VIERNES SANTO 2024
BAJO LA MIRADA DEL DISCÍPULOS AMADO
El cuarto evangelio nos muestra a un Jesús, lleno de energía durante su pasión y muerte. El autor del cuarto evangelio, el llamado “discípulo amado”, conocía muy bien a Jesús. Había sido su confidente, su mejor amigo. Por eso, lo que nos dice sobre la Pasión y Muerte de Jesús, merece toda nuestra atención.
Hoy, viernes santo, la madre Iglesia quiere escuchar su relato de la pasión. Entre otras cosas, porque no quiere que nos centremos en la tragedia del Calvario en sus aspectos más externos, sino más bien, quiere que nos encontremos en este día con el auténtico Jesús del Vienes Santo. El discípulo amado es el mejor testigo para hablarnos de Él. Estuvo con Jesús en la última Cena, lo siguió a casa del Sumo Sacerdote. Estuvo junto a la cruz de Jesús. Fue el último confidente del Señor y uno de los primeros en verlo resucitado.
Me llama la atención la forma de hablar de Jesús, según el relato que nos hace el cuarto Evangelista. Fijémonos en algunas de sus palabras:
- ¡Yo soy! ¡Dejad marchar a éstos!
- ¡Mete la espada en la vaina! Si he hablado mal, muestra en qué, si no ¿por qué me hieres?
- ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros?
- ¡Mi reino no es de este mundo!
- ¡Todo el que es de la verdad escucha mi voz!
- ¡No tendrías ninguna autoridad sobre mi, si no te la hubieran dado!
- “Mujer, ahí tienes a tu hijo… ahí tienes a tu madre”.
- ¡Tengo sed!
- ¡Está cumplido!
Estas palabras no son las de un hombre fracasado, ni deprimido. Jesús podría tener razones para sentirse el más fracasado del mundo, pero ¡no! tenía una energía interior admirable. En medio del sufrimiento más oscuro, tiene una energía que todo lo supera. Jesús no es una víctima. Es señor hasta el último momento. Sus verdugos, quienes lo quieren juzgar, quienes lo condenan, son ¡las víctimas de su no-violencia!
Y es que, hermanas y hermanos,
- tiene más fuerza el amor que el odio,
- tiene más poder una mujer capaz de dar a luz un niño, que un herodes que mata a centenares de niños,
- tiene más poder quien enciende una luz, que quien apaga las luces de una ciudad.
Jesús, con su amor, sintiéndose amado por Dios y amando hasta el extremo, tenía en sí mismo energía suficiente para superarlo todo y para vencer amando a quienes lo mataban.
Al final ¡venció el Amor! ¡el Amor de los Amores!
¿No lo habéis visto en el rostro de las personas que aman mucho? ¡Cuánto poder tienen! ¡Nada las vence!
- Borrad resentimientos.
- Acabad con la crítica permanente a los que os son contrarios.
- Perdonad sin condiciones.
- Amad sin condiciones.
- Sólo así seréis, seremos, hermanos de Jesús y tendréis el señorío que Él tuvo cuando se despidió de nosotros.
Gracias, Discípulo Amado de Jesús, por estas bellísimas páginas sobre el fin de Jesús, que nos dejaste. Gracias, porque cada año que las proclamamos nos parecen nuevas. Tú, que tanto amaste a Jesús, enséñanos a amarlo, a dar la vida por Él. Enséñanos el arte de la no-violencia, del no-resentimiento. Haz que hagamos del amor, como tú, nuestra “arma más poderosa”.
Viernes Santo,
circula el amor a borbotones…
lo que no es amor…. ¡ se está ahogando!
José Cristo Rey García Paredes, CMF
JUEVES SANTO 2024
“UN SOLO CUERPO” El Pan y el Cáliz”
Hace muchos años, el gran teólogo católico Hans Urs Von Balthasar escribió un famosísimo libro titulado “Mysterium paschale: la teología de los tres días”. Viernes santo, Sábado santo y Domingo de Resurrección.
En el centro el Cuerpo de Jesús
Jueves, Viernes y Sábado Santo son los días en los cuales nuestra atención se centra en el “cuerpo de Jesús”. Los pasos de la Semana Santa nos lo muestran. Hacia ese cuerpo se dirigen las miradas. Ante ese cuerpo se emocionan los corazones. Parece que carga sobre sí todo el dolor del mundo. En su rostro vislumbra la gente su propio dolor: el ya sufrido, el que ahora le acongoja, el dolor que de seguro vendrá.
Los artistas han sabido plasmar en sus imágenes de Semana Santa un cuerpo de Jesús en situación límite e incluso muerto sin que por ello parezca un cuerpo desahuciado y vencido. Año tras año, generación tras generación se repite el mismo espectáculo y surgen las mismas emociones. ¡Y todo tiene como foco… el cuerpo de Jesús!
En el Cenáculo de Jerusalén
Allí está reunido Jesús con sus discípulos para celebrar “la última Cena”, la “Cena de despedida”, “la cena del Adiós”, la “cena del Testamento”.
Los grandes patriarcas del Pueblo de Dios hacían de la última cena o comida con sus hijos la “cena del Testamento” (Jacob en Gen 48-49). Jesús también hace su Testamento. El cuarto evangelista inicia el relato de la Cena con estas palabras: “Amó a los suyos que estaban en el mundo y los amó hasta el final (telos)” (Jn 13, 1).
Pero también se manifiesta el mal, el diablo que actúa a través de uno de los discípulos, Judas, que lo traiciona y entrega a los judíos para que lo eliminen.
El símbolo del lavatorio de los pies
“Durante la cena Jesús vierte agua en una jofaina y comienza a lavar los pies de los discípulos y a secarlos. Culturalmente, la parte inferior del pie se consideraba una parte deshonrosa del cuerpo. El lavado de los pies de otra persona lo realizaba un esclavo o una persona de estatus inferior (1 Sam 25:41). Jesús le dio tal importancia a este gesto. Ante la negativa de Pedro, lo puso ante la alternativa de: “o te lavo y estás de mi parte, o no te lavo y estarás contra mí”.
Los cuerpos de los discípulos tienen vocación de in-corporación para formar todos “un solo cuerpo” en Jesús. Se trata de una primera comunión a través del tacto. Y Jesús añade: ¡laváos los pies unos a otros! ¡Honrad vuestros cuerpos! ¡Bendecíos mutuamente! ¡Alejáos de cualquier forma de violencia corporal!¡Haceos siervos los unos de los otros! ¡Dad la vida los unos por los otros!
El símbolo del Pan eucarístico
Franz von Stuck, Pietà, 1891
Sigue la cena de despedida… y de nuevo aparece el Cuerpo. Esta vez tiene la “sagrada forma” de pan: pero no solo de pan, sino de pan dentro de un escenario de interrelación: ¡de pan entregado! Es el pan de la comida, es el pan que Jesús parte y reparte: “Tomad, comed, ¡esto es mi cuerpo!”
No se trata sólo del pan, sino del pan partido y distribuido por las manos mismas de Jesús. Él habla de un cuerpo que rebasa sus límites, de un cuerpo que toca, que se acerca, que quiere ser tomado, comido… hasta entrar en el otro cuerpo: “vosotros en mí y yo en vosotros”. El pan-cuerpo tiene una existencia pasajera y transitiva: lo acucia la impaciencia de ser comido y desaparecer en el cuerpo de los discípulos. “Pharmacon athanasías” o “medicamento de la inmortalidad” lo llamaban los antiguos cristianos.
El cuerpo-pan vivifica al cuerpo que lo recibe: “quien come mi pan no morirá para siempre”. Quien comulga se incorpora al Cuerpo que todo lo sana, que resucita, que establece Alianza para siempre. Jesús quiere compartir su cuerpo y hacernos así sus con-corpóreos.
Estrechamente unida al cuerpo… también la sangre. Jesús transforma la escena anterior: ahora lleva en sus manos un cáliz. Derrama sobre él el vino; la entrega a cada uno de sus discípulos y les dice: “Tomad, bebed: esta es mi sangre, sangre de la nueva y eterna Alianza, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”.
Jesús quiere compartir su sangre y hacernos sus con-sanguíneos. Para él, como hebreo, la sangre era mucho más que ese flujo líquido que recorre nuestras venas: era el símbolo de la vida, de su vida, que sólo encontraba su sentido des-viviéndose, entregándose. Por eso, también la sangre crea comunión, consanguinidad, Alianza para siempre.
El Sacerdocio fundamental
Jesús quiso que todos nosotros, sus seguidoras y seguidores formáramos el pueblo sacerdotal, o pueblo de sacerdotes. En el Bautismo somos todos consagrados sacerdotes de Dios. Pero en este día, celebramos el origen de una forma peculiar de sacerdocio: el de aquellas personas elegidas para servir y liderar al pueblo de Dios. Jesús le dijo una vez a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Ante la respuesta afirmativa, Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejitas”. Los pastores son muy tentados por el Maligno y pueden -como Pedro- negar al Señor, y convertirse en lobos del rebaño del Señor. Roguemos por ellos, para que no caigan en la tentación.
José Cristo Rey García Paredes, CMF
DOMINGO DE RAMOS. CICLO B
ENTRADA EN JERUSALÉN Y TOMA DEL TEMPLO
La entrada de Jesús en Jerusalén merece una reflexión especial. No entró Jesús como un Mesías político: se dirigió «directamente hacia el templo», dice el evangelista Marcos (Mc 11,11), cuya versión de la Pasión de Jesús hoy escucharemos.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Una ciudad bajo vigilancia militar
- Entra en Jerusalén y se dirige al Templo
- Discusión con las autoridades
Una ciudad bajo vigilancia militar
En la semana de Pascua había una gran afluencia de peregrinos en Jerusalén. Muchos de ellos eran galileos “separatistas”. Con ese motivo se reforzaba la guardia romana y hasta el mismo gobernador romano dirigía directamente las operaciones de seguridad. Los galileos esperaban la llegada del reino mesiánico y soñaban con colocar a Israel a la cabeza de las naciones. Probablemente quienes acompañaban a Jesús en su entrada en Jerusalén eran celotas o nacionalistas. Jesús organizó la entrada. Sus discípulos buscarían un asno atado sobre el que ningún hombre se había montado. Y lo requerirían con estas palabras: “el Señor lo necesita” Mc 11,2-3).
Entrada en Jerusalén y toma del Templo: los dos primeros días
La entrada de Jesús en Jerusalén se entiende a partir del contexto. Jesús les había dicho a sus seguidores, que tenían miedo: «Mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará (Mc 10,32)». Y ahora… ya entran en Jerusalén, Y Jesús montado en un asno, no como un líder guerrero, sino como un rey pacífico. No se dirige a la sede del gobernador romano, Poncio Pilatos. Sino al Templo (Mc 11,11). En el templo, …«después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para pernoctar en Betania.
Pero al día siguiente, Jesús y los suyos volvieron al Templo: no para purificarlo, sino para tomar posesión de él. Jesús lo hizo suspendiendo toda la actividad que en él se realizaba. Se había convertido en una “cueva de bandidos” y no en lo que Dios quería: «casa del Padre para todos”. El exégeta Joaquín Jeremías calculaba que sólo por el concepto del impuesto para el Templo entrarían en él una cantidad cercana a las 17 toneladas de plata anuales, además de otros negocios. El Templo estaba aún en reconstrucción. Jesús le anuncia su destrucción y su final. Con su acción Jesús paralizó el culto y la actividad del Templo. Dice san Marcos que las autoridades «le tenían miedo… a Jesús, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina»)
La discusión con las autoridades el tercer día
¿Con qué autoridad haces esto? Las autoridades tenían miedo a la gente. Jesús les evoca a Juan el Bautista y les recrimina que no le creyeran. Les contó la parábola de los viñadores homicidas -anticipándoles lo que iban a hacer con él. Lo entendieron. Quisieron detenerlo, pero por miedo a la gente. No se atrevieron.
Jesús desautorizó la interpretación que los escribas hacían del Mesías. El pueblo se identificaba con Jesús: el Mesías no es hijo de David, sino su Señor; no han de ver en él a un poderoso líder al estilo de David. Y finalmente, Jesús observa a quienes depositan limosnas en el tesoro del Templo. Alaba a la pobre viuda que entregando muy poco, entregó todo su ser a Dios.
Conclusión
Este es el contexto de la Semana Santa, que hoy comenzamos. Jesús desautoriza totalmente el sistema religioso que mantenía la fe en Israel y abre una nueva etapa. La carta a los Hebreos sacó las consecuencias con su crítica sin concesiones al viejo culto y a su sacerdocio.
José Cristo Rey García Paredes, CMF