Domingo 15 T. Ordinario Ciclo C (10 julio ’22)

MIRAR, ACERCARSE Y CARGAR


 

La mirada compasiva

          Jesús nos presenta en la parábola tres miradas diferentes en cada uno de los tres personajes que pasan por el camino. Dos de ellos parecen tener algún problema de visión, porque ambos «dan un rodeo». Ven y dan un rodeo. Están al tanto de lo que ocurre, y dan un rodeo. Tienen una mirada «calculadora», han visto por dónde no tienen que ir, y los dos «pasan de largo». 

¿Y qué han visto aquellos dos para decidirse a dar el rodeo? Han visto que aquel que está en la cuneta les puede retrasar de sus obligaciones. Han visto que «vete a saber si realmente está herido, o es una trampa». Han visto que, según las leyes religiosas, si se manchan de sangre o tocan un cadáver, quedarían impuros, y tan satisfechos que vienen del Templo, de encontrarse allí con su «Dios santo»: es decir, que su culto, su oración ritualmente realizada, su experiencia de Dios… no le has dejado ver allí a un prójimo, incluso se lo han impedido, ha visto a alguien ante quien mejor dar un rodeo. Han visto que «ese» no era su problema.

                Sólo la tercera mirada, la de un samaritano, mira al herido con compasión. Es lo primero. La compasión no brota de cumplir los ritos, mandamientos y leyes. La compasión no brota de hacer una reflexión o un análisis de la realidad. La compasión o misericordia se despierta en nosotros por medio de una mirada atenta y responsable al que sufre, que le hace «acercarse», por más que pueda implicar algunos aunque inconvenientes. Las distancias, mirar desde lejos, mirar con prejuicios (incluidos los religiosos) son un buen «antídoto» contra la «humanidad». Nos hace inhumanos.

           Los evangelios han conservado el recuerdo de la mirada compasiva de Jesús. Al entrar en Naím, se encuentra con una viuda que lleva a enterrar a su hijo único. Y «el Señor, la vio, se conmovió y le dijo: No llores» (Lucas 7,13). Así es Jesús. No puede ver a nadie llorando sin intervenir. Los evangelios también recuerdan la mirada compasiva de Jesús a las gentes: «Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos».

                 El discípulo de Jesús, y yo diría incluso, lo que hace que actuemos como seres humanos (aunque uno no sea creyente) es el no cerrar los ojos ante el sufrimiento de las personas, es aprender a acercarse y mirar de cerca el rostro de los que sufren como Jesús: con ojos compasivos. Esta mirada nos libera del egoísmo que bloquea nuestra compasión, y de la indiferencia. Aquellos dos primeros caminantes lo miraban todo desde sí mismos, desde su conveniencia, desde sus ideas, incluso desde su «deformada» manera de entender la religión.

¿Quién está necesitado de mí?

            El escriba había preguntado a Jesús: «¿Quién es mi prójimo?». Al final de la parábola, Jesús pregunta al escriba: «¿Quién de los tres viajeros se ha hecho prójimo del herido?». La pregunta que hemos de hacernos no es: «¿quién es mi prójimo?», ¿hasta dónde llegan mis obligaciones? Era éste un encendido debate en tiempos de Jesús. Pues sí, hay que amar al prójimo (eso decía la Escritura), pero no se puede llamar «prójimo» a cualquiera. Muchos defendían que el mandamiento sólo era aplicable para otros judíos, o, en el mejor de los casos, personas que llevaran mucho tiempo viviendo e integradas con ellos. Para que se me entienda con claridad: como cuando hoy se dice: si son europeos… si tienen los papeles en regla, si no tienen delitos, si no son pobres, si… entonces les ayudaremos, les acogemos… Eso se debe llamar a las claras «mirada miope», mirada egoísta, mirada «parcial».

                    En cambio, quien mira a las personas con compasión se pregunta más bien: ¿quién está necesitado de que yo me acerque y me haga su prójimo? ¿Qué necesita ese «cualquiera» que anda tirado y abandonado de todos? El discípulo de Jesús que conoce la compasión de Dios para con todos (y me parece a mí que cualquier ser humano) se acerca a todo el que sufre, cualquiera que sea su raza, su origen o su ideología. No se pregunta «a quién debo amar» o «ayudar», sino quién me necesita cerca. Esta pregunta marca su actuación, su implicación ante el sufrimiento que va encontrando en su camino.

El compromiso de los gestos

                Este samaritano, considerado un hereje por los judíos, sencillamente, responde a la necesidad de un herido, inventando toda clase de gestos para aliviar su sufrimiento y restaurar su vida.
Nunca haremos lo suficiente ante tanto dolor como hay en nuestro mundo. Pero lo decisivo es romper la indiferencia y vivir sembrando gestos de bondad, y promoviendo respuestas eficaces.  
                Así fue Jesús, el profeta de la compasión, que “pasó su vida entera haciendo el bien” (Hch 10,38).  No tenía poder político ni de otro tipo para resolver las injusticias que se cometían en Galilea, pero vivió sembrando gestos de bondad, para que empezara a cambiar aquella sociedad: Abrazaba a los niños de la calle porque no quería que los seres más frágiles de su tierra vivieran como huérfanos; bendecía a los enfermos para que no se sintieran rechazados por Dios, al no ser «dignos» de recibir la bendición de los sacerdotes en el templo; toca la piel a los leprosos para que nadie los excluya de la convivencia; cura rompiendo el sábado para que todos sepan que ni la ley más sagrada está por encima de la atención a los que sufren; acoge a los indeseables y come con pecadores despreciados por todos porque, a la hora de practicar la compasión, el malo y el indigno tienen tanto derecho como el bueno y el piadoso a ser acogidos con misericordia. No importa que, con frecuencia, sean gestos pequeños. El Padre tiene en cuenta hasta el vaso de agua que damos a quien tiene sed. Son gestos orientados a afirmar la vida y la dignidad de los seres humanos. Nos recuerdan que siempre es posible actuar, sacando bien del mal que existe en el mundo.

Vete y haz tú lo mismo

          Jesús concluye la parábola del buen samaritano con esta pregunta: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los saboteadores?”. El escriba le responde: “El que tuvo compasión de él”. Jesús le dice: “Vete y haz tú lo mismo”

Ahora sabemos lo que hemos de hacer: 

+ Mirar el sufrimiento sin dar rodeos, abrir los ojos atentamente a tantos hombres y mujeres asaltados, robados, golpeados, abandonados en los mil caminos de la vida. 
+ Acercarnos a las cunetas de la vida, no importa quiénes son los que están allí caídos
+ Hacerse cargo, levantarles, y hacer lo que podamos para aliviar y ayudar a restaurar las vidas tronchadas

Lo más peligroso: que como el escriba que pregunta, lo sepamos perfectamente, y no miremos, ni «vayamos» ni «hagamos».

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf. 
Imagen superior de Aimé-Nicolas Morot.

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4 comentarios

  1. El evangelio de este domingo me hace saltar muchas lágrimas….
    ¿Quienes somos nosotros?¿A quien queremos parecernos? ¿Qué hacemos nosotros?…Es un evangelio de los que yo llamo «chupaos de entender»..
    Digo esto porque cualquier persona con independencia de la edad, sexo, procedencia,estatus social, ve claramente la respuesta.
    Vuelvo a repetirlo, ¿a quién queremos parecernos?
    Muchas veces he meditado mu comportamiento ante mis hermanos que claramente son la humanidad entera.
    ¿Cómo veo yo al prójimo, cómo me comporto, cuánto soy capaz de dar, hasta dónde llega mi entrega, soy capaz de ver la necesidad de mi hermano, me lo tiene que pedir o veo su problema antes de que me lo diga….?.
    En este mundo en que vivimos veo tantas personas que ni siendo practicantes no creyentes, son capaces de dar amor sin querer recompensa. Obran con los demás haciendo el bien. A lo mejor no rezan (no saben o no lo han aprendido) pero saben amar por encima de todo. Estas personas, que conozco muchas, tie en a Dios sin darse cuenta porque obran como Jesús quiere y espera de todos nosotros…
    Estas personas me hacen mucho que pensar pero recordemos estas preciosas palabras:»ama y obra».
    Me viene a la mente en el día de hoy el mensaje del estado de un gran amigo y maravilloso cristiano que dice en su perfil «¿en qué puedo ayudarte?. Me encanta por lo que lleva implícito…
    En el mío, en mi perfil tengo puesto desde hace muchisimo tiempo «no sé hacerlo mejor». Mucha gente a lo mejor no lo entiende cuando lo lee pero son palabras que le dirijo al Señor de mi vida para que me ayude siempre, y sepa responder como Él quiere y para que me ayude a ver con claridad mi vida de desprendimiento hacia los demás…
    Señor, en el día de hoy y después de leer este evangelio tan bonito y tan claro, te ruego que me ayudes en mi vida para que sepa verte en mis hermanos y que sea capaz siempre, aunque a veces desde simples gestos, hasta obras que me cuesten más, a darte siempre mi amor reflejándolo en los demás.Asi sea.

  2. Carmen Díaz Bautista

    Quique, el comentario de este domingo es esencial para la vida de un cristiano. Es la mirada amorosa y misericordiosa de Dios , que como bien dices, es la mirada mas humana; es una mirada no dual -yo y el otro-porque el otro y yo somos uno. Creo que después de tantos siglos empezamos a atisbar lo que nos quería comunicar Jesús: Dejemos de lado las clasificaciones en categorías sociales, razas, pertenencias a este grupo o al otro. Pero hay que reconocer que desde los griegos la ciencia se ha formada mediante taxonomías, se clasifican las palabras, los animales, las plantas. Tenemos la mente educada para distinguir las diferencias y eso fue bueno en su momento, pero hoy la concepción del universo ya no es así y esta superación de las clasificaciones nos lleva a una visión del mundo y de la vida mas acorde, en mi opinión, con la mirada de Jesús.
    Se ha dicho muchas veces que el cristiano debe imitar a Cristo y la palabra imitar no me gusta. Creo que la aspiración del cristiano debe ser ponerse en los zapatos de Cristo, en su mirada de amor y compasión. No es nada fácil, pero hay que intentarlo porque ser cristiano supone un gran reto. Gracias, Quique, por aclarar nuestros ojos.

  3. Amar a Dios y amar al projimo es todo lo que se nos pide para ganar la vida eterna Y lo que es el prójimo nos lo explica muy bien esta preciosa parábola.
    Aquí se ve muy bien que obró bien y quien mal y aquí hay que aprender a obrar bien siempre.
    El sentimiento del amor no se puede forzar pero la voluntad de ejercer la misericordia si.Y es verdad que habiendo tanta nec6esidad de ella con frecuencia se mira para otro lado o se da un rodeo (mal) pero cuando se atiende la necesidad de un@ Hernán@ (bien)te invade tanta felicidad que te invita a repetir y poco a poco a hacerlo sin pensar en el lío en que te puedes estar metiendo. Lo mejor de todo es que Jesús dijo que lo que hiciéramos por los hermanos se lo hacemos a El y hay tenemos la responsabunidad de atenderle o dejarle tirado(y ya es mucho lo que le hemos hecho sufrir).Visto así anima todavía mas a hacer las cosas bien..
    Pedir perdón al Señor por las veces que no he querido ver o he dado un rodeo para no meterme en líos y recordar por lo olvidados que están la gente sobre todo mayores pero también los que nos parecen raros los enfermos cronicos y todos aquellos afectados por la epidemia de soledad no deseada que nos aflige cada vez con más fuerza y recordar las múltiples necesidades de los hermanos en.los países en desarollo a cuya satisfacción también estamos llamados.
    Gracias Padre Enrique que nos ha dado un buenizima leccion

  4. Ángeles Rodriguez

    Ante cualquier situación, preguntarme: ¿Que haría Jesús en mi lugar?

    Tengo q ser Jesús para los demás.
    Gracias

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