DOMINGO 29. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

LA “MIRADA APRECIATIVA” EN LA POLÍTICA Y LA PASTORAL (Mt 22, 15-21) 

Es casi seguro que, en este tiempo, le plantearíamos a Jesús muchas preguntas sobre asuntos políticos. Maestro, ¿es lícito votar a…? ¿es lícito ilegalizar a….? ¿es lícito defender…? ¿Es lícito hacer un referéndum…? ¿Cambiar la Constitución? Las tres lecturas de este domingo nos ofrecen unas claves de respuesta. 
Dividiré esta homilía en tres partes:
1) ¡Dios santifica su nombre por medio de paganos!
2) El dinero para el César, el Pueblo para Dios 
3) El liderazgo del “nosotros” y la mirada apreciativa

¡Dios santifica su nombre por medio de paganos!

En el Padrenuestro decimos: “santificado sea tu Nombre” y “venga a nosotros tu Reino! Declaramos así que queremos pertenecer a Dios, a su Reinado.

¡Qué bien se refleja esto, en la primera lectura de Isaías, apenas proclamada!  Dios lleva de la mano a Ciro el Grande, fundador del imperio persa, que respetaba la religión de los países que conquistaba. De él dice Isaías que era “el ungido de Dios” y que Dios lo llevaba de la mano, aunque no pertenecía al pueblo de Dios -desterrado entonces en Babilonia. A Ciro lo inspiró Dios para que promulgase el siguiente edicto (allá por el año 538 a.C.):

«Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!» (2 Cr 36,22-23). 

El Pueblo de Dios fue devuelto a su tierra y allí edificó el Templo, el trono de Dios.

El dinero para el César, el Pueblo para Dios 

Es misteriosa la frase de Jesús en el evangelio de hoy: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Le habían preguntado si era lícito pagar el tributo al César. 
La respuesta de Jesús fue inteligente y revolucionaria: el tributo se paga con monedas que tienen efigie del César: ¡dádselas al César! Pero el Pueblo no pertenece al César sino a Dios: es el pueblo de su propiedad. Por tanto, dice Jesús: dadle a Dios lo que es de Dios. 

El liderazgo del “nosotros” y la mirada apreciativa

La segunda lectura de la carta a los Tesalonicenses está firmada por tres evangelizadores. Se expresa por un “nosotros” formado por Pablo, Silvano y Timoteo: ninguno se cree superior a los otros dos. Los tres anunciaron el Evangelio en Tesalónica. Y allí se formó una comunidad cristiana.
Su mirada hacia la comunidad no es de superiores a inferiores. Es de hermanos que reconocen a los Tesalonicenses con estos títulos: “amados de Dios”, “elegidos por Dios”, “ungidos por el Espíritu”. Y alaban a la comunidad por tres rasgos característicos: fe activa, amor esforzado, esperanza que sabe aguantar. Liderar la comunidad cristiana requiere amor, valoración, cuidado, y no reproche, imposición. El pueblo de Dios merece respeto, mucho respeto y aprecio.

Conclusión

La Política en la sociedad y la pastoral en la Iglesia requieren de nosotros una “mirada apreciativa”, como la del profeta Isaías respecto a Ciro, como la de Jesús respecto al César, como la de los Tres evangelizadora respecto a los cristianos de Tesalónica.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 28. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL BANQUETE PARA TODOS… PERO ¡NO TODO VALE!

En este domingo continúa el tema domingos anteriores: el enamorado de su viña es presentado hoy como “el Novio”. Invita a sus amigos a no entristecerse, sino a participar de la alegría del banquete de bodas. Y abre el banquete después a todos… pero ¡no todo vale! La Eucaristía es la continuación simbólica de aquel banquete. ¡No debemos estar tristes, cuando el Esposo está con nosotros! Pero también hemos de estar preparados para participar dignamente en el Banquete.

“Invitados al banquete”

El profeta Isaías dedica cuatro capítulos a lo que se denomina “pequeño apocalipsis”: es decir, la última manifestación de la justicia de Dios sobre la humanidad. A este pequeño apocalipsis pertenece la primera lectura de este domingo. Y su mensaje es claro: la corrupción, el asesinato, la soberbia humana, no tienen la última palabra: ¡Dios hace justicia a sus pobres! ¡Dios hace justicia a su Pueblo desterrado y lo reunirá definitivamente en su Tierra! En un gran banquete celebrará su desposorio con el Pueblo. Y serán invitados todos los pueblos de la tierra. El banquete tiene lugar en el monte de Sión. ¡Allí todos conocerán a Dios! ¡Allí se acabarán las lágrimas, el sufrimiento, ¡hasta la misma muerte! Allí se comerán manjares exquisitos y vinos excelentes.

¡Encontremos nuestro Centro!

En la segunda lectura de la carta a los Filipenses, -su comunidad preferida-, san Pablo se desahoga diciéndoles: “Todo lo puedo en Aquel que es mi Fuerza”, en “Aquel que es mi centro”.

Tener un centro es necesario para vivir y encontrarse en la circularidad de la vida. Escribió con mucho acierto Susanna Tamaro: “llegaste al máximo de la irritación cuando te dije que la vida no es una carrera, sino un tiro al blanco, lo que importa no es el ahorro de tiempo, sino la capacidad de encontrar una diana”. “Tener un centro” es decisivo para vivir. El centro nos da estabilidad, armonía. Por eso, hablamos también de “concentración”, o de vivir desde nuestro “”más profundo centro”. Jesús se nos ofreció como ese Centro: Yo soy la Vida, Yo soy el Camino, yo soy la Verdad, yo soy la Belleza.

¡Id e invitad a todos!

En el Evangelio Jesús les habla a los dirigentes religiosos y políticos de Israel. Les dice que un Rey envió invitaciones para el banquete de bodas de su Hijo. Los convidados no quisieron ir y pusieron las más variadas excusas. Los dirigentes comprendieron que ellos eran los convidados: pero rechazaron con excusas la invitación. Jesús era el Hijo del Rey en cuyo honor se celebraba el Banquete.

El rechazo de los dirigentes provocó una nueva invitación: esta vez a todo el mundo, hasta los más necesitados y pobres. El banquete se llenó de comensales. Aunque aquel que no llevaba vestido de boda fue expulsado. ¡No basta ser invitado… hay condiciones para entrar en la Sala del Banquete! Es algo que debemos constantemente interpretar -en las palabras de Jesús-.

La Iglesia está lanzando a toda la sociedad la invitación de Dios a participar en el banquete del Reino. ¡Salgamos a las plazas, a los caminos, para invitar a todos! Preparémosles el mejor vestido. Muchos en países tradicionalmente católicos han decidido no acoger la invitación. Muchísimos otros en países pobres y hasta paganos…. Acogen la invitación. 

Pero ¡no todo vale! No es cuestión de número. También de calidad. Nadie puede ni debe entrar en el banquete sin vestido nupcial. No hay que acelerar las cosas. No es cuestión de bautizar a todo el mundo. Hay que preparar a los llamados a través de serios procesos iniciáticos. Tal cual sea la puerta de entrada en la iglesia, así serán quienes estén dentro de ella.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 27. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL DIOS ENAMORADO-DECEPCIONADO

El tema de la “viña” -que ha aparecido los domingos anteriores- recobra en este domingo una especial intensidad. La viña simboliza un pueblo del que Dios está enamorado… pero es infiel a ese amor. Los encargados de la viña se apoderan de ella, matan incluso al hijo del Amo..
Dividiré esta homilía en tres partes: 1) Un amor traicionado; 2) Viñadores homicidas se apoderan de la viña 3) ¡El amor y la paz !

Un amor traicionado

“Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña”, dice el profeta Isaías.
Canta la decepción de Dios, enamorado de su viña, es decir, de su Pueblo. ¿Qué más pudo hacer Dios por ella? Esperaba los mejores frutos… recibió “agrazones”. Quienes aman apasionadamente y descubren la infidelidad, entenderán perfectamente la decepción de Dios con su Pueblo-Viña-Esposa.
El canto de amor se convirtió en una terrible lamentación.

Viñadores homicidas se apoderan de la viña

Jesús en el evangelio presenta a la viña amada por Dios, engalanada con regalos especiales, para que produzca “buenos frutos”… ¡Y los produce! El problema ahora no es la viña: son aquellos encargados de cuidarla. ¡Se la apropian! ¡La consideran suya! Y a los enviados por parte del Esposo para recoger sus frutos, los rechazan y tortura. El Amo (Dios), les envía a su propio Hijo (Jesús): pero ellos lo condenan a muerte y asesinan…. fuera de la viña.
¡Fue lo que ocurrió en Jerusalén! ¡Así actuaron con Dios y su Hijo, los jefes religiosos y políticos! Así ocurre a lo largo de la historia con el “pueblo de Dios”, perseguido, mal dirigido… cuando los encargados de la Viña (dirigentes religiosos o políticos) la secuestran y apartan de Dios.
Pero Dios en su momento actuará para reivindicar su amor y honor ultrajado. Los hará morir de mala muerte.
De qué forma tan bella expresó el gran teólogo protestante Karl Barth el amor del Hijo de Dios por la viña de Dios:
“Si Jesús no se casó, fue porque
su única esposa, su única amada fue su Iglesia”.
La Iglesia no le pertenece ni al Papa, ni a los Obispos, ni a los Párrocos, el pueblo no les pertenece a los políticos… ¡sólo le pertenece a Jesús, que entregó su vida “por todos”!

¡El amor y la paz!

Finalmente, la segunda lectura de la carta de san Pablo a los Filipenses- nos exhorta a ser hombres y mujeres de paz. Se trata de una conducta totalmente opuesta a la de los viñadores homicidas. Procuremos la paz con todo el mundo. No seamos beligerantes. Ofrezcamos a Dios todos los frutos que su viña produce

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 26. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¿CRISTIANOS EN ZONAS DE CONFORT?

Cuando las cosas no salen bien, nace espontáneamente en nosotros un reproche a Dios, una anti-oración. El gran reproche contemporáneo a Dios es el ateísmo: ¿cómo creer en quien no impide guerras, injusticias, calamidades, terremotos o tsunamis? Estamos en un mundo sin garantías y con demasiadas fechas de caducidad. La liturgia de este domingo nos plantea estas preguntas y nos ofrece la solución.

Dividiré esta reflexión en tres partes:
1) ¿Es justo el proceder de Dios?
2) La poderosa clave de la humildad.
3) Cuando el sí es no, y el no es sí.

¿Es justo el proceder de Dios?

La primera lectura del profeta Ezequiel acusa no a Dios, sino a nosotros: “¡el que no es justo, es vuestro proceder!”.  Los seres humanos hemos de asumir nuestra responsabilidad en la existencia del mal. Tenemos libertad. Por eso, podemos entrar en territorios de vida y de muerte. No es justo que nos disculpemos e inculpemos a Dios. Tenemos todo a nuestro favor para poder “vivir” de verdad; pero para que sea así, hemos de comprometernos y asumir nuestra responsabilidad.
Lo peor es que la responsabilidad individual no basta. Se hace necesaria una responsabilidad colectiva. Por esto, tampoco basta un cristianismo individualista, sin comunidad, a-político. Hay que convencer a la sociedad de su responsabilidad. Nos hemos de responsabilizar colectivamente, socialmente, para que la Vida tenga lugar entre nosotros.  De ahí nace la súplica del salmo 24: ¡Señor, instrúyeme, enséñame tus caminos!
¡Qué maravilloso es el Dios de la libertad! ¡Qué digno del ser humano tener un Dios que cuenta tanto con nosotros! Pero ¡qué terrible puede ser la persona cuando mal-utiliza su libertad!

La poderosa clave de la Humildad

En la segunda lectura de san Pablo a los Filipenses nos propone crear una estrecha alianza entre todos nosotros cuyas características serían: unanimidad, concordia, consentimiento. Se trata de una propuesta preciosa, pero ¿no es un sueño imposible? ¿Dónde hay familias o comunidades así? Lo que sentimos muchas veces es la falta de concordia, de unanimidad, de consenso. Cada uno tira por su camino y no cede.
Pero san Pablo tiene la sabiduría del Espíritu. Por eso, ofrece la clave para que su sueño sea posible: ¡la humildad!: “No obréis por rivalidad, ni por ostentación… dejaos guiar por la humildad y considerar siempre superiores a los demás”.
Jesús se caracterizó por su humildad. No quiso aparecer como “Dios”, sino que se rebajó, se hizo uno de tantos. Nosotros, en cambio, tendemos a en-diosarnos. En cambio, el día en que seamos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra sombra, de que no somos “alguien especial”, sino “uno de tantos”, ese día estaremos revestidos de humildad. Y nuestra sociedad, nuestras familias y comunidades comenzarán a florecer.

Cuando el “sí” es “no” y el “no” es “Sí”

Jesús nos pide hoy -en su parábola de los dos hijos- claridad: que el “sí” no se convierta en un “no”. Y acoge al ¡no! cuando después se convierte en un “sí”.
El amo de la viña no solo contrata obreros para ir a su viña. También les pide a sus hijos que vayan a trabajar su viña. Uno de ellos responde inmediatamente que “sí” cuidando su imagen de buen hijo.; pero, a la hora de la verdad, ese “sí” se convierte en un “no”. Representa a quienes en la Iglesia no toman en serio la misión; se entretienen en sus cosas; no tienen celo apostólico, ni disponibilidad para ir a los lugares a los que Dios los envía. El otro hijo desobedece de palabra con su “no”, pero obedece de hecho con su “sí”. No llega a la viña como héroe, sino como un arrepentido.
Hay “síes” que son “noes”, y hay “noes” que son “síes”. Jesús nos pedía que nuestro “sí” fuera “¡sí!” y nuestro “no” que fuera “¡no!”.

Conclusión

Un inmenso campo de misión se abre hoy ante nuestros ojos. ¿Estamos dispuestos a obedecer la voz del Padre, de Jesús, el impulso del Espíritu? ¡No nos quedemos cómodamente encerrados en nuestras zonas de confort!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 25. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¡DEJAD ESPACIO A LA PROFECÍA!

¡Hagamos espacio a la profecía! Pero ¡a la profecía auténtica! ¡No nos confundamos, porque hay profetas verdaderos y profetas falsos! Hubo momentos en los que el pueblo Israel se sentía perdido: sus “políticos” y sus “hombres de religión” iban de desacierto en desacierto; “el pueblo” se veía al borde del abismo. Hoy también hay pueblos y también comunidades cristianas que están en profunda crisis, tocando fondo, al borde del abismo. Son como un “Israel” que depende de fuerzas extranjeras, de pactos para una vergonzosa dependencia. La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre ello.

Dividiré esta homilía en tres partes:
1) Profetas con el don de Consejo.
2) El culto, lugar de la profecía.
3) ¿Para qué ganar si se pierde?

Profetas con el don de Consejo

Dios “nos” habla en las coyunturas históricas más difíciles, pero es necesario saber dónde y a través de quien. Quienes nos dirigen recurren a no sabemos cuántos consejeros. Los consejeros auténtico, es decir aquellos que han sido agraciados con “don de consejo”, son pocos y están escondidos. Aparecen ¡eso sí!, cuando y donde menos nos lo esperamos: son mujeres u hombres, como Jeremías, que han sentido la seducción irresistible de Dios y se han dejado pegar a su corazón. En la intimidad, Dios les revela su querer, su voluntad. La gente se reía de la juventud de Jeremías y despreciaba sus mensajes. Sin embargo, Jeremías, fue valiente. La palabra de Dios era fuego vivo en sus entrañas.

El culto, lugar de la Profecía

En su carta a los Romanos, san Pablo nos habla del culto. Dar culto a Dios es tratar de ganarlo, de agradarle, de expresarle nuestro agradecimiento… Dar culto es un acto de gratitud. Pero los profetas denunciaron el culto vacío (sin justicia, honestidad, sin amor), que no agrada a Dios.   
Pablo nos dice que el culto que agrada a Dios es: ¡presentar nuestros cuerpos como ofrenda viva, santa! Presentarnos como personas que no se ajustan a este mundo de injusticia, de pecado, de conexiones perversas, de cultura de muerte.

¿Para qué ganar… si se pierde?

Jesús aparece en el evangelio de hoy como el “gran ganador”. Y para serlo se lo juega todo. Nos dice que hay momentos en la vida en que un paso hacia delante, una transformación profunda, solo se consigue con arrojo, con audacia y superando cualquier prejuicio.
Simón Pedro se muestra muy conservador. Quiere al Jesús que conoce. Se contenta con las posibilidades que este Jesús ofrece. No quiere un Jesús que “arriesgue tanto”. Es como si Pedro le dijera: “Jesús, no hace falta tanto radicalismo… todo se puede arreglar… llevando las cosas como hasta ahora… llegarás y llegaremos muy lejos”. Pero, Jesús ve en ello una tentación, una terrible tentación que lo aparta de la voluntad de su Abbá; una tentación que le llega al alma, porque viene de un gran amigo. Pero se enfrenta con el mal, con ese Satanás que le impide dar un paso cualitativo hacia delante.

Conclusión

Jesús nos invita a jugarnos la vida, a estar dispuestos a perderlo todo, con tal de anunciar la llegad del Reino de Dios. Jesús quiere que lo sigamos asumiendo su estilo de vida y de compromiso: ¡dispuestos a perderlo todo, para ganarlo todo! La cruz no es el objetivo. La cruz es el arma más poderosa para conseguirlo todo, porque la cruz es amor que todo lo ilumina, que desenmascara el mal y la hipocresía.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 24. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¡PERDONAR! ¿SIN CONDICIONES?

Este domingo nos vemos confrontados con la gran cuestión del “perdón”. ¿En qué consiste el perdón? ¿Qué es perdonar? ¿Qué efectos produce el auténtico perdón en el mundo?
Lo que es evidente es que hay mucha gente, que no ejerce el perdón. Y sólo exigen justicia, justicia y justicia. ¡Su propia justicia! ¡Perdonar sin condiciones previas no es moneda corriente!
Dividiré esta homilía en tres partes, siguiendo las tres lecturas:

  1. El demonio de la ira, no perdona
  2. ¡Vivir para…!
  3. La gracia del PER-DÓN

El demonio de la ira, no perdona

“El furor y la cólera son odiosos”, nos dice el libro del Eclesiástico. La  ira o cólera es una efervescencia no dominada ante el hecho de que un inferior se arrogue algo que no le compete según opinión del que se considera superior. Si me considero superior a mi hermano o mi hermana, cualquier invasión de lo que considero “mío” me parece una provocación.
Existe el peligro de que el iracundo destruya el objeto de su ira con los medios a su alcance: o que, al menos, haga todo cuanto esté en su mano para rebajarlo, para que así quede más claro ante su opinión, que el otro había osado algo que no era de su competencia. El iracundo pierde fácilmente toda mesura.
Ante la ira solemos ser bastante indulgentes; decimos, que “tiene ese carácter”. Abundan a veces las personas a las que dejamos campar a sus anchas por los campos de su ira.
La ira nos hace ofender al otro; pero antes, enciende en nosotros, los motores de la agresividad. Cuando se activa en nosotros la parte irascible, cuando ésta se turba nuestra inteligencia cesa de ser inteligente: hace juicios temerarios, pierde la capacidad de discernir bien. La ira es muy dañina. Nos vuelve demonios. Propio de los demonios es vivir siempre encolerizados. Por eso, la mansedumbre es la virtud que más odian los demonios.  La cólera oscurece el alma, el espíritu: por eso hay que cortar de raíz los pensamientos de cólera; no abandonarse a ellos.

¡Vivir para…!

Vivir es relacionarse. Destruir relaciones es como cortarse las venas por donde discurre la vida. Vivimos “para”… es decir “vivimos en red”. Las conexiones son vitales para la vida.
Pero hay una conexión de la que no se puede prescindir. Es como aquella conexión sin la cual un ordenador, un proyector, una iluminación, no funcionan: ¡la corriente eléctrica! Esa conexión se llama “Jesús”. Nos lo dijo él mismo cuando afirmó: “Yo soy la Vida”. Sin vivir para Jesús y desde Jesús no tendremos vida, vida eterna.
Por eso, quien quiera vivir, vivirá en abundancia, si vive para el Señor, conectado al Señor. Hablar de esto puede ser interesante. Pero de poco sirve, si no se tiene la experiencia. Cuando el Señor Jesús es nuestro principio de vida, todo en nosotros se llena de vitalidad, de luz, se potencian todas nuestras energías.
¡También en la muerte somos del Señor! También hemos de morir por el Señor. Aquí la palabra “muerte” no es la opuesta a la vida, sino que tiene el sentido de “muerte por amor”, que es la forma suprema de entregar la vida. Morir “conectado” al Señor es la forma más vital de morir. Porque es “pasar” a la resurrección.

¡La gracia del PER-DON!

¡Qué palabra tan interesante! Está compuesta de un prefijo “per” y un sustantivo “don”. Significa, por lo tanto, un “don” que es “per”, “super”. Se reduplica, se potencia el don hasta el máximo. Per-donar no es únicamente “donar”, es mucho más, muchísimo más. El mayor regalo que podemos hacernos se llama “per-dón”.
Pero ¿puede alguien perdonar? ¿No excede nuestras fuerzas? ¿Puede perdona el esposo a la esposa que le ha sido infiel, o la esposa a su esposo infiel? ¿Pueden obligarnos a perdonar? Debe haber en nosotros una fuerza capaz de perdonar a quienes nos ofenden, si no, el mandato de Jesús no sería un deber serio. Puede perdonar quien ha recibido ese poder como un regalo, una gracia.
La gracia del perdón y del amor desinteresado se nos concede en el instante, como una aparición que desaparece al mismo tiempo. Es decir, en el mismo momento se encuentra y se pierde otra vez. Es como la inspiración.
¿Dónde está el corazón del perdón? El verdadero perdón es: 

  • un acontecimiento fechado que acontece en un determinado momento; 
  • el verdadero perdón, al margen de toda legalidad, es un don gracioso del ofendido al ofensor; 
  • el verdadero perdón es una relación personal con alguien. 

El perdón tiene razón de ser cuando el deudor moral es todavía deudor. Hay que apresurarse a perdonar antes de que el deudor haya pagado. Hay que perdonar de prisa, para que podamos abreviar un castigo más. Y ¡por nada a cambio! ¡Gratuitamente! ¡Por añadidura! El ofendido renuncia, sin estar obligado a ello, a reclamar lo que se le debe y a ejercer su derecho. El perdón es en hueco lo que el don es en relieve.
Perdonamos sin razones suficientes. Si para perdonar hubiera que tener razones, también habría que tenerlas para creer. Si perdonamos es porque no tenemos razones. Las razones del perdón suprimen la razón de ser del perdón. No hay derecho al perdón. No hay derecho a la gracia. El perdón es gratuito como el amor.
El perdón puro es un acontecimiento que tal vez no ha ocurrido jamás en la historia del ser humano.  La cima del perdón, acumen veniae  no ha sido alcanzada todavía por nadie en esta tierra. Por eso, decía Jesús que “sólo Dios perdona”… y él también. Y aquellos a quienes les es concedido…
No hay mayor alegría que saber perdonar y sentirse perdonado.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO XXIII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

EL ESCÁNDALO: ¡EL PECADO MÁS HORRIBLE!

Estamos en una situación que no es fácil clarificar. Hay quienes alardean del mal. Hay quienes piensan que todo es pecado. Hoy la liturgia nos ayuda a educar nuestra conciencia para el bien.

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • 1) El profeta Ezequiel: vigía y alarma;
  • 2) San Pablo: que el amor no se apague;
  • 3) Jesús: el escándalo;
  • 4) El método: ante el hermano que peca.

El profeta Ezequiel: vigía y alarma

El profeta Ezequiel fue nombrado por Dios “vigilante de Israel” y “alarma” cuando fuere necesario. Dios no es indiferente ante el mal, ante la corrupción o la injusticia. Dios quiere que su profeta vigile y de la alarma, cuando el mal comience a expandirse en su pueblo.
El mal para Dios no es simplemente la desobediencia o infracción de una ley. Si Dios ama tanto a su Pueblo que lo define como “su esposa”, decir “pecado” es decir infidelidad, ruptura de un pacto de amor. Y cuando ese pacto comienza a peligrar, es necesario que alguien dé la voz de alarma. Esa fue la misión que Dios confió al profeta Ezequiel. 

San Pablo: ¡Que Amor no se apague!

“¡Amar es cumplir la ley (de la Alianza) entera!”, nos dice hoy san Pablo. El amor es un “carisma”, no el resultado de un esfuerzo o de técnicas ascéticas. Amamos cuando nos ha sido dado amar. Los mandamientos negativos nos indican por qué caminos no transita el amor. No hay camino allí donde se insinúa la infidelidad; no hay amor allí donde hay envidia, codicia, ira homicida.

Para que no se apague hay que mantener vivo el amor. Tenemos capacidad creadora para que estalle en nosotros ese fuego El amor que Dios ha traído al mundo y que ha depositado en su iglesia debe encender a todos. Vivir en Alianza es amar. 

Jesús: El escándalo

El término hebreo traducido en griego por “skandalon (escándalo)”, significaba el obstáculo que en manera alguna podía ser evitado: ¡cuanto más se rechaza, más atrae! Pero también en el ámbito griego “escandalizar” significaba cojear.

¡Desgraciado quien trae el escándalo! Jesús reserva su advertencia más solemne a los adultos que arrastran a los niños a la cárcel infernal del escándalo. Cuando más inocente y confiada es la imitación, más fácil resulta escandalizar y más culpable es quien lo hace. Los escándalos son temibles. Jesús nos pone en guardia contra ellos y recurre a un estilo hiperbólico: “Si tu mano o tu pie… córtalo… arráncalo”.

Para Jesús escándalo es menospreciar a uno de los pequeños, cuyos ángeles contemplan permanentemente el rostro de Dios; por eso, pide que no se pierda ninguno de los pequeños y que se les ayude a no descarriarse, o perderse, como la oveja perdida. 

El método: ante el hermano que peca

En ese contexto se describe el método que hay que seguir ante un hermano que peca:

1) reprenderlo en privado, entre dos, para ganar al hermano;
2) en presencia de dos o tres para que todo el asunto quede zanjado por dos o tres testigos;
3) si los desoye, hay que decirlo a la comunidad y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. 

 La comunidad tiene poder para atar en la tierra a quienes escandalizan. Pero también la oración de la comunidad tiene poder para conseguirlo todo del Padre del cielo: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. El perdón debe concederse setenta veces siete.

Jesús propone aquí un buen camino para evitar el pecado, los escándalos. Es un camino serio, fraterno. Lleno de circunspección.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO 22. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

¡DEJAD ESPACIO A LA PROFECÍA! 

¡Hagamos espacio a la profecía! Pero ¡a la profecía auténtica! ¡No nos confundamos, porque hay profetas verdaderos y profetas falsos! Hubo momentos en los que el pueblo Israel se sentía perdido: sus “políticos” y sus “hombres de religión” iban de desacierto en desacierto; “el pueblo” se veía al borde del abismo. Hoy también hay pueblos y también comunidades cristianas que están en profunda crisis, tocando fondo, al borde del abismo. Son como un “Israel” que depende de fuerzas extranjeras, de pactos para una vergonzosa dependencia. La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre ello.

Dividiré esta homilía en tres partes:

1) Profetas con el don de Consejo.

2) El culto, lugar de la profecía.

3) ¿Para qué ganar si se pierde?

Profetas con el don de Consejo

Dios “nos” habla en las coyunturas históricas más difíciles, pero es necesario saber dónde y a través de quien. Quienes nos dirigen recurren a no sabemos cuántos consejeros. Los consejeros auténtico, es decir aquellos que han sido agraciados con “don de consejo”, son pocos y están escondidos. Aparecen ¡eso sí!, cuando y donde menos nos lo esperamos: son mujeres u hombres, como Jeremías, que han sentido la seducción irresistible de Dios y se han dejado pegar a su corazón. En la intimidad, Dios les revela su querer, su voluntad. La gente se reía de la juventud de Jeremías y despreciaba sus mensajes. Sin embargo, Jeremías, fue valiente. La palabra de Dios era fuego vivo en sus entrañas.

El culto, lugar de la Profecía

En su carta a los Romanos, san Pablo nos habla del culto. Dar culto a Dios es tratar de ganarlo, de agradarle, de expresarle nuestro agradecimiento… Dar culto es un acto de gratitud. Pero los profetas denunciaron el culto vacío (sin justicia, honestidad, sin amor), que no agrada a Dios.   

Pablo nos dice que el culto que agrada a Dios es: ¡presentar nuestros cuerpos como ofrenda viva, santa! Presentarnos como personas que no se ajustan a este mundo de injusticia, de pecado, de conexiones perversas, de cultura de muerte.

¿Para qué ganar… si se pierde?

Jesús aparece en el evangelio de hoy como el “gran ganador”. Y para serlo se lo juega todo. Nos dice que hay momentos en la vida en que un paso hacia delante, una transformación profunda, solo se consigue con arrojo, con audacia y superando cualquier prejuicio.

Simón Pedro se muestra muy conservador. Quiere al Jesús que conoce. Se contenta con las posibilidades que este Jesús ofrece. No quiere un Jesús que “arriesgue tanto”. Es como si Pedro le dijera: “Jesús, no hace falta tanto radicalismo… todo se puede arreglar… llevando las cosas como hasta ahora… llegarás y llegaremos muy lejos”. Pero, Jesús ve en ello una tentación, una terrible tentación que lo aparta de la voluntad de su Abbá; una tentación que le llega al alma, porque viene de un gran amigo. Pero se enfrenta con el mal, con ese Satanás que le impide dar un paso cualitativo hacia delante.

Conclusión

Jesús nos invita a jugarnos la vida, a estar dispuestos a perderlo todo, con tal de anunciar la llegad del Reino de Dios. Jesús quiere que lo sigamos asumiendo su estilo de vida y de compromiso: ¡dispuestos a perderlo todo, para ganarlo todo! La cruz no es el objetivo. La cruz es el arma más poderosa para conseguirlo todo, porque la cruz es amor que todo lo ilumina, que desenmascara el mal y la hipocresía.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 21. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

LAS CLAVES SECRETAS DEL REINO

Tener llaves o claves es siempre señal de poder. Las llaves dan acceso a lo inaccesible. Los debates de poder suelen concentrarse en ver quién tiene las llaves o las claves. Es obvio que la responsabilidad de sus portadores es muy grande dentro de la sociedad y la humanidad.

Dividiré esta homilía en dos partes: 1) Destitución e investidura: Sobna y Eliacín; 2) La investidura de Pedro

Destitución e investidura: Sobna y Eliacín

La primera lectura, tomada este domingo del profeta Isaías, nos habla de una destitución. Se trataba de un mayordomo del palacio real, llamado Sobna. Dios lo destituye por su mala administración.

Hay personas que por la corrupción que favorecen, por los intereses que defienden, deberían ser destituidas de sus cargos. Muchas veces no podemos hacerlo los hombres. Sin embargo, nadie escapa del poder de Dios, que de una u otra forma, provee para que su pueblo no caiga permanentemente en manos de corruptos.

En este caso Dios encontró a su siervo Eliacín a quien eligió para ser mayordomo del palacio real. Lo constituyó en autoridad y le encomendó actuar como padre para los habitantes de Jerusalén y el pueblo de Judá. Eliacín recibe como símbolo de su poder la llave del palacio de David:

Lo que él abra, nadie lo cerrará. Lo que él cierre nadie lo abrirá- Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.

El poder de las llaves es confiado por Dios a un servidor suyo, que actuará como “padre” que cuida y ama.

La investidura de Pedro

Es sumamente llamativo ver cómo Jesús se fija en uno de sus doce discípulos, en Simón Pedro. Lo elige para prometerle lo siguiente:

Te daré las llaves del reino de los cielos. Lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo

Pedro queda constituido en el mayordomo de la casa de Jesús. Recibe de Jesús el poder. En otro evangelio, el cuarto, este poder será descrito como “apacentar las ovejas del Señor”. Jesús le confía a Pedro su comunidad, a sus hermanos.

Es claro que la autoridad concedida es para que cuide de ellos y ellas con amor, como un padre, como un hermano mayor. Pedro tiene que tener cuidado, porque puede convertirse en un “Satanás”, puede negar al Señor, puede desmerecer las llaves que se le conceden. De hecho así fue. Pero Jesús le restituyó la confianza. A partir de entonces, Pedro estaría mucho menos seguro de sí mismo.

Pero ¿porqué Jesús lo inviste con el poder de las llaves, hasta convertirlo en un representante suyo, cuyas decisiones son confirmadas en el cielo? Jesús les preguntó a sus discípulos quién decía la gente que era el Hijo del Hombre. Simón Pedro declaró:

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Esa proclamación de fe hace que Jesús, entusiasmado, proclame una solemne bienaventuranza sobre Pedro. Le indica que ha sido el Padre del cielo quien se lo ha revelado. Pedro ha sido interiormente trabajado por Dios Padre, por la Revelación. Un creyente así es piedra sobre la que Jesús edifica su Iglesia. En la fe de Pedro se insertará la fe de los demás, hasta construir la Iglesia de Dios. ¡La fe es el fundamento de la Iglesia!

Conclusión

La fe es la llave que abre los tesoros de Dios y los cierra, que abre y cierra las puertas del cielo. La fe es la clave de la existencia humana.

Pablo se hace preguntas fundamentales para la existencia humana. Parece que busca la clave de todo lo que nos sucede:

¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero para que Él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo

L a fe es la clave de todo. Para quien tiene fe, todo es posible. Pero sin fe, las llaves no abren, las claves resultan falsas.

José Cristo Rey García Paredes, CMF