DOMINGO 2. PASCUA. CICLO C

¿CREER EN LA RESURRECCIÓN?

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Creer en la victoria del bien sobre el mal.
  • La sombra” de Pedro
  • El vidente de Patmos   

Creer en la victoria del bien sobre el mal

La esperanza está precedida por la fe. Y la fe es visión en medio de la oscuridad. Nadie es capaz de ver lo que hay más allá. Por eso, no es extraño que muchos -y cada vez más- piensen que después de este viaje de la vida, ya no hay nada más. Todo acaba en la tumba.

Nuestra fe cristiana, llevada por su obstinada confianza siempre lo afirmación: “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna”. Y nuestro argumento es: Jesús fue resucitado por Dios Padre y el Espíritu y también nosotros -que estamos en comunión con su Cuerpo- resucitaremos.

La sombra de Pedro

La primera lectura nos dice que “por mano de los apóstoles se obraban muchos milagros y prodigios entre el pueblo”. Nos dice también “que sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en lechos y camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra alcanzase a alguno de ellos”. No por su autoridad, no por su cargo. Pedro estaba lleno de Jesús, que a través de él se desbordaba y actuaba… incluso su “buena sombra”. Por eso, le acercaban enfermos, porque su mera cercanía los curaba.

Y no solo Pedro. Aquella comunidad de discípulos de Jesús realizaba prodigios. La vida renacía. Más que palabras, comunicaban la fe con signos y prodigios.

En nuestro amor apasionado a Jesús pueden hoy acontecer las apariciones pascuales y los milagros de la Pascua. Hasta la sombra puede transmitir espíritu y vida.

El vidente de Patmos

En la segunda lectura, el vidente del Apocalipsis es agraciado con una sinfonía de símbolos: todo sucede en domingo, el día del Señor: el cielo se abre, desaparece la oscuridad -símbolo de una noche sin sentido. El vidente ve los cielos abiertos y queda en éxtasis ante una figura humana, que es Jesús, el Hijo de Dios Padre. Es sumamente bello. Es aquel que había sido crucificado, pero ahora se manifiesta con toda la belleza de la resurrección.

Conclusión

Nosotros, como algunos de los primeros testigos de la Resurrección, dudamos que exista resurrección. Para llegar a la certeza de ello necesitamos purificación en el corazón. Las mujeres del alba, que madrugaron para ungir el cuerpo de Jesús, recibieron ya en aquel amanecer la visitación de Jesús Resucitado. A los varones, como Tomás, les costó una semana llegar a reconocerlo como el Resucitado.

A nosotros Jesús se nos anuncia su bienaventuranza: Bienaventurados los que sin ver, creyeron. Si Jesús resucitó, también nosotros resucitaremos.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 1. PASCUA. CICLO C

¡LA RESURRECCIÓN LO HA CAMBIADO TODO “según las Escrituras”

Domingo de Resurrección

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La perplejidad ante la cruz y el sepulcro abierto.
  • La respuesta de Pedro: ¡según las Escrituras
  • Un acontecimiento colectivo

La perplejidad ante la cruz y el sepulcro abierto

Los primeros discípulos no entendían cómo había terminado Jesús en una cruz ni por qué se había dado esa alianza entre autoridades religiosas y políticas. ¿Quién era realmente Jesús? ¿Había actuado contra la Ley y los Profetas? Todo parecía un misterio. Sin embargo, el sepulcro vacío comenzó a revelar el sentido oculto: Dios mismo había actuado poderosamente a favor del condenado.

El evangelio de Juan narra cómo María Magdalena, Pedro y el discípulo amado enfrentaron este desconcierto. Al principio, pensaron en un robo o profanación. Pero fue el discípulo amado quien, al ver las vendas y el paño doblado, comenzó a creer y entender las Escrituras: la muerte de Jesús tenía un sentido profundo a la luz del Antiguo Testamento.

La respuesta de Pedro: según las Escrituras

El discurso de Pedro al centurión Cornelio ofrece tres claves fundamentales:

  • La misión de Jesús: Ungido por el Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos. Dios estaba con Él.
  • La resurrección: Aunque fue condenado y ejecutado, Dios lo resucitó al tercer día y permitió que se manifestara a testigos elegidos, compartiendo mesa con ellos después de su resurrección.
  • El mandato: Jesús ordenó predicar y dar testimonio de su destino final como juez de vivos y muertos, ofreciendo el perdón de los pecados a quienes creen en Él.

Pedro conecta este testimonio con las Escrituras: los profetas ya hablaban de Jesús, y su vida cobra pleno sentido desde esta perspectiva.

Un acontecimiento colectivo

La resurrección no es un hecho aislado; es el inicio de una realidad colectiva: la resurrección de los muertos. Por eso, la Carta a los Colosenses afirma que hemos resucitado con Cristo y nos invita a vivir como resucitados, orientados hacia las cosas del Reino de Dios.

Cuando los acontecimientos parecen incomprensibles, necesitamos iluminarlos con la Palabra de Dios. Los profetas, los salmos y el Nuevo Testamento son instrumentos esenciales para descubrir el sentido profundo de nuestra historia. ¡En la luz de las Escrituras encontramos la clave para vivir con esperanza!

Conclusión

Y concluyo preguntándome: ¿qué significa para mí que Jesús haya resucitado? ¿Me ilumina cuando en la vida debo afrontar dificultades? ¿Vivo como alguien que sabe que al final “todo acabará bien y que Dios proveerá?

“¡No temamos! Vivamos con la certeza de que Cristo ha vencido la muerte y nos llama a caminar en su luz. ¡La resurrección es nuestro bello destino -aunque nos resulte inimaginable!”

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 2. TIEMPO DE CUARESMA. CICLO C

CIUDADANOS… ¿DE DÓNDE? 

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Nuestro pacto con Dios
  • ¿Cuál es nuestra ciudadanía?
  • La ciudadanía del Jesús transfigurado.

Nuestro pacto con Dios

Dios estableció un pacto con Abraham. Judíos, musulmanes y cristianos reconocemos a Abraham como nuestro padre en la Fe y, por  lo tanto, unos a otros como “hermanos”. Todos los hijos de Abraham estamos ligados por el mismo Pacto. ¿Confiamos en que Dios sigue siendo fiel al pacto y cumplirá su promesa también “hoy”, con nosotros?

¿Cuál es nuestra ciudadanía?

Decía Schelling el filósofo idealista que “todo el cosmos extenso en el espacio no es otra cosa que la expansión del corazón de Dios”. Se dice que en algunas partes del cuerpo está representado todo el cuerpo: ¡la reflexoterapia! También se dice que en el cuerpo humano está representado todo el cosmos: “en los ojos se encuentra el fuego; en la lengua, que forma el habla, el aire; en las manos que tienen en propiedad el tacto, la tierra; y el agua en las partes genitales” (Bernardo de Claraval).

En su tratado “Del Alma” Aristóteles sólo habla del cuerpo. ¿No parece extraño en el filósofo de la lógica? ¡Ésa es precisamente su gran intuición! El cuerpo es “lo abierto”, lo “no-cerrado” en sí mismo; el cuerpo no es prisión, sino camino de éxodo, extensión que parece ser casi infinita… ¡alma! también. El alma es el cuerpo en su misteriosa apertura. El cuerpo es el alma en su concreto inicio de expansión.

San Pablo nos recuerda que ¡somos ciudadanos del cielo! Aquí en la tierra todavía somos nómadas, peregrinos. En este año jubilar nos definimos como ”peregrinos de la esperanza”, porque aquí no tenemos ciudadanía permanente.Isabel Guerra (monja cisterciense)

La ciudadanía del Jesús transfigurado

El Cuerpo de Jesús entró en el silencio, en la oración contemplativa. Transfigurado, mostró su apertura al infinito. Antes de que en Jerusalén, en la última Cena, Jesús dijera “Hoc est enim Corpus meum”, los discípulos contemplaron la Gloria de su Cuerpo. Ellos quedaron estupefactos. No entendían. No sabían lo que decían. Pero allí contemplaron el Cuerpo resucitado. No se trataba únicamente de la individualidad de Jesús. Su cuerpo “abierto” sería más tarde el Cuerpo “eclesial”, el Cuerpo “eucarístico”; la resurrección individual de su Cuerpo formaría parte de la Resurrección de los Cuerpos.

El relato de la Transfiguración de Jesús en el Tabor nos ha anticipado la imagen de la ciudadanía del cielo: Dios Padre, Jesús revestido de blancura divina y Belleza, el Espíritu nube luminosa, Moisés y Elías como representantes del nuevo Pueblo de Dios. Y tras esa experiencia, Pedro exclamó: ¡Maestro, qué bueno es que estemos aquí! Y quiso iniciar así la nueva ciudadanía. Pero llegó la nube y todo concluyó: Jesús sólo. Ellos guardaron silencio.

Conclusión

No celebramos en este segundo domingo de Cuaresma la mortificación, la maceración del cuerpo, sino su transfiguración. Es también la fiesta del Corpus Christi, pero esta vez del Corpus transfigurado, glorificado.

Formar parte de la Iglesia es formar parte del Cuerpo de Cristo. Somos sus miembros. ¡Que seamos sus miembros transfigurados!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 8º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

CONSEJOS DE LA SABIDURÍA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El mucho hablar, ¿qué desvela?
  • ¡Corrupción!
  • Dichos de Sabiduría

El mucho hablar ¿qué desvela?

La primera lectura del libro del Eclesiástico nos advierte que no nos dejemos impresionar por las personas que encontramos: ¡no las elogiemos antes de que hablen! Y para conocerlas adecuadamente se nos proponen tres símbolos: la criba, el horno y el fruto.

La criba: cuando una persona habla, se descubren sus defectos, porque “en el mucho hablar, nunca faltará pecado”.

El horno: porque, así como el fuego prueba la solidez de las vasijas, así también se reconoce a cada persona por su conversación. ¡Cuidado con nuestras conversaciones… porque en el mucho hablar no faltará pecado!

 Y el fruto: “por sus frutos los conoceréis”, nos dijo Jesús.

“Discernir” es propio de sabios. Someter todo lo que nos acontece a prueba es inteligente. La masa se deja guiar por las impresiones primeras. La mujer sabia, el hombre sabio nunca se precipita: examina, prueba, espera… contempla.

¡Corrupción!

En la segunda lectura aparece la palabra “corrupción”. Escuchamos a nuestros políticos denunciar muy frecuentemente la “corrupción” de los demás. Hay corrupción allá donde se descubre en el cuerpo social algo que se degrada, es mal oliente, antiestético, pernicioso. Procesos de corrupción se dan a muchos niveles: en la naturaleza, en nuestro cuerpo, en los grupos y comunidades, en la sociedad en cuanto tal. Quizá haya que decir que todo lo mortal llegará en un momento u otro a la descomposición, a la corrupción.

Nuestra reacción inteligente ante lo corrupto suele ser amputarlo, aislarlo, expulsarlo. Y está bien, porque al menos no contamina ni se extiende. Lo peor es cuando la corrupción se extiende, crece y se apodera de todo.  San Pablo nos abre una ventana a la esperanza: “cuando esto corruptible se vista de incorrupción”… Llegará un momento en que la vida triunfe sobre la muerte, la incorrupción sobre la corruptibilidad. Jesús fue el primero que venció la corrupción y a los corruptos. En la comunidad de Jesús hemos de ser intransigentes con la corrupción.

¡Dichos de Sabiduría!

“El evangelio de san Lucas muestra a Jesús como un sabio consejero. Advierte sobre los ‘guías ciegos’, líderes que atraen seguidores pero no pueden ver ni guiar correctamente. Estos guías y sus seguidores rara vez reconocen su ceguera. Jesús también cuestiona la arrogancia de quienes pretenden superar al maestro, sugiriendo que algunos podrían incluso traicionarlo por ambición.

La metáfora de la mota y la viga subraya la importancia de la autocrítica: es fácil ver los defectos ajenos mientras se ignoran los propios, especialmente entre quienes se creen superiores o infalibles. Jesús pide humildad y autoconciencia.

Finalmente, Jesús enseña que los frutos revelan la verdadera naturaleza de las acciones y las personas. Debemos ser pacientes y no juzgar prematuramente, ya que a veces condenamos a quienes luego dan buenos frutos y alabamos a quienes resultan dañinos.”

Conclusión

Necesitamos “consejos” para caminar sabiamente en la vida. ¡Cuántas gracias debemos dar a Dios Padre por habernos concedido a Jesús y al Espíritu Santo como “nuestros Consejeros”.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 7. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

LA MAGIA SECRETA DEL PERDÓN

Hay en los textos bíblicos de hoy un hilo conductor: desde el relato de 1 Samuel hasta las enseñanzas de san Lucas, pasando por la compasión del Salmo 102 y la llamada a la transformación en 1 Corintios, se nos explica la magia del perdón, que nos transforma.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • David pudo matarlo… pero Dios lo sedujo.
  •  De la vieja forma a la trans-formación.
  • ¿Es posible amar a los enemigos?

David pudo matarlo… pero Dios lo sedujo

La historia de David y Saúl en 1 Samuel nos muestra el poder del perdón y la misericordia. David tuvo la oportunidad de matar a Saúl, su perseguidor, pero eligió perdonarlo. Este acto de misericordia no solo evitó un derramamiento de sangre, sino que también subrayó la confianza ciega en la justicia de Dios. Practiquemos el perdón, liberémonos de rencores. Confiemos en la justicia de Dios. Ella prevalecerá.

Y así lo canta el Salmo 102. Podría definirse como “bálsamo para la persona afligida. En primer lugar, nos recuerda que el Señor es compasivo y misericordioso. Y si estamos ciertos de ello, también nosotros querremos ser compasivos y misericordiosos. Surgirá en nosotros la empatía, la bondad. Crearemos un entorno protector. Nos quitaremos un peso de encima.

De la vieja forma a la trans-formación

Pensamos, a veces, que el más fuerte es aquel que puede vengarse y hacer pagar al enemigo todo lo que merece.

Sin embargo, san Pablo nos invita en 1 Corintios 5 a adoptar una nueva forma de ser, renunciar a la vieja forma de ser, que hemos heredado de una historia de maldad.

La nueva forma de ser es la vida en el Espíritu, que nos identifica con el Nuevo Adán, que fue y es Jesús. Él murió perdonando. El viejo Adán nos deforma. El nuevo Adán nos transforma. Donde hay perdón, allí hay belleza, emerge el nuevo Ser.

 ¿Es posible amar a los enemigos?

Los enemigos son siempre enemigos: así lo entendemos en nuestra sociedad. Hay cristianos que “odian” a sus enemigos y los tienen siempre presentes. La estupidez del odio consiste en no olvidar nunca al enemigo para poder denigrarlo, hablar mal de él, estar constantemente expulsándolo de nuestra vida y nunca hacerlo de forma definitiva.

Jesús nos plantea en el Evangelio lo que parece imposible: ¡Amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y orar por quienes nos calumnian! ¡Vaya programa tan alternativo! Pero en eso consiste el amor cristiano: hasta en buscar el bien de aquellos que nos hacen daño. Ser desinteresado y generoso es el poder que se nos concede para transformar las relaciones y a su vez, colaborar, en la transformación del mundo.

Conclusión

Quien perdona

  • Alivia el peso de su resentimiento: se libera de las cargas emocionales que nos impiden avanzar.
  • Encuentra paz y esperanza porque confía en la compasión de Dios y Dios nos fortalece.
  • Fomentar relaciones saludables y amorosas. Amar sin condiciones, enriquece nuestras relaciones y construye comunidades y familias fuertes.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 6. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

¿EN QUIÉN PONEMOS NUESTRA CONFIANZA?

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La confianza y sus peligros
  • La esperanza en la resurrección
  • Las bienaventuranzas de Jesús

La confianza y sus peligros

La fascinación por el poder político, económico, cultural o incluso religioso puede llevar a un cierto “ateísmo práctico” que nos aleja de poner nuestra confianza en Dios

Depositar todo nuestro amor y esperanza en otra persona (amigo, familiar, pareja) puede llevarnos a la mayor desilusión, al mayor sufrimiento

El profeta Jeremías, en la primera lectura, nos advierte contra la confianza en las fuerzas humanas desligadas de Dios: esto conduce a la aridez y al vacío existencial. Y así comienza su texto: “Maldito quien confía en el hombre”.

La verdadera confianza, según las lecturas, debe estar puesta en Dios, quien es la fuente de fuerza, verdad y amor. “Bendito quien confía en el Señor y pone en Él toda su confianza”. Hay tantas personas que vienen al templo para orar, suplicar… para depositar en Dios, en Jesús, en María toda su confianza.

La esperanza en la resurrección

En la segunda lectura nos habla san Pablo de una confianza tal, que supera los límites de nuestra vida. Se trata de la confianza de ser resucitados por Jesús y reconocer que nuestra vida no se acaba, ¡se transforma! La idea del “mundo de la Resurrección” puede ser difícil de concebir, pero se basa en la fe en un amor eterno e inquebrantable que vence a la muerte.

Las bienaventuranzas de Jesús

El evangelista san Lucas nos presenta -en el Evangelio- una versión reducida de las bienaventuranzas de Jesús: Bienaventurados los pobres, los hambrientos, los afligidos y los perseguidos. A todos ellos Jesús les asegura que el sufrimiento que padecerán no es definitivo.

Las palabras de Jesús son transformadoras, llamando a la esperanza activa en el Reino de Dios presente y futuro.

Por el contrario, se lamenta por los ricos y saciados, cuyo bienestar temporal los aleja de la verdadera confianza en Dios.

Conclusión

La liturgia de este domingo nos exhorta a vivir una fe confiada y alegre, centrada en Dios y su Reino. La confianza excesiva en el poder o en el dinero nos llevará al fracaso y a la decepción. La fe en nuestro Dios, en cambio, nos asegura la vida y el destino… porque “el Señor protege el camino de los justos… pero el camino de los impíos acaba mal”.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 5º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

HACIA UN CRISTIANISMO VOCACIONAL

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El encuentro transformador con el Misterio 
  • La necesidad de un cristianismo vocacional
  • La obediencia nos lleva a nuestra auténtica identidad

El encuentro transformador con el Misterio

La vocación auténtica es mucho más que una simple inclinación personal. Es un encuentro profundo y transformador con el Misterio divino. Lo hemos escuchado en la primera lectura del profeta Isaías.

Cuando Dios nos llama, nuestros ojos se abren, nuestros pasos encuentran dirección y nos sentimos envueltos en Su santidad. Este encuentro produce un “pasmo” – una mezcla de asombro, indignidad y alegría inmensa. Así le ocurrió al profeta que respondió a Dios con estas palabras: “Aquí estoy, envíame”

La necesidad de un cristianismo vocacional

En nuestro mundo actual, necesitamos más que nunca un “cristianismo vocacional”. Ser cristiano por vocación implica vivir desde la gratitud permanente, reconociendo nuestra indignidad y el inmenso privilegio de ser llamados por Dios. Este tipo de cristianismo nos aleja de la arrogancia y nos acerca a la humildad y al servicio.

La vocación profética, como la de Isaías o Pablo, demuestra cómo Dios interviene directamente en la historia humana. Estos llamados nos revelan la grandeza y el dramatismo de la vocación, donde Dios transforma a personas imperfectas en sus instrumentos.

Fijáos como en la segunda lectura de la primera carta a los Corintios san Pablo se atreve a decir:  “Yo soy el menor de los apóstoles; no soy digno de ser llamado apóstol… e incluso se compara con un aborto. Su vocación consistió en un encuentro con Jesucristo resucitado

También a nosotros Jesús se nos manifiesta en la normalidad de la vida diaria o en momentos extraordinarios. Este encuentro no es casualidad, sino parte del plan divino.

La obediencia nos lleva a nuestra auténtica identidad

En el evangelio se nos narra la historia de la pesca milagrosa. En ella se demuestra la importancia de obedecer a la Palabra de Dios que nos llama e interpela. Gracias a su obediencia, Pedro contempló el milagro y se convirtió en “pescador de hombres”. Así le dijo a Jesús: “Maestro, hemos estado toda la noche bregando y no hemos recogido nada… Pero, por tu palabra echaré las redes. La obediencia a la palabra que nos llama nos llevará a nuestra verdadera identidad.

Conclusión

Estemos atentos a las llamadas de Dios en nuestras vidas. No solo una vez… muchas veces resonará su voz. No temamos sentirnos indignos. Es precisamente en nuestra debilidad donde Dios manifiesta su fuerza. Recordemos las palabras de María: “Haced lo que Él os diga”. En la obediencia a Jesús y en la docilidad al Espíritu Santo encontraremos la belleza y la energía de nuestra vocación.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 4º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

LA VISITA DEL MESÍAS: SACERDOTES Y LAICOS

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • El Mesías visita el Templo: sueño profético
  • Vino al Templo… y los suyos no lo recibieron.
  • Aquel Niño era el Sumo Sacerdote.
  • Y nosotros… ¿con quién nos identificamos?

El Mesías visita el templo: sueño profético 

Al profeta Malaquías le fue concedida la visión: aquel día entrará el Señor, el Mesías, en su templo. Y lo hará como mensajero de la alianza. Esta entrada del Señor traerá consigo purificación y juicio, simbolizados por el fuego del fundidor que refina metales preciosos. Esto quiere decir que analizará y examinará la fidelidad del pueblo a la Alianza que Dios estableció con el pueblo de Israel en el Sinaí. En el tema de nuestra Alianza con Dios no podemos andar con medias tintas: o eres fiel o eres infiel.

El profeta Malaquías tuvo la visión de que el Señor, el Mesías, entraría en su templo como mensajero de la alianza, trayendo purificación y juicio. Esta entrada simboliza la refinación y el examen de la fidelidad del pueblo a la Alianza de Dios con Israel. En nuestra Alianza con Dios, no podemos ser mediocres: o somos fieles o infieles.

El salmo 23 nos ratifica que quien entra en el templo es el “Rey de la gloria”, el Señor fuerte y poderoso.

Vino al Templo… y los suyos no lo recibieron

Los sumos sacerdotes del templo le habían transmitido a lo magos dónde el Mesías tenía que nacer: ¡en Belén de Juda!, pues así estaba escrito. También estaba escrito qué ocurriría al entrar el Mesías en el templo -como hemos visto en la lectura del profeta Malaquías. En esta ocasión los sacerdotes no advirtieron nada, no acogieron como se merecía al Mesías-Niño. Los trataron como a una familia de pobres, que ofrecieron lo mínimo establecido.

Hubo, sin embargo, dos personas que, movidas por el Espíritu intuyeron y reconocieron el misterio que aquella pareja María y José, y aquel Niño encerraban: el laico Simeón y Ana, la anciana servidora del Templo. Simeón reconoció quién era Jesús y quién era su madre y profetizó el destino del niño y lo que le sucedería a la madre. Ana -absorta- alabó a Dios.

Aquel Niño… era el Sumo Sacerdote

La segunda lectura nos permite penetrar más en el misterio. Está tomada de la carta a los Hebreos. Nos presenta a Jesús, no ya entrando en el Templo, sino entrando en este mundo para cumplir la voluntad de Dios Padre. Más todavía: nos presenta a Jesús como el auténtico Sumo Sacerdote, misericordioso y semejante en todo a nosotros -ya desde su entrada en nuestro mundo- como el auténtico Sumo Sacerdote, misericordioso, que entiende nuestras debilidades y nos acompaña en nuestras luchas.

Y esta es la identidad de aquel que llegó al templo y no fue acogido por los sacerdotes: “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.

Conclusión: Y ¿nosotros? ¿Con quién nos identificamos?

Hoy en día, se puede estar en el Templo donde Jesús es central y permanecer distraído o ausente, sin recibirlo. Sin embargo, también hay quienes, como Simeón y Ana, lo reciben plenamente y comprenden quién es el centro del Templo y de la Iglesia. Jesús, en su papel de Sumo Sacerdote misericordioso, comprende nuestras debilidades y nos acompaña en nuestras luchas.

José Cristo Rey García ParEdes, CMF

DOMINGO 3º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

EL LIBRO Y EL CUERPO

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Esdras, el lector del Libro
  • Jesús, lector e intérprete de Isaías
  • ¿Y nosotros? El cuerpo extendido de Cristo

Esdras, el lector del Libro

Nehemías era un judío desterrado. Tenía un cargo de responsabilidad: copero del rey; vigilaba para que el rey no pudiera ser envenenado. El rey le permitió volver a su Tierra y le concedió todo lo necesario para reconstruir las murallas de Jerusalén.

Esdras, el escriba, leyó ante todo el pueblo el libro de la Ley. Quienes habían pasado 70 años en el destierro apenas conocían la lengua del hebreo antiguo. Esdras leía la ley, la comentaba y traducía al dialecto caldeo… Y no solamente el idioma, el pueblo no conocía ya los ritos y ceremonias de su religión; fue necesario restaurar la fiesta de los tabernáculos. “Esdras bendijo al Señor, Dios grandes y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: “Amén, Amén”. Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra”. “Todo el pueblo lloraba al escuchar la Palabra de la ley.

El salmo 18 lo canta así: “La ley del Señor es perfecta… es descanso del alma”.

Jesús lector e intérprete de Isaías

Jesús dijo que ese texto hablaba de él. Si el pueblo reaccionó muy bien ante Esdras, sin embargo, ante Jesús no fue así: lo expulsaron y hasta quisieron despeñarlo. El pueblo se portó muy bien con Esdras. Los conciudadanos de Nazaret… muy mal con Jesús.

El evangelio nos presenta una escena parecida, pero mucho más sublime. Ocurre en Nazaret. Jesús era ya famoso: enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. En Nazaret, ante su pueblo Jesús leyó e interpretó el rollo del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido, me ha enviado a evangelizar a los pobres….”.

¿Y nosotros? ¡El cuerpo extendido de Cristo!

La segunda lectura tomada de 1 Corintios, capítulo 12, nos dice que Jesús no es para nosotros un extraño. Nosotros, los bautizados, somos parte del Cuerpo de Jesús. Jesús desea extender su cuerpo y hacer de cada uno de nosotros uno de sus miembros. ¡Somos el Cuerpo de Cristo! La comunidad cristiana es un Jesús extendido en el espacio y en el tiempo. ¿Somos conscientes de este tesoro que llevamos en vasijas de barro? Comulgamos para que a través de nosotros fluya la sangre de Jesús, para que nos sintamos miembros vivos de su cuerpo. Por eso exclamamos con el salmo 18: “Señor, roca mía, Redentor mío”.

Conclusión

Santa Teresa del Niño Jesús se preguntaba: ¿qué parte del cuerpo de Cristo soy yo? Ella se identificó con “el corazón”. Cada uno de nosotros ¡somos también miembros del Cuerpo! Alimentémonos con la Palabra de Dios, del antiguo y del nuevo Testamento. En cada eucaristía está la mesa de la Palabra y la Mesa del Cuerpo. Participemos en las dos, como el Pueblo de Israel al escuchar a Esdras o como Jesús leyendo a Isaías, y como la comunidad cristiana comulgando el Cuerpo de Cristo.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 2º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

EL AMANECER DE UNA NUEVA VIDA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El desposorio… nuevo amanecer
  • El protagonismo de Jesús en el banquete del amor
  • El regalo del Espíritu: los carismas

El desposorio… nuevo amanecer

La primera lectura -capítulo 62 del profeta Isaías- es sorprendente: nos habla de una esposa que es la ciudad de Jerusalén. La ciudad es joven. Su esposo la ama apasionadamente y es Dios mismo. Ella y su Esposo están enamorados y emprenden juntos una nueva vida. No se trata de una pareja de adultos que se reconcilia, sino de una pareja joven envuelta en el amanecer del primer amor.

La ciudad-esposa, que se ha sentido “abandonada”, “devastada”, ahora se reconocerá como “la predilecta”, como “corona fúlgida” y “diadema real”. Al final de la lectura, un centinela anuncia la llegada del Esposo como la aparición del sol, como una aurora que despierta a la ciudad, como una luz que ilumina sus murallas, como un amanecer.

El protagonismo de Jesús en el banquete del amor

El evangelio nos relata hoy la presencia de Jesús -junto con su madre (no se habla de José)- en una boda en Caná de Galilea. El evangelista Juan nos dijo previamente quién era Jesús: el “Verbo de Dios, hecho carne”. En aquella boda revela Jesús quién es Él. Su madre, María, está preocupada porque aquella celebración puede acabar en un fracaso: ¡No tienen vino! Ella sabía a quién recurrir: al gran Esposo de la Humanidad. Y como el centinela que anuncia la aurora María anuncia a los sirvientes: ¡Haced lo que Él os diga! Y la fiesta del amanecer esponsal se culminó en el gozo y la esperanza.

El regalo del Espíritu: los carismas

La lectura segunda nos habla del Espíritu Santo y de los regalos que concede a los seguidores de Jesús: san Pablo los denomina “carismas”. Es así como el Espíritu Santo se actúa y se muestra a través de cada uno de nosotros. Los carismas son “semillas” misteriosas que un día germinarán. Los carismas son “el vino nuevo” que se concede a cada uno. Haciéndolos germinar y actuar se construye la comunidad, el hogar. La humanidad está formada por gente extraordinaria, mujeres y hombres carismáticos. Con los dones del Espíritu la humanidad experimenta muchos amaneceres. Y quien concede los Carismas es el Espíritu del Amor.

Conclusión

Nuestro Dios no nos deja abandonados, ni desolados. Está siempre a nuestro lado: María la madre intercede por nosotros. El Espíritu Santo nos agracia con sus carismas: ¡descubrámoslos! ¡Hagámoslo germinar! Dijo el gran teólogo Karl Barth: “Si Jesús no se casó, fue porque su única esposa, su única novia, fue su Iglesia”. ¡Nosotros somos la Iglesia de Jesús! El salmo 95 lo expresa con esta invocación: “Cantad al Señor toda la tierra… bendecid su nombre”. Dispongámonos a un nuevo amanecer.

José Cristo Rey García Paredes, CMF