Corpus Christi, Ciclo C (19 Junio ’22)

EN MEMORIA SUYA


 

                La Eucaristía fue el testamento de Jesús: el signo-resumen de su vida, el encargo más importante, la tarea encomendada a sus apóstoles antes de faltar: su «memoria» quedó inseparablemente unida a la mesa compartida.

Uno de los rasgos más peculiares de Jesús era su gusto por compartir la mesa con sus discípulos, y con todo tipo de personas. Especialmente con pecadores. Precisamente una de las primeras definiciones de «discípulo» que encontramos en el NT es «los que comieron con Jesús, antes y después de la Pascua».

La memoria viva de Jesús, el que su obra siga adelante, depende, por tanto, en buena medida, de que nosotros “celebremos bien la Eucaristía”, que hagamos lo mismo que él hizo, en memoria suya.

           Uno de los enfados más serios que encontramos en las cartas de san Pablo es que algunos cristianos se reunían, repitiendo los gestos de Jesús con el Pan y el Vino, pero vaciándolos de su auténtico significado: no eran expresión de entrega mutua, no ayudaban a construir la comunidad, había divisiones y desigualdades entre ellos,  aquellos gestos no iban acompañados de una atención a los más necesitados. Comían la cena juntos, pero no compartían nada entre ellos. Y les dice: «esto que hacéis ya no es celebrar la Cena del Señor» (1Cor 11, 17ss).

Por lo tanto, lo que tenemos que hacer en «memoria suya» no puede reducirse a repetir sus gestos de la última Cena. Porque su petición o encargo es bastante más fuerte: que vivamos como él, que nos entreguemos como él, y que construyamos fraternidad como él.

Propongo algunos puntos, sin pretensión de de ser exhaustivo, que nos podrían ayudar a vivir mejor, con más autenticidad eso que nos ha pedido el Señor.

  ♠ Lo primero es que Jesús realizó ese gesto «antes de ser entregado». Al despedirse de los discípulos, toma un trozo de pan, y dice «esto soy yo, este es mi Cuerpo» y lo pone en manos de cada discípulo. Es decir: literalmente se está poniendo «en sus manos» antes de su muerte, de manera que es responsabilidad de cada uno de los que reciben ese pan el que Jesús siga vivo y actuando en adelante. Igual que Jesús puso su vida en las manos del Padre en la cruz, también se puso en nuestras manos antes de ser entregado. Y cada vez que recibimos el Pan, estamos expresando nuestra disponibilidad para ser presencia viva suya.

  ♠ Por contraste, Jesús cuenta con la fragilidad humana de esos discípulos. A pesar de que no tardaron en dejarle solo, en dormirse al pedirles que le acompañen en su oración del Huerto, a pesar de las negaciones… a todos ofreció su Cuerpo y Sangre. Quiere esto decir que «La Eucaristía no está reservada, como ningún sacramento, para los perfectos; es el alimento reservado para quienes por el Bautismo hemos sido liberados de la esclavitud y hemos llegado a ser hijos de Dios y hemos de crecer en esa filiación y en esa fraternidad que nace de la comunión con Cristo» (Mons. Carlos Osoro).  No es el «premio» a los que consiguen estar limpios de pecado. Por eso nos exhorta: “¡No tengáis miedo! Tomad y comed”(Papa Francisco). No es para creyentes ejemplares…,es más bien la ayuda que Cristo ofrece a los que quisiéramos vivir como hijos de Dios y hermanos unos de otros… y no lo conseguimos con nuestras pobres fuerzas. Es la ayuda para los que están luchando por vencer sus pecados, por enderezar sus caminos… y no lo consiguen por sí mismos. Ya dijo Jesús que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Y a menudo compartió la mesa con pecadores como Zaqueo. La Eucaristía es la «medicina» que nos ayuda a ir curando nuestras heridas y pecados. Es para quien «quiere» y no «puede». Lo principal es que «quiero vivir y poner en práctica» la voluntad de Dios. Jesús quiere precisamente estar cerca de los discípulos aunque le fallen, y cuando le fallen. «Sin mí no podéis hacer nada». Sin Eucaristía no vencemos la tentación, nos llega menos la fortaleza del Señor.

              Yo entiendo a los que se aburren en Misa, a los que no les dice nada, a los que afirman que “siempre es lo mismo”. Porque han aprendido a «oír misa», a «asistir» a misa, a «estar en misa»,  pero no «entran», no se implican, no «pactan» esa alianza nueva y eterna por la que el amor que Jesús les ofrece se convierte en manantial de amor y de vida para otros que tienen hambre.

 ♠ Tomarse en serio la Eucaristía duele y cuesta... Aquella cena ocurrió «la noche de su pasión, cuando iba a ser entregado». Aquella cena fue un símbolo y adelanto de que iba a ser roto, partido, entregado… Su vida/sangre iba a ser derramada: y si nosotros tenemos que «hacer lo mismo en memoria suya». Comulgar su Cuerpo y Sangre es comulgar su entrega, su romperse, ofrecerse, entregarse, y por tanto algo tiene que morir en nosotros. Algo tiene que ser distinto. Comulgamos para morir nosotros con él y empezar a vivir una vida de resucitados. Que podamos decir con san Pablo:  «Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí«.

  ♠ Comulgamos para que crezca esa Comunidad de discípulos donde nadie llama suyas a sus cosas,  donde se reparte a cada uno según sus necesidades. Donde hay un solo corazón y una sola alma (Hechos de los Ap.)

  ♠  Cada vez que comemos de este pan en memoria suya anunciamos que es posible la entrega, el amor, la misericordia, el perdón en medio de la traición, de la injusticia, de la corrupción política, del fracaso y de la soledad. Como en Getsemaní. Como en el Calvario.

  ♠ Cada vez que comemos de este pan nos hacemos pan, nos dejamos partir y dejamos que el Señor nos reparta a esos hermanos que él mismo elige.

  ♠ Cada vez que compartimos este pan nos enfrentamos con las desigualdades,  por el mal reparto de los bienes del cielo y ofrecemos nuestros humildes cinco panes y dos peces para que nadie pase necesidad. Dadles vosotros de comer.  Porque es para todos ese pan nuestro de cada día  que nos da nuestro Padre común. Anunciad que el mensaje del Reino (un mundo fraterno) es posible. Haced que todos puedan sentarse juntos: sin diferencias, sin barreras, sin que nadie se quede “fuera” de la mesa de la vida, sin que nadie se sienta indigno. Servid a la gente necesitada. Nada de que se vayan a buscar “lo suyo” por ahí como propusieron los apóstoles (?).  Servid al que está enfermo, al que está solo, al que llora. Servid a quien espera la justicia, a quien no tiene paz, al que le falta el pan, y la enseñanza, y la dignidad personal, y sus derechos como persona, mejor, como hijo del Padre universal.

               Así se hace/celebra la Eucaristía. Así se hace memoria del Señor. Así se comulga con él. Así -sólo así- somos discípulos suyos. ¡Cuánto nos queda para que “esto” que realizamos sea “memoria suya”! ¡Cuánto nos falta para ser nosotros Cuerpo de Cristo que se entrega! 

¡Corpus Christi!  A los Doce les costó entenderlo y vivirlo. Como también a nosotros. Pero lo iremos consiguiendo con la ayuda de la Eucaristía y de los hermanos que forman su Cuerpo. Amén.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 
Imagen superior Sieger Koder y central Jorge Ruiz cmf

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4 comentarios

  1. Estimado Quique, cómo nos ayudas!!!. Empiezo así como una carta pues son tantas las cosas buenas que tengo que decirte!!!.
    Es así. Tengo la suerte de conocerte y poder confesar contigo. Tengo la suerte de que me ayudes en tantas cosas..Tengo la suerte de que me ayudas siempre a entender mejor a Dios. A entender lo que me pide. A entender lo que debo de hacer. Me ayudas en mis problemas. Me ayudas en mi comunión. Me ayudas a entender la Eucaristía y la misa como una Comunidad participativa. Es para todos. Es para recibir al Señor junto a todos los otros y a la vez que sea fuente de cariño, que sea alegría para los tristes, que sea Consuelo para los que me necesitan, que sepa buscar cariño a los demás donde hay sufrimiento y Soledad, que sepa ser caritativo…y que a pesar de tantos defectos y pecados quiera tener dentro de mi siempre al Señor.
    Me ayudas mucho en mis comuniones…Como tú dices y el Señor dijo…no es para los perfectos sino para los imperfectos que de algún modo,somos todos. Unos mejores y otros peores, pero el Señor es el que nos conoce. El ve nuestro corazón. El ve nuestro esfuerzo….y necesitamos de Él y quiere que sintamos esa necesidad.
    Hay dos personas as que conozco sólo de misa. Una en el Buen Suceso y otra en el Corazón de María. El del Buen Suceso vayas cuando vayas a misa entresemana siempre le ves en misa de 9…pero nunca le he visto comulgar….¿por qué?. ¿Es peor que yo?…No. Seguro que no peto a lo mejor no tiene la suerte de tener a alguien que le diga: el Srñor te quiere como eres. Acercate y recíbelo. Pude perdón e intenta ser mejor….
    En el Corazón de María, la otra persona que conozco sólo de vista, nunca la había visto comulgar, pero el otro día la vi por primera vez hacerlo. ¡¡Me puse tan contento!!. …Pero otra vez la he vuelto a ver sin comulgar. Como decía en el otro caso, ¿Acaso es peor que yo?. ¿Tan mala es?..No lo creo. Veo a mucha gente confundida para recibir al Señor. Jesús quiere que participemos todos. Sabe de nuestros defectos. Nos quiere así y murió por nosotros sabiendo todo. Quiere entrar en nuestra alma pero quiere cambios, intenciones, ir consiguiendo fines con nuestros propósitos..
    Señor en este día tan especial te pido algunas cosas. Me conoces muy bien por dentro. La única persona que me conoce bien. Sabes de mis enormes fallos. Sabes de mi buena intención. Sabes todo lo que te quiero aunque te falle. Sabes lo que te necesito dentro de mi. Sabes que quiero ser mejor. Sabes que quiero ver tu rostro en los demás. Sabes que quiero ser una pequeña prolongación de ti con mis hermanos. Ayúdame. Y quiero pedirte otra cosa. Quiero que ayudes a mucha gente que te quiere y va a verte y a estar contigo pero se creen que son indignos de ti. Ayudarles a comprender que les quieres igual y que necesiten tenerte dentro de ellos. Te pido mucho por ellos para que les sigas viendo como tus hijos; mis hermanos. Así sea.

  2. EN MEMORIA SUYA
    Leyendo y meditando tu reflexión, observo afirmaciones muy importantes:
    • La memoria viva de Jesús, el que su obra siga adelante, depende en buena medida de que nosotros celebremos bien la Eucaristía.
    • El sentido y significado auténtico de la Eucaristía es la entrega mutua:
    – Que vivamos como Él vivió.
    – Que nos entreguemos como Él.
    – Que construyamos fraternidad como Él.
    • El amor que Jesús nos ofrece se convierte en manantial de amor y vida para otros que tienen hambre: dadles vosotros de comer.
    Estos puntos dan mucho para reflexionar, meditar y sacar conclusiones a título personal. ¡Cuántas Eucaristías celebradas sin ser memoria viva de Jesús debido a nuestra fragilidad, rutina, costumbre, formalismos, compromisos sociales…con poca interioridad de lo que es en realidad y con pocos deseos de ser encuentro con Jesús y con la Comunidad Cristiana!
    En el segundo punto me parece arriesgado vaciar la Eucaristía de su propio significado, no me paro a pensar en la gran riqueza que contiene en sí misma. Me da cierto respeto ponerme a reflexionar en ello porque me pierdo entre tanto amor entregado para todos y para siempre; tanto don se me escapa de mis mezquinos cálculos porque nunca seré capaz de una entrega semejante.
    Cada Eucaristía es una invitación, una llamada a configurarme con y como Cristo. Con una entrega amorosa como la suya, se construye la fraternidad.
    ¡Tantas Eucaristías celebradas y tantas comuniones recibidas, y lo difícil que resulta vivir en fraternidad y en entrega generosa ilimitada!
    No es la primera vez que te expresas así hablando de la Eucaristía, a mí me impacto mucho y lo recuerdo con cariño todos los días. Jesús puso en manos del Padre su vida en la cruz. También se pone en nuestras manos cada vez que recibimos el Pan y con este gesto, expresamos nuestra disponibilidad para ser presencia suya. ¡Qué responsabilidad! Esto implica darme toda, con generosidad. En otra ocasión decías: cuando el sacerdote deposita en tus manos la Sagrada Forma es como si Jesús te dijera; “yo te envío”. ¡Qué bonito, pero qué comprometido!
    Es consolador el leer, meditar, asimilar, y creerlo con fe y esperanza que la Eucaristía es para todos los que queremos y deseamos vivir en fraternidad y gozar de ser hijos de Dios. Él conoce nuestra debilidad y quiere ayudarnos. Me parece interesante: yo no voy a comulgar porque soy bueno, perfecto (nunca sería merecedor de tan gran don) sino para recibir la fuerza y ayuda del Padre por medio de su Hijo entregado. ¡Gracias por tu amor, perdón y misericordia!
    Cada vez que me acerco a comulgar pediré al Señor que toque mi corazón y me haga sensible a las necesidades de los más vulnerables ¡Hay tantos! Y que la generosidad inunde mi ser.
    El llegar a ser pan partido y repartido duele y cuesta. A Jesús le costó la vida. Al entregarnos, algo tiene que morir, algo tiene que cambiar, algo tiene que volver a la vida, algo tiene que unificarnos, algo tenemos que salvar…
    ¡Qué difícil es lograr que nadie quede fuera de la mesa de la vida! Si en la mesa de Jesús todos tenemos un lugar, la puerta de nuestra mesa tiene que estar siempre abierta y nuestro corazón lleno de amor, misericordia, acogida, tolerancia capaz de integrar a todos, incluso a los diferentes para que reine la paz, la justicia y la libertad.
    La Eucaristía que no es solidaria con los más pobres, no es reflejo del amor de Jesús y no libera.
    Pido al Padre que me haga reflejo del amor de Jesús, de forma sencilla y creativa, adaptada a las personas y circunstancias y le doy gracias por tu ayuda.

    Gracias Quique

  3. Muchas gracias Padre Enrique.Amen a todo lo que ha escrito

    • Buenos días Quique, gracias por tus palabras que siempre me llegan y me dicen cosas. Por tu esfuerzo de llegar a la gente para que entendamos más a Dios, la eucaristía.
      Eres un gran apoyo.

      Un abrazo
      Mar

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