presencia del Resucitado en medio de nosotros: a través de la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística. No volvamos a la vida anterior a nuestra llamada. Recuperemos el amor y la misión. Amemos a Jesús aunque desaparezca. Pero cumplamos la misión, porque habrá una pesca abundante. 

¡Benditas experiencias de resurrección que nos hacen recuperar el optimismo de la vida y nos vuelven fuente de amor y de compasión!

José Cristo Rey García Paredes, CMF