3 DOMINGO DE PASCUA. CICLO B

“¿Por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón?

     El texto evangélico de este domingo está nos presenta a los discípulos llenos de dudas, ante la repentina presencia de Jesús resucitado .»Pero Jesús les dijo: –¿Por qué estáis asustados? ¿Por qué tenéis estas dudas en vuestro corazón? … Les enseñó las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo…». Parece que Jesús se asombra ante la reacción de sus amigos.

     Ante esta pregunta de Jesús, muchos hombres y mujeres de hoy desplegarían una larga lista de motivos para dudar, para no terminar de creer. La situación sanitaria que estamos pasando ha servido para que algunos profundicen, retomen, fortalezcan y renueven su fe. Pero también se han multiplicado los hermanos que se han ido llenando de dudas, o dicen estar perdiendo la fe, como consecuencia de su desconcierto ante la falta de respuesta de Dios, o por haberse alejado temporalmente de la práctica religiosa… y no saber cómo recuperarla, e incluso… si realmente la necesitan para algo.

     Ciertamente que ya pasaron los tiempos de «creer a ciegas». El haber sentado en un trono a la razón y la ciencia, y el no ser ya (si es que alguna vez lo fue) la fe algo generalizado en el ambiente social, e incluso que se mire con recelo, sospecha y hasta rechazo a quienes se dicen llamar creyentes… El haber confundido las prácticas religiosas y las tradiciones sociales con la auténtica fe… han puesto las cosas más difíciles a eso de ser creyentes.

    Escepticismo, incredulidad, la desconfianza, las dudas respecto a la «identidad» de aquel que se les aparecía, son rasgos del camino lento y fatigoso que irían conduciendo a los apóstoles hacia la fe. La realidad de la resurrección les parece demasiado bella como para ser verdad. A veces los apóstoles tuvieron la sensación de tener delante a un fantasma; otras veces, como en el lago de Tiberíades, no han «reconocido» en el Resucitado al Maestro al que habían seguido por los caminos de Palestina. O los dos de Emaús que nos menciona el Evangelio de hoy. Incluso después de su última manifestación aqntes de la Ascensión sobre un monte de Galilea –nos cuenta el evangelista Mateo– “algunos dudaron” (Mt 28, 17).

    Sus dudas, persistentes incluso después de tantas señales dadas por el Señor, prueban, ante todo, que los apóstoles no eran unos ingenuos. Y además, muestran que la fe no es un rendirse sin más ante la evidencia, que el Señor no quiere «imponerse», sino que es la respuesta libre a una llamada. Existen razones respetables para rechazarla y el hecho de que haya incrédulos prueba que Dios actúa de manera muy discreta, que respeta la libertad humana.

     Por eso, lo primero podemos afirmar que la fe no es nunca una certeza absoluta. Que lo normal es tener dudas.  Nadie, que de verdad se haya arriesgado a creer, puede decir que alguna vez no lo han sorprendido las dudas frente a las verdades que confiesa y y que han formado parte de su vida. Según vamos avanzando en la vida y vamos acumulando experiencias, aparecen unas dudas y otras. La biografía de grandes creyentes de nuestra historia así nos lo muestran. Recordemos cómo San Juan de la Cruz hablaba de la «noche oscura del alma». O cómo Madre Teresa de Calcuta confesaba haber tenido dudas terribles durante muchísimos años. O Unamuno (entre otros muchos) en permanente lucha entre el creer y el no creer, que dejar como epitafio : «Méteme Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar. Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo».

    Las dudas no se pueden confundir con la falta de fe. La acompañan y empujan a madurar y buscar. Sólo quien duda, avanza. No pocas veces el problema está en nuestras falsas ideas y expectativas sobre Dios. Como los de Emaús es que «nosotros esperábamos, creíamos…» y resulta que la cosa ha quedado en nada.

    En segundo lugar: no todas las dudas tienen el mismo peso. Hay dudas sobre aspectos centrales y esenciales de la fe y otras que no. Por ejemplo: dudar de la resurrección del Señor, de que Él esté vivo en medio de nosotros, o de su presencia en la Eucaristía, y las verdades recogidas en el Credo son cuestiones fundamentales… Pero no es raro que el problema esté más en las explicaciones que nos dieron o el  lenguaje utilizado… que ya no nos valen. Hay cristianos que pretenden que las catequesis que recibieron en su infancia, o las explicaciones más o menos acertadas de las homilías, o de un cura o catequista en concreto… tienen que valerles para siempre y para todo. Y también decir que no pocos confunden sus dudas sobre la Iglesia, la moral o ciertas tradiciones… con la propia fe. 

     Quiero recoger apenas algunas sencillas pistas que podemos aprovechar de los relatos de san Lucas:  

– «Hablar de estas cosas». Jesús se hace presente cuando sus discípulos se están contando mutuamente sus experiencias (estas cosas), no sus ideas. Comparten, expresan, dialogan, contrastan, reflexionan e interpretan lo que les ha pasado, lo que no entienden. Buscan juntos. La fe cristiana es comunitaria. Y en estos tiempos es muy conveniente buscar alguien experimentado que nos acompañe en nuestros caminos de fe.

– La paz del Resucitado. Cuando las cosas están confusas, cuando hay miedos, cuando perdemos las referencias… la presencia del Resucitado pacifica (aunque también nos pueda dejar «inquietos»). Es un signo de que él anda por medio y nos permite identificarlo. Me gusta decir que «Dios no nos saca las castañas del fuego» (como esperaban los dos de Emaús y tantos otros), sino que «nos ayuda a no quemarnos con las castañas», a enfrentar las dificultades sin venirnos abajo. Es necesario, por tanto, dirigirnos a él para pedirle la paz, la serenidad, la luz que necesitamos…. Los Sacramentos son medios especialmente favorables para encontrar luz, fuerza y paz.

– A Jesús le gusta hacerse presente en medio de nuestras cosas cotidianas. «¿Tenéis ahí algo que comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado». Con demasiada frecuencia nuestra oración no intenta descubrir a Jesús o invitarle a nuestras cosas de cada día: comer, trabajar, compartir, la amistad y los diálogos… La oración y la vida cotidiana andan demasiado a menudo por cauces distintos. Por eso invita a los discípulos a ir a Galilea (donde compartieron la vida): «allí me veréis». 

 – Comprender las Escrituras. Lucas insiste en que no podemos «entender» a Jesús si desconocemos las Escrituras. No se trata sólo (aunque también ayuda) de tener unos mínimos conocimientos de su lectura e interpretación (esta es tarea pendiente de buena parte de los cristianos). Sino de aprender a poner en relación lo que estamos viviendo con la Palabra escrita. Aquello que dice tan bellamente un Salmo: «Lámpara es tu Palabra, Señor, para mis pasos, luz en mi sendero».

              Muchos de nosotros tendremos que seguir creyendo a tientas, entre dudas y búsquedas  permanentes, pero sin asustarnos ni huir de ellas. Y si acaso gritaremos, como aquel padre que pedía la curación de su hijo:“¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!” (Mc 9,24).

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen de José María Morillo

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8 comentarios

  1. El evangelio de hoy en continuación del de la semana pasada. Continúa el mismo tema de que sus apóstoles no terminan de creerle que está con ellos. Es en realidad un problema de confianza en Él pues le están viendo presente con ellos. En otros momentos es parecido pue sería de fe (creer en lo que no ves) pero aquí está con ellos…Dudas, problemaas, situaciones y momentos de la vida un poco noches oscuras les han ocurrido a todos los santos y por supuesto a todos nosotros…Es normal. Pero ante esta situación ¿qué podemos hacer?. Cada uno tiene digamos así sus armas. En primer lugar ver a Dios en el prójimo. Al ser más tangible nos puede ayudar. El pobre, el triste, el necesitado, el marginado…Y yo diría una segunda fórmula que me funciona: Confiar en Él y dejarte en sus brazos. Señor sé que me quieres y esto no lo logro entender bien pero te quiero tanto que me fío y confío en Ti. Me abandono en Ti y todo lo que obras en mí sé que es bueno, aunque a veces no te comprenda. Nunca me dejes y que mantenga siempre esta unión contigo. Te quiero mucho. Amén

    • Enrique Martínez

      Gracias José Antonio por esforzarte en dejar tu reflexión/comentario. A ver si otros se animan también

      • María del Campo

        Voy a dejar que el Señor responda a la homilía del domingo y a todos nosotros con este Evangelio del lunes de la III Semana de Pascua.

        Lectura del santo Evangelio según san Juan 6,22-29

        Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar.
        Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
        Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
        – «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó:
        – «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron:
        – «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
        Respondió Jesús:
        – «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado».

    • María del Campo

      Tus palabras José Antonio me llevan a compartir una anécdota, me sucedió hace bastantes años: tenía por aquel tiempo una situación muy dura que me tenía bastante hundida; pasaba un día por la Iglesia de las Calatravas en la calle Alcalá, y entré…, me fui hasta el Sagrario y allí desahogándo todo mi sentir pedí ayuda; estuve un ratito y saliendo con la misma desesperanza que había entrado, ya casi en la puerta pisé un papelito sucio y viejo, lo cogí y contenía una oración que por años estuve rezando diariamente (hace tiempo que ya no la rezo).

      Esto contenía el papelito:

      VIDA DE FE

      «Dame Señor la fe que no razona y que en todo te ve.
      Esclarece los ojos de mi alma y dame vida de fe.
      Yo no entiendo el por qué de muchas cosas, pero confío en tí.
      Cuando tu lo permites y dispones, me
      convendrán así.
      Que eres el más amante de los padres, no lo puedo dudar.
      Por eso aunque me aflijas o me apenes,
      te quiero siempre amar.
      Quiero a tu voluntad vivir unido, prescindiendo de mí.
      En todos los momentos de mi vida,
      verte tan solo a tí.
      Y ciegos ya la ojos al sentido, que ni entiende ni ve.
      Elevar mi mirada hasta el Cielo por la vida de la fe»

  2. Carmen Díaz Bautista

    Razón, fe, duda son la tríada que nos va acompañando a lo largo de nuestra vida de cristianos. Para mí, ahora, hay una opción transformadora: pasar del pensamiento al sentimiento. Esta pandemia con toda su oscuridad me ha regalado el sosiego y poder vislumbrar el sentimiento amoroso de los demás y hacia los demás. Ahí creo que está Él y eso es Él.
    Gracias, Quique, por ayudarnos en la andadura.

    • Enrique Martínez

      Nos falta preguntarnos como comunidad cristiana cómo hemos de reaccionar a la nueva situación. Y «lo de antes» no parece que sirva de mucho. ¿Cuándo podremos pensarlo juntos y tomar decisiones?

    • María del Campo

      Yo creo que si Dios te concede el gran don de la fe, no necesitamos mucho más, bueno sí, necesitamos cuidarla, mimarla, alimentarla. ¿Como? Pues primeramente rindiéndonos agradecidos ante tan inmenso regalo, y luego formándonos, es esencial el conocimiento de la persona de Jesús, y querer conocer a alguién sin tratarle no tiene sentido, por eso la cercanía y la amistad con Jesús a través de la oración y los sacramentos es tan necesario como el aire que respiramos.

      Y por favor! estar pendientes de él, crecer en humildad, el Señor no se resiste a los humildes.

      La palabra clave es «enamoramiento», si nuestra meta es Cristo, no debemos parar hasta enamorarnos de él.

      Eso es algo que suena muy bonito pero difícil de conseguir, ahí tendríamos que dejar a un lado los sentimientos (aunque si están ahí, bienvenidos) y reemplazarlos por la voluntad. Amor y voluntad son esenciales.
      Yo creo que la voluntad juega un papel importantísimo en nuestra FE.

      «Señor quiero querer quererte»
      Y con esa frase el Señor se derrite.

      A mí dudas? No las quiero!
      Acaso pierdo un segundo de mi vida en comprobar que mi padre de la tierra es mi padre?

      Pues ese es nuestro camino…, y si es posible hacernos como niños.

      Ahora, también cabe la posibilidad de que Dios nos ponga a prueba. Esperemos estar a la altura.

      «Dios existe. Yo me lo encontré»
      André Frossard

      Gracias por esta oportunidad padre.

      • Enrique Martínez

        Gracias a ti, María, por tu reflexión y por el esfuerzo de aportar. Aún mejor, viendo que lo haces desde tu propia experiencia. Saludos

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