SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO C

SI SUPIERA PREPARAR LOS CAMINOS

           ¡Si yo supiera preparar el camino al Señor…pues ya habría llegado! Estaría mucho más presente entre nosotros y en mí mismo. Si yo supiera, y si supiéramos juntos. Poco puede hacer un solo «ingeniero» de caminos. Pero en lo que a mí me toca, tantas veces lo he intentado… que a veces no sé si merece la pena volver a proponérmelo.

Cuando me quedo en silencio, a solas conmigo, siento que añoro al Señor, y encuentro en mi interior ánimos y desánimos:

– Ánimos, porque son evidente las ganas que tengo de encontrarme con el Señor.
– Desánimos, porque no acabo nunca de conseguirlo, por más que lo intento cada nuevo Adviento.

¿Tan difícil es preparar el camino al Señor?

Anoche, al tomar el Evangelio de este domingo, volví a leer muy despacio:  Una voz grita en el desierto… «Desierto». Pues sí, cuántas veces siento mi corazón como un inmenso desierto, sin vida, sin caminos!

Preparadle el camino al Señor. «Preparar». Sí, creo que estoy dispuesto, porque mi corazón se siente tocado y se acelera como si quisiera ponerse inmediatamente a la tarea.

Allanad sus senderos…  «Allanar».  Cierto, mis senderos no son llanos, lo sé. Abundan los altibajos. Cuesta avanzar bien por ellos. Cuando no presto suficiente atención y cuidado… me voy dando tropezones.  ¡Y cuánto estorbo en mis senderos! Algunos por culpa mía. Pero a veces me los pusieron otros… Seguramente si pusiera un poco más de atención y cuidado, no tropezaría tanto, ni me enredaría, ni me desviaría… ¿Es posible allanar los senderos, Señor? ¿Lo intento de nuevo? Si me ayudas tú, Señor…   

      Después de un rato de silencio me encontré de nuevo leyendo: que los valles se levanten y los montes se abajen… Me detuve un poco asombrado: ¡Que los valles se levanten…! ¿Se puede levantar un valle? Si se levanta, deja de ser valle? ¿Tiene algo de malo ser valle? Que el monte y las colinas se abajen…  Pero si el monte se abaja, ¿no deja de ser monte?

¿Por qué el Bautista gritaba estas cosas tan raras y difíciles?

          Ciertamente lo que Juan pretende de nosotros implica una dura y gran transformación, no se trata de un simple cambio, un retoque, un apaño… Abajar un monte y elevar un valle son auténticas «obras de ingeniería».

          Es cierto que en mi vida hay montes y valles. ¿Cuál será ese valle, ese monte que hay que transformar? Desde los terrenos bajos y hundidos no se ve apenas. Hay escaso horizonte. Debe ser que hay «cosas» que me ciegan, me limitan, me acostumbran, proyectos demasiado cortos y cómodos, para ir tirando…Ideas, prejuicios, costumbres, miedos, cansancios… Cuántas cosas me impiden ver con claridad lo que tú quieres, Señor, y me acabo quedando «a ras de suelo». Otras, en cambio, me da por subirme a lo alto de mi monte, sin poner los pies en la tierra, aislado, lejos de todo y de todos, a mi aire, «a lo mío», como en una nube…

Muéstrame, Señor, mis montes y colinas, quédate cerca y ayúdame a mirarlos como tú los ves: esperando una transformación.

Continué con mi lectura orante: Que los caminos torcidos se enderecen. Los «caminos». Tienen siempre algo de reto y de misterio. ¿Adónde acabarán llevándote? ¡Existen tantos caminos! A veces creo que sé el camino, que lo conozco.  Pero no siempre estoy seguro de estar caminando bien. Como repetía un gran amigo claretiano «corres mucho, pero fuera de camino».  (Creo que la frase es de San Agustín). No todos los caminos te llevan a donde debes ir. Y algunos te alejan muchísimo.  O no tienen salida, o te agotan tanto, que pierdes las ganas de seguir.

             Recuerdo, Señor, que nos dijiste que «mis caminos no son vuestros caminos». Los tuyos siempre llegan, porque vas al frente, porque los has recorrido primero. Pero para enderezar caminos, tengo que darme cuenta de que no voy bien orientado  ¡Con lo que me gusta tener razón y aparentar que lo tengo todo muy claro…! Pues me falta no poca humildad para aprender de otros, preguntar, dejar que me acompañen…

           Cuando ya estaba terminando, leo todavía que el Bautista sigue diciendo: que lo escabroso se iguale…  Lo escabroso es incómodo, estremece, asusta, dificulta… Puede que haya en mí algo escabroso, desagradable, algo que aleje, que moleste… Y puede que no me dé cuenta, aunque otros lo vean muy claro. Yo no lo sé, y ¡no sé si quiero saberlo! Pero conviene saberlo, aunque duela.  Porque a nadie le gusta que le rechacen, resultar incómodo, que otros te vean confundido y tú no te enteres… Siempre resulta más fácil ver lo escabroso en los demás que en uno mismo. Que lo escabroso se iguale: Ser más agradable, amable, suave, coherente, crear puentes, quitar estorbos, acoger, escuchar, atender… Lo que me aleja de los demás… me aleja también de Ti.

¡El Evangelio de hoy se me hace tan difícil!

Pero me llenan de esperanza las últimas palabras: «Todos verán la salvación de Dios». Y lo que nos ha dicho San Pablo: «el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús».

Tú eres el Camino. Ayúdame a corregir mis caminos torcidos y retorcidos.  Ya que si tú eres mi Camino no tengo que preparar nada, sino caminar cada día contigo.  Sólo buscarte a ti, escuchar tu voz y seguir tus pasos…

Pues manos a la obra. Entre los dos, Señor, que yo solo no puedo. Y de nuevo este Adviento ¡estoy dispuesto a intentarlo!

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
(A partir de un texto de Manuel J Fernández Márquez)
Marcar el enlace permanente.

5 comentarios

  1. Miguel Angel Pulido

    San Juan siempre nos imbuye con palabras de poder, y nos invita a poner toda nuestra vida al revés para recibir al Señor. Nos contagia su entusiasmo y autenticidad.

    Seamos como niños y abramos el corazón, creamos en el milagro, creamos en el Mesías que nace en tu corazón. Él todo lo puede, no escuchemos a la razón ni al ego, seamos tan radicales como San Juan y vendrá él a nosotros.

  2. SI SUPIERA PREPARAR LOS CAMINOS
    La verdad que me sorprendió tu reflexión de este domingo, llena de sentimiento e interpelaciones, el Evangelio invita a hacer una revisión de vida de cómo nos planteamos ante el adviento de nuestra vida y cómo ayudamos a vivir el adviento a otras personas.
    Leyendo las lecturas del día, en la primera de Baruc, animando a Israel a recuperar su esplendor. El Dios de Israel guiará a su pueblo con alegría, a la luz de su gloria con justicia y misericordia, preparándole el camino. Sentí cierto optimismo a poner en práctica las tres acciones a realizar que propone el Evangelio, desde una mirada al interior de mi misma, para preparar el camino, mi camino para poder ver la salvación de Dios.
    Veo que es necesario despejar el corazón por medio de las cuatro acciones: Allanar, elevar, bajar, enderezar, y alguna más que puedan aparecer por el camino del Adviento. Para realizar esto se necesito mucha fe y no quedarme simplemente comparándolo con accidentes geográfico, que sí, sería imposible preparar un camino recto.
    Allanar: quitar todo aquello que se centra en mi misma: seguridad, reconocimiento, fama, posiciones sociales… para dejar paso al Señor y que Él vaya haciendo en mí un corazón sencillo y agradecido que de sentido a lo poco o mucho que pueda hacer y poder ver y gustar a Dios encarnado.
    Elevar: La realidad que percibo a nivel social, de comunidad cristiana y personal, ponen de manifiesto mi fragilidad y me hundo en el pesimismo que no me deja ver otras realidades más sublimes. Estas actitudes minan mi esperanza, que silencia alegría, ilusiones, sueños, fortalezas…Dentro de esta pobreza y falta de ánimo, tendría que poner un corazón despejado y abierto para que con su luz lo envuelva y lo llena de optimismo y haga que descubra al amanecer, cada día algo y alguien por quien luchar, desde el amor, la entrega y la solidaridad.
    Bajar : Si quiero ver la salvación de Dios, tengo que acogerlo desde abajo, donde Él bajó. Desde la sencillez, la humildad, el servicio. Nada de arrogancias, prepotencias…El silencio y encuentro con Dios y desde nuestro corazón, necesitado de ser habitado por Él, tengo que trascender el espacio y el tiempo. Él lo es todo.
    Enderezar: Tarea difícil, cuando hay tanto que demoler para enderezar, descubrir todo lo que interiormente me desordena: sentimientos, deseos, sueños, proyectos…Es acoger al Hacedor y como una vasija hecha pedazos, dejarse hacer de nuevo por Él.
    Adviento: esperanza, unidad, generosidad, amor…Todo lo que es posible para hacer un mundo más humano y sensible y abierto a la acción de Dios.

    ¡ Qué todos podamos y deseemos ver su salvación!

  3. Misión difícil casi imposible diria yo.Demasiados baches algunos falsamente cubiertos que son los peores porque de entrada no se ven.Demasadas rotondas y despiste al no saber que salida tomar,
    Pero creo sentir en las ultimas lecturas dei Profeta Isaias y la de este Domingo del profeta Baruc que por la Misericordia de nuestro Creador donde esforzándonos no lleguemos El nos dejara un camino llano y recto.
    Gracias Padre Enrique

  4. Carmen Díaz Bautista

    Cómo me gusta la reflexión de hoy! Pero también asusta un poco; tengo muchos valles que elevar y muchos montes que allanar. Si Él es el camino, tengo que acompasar mi paso a Jesús y caminar a.
    su ritmo y eso, como muy bien dices, no lo voy a poder hacer sin su ayuda, sin vuestra ayuda. Pero hay que intentarlo y lo quiero intentar.
    Gracias a todos por vuestros comentarios y feliz domingo.

  5. «Saber preparar los caminos al Señor». Qué importante y qué difícil. Leyendo a Quique me doy cuenta que este es el fin del adviento. Sabemos que va a llegar el Señor y es algo muy importante. Importantísimo. Pero verdaderamente somos unos obreros que hemos estudiado la teoría pero como en muchas profesiones, acabamos de terminar los estudios y nos encontramos que nos falta la práctica…¿Cómo se consigue dicha práctica?. Pues desde este mismo momento, empezar a llevar las teorías a nuestra vida.
    Lo primero que tenemos que hacer es ponernos en sus manos, poner interés, profundizar en los conocimientos adquiridos, despojarnos de las piedras y baches del camino, ir señalando con «pintura» por dónde sigue este camino, darnos cuenta de todo lo que tenemos que ir eliminando para dejarlo llano, rellenar de «arena» los baches con amor a los demás, no entretenernos con dificultades que nos hagan distraernos del objetivo de seguir dejando ese camino fácil para que los demás no se salgan y todos los que vienen detrás, que no puedan perderse por mala señalización…en fin, que seamos unos buenos obreros que sabemos de nuestra misión.
    Es curioso pero esta preparación afecta a dos tipos de caminos y curiosamente estos dos caminos confluyen en el gran final y el éxito. Uno de los dos caminos es el del corazón humano allanando su interior que es de donde va a brotar el segundo camino que es el externo. El de la práctica, el de vivir una vida allanando todo lo complicado. Así y «casi sin saberlo» llegará Jesús y se encontrará todo preparado para que pueda caminar sin problemas.
    Señor cuando nací me convertí en un obrero. Cuando me bautizaron me di cuenta que ese obrero era un «ingeniero» que tenía que estudiar más para formarme y así lo fui haciendo. Me di cuenta que tenía una gran obra por delante que tenía que cumplir y necesitaba formarme para seguir «mejorando la obra».
    Ayúdame a ser el obrero que tú necesitas porque cuando vengas quiero que veas lo bonito que ha quedado el camino que te he preparado. Así sea.

Responder a Carmen Díaz Bautista Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.