PENTECOSTÉS. CICLO C

PENTECOSTÉS: EL ESPÍRITU DE LA RECONCILIACIÓN APARENTEMENTE IMPOSIBLE

Nos resulta difícil armonizar la diversidad y la unidad. Nos encanta la biodiversidad en la naturaleza. No tanto, la humano-diversidad cuando ella nos resulta incomprensible, o nos enfrenta a unos con otros. Pentecostés nos habla del Espíritu de la diversidad y la unidad, de la que parece “reconciliación imposible”

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Muchos carismas… un solo Espíritu
  • El Espíritu de la diversidad y la unidad
  • El deseo del Reino … dejarse llevar por el Espíritu

Muchos carismas… un solo Espíritu

Sin embargo, el Espíritu de Dios actúa como el gran diseminador y unificador. De Él brotan la variedad y la diferencia, pero también la fuerza que nos une y nos lleva a la comunión. San Pablo nos recuerda que hay muchos carismas, servicios y dones, pero un solo Espíritu que los anima a todos. El Espíritu no busca una uniformidad que aplaste la riqueza de lo diverso, sino que crea armonía, haciendo posible la unidad en la diferencia.

En Pentecostés, los apóstoles, siendo tan distintos entre sí, recibieron el Espíritu y formaron un solo pueblo, capaz de entenderse más allá de lenguas y culturas. Así, la Iglesia nace como una comunidad variada y universal, llamada a vivir la comunión y la inclusión, superando las divisiones y aprendiendo a escucharse y complementarse.

El Espíritu Santo nos invita hoy a crecer en esta profunda comunión, a acoger la diversidad como riqueza y a buscar juntos la armonía y la paz.

El Espíritu de la diversidad y la unidad

Vemos que la historia y el universo están rotos, fragmentados. Hay divisiones religiosas (diversas religiones, diversas confesiones cristianas, diversas y opuestas tendencias en la misma confesión…), divisiones políticas (causas de guerras frías y calientes), divisiones que nos hacen vivir la relación con la naturaleza de forma tensa, problemática, dramática (tifones, terremotos, desgracias ecológicas)..

 

Hay divisiones que proceden del diablo (dia-bolon), de ese poder misterioso que nos divide y enfrenta. Pero lo diabólico también crea unidades de maldad, redes perversas que intentan destruir la legítima y sana diversidad.

El Espíritu de Dios es el Espíritu de la variedad, la diferencia, la pluralidad. Pero también el Espíritu de la unidad. Pablo nos dice hoy que son muchos los carismas, muchos los servicios, muchas las energías de las que disponemos. Pero ¡uno solo es el Espíritu!

El deseo del Reino … dejarse llevar por el Espíritu

Jesús nos invita a la paciencia, recordándonos que solo Dios puede transformar el mundo según su Reino. La verdadera inspiración y libertad nacen de la espera humilde y confiada, sostenida por el Espíritu, quien nos abre a la tolerancia y nos conforta en el camino. Frente a la impaciencia de los tiranos, el Espíritu nos enseña a esperar y a colaborar con su presencia sorprendente, dándonos esperanza y vida nueva.

Conclusión

Pentecostés es la fiesta de la Belleza, como decía san Agustín: unidad en la variedad. El Espíritu, fuente de armonía y creatividad, embellece el mundo al recomponer el proyecto original de Dios, donde la diversidad se convierte en riqueza. Esta belleza, que vence la hostilidad y la violencia, es la manifestación activa del Amor y la libertad de los hijos de Dios, llamados a la glorificación y al gozo de la creación reconciliada.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

ASCENSIÓN DEL SEÑOR. CICLO C

LA NOSTALGIA DEL PARAÍSO – CIELO – ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Hoy celebramos la ascensión de Jesús al Paraíso y nos abrió sus puertas.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El cielo indefinible y misterioso
  • Unir el cielo con la tierra
  • Ascendió al cielo

El cielo indefinible y misterioso

Cuando los seres humanos soñamos nos surge el sueño y el ansia de “un paraíso”. El Jesús que le prometió al ladrón “hoy estarás conmigo en el paraíso” habló muchas veces del cielo. El cielo es el trono de Dios o la sede de su dominio y su reinado (Mt 5,34; 23,22). Incluso nos dijo que Él mismo había bajado del cielo: “Yo soy el pan que han bajado del cielo”. Del cielo bajó el Espíritu Santo, que se posó  sobre Jesús -en forma de paloma- y sobre los discípulos el día de Pentecostés forma de fuego y viento impetuoso. Del cielo bajan los ángeles que anuncian y que consuelan, las voces de Dios que manifiestan el sentido de lo que acontece. El cielo es el punto de referencia cuando Jesús o sus discípulos oran: “levantan los ojos hacia el cielo”.

Unir cielo y tierra

El gran sueño de Jesús consistía en unir cielo y tierra, en interrelacionarlos, de modo que todo el cielo se hiciera presente en la tierra: “así en la tierra como en el cielo”.

¿Cómo es el cielo, cómo es el paraíso? San Pablo nos advierte que “ni el oído oyó, ni el ojo vio, ni el corazón humano puede imaginar, lo que Dios tiene reservado a los que ama” (1Cor 2,9). Cualquier ejercicio de imaginación podría convertirse incluso en una tortura, por nuestra incapacidad de imaginar lo que excede nuestras categorías de tiempo y espacio. Por eso, ¡no imaginemos lo inimaginable!, pero dejémonos caer rendidos y confiados en manos de nuestro Dios. En Él está nuestro misterioso futuro. Él nos asegura que algo hay en nosotros que nunca morirá y que tiene vida eterna.

Ascendió al cielo

Jesús ascendió al cielo: “Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros”, proclama hoy la segunda lecturaJesús se ha entregado totalmente y “ha destruido el pecado con el sacrificio de sí mismo”. Jesús ha inaugurado el camino que nos lleva al cielo. Por eso siguiéndolo a Él tenemos entrada libre al cielo.

Jesús no nos abandona ni nos deja huérfanos. Desde allí nuestro buen Pastor cuida de nosotros, intercede por nosotros, nos prepara la morada. Desde el cielo, viene en cada Eucaristía, en la Palabra, en la Iglesia-su-Cuerpo, en los hermanos que se aman, en los más necesitados que requieren nuestra ayuda.

¡Qué cerca tenemos el cielo! El cielo está de nuestra parte. En él tenemos nuestra morada, nuestro estado definitivo, nuestro destino irrevocable.

Conclusión

Aunque estemos enfermos, no estamos desahuciados. Aunque suframos, no es el sufrimiento nuestro último destino. Aunque experimentemos aquí un infierno, ese infierno es sólo antesala del cielo, si volvemos a Jesús y en Él ponemos toda nuestra esperanza.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

LETRA

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,
y disipa nuestra muerte y dolor,
Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 1]
Del cielo bajas, ¡ciudad sagrada!
como esposa para su amado engalanada.
Entre nosotros Dios hace su morada,
nos transfigura una vida renovada.

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,
y disipa nuestra muerte y dolor,
Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 2]
Morimos para ser al fin transformados
renacemos como imagen de Dios
con el Espíritu de Dios iluminados
en un éxtasis inmenso, fascinados  

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,
y disipa nuestra muerte y dolor,
Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 3]
¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
su aguijón se desvanece en lo etéreo,
Tu Gracia, oh Abbá, nos resucita
y tu Espíritu a vida nueva nos invita.  

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,
y disipa nuestra muerte y dolor,
Maranatha, ¡ven Señor!  

DOMINGO 5. TIEMPO DE PASCUA. CICLO C

DIGNO DE AMOR Y MÁS ACTUAL QUE LA IGLESIA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¿Amar a Jesús?
  • El acceso emocional a Él
  • Razón de amor

¿Amar a Jesús?

“A quien me ame, mi Padre lo amará”. Jesús nos dijo que tenemos asegurado el amor de Dios Padre si le amamos.  Pero ¿no es verdad que de Jesús nos distancia dos mil años? ¿Será posible amarlo? En su tiempo muchas personas lo amaron, lo acompañaron y siguieron. No pocas hasta dieron su vida por Jesús. Hoy Jesús nos pregunta también como a Pedro: “Me amas”? 

El acceso emocional a Él

Nuestra fe no es solo intelectual, es emocional. Creemos en Jesús cuando nos emociona, y no a través de meros conocimientos teológicos. Amarlo es emocionarse.

 “Jesús es digno de amor porque es más moderno y actual que la misma Iglesia” (dijo Johan Baptist Metz). Amar a Jesús es soñar, contemplar la historia con casi una loca esperanza en aquello que vendrá.

 Quien sigue a Jesús siente que el universo se sustenta en un acto de amor continuo e infinitamente paciente; que es el amor lo que le permite seguir existiendo; que el amor mueve el sol y todos los demás astros”, como decía Dante. El Dios Amor es el fundamento de nuestra existencia. Dios “está tan cerca de ti como las venas de tu cuello”, escribe el libro sagrado de “El Corán”. 

Razón de amor

El gran teólogo Karl Barth describía a Jesús como “nuestro contemporáneo”. El Espíritu Santo lo trae a nuestro tiempo y espacio. De Jesús no habría que decir: “tan fascinante que es imposible conocerlo del todo! Él es el Creador en medio de su Creación. Y sin embargo, sometido a todo. Él decía con frecuencia: ¡no temáis” y enseñaba el arte de la no-violencia: “si alguien te pide el manto, dale también la túnica”, “si alguien te hieres en la mejilla derecha, ponle también la izquierda” (Mt 5,39). Transmitía sus enseñanzas en los camino, en los prados -donde pacen las ovejas-, en un monte o una llanura, también en el templo. Con sus bienaventuranzas enseñaba el arte de la felicidad. Deseaba forma una comunidad donde la violencia termina.

A quien le preguntó: “entonces quien podrá salvarse? Él respondió: ¡Con Dios todo es posible! (Mt 19,25-26). Hizo gala de una desconcertante despreocupación por la sexualidad y dirigió su propia vida sexual como si la tuviera, fuera de página. Rechazó, eso sí, explícitamente el divorcio. Y sobre la corrupción, le preocupaban los “sepulcros blanqueados”. Para Jesús, amor es más fuerte que la muerte.

Conclusión

Dios Padre que es Amor, nos ama cuando Jesús nos entusiasma, cuando le seguimos, cuando le amamos y establecemos amistad con Él. Las enseñanzas de Jesús son vida. Quien ama a Jesús se convierte en Morada de Dios. Cuando Dios está con nosotros, nada hemos de temer.

José Cristo Rey García Paredes, CMF.

DIGNO DE AMOR Y MÁS ACTUAL QUE LA IGLESIA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¿Amar a Jesús?
  • El acceso emocional a Él
  • Razón de amor

¿Amar a Jesús?

“A quien me ame, mi Padre lo amará”. Jesús nos dijo que tenemos asegurado el amor de Dios Padre si le amamos.  Pero ¿no es verdad que de Jesús nos distancia dos mil años? ¿Será posible amarlo? En su tiempo muchas personas lo amaron, lo acompañaron y siguieron. No pocas hasta dieron su vida por Jesús. Hoy Jesús nos pregunta también como a Pedro: “Me amas”? 

El acceso emocional a Él

Nuestra fe no es solo intelectual, es emocional. Creemos en Jesús cuando nos emociona, y no a través de meros conocimientos teológicos. Amarlo es emocionarse.

 “Jesús es digno de amor porque es más moderno y actual que la misma Iglesia” (dijo Johan Baptist Metz). Amar a Jesús es soñar, contemplar la historia con casi una loca esperanza en aquello que vendrá.

 Quien sigue a Jesús siente que el universo se sustenta en un acto de amor continuo e infinitamente paciente; que es el amor lo que le permite seguir existiendo; que el amor mueve el sol y todos los demás astros”, como decía Dante. El Dios Amor es el fundamento de nuestra existencia. Dios “está tan cerca de ti como las venas de tu cuello”, escribe el libro sagrado de “El Corán”. 

Razón de amor

El gran teólogo Karl Barth describía a Jesús como “nuestro contemporáneo”. El Espíritu Santo lo trae a nuestro tiempo y espacio. De Jesús no habría que decir: “tan fascinante que es imposible conocerlo del todo! Él es el Creador en medio de su Creación. Y sin embargo, sometido a todo. Él decía con frecuencia: ¡no temáis” y enseñaba el arte de la no-violencia: “si alguien te pide el manto, dale también la túnica”, “si alguien te hieres en la mejilla derecha, ponle también la izquierda” (Mt 5,39). Transmitía sus enseñanzas en los camino, en los prados -donde pacen las ovejas-, en un monte o una llanura, también en el templo. Con sus bienaventuranzas enseñaba el arte de la felicidad. Deseaba forma una comunidad donde la violencia termina.

A quien le preguntó: “entonces quien podrá salvarse? Él respondió: ¡Con Dios todo es posible! (Mt 19,25-26). Hizo gala de una desconcertante despreocupación por la sexualidad y dirigió su propia vida sexual como si la tuviera, fuera de página. Rechazó, eso sí, explícitamente el divorcio. Y sobre la corrupción, le preocupaban los “sepulcros blanqueados”. Para Jesús, amor es más fuerte que la muerte.

Conclusión

Dios Padre que es Amor, nos ama cuando Jesús nos entusiasma, cuando le seguimos, cuando le amamos y establecemos amistad con Él. Las enseñanzas de Jesús son vida. Quien ama a Jesús se convierte en Morada de Dios. Cuando Dios está con nosotros, nada hemos de temer.

José Cristo Rey García Paredes, CMF.

DOMINGO 5. TIEMPO DE PASCUA. CICLO C

¡LA COMUNIDAD QUE JESÚS SOÑÓ!

Dividiré esta homilía en tres partes

  • La Iglesia que Jesús soñó 
  • Iglesia en Misión
  • “Nueva Jerusalén”

La Iglesia que Jesús soñó 

Estamos en tiempo de Pascua, de Resurrección. Celebramos en estos días el Poder sin límites de Dios. ¡Todo es posible para Él! En el Espíritu, Dios Padre tiene la energía capaz de transformarlo todo. Jesús ha resucitado como primicia, pero tras Él resucitará también su Cuerpo, la Iglesia. La Iglesia podrá ser aquella nueva Jerusalén, casa del Amor y de la Misión que Jesús soñó cuando estaba físicamente entre nosotros.

Iglesia-Misión

La Iglesia que Jesús soñó es excéntrica: es decir, nació para salir (Iglesia en salida), para evangelizar a todas las Naciones y etnias, para bautizar en el nombre de la Trinidad Santa. La misión pertenece a la quintaesencia de nuestra comunidad cristiana. No es una actividad esporádica, temporal… es nuestro verdadero ser. Hemos sido bautizados para ser “sal de la tierra”, “luz del mundo”. Y no, vivir encerrados, en nuestras iglesias y comunidades.

Pablo y Bernabé, esos dos apóstoles –creativos, audaces, apasionados– expresaron de forma única el ser misionero de la Iglesia. La Iglesia de Antioquía se mostró desde el principio como una comunidad profética, con fuerte identidad misionera. Aquella Iglesia era ex-céntrica, centrífuga, en misión permanente. Todo se cocía en la oración, en el diálogo comunitario. La comunidad enviaba a sus mensajeros a anunciar el reino de Dios. No son ni Pablo, ni Bernabé quienes envían a la Iglesia, es la Iglesia la que envía a Pablo y Bernabé. 

Las actividades pastorales de nuestras comunidades nunca deberían prescindir de esta “mística”, de esta “conciencia” capaz de configurarlo todo de otra forma. Sin Misión no hay Iglesia, sino únicamente un grupo de empleados en tareas que nosotros mismos nos hemos asignado. Por eso, es urgente revivir en cada una de nuestras comunidades cristianas la experiencia de la Iglesia profética y misionera de Antioquía. ¡Ésa es la señal!

Iglesia-nueva Jerusalén

La vieja Jerusalén es conocida por su pasado violento y sus estructuras caducas, mientras que la nueva Jerusalén, que desciende del cielo, representa la novedad de Dios que transforma todo.

Esta nueva Jerusalén no se limita a ser una promesa futura; es un don que se manifiesta misteriosa y sacramentalmente a quienes Dios escoge como testigos. Estos testigos viven las realidades eclesiales con una conciencia transformada, dejando atrás estilos de poder, tradiciones muertas y valores caducos. Así, la nueva Jerusalén se revela como el Cuerpo resucitado de Cristo, invitándonos a preguntarnos: ¿a qué Iglesia sirvo, a la vieja o a la nueva Jerusalén?

Conclusión: la casa del Amor fraterno

El amor fraterno es la esencia y señal auténtica de la Iglesia de Jesús. Sin este amor, la comunidad pierde su unidad y sentido, convirtiéndose en algo distante del sueño que Jesús tuvo para su Iglesia. Él nos llama a amar como Él ha amado, superando divisiones y abriendo nuestros corazones hacia todos. Vivir el amor a los hermanos nos permite anticipar la nueva Jerusalén, colaborando con el Espíritu en la transformación del mundo. En el amor encontramos no solo la manifestación del Reino, sino también la vida misma que une y armoniza.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

EN LA TRAMA DEL TIEMPO, LA IGLESIA CAMINA…

[Estribillo]
En la trama del tiempo, la Iglesia camina,
con la fuerza de ayer y el sueño que anima. 
Jesús nos inspira, su Espíritu guía: 
¡Continuidad que renueva, esperanza encendida!

[Primera estrofa] 
Hoy resuena su voz en la era digital, 
la inteligencia de Cristo nos invita a pensar. 
No tememos la máquina, buscamos verdad, 
la fe se hace diálogo, justicia y dignidad. 
Como León XIV proclama y Francisco soñó, 
la misión es salida, la Iglesia en acción. 
En la nueva Jerusalén, el amor es motor, 
¡creativos, audaces, con el mismo fervor!.

[Estribillo]
En la trama del tiempo, la Iglesia camina,
con la fuerza de ayer y el sueño que anima. 
Jesús nos inspira, su Espíritu guía: 
¡Continuidad que renueva, esperanza encendida!

[Segunda estrofa]
En el mundo de redes, de guerra y rivalidad,
la paz de Jesús es semilla de eternidad. 
No es huida ni miedo, es fuego y misión, 
su shalom nos transforma, nos da compasión. 
Forjamos los puentes, vencemos la división, 
el Evangelio es levadura de reconciliación. 
Nación tras nación, la Iglesia será 
testigo de la paz que solo Él nos da.

[Estribillo]
En la trama del tiempo, la Iglesia camina,
con la fuerza de ayer y el sueño que anima. 
Jesús nos inspira, su Espíritu guía: 
¡Continuidad que renueva, esperanza encendida!

[Tercera estrofa] 
En la era de algoritmos y de inteligencia artificial, 
el sueño de Jesús es humano y universal. 
La Iglesia reflexiona, abraza el desafío, 
con ética y ternura, discernimos el camino. 
No somos solo historia, ni tradición sin razón, 
el Espíritu sopla, renueva el corazón. 
En la casa del amor, la misión es servir, 
¡con Jesús a la cabeza, todo puede surgir!

[Estribillo (final)]
En la trama del tiempo, la Iglesia camina,
con la fuerza de ayer y el sueño que anima. 
Jesús nos inspira, su Espíritu guía: 
¡Continuidad que renueva, esperanza encendida!

DOMINGO 4. TIEMPO DE PASCUA. CICLO C

EL BUEN PASTOR: LIDERAZGO BELLO Y TRANSFORMADOR

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El Buen Pastor: un liderazgo que crea belleza
  • La crisis de liderazgo y la nostalgia del Pastor
  • El liderazgo como sacramento del Buen Pastor

El Buen Pastor: Liderazgo que crea belleza

El adjetivo “bueno” aplicado al Pastor va mucho más allá de lo meramente moral; abraza también una dimensión estética y espiritual. Un buen líder -sea Papa, obispo, presbítero, padre o madre, gobernante- no solo es bueno porque actúa con rectitud, sino, sobre todo, por la belleza que irradia, inspira, une y transforma. Es como un director de orquesta que, con su arte, convierte notas dispersas en una sinfonía armoniosa: el Buen Pastor ordena el caos y genera comunión.

Su liderazgo es, además, profundamente litúrgico: cada gesto, cada palabra, está colmado de sentido y gracia, ritual sin caer en el ritualismo vacío. Así, la vida misma se convierte en una celebración que revela la presencia de Dios.

La crisis de liderazgo y la nostalgia del Pastor

Jesús, movido por la compasión ante el pueblo “como ovejas sin pastor”, multiplica los panes y los peces. Un pueblo, una comunidad sin pastor, o dirigida por un mal pastor queda sumido en la desgracia; el malestar reina por doquier. Donde quien dirige es una persona iracunda, envidiosa, narcisista… ¿qué se puede esperar?

El buen pastor, como Jesús, no solo satisface el hambre material, sino que ofrece el alimento para el Espíritu. Jesús confía a Pedro ese ministerio de buen pastor que Jesús mismo ha ejercido. Hoy o mañana la Iglesia católica recibirá a un “nuevo Pastor”, a un nuevo Pedro. Que nos recuerde siempre a Jesús, buen pastor, con su servicio alegre, humilde y bello.

El liderazgo como sacramento del Buen Pastor

El verdadero ejercicio pastoral solo se justifica si es sacramento —signo visible— de Jesús, el Buen y único Pastor. Esto implica:

  • Una voz que evoque la voz y las palabras de Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz” (Jn 10, 27
  • Una Presencia constante: Jesús estaba con su rebaño. Un pastor ausente, enredado en trámites pierde su esencia.
  • Belleza transformadora: Su liderazgo debe crear armonía, como la liturgia que une cielo y tierra.

El Apocalipsis (7, 9) pinta una humanidad reconciliada, pastoreada por el Cordero. Esta visión utópica es posible si los líderes renuncian a sus egos y se convierten en canales transparentes del único Pastor: Dios.

Conclusión

Hoy más que nunca, la Iglesia y el mundo necesitan pastores que, como Jesús, sepan crear belleza en medio de la vida cotidiana, inspirando esperanza, unidad y sentido. Que los líderes de cada una de las comunidades cristianas se asemejen siempre más al buen Pastor. Roguemos para que así sea. ¡Será un verdadero milagro que transformará la Iglesia!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Introducción
Estrofa 1.

1. Donde la tristeza anida en las sombras,
tu voz enciende sonrisa secreta.
Donde la acedia pesa como niebla,
tu paso genera brotes de esperanza.
Donde la muerte extiende su manto,
tus manos resucitan la vida,
y el mundo, estremecido,
se abre a la luz inesperada.

Estribillo

Bello Pastor, Jesús,
seduces con palabras que despiertan auroras,
gestos que abren sendas en la noche,
intuiciones que sorprenden el alma,
milagros que siembran asombro.
Quienes te siguen claman:
¡Marana Tha, ven Señor!

Estrofa 2

2. Donde el caos se desborda sin tregua,
tus manos ordenan la danza secreta.
Donde todo embrutece y se apaga,
tu mirada engendra belleza.
Eres el arte que irrumpe en la ceniza,
la armonía que brota del abismo,
el soplo que convierte el desierto en jardín.

Estribillo

Bello Pastor, Jesús,
seduces con palabras que despiertan auroras,
gestos que abren sendas en la noche,
intuiciones que sorprenden el alma,
milagros que siembran asombro.
Quienes te siguen claman:
¡Marana Tha, ven Señor!

Estrofa 3

3. Tú conectas la tierra y el cielo,
la herida y el misterio,
la noche y el alba,
la muerte y la vida.
En tu paso, los límites se disuelven,
los problemas se abren al asombro,
y el corazón humano se eleva
en la melodía de tu enigma.

Estribillo

Bello Pastor, Jesús,
seduces con palabras que despiertan auroras,
gestos que abren sendas en la noche,
intuiciones que sorprenden el alma,
milagros que siembran asombro.
Quienes te siguen claman:
¡Marana Tha, ven Señor!

DOMINGO 3. TIEMPO DE PASCUA. CICLO C

DE LA “DIMISIÓN” A LA “MISIÓN

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Dimisión y amanecer
  • El examen del amor
  • Obedecer es dejarse llevar por Dios

Dimisión y amanecer

Hoy el evangelio de Juan nos dice que los discípulos, liderados por Pedro, se encontraban en Galilea, y ya ocupados en lo de antes. Pedro les dijo: “Voy a pescar” y ellos respondieron: “¡también nosotros vamos contigo!” Quedaba atrás la experiencia de dejarlo todo por Jesús. Ahora vuelve a lo de antes, porque ya no está Jesús. La misión “os haré pescadores de hombres” se convierte ahora en “dimisión”: y vuelve a … los peces.

Trabajan y bregan toda la noche. Y el resultado es ¡nulo!  Su trabajo, su esfuerzo, es inútil. Su decepción… muy fuerte. Vuelven cansados y vacío a la orilla. Allí alguien los espera y les sugiere: ¡echad la red al otro lado!

Ellos obedecen. Cambian de perspectiva. Se vuelven servidores de la Palabra que acaban de escuchar. Comienzan a reconocer que el crucificado está allá, pero Resucitado. Estalla su descubrimiento cuando la red se llena de peces y ellos no son capaces ni siquiera de remolcarla. El “discípulo amado” lo ve enseguida. Es el más sensible ante la presencia y confiesa: “¡Es el Señor!” Pedro es el más reactivo e inmediato: enseguida se lanza al agua. Poco a poco todos tienen la certeza de que es el Señor. Nadie pregunta. 

El examen del amor

Jesús los reúne en torno a la comida. Y Jesús, otra vez, toma la iniciativa: se acerca a Pedro y le pregunta no por su fe, sino por su amor, no una sola vez, sino tres veces. ¿Me amas?  E incluso “¿Me amas más que todo esto?” Pedro le responde: “Señor, tú sabes que te quiero…”Y Jesús le restituye la confianza: “Apacienta mis ovejas… mis ovejitas”.

Jesús quiere no un Pedro-pescador, sino un Pedro buen pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas. 

Obedecer es “dejarse llevar por Dios”

Los discípulos abandonaron su iniciativa y se dejaron llevar. Perdieron el miedo. Renació la primera llamada. Confesaron su fe ante los tribunales. Pedro que calló su identidad ante una sierva del sumo Sacerdote, comienza a anunciar a Jesús aunque le cueste la muerte 

Conclusión

Reconozcamos la presencia del Resucitado en medio de nosotros: a través de la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística. No volvamos a la vida anterior a nuestra llamada. Recuperemos el amor y la misión. Amemos a Jesús aunque desaparezca. Pero cumplamos la misión, porque habrá una pesca abundante. 

¡Benditas experiencias de resurrección que nos hacen recuperar el optimismo de la vida y nos vuelven fuente de amor y de compasión!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 2. PASCUA. CICLO C

¿CREER EN LA RESURRECCIÓN?

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Creer en la victoria del bien sobre el mal.
  • La sombra” de Pedro
  • El vidente de Patmos   

Creer en la victoria del bien sobre el mal

La esperanza está precedida por la fe. Y la fe es visión en medio de la oscuridad. Nadie es capaz de ver lo que hay más allá. Por eso, no es extraño que muchos -y cada vez más- piensen que después de este viaje de la vida, ya no hay nada más. Todo acaba en la tumba.

Nuestra fe cristiana, llevada por su obstinada confianza siempre lo afirmación: “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna”. Y nuestro argumento es: Jesús fue resucitado por Dios Padre y el Espíritu y también nosotros -que estamos en comunión con su Cuerpo- resucitaremos.

La sombra de Pedro

La primera lectura nos dice que “por mano de los apóstoles se obraban muchos milagros y prodigios entre el pueblo”. Nos dice también “que sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en lechos y camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra alcanzase a alguno de ellos”. No por su autoridad, no por su cargo. Pedro estaba lleno de Jesús, que a través de él se desbordaba y actuaba… incluso su “buena sombra”. Por eso, le acercaban enfermos, porque su mera cercanía los curaba.

Y no solo Pedro. Aquella comunidad de discípulos de Jesús realizaba prodigios. La vida renacía. Más que palabras, comunicaban la fe con signos y prodigios.

En nuestro amor apasionado a Jesús pueden hoy acontecer las apariciones pascuales y los milagros de la Pascua. Hasta la sombra puede transmitir espíritu y vida.

El vidente de Patmos

En la segunda lectura, el vidente del Apocalipsis es agraciado con una sinfonía de símbolos: todo sucede en domingo, el día del Señor: el cielo se abre, desaparece la oscuridad -símbolo de una noche sin sentido. El vidente ve los cielos abiertos y queda en éxtasis ante una figura humana, que es Jesús, el Hijo de Dios Padre. Es sumamente bello. Es aquel que había sido crucificado, pero ahora se manifiesta con toda la belleza de la resurrección.

Conclusión

Nosotros, como algunos de los primeros testigos de la Resurrección, dudamos que exista resurrección. Para llegar a la certeza de ello necesitamos purificación en el corazón. Las mujeres del alba, que madrugaron para ungir el cuerpo de Jesús, recibieron ya en aquel amanecer la visitación de Jesús Resucitado. A los varones, como Tomás, les costó una semana llegar a reconocerlo como el Resucitado.

A nosotros Jesús se nos anuncia su bienaventuranza: Bienaventurados los que sin ver, creyeron. Si Jesús resucitó, también nosotros resucitaremos.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 1. PASCUA. CICLO C

¡LA RESURRECCIÓN LO HA CAMBIADO TODO “según las Escrituras”

Domingo de Resurrección

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La perplejidad ante la cruz y el sepulcro abierto.
  • La respuesta de Pedro: ¡según las Escrituras
  • Un acontecimiento colectivo

La perplejidad ante la cruz y el sepulcro abierto

Los primeros discípulos no entendían cómo había terminado Jesús en una cruz ni por qué se había dado esa alianza entre autoridades religiosas y políticas. ¿Quién era realmente Jesús? ¿Había actuado contra la Ley y los Profetas? Todo parecía un misterio. Sin embargo, el sepulcro vacío comenzó a revelar el sentido oculto: Dios mismo había actuado poderosamente a favor del condenado.

El evangelio de Juan narra cómo María Magdalena, Pedro y el discípulo amado enfrentaron este desconcierto. Al principio, pensaron en un robo o profanación. Pero fue el discípulo amado quien, al ver las vendas y el paño doblado, comenzó a creer y entender las Escrituras: la muerte de Jesús tenía un sentido profundo a la luz del Antiguo Testamento.

La respuesta de Pedro: según las Escrituras

El discurso de Pedro al centurión Cornelio ofrece tres claves fundamentales:

  • La misión de Jesús: Ungido por el Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos. Dios estaba con Él.
  • La resurrección: Aunque fue condenado y ejecutado, Dios lo resucitó al tercer día y permitió que se manifestara a testigos elegidos, compartiendo mesa con ellos después de su resurrección.
  • El mandato: Jesús ordenó predicar y dar testimonio de su destino final como juez de vivos y muertos, ofreciendo el perdón de los pecados a quienes creen en Él.

Pedro conecta este testimonio con las Escrituras: los profetas ya hablaban de Jesús, y su vida cobra pleno sentido desde esta perspectiva.

Un acontecimiento colectivo

La resurrección no es un hecho aislado; es el inicio de una realidad colectiva: la resurrección de los muertos. Por eso, la Carta a los Colosenses afirma que hemos resucitado con Cristo y nos invita a vivir como resucitados, orientados hacia las cosas del Reino de Dios.

Cuando los acontecimientos parecen incomprensibles, necesitamos iluminarlos con la Palabra de Dios. Los profetas, los salmos y el Nuevo Testamento son instrumentos esenciales para descubrir el sentido profundo de nuestra historia. ¡En la luz de las Escrituras encontramos la clave para vivir con esperanza!

Conclusión

Y concluyo preguntándome: ¿qué significa para mí que Jesús haya resucitado? ¿Me ilumina cuando en la vida debo afrontar dificultades? ¿Vivo como alguien que sabe que al final “todo acabará bien y que Dios proveerá?

“¡No temamos! Vivamos con la certeza de que Cristo ha vencido la muerte y nos llama a caminar en su luz. ¡La resurrección es nuestro bello destino -aunque nos resulte inimaginable!”

José Cristo Rey García Paredes, CMF

ASCENSIÓN DEL SEÑOR. CICLO B

ASCENSIÓN DEL SEÑOR: MISTERIOSA AUSENCIA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El hecho: subió al cielo… no quedó en la tierra
  • La ausencia: lo echamos de menos.
  • El deseo: Marana Tha

El hecho: Subió al cielo… no quedó en la tierra

Cuando celebramos la “Ascensión de Jesús en cuerpo y alma al cielo”, ¿somos conscientes de la distancia que nos separa de Él? ¡Jesús es el gran ausente! Ha dejado vacío su puesto… Nos ha dejado “huérfanos

Seamos conscientes de esa ausencia y no nos contentemos, sin más, con las re-presentaciones: nadie es capaz de cubrir su ausencia… ¡Jesús subió al cielo!

Deberíamos “echar de menos” a Jesús muchas más veces. Lo echó de menos Marta, la hermana de Lázaro, cuando le dijo a Jesús: “Si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto”.

Nos hemos habituado demasiado en la Iglesia a la ausencia de Jesús y no lo echamos de menos: ¡Jesús está en el cielo! Algunos grandes creyentes como san Agustín o el gran reformador protestante Calvino resaltaron mucho la ausencia de Jesús: son “otras voces” las que nos transmiten sus palabras; son los “símbolos de pan y vino, agua, u óleo, o gestos de algunas personas” los que nos transmiten su presencia. El Cuerpo de Jesús -decimos ahora- que es la Iglesia… pero su Cuerpo está en el cielo.

La ausencia: ¡lo echamos de menos!

Fray Luis de León, poeta y místico de nuestro siglo de Oro hizo del tema de la ausencia de Jesús un tema central. “Y nos dejas, Pastor santo, / en este valle de lágrimas lleno/ sin luz, sin paz, sin ti, sin esperanza/ de tristeza, de soledad, de miedo!”. Resaltaba en sus poemas la ausencia física de Jesús y la necesidad de buscarlo en la intimidad de su corazón y en la dimensión espiritual de nuestro ser.

Un poema de tiempos de santa Teresa de Jesús y de autor anónimo, ante el cual Teresa quedó extasiada decía: “No quiero contento, mi Jesús ausente,/ que todo es tormento a quien esto siente/ solo me sustente su amor y deseo, / veante mis ojos, muérame yo luego. Y luego concluye: ¿Quién te habrá ocultado bajo pan y vino? ¿Quién te ha disfrazado, oh, Dueño divino? ¡Ay que amor tan fino se encierra en mi pecho! Veante mis ojos, muérame yo luego”

No es fácil entender el “conviene que yo me vaya”, cuando Jesús nos dijo también: “¡sin mí no podéis hacer nada! Jesús, en este día, quiere provocar nuestra fe y nos pide dar un salto en el vacío. Desea ser creído, y no simplemente aceptado por las evidencias. Desea ser deseado y no simplemente aceptado como un hecho evidente.

¡Cuánta impresión producen los hombres y mujeres buscan a Jesús, que buscan a Dios! Quienes perciben ya en la tierra su presencia, su aroma (el buen olor), quienes lo descubren en sus símbolos sacramentales. Ya desde la antigüedad la vocación de monje o monja se verificaba a través de una pregunta del abad o la abadesa al candidato: “¿a qué vienes? La respuesta no podía ser otra que ésta: “¡a buscar a Dios!”, a “buscar a Jesús”. 

¡Marana Tha!

Ante la experiencia de la ausencia de Jesús solo nos queda repetir una y otra vez lo que proclamamos después de la consagración eucarística: “¡Ven, Señor Jesús!”.

Estamos en una barca que se hunde… y le gritamos: “¿No te importa que perezcamos? ¡Ven Señor!

¿Por qué te has ido?.. Y a pesar de su ausencia, ¡creemos en su presencia! ¿No es ésta la verdadera fe? Los días antes de Pentecostés nos pueden reunir en oración para buscar, para suplicar un poco más de presencia, para esperar una salvación más efectiva.

José Cristo Rey García Paredes, CMF