DOMINGO 22. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¡DEJAD ESPACIO A LA PROFECÍA! 

¡Hagamos espacio a la profecía! Pero ¡a la profecía auténtica! ¡No nos confundamos, porque hay profetas verdaderos y profetas falsos! Hubo momentos en los que el pueblo Israel se sentía perdido: sus “políticos” y sus “hombres de religión” iban de desacierto en desacierto; “el pueblo” se veía al borde del abismo. Hoy también hay pueblos y también comunidades cristianas que están en profunda crisis, tocando fondo, al borde del abismo. Son como un “Israel” que depende de fuerzas extranjeras, de pactos para una vergonzosa dependencia. La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre ello.

Dividiré esta homilía en tres partes:

1) Profetas con el don de Consejo.

2) El culto, lugar de la profecía.

3) ¿Para qué ganar si se pierde?

Profetas con el don de Consejo

Dios “nos” habla en las coyunturas históricas más difíciles, pero es necesario saber dónde y a través de quien. Quienes nos dirigen recurren a no sabemos cuántos consejeros. Los consejeros auténtico, es decir aquellos que han sido agraciados con “don de consejo”, son pocos y están escondidos. Aparecen ¡eso sí!, cuando y donde menos nos lo esperamos: son mujeres u hombres, como Jeremías, que han sentido la seducción irresistible de Dios y se han dejado pegar a su corazón. En la intimidad, Dios les revela su querer, su voluntad. La gente se reía de la juventud de Jeremías y despreciaba sus mensajes. Sin embargo, Jeremías, fue valiente. La palabra de Dios era fuego vivo en sus entrañas.

El culto, lugar de la Profecía

En su carta a los Romanos, san Pablo nos habla del culto. Dar culto a Dios es tratar de ganarlo, de agradarle, de expresarle nuestro agradecimiento… Dar culto es un acto de gratitud. Pero los profetas denunciaron el culto vacío (sin justicia, honestidad, sin amor), que no agrada a Dios.   

Pablo nos dice que el culto que agrada a Dios es: ¡presentar nuestros cuerpos como ofrenda viva, santa! Presentarnos como personas que no se ajustan a este mundo de injusticia, de pecado, de conexiones perversas, de cultura de muerte.

¿Para qué ganar… si se pierde?

Jesús aparece en el evangelio de hoy como el “gran ganador”. Y para serlo se lo juega todo. Nos dice que hay momentos en la vida en que un paso hacia delante, una transformación profunda, solo se consigue con arrojo, con audacia y superando cualquier prejuicio.

Simón Pedro se muestra muy conservador. Quiere al Jesús que conoce. Se contenta con las posibilidades que este Jesús ofrece. No quiere un Jesús que “arriesgue tanto”. Es como si Pedro le dijera: “Jesús, no hace falta tanto radicalismo… todo se puede arreglar… llevando las cosas como hasta ahora… llegarás y llegaremos muy lejos”. Pero, Jesús ve en ello una tentación, una terrible tentación que lo aparta de la voluntad de su Abbá; una tentación que le llega al alma, porque viene de un gran amigo. Pero se enfrenta con el mal, con ese Satanás que le impide dar un paso cualitativo hacia delante.

Conclusión

Jesús nos invita a jugarnos la vida, a estar dispuestos a perderlo todo, con tal de anunciar la llegad del Reino de Dios. Jesús quiere que lo sigamos asumiendo su estilo de vida y de compromiso: ¡dispuestos a perderlo todo, para ganarlo todo! La cruz no es el objetivo. La cruz es el arma más poderosa para conseguirlo todo, porque la cruz es amor que todo lo ilumina, que desenmascara el mal y la hipocresía.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 21. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

LAS CLAVES SECRETAS DEL REINO

Tener llaves o claves es siempre señal de poder. Las llaves dan acceso a lo inaccesible. Los debates de poder suelen concentrarse en ver quién tiene las llaves o las claves. Es obvio que la responsabilidad de sus portadores es muy grande dentro de la sociedad y la humanidad.

Dividiré esta homilía en dos partes: 1) Destitución e investidura: Sobna y Eliacín; 2) La investidura de Pedro

Destitución e investidura: Sobna y Eliacín

La primera lectura, tomada este domingo del profeta Isaías, nos habla de una destitución. Se trataba de un mayordomo del palacio real, llamado Sobna. Dios lo destituye por su mala administración.

Hay personas que por la corrupción que favorecen, por los intereses que defienden, deberían ser destituidas de sus cargos. Muchas veces no podemos hacerlo los hombres. Sin embargo, nadie escapa del poder de Dios, que de una u otra forma, provee para que su pueblo no caiga permanentemente en manos de corruptos.

En este caso Dios encontró a su siervo Eliacín a quien eligió para ser mayordomo del palacio real. Lo constituyó en autoridad y le encomendó actuar como padre para los habitantes de Jerusalén y el pueblo de Judá. Eliacín recibe como símbolo de su poder la llave del palacio de David:

Lo que él abra, nadie lo cerrará. Lo que él cierre nadie lo abrirá- Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.

El poder de las llaves es confiado por Dios a un servidor suyo, que actuará como “padre” que cuida y ama.

La investidura de Pedro

Es sumamente llamativo ver cómo Jesús se fija en uno de sus doce discípulos, en Simón Pedro. Lo elige para prometerle lo siguiente:

Te daré las llaves del reino de los cielos. Lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo

Pedro queda constituido en el mayordomo de la casa de Jesús. Recibe de Jesús el poder. En otro evangelio, el cuarto, este poder será descrito como “apacentar las ovejas del Señor”. Jesús le confía a Pedro su comunidad, a sus hermanos.

Es claro que la autoridad concedida es para que cuide de ellos y ellas con amor, como un padre, como un hermano mayor. Pedro tiene que tener cuidado, porque puede convertirse en un “Satanás”, puede negar al Señor, puede desmerecer las llaves que se le conceden. De hecho así fue. Pero Jesús le restituyó la confianza. A partir de entonces, Pedro estaría mucho menos seguro de sí mismo.

Pero ¿porqué Jesús lo inviste con el poder de las llaves, hasta convertirlo en un representante suyo, cuyas decisiones son confirmadas en el cielo? Jesús les preguntó a sus discípulos quién decía la gente que era el Hijo del Hombre. Simón Pedro declaró:

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Esa proclamación de fe hace que Jesús, entusiasmado, proclame una solemne bienaventuranza sobre Pedro. Le indica que ha sido el Padre del cielo quien se lo ha revelado. Pedro ha sido interiormente trabajado por Dios Padre, por la Revelación. Un creyente así es piedra sobre la que Jesús edifica su Iglesia. En la fe de Pedro se insertará la fe de los demás, hasta construir la Iglesia de Dios. ¡La fe es el fundamento de la Iglesia!

Conclusión

La fe es la llave que abre los tesoros de Dios y los cierra, que abre y cierra las puertas del cielo. La fe es la clave de la existencia humana.

Pablo se hace preguntas fundamentales para la existencia humana. Parece que busca la clave de todo lo que nos sucede:

¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero para que Él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo

L a fe es la clave de todo. Para quien tiene fe, todo es posible. Pero sin fe, las llaves no abren, las claves resultan falsas.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

DOMINGO 20. TIEMPO ORDINARIO CICLO A

LA PASIÓN POR EL TODO

La capilla de las Apariciones de Fátima fue presentada por el papa Francisco como el símbolo de una Iglesia “sin puertas”, como la casa de la Madre en la que todos, todos, todos, son acogidos. En las lecturas de este domingo 20 del ciclo A se repite una y otra vez la misma palabra: “todos”! ¡Todos sin exclusiones! Se trata de un “todos” inclusivo: hombres y mujeres, adultos y jóvenes, los de mi grupo religioso y los de otro grupo religioso, los de una tendencia y los de otra… Decía Gregory Bateson que “sólo la totalidad es sagrada”. Yo diría que sólo “la pasión por el todo” nos hace semejantes a Dios.

Dividiré esta homilía en dos partes: 1) ¿Educados para la exclusión? 2) El pueblo de la Alianza: la inclusión

¿Educados para la exclusión?

Venimos a este mundo con una maravillosa tendencia hacia ese “todos” sin exclusiones. La inocencia primera nos hace sentirnos bien en el planeta tierra, con cualquier persona, de cualquier sexo o raza, de cualquier religión o cultura, de cualquier condición humana.

Pero, poco a poco nos enseñan a separarnos de alguien, a tener reservas ante alguien, a ser cautos y sospechar… El proceso educativo es frecuentemente un modo de enseñarnos a “excluir”. Así por ejemplo, hemos de aprender que nuestro país, nuestra raza, nuestro sexo, nuestra religión, ¡es lo mejor! Habrá matices en unos sistemas educativos y otros, pero las culturas, las naciones tienden a imponerse como si fueran el “ombligo del mundo”.

Así educados, nos cuesta mucho ser “inclusivos”, estar abiertos al todo. El profeta Isaías recuerda ya en su tiempo que Dios tiene una especial benevolencia incluso con los eunucos y los incluye en su Alianza:

“A los eunucos (¡no a los extranjeros, como traduce la versión litúrgica! -Isaías 56,4) que se han dado al Señor para servirlo, para amar su nombre y ser sus servidores… y perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración, aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios, porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos”.

Pablo recuerda que quienes habían sido elegidos como pueblo de la Alianza ahora están lejos, excluidos, y los extranjeros se han convertido en pueblo de Dios.

Jesús, que en un principio, quería atenerse al principio de la Alianza de Dios con su Pueblo Israel y no se veía autorizado para hacer ningún signo fuera de ese marco, accede a curar a la hija de una mujer Cananea, porque descubre en ella una fe que le impresiona.

Es la fe la que conmociona el corazón de Dios y hace que su Alianza se extienda por todo el mundo.

El pueblo de la Alianza – la inclusión

Todos los seres humanos pertenezcan al grupo que pertenezcan, europeos, asiáticos, americanos, africanos, de Oceanía, mujeres y varones, gays, lesbianas y heterosexuales, jóvenes o ancianos, adultos o inmaduros y enfermos, con estudios o sin estudios, adinerados o empobrecidos, “todos” son llamados a la Alianza y a experimentar que “el amor de Dios es eterno”.

Vivir en Alianza con Dios es para nosotros:

  • ser “inclusivos”,
  • hospitalarios con todo el mundo,
  • ser misioneros de la Alianza universal

En el fondo ¡ese es el sueño “secreto” de todo ser humano!: ¡ser considerado digno de entrar en la Alianza eterna, definitiva, de Dios con la humanidad! Y la fe arranca el Milagro. Evangelizar el mundo no es difícil, porque contamos con la complicidad del corazón humano y el protagonismo del Espíritu que se manifiesta en todo.

Hace ya más de 2o años visité la comunidad de “Pueblo De Dios” en Huelva. Vicente Morales me pidió que les ofreciera unas reflexiones en torno al carisma de aquella comunidad… Intuí que el tema más adecuado sería:“Pasión por el Todo”. A mi modo de ver reflejaba muy bien el carisma del movimiento “Pueblo De Dios”. Con ese motivo, tras algún tiempo, Vicente Morales, compuso una canción que también tituló “Pasión por el todo” y en la cual se repite ”dejar el Aire a su aire” referido al Espíritu Santo. Hoy también he titulado mi comentario a la Palabra “Pasión por el Todo”. Y en él incluyo seguidamente la canción… Y en la JMJ el papa Francisco ha repetido una y otra vez “todos, todos, todos, todos”.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

“Señor, nos hiciste para tí e inquieto estará nuestro corazón hasta que no descanse en tí”.

DOMINGO 19. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

LA BRISA TENUE DE DIOS Y LA MANO DE JESÚS

Nadie aquí en la tierra puede ver a Dios… porque es un Dios escondido, un Dios discreto. La liturgia de este domingo aborda este tema en tres momentos: 1) Aparición en la brisa tenue; 2) Pablo como un nuevo Elías; 3) la manifestación divina en Jesús. 

Aparición en la brisa tenue

El profeta Elías era un profeta espectacular: él solo se hizo creíble ante el pueblo de Israel, dejando en ridículo a los sacerdotes del dios Baal. Elías era un profeta que daba testimonio -con pronunciamientos claros y públicos- del verdadero Dios. Además, perseguía y hasta hacía caer a espada a quienes lo negaran. 
Después de no pocos conflictos, Elías se dirigió al monte santo, aquel en el que Dios se manifestó a Moisés. Pasó la noche en una cueva. Se le comunico que Dios iba a pasar delante de él. Creyó que Dios llegaría en el huracán violento “que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas”, ¡pero Dios no estaba allí! Luego llegó un terremoto… después… fuego. Dios no estaba allí. Finalmente “se oyó una brisa tenue”. Al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto. ¡Era Dios!

Pablo como un nuevo Elías

Como el profeta Elías, san Pablo amaba apasionadamente a su pueblo. Por eso, al ver que no se convertía a Jesús sentía una gran pena y un dolor incesante. Pablo reconocía todos los valores de su pueblo (el templo, la alianza, las promesas, e incluso que el Mesías nació en él), y, sin embargo, este pueblo de Dios rechazaba a Dios.

Al final, no le queda más remedio que resignarse y esperar.

La manifestación divina en Jesús

En el evangelio nos encontramos con otro escenario. A los apóstoles les hubiera encantado ser testigos de una llegada espectacular del Reino de Dios: la multiplicación de los panes y los peces podría considerarse así. 
Pero Jesús no respondió a las expectativas de sus discípulos. Aunque la multiplicación de los panes y los peces fue espectacular, Jesús rechazó cualquier homenaje, e incluso los deseos de proclamarlo Rey. Despidió a la gente. Apremió a sus discípulos para que navegaran hacia la otra orilla. Y él, humilde y discreto, se quedó solo y subió a la montaña, pasando la noche en oración.
Durante la travesía el mar se enardeció y en medio de las olas los discípulos se sentían abandonados y en peligro de muerte. Jesús apareció sereno sobre las olas. Los discípulos creían que era un fantasma. Pedro lo reconoció y le pidió ir hacia él caminando sobre las olas; al arreciar el viento temió y comenzó a hundirse. Jesús le dio la mano y le recriminó su falta de fe. 

Conclusión

 Encontramos a Dios -como Elías- en la brisa suave. Encontramos a Jesús cuando el mar está embravecido y anhelamos una prueba de que es Él -como Pedro-. Cuando dudamos, nos hundimos. Pero la mano de Jesús nos salvará.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 18. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

TRANSFIGURACIÓN Y TRANSHUMANISMO

La palabra « transfiguración » con la cual describimos la fiesta que hoy -6 de agosto de 2020- celebramos, me recuerda otra palabra que hoy se repite cada vez más. ¡Es la palabra “trans-humanismo”!

Trans-humanismo

El transhumanismo es una teoría que defiende lo siguiente: la ciencia y la tecnología avanzan de forma sorprendente. 

  •  Por eso, la medicina no solo podrá curar al ser humano de sus enfermedades, no solo tendrá una función terapéutica. 
  • Está surgiendo ya la medicina positiva: ésta consiste en mejorar la especie humana hasta el punto de que cada uno pueda elegir el tipo de ser humano que desea: en lo físico, lo psíquico, lo intelectual, lo espiritual. Algunos hasta se atreven a hablar de inmortalidad… 
  • Se dice que la nueva religión consiste en una fe sin límites en los poderes de la ciencia y de la tecnología. El tema es tan serio que la misma Academia católica de Francia organizó el año pasado un coloquio en la universidad católica de Angers sobre este tema para debatir las cuestiones éticas y los problemas jurídicos que el transhumanismo plantea.
  • Aparecen en internet páginas en las cuales aparecen actores y actrices en dos fotografías: la primera, cómo eran cuando lucían toda su belleza juvenil, la segunda cómo son ahora. La diferencia es, en muchos casos, brutal. Aquellas bellezas son ahora deformes. Y la causa de tal deformación -según la misma página- son las operaciones estéticas sucesivas, las drogas y el alcohol.
  • Este hecho nos hace pensar en los límites de la ciencia y de la tecnología. El transhumanismo puede hacer surgir una humanidad de monstruos.

Transfiguración

La fiesta de este día, domingo, sin embargo, nos habla de “transfiguración”. Jesús, el joven de Nazaret, no había manifestado todavía toda su belleza interior. Dios Padre quiso mostrarla en el monte Tabor ante un pequeño grupo de discípulos. Ellos pudieron contemplar la “gloria y belleza de Dios” en Jesús.
También la carta primera de Juan nos dice:

“Queridísimos: ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es” 

1 Jn 3,2.

Cuando nos miramos al espejo a veces decimos: ¡qué pena! Y nos comparamos con otras imágenes de nosotros en nuestra juventud. Sin embargo, también en nosotros se oculta una mujer nueva, un hombre nuevo, que un día se manifestará. El Espíritu Santo hace en nosotros su obra día tras día. ¡Este es, hermanos, hermanas, el verdadero transhumanismo! “Ser semejantes a Jesús, el Transfigurado”. 

  • Aunque Jesús pasó por la desfiguración del Calvario, en su Resurrección adquirió ya su transfiguración definitiva. 
  • Nosotros también pasaremos por la desfiguración de nuestra muerte, para después recibir la transfiguración definitiva de las hijas e hijos de Dios. 
  • No necesitamos operaciones estéticas. El Espíritu Santo va sembrando en nosotros día tras día la belleza que un día florecerá y se manifestará. El Espíritu, con nuestra colaboración, ira expulsando de nosotros los malos espíritus, causas de nuestra corrupción y desfiguración.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 17. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

LA BÚSQUEDA DEL TESORO Y LA RED

“Tesoro y red” son dos claves que nos ofrece la liturgia de este domingo. ¡Tesoro! He aquí una palabra que el ser humano utiliza frecuentemente en el lenguaje de los afectos, en la literatura amorosa. Así utilizada, la palabra tesoro nada tiene que ver con el espacio en que guardamos objetos valiosos, sino más bien con la fuente generosa e inagotable de amor.  ¡Red! Es otra palabra propia de la posmodernidad. Es clave para entender la realidad no de forma jerárquica, piramidal, sino interconectada. Somos un haz de relaciones y desde ellas nos viene la gracia y la desgracia, la información y el virus. Estar conectados a la red es riesgo y es posibilidad.
Dividiré esta homilía en tres partes:
  • 1. El tesoro de la Sabiduría.
  • 2. El tesoro de nuestro destino.
  • 3. La búsqueda del tesoro y la red.

El tesoro de la “Sabiduría”

En la primera lectura, tomada del libro de los Reyes, “el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: ¡Pídeme lo que quieras!”. Lo que pidió n fue larga vida, ni riquezas, ni la destrucción de sus enemigos. Lo que Salomón le pidió a Dios fue únicamente esto: ¡Sabiduría para gobernar según Dios!: capacidad para discernir, actuar, llevar a todos hacia la felicidad, el bienestar, la justicia y la paz. 

¡Que piensen quienes gobiernan en la familia, en la sociedad política, en la Iglesia, cuáles son sus deseos interiores! Que se identifiquen con el deseo de Salomón “sabiduría para discernir” y no astucia para imponerse.

El tesoro de nuestro “Destino” 

Pablo, en su carta a los Romanos, nos propone hoy una de sus convicciones más sublimes: “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado según su designio”. Somos pre-destinados, llamados, justificados, glorificados.  Nuestro porvenir está asegurado. Está en las manos de Dios, porque Dios nos considera “hijos suyos”..

La búsqueda del tesoro y la red

 En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a buscar el tesoro, pero, antes de nada, a desearlo. La paciencia purifica el deseo, no lo amortigua. Y cuando el tesoro aparezca, hemos de invertir en él lo que sea necesario.
El tesoro del Reino está escondido en el campo. No está en el cielo; lejos de la tierra; en la inaccesibilidad de la trascendencia. El tesoro está aquí, pero pocos dan con él, pocos lo encuentran. Quien lo encuentra es la persona más agraciada del mundo. “Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”.
Jesús también compara el Reino de Dios con la red. Aunque en su tiempo se trataba de la red de pescar, en nuestro tiempo se trata -sobre todo- de la red de la superconexión humana, mundial, global. El Reino de Dios es el ecosistema, la red de redes, donde todo está intreconectado. Por eso, el Reino de Dios está en nosotros, no nosotros. Ese es nuestro horizonte.

Conclusión

La presencia del Reino siempre es inquietante. No podemos decir con absoluta certeza “¡esto es”·, “esto no es”. Hemos de mantenernos en la humildad. Sólo Dios nos revela dónde está realmente y dónde actúa su mano poderosa. Evitemos juicios apresurados. Sólo al final serán separados los peces buenos de los malos. 

Y va a comenzar la Jornada de la Juventud. Que el Espíritu Santo se haga presente, actúe, seduzca a nuestra juventud para vivir y proclamar el Evangelio y para que encuentren su razón de ser en esta existencia que se nos concede. El himno nos invita a ello.

 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 16. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL BUEN GOBIERNO – EL MAL GOBIERNO

Frecuentemente hemos de optar -como ciudadanos o como cristianos- por una u otra forma de gobierno. No nos resulta fácil la opción, por la ambigüedad de todo lo humano. Optamos frecuentemente “por lo menos malo”. La liturgia de este domingo nos ayuda para el discernimiento con tres claves: 

  • El estilo de Dios
  • El consejero divino
  • La parábola del mal-gobierno

El estilo Dios

La primera lectura -tomada del libro de la Sabiduría- presenta a nuestro Dios como un excelente gobernante. Y sorprende su estilo de gobierno:

  • ¡Perdona a todos!
  • ¡Demuestra su fuerza a quienes dudan y reprime la audacia de los que no lo conocen!
  • Juzga con moderación y gobierna con gran indulgencia.
  • En el pecado da lugar al arrepentimiento.
  • A quien ha justificado, Dios le pide que sea “humano”
  • ¿No vemos que un gobierno tan divino, es también un gobierno muy “humano?

Pero nuestro Dios no renuncia a su divinidad, a su soberanía universal. Él “lo que quiere lo hace”. Este diseño del gobierno de Dios según el libro de la Sabiduría, será plasmado por Jesús en el Padrenuestro: ¡Venga a nosotros tu Reino! 

El Consejero divino

En la danza trinitaria el Espíritu Santo es el Consejero, no solo de Dios Padre y de Jesús, sino también nuestro. Así nos lo presenta hoy san Pablo en la carta a los Romanos. 
El Espíritu Santo, la santa Ruah, nos acompaña, entra en lo más profundo de nuestro ser y “ora”, intercede por nosotros con gemidos inefables. Dentro del mismo Dios tenemos a nuestro intercesor: el Santo Espíritu.
Nosotros somos incapaces de “orar como conviene”; pero cuando conectamos con el Espíritu de Dios que nos habita, entonces se transforman nuestros deseos según el querer de Dios.

La parábola del “mal gobierno”

La parábola de la cizaña y el trigo es una genialidad de Jesús. Yo la definiría irónicamente como la “parábola del mal gobierno”. No gobierna bien que -basándose en las leyes- premia lo bueno legal y castiga lo malo. Las leyes son fruto de mayorías que las aprueban y del influjo sobre ellas de grupos interesados que las apoyan. Lo que se denomina “legal” es a veces muy cuestionable. 
Lo que Jesús defiende en su parábola de la cizaña es lo siguiente: ¡no es fácil distinguir la cizaña del trigo! Por arrancar la cizaña puedes arrancar también el trigo. ¡Ten paciencia, espera! Deja que aquello que llamamos “bien” o “mal” crezcan juntos. En el momento del juicio, se verá con claridad lo uno y lo otro.
Hay demasiado dogmatismo “antes de tiempo”. Hay una forma de gobierno -que se aprecia cada vez más, en la política y en la religión- que es impaciente; que se auto-arroga la capacidad de distinguir netamente entre el bien y el mal. Hay políticas de “destrucción de la cizaña” muy belicosas. Van paso a paso cumpliendo su proyecto. ¿No serán esas políticas las que mejor sirven para conservar la cizaña y arrancar el trigo?

Conclusión

Las dictaduras son idolátricas. Las democracias son manipuladas por los grupos de poder económico, poder mediático, poder ideológico. Gobernar según el Evangelio es bueno para todos. El estilo de gobierno de nuestro Dios “salvará la humanidad”. ¡Venga a nosotros tu Reino! 

DOMINGO 15. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL SEMBRADOR DE “SEMILLAS”

Había en un mercado un puesto agenciado por ángeles, donde todo se ofrecía gratuitamente. Muchos se acercaban para obtener algo valioso, pero salían con las manos vacías. Un observador tuvo curiosidad y se acercó. ¿Qué desea usted? le preguntó con exquisita amabilidad el ángel del mostrador. Aquel hombre extrajo de su bolsillo una pequeña lista de cosas esenciales que necesitaba: una casa, un trabajo bien remunerado, un  buen automóvil, salud … El ángel del mostrador le respondió con mucha amabilidad: ¡Aquí no vendemos resultados… solo semillas!
¡Este es el mensaje de la liturgia de este domingo, que dividiré en tres partes:

  • Lluvia y nieve
  • Gemidos y parto
  • Semilla y cosecha

Lluvia y nieve: el optimismo del profeta

La Palabra de Dios es más eficaz en boca de un profeta, que en boca de un sacerdote o de un líder político. El profeta Isaías era humilde.  Se sentía “hombre de labios impuros en medio de un pueblo pecador”. Dios lo escogió para que su pueblo saliera de la depresión. E Isaías habló al pueblo de lluvia y de nieve. Ambas eran una buena noticia contra la sequía, contra la infecundidad de la tierra. Isaías decía que la Palabra de Dios era lluvia y nieve. Pero cuando se recibe la Palabra hay que ponerse a trabajar: sembrar, atender a la tierra, esperar que germine, recoger los frutos, distribuirlos. El Creador crea creadores.
 No nos acostumbremos a la sequedad espiritual, fuente de infecundidad. La Palabra de Dios es nuestra lluvia y nieve… a su tiempo producirá sus frutos misteriosos e inesperados con nuestra colaboración.

Gemidos y parto

También san Pablo vio la realidad desde la perspectiva de la semilla. En el seno de la creación hay mucha vida que puja por nacer; el sufrimiento de la humanidad no es de muerte: son dolores de parto. La creación está expectante hasta la plena manifestación de los hijos de Dios. Alguien quiso destruir este germen, pero nunca lo conseguirá, porque “los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá”.

Semilla y cosecha


¡Qué bella es la imagen de Jesús, “el sembrador”! Él no vino a desactivarnos, a cargar con nuestras cargas, a facilitarnos una descansada vida. Él vino para “sembrar” y para invitarnos a ser trabajar en su campo. Jesús lo expresó de otra forma con la parábola de la semilla.
El cristiano recibe constantemente la semilla de Dios. Jesús sueña que nuestra tierra sea buena para que la semilla produzca incluso el 100 por 100. ¡Qué pena ser tierra infructuosa!

 

Conclusión

Cuando deseamos que todo se nos de hecho, no estamos en la onda de Jesús. Seamos cultivadores de semillas. No perdamos el tiempo, porque perderemos ocasiones de gracia. Y tengamos la convicción que todo lo que le pidamos a nuestro Dios, nos lo concederá… pero ¡siempre, semillas, lluvia, fecundidad!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 14. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¡SOÑAR…! AUNQUE TODAVÍA NO SE VISLUMBRE

No son muchas las personas que pueden decir: ¡estoy en paz con todo el mundo! No hay paz en las familias. Tampoco en las comunidades por muy religiosas que parezcan. Tampoco entre las naciones. Hay demasiado armamentismo, excesivos enfrentamientos políticos, se utilizan palabras de desprecio y odio, que son a veces peores que los dardos o las pistolas… porque hieren en el alma. ¿Habrá solución?
La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre ello en tres momentos:

  • El sueño de Zacarías
  • El sueño se hizo realidad: Jesús, manso y humilde.
  • El Espíritu viene en nuestra ayuda

El sueño de Zacarías

Zacarías fue un joven profeta que cuando todavía no había llegado a los 20 años vislumbró algo que se haría realidad seis siglos después: la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Invitó a la hija de Sión a alegrarse, a cantar, a mirar a su Rey. Seis siglos antes le fue dado contemplarlo: era un rey humilde, justo y victorioso, montado en un pollino -cría de asna-. Y su objetivo era acabar con la violencia, con la guerra, con las armas de muerte. Y no solo eso: su acción desbordaría los límites de Israel y anunciaría la paz a todas las naciones: desde el gran Río hasta el Confín de la tierra.

El sueño se hizo realidad: Jesús, manso y humilde

El evangelista san Mateo nos presenta hoy a Jesús, el rey soñado por el profeta Zacarías, en oración: “Te doy gracias, Abbá, porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”. La gente sencilla es la portadora de la revelación de los misterios de Dios.
Y también el evangelista san Mateo nos presenta a Jesús haciendo una gran convocatoria: “¡Venid a mí! ¡Y convoca a los cansados, a los agobiados… pero no para cansarlos y agobiarlos más! Sino para llevar un yugo llevadero, una carga ligera. Jesús nunca nos impondría las cargas que nos imponen quienes no dirigen: impuestos, controles, subida de precios…
Jesús nos promete que, siguiéndolo a Él, “encontraremos el descanso”

El Espíritu viene en nuestra ayuda

Hay en nosotros, los cristianos, un “huésped” que nos habita y del cual a veces no somos conscientes. Nos lo recuerda hoy san Pablo en su carta a los Romanos: “El Espíritu de Dios habita en vosotros”. Y este Espíritu es el mismo que habitaba en Jesús. ¿Nos creemos de verdad que somos templo y casa del Espíritu Santo? ¿Que el Espíritu Santo es el “dulce huésped del alma”?
Las promesas de Jesús -paz, tranquilidad, sosiego, descarga, fin de la violencia, superación del mal- se cumplirán porque su Espíritu sigue en nosotros y de verdad que actúa en nosotros.

Conclusión

Probablemente muchos considerarían al profeta Zacarías como un iluso. Probablemente muchos pensarán que también Jesús era un iluso al prometer lo que prometía. La verdad es que la historia está en manos de Dios y por tanto, la historia del mundo no será un fracaso. Quienes quieran dominar la tierra y la humanidad acabarán mal. Bienaventurados los pacíficos, los mansos y humildes de corazón -como nuestro Rey- porque “poseerán la tierra”.
Y concluyamos con unas palabras del salmo 144: “El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer y endereza a los que ya se doblan”. Que así sea.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 13. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EN LA ESCUELA DEL SEÑOR: BAUTISMO Y DISCIPULADO

Un carnet de identidad certifica quiénes somos y a quien pertenecemos. La liturgia de este domingo nos habla de nuestra identidad de cristianos y católicos. Esta identidad se resume en dos palabras: bautizados y discípulos. Evoquemos esta maravilla en tres momentos:

  • El bautismo… mucho más que un rito
  • La larga trayectoria de nuestro discipulado
  • Las enseñanzas del Maestro

El bautismo… mucho más que un rito

En la segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los romanos, el apóstol compara el bautismo a una muerte. El bautismo se celebraba entonces “por inmersión”: y cuando uno se sumerge en el agua no puede respirar y si esa inmersión fuera permanente… uno moriría por ahogo. Ese primer momento del bautismo era símbolo de estar sepultados con Cristo y participar en su muerte y morir al pecado para siempre. El segundo momento consistía en emerger del agua, respirar de nuevo, experimentar una nueva vida, que consiste en vivir para Dios.
La mayoría de nosotros tal vez fuimos bautizados de niños. Aquel rito fue el mejor regalo que nuestros padres y la Iglesia nos pudieron conceder. Demos gracias por nuestro bautismo. Fue algo mucho más que un rito. Fue la garantía de que la muerte no tendría ya señorío sobre nosotros, pues vivimos para Dios.

La larga trayectoria de nuestro discipulado

Por el bautismo fuimos constituidos discípulos/as de Jesús.
Ya desde pequeños fuimos acogidos en la “Escuela del Señor”:  recordemos nuestra participación en la catequesis de nuestra parroquia, las clases de religión en nuestras escuelas o colegios, la preparación para la primera comunión y después para la confirmación. Y ya, cuando éramos mayores, nuestra preparación para el matrimonio o nuestra participación en las Conferencias cuaresmales, en la Liturgia de la Palabra de cada Eucaristía…, o el discipulado para el ministerio ordenado o el sacerdocio…
En la Iglesia todos somos discípulos: desde niños hasta ancianos. Es la Escuela de los discípulos y discípulas de Jesús.

 Las enseñanzas del Maestro

Hoy en el Evangelio Jesús nos recuerda alguna de sus enseñanzas más importantes que hemos de aprender y nunca olvidar:

  • hay que amar: a los padres y los padres a sus hijos, pero ¡todavía mucho más a Jesús! ¡No anteponer nada a Cristo!, decía san Benito.
  • Hay que cuidar la vida, pero quien pierda la vida por Jesús, nunca la perderá. 
  • Jesús se identifica tanto con su discípulo o discípula que quien nos haga un favor se lo está haciendo a Él, quien nos dé un vaso de agua, se lo está dando a él y no dejarán de recibir su recompensa.
  • San Pablo se sintió tan identificado con el Maestro que decía: “No vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.
  • Por tanto, si somos bautizados y discípulos, Jesús está siempre con nosotros.

Conclusión

Hubo una mujer muy importante y rica en Sunem. Y lo reconoció como profeta y “hombre de Dios” con el beneplácito de su esposo, siempre que pasaba por la ciudad, lo acogía con extraordinaria hospitalidad. Aquella mujer que era estéril fue bendecida por acoger al profeta.
Estemos convencidos de que allí donde actuemos como bautizados y discípulos y seamos acogidos, Dios derramará su bendición sobre aquellas personas… porque nunca vamos solos, con nosotros está el Señor Jesús.

José Cristo Rey García Paredes. CMF