Domingo 6 Pascua Ciclo C (22 Mayo ’22)

LAS NUEVAS PRESENCIAS DEL RESUCITADO


 

               «Ahora que estoy a vuestro lado»… Jesús les da sus últimas recomendaciones y también algunos regalos como despedida. «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Ciertamente que es una despedida enigmática: «Me voy y vuelvo». Seguramente que en aquellos momentos no entendieron nada de nada. «Me voy al Padre», pero vuelvo a vuestro lado». Lo entenderían mucho después. 

               Jesús les explicó distintos modos de su nueva presencia. Estará junto al Padre, pero a la vez estará con sus discípulos, nosotros. Podríamos decir: a partir de ahora vais a experimentar en vosotros mi presencia, pero de otra manera. Y también: vosotros vais a ser «el lugar»  donde los hombres podrán encontrarme. Ambas cosas.  ¿Dónde o cómo será esto? Nos interesa mucho, porque esto es lo que llamamos fe: la experiencia viva de la Presencia del Señor que se encuentra conmigo… sin dejar de estar con el Padre.

Enumero estas presencias, sin orden de prioridad. No se trata de «alguna de ellas», sino de todas juntas, complementándose entre sí, sin excluir ninguna:

+ Primero: Jesús les ha anunciado que «cuando dos o más de ellos se reúnan en su nombre allí estará en medio de ellos». Quiere decirse que la comunidad fraterna, el grupo de apóstoles que se aman entre sí, que se reúnen en su nombre, que dan testimonio del Resucitado, que oran juntos, que comparten sus bienes, que meditan y disciernen juntos, que parten juntos el Pan… es el «lugar» de su presencia, donde acudiremos para encontrarle.

+ Segundo: La Eucaristía. Sobre todo se refiere a celebrar juntos la Cena del Señor. Los hermanos compartiendo el mismo pan y la misma mesa, con un solo corazón y una sola alma, unidos entre sí. A ello se refiere insistentemente usando el verbo «permanecer». El que permanece en mí, el que está unido a mí como la vid a los sarmientos, el que come de este pan…

+ Tercero: El pobre, el enfermo, el hambriento, el emigrante, el preso son también sacramentos de Jesús. Son lugares sagrados donde, al acogerlos estamos acogiendo al mismo Jesucristo. Recordáis, ¿no? Tuve hambre, sed, estuve enfermo… y me acogisteisLa caridad como atención, servicio, atención, compañía, alivio… son la ocasión de poder encontrarnos con él. Algunos preguntarán «cuándo te vimos en esa situación»? Pero los suyos sí que lo sabemos. «Cada vez que… conmigo lo hicisteis».

+ Cuarto: «Haremos morada en él». El interior de cada uno es el lugar habitado por el Espíritu de Jesús. En lo más profundo de ti mismo, en lo mejor de ti mismo, en el fondo de tu ser, de tu conciencia… puedes experimentar su presencia vivificadora, luminosa, fortalecedora. La oración personal, cerrando la puerta de tu cuarto y escuchando en silencio, te permitirá escuchar su voz. Somos templos de Dios, como dejó dicho San Pablo.

+ Y quinto: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él». La Palabra de Jesús guardada en el corazón. Precisamente el Evangelio de hoy insiste en ello. 

         Los católicos tenemos bastante clara la presencia de Cristo en la Eucaristía, y nos provoca sincera devoción y para muchos es el centro de su vida espiritual. Sin embargo, debiéramos profundizar y dar mayor relevancia a las otras presencias indicadas.  En particular voy a referirme a la última, ya que nos ha dicho hoy Jesús: «El que me ama guardará mi palabra». El Concilio Vaticano II, citando a San Jerónimo, nos recuerda: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» y añade: «Recuerden que a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras».

Os aliento a que acerquéis a vuestra vida la Palabra de Dios. Es Dios mismo quien nos habla. Todos los días, en el inicio del día, en medio o por la noche, leamos, escuchemos y meditemos un texto de la Palabra de Dios, pues no solo experimentaremos cómo Dios habla, sino que encontraremos esa Palabra que todos necesitamos para hacer el camino de nuestra vida y que viene de Dios mismo, que es Palabra hecha carne.  Cuando nos acercamos a la Palabra, nos acercamos a Cristo. Todos los seres humanos están deseosos de una palabra que les dé salidas y ofrezca caminos, ¿cómo no desear que Cristo nos hable, si Él es la Palabra definitiva, clara, contundente, viva, que Dios dice a toda la humanidad?  (+Carlos Cardenal Osoro, arzobispo de Madrid, 23 Mayo 2019)

                 No podemos escuchar o leer la Escritura como un libro más. No. Es Palabra de Dios, en la que Él comienza un diálogo con nosotros en lo más profundo del corazón. Como escribía san Agustín después de una larga vida de búsqueda: «he llamado a la puerta de la Palabra para encontrar finalmente lo que el Señor me quiere decir». 

            No tardaremos en celebrar la fiesta grande de los Hijos del Corazón de María. Ella, como amaba tanto a Jesús, guardaba su Palabra, meditándola en lo más profundo de sí misma. Demos a la Palabra de Jesús el lugar que se merece: leámosla en nuestra oración personal, preparemos la Misa leyendo antes las lecturas, estudiémosla (no es un libro fácil)… 

Termino con unas palabras de un santo padre de los primeros siglos de la Iglesia: 

Lo mismo que prestamos atención para que no se nos caiga al suelo nada de nuestras manos cuando se nos entrega el Cuerpo de Cristo, así tenemos que prestar atención, a fin de que no caiga de nuestro corazón la palabra de Dios que generosamente se nos da, lo cual sucede si pensamos en otra cosa o nos ponemos a hablar (en vez de escuchar). Quien oyese con negligencia la palabra de Dios, no sería menos culpable que el que hiciese caer por tierra, por negligencia, el Cuerpo de Cristo. (Cesáreo de Arlés, 543)

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf .
Imagen superior Red Mundial Oración del Papa. Imagen inferior Isabel Guerra

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4 comentarios

  1. Como siempre Quique cuánto nos ayudas con tus pensamientos y explicaciones del evangelio para llevarlos a la práctica en nuestra vida diaria. ¡¡La presencia de Dios en nuestra vida tiene tantas formas de manifestarse!!…
    Para mi la fé es la base de la presencia de Dios. Sin las gafas de la fé es muy difícil comprender muchas cosas. Las gafas de la fé me hace ver y entrar en el interior de mí donde se encuentra el Señor. Hay veces que no entendemos muchas cosas y recuerdo desde pequeño que me decían…»fé es creer en lo que no ves. «. A mi se me quedaba corta esa definición y no me decía nada…Pero un día alguien me dijo: » fé es confiar en el Señor»…Y hay me cambió el concepto…De esta forma y con «esas gafas» te das cuenta como dice Quique que el Señor está mucho más presente en las situaciones normales de la vida. Tienes al Señor presente cuando con otros hermanos te juntas en tirno a Él a orar, cuando en la misa participas con la comunidad unida y además comulga, cuando en el menos favorecido ves la cara y el cuerpo del Señor andando: en el pobre, en el triste, en el enfermo, en el marginado, en el desorientado….Y por supuesto cuando en un ratito del día te pones a hablar con el Señor tanto de forma convencional de oración tradicional como hablando con nuestro lenguaje con él;como de amigo, como de hermano menor al mayor, como del hijo al padre y le cuentas todo…y ya por último cuando como comenta Quique le pides al Señor que te ayude a invitarle. Que cada día puedas ir quitando tus propias imperfecciones y parecerte lo que más puedas a Él…que intentes seguirle amando a Él y a través de nuestros hermanos..
    Esas «gafas de la fé» gracias a Dios que un día me las puse me ayudan a intentar ver a Jesús por todas partes. A veces esas «gafas» se me ensucian pero le pido a Él que me ayude a tenerlas siempre y siempre limpias. Gracias Señor. Así sea.

  2. LAS NUEVAS PRESENCIAS DEL RESUCITADO
    Hay muchos momentos en el seguimiento de los discípulos de Jesús, que no entienden su mensaje, porque no están viviendo desde la misma clave.
    Después de la experiencia de la Resurrección parece que se van aclarando un poco, pero de vez en cuando, Jesús interviene de nuevo y les vuelve a descolocar, como es el caso de este domingo: Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Es necesario la presencia del Espíritu Santo, que les recuerde las enseñanzas de Jesús, les ilumine en el camino emprendido y vaya discerniendo y clarificándose en su actuar.
    Es la misma experiencia que podemos tener, nosotros, como cristianos y más si nos colocamos ante las palabras de Jesús a sus discípulos, en clave, de discernimiento interpelativo que nos lleve a acciones concretas.
    Tú nos hablas de las nuevas presencias del Resucitado. Todas importantes y lo más interesante que las tenemos a nuestro alcance, forman parte de la vida cotidiana pero quizá van perdiendo vitalidad por el ritmo de vida que llevamos: Las prisas, los propios intereses, el no tener claro un criterio de prioridades en la vida…nos lleva a salir al paso de lo urgente y dejamos aparcado, para otro momento, lo más necesario.
    Yo quiero poner el acento hoy en la que tú poner como quinta presencia, no las colocaste con el criterio de preferencia; yo tampoco, simplemente porque la considero como fuente de donde pueden surgir las demás.
    Jesús, para los discípulos, era la Palabra directa, aunque hacía relación al Padre y al Espíritu.
    Para nosotros, para mí, Cristo es la Palabra encarnada, en el proyecto se salvación del Padre para la humanidad. Poe eso es Palabra viva, eficaz, actualizada, interpelativa, comprometida con el hombre para siempre. En tiendo cuando dices que tenemos que estar tan atentos a ella para no perder nada de lo que se nos manifiesta.
    Esta Palabra, en el Evangelio, está reforzada, envuelta por el amor: “El que me ama guardará mi Palabra y el Padre lo amará…”
    • La Palabra, expresa el querer y hacer de Dios.
    • La Palabra, recuerda las enseñanzas de Jesús.
    • La Palabra nos enseña la forma de entrar en diálogo con el Padre, Hijo y Espíritu.
    • La Palabra nos lleva a entrar en dialogo con el hermano, con el mundo, con la naturaleza.
    • La Palabra, nos lleva a descubrir la riqueza de formar fraternidad, comunión y comunicación.
    • La Palabra, me lleva a descubrir la acción liberadora y transformadora del corazón del hombre, cuando dejamos que esa Palabra nuestro corazón.
    • La Palabra, va transformando las comunidades cristianas, adormecidas, en comunidades vivas implicadas en la transformación y construcción del mundo, al estilo de Jesús.
    • La Palabra, nos lleva a entrar en una relación íntima con el Padre y con Jesús Resucitado, en diálogo sincero y desde Su Espíritu recibir su perdón, su misericordia, su amor y ánimo para seguir en el camino del seguimiento.
    • La Palabra, nos muestra otras presencias de Jesús Resucitados, distintas de “donde dos o tres están reunidos en mi nombre…” porque parece que Dios está ausente, contemplando la problemática en la que está sumergido el ser humano, pero Él está ahí presente como “en pausa”, esperando que alguien active esa presencia.
    • La Palabra, da fortaleza, esperanza a los que trabajan por la justicia, la paz, la igualdad, por el cumplimiento de los Derechos Fundamentales del hombre…
    • La Palabra, alienta la vida de la Iglesia en la transmisión del mensaje de Jesús y animando la fe.
    • La Palabra, nos tiene que llevar a tener un corazón pacífico y pacificador que nos lleve a lograr la paz mundial.
    • …
    Lo importante, es tener la actitud, de María. Ella guardaba la Palabra en su corazón, pero no la guardaba para ella sola. Supo poner al servicio de la humanidad su mejor tesoro, su Hijo.
    A Ella puedo acudir ante cualquier necesidad porque me lleva a Jesús.

    Gracias Quique

  3. Gracias Padre Enrique y a Teresa y a Jose Antonio por vuestros comentarios.

  4. Carmen Díaz Bautista

    Gracias, Quique, por tu -como siempre- esclarecedora homilía. Para mí, el tema de este domingo es central en la vida de fe. Siempre me ha preocupado la cuestión del encuentro personal con Jesús. Recuerdo una conversación que tuvimos hace mucho tiempo sobre este tema y yo te pregunté cómo podía conseguir ese encuentro que yo me imaginaba como la conversión de San Pablo, con caída de caballo incluida. Tras explicarme que no hubo ni caída ni caballo me dijiste: oración y meditación.
    En ello estoy y la verdad es que poco a poco la oración y la meditación me abre los ojos para irlo descubriendo en las otras manifestaciones. Soy consciente de que tengo un larguísimo camino por recorrer todavía. Gracias, Quique, por ser ese papi bueno que nos llevas de la mano hacia el camino de verdad y vida.

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