VENCER A LOS ENEMIGOS
(Si pinchas arriba en «Domingo 7 Ciclo C» podrás leerlo mejor, y de paso dejar algún comentario al final de la página. Gracias por adelantado)
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto (Salmo 120)
Dicen que el culmen del mensaje evangélico está recogido en estas palabras: «amad a vuestros enemigos…para que seáis hijos de nuestro Padre celestial».
La palabra «enemigo» es una palabra fuerte, y probablemente evitemos aplicarla, e incluso digamos: «Yo no tengo enemigos». Un enemigo sería alguien que no nos quiere bien, que pretende hacernos daño, que nos lleva por sistema la contraria o desprecia nuestros puntos de vista, su presencia nos incomoda, compite con nosotros para dejarnos por debajo…
El Papa Francisco ha escrito:
«… me duele tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos? (Evangelii Gaudium 100)
Habrá quien tenga enemigos porque él mismo se los busca con su manera inadecuada de ser o estar (alguien antipático, borde, mentiroso, inmaduro, manipulador…). Pero otras veces no hay una justificación: Si hasta el mismísimo Jesús tuvo enemigos declarados, porque sus valores, actitudes y opciones chocaban abiertamente con las de otros que se sentían amenazados o puestos en evidencia por él.
Para comprender la radicalidad y el alcance de las palabras de Jesús, que pide a sus discípulos: «amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada… y seréis hijos del Altísimo» nos vendrá bien repasar brevemente algunos con quienes tenemos que ponerlas en práctica:
§ El otro, es decir, el que tiene distinto carácter, criterios, ideas, intenciones… O sea, el diferente. El que no tiene mis gustos, mis ideas, no comparte mis puntos de vista. Aquel con quien me resulta tan difícil un entendimiento aceptable. No los podemos aguantar. Entre nosotros hay incompatibilidad de caracteres, de mentalidad, de temperamento. Ocurren fácilmente malentendidos, incomprensiones y sufrimiento. ¿Recordáis aquello que decía Sartre: «el infierno son los otros»?
§ El adversario, el que por la razón que sea, compite conmigo, me suele llevar la contraria, intenta ponerse por encima de mí, salirse con la suya, quiere tener siempre la razón, imponerme su manera de ver las cosas. ¡Cuántas veces alguien de casa: pareja, hijos, padres, hermano!, o un compañero de trabajo…
§ El pesado o inoportuno, que me hace perder el tiempo, que me repite las cosas mil veces como si no me hubiese enterado, el que tiene la habilidad de interrumpirme en el peor momento, que me cansa, me aburre, me agota.
§ El chismoso que va haciendo comentarios a mis espaldas, o tiene que poner verde a alguien, el que me desprestigia, el que hace correr rumores y comentarios con fundamento o sin él, es indiscreto, no sabe guardar un secreto, ni disculparme…
§ El hipócrita que tiene varias caras, y ocultas intenciones, que disimula cuando le conviene, que no te puedes fiar de él, que no sabes si va o si viene, o lo que realmente piensa… No está muy lejos del «mentiroso».
§ El antipático, el que me cae mal, no me gusta su forma de ser o estar, con el que no tengo casi nada en común, me cuesta mucho aguantarle, y prefiero evitarlo…
§ Y el arrogante, el aprovechado, el celoso, el que me la ha jugado, el manipulador…
¿Qué nos pide Jesús que hagamos con todos estos «personajes»?
Primero cuatro peticiones generales:
– Amad a vuestros enemigos
– Haced el bien a los que os odian,
– Bendecid (hablad bien) a los que os maldicen,
– Orad por los que os calumnian.
Y luego algunos comportamientos concretos:
– Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra;
– Al que te quite la capa, no le impidas que se lleve la túnica.
– A quien te pide, dale
– Al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames
Es decir, que la vieja Ley del Talión («Ojo por ojo, diente por diente») no vale. Tampoco hacerles frente, esto es, no corresponder con sus mismas actitudes. Si ellos «disparan» y yo también disparo… entonces me he puesto a su altura, y de algún modo se puede decir que me han ganado. Y luego, encima, me sentiré mal. Yo no quería disparar. Pero en el fondo se han llevado su merecido. Total, que la enemistad y la violencia permanecen.
No invita Jesús a la «pasividad», a dejarse pisotear, a que se aprovechen de ti. Se trata más bien, como dice la Escritura en otros lugares, de «vencer el mal a fuerza de bien». No echar más basura a la que ya hay. Incluso ser «excesivos» en nuestro modo de tratarles «bien». Amarles para desarmarles.
Ahora bien: «amarles» no significa:
* Quitarle importancia a lo que nos ha hecho daño. Si la tiene, hay que dársela
* Tampoco significa «aquí no ha pasado nada». Porque ha pasado. Puede que el otro se corrija y cambie de actitud…o quizá no. Puede que no fuera muy consciente del daño que me hacía, y procure disculparle, como hizo Jesús en la cruz con sus asesinos («perdónales porque no saben lo que hacen»). Es el triunfo del amor en mí, por encima del dolor, la rabia o el deseo de maldecir o vengarme.
Para que esto sea posible es necesario contar con la ayuda de Dios, con ese amor sin condiciones con que Él me ha tratado a mí, un amor que nunca me retira aunque yo me lo merezca. Quien es consciente de sus limitaciones y errores y experimenta que Dios le trata bien a pesar de todo… deja de ser intransigente con los demás.
* No tengo por qué tener sentimientos positivos hacia él. Los sentimientos no se pueden forzar. Surgen o no surgen. No dependen de nuestra voluntad. Si alguien me cae mal… no puedo obligarme a mí mismo a que me caiga bien, por ejemplo. Pero puedo tratarle bien, correctamente, amablemente, educadamente. No es necesario que me lo lleve a comer a casa.
* Las heridas tardan en cerrarse. Aunque yo perdone… no deja de dolerme automáticamente. Necesito darme tiempo. Quizá nunca me deje de doler. Pero tampoco es nada conveniente seguir dándole vueltas a lo que pasó, haciendo que la herida se mantenga abierta o incluso se profundice y se pudra. Eso es como «darles poder» para que nos amarguen la vida, aunque haya pasado tiempo de aquello. Es un modo absurdo de traer el presente… lo que es mejor dejar en el ayer.
Este es el reto de Jesús: Sed perfectos como lo es nuestro Padre celestial. Una perfección que consiste y está centrada en nuestro trato con los demás, y no en esa «autoperfección» en la que tanto esfuerzo gastaban los fariseos. Una perfección que sólo es posible en la medida en que experimentamos en nosotros el amor/misericordia de Dios.
Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen Superior «Sr. García en El País», imagen inferior «Red de Oración del Papa»
Cristo enseña con su palabra y su comportamiento pero lo que hoy nos aconseja no es nada fácil; es mas es lo contrario de lo que te pide el cuerpo habitualmente.
Y menos mal que no nos pide expresamente aguantar a los que te sacan de quicio.
La convivencia cerrada se hace mas difícil por esto porque aguantar ciertos comportamientos sin tener escapatoria solo se consigue si se tiene una fuerza mental extraordinaria y ayuda divina .De otra forma seguro que enfermas .En cambio poner distancia ayuda mucho.Una herida no cierra si se esta infectando continuamente por no estar bien vendada y aislada del exterior.
El ser generoso me parece mas facil siempre y cuando no volvamos al punto anterior y veas unas ganas enemigas de fastidiarte.Si alguien tiene necesidad no debe hacer ni falta que te lo pida y si lo roba esta disculpado.Lo de la bofetada lo entiendo menos
Hay una esperanza cuando vas cumpliendo años y la sangre ya hierve muy poco,La vida te enseña que no hay nadie perfecto, te haces mas abierto para comprender, mas indulgente para perdonar y mas generoso porque al final no nos vamos llevar nada.
Muchas gracias Padre Enrique
VENCER A LOS ENEMIGOS
Quique, la lectura del Evangelio de este domingo, como en otros, Jesús nos pone a prueba y nos toma el pulso como cristianos y seguidores suyos.
Analizando y contemplando la realidad circundante y lejana a todos los niveles: social, eclesial, comunitario y personal se percibe mucha insatisfacción de donde se desprenden muchas actitudes desfavorables para una convivencia pacífica y saludable: odio, rencor, envidias, guerras, ansias de poder, de manipular, incoherencias, infidelidades, ambiciones, el sin sentido de la vida y poco valor a la misma…Todo ello, muchas veces, por falta de madurez humana y psicológica, dejando a un lado, otros problemas más generales, pero no menos importantes.
Estas actitudes me llevan a ver al otro, no sé si como “enemigo” o como justificación a mis propios actos.
Toda esta realidad, en la que estoy inmersa, me lleva a exclamar con el salmo 120: “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿Quién podrá resistir?
Leyendo el Evangelio de hoy, me interpela en dos aspectos:
• Quiere hacer una radiografía a mi conducta?
• Quiere ponerme de cara a la pared o ante un espejo para que vea todo lo que me queda por hacer en mi recorrido como cristiana y seguidora de Jesús?
Jesús me propone un objetivo claro pero difícil, a la altura de su amor entregado: “Sé perfecto como el Padre Celestial es perfecto”
En los círculos que me muevo, no siempre es fácil descubrir al “enemigo” porque algunos existen camuflados por falta de madurez y transparencia en la vida. El enemigo es el “otro”, tú nombras algunos, pero se podrían añadir más.
Dejando a un lado esto, resuena en mí lo que Jesús hoy me propone como medida de medir mi interés y amor por los demás: “trata a los demás como quieres que te traten a ti”. Buena medida, pero que difícil guardar equilibrio de lo que quieres para ti y lo que deseas para otros.
Al leer el Evangelio y tu reflexión, me pone ante los ojos, como en un espejo, los comportamientos y actitudes que tengo que vivir si quiero aspirar, un poquito, a la perfección.
• Amad a vuestros enemigos.- La respuesta a la afrenta no puede ser la venganza o al rencor porque como tú bien dices caerías en los mismos errores sino, desde la libertad, amar generosamente e irradiar paz desde donde brota el perdón, rompe esquemas e interpela a las personas.
• Haced bien a los que os odian.- Amar a los enemigos es difícil, pero amar a los que nos odian, requiere mucho más amor y sacrificio. Aquí sí que entran en juego la voluntad y la libertad por encima de todo y desde el amor que Dios me brinda cada día, lanzarme a la aventura, dar el primer paso y salir al encuentro, romper el hielo y a pesar de reconocer la jugada, acogerle como hermano, esto requiere un proceso, pero no muy largo porque se puede enquistar la relación.
Es difícil volver a la comunión pero es necesario para que la fraternidad goce de un nuevo amanecer. Aquí puedo repetir lo del salmo 120: No llevar cuenta de las ofensas.
• Bendecid a los que os maldicen.- Jesús cada vez va subiendo más el listón en su seguimiento. Resulta más eficaz el bendecid que el maldecir. El bendecir sale desde la acogida y el perdón. Muchas veces no sé cómo realizarlo. Pienso que es bueno poner a las personas en manos de Dios para acoger su humildad, compasión y ternura.
Él nos creó y vio que era bueno. Te bendigo por lo bueno que has puesto en el otro y analizar sus maldiciones por si encuentro alguna actitud que tengo que rectificar desde el Evangelio.
• Orar por los os calumnian.- Ante esto, recojo la expresión: “perdónales porque no saben lo que hacen”. Esto sí que duele. La calumnia es difícil de restaurar y encauzarla a la normalidad. Sólo se puede desde la oración sincera. Aquí me viene el salmo 139: Tú me sondeas y me conoces. Orarlo desde el silencio, la aceptación, la acogida, el perdón y la misericordia de Dios, pero sobre todo con esperanza, porque como tú dices: “vence al mal a fuerza del bien” Él es mi luz.
Me parece importante que amar es quitar importancia al daño causado, o pasar como si nada hubiera pasado. Lo positivo en estos casos es que siendo consciente, amar por encilla de ello, porque Dios me amó primero y el amor desestabiliza la personalidad de que calumnia.
Toda la reflexión me ha parecido muy interesante y sustanciosa, como se desprende desde este Evangelio, tan claro pero difícil llevarlo a la práctica.
Recojo como final la oración que aparece en la segunda imagen:
“Tu Espíritu, Señor, mueva los corazones para que los enemigos vuelvan a la amistad”
Gracias Quique por tu iluminación
El evangelio de hoy es una auténtica meditación de nuestra vida porque en el fondo nos hace ver, pensar, analizar y nuestra forma de actuar con lo que yo llamo nuestro «hermano daño». Lo llamo así porque nuestros hermanos que nos bailan el agua, que todos son cosas bonitas, que nunca tenemos problemas con ellos, que todo es perfecto, que tenemos una relación de miel sobre hojuelas, que piensan como nosotros a todos los niveles….esos no entran en nuestro evangelio de hoy. Son hermanos fáciles de llevar….
Hoy al que me refiero es al «hermano daño». Ese hermano que no tragamos, ese hermano que piensa distinto, ese hermano que nos calumnia, que se porta mal, que es vengativo, que es un trepa, ese hermano inaguantable para nosotros, ese que nos saca de quicio, que no soportamos ni cruzarnos con él….En fin tantas situaciones en la que tenemos a ese que nos hace mal. A veces con culpa del otro y otras veces no…simplemente que nos cae mal…
Es pues en todas estas y otras situaciones donde el Señor nos pide heroicidad. Amar a los que nos hacen bien qué fácil es.
Amar al «hermano daño» qué difícil es…
Recuerdo hace muchos, muchos años, una persona en mi vida me la hizo totalmente imposible. Falsos testimonios, faltas de cariño, desprecios…de todo había. Yo estaba siempre triste, amargado, con ganas de venganza…y tantas veces iba al Corazón de María a ver a mi Cristo del Consuelo….que un día en la soledad entre Él y yo, noté una vocecita dentro de mi corazón que me dijo » y por qué no la perdonas»….Tuve un momento de vacilación, de sorpresa, de incertidumbre….pero mi corazón acepto la petición del Señor. Desde ese momento dio un vuelco mi vida y comencé a pedir por esa perdona siempre, tanto en mis oraciones como en la comunión….y desde ese momento aparte de humanamente recibir paz interior hice extensible mi cambio a todos mis «hermanos daño».Jesús me habló, me ayudó y me enseña a pedir por todo este grupo de personas que son nuestros prójimos que nos quitan la paz interior. Estoy muy contento de ello porque me ha hecho cambiar mi chip.
Bien es verdad que soy humano y a veces no lo hago del todo bien peto lo importante es seguir haciéndolo y saber que es más o menos posible…Dios me ayuda.
Por otro lado me llega muy adentro las palabras de Jesús para el día que estemos con él y nos juzgue por el amor. Yo quiero que ante su presencia llegue lo mejor que he podido con respecto al amor ante nuestros «hermanos daño» y que no haya estado juzgando y separando a ellos en la tierra por el daño que me han podido hacer.
Señor en el día de hoy te doy las gracias por aquel día que tocaste mi corazón y que me sigas ayudando a aceptar y todavía más: querer a mis hermanos por amor a ti. Así sea.
Difícil texto el de hoy. Creo que Dios no bendice a los maltratadoros, pero tampoco bendice a los maltratados si no se rebelan.