DOMINGO 1 DE CUARESMA. CICLO A

TENTACIÓN Y GRACIA

En torno a nosotros algo se agita: no solo aquello que vemos, palpamos y constatamos; también se agita un mundo invisible: un poder que nos tienta e incita al mal, y otro poder que nos apacigua e inspira. Ante tal contraste necesitamos sabiduría para acoger lo que nos agracia y rechazar lo que nos pierde. 
La liturgia de hoy nos ofrece tres ejemplos de ello: 1. Tentación consentida: violar la intimidad de Dios. 2. Tentación vencida: permanecer en la intimidad. 3. Puede más la gracia que el pecado.

1.   Tentación consentida: violar la intimidad de Dios

Dios vio todo lo que había creado y ¡era muy bello! ¡excelente! Colocó a sus creaturas preferidas, el hombre y la mujer, en su Jardín o Paraíso. Nada les faltaría: dispondrían de toda clase de árboles hermosos y de frutos sabrosos. Dios, sin embargo, se reservó para sí una zona íntima en el interior del Jardín: en ella estaba el árbol de la Vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Y el Creador únicamente les pidió que respetasen esa zona de intimidad. ¡Todo lo demás quedaría a su disposición! 

Pero ¿qué sucedió? Una creatura llamada serpiente, la más astuta de todos los animales, invitó a la mujer y por medio de ella al varón a violar la zona de la intimidad divina: a participar del árbol de la vida -porque no morirían- y del árbol del conocimiento -porque conocerían como Dios. La propuesta le pareció tan seductora que la mujer “vio” que entrar en la intimidad iba a ser fascinante; “comió” de árbol de la vida para no morir nunca” y “le dio al varón” que también “comió”.
Cuando Dios les preguntó el porqué de esa transgresión Adán culpó a Eva, y Eva culpó a la serpiente. E inmediatamente se dieron cuenta de que “estaban desnudos” y tenían que abandonar no solo la zona de intimidad, sino también el Paraíso. 
El salmo 50 -en respuesta al relato del Paraíso- reconoce cómo aquella culpa original sigue presente en cada uno de nosotros: “en pecado me concibió mi madre… pues yo reconozco mi pecado, contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces”

2.   Tentación vencida: permanecer en la intimidad

También Jesús tentado “tres veces” (número que expresa totalidad) por el Maligno o la astuta serpiente. No le pide desobedecer ningún mandato de Dios, pero sí aprovecharse de su condición de “hijo de Dios” para convertir piedras en panes, o aprovecharse de santa Escritura para arrojarse al vacío desde el alero del templo e incluso -con todo descaro- le pide que se postre ante él y lo adore. La intención del Tentador es apartar a Jesús de la intimidad de Dios Padre. En Jesús que rechaza la tentación se diseña un nuevo Israel que escucha la voz de Dios, que confía absolutamente en Él, que no tienta a Dios, ni se postra ante un ídolo. Jesús sigue conectado con la intimidad divina en el Paraíso: “se acercaron los ángeles y lo servían” -añade el evangelista Mateo.

3.   Puede más la Gracia que el pecado

La tentación del paraíso y las tentaciones del desierto siguen haciendo caer también hoy a muchos. Por eso, Jesús nos pidió que orásemos al Padre así: ¡no nos dejes caer en la tentación y líbranos del Maligno! Y san Pablo afirma categóricamente que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, porque por la desobediencia de uno “todos” se convirtieron en pecadores, pero por la obediencia de otro “todos” serán justificados. 
La gran esperanza no es presuntuosa, por eso, tampoco excluye la posibilidad de la salvación de todos y lleva a suplicarla. 

Conclusión

Vivimos entre dos mundos invisibles. Un mundo regido por Dios y otro por un misterioso mal que no sabemos de dónde procede. Sus efectos transfiguran o deforman a nuestra humanidad. Se nos pide sagacidad y responsabilidad para no caer en la tentación y mucha confianza en el poder de la Gracia.
José Cristo Rey García Paredes, cmf

MIÉRCOLES DE CENIZA 2023

CENIZA EN LA FRENTE

Hoy, miércoles de Ceniza, se inicia la Cuaresma. Tenemos ante nosotros, cuarenta días que pueden realizar el milagro de una sanación a fondo de todo aquello que nos enferma y de una resurrección que nos haga recuperar la belleza de nuestra inocencia bautismal.
El Espíritu Santo nos irá guiando con su extraordinaria pedagogía… paso a paso -como hizo con Jesús-, hacia el Baptisterio de la Celebración Pascual, donde moriremos y resucitaremos para la vida nueva. He aquí los pasos que el Espíritu nos propone seguir, expresados en una frase:

  • Miércoles: Ceniza en la frente (22.02.23)
  • Domingo 1º: Tentación y Gracia 
  • Domingo 2º: Vocación y pasmo (5.03.23)
  • Domingo 3º: Agua y sed (12.03.23)
  • Domingo 4º: Luz en los ojos (19.03.23)
  • Domingo 5º: Cuando el Espíritu toca la carne (26.03.23)
  • Domingo de Ramos: La ambigüedad de Jerusalén ¿acoge o rechaza? (2.04.23).

¡Tentación, vocación, agua, luz, ambigüedad! He aquí los sustantivos que dan nombre a las 6 etapas de un apasionante camino cuaresmal que la madre Iglesia nos ofrece para recorrer personal, comunitaria y sinodalmente… hasta la semana de Pasión.

José Cristo rey García Paredes, cmf

 

Domingo de Ramos Ciclo b (10 Abril ’22)

UN ASNO QUE ESTORBA


 

Entra Jesús en la ciudad, sobre un asno: 

– rechazando todo triunfalismo, 
– rechazando imponerse, o aprovecharse de tantos que le apoyan y aclaman 
– rechazando cualquier tipo de violencia, llega «en son de paz» 
– rechazando las expectativas de la gente, que aguardan un Mesías Libertador.

Dios no llega como quisiéramos, como nos gustaría que llegara… 
No es un político populista, que se aproveche del desencanto de las gentes.
Por eso, este asno que ha elegido Jesús ciertamente nos estorba 
             ya que nos obliga a renunciar a nuestros sueños de grandeza, de triunfo,
             de ser muchos y con influencia para alcanzar nuestros nobles objetivos…
Y en cambio, optar por el trabajo sencillo, humilde y tenaz, entre gente sin poder…
Optar por la Palabra que construye, por la cercanía a los que sufren, por sanar,
                 por la transformación de los corazones, por integrar a los descartados… aunque esto sea fatigoso y de lentos resultados;
                 nos obliga a bajar la guardia, renunciando a nuestras armas y escudos,
                 para acogerle con paz, con nuestros mantos, con nuestros cantos, 
                 con nuestras gritos de esperanza,
                 reconociendo que necesitamos la presencia de Dios entre nosotros,
y atentos cuando se presente de manera tan desconcertante, 
acogiéndolo y aclamándole con la alegría de los niños.

               Pero siempre corremos el peligro de que el espectáculo exterior, las aclamaciones, la procesión, los cantos, las liturgias…. tengan poco que ver con lo que «pasa» por dentro. Toda aquella gente que ha acudido a la procesión con sus palabras y ramos de olivo, que le recibe, le aclama, le aplaude… ¿dónde está los días siguientes? ¿De qué modo han sintonizado con él, se han identificado con él, se han puestos a su disposición? Según terminaron con su desfile, se marcharon a casa como si no hubiera pasado nada. Decían que estaban con el Mesías, que confiaban en él… pero no se han quedado con él. Por dentro no parece que haya cambiado nada. Como si lo esperaran todo de Dios… pero sin poner nada de su parte. 

Por eso, la lectura de la Pasión (según San Lucas) y la Primera Lectura nos ponen sobre aviso.

            Este hombre que se despojó de su grandeza, 
            que se presentó (se presenta) como un esclavo, 
            que soporta escupitajos, latigazos, insultos y desprecios, 
            que quedó sin túnica, HOMBRE DESNUDO, 
            sin títulos,
            sin multitudes alrededor,
nos deja a nosotros al desnudo, con nuestra verdad al aire.

Cuando él realmente se presenta como es —y no es fácil reconocerlo— habrá quienes:

– Como la gente, podremos cruzarnos de brazos y marcharnos a nuestras cosas y cambiar de opinión en un sólo día, del «hijo de David» al «crucíficalo».

– Como los sumos sacerdotes, podremos acusarle de muchas cosas: 

+ de descolocar nuestras ideas y expectativas sobre Dios 
+ de poner en evidencia hipocresía de nuestra religiosidad y culto 
+ de protestar y quejarnos porque no resuelve nuestros problemas: ¿Dónde estás cuando estalla una guerra que no queremos? ¿Dónde estás cuando la enfermedad agarra a los nuestros? ¿dónde estás cuando no sabemos qué elegir en nuestra vida? ¿Por qué nos haces sentir mal cuando nuestros estilos, planes, y opciones… no están de acuerdo, no se parecen a los tuyos?

– Como Pilatos, tendríamos muchísimas preguntas que hacerle, pero ningún interés por sus respuestas, si pretendemos defender nuestros «tronos», si suponen reconocer que tenemos otros señores a los que servimos, si podríamos « perder » algo… si preferimos lavarnos las manos en vez de mojarnos por defender la justicia y la verdad.

– Como Simón de Cirene, se muestren dispuestos a ayudarle con sus cruces, aunque la iniciativa no haya sido nuestra, y a lo mejor lo hagamos con desgana

– Como Pedro, puede ser puesto a prueba nuestro testimonio público y hacer que se tambaleen nuestra autosuficiencia y chulería.

– Podemos burlarnos de él: ¿Quién necesita un rey como ése? Demuéstranos quién eres, cuál es tu poder, danos buenas razones para ponernos de tu parte frente a los tiranos de siempre.  

– Podemos también permanecer orando con él en la noche de la fe («orad para no caer en la tentación»), o quedarnos dormidos primero, y salir huyendo después.

– Podemos aceptar su Pan y su Copa, permitir que nos lave los pies… o negarnos, venderle, marcharnos

                En fin, ya se irá viendo dónde y cómo se coloca cada uno en la celebración de esta Semana Santa. Porque el Evangelio es Palabra Viva hoy, no es un simple «recuerdo» de lo que ocurrió entonces… sino de lo que hoy sigue ocurriendo entre nosotros. La historia se repite y cada cual elegiremos uno o más «papeles» para asistir a la Pasión del Cristo de HOY.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf