1 DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO A

¿Y… CUANDO LLEGUE … “EL QUE TIENE QUE LLEGAR”?

¿Qué nos está diciendo Jesús hoy?

Algo que nadie quiere escuchar: ¡tu vida puede cambiar en un instante!. No cuando estés listo. No cuando hayas terminado tus proyectos. Sino justo cuando creas que todo está bajo control.

Y luego viene esa imagen que nos estremece: “Dos estarán en el campo: uno será tomado, el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo: una será tomada, la otra será dejada.”

Esta es nuestra experiencia humana más dolorosa: ver cómo las relaciones se desgajan, cómo los caminos se separan. Dos personas juntas, haciendo exactamente lo mismo. Mismo lugar, mismo trabajo, misma vida. Y de pronto, cada uno por su lado.

Pero escuchemos bien: Jesús no nos habla de una tragedia cósmica. La llegada del Hijo del Hombre no es el fin del mundo como castigo. Es la llegada en gloria del Jesús de los Evangelios, del Hijo de Dios que viene a encontrarse con nosotros.

¿Cómo será este encuentro?

Y aquí está la pregunta que nos atraviesa: ¿cómo será ese encuentro?

¿Tendremos que avergonzarnos? ¿Será bochornoso, incómodo, porque no hemos creído en Él? ¿Porque hemos vivido como si no existiera? ¿Porque lo hemos dejado en segundo plano mientras perseguíamos mil cosas que al final no importan?

O, por el contrario, ¿será el encuentro más esperado, más maravilloso de nuestra vida? ¿Podremos mirarle a los ojos y decirle: “Tú sí que eres el Redentor del mundo, el Liberador, el que hace realidad nuestros mejores sueños”?

Esa es la diferencia entre los dos que estaban en el campo. No es dónde estaban. Es cómo estaban. Despierto o dormido. Presente o ausente. Vivo de verdad o solo sobreviviendo en automático.

¡Estad en vela!

Por eso Jesús nos dice: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.”

Adviento no es nostalgia de un nacimiento de hace dos mil años. Adviento es ahora. Es prepararte para lo Inesperado que irrumpe en tu vida hoy.

Esa llamada que no esperabas. Ese diagnóstico que lo cambia todo. Esa oportunidad que aparece de la nada. Ese encuentro que parte tu historia en dos. Y sí, también esa llegada definitiva del Señor que no sabemos cuándo será.

Cuando llegue lo Inesperado

Y cuando llegue lo Inesperado —porque llegará—, puede ser de dos formas: gracia que te transforma, te eleva, te despierta… o desgracia que te encuentra vacío, distraído, ausente de ti mismo.

Adviento es recuperar la capacidad de sorprendernos. De soñar. De esperar lo extraordinario en medio de lo ordinario.

No vivamos como si Dios fuera un espectador lejano de nuestra rutina. Él viene. Está viniendo. Quiere irrumpir en tu vida, no para condenarte, sino para realizarte, para hacer realidad lo que ni siquiera te atreves a soñar.

Conclusión

La pregunta no es cuándo vendrá lo Inesperado.

La pregunta es: cuando llegue… ¿nos encontrará despiertos?

Que este Adviento nos despierte del sueño. Que reavive en nosotros la esperanza. Que nos prepare para recibir al que viene no con vergüenza, sino con el corazón abierto de quien espera al Amigo, al Salvador, al que da sentido a todo.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

DOMINGO 34. JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. CICLO C

CRISTO, REY DEL UNIVERSO

Concluye el año litúrgico. Llegamos al final de nuestro camino espiritual. Y la madre Iglesia nos pone ante nuestra mirada a Jesús, rey del universo. Las tres lecturas nos introducen en el misterio de la realeza de Jesús: hijo del rey David o la reunión de los hermanos dispersos (segundo libro de Samuel), el rey Crucificado y la vuelta al Paraíso (evangelio de Lucas) y el “Hágase la Luz” del Reino en la nueva Creación (carta a los Colosenses).

Primero: Reunión de los hermanos dispersos

La primera lectura nos habla del rey David, que reúne en un solo pueblo a las doce tribus de Israel, antes dispersas y enfrentadas. Se acercaron a verlo y le dijeron: “¡Hueso y carne tuya somos!”. Los ancianos lo ungieron como rey de Israel, como su líder y su pastor, reconociendo que era el elegido de Dios. Y Dios le prometió que siempre tendría un descendiente y que su casa permanecería para siempre.

Y así sucedió. El ángel Gabriel le anunció a María, la esposa de José, hijo de David: “el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin”.

Segundo: De vuelta al Paraíso, al nuevo Edén

La lectura del Evangelio nos presenta el tramo final de la vida de Jesús. Ante Pilato Jesús proclamó: “Yo soy Rey” (Jn 18,37) y, por eso, Pilato mandó poner en la cruz esta inscripción: “Éste es el Rey de los judíos” (Lc 23,38). Las autoridades, el pueblo, los soldados y uno de los malhechores crucificados, se reían, burlaban y hacían muecas ante su Rey. Únicamente uno de los crucificados defendió la inocencia de Jesús y se dirige a Él, como un amigo hacia otro amigo… por su nombre: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (Lc 23,42), al Paraíso. Murió mirando a Jesús, sufriendo con Él, esperando con Él.

Y la respuesta de Jesús fue: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”. El “hoy” es estremecedor. Le quita al viernes santo todo su carácter trágico. Y el Paraíso era el horizonte de esperanza y de felicidad.

Tercero: ¡Hágase la luz de la nueva creación!

La segunda lectura de la carta a los Colosenses nos pide que demos gracias a Dios nuestro Padre, porque nos ha sacado del reino de las tinieblas; nos ha trasladado -como al buen ladrón- al Reino de su Hijo querido y por hacernos compartir la herencia del pueblo santo en la luz.

Jesús es la Luz del mundo. Nosotros somos hijos de la luz, hijos del día. Donde reina el pecado allí hay tinieblas y queda frustrada la orden del Creador que al principio ordenó: “¡Hagase la Luz!”. Cuando Jesús murió las tinieblas cubrieron la tierra. Pero cuando resucitó, ya hay un ser que todo lo ilumina, es el Hijo querido, la imagen misma de Dios invisible, la primera criatura diseñada y generada, el modelo de toda la creación. “Todo fue creado por él y para él”. 

Sin luz no hay creación. Sin Jesús-Luz del mundo nada existiría. Todo existe gracias a Él. Su reino es cósmico. Nada se libra de su luminosidad y su calor: ¡Él es la luz del mundo!

Pero también es la cabeza del Cuerpo, de la Iglesia, porque vino a reunirnos a todos como hermanos. 

Conclusión

Confesemos, como el buen ladrón, a Jesús como nuestro Rey de Luz. Integrémonos en su Cuerpo, en su Iglesia, como miembros de Cristo, vivos, activos. No tengamos miedo a que nos reconozcan como sus seguidores. Consideremos a todos como hermanos. No idolatremos a nadie.  Si somos de Cristo “reinaremos con Él”. O quizá mejor, nos espera su misterioso Paraíso.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

A JESÚS, DADOR DE TODO BIEN

DOMINGO 33. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

¡VALIENTES Y NO COBARDES! Así nos sueña Jesús

¿Fuego que abrasa, o luz que ilumina? 

El escenario apocalíptico es siempre estremecedor: en él se presenta la lucha final entre el bien y el mal. 

El profeta Malaquías plantea la gran alternativa: el destino de los malvados y perversos será un “horno”, en el que serán quemados hasta que no quede de ellos ni rama, ni raíz. En cambio, el destino de los que honran el nombre de Dios será luminoso y transformador: “los iluminará un sol de justicia que lleva la salvación en sus alas”.

La luz de Dios es, para unos, horno que abrasa y destruye y, para otros, vida. ¡Ese será el destino de unos y otros!

¡La Promesa en medio de la catástrofe!

Jesús no se mostró comprensivo con quienes le ponderaban la belleza del templo de Jerusalén. Los puso alerta ante lo que iba a suceder:

Ante esa terrible profecía, los discípulos le preguntan: 

Maestro, ¿cuándo va a suceder esto? Y ¿cuál será la señal? 

¿Fuego que abrasa o luz que ilumina? 

El escenario apocalíptico es siempre estremecedor: en él se presenta la lucha final entre el bien y el mal. 

El profeta Malaquías plantea la gran alternativa: el destino de los malvados y perversos será un “horno”, en el que serán quemados hasta que no quede de ellos ni rama, ni raíz. En cambio, el destino de los que honran el nombre de Dios será luminoso y transformador: “los iluminará un sol de justicia que lleva la salvación en sus alas”.

La luz de Dios es, para unos, horno que abrasa y destruye y, para otros, vida. ¡Ese será el destino de unos y otros!

¡La Promesa en medio de la catástrofe!

Jesús no se mostró comprensivo con quienes le ponderaban la belleza del templo de Jerusalén. Los puso alerta ante lo que iba a suceder:

Ante esa terrible profecía, los discípulos le preguntan: 

Maestro, ¿cuándo va a suceder esto? Y ¿cuál será la señal? 

Entonces el maestro inicia su discurso apocalíptico. Y les dice:

Habrá guerras de pueblos contra pueblos, revoluciones; en diversos países, habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, grandes señales en el cielo. 

También les predice a sus discípulos lo que les sucederá:

Falsos mesías intentarán engañarlos y seducirlos. Serán perseguidos, los llevarán a los tribunales, los encarcelarán; comparecerán ante reyes y gobernadores. Sus mismas familias (padres y hermanos) y los propios amigos los traicionarán y matarán a algunos. Y, por ser discípulos de Jesús, serán odiados por todo el mundo.

Al mismo tiempo, Jesús les pide valentía, porque Dios los protegerá y ni un cabello de la cabeza perecerá y quedarán a salvo. 

Jesús – Maestro nos indica con su discurso que no nos dejemos fascinar por el “imperio de lo efímero”. Efímero quiere decir aquello sólo dura un día, o que es pasajero: pasa el encanto de la infancia, la belleza de la juventud, la fama de la adultez.

Jesús nos revela así, que algo inimaginable nos espera. Y conectando con la profecía de Malaquías, nos anuncia que una gran Luz nos iluminará y nos hará vivir sin ningún tipo de amenazas.

¡Nada ni nadie nos paralice!

Jeff Koons

El miedo paraliza y acobarda. 

Había en la comunidad de Tesalónica, cristianos a quienes la expectativa del final del mundo les llevaba a “vivir sin trabajar”, “muy ocupados en no hacer nada”. Pablo les pide tranquilidad y ganarse el pan. 

Él mismo se pone como ejemplo de cristiano valiente y trabajador. La acción humana en este mundo tiene sentido, aunque a veces se vea brutalmente interrumpida.

Conclusión

La palabra “apocalipsis” significa revelación. ¡Se abre el velo de aquello que estaba oculto! 

Una Luz nos llega del Porvenir. 

Y esa luz no resuelve nuestras preguntas, pero sí nos indica que el final no es oscuridad, ni frío. 

¡Que hay salvación! Y   esa es la clave para dar sentido a nuestra vida aquí. 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

BENDITO SEAS, MI SEÑOR JESÚS

 

DOMINGO 32. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

¡CLAMOR DE RESURRECCIÓN! El misterioso “después”

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Peter Adams, The Resurrection

Las lecturas de este domingo 32, nos invitan a contemplar la realidad desde otra perspectiva:

1.No hay fecha de caducidad para Amor.
2. Convertir el asesinato en sacrificio.
3. Y si pasa, ¿qué pasa?

¡No hay fecha de caducidad para Amor!

La lectura del Evangelio, nos presenta un escena que hoy también nos interesa muchísimo.

Los saduceos, se sirvieron ante Jesús de la casuística matrimonial para oponerse a la resurrección de los muertos. El mayor argumento contra la resurrección estaría –según ellos– en la misma Palabra de Dios (en el Pentateuco).

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Pericle Fazzini

La ley del levirato establecía que si un hombre casado moría sin hijos, su hermano estaba obligado a tomar a la mujer viuda y darle descendencia. Esta era la única forma de escapar del reino de la muerte: ¡tener hijos!, ¡tener descendencia! Si de esto se veía privada una persona, ¿qué bendición de Dios podría tener? Por eso se establece que, al menos, no falte esta descendencia bendita.

 Para darle un cierto tono irónico a la pregunta, los saduceos se refieren a siete hermanos –¡posible referencia a los siete hermanos Macabeos en cuyo relato se habla de la resurrección!–. En su respuesta Jesús no aborda el tema de los macabeos. Su respuesta es que los saduceos no conocen las Escrituras, ni siquiera el libro del Pentateuco en el que ellos se basan. ¡No conocen el poder de Dios!

Jesús afirma que después de la muerte todos nosotros, en cuanto hijos de Dios e hijos de la resurrección, no nos casaremos, viviremos como ángeles, hayamos estado casados aquí o no lo hayamos estado. En el mundo de la resurrección ya no se puede morir, como tampoco los ángeles del cielo pueden morir. Esto significa que casarse es una realidad propia del mundo de la muerte. Ése es el sentido de la ley del Levirato. Jesús relativiza mucho esta ley al privarla de su carácter salvador. Si alguien muere sin descendencia ¡no pasa nada! ¡No pasa nada si alguien no se casa! ¡Hay otra vida! Nos espera otra condición de vida para siempre.

Por otra parte, Dios es totalmente diferente a aquel que se crea nuestra imaginación. No hay muerte en Dios. El amor de Dios acompaña a una persona siempre, no acaba con la muerte. Nuestro Dios es un Dios de vivos.

Convertir el asesinato en sacrificio

La primera lectura, nos muestra que la violencia antirreligiosa existe desde hace muchísimo tiempo. Los hermanos Macabeos la experimentaron en su propia carne. Pero los hombres y mujeres que sienten la cercanía de Dios son invencibles, insuperables. Así lo demostró esta familia ejemplar, liderada por su madre. Quienes confían en Dios saben que la muerte, el asesinato, no tiene la última palabra. Por eso, convierten la muerte violenta en sacrificio, en culto a Dios y en misericordia sobre el mundo. Mueren alabando a Dios y perdonando los crímenes de los seres humanos.

Lo peor es cuando hay personas que piensan que matando hacen un favor a la justicia. Son idólatras. Sirven a ídolos de muerte que ellos mismos se han creado. Dios es Dios de la Vida, nunca, nunca de la Muerte.

Y si pasa, ¿qué pasa?

En la segunda lectura, Pablo desea a los cristianos dos cosas: consuelo eterno y hermosa esperanza. Él sabe que la comunidad cristiana, y cada miembro de ella, está amenazada por “hombres malos y perversos… personas que no son de fiar”. Éstos son instrumentos del Maligno.

La existencia cristiana es lucha. Rechaza las armas de la muerte, pero emplea las armas de la esperanza, del amor al enemigo, de la oración, de la paciencia.

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Conclusión

Los seguidores de Jesús proclamamos que¡Somos-seres-para-la resurrección! Nos negamos  a creer que el Amor sea derrotado por la muerte. El Amor desea superar cualquier barrera. ¿No fue el precioso libro el Cantar de los Cantares un grito de resurrección? ¡La Muerte no anegará a Amor! El amor que Dios nos tiene, no tiene fecha de caducidad. Y Jesús se lo dijo a los saduceos que no creían: nuestro Dios no es un Dios de muertos.

 Sí, estamos en manos de la Vida. Y la Vida vencerá a la Muerte.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Canción: Sin Caducidad para el Amor

TEXTO: SIN CADUCIDAD PARA EL AMOR

ESTRIBILLO]
No hay fecha de caducidad para Amor,
La Vida desafía la muerte y el dolor.
Nos sostiene el poder de Dios viviente,
Su luz nos rescata, nos hace resistentes.

[Estrofa 1]

1. Cuando la guerra y la inseguridad nos cercan
y la muerte amenaza por dentro y fuera
la tristeza invita a rendirse sin consuelo
pero el amor de Dios sostiene nuestro vuelo

2. La ley del levirato buscaba descendientes
creer que la vida termina en los ausentes.
mas Jesús revela que hay otra verdad
¡Vida eterna y resurrección en su bondad!

[ESTRIBILLO]
No hay fecha de caducidad para Amor,
La Vida desafía la muerte y el dolor.
Nos sostiene el poder de Dios viviente,
Su luz nos rescata, nos hace resistentes.

3. La violencia intentó apagar la esperanza
Los macabeos con fe y sin venganza
transformaron el asesinato en sacrificio,
convirtieron la muerte en culto y servicio

4. En la lucha diaria, Pablo nos anima,
consuelo y esperanza nunca se resignan.
Frente al mal, la fe nunca desarma,
en el Amor resucitado, todo trauma se sana.

[ESTRIBILLO]
No hay fecha de caducidad para Amor,
La Vida desafía la muerte y el dolor.
Nos sostiene el poder de Dios viviente,
Su luz nos rescata, nos hace resistentes.