En el mundo de hoy, el BIEN y el MAL caminan juntos. ¿Porqué Dios permite todo esto? ¿Porqué no interviene para castigar a los pecadores?
La Liturgia nos habla de la PACIENCIA DE DIOS y nos invita a convivir con los dos con paciencia y prudencia.
La 1ª Lectura presenta a un Dios indulgente y misericordioso para con los hombres, incluso cuando ellos practican el mal. (Sab 12,13.16-19)
La conquista de la tierra prometida se realizó tras años de guerras. Dios podría haber evitado el sufrimiento, eliminando esos pueblos. Él no tuvo prisa en castigarlos. Ama a todas las personas que creó, aun cuando practiquen el mal.
A veces juzgamos ciertos males como «castigos de Dios». Dios es tolerante y justo, en quien la bondad y la misericordia se sobreponen a la voluntad de castigar. Y nos invita a adoptar la misma actitud.

La 2ª Lectura subraya la Bondad y Misericordia de Dios, afirmando que el Espíritu Santo «viene en ayuda de nuestra debilidad», guiándonos en el camino a la vida plena. (Rom 8,26-27)
El Evangelio destaca la Paciencia de Dios. (Mt 13,24-43) La presencia del «Reino» en el mundo es irreversible y en él todos (buenos y malos) tienen la oportunidad de crecer y madurar. Al volver de la Misión, se nota la Impaciencia de los Apóstoles para con aquellos que no los acogieron:
“¿Quieres que mandemos que baje fuego del cielo para destruirlos?»
– Jesús critica la prisa de los Apóstoles con TRES PARÁBOLAS:
- el trigo y la cizaña,
- la semilla de mostaza
- y la levadura en la masa…

La 1ª PARÁBOLA (del trigo y de la cizaña) revela DOS ACTITUDES:
– La Impaciencia de los hombres: «Señor, ¿quieres que arranquemos la cizaña?»
– La Paciencia de Dios: «Dejadlos crecer juntos hasta la siega…»
Dios no quiere la destrucción del pecador y la segregación de los malos.
«Dios es misericordioso y paciente, lento a la ira y rico en misericordia» (Sal 85)

En la construcción del Reino, es necesario tener paciencia y esperar la hora cierta para la separación final en la siega.
La «paciencia de Dios» con la cizaña nos invita a rechazar las actitudes de rigidez, intolerancia, incomprensión, venganza, y a contemplar a los hermanos con los ojos benevolentes, comprensivos y pacientes de Dios.
Hasta en nuestras Comunidades cristianas, vemos presente tanta cizaña de desunión, de envidia, de chismorreo… ¿Y cuál es nuestra primera actitud? ¿Arrancar la cizaña?
«Muchas veces, nuestra historia se convirtió en arrancadores de cizaña cuanto debiera haber sido de perdón, de misericordia y de amor.»
– Olvidamos que el mal y el bien se mezclan en el mundo, en la vida y en el corazón…
– Olvidamos que el Reino de Dios es un mundo de trigo y de cizaña, de guerra y de paz, de gozo e inquietud…
– Nos olvidamos que la cizaña de hoy podrá convertirse mañana en trigo para Dios…
– Nos olvidamos que hasta dentro de cada uno de nosotros hay trigo y cizaña.
– Y Cristo también hoy continúa repitiendo: «Dejadlos crecer juntos, hasta la siega».

¿Qué dice esta Parábola…
– ¿A los LÍDERES de comunidad, que quieren una comunidad perfecta de la noche a la mañana?
– ¿A algunos PADRES, que quieren que los hijos cambien en un abrir y cerrar de ojos?
– ¿A algunos ANIMADORES de movimientos o asociaciones pastorales, que quieren que todo el mundo actúe como ellos?
Es importante saber convivir, en medio de conflictos… Entonces, ¿quedarnos de brazos cruzados pasivamente?
No, las otras dos parábolas complementan el mensaje:
– Debemos ser la SEMILLA DE MOSTAZA, pequeña, insignificante, pero que crece y hasta anidan los pájaros en sus ramas.
– Debemos ser la LEVADURA que fermenta toda la masa de harina, el mundo en que vivimos…
Así estaremos transformando la CIZAÑA en TRIGO. El Reino de Dios ya está presente entre nosotros, aunque mezclado con la cizaña, y pequeño, como la semilla de mostaza, o un poco de levadura… El Reino de Dios no es una “sociedad cerrada» a la que solo tiene acceso un grupo de “buenos” y «perfectos».
Están presentes también “otros”, donde el Amor de Dios va introduciendo un dinamismo de conversión, de transformación, de vida nueva.
¿Y NOSOTROS?
– ¿Somos TRIGO LIMPIO: de amor, dedicación y colaboración
– o tal vez CIZAÑA de odio, discordia y calumnia?…
Un modo de ayudar a cambiar el mundo del mal por uno de bien es que sembremos siempre trigo y nunca cizaña. Solo con la vivencia del Evangelio se puede cambiar el mundo.


En la 2ª Lectura, Pablo enseña que el tiempo de la sementera siempre es difícil, se sufre con el dolor y la espera, mas no se trata de un grito de muerte, sino del inicio de una nueva vida que va llegando. (Rom 8,18-23)
Jesús estaba encontrando dificultades en la aceptación de su Palabra.
¿Es que la Palabra de Jesús estaba haciéndose ineficaz?
La Parábola nos propone TRES PREGUNTAS:
2.- ¿Qué tipo de sembradores somos?
En la 2ª Lectura, Pablo enseña que la vida «según la carne» engendra muerte; y que la vida «según el Espíritu», que recibimos en el Bautismo, engendra vida.
SÍ, PADRE. Y Jesús añade: “¡SÍ PADRE, así te ha parecido mejor!»
Y Jesús hace una INVITACIÓN: «Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.


La 2ª Lectura es un Himno al amor de Dios, que envió al mundo a su proprio Hijo, para convidarnos al BANQUETE de la vida eterna. (Rom 8,35.37-39).


– NOSOTROS también somos responsables del hambre en el mundo… ¡Ningún cristiano puede ser ajeno a esta triste realidad!… El problema del hambre en el mundo tampoco se resuelve solo con programas de asistencia, sino compartiendo, con el amor. El milagro de la participación puede acontecer cuando todos ofrecen en la medida de lo poco que tienen. No se trata de cantidad, sino de la generosidad que permite la realización del milagro.

La 1ª Lectura muestra cómo TODOS pueden ser discípulos, colaborando en la obra de la salvación. (2R4,8-11.14-16). Un matrimonio de Sunam sin hijos invita con insistencia al Profeta Eliseo a comer en su casa y acabaron preparándole incluso un cuarto para hospedarlo siempre que pasara por allí. Lo hicieron porque reconocían a Eliseo como un “Hombre de Dios». Y el profeta en recompensa de la generosa hospitalidad, les prometió, que a pesar de la edad avanzada, tendrían un hijo… Algunos años después, ese hijo llegó a fallecer. Podemos imaginar el profundo dolor de los padres. El Profeta se dirige hacia allí y devuelve a aquella madre generosa el hijo nuevamente con vida. La hospitalidad y la acogida son una fuente de Vida y de Bendición. Dios no deja de recompensar a los que colaboran con Él.
También hoy, ante ciertas resistencias, muchas personas piensan que, para contar con grandes números en su filas, la Iglesia debería facilitar las cosas, y suavizar la radicalidad del evangelio y de los valores de Cristo.
¿Quiénes son los enviados de Dios, hoy? 
La 1ª Lectura Presenta el drama vivido por el profeta JEREMÍAS. Por ser fiel a su misión, experimenta persecución, soledad y abandono. Sin embargo, no deja de confiar en Dios. (Jr 20,10-13). Tuve miedo y resistí:
En la 2ª Lectura, Pablo afirma que para la salvación lo esencial no es cumplir la Ley de Moisés, sino acoger el ofrecimiento de Salvación que Dios hace a todos por Jesús. (Rom 5,12-15).
Y el Evangelio termina con:





Las lecturas de hoy profundizan el tema:
El PADRE es aquel que tomó la iniciativa de salvar a los hombres, destinándolos a una felicidad eterna, en su familia;
Es una dignidad, que debe provocar en nosotros tres actitudes: