Domingo 2 Pascua Ciclo C (24 Abril ’22)

LA RESURRECCIÓN DE LOS APÓSTOLES


 

                El Viernes Santo, se nos murió el Señor. Fue la primera vez, su muerte real. Y siempre que se nos muere el Señor es Viernes Santo, aunque estemos en cualquier otro tiempo litúrgico. No es raro que esto nos ocurra. Resulta que hemos conocido al Señor, que hemos escuchado a menudo su Palabra, que hemos compartido la mesa eucarística, que hemos hablado con él en nuestras oraciones, que hemos procurado caminar de su mano… Y, sin saber por qué, se presentan dificultades, «se nos llevan al Señor», no sabemos dónde lo han puesto, o nos vamos nosotros mismos de su lado… ¡Y nos quedamos sin él! ¡Se nos muere! O ¡Nos lo matan!

                Las lecturas de este domingo nos ayudan a reflexionar en que el Viernes Santo no sólo se murió el Hijo de Dios: también la Comunidad de los Discípulos quedó herida de muerte. Cuando el Señor no está… no sabemos hacer otra cosa que estar a la defensiva y con añoranzas. Así nos lo narra el evangelista:

 ♠  ERA EL ANOCHECER DE AQUEL DÍA. Cuando es de noche se siente más el frío, y la soledad y el miedo. Cualquier enfermo de un hospital podría contárnoslo. Pero la noche estaba sobre todo «dentro» de los discípulos: ¡Un  desconcierto total! ¿Y qué hacemos ahora, si ya no está el Señor con nosotros? 

      Pedro se había hartado de llorar por no haber sabido mantener su palabra de fidelidad, por no haber permanecido junto al Señor aunque le costara la vida. Ante las preguntas de una desconocida criada en un patio, se había encogido y había sentido temor y se había desmarcado del Maestro. 

      Los demás discípulos también huyeron, como ovejas sin pastor. También les remordía la conciencia: aquella sencilla y última petición del Maestro en el Huerto de los Olivos: «Velad y orad conmigo»... Se quedaron dormidos, y no le acompañaron en su angustiosa oración. Y cuando vinieron a por él quedaron desconcertados: no opuso la menor resistencia, ni les permitió defenderle de los soldados. Nada: Ni un milagro. Ni una palabra de protesta, ni una maldición… ¿Por qué no hizo algo? ¡Qué decepción! 

     También nos pasa a nosotros. El Señor sabe por experiencia y nos previene de que es importante: Orar para no caer en la tentación. Tanto, que lo incluyó en el Padrenuestro, que con tanta frecuencia repetimos… Pero a menudo nos puede el cansancio, la desgana, el ritmo loco de vida que llevamos… y terminamos fallando, se nos viene la noche encima, y por dentro. Nos propusimos sinceramente permanecer fieles al Señor, dar testimonio de que somos de los suyos, jugarnos la vida si hace falta… hasta que se presenta la ocasión y… ¡no sé de qué me hablan! ¡yo no le conozco! ¡No, yo ya no…! Hemos cometido un error, una traición, un pecado… y nos venimos abajo sin remedio. O nos llegan las  las decepciones cuando esperamos esa intervención milagrosa del Señor… que no llega. Querríamos un signo suyo, ver que es poderoso, que nos resuelve nuestros problemas… Y no. Dicen varios estudios que esta pandemia ha provocado un aumento de increyentes y agnósticos. El caso es que acabamos confundidos o desencantados o desanimados tanto como aquellos Once.

♠  LOS DISCÍPULOS EN UNA CASA CON LAS PUERTAS CERRADAS. Eso de los cerrojos nos va mucho. Y lo de encerrarnos también. Cuando las cosas se ponen mal, en lugar de buscar soluciones… nos encerramos a llorar, a lamentar, a buscar culpables…; nos aislamos de todo el mundo. Y atrancamos puertas y ventanas interiores, y procuramos tragárnoslo todo nosotros solitos. ¡Que no entre nadie!. Y nos envuelve la tristeza y el miedo. No a los judíos, claro, pero sí a la sociedad y al entorno cercano: Miedo o vergüenza a que sepan que soy creyente, o que no he sido fiel, o a compartir mi fe con otros hermanos, con mi familia, con mi pareja… Nos cuesta pedir ayuda a Dios y a los otros… Fácilmente se va apagando mi relación con Dios y crece la distancia con los otros. Quedan apenas algunos recuerdos, lamentos, tristeza…

♠  Pues en tales circunstancias el Resucitado se presenta, y «SE PONE EN MEDIO», que es donde le gusta estar, y donde debe estar. Es suya la iniciativa de «aparecer» cuando andamos así. También hoy, en este domingo, en este Templo, en nuestra celebración. Y lo hace con todo el poder de su Palabra y de su Espíritu, y nos ofrece una serie de palabras para que nos calen y transformen:

– Primero: ¡Paz a vosotros! Por dos veces lo repite: ¡Paz a vosotros! Cómo sabe el Señor lo que necesitamos. A lo mejor necesitamos que nos lo diga más veces. En todo caso acojamos esta paz, deja que esta palabra alcance hasta el último rincón de tus inquietudes, de tu corazón. Sólo él puede darnos la paz. ¡Paz! Y nuestras tensiones, ansias y agobios se irán serenando y disolviendo. Siempre que oramos, es la primera palabra que el Señor nos dirige: Paz. Cuando nos reunimos en comunidad: ¡Paz! Cuando estamos desconcertados: ¡Paz! Repítelo y mastícalo en tu interior, y déjale que actúe y te transforme.

– Segundo: Alegraos. Todo tiene salida. Dios está de nuestra parte. Y, aunque tengamos que sufrir un poco en pruebas diversas, la última palabra la tiene el Señor. La oscuridad, el fracaso, la injusticia, el pecado, la muerte… no tienen la última palabra. Podemos vivirlo todo con esperanza y confianza. La alegría profunda es un signo distintivo del cristiano que se ha encontrado con el Señor. Como al vidente de Patmos (segunda lectura), él pone su mano derecha sobre mí, diciéndome: «No temas; Yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos». 

– Tercero: Como el Padre me envió, yo os envío. ¡Vaya una responsabilidad!  Resulta que después de nuestros fallos, traiciones, temores… el Señor nos «corresponde» abriendo puertas y ventanas, y haciéndonos salir  de nuestros encierros y seguridades. ¿Adónde, a qué? A hacer lo mismo que él hizo. Somos enviados de la misma forma que el Padre le envió. Hay que seguir dando a conocer y haciendo presente al Dios de la vida, al Dios de los pobres, al Dios del Amor. Y ya que Jesús se tomó en serio aquel encargo de su Padre, con lágrimas y sangre, porque nosotros los hombres lo necesitábamos, hoy confía y espera de nosotros lo mismo.

– Cuarto: Recibid el Espíritu Santo. Lo celebraremos más despacio el día de Pentecostés. Pero el Espíritu no vino sólo en aquel día, ni sólo en el Bautismo o la Confirmación… Siempre que andamos mal, siempre que tenemos una misión encomendada, siempre que el Señor nos encuentra en nuestra fragilidad herida, nos regala su Espíritu Santo, que es la Fuerza que a él le permitió ser un testigo del Padre desde el día de su Bautismo, y superar la noche de la entrega y de la cruz, que le sacó del sepulcro y le mantiene vivo hasta hoy… ¡es también nuestra fuerza! 

– Por último: a quienes les perdonéis los pecados... Si el Señor se presenta a sus discípulos, si el Señor nos visita en nuestras celebraciones, si nos permite acercarnos a su mesa aunque no seamos dignos, si cuenta con nosotros para seguir haciendo presente su Evangelio y extendiendo el Reino… es porque nos lo ha perdonado todo. ¡Estás perdonado! A pesar de todo perdonado. ¡Perdonados para perdonar! Reconciliados para reconciliar. 

A lo mejor estás pensando que no sientes esa paz del Señor, que no experimentas su profunda alegría, que no estás seguro de haber sido perdonado, que no te llega la fuerza del Espíritu Santo… Pues mira a Tomás y ten paciencia. Ya llegará tu turno. Entre tanto, confía, cree, y arrímate a los que ya lo han «visto» y espera y ora…

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 
Imagen superior Duccio di Buoninsegna

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5 comentarios

  1. Quiero contar de que forma sencilla siguiendo el evangelio se ha desarrollado el triduo Pascual en un pequeño pueblo de la zona seca y pobre del sur de Madagascar llamado Tsihombe,
    Toda la semana estuvieron grandes y chicos preparando los cantos y la liturgia.El dia de Jueves Santo después de la Misa y el lavatorio de pies pusieron al Señor en un pequeño monumento muy sencillo a la entrada de la iglesia rodeado de bancos ,Durante toda la noche y hasta el comienzo del via Crucis a las 3 dela tarde del Viernes santo hubo grupos de las diversas asociaciones religiosas rezando delante del Señor.El via crucis se desarrollo a las 3 de la tarde con un sol abrasador alrededor del pueblo como también Jesus camino por fuera de la muralla Cuando termino oficio de Viernes santo y comunión,como Jesus ya había muerto se prepararon para acompañar a su Madre y a sus amigos y fueron a la Iglesia como cuando acompañan a la familia de los difuntos y allí estuvieron hasta bien entrada la mañana del Sábado.Luego recogieron todo quitaron los velos morados de delante de las imágenes que habían puesto el dia anterior y prepararon la Iglesia para la fiesta a continuación,Una Eucaristía larga con todos los asistentes que llenaban la Iglesia participando en las oraciones y cantos con las velas encendidas y al salir
    noche clara de luna llena.
    No es la primera vez que paso aquí la Semana Santa pero por algún motivo este año me ha parecido que así devieron de ocurrir las cosas y me ha llegado al alma.Gracias Padre Enrique por sus comentarios .Feliz pascua de Resurrección a todos

    • Enrique Martínez

      Gracias, Isabel por tu testimonio personal. Has sido intrumento de Dios para ellos… y ellos han sido instrumentos de Dios para ti. Dios os bendiga a todos con la Vida de la Pascua, con el Espíritu

  2. LA RESURRECCIÓN DE LOS APÓTOLES
    La reflexión de hoy refleja nuestra propia experiencia cristiana con mucho realismo, si de verdad nos consideramos seguidores de Jesús Resucitado.
    A nivel personal, en el camino de seguimiento, me resulta difícil mantener siempre el mismo talante, ilusión, entusiasmo, la misma esperanza y el mismo compromiso. Estos rasgos también pueden existir en la comunidad Cristiana. ¡Hay tantos momentos de me quedo y nos quedamos sin Él! Quizá porque nos alejamos.
    Al leer la reflexión me imagino a los discípulos sentados en silencio o comentando en voz baja sus reacciones personales con el Maestro, ellos esperaban que…y se han quedado vacíos, solos y con miedo; se han quedado en la noche del Viernes Santo. Sienten soledad en el corazón.
    Esta imagen se repite en mí, en la comunidad cristiana ante realidades hechos acontecidos… Caigo en un sin sentido que me ahoga y asfixia, medio dormida y sin poder entrar en comunicación orante para descubrirle presente y pedirle que oriente mi caminar para salir de ese estado de estupor e ir a Él.
    Los discípulos parece que no tenían muy claro, la promesa de lo iba a acontecer al tercer día. Si fuese así, el clima a nivel personal y de grupo sería distinto. La esperanza, la alegría, el gozo, entusiasmo…estaría por encima de la tristeza y el miedo.
    En un momento, se rompe el silencio. Jesús se pone en medio de ellos y pronuncia palabras de ánimo, de consuelo, de alegría, que van calando y transformando el talante y el corazón de los discípulos.
    ¡Cómo es este Jesús! ¡Desconcertante! ¡Misericordioso! ¡Pacificador! Y con una fuerza transformadora que cautiva.
    • ¡Paz a vosotros! ¡Cómo es este Jesús! Después de lo que le hemos hecho, nos brinda la paz, busca en nuestro corazón: inquietudes, dudas, culpas y disculpas y a cambio nos da la paz; paz que serena, pacifica, transforma…
    • ¡Alegraos! ¡No tengáis miedo! Abrid puertas y ventanas, abrid vuestro corazón. La muerte, el pecado, el fracaso no tienen la última palabra. Todo es nuevo, todo renace a la nueva vida.
    • Yo os envío a ser mis testigos. ¡Salid de vuestro letargo! ¡Proclamad la Vida sobre la muerte, la Verdad sobre la mentira, la Luz sobre las tinieblas, la Paz sobre la guerra, el Amor sobre el odio!…
    • Mostrad el camino para ir al Padre, el amor´. Amad a todos, allí dónde la necesidad es más urgente, las personas son más vulnerables. Donde se pueden palpar y tocar las llagas del hambre, la miseria, del desamor, el rechazo, la inestabilidad emocional…No tengáis miedo. Podéis contar con mi Espíritu que os dará fuerza en las dificultades.
    Jesús, sigue sufriendo y muriendo en las personas que sufren y mueren por causas injustas, pero sigue viviendo donde de siembra: amor, paz, justicia, misericordia, perdón; porque Él nos perdona todo y nos reconcilió con el Padre.
    Desde la experiencia de la Resurrección, podemos exclamar: ¡Eres la luz que el mundo necesita; eres todo el amor que el corazón reclama; eres la paz que estalla en armonías; eres el que fecundas todas nuestras tristezas!
    En las lecturas de estos días, me parece importante, la dinámica de los encuentro de Jesús, a la Comunidad naciente.

    Gracias Quique

  3. Quique como siempre, tus reflexiones son tan acertadas y profundas..Hoy quiero agradecería Isabel su preciosa experiencia en Madagascar y a Teresa los comentarios tan bonitos. Hoy vemos en la primera lectura como Jesús a través de los apóstoles por sus actuaciones van consiguiendo más y más creyentes. Somos todos apóstoles.¿Ejercemos de apóstoles en nuestra vida dando ejemplo y atrayendo por nuestras actuaciones?…
    La segunda lectura nos muestra como ese desgaste nuestro de hacer el bien y dar ejemplo a todos los niveles lleva un coste…nos miren mal, nos critiquen, se burlen…pero no nos tiene que importar. Al Señor le pegaron, le escupieron, le azotaron…y fíjate todos los creyentes que ha conseguido y cada día más..
    Y ya entrando en el Evangelio vemos como Jesús sabe que así solo el ser apóstol y dar testimonio es tan árdua tarea …que nos envía al Espiritu Santo para fortalecer nuestra alma, nuestro espíritu, nuestro día a día…Los apóstoles tuvieron la suerte de vivir y morir con él pero Tomás a pesar de todo..¿Cuántas veces somos Tommás?. A lo mejor también nos parecemos a Pedro, llora que te llora pero sin actuar…Al final si testimonio fue tremendo. Y ¿qué les pasa a los demás?…Somos a veces como ellos y nos quedamos dormidos…Cerramos nuestro corazón como dice Quique con un cerrojo en vez de abrir las puertas del corazón ante las dificultades…
    Como comenta Quique el Señor siempre se presenta con Paz (sabe que la necesitamos), quiere que seamos alegres (un santo triste, es un triste santo), quiere que nuestra labor se multiplique para que el conocimiento del Reino de Dios, llegue a toda la tierra…Y por últim, para ayudarnos en esta tarea ni más ni menos, nos envía al Espíritu Santo para ayudarnos en la fé, para ayudarnos en la gracia y en la fortaleza de ser cristianos y además a los sacerdotes les confiere el poder de perdonar y retener los pecados…Adi que podemos estar contentos de nuestra labor y de la ayuda de la fuerza del Espíritu Santo para nuestra vida.
    Señor en el día de hoy me he dado cuenta de que doy un apóstol más, de los que no vivieron contigo pero que igual que ellos quiero seguir tu labor para darte a conocer. Que no me importen los dimes y diretes de los que se burlan y si es así, pues mejor porque me parezco un poco más a ti. Y que sé que tengo al Espiritu Santo para darme fuerzas en la labor y además que si fallo muchísimas veces, tengo a otros apóstoles «especiales» que me ayudaran a perdonar tías mis culpas y a seguir con fuerzas recibidas en la confesión. Así sea

  4. Carmen Díaz Bautista

    Quique, no sé como lo consigues, pero haces que parezca que el Evangelio hable de mí: de mis noches oscuras, mis traiciones al propósito de seguirlo, de orar, de meditar, de ser consciente de que está en mí y verlo en los otros, de preocuparme por los apegos y tantas y tantas cosas, pero cuando consigo parar y rezo la secuencia de pentecostés y la oración del abandono es cierto que experimento una paz y una serenidad inmerecida. cuando por fin descanso, siento que Él dirige mis pasos hacia la paz.
    Gracias Quique por tan bella reflexión y a Isabel, José Antonio y Teresa por sus aportaciones.

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