DOMINGO 26. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¿CRISTIANOS EN ZONAS DE CONFORT?

Cuando las cosas no salen bien, nace espontáneamente en nosotros un reproche a Dios, una anti-oración. El gran reproche contemporáneo a Dios es el ateísmo: ¿cómo creer en quien no impide guerras, injusticias, calamidades, terremotos o tsunamis? Estamos en un mundo sin garantías y con demasiadas fechas de caducidad. La liturgia de este domingo nos plantea estas preguntas y nos ofrece la solución.

Dividiré esta reflexión en tres partes:
1) ¿Es justo el proceder de Dios?
2) La poderosa clave de la humildad.
3) Cuando el sí es no, y el no es sí.

¿Es justo el proceder de Dios?

La primera lectura del profeta Ezequiel acusa no a Dios, sino a nosotros: “¡el que no es justo, es vuestro proceder!”.  Los seres humanos hemos de asumir nuestra responsabilidad en la existencia del mal. Tenemos libertad. Por eso, podemos entrar en territorios de vida y de muerte. No es justo que nos disculpemos e inculpemos a Dios. Tenemos todo a nuestro favor para poder “vivir” de verdad; pero para que sea así, hemos de comprometernos y asumir nuestra responsabilidad.
Lo peor es que la responsabilidad individual no basta. Se hace necesaria una responsabilidad colectiva. Por esto, tampoco basta un cristianismo individualista, sin comunidad, a-político. Hay que convencer a la sociedad de su responsabilidad. Nos hemos de responsabilizar colectivamente, socialmente, para que la Vida tenga lugar entre nosotros.  De ahí nace la súplica del salmo 24: ¡Señor, instrúyeme, enséñame tus caminos!
¡Qué maravilloso es el Dios de la libertad! ¡Qué digno del ser humano tener un Dios que cuenta tanto con nosotros! Pero ¡qué terrible puede ser la persona cuando mal-utiliza su libertad!

La poderosa clave de la Humildad

En la segunda lectura de san Pablo a los Filipenses nos propone crear una estrecha alianza entre todos nosotros cuyas características serían: unanimidad, concordia, consentimiento. Se trata de una propuesta preciosa, pero ¿no es un sueño imposible? ¿Dónde hay familias o comunidades así? Lo que sentimos muchas veces es la falta de concordia, de unanimidad, de consenso. Cada uno tira por su camino y no cede.
Pero san Pablo tiene la sabiduría del Espíritu. Por eso, ofrece la clave para que su sueño sea posible: ¡la humildad!: “No obréis por rivalidad, ni por ostentación… dejaos guiar por la humildad y considerar siempre superiores a los demás”.
Jesús se caracterizó por su humildad. No quiso aparecer como “Dios”, sino que se rebajó, se hizo uno de tantos. Nosotros, en cambio, tendemos a en-diosarnos. En cambio, el día en que seamos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra sombra, de que no somos “alguien especial”, sino “uno de tantos”, ese día estaremos revestidos de humildad. Y nuestra sociedad, nuestras familias y comunidades comenzarán a florecer.

Cuando el “sí” es “no” y el “no” es “Sí”

Jesús nos pide hoy -en su parábola de los dos hijos- claridad: que el “sí” no se convierta en un “no”. Y acoge al ¡no! cuando después se convierte en un “sí”.
El amo de la viña no solo contrata obreros para ir a su viña. También les pide a sus hijos que vayan a trabajar su viña. Uno de ellos responde inmediatamente que “sí” cuidando su imagen de buen hijo.; pero, a la hora de la verdad, ese “sí” se convierte en un “no”. Representa a quienes en la Iglesia no toman en serio la misión; se entretienen en sus cosas; no tienen celo apostólico, ni disponibilidad para ir a los lugares a los que Dios los envía. El otro hijo desobedece de palabra con su “no”, pero obedece de hecho con su “sí”. No llega a la viña como héroe, sino como un arrepentido.
Hay “síes” que son “noes”, y hay “noes” que son “síes”. Jesús nos pedía que nuestro “sí” fuera “¡sí!” y nuestro “no” que fuera “¡no!”.

Conclusión

Un inmenso campo de misión se abre hoy ante nuestros ojos. ¿Estamos dispuestos a obedecer la voz del Padre, de Jesús, el impulso del Espíritu? ¡No nos quedemos cómodamente encerrados en nuestras zonas de confort!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

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