domingo 3 tiempo ordinario. ciclo a

EL PUEBLO EN TINIEBLAS VIÓ UNA LUZ GRANDE 

Este es el Domingo de la Luz misionera. Esa luz necesita atletas que con ella recorran el mundo para iluminarlo… porque todavía hay mucha oscuridad… incluso entre nosotros. La liturgia nos invita a dar tres pasos: 1) En las tinieblas aparece una gran luz; 2) Jesús-Luz y su comunidad iluminada; 3) Muerto en la cruz por nosotros. 

a) En las tinieblas aparece una gran luz (Isaías)

¡Galilea de los gentiles! He ahí la expresión peyorativa que estaba en boca de no pocos en tiempos de Jesús. Los del sur (Judea, Jerusalén) se consideraban habitantes de la luz. En cambio, a los del Norte (Galilea, Zabulón, Neftalí) los consideraban habitantes de las tinieblas.
A pesar de todo, el profeta Isaías les anuncia una excelente noticia: ¡que les brillará una luz grande, se quebrará la vara del opresor y se verán libres del yugo que los oprime. 
En este contexto, los buenos israelitas, solían cantar el salmo 26: “El Señor es mi luz y mi salvación, el Señor es la defensa de mi vida… ¿A quién temeré?, ¿quién me hará temblar?” “Aunque camine por cañadas oscuras, de muerte, nada temo, porque tú vas conmigo”.

b) Jesús luz, y su comunidad iluminada

Resulta que el lugar designado por Isaías como tierra de tinieblas, el territorio de Zabulón y Neftalí, es el lugar escogido por Jesús para mostrarse. Él es la Gran Luz. Allí inicia su ministerio… allí comienza el largo amanecer del Reino de Dios.
Y la Luz de Jesús comenzó a prender en otros: Andrés y su hermano Pedro, Santiago y de su hermano Juan. Jesús los eligió para que fueran “testigos de la luz”. Y emprendieron su camino misionero como pescadores de hombres.
No se ilumina el mundo cuando nosotros lo intentamos, sino cuando en nosotros se refleja la Luz de Dios, el Sol que es Jesús. En nosotros se hace verdad el “misterio de la Luna”

c)  ¡Muerto en la cruz por vosotros!

Pablo rechazó cualquier tipo de fanatismo en torno a su persona para no volver ineficaz la cruz de Cristo.
¡Qué buena advertencia para quienes se anteponen a los demás para brillar como “estrellas”! Unos de Apolo, otros de Pablo, unos de Benedicto, otros de Francisco… Seguir a estrellas divide la comunidad. Somos constelación, comunidad de lunas sin luz propia. Sólo uno es el Sol, la Luz de las Gentes.
Y esta Luz tiene que ser llevada a todo el mundo. La misión es como construir un gran cableado, una gran red, para que la Luz que llegue hasta los últimos rincones de la tierra y nadie quede a oscuras.

Conclusión

«¡Luz, más luz! «¡Mehr Licht!)» fueron las últimas palabras de Goethe poco antes de morir el 22 de marzo de 1832, según contó su médico Carl Vogel. Morimos cuando no tenemos luz, cuando todo se hace oscuridad a nuestro alrededor. Por algo, comenzó Dios la Creación diciendo: “¡Hágase la Luz!”.
Dios sigue dirigiendo su palabra imperativa: ¡Hágase la Luz! Y cuando María dijo “Fiat” (hágase), dio a luz. Ante Jesús, Luz del mundo, toda tiniebla desaparece: los ciegos recuperan la vista.  Los guías ciegos se transforman en videntes y transformadores.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

EPIFANÍA DEL SEÑOR. CICLO A

TRAS LA ESTRELLA HACIA EL PORTAL: La Epifanía de la irradiación misionera

La fiesta que hoy celebramos tiene nombre griego. “Epifanía” quiere decir “manifestación”. Celebramos el día en que el Hijo de Dios y de María fue manifestado a otros pueblos de la tierra representados por los magos de Oriente y recibió de éstos homenaje y adoración. Las tres lecturas de este día nos transmiten que: 1) Jerusalén, ciudad de la Luz; 2) Belén y la casa donde se posó la estrella: 3) El misterio oculto desde siempre es revelado a las naciones.

1.   Jerusalén, ciudad de la Luz (Isaías)

Sentimos terror y angustia cuando nos perdemos entre la niebla o en un túnel o cueva sin aparente salida, cuando perdemos toda referencia. Se despiertan en nosotros temores ancestrales y culturales. Nos sentimos víctimas del sinsentido. ¡Así describe el tercer Isaías la situación del mundo, antes de la llegada del Mesías!

“Mira: las tinieblas cubren la tierra y la oscuridad los pueblos”.

Pero Dios envía un profeta de gracia: Mebasser lo llama el profeta Isaías (Is 40; 52; 61), que literalmente quiere decir en hebreo “mensajero de alegres noticias”. Este profeta anuncia el amanecer de la luz y con ella de la Gloria o Belleza de Dios sobre Jerusalén. 

La ciudad se convierte en el vértice del mundo; irradia su luz llega hacia todos los pueblos de la tierra. Atraídos por ella, todos se ponen en marcha: en primer lugar, los hijos e hijas del Pueblo de Dios, dispersos, desterrados; después los demás pueblos. Traen a Jerusalén la riqueza de las naciones: llegan multitud de camellos, dromedarios, traen incienso, oro y proclaman al Dios de Israel: “se postrarán ante el Señor todos los pueblos de la tierra” (Sal 71).

2.   Belén y la casa donde se posó la estrella (Mateo)

Quienes visitan a Jesús en Belén hacen realidad la profecía del Mebasser: primero los pastores, después los magos. Le traen a Jesús las riquezas de las naciones. 

La casita de Belén -en que moraban Jesús, María y José- se convierte en “centro de atracción e irradiación misionera”. Los Magos, personajes sensibles a los signos del cielo, percibieron la llegada a la tierra de una luz misteriosa. Vieron su reflejo en una estrella.  No quisieron perder la oportunidad. Se pusieron en camino y dispuestos a superar cualquier dificultad.

Su visita a Jerusalén muestra, por una parte, su sensibilidad religiosa y por otra la insensibilidad de los sumos sacerdotes y escribas que, aunque conocen las Escrituras, no reconocen en ellas lo que Dios les pide. Los magos creen en la Palabra del profeta; se vuelven exégetas prácticos de ella:

“Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres un mucho menos la última de las ciudades… de ti saldrá un jefe”.

Hay quienes se preguntan por la veracidad histórica de los hechos aquí relatados. La experiencia histórica, más de veinte siglos de experiencia misionera, nos muestran cómo personas de las más diferentes culturas y pueblos se postran ante el Niño y la Madre y lo adoran. Cómo también, hay autoridades políticas y religiosas que persiguen al Niño y a la Madre y quisieran exterminarlos. Lo dijo simbólicamente el libro del Apocalipsis: el dragón está apostando delante de la mujer, para devorar a su hijo apenas nazca (Apc. 12). El dragón sigue también hoy con sus asechanzas. Pero Dios protege al Hijo y a la Madre. La misión de irradiación y atractivo irresistible sigue adelante. 

No debemos confiar más en nuestras estrategias de misión que en el encanto irresistible del Niño de Dios, enviado por el Abbá, porque tanto amaba al mundo…

3.   El misterio oculto desde siempre es revelado a las naciones (Efesios)

En los magos se cumple inicialmente el misterio oculto de Dios, que el autor de la carta a los Efesios reconoce que le ha sido revelado: que comiencen a creer en Jesús y agregarse a su Cuerpo, que es la Iglesia, hombres y mujeres de otros pueblos de la tierra, diferentes del pueblo judío. 

Hoy también asistimos al despliegue maravilloso de la fe en Jesús en todo el mundo. Mujeres y hombres de todas las razas –ahora especialmente en Asia y en África- se sienten iluminados por la luz de Jesús, por su estrella. En cambio, aquellas personas de las que se podría esperar una mayor adhesión de fe y compromiso se muestran escépticas y frías, incluso hostiles, como fue el caso de las autoridades políticas y religiosas de Jerusalén, cuando fueron visitadas por los magos.

Celebramos también la vocación misionera de la Iglesia.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

Solemnidad de santa María, madre de Dios. Ciclo A

HACIA LA CASA FAMILIAR – MARAVILLOSA MATERNIDAD

La historia sigue su ritmo imparable. Un número más acabamos de añadir a la contabilidad del tiempo. Anoche despedíamos entre alegría y nostalgia el año 2022, totalmente envejecido y caduco. Dimos la bienvenida al año nuevo 2023. Hemos comenzado ya a escribir la primera página. Nos brotan espontáneamente buenos deseos y augurios: deseamos paz, justicia, salud, felicidad…  La Eucaristía de este domingo nos invita a dar tres pasos: 1) El deseo: ¡que Dios nos bendiga! 2) El misterio: ¡nacido de mujer!; 3) Presentación humilde en sociedad e imposición del nombre.

1.   El deseo: ¡que Dios nos bendiga!  (Libro de los Números)

Nuestra historia humana es compleja, impredecible, imprevisible. No podemos evitar el temor estadístico ante todo lo malo que nos puede acontecer: guerras, accidentes, catástrofes, enfermedades, conflictos políticos, familiares, comunitarios. Pero sí podemos -ante todo- confiar en nuestro Dios como confió en Él Moisés cuando bendijo al pueblo de Israel con estas palabras:

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”.

¡Qué bellísima bendición para comenzar el año 2023! Le pide a nuestro Dios para nosotros, nuestras familias, comunidades y amistades, para nuestros pueblos, para nuestro planeta y todos sus habitantes, cinco regalos: ¡bendición, protección, luz, favor, mirada y paz!

También nosotros podemos ser extensión de la bendición de Dios para los demás, como nos pedía san Pablo: “¡Bendecid, sí! ¡Bendecid, no maldigáis!” (Rom 12,14).

2.   El misterio: ¡nacido de mujer! (Gálatas)

La mayor bendición de Dios a la humanidad nos llegó hace ya más de 20 siglos: el maravilloso día en que una joven doncella, María de Nazaret, prometida como esposa a José de la casa de David, dijo “fiat” (“hágase”) al mensajero divino. En ese momento se inició en su cuerpo -sin estrenar- un tipo de maternidad misteriosa, única, virginal, trascendente. Su cuerpo femenino fue penetrado y consagrado por el Espíritu de Dios y la potencia del Altísimo la cubrió con su sombra. Durante nueve meses el Abbá y el Espíritu realizaron en ella la más misteriosa encarnación del Hijo eterno de Dios.

En su carta a los Gálatas san Pablo nos describe este misterio y lo prolonga en nosotros. Sus palabras son concisas y emocionantes: 

  • Se cumplió el tiempo. 
  • Dios envió a su Hijo, nacido de mujer para que recibiéramos la filiación adoptiva.
  • Porque somos hijos de Dios, envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama “¡Abbá!”

María fue adoptada como madre y nosotros como hijos. Por eso, gracias al Espíritu podemos decir: ¡Abbá! Gracias al Espíritu María podía decir a Jesús: “¡Hijo mío!”.  

La bendición llegó a la humanidad por medio de la maternidad de María. Y lo que ella revela es no solamente que Jesús es el Hijo de Dios, sino que también nosotros lo somos por pura gracia y misericordia.

3.   Presentación humilde en sociedad e imposición del nombre

El evangelio de este día nos narra con sencillez cómo el Niño fue presentado en sociedad por María y José. Lo presentaron a los pastores, que les transmitieron el sorprendente mensaje de los ángeles. La actitud de la madre, María, nada tenía de arrogante. Humilde, estremecida, “meditaba todo esto en su corazón”. José no asumía ningún protagonismo. Allí estaba, silencioso, pero siempre alerta y disponible para cualquier emergencia. 

Al cumplirse los ocho días, María y José hacen que el Niño divino sea circuncidado para quedar marcado en su cuerpo por el signo de la Alianza. Además, le imponen el nombre inspirado por el ángel: el nombre abreviado de Josué, es decir, “Jesu”. María y José, al imponerle el nombre, lo reconocen oficialmente como su “hijo”; y desde el simbolismo, consideran que salvará al pueblo y lo llevará a la tierra prometida.

Conclusión

Al comenzar este año, acerquémonos simbólicamente a María para honrar su magnífica maternidad y proclamar que gracias a ella la humanidad está en manos de Dios. Y que la bendición de Dios se derrame sobre todos los seres humanos y sobre la madre tierra y todo lo que la habita.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DÍA DE NAVIDAD

MISTERIOSO NACIMIENTO

Para celebrar, hoy 25 de diciembre, la Navidad de Jesús la Iglesia escoge y proclama algunos de los textos más sublimes y difíciles de interpretar del nuevo Testamento: unas líneas iniciales de la carta a los Hebreos y el misterioso prólogo del cuarto Evangelio. Anoche se nos relató el hecho histórico. Hoy se nos revela, en tres momentos, su misterioso significado para la creación y la humanidad.
1. “El Verbo se hizo carne”;
2. Era “el Hijo de Dios”;
3. El portador de un inimaginable anuncio.

1.   “El Verbo se hizo carne” (Cuarto Evangelio)

El evangelio -apenas proclamado- nos transmite el nacimiento de Jesús con estas palabras sorprendentes: “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. En el recién nacido y reclinado en un pesebre, contempla el evangelista -nada más y nada menos- a la Palabra de Dios, que era Dios, que es la luz de todos los hombres, por la que todo fue creado, y que ahora se hace carne y pone su tienda, su morada entre nosotros. 
Quien ha nacido es el Verbo, la Palabra de Dios. En ella está la vida. La Palabra de Dios es Luz. Cuando esta Palabra es pronunciada, todo se ilumina y desaparecen las tinieblas. 
Sin embargo, el evangelista nos pone alerta. Las tinieblas se oponen a la Luz. No quieren recibirla. De hecho, hubo y sigue habiendo seres humanos que se oponen a la Luz. La Palabra se hizo carne. Jesús era la Palabra de Dios hecha carne.

2.   “Era el Hijo de Dios” (la carta a los Hebreos)

La carta a los Hebreos -de autor desconocido- nos habla de una forma más concreta y menos abstracta. Nos revela algo absolutamente impensable para los hebreos, contemporáneos. Dios ha hablado de muchas maneras en los tiempos antiguos: a través de los profetas, de los autores sagrados; pero lo absolutamente inimaginable es que -en estos últimos tiempos- nos hablado a través de su Hijo “al cual ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado las edades del mundo”.
Esta revelación es inaudita para un hebreo: ¡que Dios nunca ha sido un Dios solo, único, célibe! ¡que Dios ha tenido un Hijo desde siempre! ¡que últimamente nos ha hablado a través de ese Hijo! Se trata de Jesús de Nazaret. 
También para nosotros es inimaginable que un niño recién nacido pueda ser el “Unigénito”, el “hijo único de Dios”. El autor de la carta a los hebreos añade: es “el reflejo de la belleza de Dios, la impronta de su ser, el que sostiene el Universo con su palabra poderosa”

3. El portador de un inimaginable Anuncio (Isaías)

Podríamos celebrar el nacimiento de muchos seres humanos, hombres y mujeres, que han sido enormes regalos para la humanidad. Pero ¿por qué esta navidad del 25 de diciembre?
La liturgia recurre hoy al capítulo 52 de Isaías. ¡Qué bellos son sobre los montes los pies del Mebasser que anuncia la Paz y trae la buena noticia, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”!
Esta lectura no nos habla de un profeta de desventuras. Hace referencia al profeta de Buenas noticias para toda la humanidad: el “Mebasser” en lengua hebrea. Verle caminar sobre los montes a pie descubierto para transmitir la noticia, es un espectáculo de grandísima belleza. Y su mensaje no podía ser mejor: “Tu Dios es rey de la tierra, del universo”. Se inaugura el Reinado de Dios.

Conclusión

Y esa fue la noticia extraordinaria que desde Jesús hasta hoy se debe transmitir. No estamos dejados de la mano de Dios. Aunque no lo parezca Dios reina en el mundo. Y hay paraíso. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¡Feliz Navidad, hermanos!

José Cristo Rey garcía Paredes, cmf

NOCHEBUENA

HACIA EL PORTAL DE BELÉN

“DADO A LUZ EN LA NOCHE” 

 

Esta noche tiene un encanto especial: en ella nació Jesús. Solamente hay, otra se le parece y que la culmina: la vigilia pascual, en que Jesús resucitó. En estas dos noches la Iglesia se pone en vela. La magia de esta noche hace acto de presencia en nuestra sociedad secularizada: música ambiental navideña, regalos mutuos y deseos de paz, cenas familiares. Nosotros la celebramos en la intensidad misteriosa de la Eucaristía de medianoche. En la proclamación de la Palabra se nos transmite un triple mensaje:
1. Una luz grande en medio de la noche (Isaías)
2. Dios floreció en la historia (Lucas)
3. A la espera de la aparición gloriosa (carta a Tito)

1.   Una luz grande en medio de la noche (Iasías)

Acabamos de escuchar las solemnes palabras del profeta Isaías: 

“el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras y una luz brilló”. 

Esa luz grande emerge del seno de una joven mujer. Ella da a luz un Niño, descrito por el profeta con estos términos: Consejero, Dios guerrero, Padre, Príncipe de la paz. Ha llegado el esperado en las cuatro semanas del adviento. “Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación a todos los hombres”, que es el “gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” -como nos dice la segunda lectura tomada de la carta de san Pablo a Tito.

2.   El relato: contexto, hecho y signo

El evangelista san Lucas nos relata con tres rasgos cómo sucedió: el contexto, el hecho y el signo. 

  • El contexto histórico: sucedió cuando el emperador romano Augusto decretó hacer el censo en todo el imperio. Con ese motivo, José –descendiente de David- y su esposa, María, tuvieron que desplazarse a la ciudad de Belén o Bethlehem cuyo significado era “casa del pan”. 
  • El hecho: María, la esposa de José dio a luz a su primogénito”. Y unos pastores -que velaban sus rebaños en la noche- se vieron sorprendidos por una luz de cielo y multitud de ángeles que cantaban la gloria de Dios, anunciaban lo que acababa de suceder: el nacimiento de un Salvador. 
  • La señal: un ángel los encaminó hacia Belén y les ofreció este signo: “Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Emergió la luz de Dios en el espacio más insospechado y humilde.  

3.   ¡Cantemos villancicos!

La liturgia de esta noche nos invita -como los ángeles a los pastores- a trasladarnos simbólicamente al portal de Belén y allí adorar al Salvador que nos ha sido enviado por Dios Padre.

Cantaremos el bellísimo canto compuesto en el siglo XVII “Adeste, fideles” y otros villancicos, con los cuales nos introduciremos en el Misterio de esta noche santa. Cantar villancicos es orar, es proclamar el evangelio, la buena noticia. Así lo hacían los aldeanos (en latín villanus) cristianos de los siglos V y VI. Con un lenguaje popular inventaban melodías sencillas para transmitir –en sus catequesis- los hechos del Evangelio, especialmente la Navidad. Porque procedían de los villanos, se les llamó pronto “villancicos”.

Conclusión

De esta forma sencilla, popular, festiva, acogemos la presencia de la Luz, del Hijo de Dios, que llega a nosotros sin protocolos, humilde, con la señal de la pequeñez. ¡Ay qué Dios tan accesible! ¡Feliz Navidad!

José Cristo Rey García Paredes, cmf

TIEMPO DE NAVIDAD

TIEMPO DE NAVIDAD

Navidad significa nacimiento, origen, génesis incesante y poderoso, que vence la muerte y la nada. Pertenecemos a la historia de la Navidad permanente. Pero hay una Navidad que ilumina y engrandece todas las navidades: el Espíritu Santo y María de Nazaret la protagonizan. A ese misterio vamos a dedicar nuestra liturgia en los próximos días. Ese es el camino que vamos a recorrer en cuatro etapas:
Primera: Hacia el portal de Belén para contemplar -como los pastores- el nacimiento de Jesús (noche del 24) y comprender su misterioso significado (de día, el 25).
Segunda: Hacia la casa familiar donde se despliega el maravilloso proceso de la maternidad de María: el Hijo es contemplado desde la Madre, mujer habitada por el Espíritu y esposa de José (1 de enero 2023).
Tercera: Tras la estrella hasta el portal con los Magos: el día de la irradiación misionera, pues la gloria de Dios es revelada a representantes de todos los pueblos (6 de enero 2023).
Cuarta: Hasta el río Jordán, donde Jesús es bautizado: Juan Bautista es el testigo privilegiado de segunda epifanía o manifestación de Jesús como hijo de Dios y ungido por el Espíritu (8 de enero 2023).
Recorramos los caminos de la Navidad. Volvamos al origen. Enraicémonos en la raíz y todo florecerá de nuevo. 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO IV. ADVIENTO. CICLO A

GUARDIANES DE LA ESPERANZA

La esperanza necesita cuidados: es frágil e indefensa. La gente quiere certezas y califica como mentira cualquier esperanza que después no se convierte en realidad. Si a esto, añadimos el creciente agnosticismo, indiferencia y ateísmo que se extienden por la sociedad, el resultado es que la esperanza cristiana y religiosa parece una quimera, un sueño imposible, una esperanza vana. Las lecturas de este domingo nos invitan a no desalentarnos: 1) Pide una señal; 2) La esperanza se cumple: ¡reinará por siempre! 3) Guardianes de la esperanza. 

¡Pide una señal! (Isaías)

Nuestra esperanza necesita señales, signos que, provengan de Dios y nos den seguridad. Eso fue lo que -según la primera lectura- el profeta Isaías le exigió al rey Ajab: 

“Pide una señal al Señor, tu Dios: 
en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo”. 

Ajab se resistió diciendo: “no quiero tentar a Dios”. Entonces el profeta le comunicó que Dios mismo iba a ofrecer una señal al pueblo: ¡una joven mujer embarazada, iba a dar a luz y desde la monarquía davídica no debería temer nada. 
No deja de ser llamativo que la esperanza de un pueblo pueda encerrarse en el germen de vida que hay en el seno de una mujer.

La Esperanza se cumple: ¡reinará por siempre! (Evangelio) 

El evangelio de este domingo cuarto de Adviento nos propone ese mismo “signo” de Dios, pero ya realizado en la plenitud de los tiempos: otra joven mujer, embarazada, dará a luz a quien llamarán Emmanuel, Dios presente en medio de su Pueblo.

El “signo” implica ahora al no-padre físico, pero sí legal: a José, el esposo de María. Según la ley (Deut 22,20-21), debería denunciar el embarazo irregular de su esposa, exponerla a pública infamia y al apedreamiento. José se sabía esposo, pero no padre.
Pero… José era “justo” y su justicia lo situó más allá del ámbito legal: le fue revelado por el ángel que en su esposa se estaba realizando la profecía de Isaías, y se estaba cumpliendo la esperanza de Israel. Y José “hizo” lo que el ángel le pidió. Como María dijo él también al ángel que se le apareció en sueños: “hágase en mí, según tu Palabra. José se convirtió en el guardián de la Esperanza del mundo y de María, la causa de nuestra Esperanza.

Guardianes de la Esperanza ante el Dragón (Apocalipsis)

Todo aquello que nos trae esperanza, futuro, salvación, está siempre muy amenazado. 

Lo nuevo está siempre fuera de la norma. La verdadera justicia no consiste en defender lo que siempre se ha hecho, sino en hacer viable, lo que hasta ahora no ha sido. José se convierte en el hombre del Adviento y de la Esperanza. Hace viable lo nuevo, aunque supere todas sus expectativas y sus aparentes derechos.

Sabemos que hoy hay nuevas iniciativas de paz, de justicia, de cuidado de la creación, de defensa de los derechos humanos, de vivencia y transmisión de la fe. Estamos en un mundo en el que muchas mujeres embarazadas nos dicen que Dios da futuro a nuestro planeta y a nuestra humanidad, nuevas generaciones aportan ideas frescas, proyectos no estrenados, impulsos inéditos. Quienes solo se dejan regir por la norma, podrían hacer abortar lo nuevo que puja por ser alumbrado. Serían los nuevos Herodes, los que imposibilitan que la vida salga victoriosa. Tampoco el Dragón apocalíptico quería que naciera el Hijo de la Mujer y estaba dispuesto a devorarlo apenas fuese dado a luz.
La esperanza debe ser cuidada, defendida. José es el Guardián de la Esperanza. De él debemos aprender, cada uno en nuestro ambiente, y desde él en nuestro mundo, a sembrar esperanzas a pesar de los terribles sueños que a veces nos acosan.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO III. ADVIENTO. CICLO A

EL CAMINO ACERTADO

Nos podemos confundir en la espera. Podemos emprender el camino desacertado, y situarnos -después- ante la puerta equivocada…. y llegar allá donde no hay nada que esperar. Se nos ofrecen “trayectorias políticas, o incluso religiosas, que no llevan a ninguna parte y a acumular decepción tras decepción.  Las lecturas de este tercer domingo de Adviento nos ofrecen una secuencia interesante: 1) Un horizonte idílico; 2) El camino preparado; 3) Un estilo: la esperanza paciente.

Un horizonte idílico (Isaías)

La liturgia de este tercer domingo de Adviento nos coloca, obstinadamente, ante el horizonte de la esperanza “religiosa”. El profeta Isaías en su capítulo 35 se vuelve más utópico –si cabe- que en otras ocasiones. El texto proclamado es de una belleza cautivadora. Canta la repatriación, la vuelta del destierro, la refundación del Pueblo:

El camino de Dios es el camino que lleva al monte Sión. Se ha abierto en la estepa, en el desierto. Todo en él florece. Se convierte en un camino triunfal, iluminado por la Gloria y la Belleza de Dios.

Es el camino de los rescatados, débiles, ciegos, sordos, cojos. Mudos. Se les anuncia que viene Dios en persona para resarcirlos y salvarlos. Recuperarán la fuerza para caminar, se abrirán sus oídos, se desatará su lengua para cantar,

La alegría será incesante. El gozo permanente será el compañero de todos los rostros. La pena y la aflicción se alejarán.

El camino preparado (Evangelio)

Andrei Rubliov – Juan Bautista

El evangelio de hoy nos habla de la pregunta que los discípulos de Juan Bautista -que se encontraba en la cárcel de Herodes- le formulan a Jesús:

“¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”.

Y Jesús, además de reconocer la grandeza de Juan, se remite a los hechos: los ciegos ven, los cojos y paralíticos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Se cumple la profecía de Isaías!

Se ha abierto el camino de Dios y en ese camino acontece la transformación. Seguir a Jesús es entrar en el camino de los rescatados, en el camino de la alegría, de las buenas noticias, de la terapia colectiva. Juan preparó el camino, pero él no era el camino.

Un estilo: la esperanza paciente (Santiago)

Han pasado los siglos y la situación de muchísimos seres humanos no cambia. La Iglesia clama en su liturgia eucarística: ¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!

Consciente de esto fue Santiago que en su carta nos dice: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor”. La paciencia es otra forma de esperanza. En ella el sufrimiento se asocia a la espera. Aunque se llegue al límite, la paciencia mantiene alta la esperanza. La paciencia es resistencia esperanzada, hasta la última posibilidad. Luis Mandoki, mexicano y director de cine en Holliwood, dijo lo siguiente:

 “A los pesimistas hay que decirles algo: no se nos olvide que ésta es una película de aventuras con final feliz, y en las películas de aventuras con final feliz al héroe siempre se le complican las cosas, más y más, hasta que triunfa”. 

Luis Mandoki

 Parece que la Venida del Señor se retrasa. Y mientras esto sucede, es fácil que nos lancemos a luchar unos contra otros, y la casa se revuelva. La venida del Señor está cerca. Esta venida se anticipa simbólica y realmente en cada Eucaristía. El Señor nos asegura las promesas idílicas. Nos indica que le sigamos por el Camino y nos invita a ser pacientes en medio de la Esperanza. 

INMACULADA CONCEPCIÓN. ADVIENTO. CICLO A

LA MUJER DEL NUEVO GÉNESIS

Hoy festejamos lo que sucedió en la unión fecunda de Joaquín y Ana: que Dios Padre dio origen a la vida de la Madre de su Hijo y preparó todo su ser para que lo engendrara en el tiempo, en la humanidad. A la concepción inmaculada de Jesús, precedió la concepción inmaculada de su Madre, la “llena de gracia” (kecharitomene). 

La presencia del mal original

Le hemos dado demasiada importancia al “pecado original” y muy poca a la “bendición original”. Dios vio lo que había creado y vio que todo era muy bello. Y “bendijo a Adán y Eva” creados a “su imagen y semejanza”. Esta es la gran bendición original.

Pero, ya en el origen se hizo presente el Mal, el Mal misterioso e inexplicable. Y el mal contaminó a nuestros primeros padres, Adán y Eva y desde ellos ha seguido contaminando a toda la humanidad. “El que esté sin pecado… que tire la primera piedra”, dijo Jesús; “todos hemos pecado”, dijo san Pablo.

  • Somos pecadores porque el Mal tiene una misteriosa influencia sobre cada uno de nosotros: en un momento u otro sucumbimos ante él.
  • Somos pecadores porque nos contagiamos unos a otros y no disponemos de un anti-virus adecuado, que nos vuelva inmunes.
  • “Pecador me concibió mi madre” (Salmo 50); siempre llega el momento en que perdemos la inocencia.
  • Y pecamos porque queremos conocer, dominar, traspasar nuestros límites… ser como Dios… Tenemos una tendencia egolátrica irreprimible. Y se manifiesta de mil formas en la humanidad y en nosotros, a lo largo de la vida. Y luchamos entre nosotros, porque todos queremos “ser más” que el otro.
  • En esta condición existencial, el ser humano rechaza vivir en Alianza con Dios… y se basta a sí mismo.

Un nuevo Génesis en la mujer-María

  • Si Jesús, el Hijo de Dios, fue el comienzo de una nueva Humanidad, de la humanidad auténtica -imagen y semejanza de Dios-, ese comienzo se vio anticipado en el origen de aquella mujer que fue escogida para ser su madre virginal.
  • Y decimos “madre virginal” porque se trataba de una maternidad que excede por doquier cualquier otra maternidad humana: no solo porque aconteció “sin varón” (“No conozco varón”), sino también porque “lo que nació de ella fue Santo… Hijo de Dios”. ¿Qué varón podría colaborar con María para engendrar al Hijo de Dios? Este misterioso acontecimiento fue posible únicamente porque el Espíritu Santo de Dios Padre y del Hijo se apoderó de ella, en su espíritu y en su cuerpo. ¡Así aconteció el “nuevo Génesis” “inmaculado”, “santo”… la nueva humanidad.
  • La “madre virginal” no solo “concibió por obra y gracia del Espíritu Santo”: la Iglesia confiesa que ella misma fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo, también santa, inmaculada. En ella el Espíritu inició una nueva y portentosa fecundidad, un nuevo génesis.
  • Al pronunciar el “fiat”, “la agraciada desde el principio” (kecharitomene) rejuveneció de nuevo a la humanidad y la conectó con la “Gracia original” la gracia de la Creación inmaculada y sin pecado. Tuvo razón Dante al decir que “María es más joven que el pecado”, porque “al principio no fue así”… el pecado no existía.
  • Esa ben­dita concepción de Jesús se vio anticipada, reflejada y preparada en la misma concepción de María. Dios quiso iniciar en la Madre escogida para su Hijo, “un nuevo comienzo para la humanidad”, un misterioso “Hagamos a la Mujer a nuestra imagen y semejanza”.

La Gracia original

Pensemos hoy en la “Gracia original” y en el deseo divino de que venza y sea recuperada. Hay una emocionante oración litúrgica que dice:

“Oh Dios, que amas la inocencia y se la concedes a quien la ha perdido”. 

La fiesta de la Inmaculada nos invita a rejuvenecer, a recuperar la inocencia perdida, a entrar en la nueva humanidad donde Jesús es el nuevo origen y María la primera agraciada. 
Sintámonos hoy “santos e inmaculados en su Presencia”, habitantes del primer Paraíso, un nuevo Adán, una nueva Eva. Sintámonos ya -anticipadamente- ciudadanos de la nueva Jerusalén, del cielo nuevo y la tierra nueva.
La fiesta de la Inmaculada nos invita a rejuvenecer, a recuperar la inocencia perdida, a entrar en la nueva humanidad donde Jesús es el nuevo origen y María la primera agraciada. 

Plegaria

Abbá nuestro, todo surgió bellísimo y bue­no de tus manos creadoras; pero el misterioso Maligno introdujo la deformación y el ser humano se alejó de ti. Hoy nos llamas a celebrar el nuevo origen, la victoria de tu proyecto inicial. Manifiéstanos tu belleza y bondad para que nunca más nos separemos de ti. 

José Cristo Rey García Paredes, cmf

Para contemplar
AVE MARÍA EN HEBREO (Arpa Dei)

domingo II. TIEMPO DE ADVIENTO. CICLO A

UN BAUTISMO DE ESPERANZA

Al excesivo optimismo lo llamamos “poesía”, “alucinación”, o incluso –en un sentido más positivo- utopía. La persona utópica fija su mirada en aquello que todavía no tiene lugar en nuestro mundo. Al excesivo pesimismo lo describimos como decepción, depresión, desesperación: cuando tememos un futuro desgraciado: calentamiento global, conflictos, guerras, olvido de Dios… A veces, no esperamos grandes sorpresas, ni positivas, ni negativas …Esta sensación contrasta con el mensaje que hoy nos transmite la liturgia. 

El bendito día que está por venir (Isaías)

El profeta Isaías se muestra sobremanera esperanzado y optimista en el fragmento del capítulo 11, hoy escogido. Se trata de un poema utópico que canta aquello que sucederá en aquel bendito “día” que está por venir: 

  • surgirá un “un nuevo rebrote” en el tronco o en la raíz de Jesé, un vástago, un descendiente en la casa de David;
  • sobre él se posará “el Espíritu Santo, con sus seis dones” (prudencia, sabiduría, consejo, valentía, ciencia y temor de Dios); 
  •  será un hombre justo y leal, que administrará justicia rectamente, especialmente con los desamparados.
  • Se creará un contexto de armonía y paz en el país, en la naturaleza: “el país estará lleno de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar” y se superarán todas las hostilidades y todo entrará en alianza (lobo y cordero, novillo y león, vaca y oso, león y buey, niño y áspid).

Jesús nos introduce en un mundo diferente (Pablo)

El apóstol Pablo nos dice también que la lectura de las Escrituras, de la Palabra de Dios, nos da tal consuelo y paciencia, que mantienen nuestra esperanza. Pero el gran motivo para seguir esperando en un mundo diferente es Jesús. 

En Jesús se cumple la promesa hecha por Dios a David, de que su reino no tendría fin. Jesús es el descendiente, el vástago de David, sobre quien posa el Espíritu con sus dones.

Jesús es aquel en quien Dios cumple sus promesas y manifiesta su fidelidad no solo hacia el pueblo judío, sino hacia todos los pueblos de la tierra

Juan Bautista invitó al pueblo a soñar (Juan Bautista)

Los sueños son viables cuando la gente comienza a creer en ellos. Quizá nada acontezca de verdad en nuestro mundo, sin nuestro consentimiento. El Dios de la Alianza no va a imponer sus dones, si antes no cuenta con nuestro beneplácito. 

Hay que alimentar los sueños. Hay personas, conscientes de aquello que puede llegar, y que dedican su vida a alimentar sueños. Decía acertadamente Cora Weis que

 “cuando soñamos solos, sólo es un sueño. Pero, cuando soñamos juntos, el sueño se puede convertir en realidad”. 

Juan Bautista fue aquel hombre providencial que invitó a su pueblo a soñar, a salir de su incredulidad y de su depresión. Lo hacía con energía, con convicción, apasionadamente.

Juan pedía a la gente preparar el camino, pues ¡el Señor viene!  Estaba convencido del poder impresionante de Dios y de la inminencia de las soluciones a los problemas que traería consigo: “reunirá el trigo en el granero…. quemará la paja”, os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Juan Bautista anuncia la utopía, pero ya presente, llamando a las puertas. Se aíra ante quienes no creen, no esperan, se oponen… Son los dirigentes espirituales (fariseos), religiosos (sacerdotes) y políticos (saduceos) del pueblo. Los llama “camada de víboras”, gente demasiado acostumbrada al pasado y totalmente cerrada al futuro.

Su padre Zacarías se había opuesto al proyecto de Dios, pero se convirtió a la esperanza. Así ahora, Juan Bautista llama a los opositores para que se conviertan a la esperanza. ¡Las promesas están a punto de realizarse! Pero no se sitúa en el templo de Jerusalén, sino en el desierto. Evocaba de esta manera, la necesidad de refundar al Pueblo, allí donde Dios mismo lo fundó.

Un bautismo de esperanza

La esperanza no nace de la autosugestión. No podemos hacer brotar la esperanza en nuestro espíritu. Necesitamos un bautismo de esperanza; un baño que se derrame sobre todo nuestro cuerpo y lo vitalice, lo regenere. Quien ha recibido el don de la esperanza, ve la realidad de otra manera; no se preocupa tanto; descubre la mano providente de Dios en todo lo que acontece y siempre sabe que la Gracia vencerá

La esperanza llegará a nosotros como un bautismo: al principio de agua, después de fuego y de Espíritu. La esperanza debe ser suplicada. Es fuego de Dios en nuestro corazón. Es luz de Dios en nuestro camino. Es moral de victoria en nuestras luchas. 

En este domingo segundo de Adviento, ¿por qué no disponernos a recibir el bautismo de la esperanza? 

Para contemplar:
“Dime Señor ¿a quién tengo que esperar?” (Mocedades)