ES URGENTE CONVERTIRSE
Arrancamos nuestra reflexión de la frase central del Evangelio de hoy: «Si no os convertís… todos pereceréis de la misma manera». Tiene un tono de amenaza, o de urgencia, o al menos de advertencia seria. La vida entera no sería suficiente para«convertirnos», es una tarea permanente, diaria, interminable. Pero en el ecuador de la Cuaresma, quiere espolearnos para que hagamos un esfuerzo más serio. Pero ¿qué debemos entender por «conversión»?
+ Convertirse no equivale a hacer una «confesión general», aunque esto pueda ser bueno. Ni se confunde con el esfuerzo por corregir algún defecto o pecado concreto, o ponernos en orden con nuestras obligaciones como cristianos, quizá un poco debilitadas. La palabra «conversión» hace referencia a un giro, a una transformación personal, a un vuelco en nuestra vida. Convertirse es transformarse (ser trasnformado por Dios) en otro diferente. Es una urgente llamada a ser «distintos», y a dar al Señor los frutos que quisiera encontrar en cada uno de nosotros y en la comunidad cristiana y eclesial.
• Convertirme no es un esfuerzo para evitar el abismo, sino lanzarme a la conquista de la cima.
• Convertirme no es llorar sobre el pasado sino la vuelta al esfuerzo cotidiano a pesar de las caídas y decepciones.
• Convertirme no es decir No al pasado que no puedo cambiar sino decir Sí a la vida nueva que se me ofrece hoy, decir Sí a Aquel y aquellos que creen en mí y cuentan conmigo a pesar de todo.
• Convertirme no es mirar angustiado e impotente las cadenas que no me dejan mover sino esforzarme para romper las cadenas que me paralizan la inteligencia y el corazón.
• Convertirme es acoger el amor y la esperanza en los ojos y en el corazón, es poner vida y amor allá donde sólo hay muerte y vacío.
• Convertirme es creer, de una vez y de verdad, en mí mismo, en Dios, en los demás, en la riqueza de la vida y del amor. (Josep Codina i Farrés)
+ La conversión es una invitación a parecernos más a Dios. O como dice Xavier Quinzá: Se trata de «cambiar de Dios» y descubrir un Dios diferente que se parezca más al Dios de nuestro Señor Jesucristo. Un cambio en el que se nos ofrece una nueva manera de relacionarnos con el Dios tierno, clemente y misericordioso.
Aunque afirmemos en el Credo que «creemos en un solo Dios»… entre nosotros hay muchos rostros diferentes de Dios. Y no todos acertados ni convergentes, ni todos son realmente el Dios de Jesús. Por ejemplo: En el Evangelio de hoy Jesús se encuentra con un rasgo que deforma el auténtico rostro de Dios. Es esa mentalidad supersticiosa y mágica que atribuye a Dios todo lo que ocurre en el mundo, y lo interpreta a su modo: accidentes, curaciones, crímenes, enfermedades, desastres naturales, etc. Ha explicado el Papa Francisco :
«Jesús conoce la mentalidad supersticiosa de su auditorio y sabe que ellos interpretan de modo equivocado ese tipo de hechos. En efecto, piensan que, si aquellos hombres murieron cruelmente, es signo de que Dios los castigó por alguna culpa grave que habían cometido; o sea: «se lo merecían». Y, en cambio, el hecho de salvarse de la desgracia equivalía a sentirse «sin falta». Ellos «se lo merecían»; yo no «tengo faltas». Jesús rechaza completamente esta visión, porque Dios no permite las tragedias para castigar las culpas, y afirma que esas pobres víctimas no eran de ninguna manera peores que las demás. Más bien, Él invita a sacar de estos hechos dolorosos una advertencia referida a todos, porque todos somos pecadores. En efecto, así lo dice a quienes lo habían interrogado: «Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo»» (28 Febrero 2016)
Entonces, ¿cómo es Dios?
La primera lectura nos ha presentado un relato muy significativo para el pueblo de Israel. Se trata de la «tarjeta» de presentación de Dios a Moisés, cuando tanto él y su pueblo apenas le conocen. «Cuando me pregunte tu pueblo quién me envía, cuál es tu nombre, ¿qué les digo?». Dios da una contestación bastante enigmática: «Yo soy el que soy». Mucho se ha escrito sobre esta respuesta de Dios, y muchas interpretaciones se han ofrecido. Donde mejor podemos acudir es al propio pueblo judío que narró esta escena de la zarza. Este pueblo no acostumbra a hacer filosofías ni razonamientos complicados como hacemos los occidentales de cultura greco-romana. Ellos son más bien «vitales», y prefieren hablar de «experiencias».
Y así nos explican que a Dios nunca lo conoceremos del todo, nunca podremos manipularle, nunca podremos dar una definición completa de él. Por eso ni siquiera pronuncian su Nombre. Es decir: Dios es más grande que todos nuestros conceptos, explicaciones, definiciones y disquisiciones filosóficas. No podemos encerrarle en nuestros catecismos y dogmas. Siempre hay que estar dispuestos a corregir nuestras ideas sobre él, como ya hemos dicho.
En segundo lugar esta «expresión» vendría a significar que a Dios se le conoce «sobre la marcha», por el camino, a lo largo del recorrido de nuestros desiertos, ¡de la vida entera!. Lo vamos conociendo y experimentando poco a poco a base de escuchar, obedecer, orar, confiar y poner en práctica sus exigencias... De hecho, si nosotros quisiéramos explicar «quién es Dios para mí», tendríamos que repasar nuestra vida, porque mi experiencia y conocimiento de Dios va cambiando conmigo, con lo que voy viviendo, sufriendo, experimentando, gozando, eligiendo cada día de mi vida. Lo mismo que cambio yo y cambian también mis percepciones sobre los demás.
Pero antes de revelarle a Moisés su «Nombre», ha hablado en primera persona, con una serie de verbos importantes que (auto) describen cómo es y cómo actúa este Dios:
+ he visto la opresión
+ he oído sus quejas
+ Conozco sus sufrimientos
+ He bajado a librarlo
+ A sacarlo de esta tierra y conducirlo…
Por lo tanto, si queremos parecernos a Dios (convertirnos), podemos empezar por estos verbos: ver, oír, conocer los sufrimientos de las gentes, liberar, llevar a «tierra segura»… Se trata de acercarnos al mundo, a tantas personas que hoy le importan a Dios, y dejarnos «afectar» y «bajar» hasta ellas. No creo que haga falta enumerar tantas situaciones de violencia, desamparo, injusticia, guerra, soledad… como ocurren en todo el mundo, lejos y al lado de nosotros. Y hoy como entonces Dios buscará quiénes vayan en su nombre, y los ayudará, como hizo entonces y siempre.
Parafraseando a San Pablo en la segunda lectura de hoy, podríamos decir: todos fuimos bautizados, todos nos decimos «del pueblo de Dios», todos hemos comido el pan de la Eucaristía, todos hacemos oración, todos… pero… la mayoría no agrada a Dios. El que se sienta seguro, cúidese. Es decir: cuidado con pensar o creer que por participar en unos ritos y tener unas creencias religiosas ya está todo resuelto. Como Iglesia y como personas individuales, la llamada a la conversión supone «agradar a Dios»…
Nuestra vida es frágil, limitada, no está en nuestras manos y el comprobar cada día cómo muchos la pierden de manera imprevista… debiera ser una urgente invitación a no dejar para mañana (que no sabemos lo que dará de sí) el empeño en producir frutos. Tenemos «un año más» para cavar alrededor y echar estiércol… Que cuando quiera que el Señor rebusque entre nuestras ramas, pueda encontrar al menos algunos frutos y no solo hojarasca, apariencias, buenos propósitos… Frutos de compasión, de solidaridad, de justicia, de liberación. Nuestros «frutos» serán aquellos que puedan servirles… a otros.
Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf,
Imagen inferior de Ernesto Lovera
ES URGENTE CONVERTIRSE
Después de leer las lecturas y tu reflexión, se percibe una llamada muy fuerte a la conversión porque en ella nos va la vida; vida con Dios o sin Dios; vida dando frutos de amor o vida, como tierra reseca, baldía.
La parábola de la higuera plantada en la viña, la viña del Señor, su Pueblo elegido y que no da fruto. ¡Qué detalle, que paciencia la del viñador! La cava alrededor, la abona, la riega, pone en ella todo cuidado y mimo para que dé fruto y el dueño de la viña no la arranque…¿Puede hacer algo más el viñador?
Así es Dios con su Pueblo, con cada uno de nosotros. Se identifica con un nombre muy original: “Soy el que soy” , soy el que estará siempre acompañando a su Pueblo y acompañándome.
Él es el Dios misericordioso, que rescata nuestras vidas cuando han perdido el horizonte en su seguimiento, el Dios misericordioso que nos colma de gracia y de ternura, el Dios clemente y compasivo que se sitúa junto al oprimido para liberarle…
Este Dios, camina junto a mí, me habla de infinitas formas, a veces en susurros, pero ahí está para que le descubra, según las necesidades del momento y experiencias vividas. ¡Es tan variada su presencia!, ¡Tan flexible a mis necesidades!, ¡Tan cercano! que puedo contar con Él en todo momento, pero en otros le siento un poco lejano.
Este Dios, hoy, me llama a la conversión, me llama a cambiar mis actitudes egoístas y destructoras por otras llenas de amor, generosidad, solidaridad, optimismo, a afrontar los riesgos y obstáculos que encuentro en su seguimiento, me invita a romper las cadenas que me atan a tantas cosas y a ayudar a otros a liberarse de las cadenas propias, para poder acoger mejor su salvación.
Cómo Él tengo que ver, oír, escucha, ver y ayudar a las personas que hoy le importan a Él. Quizá no entiendan nuestro lenguaje, pero los gestos de cercanía, acogida y cariño…es un lenguaje universal y esto nos ayuda a abrirnos a otras situaciones que se presentan, por la realidad que el mundo está viviendo.
Me queda mucho por hacer para agradar al Señor. Lo primero tener una actitud abierta hacia Él para que el viñador pueda hacer en mí lo que se ajuste al proyecto que el Dueño tiene sobre mí: cuidarme, cavarme, regarme, podarme…que el Señor, dueño de la viña y de mi higuera, cuando vuelva, encuentre algún fruto de “amor”, en todos los matices que se puede expresar.
Yo confío en Él porque para mí es:
• Sensato. No me va a pedir cosas que excedan mi capacidad y esfuerzo.
• Realista. No le puedo engañar, por mi parte me exige fidelidad.
• Paciente. No le importa esperar y esperar. Lo que quiere es que de fruto.
Me parece positivo, terminar esta rica reflexión orando con el salmo 102 y la vivencia de la Eucaristía, en la cual participamos de su Palabra, de su Cuerpo y Sangre, me ayuden a seguir caminando en esta Cuaresma en clave de conversión.
Gracias Quique.
Teresa G
No creo que haya que cambiar De Dios .
Solo hace falta librarle de la coraza que le hemos puesto y que nos impide verle como realmente es: como se nos manifiesta en el Evangelio.
Benditos los pobres de espiritu porque su única confianza esta puesta en Dios.
Jesus paso haciendo el bien y se humillo hasta convertirse en esclavo y admitió una muerte en Cruz.
Tenemos que confiar en El aceptando lo malo y lo bueno que El nos da y aprender a verle en
los hermanos en todos porque todos estamos necesitados de El
Alguien me dijo una vez:si una persona te cae fatal y no tienes mas remedio que relacionarte con ella intenta ponerle la cara de Cristo y tratale como si lo fuera.Salvo raras excepciones FUNCIONA
Mi higuera fuera de teorías esta bastante descuidada.Aplicare lo anterior lo mejor que pueda.
Gracias Padre Enrique
Siempre urge la conversión. Para mí es una constante actualización o reprogramación mental, un intentar que mi pensamiento se acerque lo máximo posible al de Jesús. Probablemente no lo consiga a lo largo de mi vida, pero lo seguiré intentando mientras pueda y lo seguiré buscando.
El otro tema que aparece en tu reflexión de hoy es, nada más y nada menos, quién es Dios: «yo soy el que soy», el SER inmutable y eterno. Aunque podamos especular y filosofar sobre esta respuesta de Dios, prefiero notar su huella en mi historia personal, rastrearlo en lo que me ha ido ocurriendo, sentirlo y no pensarlo, escucharlo cuando habla en mi conciencia.
Gracias, Quique, por iluminarnos como lo haces.
Qué bonitas reflexiones haces hoy Quique del evangelio y de las lecturas. También he estado leyendo las de mis compañeros de comentarios y me han gustado mucho. ¡Cuánto se aprende de todos!.
El tema fundamental de hoy para mí también es la conversión y añadir lo que nos falta por conocer a Dios.
Es curioso como un ser que nos ha creado para la bondad y sabiendo de nuestras limitaciones está a la espera de nuestras acciones..Nunca nos da por perdidos. Espera cambios, formas diversas de amor a los demás, darse al prójimo..Y curiosamente «con paciencia» nos espera con cambios en nuestra vida. Pero a la vez es muy duro los los que se creen buenos, con los que quieren ocupar el primer lugar, con los que limitan la «bondad» a determinados rezos o costumbres, a los que se cren salvados, a los que humillan, a los «trepas», a los que piensan solo en ellos….en fin a los hipócritas. También quiere dejar claro que las cosas malas no ocurren a los «malos» y que los «buenos» tendrán solo cosas buenas….
Es decir que en muchas cosas no sabemos por qué ocurren.
Uniendo esto al segundo punto que quería resaltar hoy es «el desconocimiento de Dios». Con ello quiero referirme a que solo aplicamos los conceptos que tenemos los humanos, o mejor dicho las cualidades,para aplicarlas o compararlas con Dios. Es sabiduría, es amor, es compasivo y misericordioso pero también justo…Hay muchas cosas que parecen entrecruzarse y difícil de tenerlas a la vez…
Recuerdo a una persona sabia que un día hablando de lo poco que conocemos a Dios me ponía dos ejemplos. Uno era que me preguntara qué sería para una hormiga un día feliz. Muy fácil. Pues ver a la salida de su hormiguero una gran cantidad de semillas, hierbecitas..etc y no entendetlrua como humanos que para nosotros sería un día FELIZ pues estar en la playa, con la familia, en el cine…Es decir las cabezas de los humanos y las hormigas nada tienen que ver. El segundo ejemplo que me puso es a ver si se me ocurría poner a algún animal algo que le recobra que no exista…no puede ser pelo, ni plumas, ni conchas, …ni combinaciones de ellos. Que fuera a»algo nuevo»…Me quedé con todo ello muy pensativo y me contestó esa persona…Así es Dios. Imposible abarcar todo Él como la hormiga y como nosotros…
Efectivamente. Es misterioso en muchas cosas…pero siempre existe donde hay amor, cariño, preocupación por el que sufre, compasión con el pecador, «alegria» por nuestros cambios, profundidad en su conocimiento, intención de mejorar, cuando le tenemos presente, cuando vemos cómo he leído «la cara de Cristo» en el que me ofende….y así un sin fin de cosas.
Por eso Señor en el día de hoy te pido ayuda en mi conversión diaria y que aunque solo pueda conocer algunas cosas de ti, las que tengas más ocultas me ayuden a tenerte siempre en mi vida. Así sea.