SONÓ EL RELOJ DE LA POBLACIÓN… Y NACIÓ EL HIJO DE DIOS
Hoy 25 de diciembre celebramos el nacimiento de Jesús… pero como dice una bella canción “Cristo nace cada día”. El imperturbable reloj de la población mundial nos habla de cómo las navidades se multiplican en nuestro planeta azul.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Las estadísticas de la vida
- Acoger el regalo de la vida
- El nacimiento de alguien “muy especial”
Las estadísticas de la vida
El reloj de la población lleva ya más de un millón de años sin detenerse. Quienes mueren son inmediatamente sustituidos por muchos otros que nacen. La humano-diversidad se adueña de nuestro planeta. Y hasta pensamos sin el un inmediato futuro habrá espacio para todos. El reloj de la vida es el reloj de la Navidad.
La vida en nuestro planeta azul no se agota en nosotros. Este es el planeta de la vida. Los seres humanos superamos ya los 8.000 millones de habitantes. Pero no somos los únicos vivientes. Más todavía somos sólo una diezmilésima parte de la vida que en la tierra germina. las plantas forman el 81,8 % de la vida, las bacterias 12.7 %, los hongos el 2,2%, los animales el 0,36, los peces el 0,7% y nosotros, los seres humanos sólo el 0,01%.
Ahora somos mucho más conscientes que antes, de cómo hemos de respetar la Vida: la vida humana, la vida vegetal, la vida animal… No queremos hacer de la tierra un depósito de escombros. Además -como dicen los científicos- somos “polvo de estrellas”: hemos surgido a partir de las grandes galaxias. ¡Qué misterio éste el de la vida! La Navidad debería llamarse “Eco-Navidad”. Y en el centro de este gran proceso “el día en que nació el Hijo de Dios, como hijo de María por obra del Espíritu Santo”. El prólogo del Evangelio de san Juan que hoy proclamamos nos sitúa en esta perspectiva.
Hoy es el día de tantas Navidades: grandes santos y políticos, artistas, de científicos, obreros, artesanos, mujeres y varones, madres con corazón dispuestos a amar, a dialogar, a vivir, a soñar.
Acoger el regalo de la vida
El Dios de la Vida nos la ha entregado para que la cuidemos. Un aborto mata y priva a la humanidad de un ser humano inédito, único, tal vez sorprendente. Y cuando la vida se nos da la cuidamos, la educamos, intentamos obtener de ella lo mejor que encierra como secreto. Y estamos empeñados en que nadie quede al margen. Por eso, optamos por los más pobres e indefensos, por eso, lanzamos políticas de protección, de cuidado, de acogida.
Qué bendita es esta fiesta de la Navidad. Sin saber del todo, porqué, toda la humanidad la celebra. El mundo se viste de luz, de regalos, de sonrisas, de músicas globalizadas. Y es que queremos celebrar una humanidad regida por el Reloj de la Vida, por la Navidad que no cesa.
El nacimiento de Alguien “muy especial”
Y entre millones y millones de recién nacidos, hace ya 21 siglos, nació un Pequeño muy muy especial. Lo dio a luz una joven de Nazaret. Su vientre se convirtió en el primer hogar de una vida que venía de Dios. Su esposo cuidó de ella y después de su criatura. Protegió a la madre y el niño y nos hizo a la humanidad el más grande favor. En ese Niño nació Dios para nosotros. La Palabra de Dios, que todo lo había creado, se hizo carne. José y María colaboraron para la viabilidad de ese Regalo divino. Y apareció Jesús de Nazaret. En el cielo cantaban… como siguen cantando cuando nace una nueva hija de Dios, un nuevo hijo de Dios. Él hijo único de digno dignificó de tal forma el nacimiento, el seno materno, el proceso del parto, la sexualidad femenina, que desde entonces reconocemos que es bendito el fruto del vientre.
Y como proclamaban los autores del nuevo Testamento: “En Él y por Él fueron creadas todas las cosas”. “Todo se mantiene en Él”. En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres.













Al echar el primer vistazo al Evangelio de hoy… me he quedado pensando en esto: «Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado». Me han venido a la mente las muchas «filas» que hemos podido ver en estos días, en España y también fuera: Filas para vacunarse, filas para hacerse un test o ser atendidos en el ambulatorio, filas de personas que necesitan ayudas para poder comer, las filas de parados ante las oficinas de empleo, y tantas otras. Muchas de estas filas son filas «de la vergüenza», porque sólo se ponen en ellas los más necesitados, los que no tienen otros recursos para conseguir rápidamente lo que necesitan. Y el evangelista nos sitúa a Jesús en una de estas filas, mezclado con la gente, con los pecadores, recibiendo el mismo bautismo que ellos.
Al mezclase Jesús con todos ellos, y unirse a la cola de los que se meten al agua está mostrando que su verdadera vocación es servir y entregarse a la persona herida, estar junto al pueblo necesitado de compañía, de atención, de estímulo, de consuelo, de liberación.
Esta larga, tozuda y desconcertante pandemia nos ha hecho a todos estar mucho más pendientes de las noticias: el coronavirus, las residencias de mayores, las subidas de la luz, el gas, los alimentos, la inflación, las ayudas económicas…
Me parece un reto estupendo y oportuno para los que somos discípulos de Jesús, precisamente en estos tiempos en que bastantes de nuestros políticos se enfrentan, se atacan, se desprecian, insultan… haciendo «gala» a menudo de muy malas formas y educación. Y como nosotros mismos, que nos enrocamos en nuestras posturas, criterios y valoraciones… favoreciendo un clima de desencuentro, de agresividad, de exclusión…´Pues que a lo largo de este nuevo año seamos PERSONAS DE PALABRA (el Unigénito de Dios vino lleno de gracia y de verdad) y de DIÁLOGO, de encuentro, de colaboración. Especialmente con los «distintos». Y también con el Dios-Palabra (oración), para que nos enseñe a acercarnos a los otros -como él mismo hizo- aunque nos rechacen, pero que no nos arrastren ni nos contagien: «y el mundo no la conoció»,
La Sagrada Familia, ya sabemos, está formada por María, José y el Niño. ¿Por qué la llamamos «sagrada»? La verdad es que ni José ni María eran personajes excepcionales, si no hubiera sido porque se dejaron en las manos de Dios, se pusieron a su servicio, y aceptaron vivir consagrados a la misión que Dios les encomendaba. Su misión fundamental sería crear al clima necesario para que aquel Niño tan especial creciera sano, fuera feliz y aprendiera todas esas cosas importantes que los padres transmiten a sus hijos, abriéndoles el camino de la vida y de la fe. Ni las guarderías o escuelas, ni los grupos de amigos, ni las parroquias, ni los medios de comunicación social, logran penetrar tan a fondo en la intimidad infantil como los familiares, esas personas de quienes se depende absolutamente durante los seis o nueve primeros años de vida. Esta familia de Nazareth no sería muy diferente de cualquier otra familia que fuera consciente de su vocación divina, de cualquier matrimonio que se haya tomado en serio aquellas palabras que un día se dijeron ante el altar de Dios:
Con respecto a la educación de los hijos en «valores» y en la dimensión trascendente de la persona… hay también mucha variedad. Hay padres casi del todo despreocupados de este asunto. Los hay desorientados por la diferencia de criterios dentro de la pareja, y por la distancia que perciben entre lo que ellos aprendieron… y lo que viven hoy sus hijos, no sabiendo cómo actuar. Parece que los hijos se «forman» (sí, entre comillas) más en los medios de comunicación, internet, las redes, los grupos de amigos, los estudios… La «cultura» va muy deprisa y no pocas veces se siente desbordados o perplejos. Hay padres que «delegan» en los centros de formación, en las catequesis, en las clases de religión… Y los hay también, cómo no, responsables, implicados, comprometidos, acompañando a sus hijos en el crecimiento de todos los aspectos del ser humano.