Domingo 6. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¿Y LAS EPIDEMIAS DEL ESPÍRITU?

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Aislar para proteger
  • Motivo de escándalo y contagio
  • La descontaminación

¡Aislar para proteger!

La primera lectura tomada del libro del Levítico nos presenta una ley que tenía como objetivo “velar por la salud pública”: para evitar el contagio de la lepra, el sacerdote debía excluir de la comunidad al portador de tal enfermedad. Esto mismo, pero no ha en un ámbito sacral, se hace en nuestras sociedades: aislamiento para la protección.

Jesús dejó que un leproso se acercara a él y le suplicara de rodillas, con una confianza inmensa: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús sintió lástima. Lo tocó con su mano diciendo: “Quiero, queda limpio”. Pero le encargó severamente que se presentase al sacerdote e hiciera su ofrenda. El leproso divulgó su curación. Ahora el que se sentía excluido era Jesús, que no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, y se quedaba afuera.

Motivo de escándalo y contagio

En la segunda lectura, tomada de la primera carta a los Corintios, Pablo pide que la comunidad cristiana no de motivo de escándalo, ni a los griegos, ni a los judíos, ni a la Iglesia de Dios. Intentaba así evitar la contaminación del mal, el contagio espiritual.

Las células del mal espiritual se multiplican; reivindican un espacio en la persona, crean una especie de “ecología de malas hierbas”, como si de un cáncer del espíritu se tratara. Estos males del espíritu son al principio casi imperceptibles. Después se convierten en actos repetitivos que no llevan a ninguna parte y que producen desolación, dependencia, enganche, generan en nosotros estados de vértigo, de huida hacia lo mismo y lo peor. Los siete pecados o demonios capitales son los portadores de estos virus: ira, odio, envidia, lujuria, codicia, gula. Los malos gérmenes se reproducen silenciosamente en nosotros.

En las sociedades -políticas y religiosas-, en las comunidades familiares, en los grupos políticos y deportivos, las epidemias se suceden y van pervirtiendo el ambiente. El mal se camufla de bien. Y quien opone resistencia a la contaminación, parece un extraterrestre, un reprimido. La propagación del virus atenta de manera especial contra las figuras proféticas. Un profeta contaminado es el mejor propagandista de la infección.

La descontaminación

Cuando el contaminado se acerca a Jesús no recibe un diagnóstico, sino una mano que lo toca movida por un corazón lleno de misericordia. Jesús no le da importancia al mal. Es como ese experto en informática que ante el nerviosismo del inexperto, que piensa que ha perdido todo su trabajo, le dice: ¡calma! ¡está todo bajo control! y, poco después devuelve todo el trabajo que parecía perdido. Es impresionante escuchar estas palabras de Jesús: “¡Quiero! ¡Queda limpio! ¡

Ante los siete pecados capitales, que nos mantienen como rehenes, los siete sacramentos muestran su fuerza terapéutica. Son acciones de Jesús, contacto con Jesús, expresiones interpersonales de su amor. La Unción del Enfermo, la Absolución del que se siente atado por el pecado, demuestran la fuerza del Espíritu de Jesús.

Conclusión

Si el Señor es mi médico, ¿quién me hará temblar? Jesús nos pide que vayamos al sacerdote, al templo, no para que certifique nuestro mal, sino para que declare que hemos sido liberados. Sí, ¡para que declare que el Espíritu de Jesús vence a todos los malos espíritus!

¡Gracias sean dadas a nuestro Señor Jesús y a su Espíritu! 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMIMGO 5. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

SALIR EN MISIÓN – ENTRAR EN ORACIÓN

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • “Vita brevis”: días sin esperanza
  • La agenda de Jesús un día cualquiera
  • El doble movimiento: centrípeto y centrífugo

“Vita brevis!”: días sin esperanza

El libro de Job, al que nos hemos acercado en la primera lectura, expresa muy bien la condición de no pocos seres humanos: “Mis días se consumen sin esperanza” “Mi vida es un soplo y mis ojos no verán más la dicha”.

Job es la figura del ser humano que no se engaña, que observa la realidad con sabiduría humana. La vida es breve y la mayor parte de ella preocupaciones y desgracias. ¿Qué relevancia puede tener lo que yo diga y realice en un mundo de más de 8000 millones de seres humanos?

La agenda de Jesús un día cualquiera

El evangelio que acabamos de proclamar ofrece una sorprendente respuesta a los problemas existenciales de Job. El evangelista Marcos nos presenta la agenda de Jesús a lo largo un día distribuido con sus diversas actividades: predicación en la Sinagoga; visita a la casa de sus amigos Simón y Andrés y curación de la suegra de Simón; al anochecer atención a muchos enfermos físicos y espirituales con una especial alusión a los demonios, a los que prohibía hablar; se supone que va a descansar muy tarde; al día siguiente madruga y se retira a un lugar alejado para orar él solo;  Simón Pedro lo busca porque hay gente que lo necesita y Jesús le dice que ¡también hay que ir a “otros lugares”. Y concluye con una misteriosa afirmación: “¡para esto he salido!”.

Esa es la respuesta al sentido de la vida: esa agenda equilibrada de religiosidad, amistad, sanación, descanso, oración e itinerancia. Jesús “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo porque Dios estaba con Él y nosotros somos testigos de todo lo que hizo” (Hech 10, 38-39).

El doble movimiento: centrípeto y centrífugo

San Pablo reconoce en la segunda lectura que también él ha salido para evangelizar. Ese fue el encargo que Jesús resucitado le confió

Es cuestión de salir e integrarse. Siempre estamos a tiempo. Cuando nos acucie la pregunta por el sentido de la vida, busquemos la respuesta en nuestra “morada” más íntima y en el dinamismo interior que nos lleva a “salir” para oponernos al mundo del mal que nos circunda.

Oración y Misión son las claves de una vida con sentido. Ese es el equilibrio vital. Oración es entrar en la Morada. Misión es salir para anunciar el Evangelio y hacerlo presente. Se entra saliendo, se sale entrando. Misteriosa combinación de movimientos: ¡nunca dentro sin estar afuera!, ¡nunca afuera sin estar dentro! Y así el Evangelio se propaga a través de nuestras salidas y entradas. Difícil es “salir” hacia lo diverso, hacia el diálogo con los diferentes.

Conclusión

¡Dios estaba con Él! Jesús era un santuario viviente e itinerante. Jesús no es un fundamentalista de las horas de oración, pero tampoco es un fundamentalista de las horas de trabajo misionero. Vive en la serenidad de quien no se siente imprescindible y, sin embargo, pasa haciendo el bien. Jesús no quiere afianzar su poder en ningún lugar. No encuentra el sentido en “poseer”, en “asentarse”, en prolongar sus mandatos exitosos, sino en “salir”. La vida tiene sentido cuando “salimos”, cuando nos sentimos parte de una Misión que, compartida, lleva adelante los sueños de Dios sobre el mundo.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 4. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

PROFETAS DEL ÚNICO PROFETA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡No quiero volver a escuchar la voz de Dios!
  • ¡Ese Jesús tan asombroso!
  • Tratar con Dios “sin preocupaciones”

¡No quiero volver a escuchar la voz de Dios!

Nos dice la primera lectura, que Moisés le recordó al pueblo aquello le pidió a Dios el día de la asamblea, ante el monte Horeb: “No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio. ¡No quiero morir!”

Se reconocía así que la infinita trascendencia de Dios supera todo lo que nuestros sentidos captar. Un encuentro “cara a cara” con Dios, ahora, aquí en la tierra, sería para nosotros mortal. Si no resistimos la luz directa del sol, ¿cómo vamos a resistir la luz de Dios? 

Quienes se sienten tan cerca de Dios, tal vez lo hayan sustituido por un ídolo: un “dios” sin misterio, vulgar, ritualista, que no estremece, ni emociona; que es el recurso fácil de hombres y mujeres así llamados “piadosos”; o de “hombres espirituales” que presumen saberlo casi todo de Dios y transmiten “en directo sus mensajes”. 

El Dios de nuestra revelación no es así. Nuestro Dios es el Misterio de todos los misterios. Es el Invisible por exceso de claridad, el Inaudible por exceso de Voz y de Palabra, el Inabarcable por exceso de inmensidad y Presencia. Moisés dijo en nombre de Dios: “¡Tienen razón! Suscitaré un profeta de entre tus hermanos… pondré mis palabras en su boca…. Hablará en mi nombre”.

¡Para ponerse a nuestra altura Dios suscita profetas! Pero en ellos o ellas encontramos una “abreviatura de Dios”

¡Ese Jesús tan asombroso!

El evangelio de hoy nos dice que Jesús causó “asombro” en la sinagoga de Cafarnaum porque enseñaba con autoridad y no como los escribas. Jesús no solo enseñaba, también transformaba con la fuerza milagrosa de su Espíritu. No era solo un detector de demonios, sino un exorcista que los vencía en cualquier circunstancia. Jesús fue el gran profeta prometido por Dios a Moisés. “Quien me ve a mí, ha visto al Padre”, le dijo Jesús a Felipe. Jesús es el rostro humano y accesible de Dios.

Tratar con Dios “sin preocupaciones” 

La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Corintios, nos habla de las “pre-ocupaciones”. Los seres humanos, antes de ocuparnos en algo, no pre-ocupamos. Son tantas las ocupaciones que nos salen al paso, que vivimos pre-ocupados. San Pablo se refiere a las muchas pre-ocupaciones que nuestro mundo nos genera. Las preocupaciones nos causan una división interior: el futuro no nos deja vivir el presente.

Y san Pablo nos da al final un consejo: ¡tratar con el Señor, sin preocuparse más! Dejarlo todo en sus manos. ¡Dios proveerá!, como decía Abraham a su hijo Isaac. Dios cuida a los pajarillos y a las flores, ¿no va a cuidar entonces a sus hijos e hijas?, decía Jesús. 

Conclusión

Cuando no tomamos distancias ante la trascendencia infinita de Dios, surgen las idolatrías, las dictaduras religiosas, los cristianos que arrogantemente dicen: “es que si Dios fuera como tiene que ser…” Hay quienes suplantan a Dios en sus juicios, en sus condenas… Quien habla en nombre de Dios sin el impulso de Dios es un idólatra de sí mismo, un demonio.  Por eso, ¡cuidado con los que se sienten profetas.

Proclamemos la Palabra con temor y temblor y no con autosuficiencia. Hablemos cuando ya no podamos encerrar en el corazón el Fuego. Y entonces dejemos que el Verbo de Dios utilice nuestra boca, que el Espíritu de Dios gima en nuestro ser. ¡Sólo entonces seremos profetas del Único Profeta!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 3. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

LA CONVERSIÓN ES POSIBLE: JONÁS Y JESÚS

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El profeta rebelde realiza el milagro.
  • La misión en el espacio “no sagrado”
  • El Reino de Dios difumina la figura de este mundo

El profeta rebelde realiza el milagro

Cuando parece que Dios fracasa en sus recursos para transformar a un pueblo, Dios encuentra las soluciones más inesperadas. Nos dice la primera lectura que Jonás fue enviado a la ciudad Nínive para que hiciera penitencia y se convirtiera a Dios. Tal misión le pareció imposible y Jonás desobedeció emprendiendo un camino que lo alejaba de Nínive; se refugió en un barco que partía en dirección opuesta. Su presencia fue amenazante para todos. Tuvo que reconocer que “huía de Dios”. Fue arrojado al mar y un cetáceo lo devolvió al camino cierto de Nínive. Jonás entró en la gran ciudad. Obedeció. Y la gran conversión y milagro tuvo lugar. Dios tiene recursos para cumplir sus designios a pesar de cualquier oposición ¿Por qué no puede ocurrir hoy lo mismo?

La misión en el espacio “no sagrado”

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús como el profeta definitivo, enviado por Dios Padre. Inicia su misión en un espacio profano, en la Galilea de los Gentiles, en la periferia de Israel. Y proclama -desde allí- la sorprendente Noticia: “El Reino de Dios está cerca. Convertíos. Creed en el Evangelio”. Inmediatamente busca “colaboradores”. No elige a sacerdotes o escribas, sino a pescadores. Éstos abandonan sus redes, su familia, y lo siguen. Comienza aquí la restauración del nuevo Israel. Los “Doce” serán el símbolo de un impresionante sueño: Hacer posible el Reino universal de Dios y ellos serán “pescadores de hombres”.

El Reino de Dios difumina la figura de este mundo

En la segunda lectura de la primera carta a los Corintios, san Pablo se sitúa en la misma tesitura que Jesús en el evangelio: “el momento es apremiante… la presentación de este mundo se termina”. Se abren nuevos caminos para todos, también para los pecados -como dice el salmo 24-. Es necesario seguirlos… y delante va Jesús que nos invita: “¡Seguidme!

La Iglesia no tiene sentido si no es la Comunidad de los que siguen, seguimos a Jesús. Todos somos continuadores y continuadores de quienes en su tiempo lo siguieron. El seguimiento de Jesús en nuestro tiempo tiene características nuevas.  Tenemos que proclamar que hay un mundo que no tiene futuro y que nos llevará a la destrucción. Pero hay ¡otra posibilidad! Convertirnos en instrumentos vivientes del sueño de Dios sobre la humanidad.

Conclusión

Aunque la figura de Jonás emerja entre nosotros con su rebeldía, ya vendrá un viento fuerte que nos lleve a nuestro lugar. Y entonces seremos la profecía que convierta a los pueblos de nuestro planeta, seremos el Jesús de Galilea y en su camino hacia Jerusalén. ¡Volvamos a Galilea! ¡Entremos en Nínive! Y no dudemos. Anunciemos que el Reino de Dios está cerca. Lo demás… en manos de Dios.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 2. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

UN DÍA CON JESÚS: ¿CUÁL ES MI VOCACIÓN?

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Dios cuenta con nosotros y nos llama.
  • La vocación nos desplaza
  • La vocación de nuestro cuerpo

Dios cuenta con nosotros y nos llama

La primera lectura nos relata la historia de Ana, -la mujer estéril que concibió un hijo al que llamó Samuel y posteriormente consagró para que sirviera al sacerdote Elí en el templo del arca de la Alianza. Y también nos relata la vocación del pequeño Samuel: por tres veces en la noche, mientras dormía, escuchó la llamada de Dios. Él creía que era el sacerdote quien lo llamaba. La tercera vez respondió a la voz: ¡Habla, Señor, que tu siervo escucha! A partir de ahí, Samuel crecía, Dios estaba con él y sus palabras se cumplían.

Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios con docilidad, Dios nos llama. La liturgia de la Palabra es siempre vocacional, para quienes están atentos y dicen en su interior: ¡Habla, Señor, que tu siervo o tu sierva escucha!

La vocación no consiste en aquello que me apetece, gusta o ilusiona. La vocación es aquello que Dios quiere realizar por medio de mí y en mí. ¡Haz de Dios el protagonista de tu vocación y siempre te irá bien!

 La vocación nos desplaza

La vocación se encuentra cuando uno cumple la palabra de Jesús: ¡Niégate a ti mismo, ven y sígueme! Esa fue la experiencia de dos discípulos de Juan Bautista: estaban con él cuando Jesús pasó ante ellos y Juan proclamó: “este es el Cordero de Dios”, que carga con el pecado del mundo. Inmediatamente siguieron a Jesús y Jesús les preguntó: ¿Qué buscáis? Su deseo fue solamente compartir un día con Jesús. Pero aquella experiencia los transformó de tal manera que se inició a partir de aquel momento una cadena de nuevas vocaciones y entre todos y todas formaron la “casa de Jesús”, la “comunidad de Jesús. Como decía León Felipe: “Ya vendrá un viento fuerte que te lleve a tu lugar”. Aquellos discípulos encontraron “su lugar” en Jesús. La vocación siempre nos des-plaza.

Muchos encuentran su profesión… pocos encuentran su vocación. Cuando la vocación proviene de Dios, sólo cabe la respuesta del salmo 39 que hoy hemos proclamado: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

La vocación nos integra en un Cuerpo

La segunda lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios nos habla de nuestro cuerpo como santuario, templo de Dios. En cambio, el filósofo Platón decía que el cuerpo es “cárcel”. Nuestro cuerpo fue purificado en el bautismo y allí fue declarado el cuerpo de un hijo o una hija de Dios, un miembro del Cuerpo de Cristo, un cuerpo sobre el que se derrama el Espíritu Santo: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Y este cuerpo es alimentado con el Pan eucarístico. El ministro de la Eucaristía nos lo recuerda: “El Cuerpo de Cristo”. Respondemos “Amén”, es decir, ¡somos miembros del cuerpo de Cristo”, como explicaba san Agustín.

Conclusión

Nuestro cuerpo tiene la marca de una vocación divina, de una alianza eterna. Y no solo nuestro cuerpo individual, sino también nuestro cuerpo comunitario, porque somos Cuerpo de Cristo. Cada Eucaristía dominical nos lo recuerda en la liturgia de la Palabra (liturgia de la vocación) y la liturgia eucarística (liturgia del cuerpo de Cristo). 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO B

EN EL BAUTISMO SE ABREN LOS CIELOS

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La vocación tardía de Jesús de Nazaret.
  • Quien busca encuentra
  • Extraña identidad: cordero que carga con el pecado del mundo

La vocación tardía de Jesús de Nazaret

También Jesús fue un hombre en búsqueda, porque se hizo en todo semejante a nosotros. No siempre tenía las cosas claras. Tuvo que ir descubriendo paso a paso su destino. Quizá pensemos que pasó excesivo tiempo en casa de José y de María. Si sólo vivió 33 años, ¿cómo justificar que dedicara a su misión profética únicamente los tres últimos años? Diríamos que Jesús fue un profeta con vocación tardía. ¿A qué dedicó, entonces los 30 primeros años?

No deja de ser misteriosa esa distribución del tiempo en la vida de Jesús.  A los doce años se perdió y fue encontrado en el templo y les dijo a sus padres que debía “estar en la casa de su padre”. A partir de ese momento se volvió con ellos a Nazaret y les estaba sujeto. Y así fue… la mayor parte de su vida, como “hijo de artesano” y también como hijo de su madre viuda y miembro de la familia. Renunció a formar una familia y de seguro que se identificó como “eunuco por el Reino de los cielos”. ¡Misteriosa expresión que reflejaba su autobiografía!

¡Quien busca encuentra!

Cuando Jesús se acercó a los treinta años, se puso en búsqueda, abandonó su casa. Y buscó allí donde Juan Bautista predicaba y bautizaba: ¡en el desierto! Se hizo bautizar por Él. Y a través de este mediador, encontró su destino, cuando la Trinidad Santa se reunió y mostró ante Juan y ante el mundo: “Tú eres mi Hijo”, dijo el Padre, “El Espíritu descendió y se posó sobre Él” y Jesús se convirtió en el Mesías esperado. Los evangelistas nos dicen que Jesús “vió los cielos abiertos”.

Extraña identidad: Cordero que carga con el pecado del mundo

El profeta Juan Bautista ve en Jesús al Cordero de Dios que carga con los pecados del mundo. Más tarde Jesús dijo que su carga es ligera: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré… mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,28). ¿Cómo puede ser ligera si carga con todos los pecados del mundo? Y lo es en la medida en que nos pide a todos nosotros que vengamos a Él y compartamos su carga y su yugo.

Jesús murió por nuestros pecados. Se inmoló para que la humanidad se salve. Jesús fue, siguió siendo y es nuestro Redentor. Esto es lo que celebramos en este domingo del Bautismo del Señor.

Bautizados como Jesús

También nosotros hemos sido bautizados. Nada más y nada menos que “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. El agua de Dios se derramó sobre nosotros. Fuimos ungidos con el óleo santo como sacerdotes, profetas y reyes. La dignidad bautismal nos convierte en la clase VIP de la Iglesia y no en cristianos de segunda o tercera clase.

Agradezcamos en este día la “dignidad” recibida. Y dispongámonos a ser en la Iglesia escuchados, dignificados y a asumir en serio nuestra vocación cristiana con todo lo que ella implique.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

EPIFANÍA DEL SEÑOR. CICLO B

EPIFANÍA: EL ESPÍRITU DE LA ESTRELLA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La búsqueda del tesoro
  • El encuentro sorprendente
  • El misterio de la Estrella

La búsqueda del Tesoro

Se puede vivir miserablemente, mientras está al alcance un inmenso tesoro… Se necesita alguien que sepa dónde se encuentra. Al alcance de la mano de todos nosotros hay un tesoro, pero muchos no lo saben.

A los magos de Oriente les fue revelada la existencia del mayor tesoro que ha podido ocultarse en la tierra. Creyeron esa revelación. Y no solo se dispusieron a buscarlo, sino que incluso prepararon regalos (oro, incienso y mirra) como homenaje y agradecimiento a quienes custodiaban aquel tesoro.

Emprendieron el largo viaje… Una estrella los conducía… Y hasta se posó en el lugar exacto hacia el que se encaminaban. No les importó el cansancio, ni tampoco el despiste que sufrieron en Jerusalén ante el rey Herodes. Se empeñaron en encontrar el tesoro y se dejaron conducir por la estrella.

Creer es también crear. La fe mueve montañas. El que cree descubre lo insospechado. Quien no busca vivirá siempre miserablemente. Quien busca encontrará.

El encuentro sorprendente

El destino al que los magos fueron conducidos les resultó sorprendente: una casa humilde, dos jóvenes esposos y un niño recién nacido. Ellos no dudaron. Era él, el niño nacido apenas unos días antes. ¡Él era el Tesoro que Dios había depositado en la humanidad! Y con mucha, muchísima fe… lo adoraron…

Estos magos se hicieron tan famosos que han pasado más de 2023 años y todavía los recordamos, especialmente los niños. Donde encontraron el tesoro no fue en el Palacio de Herodes, ni tampoco en el Templo de Jerusalén… fue en una pobre casita alquilada. Y ahora los magos siguen siendo recordados en nuestros pueblos y ciudades. Buscan, sobre todo, a los niños… pero entre todos ellos, al Niño-Dios.

 El misterio de la Estrella

Muchos se preguntan por el significado de la estrella. Recurren para ello a la astrología e investigan si ya a comienzos del siglo I hubo una “coniunctio magna” o un acercamiento entre dos planetas…, interpretada por los magos como anuncio de un gran acontecimiento.

Quizá lo mejor sea decir que -como siempre- el Espíritu Santo fue la estrella que condujo a los magos de Oriente hacia Jesús y la casa en que se encontraba. El Espíritu siempre tiene como destino a Jesús: sobre Él descendió en el Bautismo: hacia Él condujo a los magos. El Espíritu nos lleva siempre hacia Jesús. Es nuestra buena estrella.

Y como “tanto amó Dios al mundo” –¡no solo a Israel!– que le entregó a su Hijo único, así también hoy nos ama tanto que no permite que nos olvidemos ni de la Estrella, ni de los Magos. Esta humanidad de hoy tampoco se olvida de Dios. Hasta los más incrédulos, sienten en su corazón el estímulo de la estrella y el encanto de los magos de Oriente. ¡Feliz Epifanía! María, José, el Niño. Oro, incienso y mirra.

Esta celebración de hoy nos conduce hacia lo nuclear de nuestro ser humano: ¡busquemos apasionadamente a Dios y lo encontraremos! Y aparecerá la Estrella, el Espíritu Santo que nos lo facilitará. ¿Nos hemos preguntados dónde y cuando se nos aparece la Estrella y nos moviliza?

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. CICLO B

“LA MADRE DE DIOS”: BENDITA Y BIENAVENTURADA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Deseos de bendición
  • El bautismo: marca indeleble de pertenencia.
  • La primera exposición del Santísimo
  • Bendición para los demás

Deseos de bendición

La primera lectura nos muestra cómo Aarón y sus hijos debían bendecir a los israelitas.  La Iglesia también se identifica hoy con ese modo de bendecir y le pide a Dios, nuestro Señor que cumpla cuatro deseos:

  • Que nos sea propicio
  • Que nos proteja,
  • Que vuelva hacia nosotros su rostro y lo haga brillar …
  • Que nos conceda la paz. 

No hay mayor bendición para un ser humano -al comenzar un nuevo año- que unir su vida a Dios, invocándolo.

El salmo 66, que ha sido proclamado después de la lectura del libro de los Números insiste en lo mismo: “El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros… que Dios nos bendiga”.

El bautismo: marca indeleble de pertenencia

Los israelitas se sentían bendecidos por Dios cuando en su cuerpo quedaba marcada la señal de la circuncisión. Era la señal indeleble de su pertenencia a Dios.

Nosotros tenemos otra señal indeleble de bendición de Dios: es el bautismo-confirmación. Quedamos sellados en nuestro cuerpo por el agua y el óleo consagrado. Estar en Alianza para siempre con Dios es el mayor regalo que un ser humano puede recibir.

Los padres de Jesús quisieron que también su pequeño hijo recibiera la marca de su pertenencia a Dios y al pueblo para siempre. Y por eso, como nos dice hoy el Evangelio, fue circuncidado a los 8 días de nacer. Así Jesús “nació bajo la ley para rescatarnos”. Y el rescate consistió en transformar la circuncisión del cuerpo por el bautismo del nuevo nacimiento… que nos hace hijos de Dios por adopción” y nos vuelve templos del Espíritu Santo. El mismo Espíritu que en nosotros clama: “Abbá, Padre” y nos revela así que somos hijos de Dios.

La primera exposición del Santísimo

El evangelio de hoy nos relata el encuentro de los pastores con Jesús. Llama la atención el detalle del evangelista Lucas: ¡el niño Jesús estaba recostado en un pesebre!

Sabemos que el pesebre era, por así decirlo, la mesa en la que comían los animales. Y, sobre aquella mesa no había alimento para los animales. Quien allí estaba depositado -¡expuesto!- era Aquel que se autodefinió así: “Yo soy el Pan de Vida”. Y el contexto no podía ser más elocuente: todo esto sucedía en Belén -en hebreo Beth-lehem, que significaba la “casa del Pan”.

¡Esta fue la primera exposición del Santísimo! El pequeño Jesús es colocado en la mesa más pobre que podamos imaginar como Alimento de Dios, bendición de Dios. ¿Quién no se comerá a besos este regalo que recibimos de las manos de María y de José? 

Bendición para los demás

La celebración de la Navidad trasciende los límites de las religiones. Algo indescriptible sucede en la humanidad. Se siente la necesidad de regalar, encontrarse, el deseo de paz, armonía, surge la nostalgia de amores imposibles, la evocación de quienes nos dejaron… Las luces en la noche nos hablan de sueños flotantes que nos devuelven la ilusión. Una misteriosa Bendición envuelve a nuestro planeta. Y no cesa…

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SAGRADA FAMILIA. CICLO B

MISTERIOSA FAMILIA: entre Belén, Egipto y Nazaret

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • Misteriosa familia
  • Familia emigrante en Egipto.
  • Familia de Nazaret.
  • Familias con alma y corazón.

Misteriosa familia

José y María se casaron legalmente. María concibió a su hijo Jesús, sin la intervención de José. Y éste, tras enorme perplejidad comprendió que su esposa había concebido por obra del Espíritu Santo, y decidió no abandonarla. Entonces encontró el verdadero sentido de su vida, como esposo y padre. Para Jesús sería José el transmisor de la bendición de David. José y Jesús fueron auténticos “davídidas”. Así lo muestran las generalogías y también las aclamaciones populares al Jesús adulto, dirigiéndose a Él como “hijo de David” o entrando solemnemente en Jerusalén y así aclamado.

María tampoco dudó al decirle a su hijo -perdido en el templo-: “Tu padre y yo te buscábamos”.

Familia emigrante en Egipto

Cuando Jesús-niño fue presentado por sus padres en el templo, el profeta laico, Simeón, y la anciana profetisa del templo, bendijeron y acogieron al Niño -pero ninguno de los Sacerdotes del Templo-. Simeón y Ana reconocieron la identidad misteriosa del recién nacido Jesús. Simeón, por su parte, reconoció que Jesús sería un “signo de contradicción” y que María estaría implicada en su suerte. De hecho, Herodes persiguió a muerte a su Hijo. José fue su guardaespaldas y desapareció del mapa de Israel, cargando con una terrible responsabilidad. Y con mucho éxito.

Familia de Nazaret

Jesús niño y adolescente fue creciendo en un contexto humano “único”. Su grandiosa y equilibrada humanidad fue siendo educada bajo la atención e influjo permanente de José y de María. El equilibrio y la energía de Jesús no fueron únicamente un don divino, sino también el resultado de un contexto educativo único, que sus padres le ofrecieron. favorable para el despliegue de su identidad divina.

En el cómputo total de sus años, Jesús vivió la mayoría de ellos en la comunidad familiar de Nazaret. Y cuando tenía los treinta años inició su trienio misionero y profético e inauguró otro modelo familiar cuando dijo: ¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Familias con alma y corazón

Las comunidades familiares son hoy muy diversas y plurales. En ellas los seres humanos esperamos encontrar un lugar seguro, confiable, acogedor. El amor está llamado a superar las divergencias y a tejer una convivencia que sea humanizadora. Y son muchas las familias que lo consiguen porque han encontrado la pedagogía que conduce a situaciones estupendas y luminosas.

Hay también demonios que se introducen en el contexto familiar. Emergen poco a poco, casi sin advertirlo. Crean divisiones, disputas… hasta odio. Y lo que parecía un lugar seguro, se convierte en un espacio amenazador y de alto riesgo.

La familia requiere cuidados intensivos en todas sus etapas. Cuando la familia vive ante Dios y en Dios, encuentra los mejores recursos para que acontezca el milagro y los sueños iniciales se hagan realidad. ¡Que toda familia descubra su vocación a convertirse en “sagrada Familia”! Para eso necesita una bendición sacramental inicial.

José cristo Rey García Paredes, CMF

NAVIDAD. CICLO B

SONÓ EL RELOJ DE LA POBLACIÓN… Y NACIÓ EL HIJO DE DIOS

Dividiré esta homilía en tres partes:

  1. Las estadísticas de la vida
  2. Acoger el regalo de la vida
  3. El nacimiento de alguien “muy especial”

Las estadísticas de la vida

El reloj de la población lleva ya más de un millón de años sin detenerse. Quienes mueren son inmediatamente sustituidos por muchos otros que nacen. La humano-diversidad se adueña de nuestro planeta. Y hasta pensamos sin el un inmediato futuro habrá espacio para todos. El reloj de la vida es el reloj de la Navidad. 

La vida en nuestro planeta azul no se agota en nosotros. Este es el planeta de la vida. Los seres humanos superamos ya los 8.000 millones de habitantes. Pero no somos los únicos vivientes. Más todavía somos sólo una diezmilésima parte de la vida que en la tierra germina. las plantas forman el 81,8 % de la vida, las bacterias 12.7 %, los hongos el 2,2%, los animales el 0,36, los peces el 0,7% y nosotros, los seres humanos sólo el 0,01%.

Ahora somos mucho más conscientes que antes, de cómo hemos de respetar la Vida: la vida humana, la vida vegetal, la vida animal… No queremos hacer de la tierra un depósito de escombros. Además -como dicen los científicos- somos “polvo de estrellas”: hemos surgido a partir de las grandes galaxias. ¡Qué misterio éste el de la vida! La Navidad debería llamarse “Eco-Navidad”. Y en el centro de este gran proceso “el día en que nació el Hijo de Dios, como hijo de María por obra del Espíritu Santo”. El prólogo del Evangelio de san Juan que hoy proclamamos nos sitúa en esta perspectiva.

Hoy es el día de tantas Navidades: grandes santos y políticos, artistas, de científicos, obreros, artesanos, mujeres y varones, madres con corazón dispuestos a amar, a dialogar, a vivir, a soñar.  

Acoger el regalo de la vida

El Dios de la Vida nos la ha entregado para que la cuidemos. Un aborto mata y priva a la humanidad de un ser humano inédito, único, tal vez sorprendente. Y cuando la vida se nos da la cuidamos, la educamos, intentamos obtener de ella lo mejor que encierra como secreto. Y estamos empeñados en que nadie quede al margen. Por eso, optamos por los más pobres e indefensos, por eso, lanzamos políticas de protección, de cuidado, de acogida.

Qué bendita es esta fiesta de la Navidad. Sin saber del todo, porqué, toda la humanidad la celebra. El mundo se viste de luz, de regalos, de sonrisas, de músicas globalizadas. Y es que queremos celebrar una humanidad regida por el Reloj de la Vida, por la Navidad que no cesa. 

El nacimiento de Alguien “muy especial”

Y entre millones y millones de recién nacidos, hace ya 21 siglos, nació un Pequeño muy muy especial. Lo dio a luz una joven de Nazaret. Su vientre se convirtió en el primer hogar de una vida que venía de Dios. Su esposo cuidó de ella y después de su criatura. Protegió a la madre y el niño y nos hizo a la humanidad el más grande favor. En ese Niño nació Dios para nosotros. La Palabra de Dios, que todo lo había creado, se hizo carne. José y María colaboraron para la viabilidad de ese Regalo divino. Y apareció Jesús de Nazaret. En el cielo cantaban… como siguen cantando cuando nace una nueva hija de Dios, un nuevo hijo de Dios. Él hijo único de digno dignificó de tal forma el nacimiento, el seno materno, el proceso del parto, la sexualidad femenina, que desde entonces reconocemos que es bendito el fruto del vientre. 

Y como proclamaban los autores del nuevo Testamento: “En Él y por Él fueron creadas todas las cosas”. “Todo se mantiene en Él”. En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres.

José Cristo Rey García Paredes, CMF