"Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos"

Todos sentimos vergüenza ajena cuando escuchamos hablar con soberbia a un lÃder polÃtico, a un compañero de trabajo, a un vecino. Todos nos arrepentimos cuando somos conscientes de los estragos que provoca nuestra altanerÃa. La convivencia social y familiar es difÃcil por la estúpida soberbia, por endiosarnos ante los otros.
Jesús está en el camino que le lleva a Jerusalem. Y anuncia por segunda vez su pasión y muerte. A los apóstoles y grupos que le rodean, no les entra en la cabeza que el MesÃas tenga que pasar por la humillación y la muerte para llegar a la gloria. Mientras Jesús quiere educarles para lo que se les viene encima, ellos discuten por el camino sobre los honores de ser el más importante dentro del grupo. Todo muy actual. La primacÃa en la Iglesia la lleva el servicio en todos los estados de vida cristiana, en especial, en los que han recibido el encargo de pastorear las comunidades. El Maestro Jesus pone delante de ellos a un niño para ayudarles a comprender las nuevas relaciones en el grupo: como un niño están y estamos urgidos a la entrega sin intereses, al abandono sin cálculos, sin orgullo.(Evangelio). Seguir a Cristo es convertir la convivencia en fraterna con el servicio humilde; es acoger a los débiles y a los niños como Jesús. Hay muchos que lo hacen calladamente. Y a muchos nos urge la conversión a la nueva SabidurÃa del Evangelio.
Los efectos de la falsa sabidurÃa son enumerados por el apóstol Santiago (2ª lectura): "envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males". Desde los orÃgenes, la soberbia ha inducido al hombre a divinizarse, a querer ser como Dios; desde los orÃgenes pierde la armonÃa con la creación y con sus semejantes por este engaño. En cambio, la verdadera SabidurÃa, la que brota de la voluntad de Dios, florece en el amor, la justicia y la paz; son anticipo del Reino que esperamos.
El que se deja guiar por esta SabidurÃa puede ser rechazado: "acechemos al justo, que nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones" (1ª lectura). Los impÃos se mofan del justo que considera a Dios como un Padre. Aunque hay frases que nos llevan a pensar en Jesús, verdadero Hijo de Dios, el texto se refiere a todo creyente incomprendido, perseguido, que encuentra su fuerza en confiar en Dios, "quien se ocupa de él".
El salmo 53 es la plegaria del creyente que está en peligro y que expresa la acción de gracias porque Dios es su auxilio: "el Señor sostiene mi vida". Las terapias de grupo no son suficientes para vivir de la fe. El justo, el discÃpulo reza a quien escucha la súplica, al que atiende a sus palabras, al que es bueno y sostiene su vida.
Jaime Aceña Cuadrado cmf
Los profetas y S. AgustÃn denuncian el peligro de servirse de la comunidad para enriquecerse o tener poder.
Jueves 17 de septiembre de 2015, por