Domingo de Pentecostés Ciclo C (5 Junio 2022)

EL ESPÍRITU SANTO OS LO RECORDARÁ TODO


Lecturas alternativas para el Ciclo C: – Rm 8, 8-17Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. – Jn 14, 15-16. 23b-26El Espíritu Santo os lo enseñará todo.

El hombre que en su interior no tiene Música ni llega a conmoverse con acordes de armoniosos sonidos, es capaz de traición, de engaños y rapiñas; los instintos de su espíritu son lóbregos (confusos, sombríos que inspiran temor) como la noche, y sus sentimientos, como el Érebo (Dios griego de la oscuridad), oscuros. No os fiéis jamás de un hombre así. Y oíd la Música. (El Mercader de Venecia. William Shakespeare)

Orar es afinar la sensibilidad con el diapasón del corazón de Dios. Lo más importante es oír el sonido de Dios para poner nuestro corazón en sintonía con él. Dejar a Dios, a la Vida, al Amor, a la Naturaleza, al Universo, al Silencio… que suenen dentro de nosotros, haciendo vibrar las fibras más íntimas de nuestra sensibilidad (F. Moreno Muguruza).

 

               Aquel gran guitarrista que fue Andrés Segovia, convirtió la guitarra española de ser simplemente un instrumento «popular, en un instrumento de conciertos. Dio un memorable recital de guitarra en «La Herradura», un pueblo de la costa granadina (España), donde residió los últimos años de su vida. Antes de comenzar, relató con gracejo cómo nació su vocación, su despertar a la música. Se remontó a los años de su infancia. En Linares (Jaén, España), su pueblo natal, pasaba de vez en cuando un curioso personaje, que llevaba los utensilios más variopintos y traía ilusión especialmente para los niños. Toda una cacharrería ambulante: libros exóticos, cromos de todos los colores, mariposas disecadas, juguetes para los críos, muñecas vestidas de azul para niñas… Los iba sacando con manos de prestidigitador, ante los ojos maravillados de los más pequeños. De pronto, aquel hombre sacó una guitarra y empezó a tocarla. Aquel niño que era entonces Andrés Segovia nunca había visto una guitarra, nunca había oído su armonía. “Entonces -contó Andrés Segovia- yo recordé la música”. 
        La música estaba dentro de aquel niño llamado Andrés. Alguien la había sembrado allí generosamente, pero la música dormitaba escondida, expectante, aunque circulando con la sangre de sus venas. Aguardaba que «algo» o «alguien» pudiera arrancarla, hacerla salir.

Repasando y leyendo estas confidencias de Andrés Segovia, entendí mejor quién era y qué hacía el Espíritu Santo. 
El Evangelio de hoy afirma que el “el Espíritu Santo os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14, 26). 

              «Recordar» significa que están ahí dentro del corazón, guardadas, olvidadas, dormidas, esperando. Al recordarlas, al prestarles atención, al dejar que vuelvan desde el corazón a la mente empiezan a liberar toda su carga… y llegan a ser lo que son: anuncio vivo, comunicación, interpelación, sentimientos, sentido…

          Todas las palabras -también las de Jesús en el Evangelio, las que vamos escuchando una y otra vez en cada liturgia, en nuestra oración personal, en ciertas conversaciones o lecturas- están dormidas, sepultadas tras una capa de ceniza, bajo un manto de rescoldo. Con cuánta frecuencia las palabras nos llegan como sonidos polvorientos y pasajeros, sin sentido, con mensajes que no descubrimos… Pero algunas se esconden y permanecen por ahí adentro.

          Y de pronto, cuando él quiere, el Espíritu sopla, y aquellas palabras hasta entonces vulgares o enigmáticas, o irreconocibles, o no comprendidas se convierten en palabras verdaderas, cordiales, con sentido, con música. El Espíritu insufla, y aparecen en el fondo del alma unas ascuas vivas, resplandecientes, que nos queman y abrasan. Ese “¡ahora lo entiendo!”. Ese “¡ahí está la salida!”. Ese “¡cómo no me había dado cuenta antes!”. Ese «¡pues claro!»

               Pronunciamos vocablos, lanzamos al viento montones de palabras, que el viento se lleva… Hasta que caemos un día en la cuenta de lo que son y representan, lo importantes que pueden llegar a ser, lo que podemos decirnos en ellas, los puentes que tender con lo más íntimo de nosotros mismos. Y entonces comenzamos a hablar y comunicarnos, a acoger, a dejarlas que vivan. Eso hace el Espíritu. 
       Vemos caras, rostros anónimos, sombras que pasan cercanas… hasta que, de pronto, alguien enciende nuestros ojos por dentro, y al mirar descubrimos el rostro único de alguien. Y le podemos llamar “tú” y Tú. Invocarlo personalmente. Eso hace el Espíritu.

          Él despierta en nosotros todo cuanto de hermoso hay escondido. Es el soplo que da vida a las ascuas, el aliento que inspira las palabras, el que nos hace recordar esa música olvidada que todos guardamos dentro y que el Sembrador de las Estrellas plantó una mañana en nuestro corazón. 
             Y por fin el Espíritu nos hace soltar un grito emocionado, alegre, esperanzado, sin que sepamos nosotros ni cómo ni por qué, y nuestro instinto más profundo, gime y nos hace dirigirnos a Dios, asombrosamente, sin temor, con libertad con un clamor maravilloso: “Padre, querido Padre”, Abbá. Así nos lo decía hoy San Pablo 

¿Qué es lo que el Espíritu tiene que despertar o recordar en mí?

♦ Φ Me tiene que ayudar a descubrir y rescatar lo esencial, lo mejor de mí, la imagen de Dios en mí… de modo que yo pueda irme quitando tantos polvos y cenizas inútiles, que otros e incluso yo mismo, han ido ahogando la voz de Dios en mí.

♦ Φ Con su ayuda guardaré la Palabra en el corazón, aunque no la entienda, anque no me guste, aunque en este momento no parezca aportar nada a mi vida… y Él la hará despertar y recordar cuando yo necesite oírla y entenderla. Y me iluminará, abriéndome caminos. La Palabra de Jesús no quedará perdida u olvidada entre tanta palabrería. «Y vendremos a él y haremos morada en él». Ese dulce Huésped  del alma que me aconseja, y hasta de noche me instruye internamente (Salmo 15).

♦ Φ Despertará en mí la paz cuando mis errores y limitaciones, y conflictos me la quiten, cuando sean muy grandes las responsabilidades, cuando sean demasiado numerosas las tareas, cuando me sienta juzgado -con razón o sin ella-, o herido en mis sentimientos…

♦ Φ  Me recordará que estoy “habitado” cuando me parezca que estoy solo, o incomprendido, o cuando las cosas no salgan como yo quería. Y me recordará que soy hijo  de Dios, heredero de Dios, coheredero con Cristo y que con él compartiré su gloria. (Romanos 8, 8-17)

Ven Espíritu Santo, y enséñame a escuchar la música de la vida. Toca mis oídos espirituales para que aprenda a gozar esa canción que tú vas creando con cada cosa que me toca vivir. 
Ayúdame a apreciar todos los sonidos, y también los silencios, porque también lo que me parece desagradable, puede convertirse en parte de esa bella canción. 
Ven Espíritu Santo, ilumina mi vida, para que no me encierre a llorar lo que me falta y lo que he perdido. No dejes que cierre mi corazón a las cosas nuevas que quieres hacer nacer en mí, ven para que me atreva a tomar ese nuevo camino que me propones, cuando los demás caminos se han perdido. 
Enséñame a escuchar con el corazón, para que reconozca que, cuando una nota se apaga, comienza a sonar una nota distinta, comienza a vibrar otra cuerda, y la vida continúa. Ven Espíritu Santo. Amén. (Víctor Manuel Fernández)

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf /Francisco Contreras cmf

Marcar el enlace permanente.

6 comentarios

  1. EL ESPÍRITU SANTO OS LO ENSEÑARÁ TODO
    Quique, me has sorprendido con tu reflexión, las historias textos y oraciones que has elegido para expresar la acción del Espíritu en nosotros y las actitudes que tenemos que tener para sintonizar con Él en nuestra vida. “Dejar a Dios a la Vida, al Amor, a la Naturaleza, al Universo, al Silencio…que resuenen en nuestro interior y toque nuestra sensibilidad, eso es orar”; esto acompañado de la historia, tan conmovedora, del guitarrista Antonio Segovia me anima a ponerme en clave de sacar de mi misma los mejores recuerdos de todo el recorrido como persona comprometida en el seguimiento de Jesús.
    Recordar lo que Él nos ha enseñado, lo que con Él y por medio de Él hemos vivido, soñado gozado, sufrido compartido… Momentos entregados pero ahora vistos desde otra perspectiva. Su mensaje siempre adecuado a cada circunstancia va dando valor y sentido a mi vida, pero pronto olvido el mensaje que me va dando cada día por medio de su Palabra, quizá porque oigo pero no escucho desde el corazón y en sintonía con Él.
    En el día de hoy deseo que el Espíritu despierte en mí la ilusión, la esperanza, la alegría, la capacidad de escucha y el deseo de tender puentes, el gozo del encuentro, la libertad desde el sentirme hija de Dios. Le suplico que sople sobre mí y avive todo lo que el Padre ha sembrado en mi corazón, que es mucho. ¡Gracias por esas pequeñas semillas!
    ¡Qué poco consciente soy de ello, en muchas ocasiones! Gracias a Él soy lo que soy, pero reconozco que con mucha frecuencia olvido. Me pasa como a los discípulos, me encierro en mi misma porque tengo miedos:
    • Miedo a perder mi seguridad. Miedo que desaparece buscando como tú dices, lo esencial y dejando que el Espíritu hable en mí.
    • Miedo al cambio, a la innovación a buscar otras alternativas que hagan más atrayente el proyecto de Jesús. El Espíritu, tiene que recordarme que estoy “habitada”, que soy hija de Dios y Él está a mi lado, incluso dentro de mí.
    • Miedo a tomar opción por la justicia, en el ámbito que me muevo. Miedo que desaparecerá si abro mi corazón a la Palabra y acojo con paz su mensaje; mensaje liberador e iluminador.
    Preciosa la oración al Espíritu Santo de Víctor Manuel.
    En esta tarde pido a Jesús que me conceda su Espíritu “bueno”: de amor y misericordia. Que despierte en mi la fe y la confianza, que su Palabra me abra caminos de encuentro, que sea sensible a su voz, que le escuche aunque me hable en susurros y en el silencio y que me haga portadora de la Buena Noticia, hablando su mismo lenguaje: del amor, la inclusión, la verdad, paz y perdón…
    En esta tarde siento necesidad de sentirle como mi Huésped y deseo que haga en mí su morada para que me instruya y me aconseje.
    Rezaré con el salmo 15.

    Gracias Quique

  2. SE que los discípulos cambiaron después de recibir el Espíritu Santo hasta hacerse irreconocibles valientes sabios sin miedo a lo que estaba anunciado por Jesus que ocurriría y aunque se seguro que actúa en mi no se reconocerle.
    A Dios Padre le invocamos en el Padre nuestro ,a Jesus le tenemos presente muchas veces al dia pero tendré que aprender a invocar al Espiritu Divino .Espero que me mande alguno de sus dones y me ayude a conocerle si se lo pido de corazón.
    Gracias Padre Enrique y Feliz Domingo de Pentecostes a todos

  3. En primer lugar quiero dar las gracias a Quique por estas preciosas homilías y la cantidad de ideas que nos ofrece. Quiero también agradecer a todas las personas que pasan por aquí y dejan su reflexiones. Todas me hacen mucho bien. Muchas gracias.
    Son tantas las cosas bonitas que habéis dicho que me las voy a intentar personalizar. En primer lugar ver a tantas personas «sensibles» en la vida que tienen un corazón grande y que lógicamente nos podemos fiar.. Rara es la persona que teniendo buen corazón podemos etiquetarlo de «mala». Las hay pero gracias a Dios son las menos.
    Qué bonita la siembra que ha hecho el Señor en nuestros corazones. Esa siembra hay que regarla con la oración, la meditación, la confesión…y dejar al Espíritu Santo que vaya soplando..Tengo que confesar que me dirijo muchas veces al Señor, a Jesús….pero al Espíritu Santo…!!!. Reconozco que a pesar de las oraciones a Él, sin querer, lo veo como más lejos..Qué fallo el mío. Tenemos que tenerle presente hasta incluso mucho más…pues el Padre y el Hijo actúan en nosotros a través de Él.
    Estaré mucho más atento y lo tendré presente en mi vida muchísimo más.
    Muchas veces pongo algún ejemplo de mi vida familiar (padres, tíos, abuelos…)que tanto me han ayudado a ser lo poquito que soy como cristiano. Recuerdo una tía mía muy santa que siempre me decía «José, la voluntad del Señor es hacer lo que hay que hacer en cada momento».
    Y es así. Cuando la siembra existe, cuando la voluntad del bien está en el corazón el Espiritu Santo llega,desempolva, aflora, te ayuda, te fortalece, te conmueve, te guía…para poder hacer el bien. Lo que ocurre es que a veces no le dejamos que actúe…
    Por otra parte quiero comentar la labor y el agradecimiento a los sacerdotes que ayudados por Dios nos ayudan a caminar y a perdonar nuestras faltas, y a recibir la gracia y «todo lo bueno» del Espiritu Santo.
    Señor, en el día de hoy te doy las gracias por tener una parte tuya que nos hace ver las cosas mejor en nuestro caminar y a la vez te pido que sea más consciente de este regalo y que lo intente tener siempre mucho más presente. Muchas gracias Señor de nuevo. Así sea.

  4. Gracia Quique por dar respuesta a tantas preguntas

  5. José María Naranjo Castón

    Gracias, su escrito me da paz y alegría

  6. Carmen Díaz Bautista

    La fiesta de Pentecostés es una de las que más me gusta. Escuchar al espíritu que nos habita es el mejor regalo que podíamos tener y percibirlo requiere, como muy bien dices, silencio. Hace tiempo que decidí no enredarme en el galimatías de las tres personas; Dios es uno y reside en nuestra alma que es nuestra esencia, lo que realmente somos. Por tanto, mi tarea es buscar en mí a ese Padre, ese Hijo y ese Espíritu que hay en lo profundo de mi alma, de mi yo y que me da fuerza y que es uno. Gracias Quique, y buenas noche todos.

Responder a Isabel Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.