“COMPARTIR LA ESPERANZA”
Cuando Alejandro Magno se dispuso a abandonar Grecia para emprender la conquista de Asia, entregó a sus amigos todos sus bienes personales, pero no los del Estado. Uno de ellos, Perdicca, le preguntó si había reservado algo para sí mismo. Alejandro le respondió: “Sí, la esperanza”. Entonces Perdicca renunció a su parte y le dijo: “Permítenos compartir contigo, que lucharemos a tu lado, esa esperanza”.
Algo parecido, pero mucho mejor, prometió Jesús y a sus seguidores y a nosotros “hoy”.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Apostar por la esperanza
- Las emociones de un apóstol
- La alianza más sorprendente
Apostar por la esperanza
Jesús se despojó de todo, de absolutamente todo. Entregó su vida, su cuerpo, su alma. No se reservó nada para sí mismo. Únicamente la esperanza. Nos lo dice el Evangelio de hoy: “Todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. Pero nos quedará la esperanza: ella sostiene a quienes se levantan cada día enfrentando la enfermedad, la soledad, el desempleo o el desarraigo. Es la esperanza que hace que una madre, ante las dificultades, siga luchando sin perder la fe en el porvenir; o que una persona anciana y sola, siga sonriendo y haciendo el bien.
¡Sólo la Esperanza! Ésa es la fuerza que nos dirige hacia el futuro, que nos indica que algo importante se está incubando. Que es eso lo que debemos perseguir, asumiendo cualquier riesgo.
Ser cristiano hoy exige apostar por la esperanza cuando parece que todo invita al pesimismo. Invitarnos a salir de la queja, del miedo y del estancamiento, para mirar con ojos nuevos cada situación y descubrir pequeños signos de vida y de futuro..
Las emociones de un apóstol
No estamos acostumbrados a recibir confidencias de quienes nos gobiernan. Casi siempre nos guían con su verdad y sus ideas. Hoy, sin embargo, tenemos un ejemplo distinto: el apóstol Pablo y sus sentimientos en la carta a Filemón.
Esta carta ha sido acogida por la Iglesia como un texto revelado, inspirado! El Espíritu nos demuestra a través de ella que el lenguaje amoroso es lenguaje de Dios. Fijémonos en las palabras y expresiones que emplea Pablo: “apelo a tu amor”, “mi hijo querido”, “como si te enviara mi propio corazón”, “hermano querido que lo es muchísimo para mí”, “si me tienes por amigo”.
Pablo era un hombre que amaba apasionadamente. No tenía recelo en manifestar sus sentimientos, sus emociones, su pasión. Es así como se dirige a la Iglesia de Dios: con el corazón, con el amor apasionado, superando el imperio de la ley.
La apuesta más sorprendente
Nosotros tendemos a calcularlo todo y asegurar la finalización de todos nuestros proyectos: como el que construye una torre o da la batalla -según los dos ejemplos de Jesús. Jesús no nos quiere calculadores. Para ser discípulos suyos, hemos de poner toda la confianza en Él y en el Padre. Sólo nos deja ¡con la esperanza”, porque Dios Padre nunca abandonará a sus hijos e hijas.
“Dejarlo todo”, sí, pero ¡para conseguir un tesoro que nunca se devalúa y nadie nos lo puede arrebatar! Hay que esperar contra toda esperanza, como Abraham, como María, como Jesús.
José Cristo Rey García Paredes, CMF