Domingo 8 Ciclo C (27 Febrero ’22)

MAESTROS DE VIDA PARA DISCERNIR


(Si pinchas arriba en «Domingo 8 Ciclo C» podrás leerlo mejor, y de paso dejar algún comentario al final de la página. Gracias por adelantado)

 

           Siguiendo con el Sermón de las Bienaventuranzas, y después de llamarnos al perdón y al amor a los enemigos, y a ser misericordiosos como su Padre… propone Jesús una breve parábola sobre los «guías» ciegos y la necesidad del arte del discernimiento y del acompañamiento. Para saber cómo ponerlas en práctica, necesitamos  orientación, apoyo, acompañamiento para no quedarnos en generalidades, vaciarlas de contenido o desanimarnos ante sus exigencias. Realmente es difícil que uno, por sí mismo, con su único y personal criterio crezca y madure en su fe, progrese en el discipulado o vaya descubriendo la voluntad de Dios sobre él. Y no es extraño atascarse, darle mil vueltas a ciertos aspectos, autoengañarse, cansarse, conformarse, confundir «lo bueno» con lo que el Señor realmente espera de mí, plantearme unas exigencias tan elevadas que acaben por agotarme, etc

         Es decir: que necesitamos a alguien que nos guíe, nos muestre el camino, algún Maestro de Vida que nos ayude a «aterrizar» el Evangelio en nuestras circunstancias personales concretas… pero sin imponernos, sin tomar decisiones por nosotros, que nos respete… que no sean «guías ciegos». ¿De quién o de quiénes hablamos?

          Pues en primer lugar, claro, el Espíritu Santo. Jesús nos dice en el Evangelio de Juan que «cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará»(Jn 16, 13-14).  Es un Espíritu que el Padre dará a los que se lo piden (Lc 11,13) y que ya ha sido derramado en nuestros corazones, somos sus Templos.  Por tanto, podemos fácilmente pedirle ayuda en la oración: Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. (Secuencia de Pentecostés).

              Y después podemos contar con «personas de Espíritu» que nos iluminen y saquen de nuestras dudas y callejones sin salida. No se trata de un «especialista» que nos suelta un rollo teórico y abstracto, ni nos llena la cabeza de ideas, o de normas y condiciones. Menos todavía toma decisiones que nos competen, ni nos impone ni nos manda nada. Sino que más bien nos muestra un camino práctico, experiencial, que nos va guiando hacia la gloria del Señor, sin esquivar el sacrificio, la renuncia o el sufrimiento de la cruz. El Espíritu nos conduce siempre por los caminos de la compasión, de la solidaridad, del amor, de la entrega personal, de la verdad, de la justicia, del encuentro, de la paz. 

                  Por eso explica Jesús que lo primero que tenemos que reparar y perfeccionar es nuestro modo de mirar y de juzgar. La comparación que usa es bien clara: me tengo que sacar primero la viga de mi ojo antes de pretender sacar la brizna de hierba del ojo de mi hermano. El Papa Francisco insiste a menudo en la sana costumbre de “acusarse uno mismo, en vez de (o antes) de acusar a los demás«.

Hay que revisar esa seguridad de que tenemos razón y que todo lo tenemos claro porque nos condicionan muchas voces, que serían como vigas que lo tapan y deforman todo. Por eso, hay que empezar por detectar en mí los afectos, las ideas, los prejuicios, las vendas que pueden cegar o hacer que mi juicio sea equivocado.  No podemos encontrar o discernir el bien y la verdad si, por ejemplo, nos encastillamos en nuestras ideas y posturas previas, en los nuestros, en los que piensan y son como yo (la polarización tan extendida últimamente, la cerrazón, la rigidez). Así no hay discernimiento ni acompañamiento que valga, puesto que somos seres de encuentro, para tener puentes, facilitar diálogos y acuerdos, relativizar posturas cerradas…

Como tampoco podemos buscar  la voluntad de Dios si sólo tenemos en cuenta nuestro bien particular, nuestros gustos y conveniencias, perdiendo de vista o ignorando a los otros, a los que están peor (esos «bienaventurados»…).

Por último, el Maestro presenta el criterio de los frutos. Cada árbol se reconoce por su fruto. No por los bellos ramajes, o por su tamaño, o porque adorna y queda bien. Los higos o los racimos no brotan de cualquier árbol. Si el corazón va sacando el bien, la bondad, el perdón, la solidaridad, la generosidad, la paz, la justicia, la dignidad, el respeto… querrá decir que estamos en el camino correcto. Y se notará hasta en las palabras que salgan de nuestra boca.

Concluyendo: 

+ Primero es necesaria la guía y la acción del Espíritu y el empeño de buscar en nuestra vida la voluntad de Dios. En esto no podemos quedarnos atascados: «ya soy bueno», o «no sé qué más debiera hacer». 

+ Segundo, son mas necesarios que nunca auténticos maestros de vida que nos ayuden a caminar y a seguir dando fruto incluso en la vejez, estando lozanos y frondosos (así nos ha dicho el Salmo).

+ Tercero: coger la grúa y empezar a quitar tantas vigas de en medio que nos tapan la mirada.

+ Y cuarto: Los frutos. Son lo que vale. No los discursos ni las palabras.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf  (a partir de una meditación de Diego Fares, sj) 
Imagen superior de Robert Sherer

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3 comentarios

  1. Toda la vida estudiando todo lo relacionado con tu profesión y un buen dia ante la pregunta de un niño me doy cuenta de que en el conocimiento de mi fe me he quedado estancada en la edad de 5 años cuando hice la primera Comunión.Esto y la enfermedad y ,la muerte de familiares cada vez mas cercanos me llevo a interesarme cada vez mas por conocer a Jesus y su gran misericordia .Descubrir al Dios del Amor me produjo mucha Paz.
    Es cierto que no lo hago sola y que le pido a Dios que no me abandone porque no sabría como pasar por una noche oscura.
    He aprendido que lo que sale del corazón hay que vigilarlo mucho y que hay que cuidar de tratar a los demás como quieres que te traten a ti.

    Muchas gracias Padre Enrique

  2. MAESTROS DE VIDA PARA DISCERNIR
    Me encanta el título de tu reflexión. Siempre me ha gustado la palabra “maestro” y Jesús en el Evangelio se presenta como el auténtico maestro.
    Su pedagogía de cercanía a las personas y la observancia de sus realidades, es todo un arte para ir conociendo las inquietudes o intereses de sus discípulos e ir modelando lo que no está de acorde según lo que Él pretendía para hacer posible el Reino. Jesús les acompaña en este camino de conocimiento y discernimiento.
    En tu reflexión resaltas dos actitudes necesarias e importantes: el discernimiento y acompañamiento para progresar en nuestra vida de fe y potenciarla.
    El discernimiento. Cada día más necesario y difícil, entran en juego la libertad, la humildad y la honestidad. Lo veo necesario para gestionar la propia vida, enmendar errores y salir, en muchos casos, de situaciones o ambientes viciosos; pero supone mucho riesgo. Tienes razón cuando dices en tu reflexión que el discernimiento es un arte tanto al aplicarlo a nivel personal como al ayudar a personas a discernir. A mí me resulta dificilísimo.
    Veo importante realizarlo desde la fe. Como el Maestro con sus discípulos para no engañarnos a nosotros mismos con escusas sin sentido, al igual que descubrir la voluntad de Dios. Le costó a Jesús, más a mí, pero a pesar de todo…Que se haga Tú voluntad. ¡Qué difícil es discernir esto!
    Otro tema es el del acompañamiento. Acompañarse por maestros de vida.
    ¡Qué difícil y qué bonito a la vez! Qué fácil sería la convivencia si todos fuésemos capaces de “acompañar” y dejarnos acompañar para discernir, acompañarnos en el camino de la fe y del seguimiento, unos apoyados por otros para ser testigos del auténtico Maestro animados siempre por el Espíritu Santo que el Padre da a los que lo piden; pero es necesario la ayuda de personas concretas que nos hagan aterrizar a la vida real, es verdad que tenemos que tener ideales en el seguimiento de Jesús, pero estos ideales tienen que ser alcanzables, en proceso, un ideal que no avanza es ilusionismo.
    Una vida de acompañamiento tiene que desembocar en una vida de entrega de verdadero amor que de frutos justicia, paz, perdón, solidaridad…Una vida de acompañamiento tiene que ayudar a vaciarme de mi propio yo, para dar acogida a los que caminan junto a mí con sus debilidades.
    En el Evangelio de hoy veo la importancia de la intimidad con el Señor, una relación de amistad y de coherencia entre lo que se cree, se dice, se siente y se hace. Esto sólo se consigue desde el silencio y la escucha atenta a la Palabra de Dios que es lo que va modelando el corazón, porque desde esta actitud va brotando una relación afectiva entre Dios y el “yo” dispuesto a ser transformado.
    Las cuatro conclusiones, me parecen interesantísimas, hay tanto que desbrozar, cavar y abonar para dar buenos frutos.
    Pido al Padre, que esos frutos, sean los frutos de su Espíritu: caridad, paz, fe, bondad…
    Gracias Quique

  3. «De lo que sale del corazón habla la boca». Qué bonitas son estas palabras. Qué bien expresadas y cuánto dicen de la persona. Es simplemente la forma de vivir por lo que sentimos dentro, lo que manifestamos ante los demás. Así para bien tiene que ser nuestra forma de vida para nosotros y ante los demás. De ahí que busquemos sin desfallecer tener a toda costa una vida de amor plena en nuestro corazón. Es por eso por lo que no podemos ir solos sino acompañados.
    En primer lugar con la tercera persona de Dios: El Espíritu Santo que ya lo recibimos desde el nacimiento y en otros muchos momentos de la vida que nos prepara la vida y nos sigue dando fuerza para la lucha. En un segundo lugar podemos poner «la dirección espiritual» de alguien bien formado y que nos conoce de forma individual. Que nos aconseja, que nos sugiere, que nos acompaña, que nos enseña, que nos ve como hijos de Dios y como hermanos suyos, que no nos impone, que no nos juzga sino que nos ayuda en nuestra vida de cristiano a limar defectos, a aconsejar en nuestras faltas pero siempre con amor….Yo ahora tengo a una persona así. El sabe que me la ha puesto el Señor en mi vida para que me ayude a ser mejor. Gracias Señor.
    El tener a estas personas en tu vida te ayudan en el camino de la vida. No por ello van a poderte quitar ni malos momentos, ni inquietudes,ni soluciones milagrosas…pero si a conllevarlss con entereza y que te hagan mejor y por tanto mirar al prójimo quitándote la viga primero y mirando a los otros dondexm lo mejor no existen ni briznas en sus ojos…
    A lo mejor nos hacemos tan caritativos con los daños de los otros que en vez de ver briznas somos capaces de ver amor en ellos hacia Dios aunque nos hagan sufrir…y con todas estas cosas veremos como de nuestros árboles de la vida van a surgir unos frutos que ni imaginábamos…
    Señor en el día de hoy te doy gracias por ponerme siempre personas que me ayudan, me aconsejan, que saben más que yo, que me ayudan a estar más cerca de ti y que no hacen sino irme transformando en un arbolito que vaya dando frutos buenos. Muchas gracias Quique. Así sea.

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