LA SANTÍSIMA TRINIDAD: ¡LOS TRES!
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Dios como Abbá, el Padre: origen y sabiduría
- Jesús, el Hijo hecho hombre: mediador de la gracia y la esperanza
- El Espíritu, guía hacia la verdad y la comunión
- Un misterio que interpela y transforma
Dios como Abbá, el Padre: origen y sabiduría
La primera lectura de Proverbios 8 nos presenta la Sabiduría como compañera de Dios desde el principio, “antes de que existiera la tierra”, “cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo”. Esta imagen nos habla de un Dios creador, que no actúa solo, sino en comunión, y cuya sabiduría se deleita en la humanidad.
Dios-Padre es fuente de vida, arquitecto del universo, pero también goza y se alegra con sus criaturas. Así, nuestro Abbá no es un ser distante, sino el origen amoroso y sabio que acompaña y sostiene la creación.
Jesús, el Hijo hecho hombre: mediador de la gracia y la esperanza
La carta a los Romanos nos recuerda que, por medio de Jesucristo, “tenemos paz con Dios” y acceso a la gracia, incluso en medio de las dificultades. Jesús es el rostro humano de Dios, el mediador que nos justifica y nos reconcilia. En Él, Dios se hace cercano y solidario, compartiendo nuestras alegrías y sufrimientos. Su presencia nos permite mantener la esperanza, porque “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Jesús no solo revela a Dios, sino que nos introduce en una relación viva y dinámica con Él.
El Espíritu, guía hacia la verdad y la comunión
En el Evangelio de Juan, Jesús promete el Espíritu de la verdad, que “nos guiará a toda la verdad” y comunicará lo que recibe del Padre y del Hijo. El Espíritu Santo es la presencia misteriosa de Dios que nos habita, nos impulsa y nos revela el sentido profundo de la vida. No actúa por cuenta propia, sino que nos introduce en la comunión trinitaria, haciéndonos partícipes de la vida y el amor de Dios. El Espíritu es fuerza en la debilidad, luz en la búsqueda, y vínculo invisible que nos une a Dios y a los demás.
Un misterio que interpela y transforma
La Trinidad no es un enigma para resolver, sino un misterio para vivir. Nos invita a preguntarnos: ¿cómo experimento yo a Dios? ¿Como Padre que cuida, como Hijo que acompaña, como Espíritu que anima? La respuesta es siempre personal, pero la fe cristiana nos recuerda que Dios es relación, comunión y amor.
La invitación es a dejarnos envolver por este misterio, a dialogar con Dios en la vida cotidiana, a reconocer su presencia en lo ordinario y en lo extraordinario. Así, la pregunta permanece abierta, llena de posibilidades: ¿quién es Dios para mí, hoy?
Poema a la santa Trinidad
Misterio al alba sabiduría que danza
antes del tiempo y la tierra.
Padre, origen y deleite,
trazas sendas en el abismo y te gozas en la vida.
Hijo, paz derramada, rostro humano del Dios invisible,
camino abierto en la esperanza,
manantial de gracia en la hondura de la prueba.
Espíritu, aliento secreto,
voz que guía hacia la verdad, fuerza que anima y consuela,
luz silenciosa en el corazón, presencia que une y transforma.
¿Quién eres, Dios, para mí?
Eres pregunta y respuesta, abrazo trinitario en mi historia
misterio que me envuelve y me invita, cada día,
a vivir en tu comunión.
José Cristo Rey García Paredes, CMF